Linda colegiala

Linda colegiala, la reina del descaro, del sinpudor y el desenfado, con exultante alegría te vas desprendiendo de todo tu atuendo, hasta que al final tan solo queda la gran desnudez de tu fantástico cuerpo.

LINDA COLEGIALA

Con el corazón en mis oídos y el pulso acelerado, llego corriendo hasta nuestro pequeño rincón secreto y sagrado, el lugar donde puedo ver a mi amor: mi linda colegiala, la reina de mi corazón.

Hermosa y radiante la veo llegar, con su carita radiante y plena de felicidad, creyendo que ya nadie puede verla en aquel lugar tan apartado de la gente, excepto mis ojos que la observan atentamente.

Tirando sus libros cerca de ella, boca arriba se recuesta sobre la hierba, con su hermoso pecho bajando y subiendo presa de su gran satisfacción, saberse sola para dar rienda suelta a su calenturienta imaginación.

Linda colegiala, con tu traje azul marino de marinerita, desde donde estoy puedo ver como te quitas la faldita, para mostrar de tus piernas su esbeltez y tersura, y de tu cuerpo me dejas contemplar su hermosura.

Tras la faldita, con mucho mimo y paciencia quitada, sigue la parte superior del traje de mi enamorada, y pronto la camisa va a parar al suelo, mientras poco a poco veo desnudarse tu hermoso y bien esculpido cuerpo.

Con sus ojos azules como el mar y sus cabellos dorados, mi linda colegiala se va desposando de todo su atuendo azulado, hasta quedarse solo con su ropa interior, para así mostrarse en todo su esplendor.

Nada más la veo, con su cuerpecito torneado y bien hermoso, mis ojos se mojan al ver aquel regalo tan maravilloso: la visión de su cuerpo con solo sus calzones, reluciendo hermosos sus pezones.

Linda colegiala, la reina del descaro, del sinpudor y el desenfado, con exultante alegría te vas desprendiendo de todo tu atuendo, hasta que al final tan solo queda la gran desnudez de tu fantástico cuerpo.

Es verla y amarla con todo mi corazón, desnudita y juguetona, feliz sin parangón, y en un alarde de picardía maliciosa, con sus dedos se va acariciando la chica de sonrisa revoltosa.

Pronto su sonrisa se transforma en sonidos de placer, que salen por su boca haciéndome estremecer, y bendecir la casualidad de aquel lejano día, en que por primera vez yo su secreto descubría.

Que bellas curvas veo temblar de emoción, mientras se entrega al placer con una gran devoción, la misma que yo le profeso a ese cuerpo tan increíble, tan maduro y tan inocente que parece una mezcla imposible.

Presa de una insaciable y divertida curiosidad, veo como sus pechos decide amasar, jugando con ellos como quien descubre por primera vez, el disfrute que uno por sí solo se puede conceder.

Tumbada sin ropa a pleno sol, mi linda colegiala va aumentado su calor, y su cuerpo tan crecidito y hermoso sin parar tiembla, fruto del goce que con sus manos ella se da sobre la hierba.

Y perdido en ese espectáculo tan fascinante, mi verga ya está bruta y palpitante, presa de un deseo irrefrenable y lujurioso, de ir hasta ella para tumbarme a su lado y que descubra el placer más pecaminoso.

Pero el sentido común me refrena y detiene, y como siempre me veo obligado a detener a mi pene, para evitar cometer una verdadera locura, el abalanzarme sobre mi linda colegiala, viviendo una vez más la tortura.

Pues por miedo a las consecuencias me debo frenar, y dejo a mi colegiala seguir con sus juegos de inocente iniciación sexual, maravillado de verla tan radiante, mientras se masajea su sexo juvenil y excitante.

Mi linda colegiala, de cara de chica y cuerpo de mujer, hermosa te entregas a las mieles de placer, y yo soy el único que conoce tu secreto, que por que te amo guardaré como ordenado por real decreto.

Y en tanto que tus dedos obran un efecto mágico en tu pucha, mi mano menea sin parar mi picha, pues la pobre ya no se puede aguantar, y aún en la distancia al mismo tiempo contigo desea gozar.

Allí solita, en aquel prado lejos de la vista de los vecinos, mi linda colegiala se abandona a los sonidos de sus gemidos, sin reprimirse sus deseos por penetrarse, siendo cada vez mejor en el arte de masturbarse.

Tus hermosos pezoncitos se ponen cada vez más duros, mi garrote podría partir un enorme muro, tu cuerpo se convulsiona anunciando el ansiado momento de gozar, y mi verga se apresura para a tiempo llegar.

Mi linda colegiala, como siempre contigo he delirado, me he dejado arrastrar por el camino del pecado, pero no me es posible actuar son sensatez, pues tú has enamorado a este loco con su hermosa esbeltez.

A pesar de la distancia capto tu euforia, oigo como el placer que te lleva a la gloria te hace casi gritar a pleno pulmón, no sé si por las locuras del goce o por un deseo sincero de su corazón: "vamos papá, hazme el amor".

En ese momento me estremezco de arriba abajo, pensando que te pasará por su mente, ¡carajo!, para que digas semejante disparate desquiciante, que quieras tomar a tu padre por tu amante.

Pero a estas alturas ya todo me da igual, estoy loco por mi semen descargar, y al mismo tiempo que te derrumbas sobre la hierba exhausta, yo hago lo propio tras llegar al momento del clímax, con mi polla enhiesta.

Levantando tu culito del suelo y con las piernas separadas, como si tu hombre te tuviera así levantada, ejerces las últimas presiones en tu panocha, mientras yo descargo el fuego líquido de mi garrocha.

Y tras derrumbarte sobre la hierba feliz sonriente, mi polla ya se encuentra de un total obediente, y logrando meterla en los pantalones, me quedó allí agotado del placer, casi hasta con temblores.

En esos instantes de feliz abandono, por mi mente cruzan los gritos de tu gran desahogo, y no dejo ni un instante de pensar, en como una hija puede llegar al extremo de a su propio padre desear.

Y en un mágico instante final, desde donde estoy diviso tu hermosa feminidad, de un hermoso y fragante color rosado, que sin palabras invita a jugar con ella sabiendo que uno no será rechazado.

Entones vuelvo a la realidad, veo a mi linda colegiala con sus últimos estertores de placer, mi chica, mi hermosa, mi jovencita hecha mujer, el deseo más oscuro de mi corazón, linda colegiala, mi amor.

Como desearía ir a acariciar tus preciosas coletas, deleitarme con el sabor de tus hermosas tetas, abrazarme a tu cuerpo desnudo y jovial, y susurrarte al oído malicioso "deja que te haga el amor, verás que no está nada mal".

Sería feliz de rodearte con mis brazos, que te acunaras en mi regazo, que luego te sentaras sobre mi cuerpo fibroso, para que sintieras mi verga penetrando tu cuerpo tan espectacular y dichoso.

Mi linda colegiala, mi amor, te amo, te quiero, te necesito con fervor, quiero ser tu amante, tu pasión, quiero entregarte mi corazón, fugarme contigo donde tú quieras, y ser el más afortunado sobre la faz de la tierra.

Pero pronto el sueño termina, regreso a la realidad, y mientras veo como recoges tu ropa y vuelves a la cotidianidad, yo huyo a casa despavorido, aterrado por las locuras a las que el sexo me ha inducido.

En la seguridad del hogar pienso en todo lo que ha pasado, de nuevo me dijo que no volverá a suceder, pero al instante siguiente en que recuerdo aquel placer, no puedo evitar sentirme totalmente azorado.

Soy mala persona, no lo puedo evitar, pues lo que me ocurre no es normal, pero no puedo refrenar esta gran pasión, y al final (como siempre) admito la derrota ante la fuerza de este enfermizo amor.

Para sacarme de mis fantasías de moralidad, escucho un suave "ding dong" en la puerta de mi hogar, por lo que acudo hasta la puerta de entrada, para que ver a la persona autora de esa llamada.

Y entonces, al mirarla fijamente, abro la puerta totalmente, y la persona autora de la llamada arroja sus libros con furia contra el suelo, y sin vacilación se arroja feliz contra mi cuerpo.

Miles de besitos nos damos felices, si fuera un cuento de hadas comeríamos perdices, y haciéndome sonreír como un enamorado, mi hija me mira con esos ojillos y me dice: "¡hola papá, tu colegiala ha llegado!"...