Limpiando el coche

Limpiando el coche, aparece una amiga. Después de un buen remojón con la manguera, sube la temperatura.

Cierto día estaba yo limpiando el coche en mi campo cuando recibí un mensaje al móvil de Nieves, una amiga, preguntándome donde estaba.

Le dije que acababa de comenzar a limpiar el coche, y que se subiese si me quería ayudar. La cuestión es que yo no esperaba que se subiese, pero ella apareció unos 20 minutos después. Yo estaba detrás del coche cuando Nieves bajo. Voy a aprovechar para describírosla: unos 35 años, con el pelo largo hasta media espalda, bastante guapa de cara, unos melones grandísimos, un poco de barriguilla (no mucho, como a mí me gustan) y un culazo espectacular, además de unos ojos verdes que te dejan sin sentido cuando te miran. Llevaba puesto un top que dejaba al aire su barriga (nunca había tenido complejos por ella), con un escotazo de vértigo. Por abajo, un pantaloncito blanco corto muy ajustado.

Yo, como no me esperaba que subiese nadie, estaba limpiando el coche en pelotas, para aprovechar el sol a ver si me bronceaba un poco. Yo mido alrededor de 1,87 y peso 85 kilos, de complexión delgada, aunque como hago mucho deporte estoy bastante fibroso. Mi rabo medirá unos 14 cm, pero es bastante grueso.

Pues Nieves bajó del coche, y desde donde ella estaba sólo podía ver que iba con el torso desnudo, nada más, puesto que me tapaba mi coche.

-Hola Pedro – me dijo rodeando el coche. ¿Necesitas ayuda?

En ese momento ya me tenía en visión directa, y se quedó un rato mirando sin decir nada, hasta que me soltó:

-Joder macho, que bueno que estás. Disfruta del sol ahora que eres joven y puedes lucir ese cuerpazo- me gritó (la verdad es que Nieves siempre había sido muy alegre). Se acercó a mí y me dio un par de besos, y sus tetas se apoyaron un instante en mi pecho.

-Bueno, ¿quieres que te ayude? – me dijo.

-Sí – le contesté – pero primero deberías ponerte bronceador, para no quemarte.

-Bueno, pero espera que me ponga un poco más cómoda, y se quitó el pantaloncito, quedándose con un tanga blanco espectacular. También se metió la mano por debajo del top y se quitó el sujetador. Al girarse hacia mí, pude ver como se le marcaban los pezones.

-Madre mia Nieves, que buenorra que estás. ¡Vaya par de tetas que tienes! – le espeté.

-¿Si? – me dijo, cogiéndose una con cada mano y juntándoselas - ¿Te gustan?

Al hacer ese gesto, la parte de las tetas que sobresalía por el escote aumentó, lo que hizo que mi polla empezase a ponerse morcillona. Nieves se dio cuenta de esto, y me dijo:

-¿Me pones bronceador tu, por favor?

Y me dio la espalda. Yo cogí el tubo de bronceador, le puse un poco por los hombros, y comencé a embadurnárselos. Después continué con la espalda, y le subí un poco el top para abarcar más superficie. Al hacerlo, pude apreciar el contorno de sus tetas desde atrás, lo que hizo que mi rabo se quedase mirando ya hacia arriba.

Entonces dudé si ponerle por el culo, pero recordando lo que me había pasado con las chicas la última vez (ver relato Con 4 amigas en el campo), comencé a embadurnar ese culazo increíble. La verdad es que con el tanguita que llevaba, no había nada que me molestase, ya que era de tipo hilo, y se le metía entre las nalgas, por lo que tenía todo su culo en visión completa para mí solo. Después de un rato manoseándolo en todas direcciones, pasé a embadurnar las piernas.

Nieves se dio entonces la vuelta, y me vio con la polla completamente empalmada. Después de relamerse, me dijo:

-Que buena polla que tienes Pedro. Anda, embadúrname también por delante.

Yo no me hice derogar, y comencé igual que antes, por los brazos, para luego volver a subirle el top un poco y embadurnar su barriga, y acabar por las piernas.

-Bueno, esto ya está. Oye Nieves, si te molesta verme así, dímelo y me tapo un poco.

-¿Taparte? ¡Ni se te ocurra! – me dijo riéndose pícaramente. Con las buenas vistas que tengo, jejeje.

Y comenzamos a limpiar el coche, aunque la verdad es que se convirtió en una especie de juego sexual, ya que, por ejemplo, Nieves se dedicaba a limpiar los bajos del coche, y se agachaba con el culo hacia mí, con lo que veía como el tanga se le metía por la raja y podía apreciar su coño tapado únicamente por una tira de hilo. Entonces yo pasaba por al lado de ella, y le rozaba con mi polla por el culo. O Nieves se ponía a limpiar la luna de delante mientras yo limpiaba el coche por dentro, por lo que las tetas casi se le salían del top (en más de una ocasión pude ver algún pezón).

Después de un rato, le propuse a Nieves descansar y remojarnos con la manguera (en el campo no tengo piscina), a lo que ella me contestó:

-Si quieres yo te cojo la manguera y te tiro agua, que yo no tengo ganas de mojarme la ropa.

-Vale – le dije, pasándole la manguera.

Y empezó a echarme agua por encima, que resbalaba por mi cuerpo hacia abajo. Entonces me cogí la polla, que seguía completamente empalmada, y empecé a sobármela lentamente, arriba y abajo, con el agua escurriéndose por ella. Nieves me miraba con cara de viciosa, aunque no decía nada. Entonces me di la vuelta para que me cayese el agua por la espalda. En ese instante, noté que los pezones de Nieves me tocaban la espalda, y notaba su barriga en mi culo. Me di la vuelta y vi que se había quitado toda la ropa. Tenía el coño con apenas una hila de pelitos, y unos pezones casi negros enormes, que ahora estaban apoyados en mi pecho. Su mano me agarraba la polla, y me dijo:

-No pensarías que no iba a aprovechar semejante polla ¿no? – y se agachó y comenzó a chupármela, primero muy lentamente, y después más rápido. A todo esto, el agua de la manguera seguía cayéndonos por encima, lo que hacía que Nieves estuviese aun mas sexi con el pelo mojado. Viendo semejante espectáculo, no pude resistir mucho, y me corrí en su boca. Ella se lo tragó todo, y luego me chupó el rabo hasta dejármelo sin rastro de semen.

-Mmmmm, ¡como me gusta la leche! – exclamó, y se dejó caer en el suelo con las piernas abiertas. Ahora te toca a ti – me dijo, y se abrió el coño con sus manos.

Yo rápidamente me tiré al suelo y comencé a chupárselo, a tocarlo, a abrirlo, a meterte un dedo, dos y luego tres. Nieves gemía de placer:

-Siiii, chúpamelo, sigue así, no pares – gritaba.

Después de unos minutos, Nieves se corrió, y yo chupé todo su jugo gustosamente. A todo esto, mi polla ya volvía a estar completamente empalmada.

-Vaya, estás en plena forma – me dijo Nieves, manoseando mi rabo. Se puso a 4 patas de espaldas a mí, se abrió su todavía chorreante coño con una mano y me dijo:

-Venga, méteme la polla, quiero sentirte dentro.

Y comenzó una follada bestial. Nieves y yo gemíamos de placer a cada embestida, acompañada por un Choff cada vez que mi depilado pubis chocaba contra su culo.

-¡Siii, sigue cabrón, que gusto!

-¡Eres una puta Nieves, voy a follarte hasta que revientes!

-¡Si, soy una puta guarra, sigue metiéndomela, vamos!

-¡Me voy a correr Nieves, no puedo maaaas!

-Córrete dentro, inúndame el coño cabrón.

Después de un par mas de embestidas bestiales, me corrí dentro, como ella quería, y sin sacársela la cogí por la cintura, me deje caer en el suelo y la arrastré, dejándola encima de mí.

Unos minutos después, saqué mi polla del coño de Nieves, y el semen comenzó a chorrear de dentro. Nieves se pasó la mano, cogió lo que sobresalía y se lo llevó a la boca, mientras yo le manoseaba una teta.

Estuvimos un buen rato sentados sin decir nada, hasta que me levanté y me fui al aseo. Al salir, me llevé una sorpresa mayúscula, al ver que había llegado un nuevo coche, que no sabía de quien era. Yo estaba muy asustado, puesto que seguía en pelotas, y además, en la parte de atrás de la casa tenía a una mujer casada en pelotas y con el coño chorreando de semen.

Me acerqué a una esquina de la casa para mirar hacia la parte de atrás, cuando una mano se puso en mi culo. Rápidamente me giré y cuál fue mi sorpresa al ver a Eva, la cuñada de Nieves, que me miraba con cara de lujuria. He de decir que yo también la miraba a ella con una cara parecida, puesto que llevaba un bikini que apenas le tapaba los pezones, además de un tangazo espectacular, en el que se podían apreciar los labios de su coño.

-Hola Pedro, que bien te veo –me dijo, estampándome un par de besos en las mejillas.

Yo, que aun estaba sin palabras, me limité a contemplarla, viendo ese cuerpo de mujer de 32 años, con unas tetas algo más pequeñas que las de su cuñada Nieves, aunque con un vientre completamente plano, y un culo algo más ancho, que lucía espectacular y desafiante hacia arriba.

-H...Hola Eva – acerté a decir.

-Iba para el campo y he llamado a mi cuñada, y me ha dicho que estaba aquí contigo. Me he tomado la libertad de ponerme el bañador mientras te esperaba, espero que no te moleste – me dijo Eva.

-No, que va – le contesté.

En ese momento, apareció Nieves por la esquina. Aun iba completamente desnuda, y parece que Eva no lo sabía, ya que se le quedó mirando con los ojos completamente abiertos. Entonces dijo:

-¡Que guarra eres cuñada! ¿Qué haces en pelotas?

-Pues ya ves, que de limpiar el coche con Pedro me ha entrado calor, y digo, pues ya que estamos solos, voy a enseñarle a Pedro mis encantos – le contestó Nieves riéndose. Además, así aprovecho para que me dé el sol en las tetas y en el chochete, que los tengo muy blancos.

-Pues vaya. Ahora sois dos en bolas, contra una con bañador – replicó Eva.

-Quítatelo tu también va – le gritó Nieves. Total, si tú en el campo siempre vas en pelotas, aunque esté mi marido delante, y mis padres.

-Ya, pero aquí con Pedro me da vergüenza.

-¿Vergüenza? Pero si Pedro ya ha visto un buen par de melones como los míos. Si ve los tuyos, no creo que se impresiones – se reía Nieves.

A todo esto, yo había ido a sacar las tumbonas para tomar el sol un rato los tres. En la distancia, aproveché para mirar mejor a Eva, y disfrutar de ese pedazo de culo que tenía.

-Venga, me voy a quitar la parte de arriba.

Y dicho esto, Eva se quitó la parte de arriba del bikini, dejando ver sus tetas. La verdad es que eran un poco más pequeñas que las de Nieves, pero los pezones apuntaban hacia arriba. Además, eran más rosaditos que los de su cuñada. Yo, al verlos, noté como me empezaba a empalmar otra vez. Eva se dio cuenta de esto, se acercó hasta mí y me agarró la polla, meneándola arriba y abajo y diciendo:

-Pues si que te gustan mis tetas. Me soltó el rabo riéndose y se echó boca arriba en una tumbona.

Rápidamente, su cuñada Nieves se acercó con una botella de bronceador y comenzó a echarle por la barriga y por las tetas. Imaginaos la escena: una tía en pelotas, con una pierna a cada lado del cuerpo de su cuñada, manoseándole las tetas para ponerle el bronceador. Yo, lógicamente, estaba a mil por hora viendo semejante espectáculo, ya que estaba desde atrás y veía a Nieves abierta de piernas, su chochete y el agujerito del culo. Me arrimé a ella, y le restregué la polla por el culo, diciendo:

-¿Ahora me pondrás bronceador a mi también no?

-Claro que sí, pero primero a mi cuñada.

Yo fui y me tumbé boca arriba en mi tumbona. Como las había puesto en círculo, podía contemplar el espectáculo desde ahí, manoseando mi polla lentamente.

Entonces Nieves cogió uno de los nudos del tanga de Eva y se lo soltó lentamente, mientras con la otra mano seguía manoseándole una teta. Después, pasó al otro y también lo soltó. Entonces, Nieves saltó de la tumbona, llevándose el tanga de Eva en la mano. Ésta, al darse cuenta, rápidamente se levantó tras su cuñada (yo estaba viendo ahora a las dos mujeres de espaldas, corriendo una tras la otra):

-Puta, dame el tanga – gritó Eva.

-No, no, no – contestó Nieves, dirigiéndose hacia la tumbona que estaba enfrente de mí. Las tetas de las dos cuñadas saltaban arriba y abajo en un espectáculo sin par.

Al final, Eva desistió de conseguir el tanga, por lo que volvió a su tumbona, aunque, eso sí, siempre de espaldas a mí. Entonces se tumbó de nuevo boca arriba, aunque con las piernas cerradas, por lo que seguía sin verle el coño.

Pero Nieves aun no había acabado. Se situó detrás de su cuñada y me dijo riéndose:

-Pedro, ¿te gustan los coños depilados?

-Pues la verdad es que sí –le contesté.

-Pues mira. Y le abrió las piernas, dejándome ver el coño completamente afeitado y abierto de su cuñada Eva, que curiosamente no opuso nada de resistencia. Nieves se agachó, y le abrió el coño con sus manos, mientras su cuñada, con la cara completamente roja por la excitación, le chupaba las tetas a Nieves, que se las había puesto a la altura de la cara al agacharse.

Ese espectáculo fue demasiado para mí, y empecé a pajearme más rápido, con el objetivo de descargar la emoción. Pero parece que Nieves tenía otros planes para mí, ya que al verme me dijo:

-¿Qué estás haciendo Pedro? ¿Para qué quieres darte una paja si tienes un coño bien caliente esperando un rabo? Anda, métesela a mi cuñada, que lo está deseando.

Dicho esto, Nieves se puso en cuclillas sobre la cara de su cuñada, para que le chupase el coño, mientras yo me acercaba y contemplaba de cerca ese coño depilado pidiendo guerra. No me lo pensé dos veces y se la metí de golpe a Eva, con lo que esta comenzó a gemir de placer a cada embestida mía.

-Ahhhhh! Siiiiii, fóllame! – gritaba, al tiempo que le chupaba el coño a Nieves.

-¡Voy a metértela hasta el fondo, guarra!

Cada vez que mi polla entraba hasta el fondo, mis huevos depilados chocaban contra el culo de Eva, haciendo un chof que me ponía todavía más caliente.

Por su parte, Nieves seguía con el coño abierto encima de la boca de su cuñada, y se chupaba ambas tetas, además de pellizcarse los pezones para darse más gusto.

Después de un buen rato, ya estaba a punto de correrme:

-Chicas, me voy a correr – grité.

-Espera, sácasela a Eva – dijo Nieves, poniéndose arrodillada a mi lado.

Se la saqué y Eva y Nieves se pusieron una a cada lado, chupándome la polla y dándome mordisquitos en los huevos. No tardé mucho en correrme, y las dos cuñadas se peleaban por tragarse mi semen, con lo que acabó por embardunarles la cara y las tetas. Caí exhausto al suelo mientras ellas se chupaban las tetas la una a la otra para recoger los restos de mi corrida.

-Vaya polvazo hemos echado ¿eh cuñada? – le dijo Nieves a Eva

-Pues sí, cuando vuelvas a limpiar el coche, no dudes en avisarnos que nosotras te ayudamos gustosas – contestó Eva riéndose.