Limpieza

Hecho una mano a nuestra amiga y ella me da una jugosa propina, en carne.

El sonido del móvil me despertó. Miré la pantalla. Las 8:15 ¿Qué coj?… pensé. Ese lunes libraba después de un fin de semana de trabajo y había planeado dormir hasta tarde para compensar. Cogí el maldito cacharro y durante un instante estuve tentado de ponerlo en silencio, pero miré la llamada. Era Pedro y él no suele llamar sin un motivo.

Buenos días tío.

Buenas, ¿qué pasa?

Perdona, pero necesito que me eches un cable.

Lo que sea.

Mira, es que acaban de llamarme los albañiles que tenían que arreglarme el tejado después de la tormenta del otro día (para saber de qué tormenta hablo tenéis que leer mi relato https://www.todorelatos.com/relato/153976/ ). Ya sabes, por aquí cayó granizo y me jorobó una parte bastante. Pues resulta que mañana a las siete están en casa y yo no llego de Sevilla hasta las doce y pico de la noche y hace falta desalojar el desván. ¿Te importa irte para mi casa y echarle una mano a Leona? Si un caso que se vaya Carmín también cuando salga del curro luego a la tarde y ya coméis con ella y te compensamos el día de descanso.

OK, me visto y tiro para allá.

Gracias tío, te dejo que me llaman los clientes.

Pues vaya jodienda. Me quedaba sin descanso. De todos modos Pedro y Leona son buenos amigos (los que hayan leído mis relatos saben a qué me refiero) y si había que echar una mano se echaba. Así que me levanté, cogí una camiseta vieja y un bañador, un café de la nevera y una manzana para desayunar de camino a casa de Pedro y Leona. Por supuesto, me tomé un momento para mandar un mensaje a Carmín y avisarla de dónde estaba y que viniese a comer al acabar el trabajo.

Tráfico típico de lunes, así que tardé un poco, pero a eso de las 9 menos diez de la mañana estaba aparcando en la puerta de casa de Leona y Pedro. Tienen un chalé con un trozo interesante de patio ajardinado con una pérgola en la parte de atrás, dos plantas habitables, un desván bajo la cubierta a cuatro aguas y un sótano con dos plazas de aparcamiento. No es un casoplón inmenso pero está muy bien para nuestra zona. Bajé del coche y justo antes de entrar la puerta se abrió.

-Hola Lefa, pasa- me saludó sonriente Leona. Me dio un par de besos.- Vaya, te he puesto perdido, jajajajaja. Bueno, con el desastre que hay en el desván aún nos pondremos peor.

En efecto ella tenía la cara cubierta de manchas oscuras de polvo. Llevaba una camiseta de las Olimpiadas del 92, que por el tamaño debía ser de Pedro, pues le llegaba hasta las rodillas y tan cubierta de polvo como ella, y tan gastada de los lavados que trasparentaba el rojizo color de sus pezones. “Joder, hasta comida de mierda está buenísima” pensé mientras la seguía por la escalera.

-En realidad no hay tanto que hacer, por suerte lo teníamos todo metido en cajas de plástico y no se ha estropeado nada. El granizo ha hecho un par de agujeros y se coló agua, pero Pedro llegó a tiempo de secar lo peor y no ha habido más daños aparte del tejado. Lo único es bajar las cajas al patio y pegarles un manguerazo para quitarles el polvo. Algunas pesan bastante, por eso no ha querido Pedro que las bajase yo sola.

-Normal, para hacerte polvo la espalda siempre hay tiempo.- le contesté.- Vamos a por esas cajas entonces.

-¡Vamos!

Siguió subiendo y yo detrás disfrutando de la magnífica vista de sus piernas y sus nalgas trasparentándose mientras la camiseta seguía las curvas de sus caderas. Una vez arriba, en efecto, había un montón de cajones de plástico con tapadera amontonados, cubiertos de polvo. A algunos les había llegado a caer agua y el polvo se había convertido en un fino barro. De modo que, manos a la obra, cogí la primera y me la llevé escaleras abajo.

El trabajo fue fácil de organizar. Leona me iba acercando las cajas a la entrada del desván y yo las iba bajando si no eran demasiado pesadas. Un par de ellas en cambio, con mantas y material deportivo las bajamos entre los dos. Yo me ponía en la parte de abajo sosteniendo el peso y Leona sujetaba la parte de arriba y así bajábamos la escalera. Todo un acierto para mí, porque cada vez que ella se agachaba me daba a través del escote de la camiseta una estupenda vista de sus tetas oscilando sin sujetador. Y a la subida otra vez ración de muslos. En una de las subidas Leona incluso se subió un momento el faldón dejando su redondo culo al aire.

-¡Ea, para que te animes! Que estamos currando pero bien.

Y tenía razón, porque estábamos sudando. El polvo nos iba llenando de churretes la cara al chorrear el sudor, y al restregarnos, teníamos la cara y las manos negras, tiznadas del polvo fino mezclado. Seguí bajando cajas y colocándolas inclinadas en el patio para darles un lavado con la manguera y que escurrieran. Al cabo de un par de horas paramos a tomar un bocadillo y una cerveza que Leona preparó mientras yo me encargaba del lavado de las cajas que ya habíamos bajado. Al subir al desván Leona me pasó mi cerveza y el bocata mientras se sentaba en una de las cajas a comerse los suyos. Desde donde yo estaba sentado tenía una magnífica vista ya que se había sentado con los muslos abiertos, y veía perfectamente su coñito depilado. Al terminar de comer Leona me miró traviesa.

-¿Qué tal el desayuno?

-De lujo.

-Se nota que te ha gustado el desayuno… y las vistas más- mientras me daba un pico y me magreaba la poya morcillona por encima del bañador.- Bueno, esto de adelanto. Luego te doy la propina, pero ahora a terminar la faena- y haciéndome un guiño se volvió. Se agachó con el culo en pompa y las piernas separadas, dándome una perspectiva deliciosa de su culo y su coñito. Me pareció ver humedad, pero antes de poder fijarme se levantó con la caja en las manos y me la dio para bajarla. Y así seguimos otro buen rato. Parece mentira las cantidad de cosas que podemos llegar a tener en una casa. Pero al fin bajamos la última caja. Le quité el polvo como a las anteriores y la puse a la sombra junto a las otras para que se secara pero el sol del verano no estropeara nada. Nada más entrar y cerrar la puerta del patio Leona se quitó la camiseta y me la lanzó.

-Anda, métela en la lavadora con tu ropa y te vienes que nos demos una ducha, que, por lo menos yo tengo polvo hasta en el cielo de la boca.- y se fué con sus andares de gata en celo hacia la ducha.

Como imaginaréis, me faltó tiempo para meter la ropa en la lavadora y ponerla a funcionar e irme para el baño. Leona estaba en la puerta de la mampara ajustando la temperatura del agua. La cogí en volandas y la metí en la ducha y mientras nos caía el agua le pegué comí la boca con ganas. Ella me devolvió el beso agarrada a mi cuello, mientras el agua nos quitaba parte del polvo negro que nos cubría.

-¡Vaya! Me alegra ver que aún te quedan fuerzas, pero vamos despacio, que tenemos tiempo. Anda, vamos a lavarnos, y luego nos “ensuciamos” para poder volvernos a lavar.

Obedientemente, solté mi abrazo y cogí el champú. Eché una buena cantidad y empecé a masajear su pelo. La espuma se iba llevando la suciedad en chorreones oscuros que contrataban con su cremosa piel de pelirroja. A continuación se volvió y me hizo agacharme para enjabonarme el pelo. Mi cabeza quedó justo entre sus pechos al yo agacharme y aproveché para darme un festín de tetas y pezones que correspondían a mis atenciones enrojeciéndose y endureciéndose.

Una vez aclarado mi pelo de espuma, Leona se volvió. Tomé entonces el gel de baño y me dediqué a lavar cada centímetro de su piel de la nuca a los pies y luego volviendo a subir dando especial atención a enjabonar a fondo sus pechos, su culo (principalmente su agujerito) y su coño. Luego ayudé con mis manos a que el jabón abandonara su piel, concentrándome en los pliegues de su entrepierna. Leona gemía de gusto, con mi mano izquierda en sus pechos, la derecha en su clítoris y me rabo duro rozándole ahora la raja del culo ahora el hueco entre los muslos y la entrada de la vagina. Así le arranqué el primer orgasmo que me agradeció con un profundo morreo.

Ahora le tocaba a ella que empezó también a enjabonarme la espalda, las piernas y el culo. Luego me dio la vuelta y me enjabonó el pecho, el abdómen y las piernas para, a continuación echarse un buen chorro de jabón en los pechos y poner mi poya entre ellos. Eso sí era un lavado. La imágen y la sensación de mi poya apareciendo y desapareciendo entre sus pechos lubricada por el agua y la espuma mientras Leona me miraba desde abajo con cara de vicio mientras sujetaba sus tetas contra mi miembro era muy fuerte. Tuve que hacer un esfuerzo titánico para no correrme. Pero al fin, cuando ya no quedaba más espuma Leona se clavó mi rabo en la garganta y comenzó a darme una soberana felación. He de reconocer que no tardé mucho en tensarme y empezar a mandar chorro tras chorro de semen a su boca. Leona tragaba todo lo que podía pero algo se acabó escapando de su boca y resbalando por su barbilla hasta sus pechos. Se relamió y subió a besarme. Tanto ella como mi mujer saben el morbo que me da besarlas con el sabor de mi poya y mi semen aún en su boca y nos dimos un señor morreo, mientras ella me pajeaba. Mi poya no bajó de estar morcillona, sino que, en seguida, volvió a estar bien tiesa.

Leona subió uno de sus muslos sobre mi cadera mientras con la mano contraria dirigía mi rabo a la entrada de su coño. Con un ágil movimiento de cadera se ensartó de un sólo golpe. A continuación me echó los brazos al cuello para levantar el otro muslo y cruzar sus piernas a mi espalda. Yo la sujeté por las nalgas y la apoyé contra la pared para poder bombearla a gusto. Ella me comía la boca y yo le devolvía los besos metiendole la lengua y jugando con la suya, mordisqueándole el cuello, las orejas y los pezones. Estuvimos un buen rato así hasta que ella bajó las piernas y me sacó de su interior. Dándose la vuelta, apoyó su cara y su pecho en la pared, mientras levantaba el trasero. Me miró ronroneando como la gata caliente que es.

-Vamos, la quiero en el culo. Sabes lo que me gusta que me lo folles.

En efecto, a Leona le encanta que me la folle por el culo. Como sabréis por mis otros relatos mi poya no es tan grande como la de Pedro. A Leona le encanta que el sexo anal, pero con su marido le duele a no ser que esté muy pero que muy lubricada. En cambio mi poya encaja en su orto como un guante. Así que cogí un bote de aceite de bebé que tenía junto al gel y me lubriqué bien. No es que hiciese mucha falta, entre el agua, el gel y los flujos que había escurrido su coño, pero reduciría el roce y me permitiría disfrutar más rato de su culo. Apoyé el glande y empujé despacio pero con firmeza. Poco a poco se fue abriendo paso y una vez dentro la cabeza, el resto de mi miembro entró como un torpedo hasta el fondo. Empecé entonces a bombearla mientras ella se masajeaba frenéticamente el clítoris. Mis manos apretaban sus pechos y pellizcaban sus pezones mientras le besaba la nuca, los lóbulos de las orejas, el cuello y de vez en cuando volviéndole la cara los labios.

Leona bufaba de gusto mientras se clavaba dos dedos en la vagina al mismo ritmo que mis caderas golpeaban sus nalgas.

-Joder… sí…. joder… tu poya es perfecta… dios…. reviéntame el culo cabrón, diso.. sigue… sigue… qué bien lo haces… joder… joder… más… más…. fóllame… fóllame… dios… me corro joder… sigue… sigue que me corro…

Obediente seguí dándole fuerte hasta que por fín noté como mis testículos se encogían justo antes de llenarle el culo de semen. Al notarlo, Leona se clavó tres dedos en la vagina corriéndose a chorros.

Terminamos ambos en el suelo de rodillas, con mi poya aún dentro de su culo perdiendo su dureza poco a poco hasta sacarla. Leona se volvió y se sentó sobre mis piernas mientras nos besábamos bajo el chorro de agua. Al cabo de unos momentos nos levantamos y nos dimos un agua rápida para terminar de limpiarnos. Al mirar el reloj vimos que eran las dos y media. Carmín, mi mujer, salía a esa hora del trabajo y en un cuarto de hora estaría allí. Así que nos secamos, nos pusimos unos bañadores limpios y fuimos rápidamente a la cocina a preparar el almuerzo.

Quince minutos más tarde el timbre sonaba. Carmín entró dándome un pico y saludando alegremente a Leona.

-¡Hola! Espero que mi maridito te haya sido útil.

-Me ha salvado la vida, cariño, no hubiese podido acabar en una mañana con todo el trabajo.

-Me alegro, jajajaja- y llegando hasta ella le dio un morreo. La boca de Leona aún debía guardar el sabor de mi semen, porque Carmín sonrió y nos echó un guiño.- Ya veo que le has dado su propina, jejejeje. La próxima vez que yo necesite ayuda me vas a prestar tú a Pedro.

-Sin problema nena- le guiñó Leona a su vez entre risas.- Venga vamos a comer. Y os quedáis a cenar, que Pedro llega hoy tarde, pero podemos pasarlo bien mientras le esperamos.

Y nos fuimos para la mesa los tres abrazados, conmigo entre aquel par de bellezones. La mañana había estado ocupada. pero no me imaginaba el trabajo que aquel par de lobas me dieron esa tarde. Y a Pedro después. Ya os lo contaré otro día.