Limpiadora negra, etc
Venía con una chica muy joven, también negra, y me dijo que la traía para que le ayudara con la limpieza.
Tenía la casa ya muy sucia, y me proporcionaron el teléfono de una limpiadora. Era una mujer negra, de mi edad, que se conservaba perfecta y hablaba bastante cuando limpiaba. Me preguntó si vivía solo y le dije que sí. Ella contestó que no estaba bien que un hombre viviese solo, que los hombres necesitan una mujer. Le dije, en broma, que me buscara ella una, y me contestó tan tranquila que se lo pensaría. Acabó su trabajo, le pagué y se fue, aunque le dije que le llamaría en otra ocasión, sin contratarla para todas las semanas. Pasó un tiempo y volví a ver que la casa estaba sucia, así que la cité de nuevo. Al fin y al cabo, verla deambular por la casa era una alegría para mi vista. Cuando hablamos, me preguntó si seguía solo, y le dije que sí.
Aun así, cuando se presentó acompañada yo me sorprendí. Venía con una chica muy joven, también negra, y me dijo que la traía para que le ayudara con la limpieza. Eso parecía lógico y además me beneficiaba: así terminarían antes. Yo seguí con mis cosas en el ordenador, mientras ellas hacían su trabajo. Miraba de reojo a la mujer, y también a la niña, que limpiaba con gracia. Pero nadie parecía dar el primer paso y deseché la idea de que la hubiera llevado para que congeniáramos, atribuyéndola a mi mente calenturienta.
Además, aquella criatura parecía no saber mi idioma, y se comunicaba con la mujer en el suyo. Terminaron la limpieza, pagué y se fueron. Al rato, recibí un mensaje de la señora en mi móvil: "¿Le ha gustado Lena?". Yo me limité a contestar con un "Sí, limpia bien y rápido, como tú, gracias". Aún le daba vueltas a mi absurda idea y añadí un casto: "Y también es muy guapa". Enseguida recibí: "Eso mismo dice ella de usted".
Todo aquello era extraño, pero me excitaba. Parecía confirmarse que la limpiadora estaba haciendo de celestina, pero yo no sabía dónde podía llevarme esa aventura. Opté por haceme el tonto: "Jajaja, dile que muchas gracias". "Mi Lena le envía un beso". Vaya, aquello se estaba poniendo interesante. "Otro para ella. A ver si nos vemos pronto". Entonces llegó esto: "Hola, señor. Soy Lena. Mamá escribe por mí, porque yo no sé casi español. Usted puede decir cuándo verme y yo acudiré".
Un viento de raciocinio sopló en mi mente: estaba siendo la víctima de un presunto caso de prostitución. Decidí cortar por lo sano: "No tengo más dinero. Que os vaya bien". Efectivamente, parecía tratarse de lo que yo barruntaba: no me llegaron más mensajes.
Esa noche, estaba a punto de dormirme cuando me llegó un mensaje, esta vez de remitente desconocido: "Yo Lena, estar sola. Recuerdo señor". Aún tuve ganas de responder, sobre todo porque la foto de perfil mostraba a la niña muy diferente, arregladita y provocativa. De hecho, ni me había fijado hasta entonces en el hermoso par de tetas que tenía, evidente en la imagen por su camiseta ceñida. "Hola, guapa. Yo no pago". "Lena no querer dinero". "¿Qué quieres, niña?". "Ver señor, por favor".
Sentía que me estaba metiendo en un lío, pero me pudo el deseo. "Ven, ahora". Ella no contestó, pero yo me había desvelado y me levanté a fumar. No habían pasado ni diez minutos cuando sonó el timbre. Y ahí estaba Lena, preciosa. La hice pasar al salón y me senté en el sofá. Ella permaneció de pie, ante mí, con la cabeza baja, sosteniendo un bolsito ante su minifalda y subida en unos tacones que no se correspondían con su edad.
El tiempo pasaba lento y me daba la oportunidad de seguir pensando. ¿Qué años tenía esa niña? Por el volumen de sus tetazas, daba la impresión de ser adulta. Pero su carita virginal me decía lo contrario. Abrió sus ojos para mirarme y me sonrió. En ese momento olvidé toda duda sobre su edad legal y tuve una erección instantánea.
-Pero no te quedes ahí de pie, Lena, bonita.
Ella se puso de rodillas y avanzó hacia mí gateando despacio, sin dejar de sonreírme. En un momento Lena tenía mi polla dentro de su boca. Justo antes, se había sacado las tetas por el escote. Aquella niña aún no había dicho una palabra, y se estaba tragando mi miembro entero, duro como una barra de hierro.
Lena buscó mis manos mientras seguía engullendo polla, y las colocó sobre su cabeza. Me estaba invitando a que forzara sus tragos, y lo hice. Acabé agarrándole del pelo y usando su garganta como un coño entrenado. Si le aflojaba, ella tomaba la iniciativa, con su nariz pegada a mi barriga y su lengua jugando con mi polla y mis huevos.
Cuando me corrí en su esófago, una pequeña parte de mi esperma salió por los agujeros de su naricita de niña africana. Una mezcla de semen y saliva le hacía brillar su carita, mientras me sonreía feliz, arrodillada a mis pies y erguida para realzar el volumen de aquellos melonazos. Le ordené que me limpiara, y en un momento dejó todo reluciente con su lengua.
Agarré a Lena de los pezones y la puse en mi regazo. Mientras le daba un beso de tornillo, noté con mis dedos que su coño estaba muy mojado.
-Mamá decir niña no follar. Lena virgen.
Para no dominar el idioma, la niña se hacía entender muy bien. Aparté su tanga a un lado y extendí los flujos de su coño hacia su agujero del culo. Su madre comprobaría si el himen permanecía intacto, pero aún me quedaba otro hoyo para rellenar. Lena miró a mi polla, erecta de nuevo, y se colocó sobre el sofá con el culo en pompa, abriéndolo con sus manos.
La enculé con fuerza, cabalgándola una y otra vez. Ella gemía encantada, chupándome los dedos de la mano con que le agarraba la boca. Se apoyaba sobre el brazo del sofá, mientras frotaba su clítoris. Nos corrimos juntos. De nuevo acudió presta a limpiarme. Ya era de madrugada, y tras las dos corridas me entró sueño. Lena me acompañó al baño y sacó mi polla para que hiciera pis. Yo me dejaba cuidar. Cuando salió el chorro, ella acercó su boca y se puso a beber, mirándome devota con sus ojos negros. Tragó todo y se relamió.
Me acosté en mi cama y me quedé dormido como un tronco. A la mañana siguiente, me despertó un leve ruido en mi mesilla. Lena había hecho mi desayuno. El café humeaba y ella se deslizó entre mis piernas para tragarse mi polla. Mientras yo desayunaba, ella seguía con su trabajo en mi regazo. Cuando cada uno terminó de tragar lo suyo, yo mi café y ella mi lefa, se despidió.
Me estaba preguntando si todo aquello no había sido más que un sueño, cuando recibí una llamada de la madre.
-Perdone que le moleste, señor. Ayer llegué tarde a casa del trabajo, y encontré una nota de mi hija, que me dijo que había ido a su casa. Espero que no haya sido para usted un estorbo. Lena está ahora aquí, conmigo, y me asegura que, aunque la iniciativa fue de ella, usted le dio permiso para acudir allí.
-Sí, así fue...
-Me quedo más tranquila. Es una niña inocente y se ha encaprichado con usted. Al principio yo le seguí la corriente, soy demasiado consentidora, pero veo que ella se lo ha tomado en serio. Me ha contado que se quedó dormida en el sofá y que usted la ha acogido esta noche en su casa. Gracias, es todo un caballero.
-No hay de qué...
-En su mundo infantil está mezclando la ausencia de su padre con los cuentos de hadas. Me alegro de que usted tenga paciencia con eso. Su actitud me ha conmovido y me tiene a su disposición para lo que quiera.
-Gracias, no te preocupes. Cuidaré de ella cuando sea necesario. Besos a las dos.
Colgué y me puse a repasar los acontecimientos, empalmado con la última frase de aquella madre negra inocente. No se trataba de prostitución, sino de una niña pervertida que se había enamorado de mí, y hacía creer a su mamá que seguía siendo un bebé asexuado. Pero esa mujer acababa de ponerse a mi disposición y había que aprovecharlo. Ahora estaba junto a su hija, así que le escribí para tantearla.
-Hola de nuevo, ¿cuándo puedes volver a limpiar?
-Hola, señor. Su casa ya está limpia. Lena y yo la dejamos ayer lista.
-Sí, pero faltan cosas. Tengo un trastero muy descuidado, hay que lavar y planchar...
-Oh, pues cuando quiera vamos de nuevo. Y para que sepa que no se trata de dinero, lo haremos gratis como agradecimiento a su amabilidad con Lena.
-Muy bien, os espero en media hora. Me has dicho que eres consentidora. ¿Me darías un pequeño capricho?
-Claro, señor.
-Ya sé que venís a trabajar, pero quiero que tú te pongas muy guapa, con la ropa que realce mejor tu presencia. ¿Lo harás?
-Jajaja, señor, va a ser muy raro realizar las tareas vestida así, pero por supuesto que lo haré. Me halaga que quiera usted verme guapa. En una cosa estoy de acuerdo con mi niña: usted también es muy atractivo.
Antes de que llegasen, Lena me escribió.
-Papi, usted ver madre ser tonta. Ella mirar mi abajo y tranquila. Ir ahora su casa, Lena contenta.
Aquella putilla lo tenía todo muy claro. Mientras conservase la virginidad, su madre seguiría satisfecha, ciega a lo que estaba pasando, al cuerpo desarrollado y a la vestimenta que usase su niña. Porque lo que vi al abrirles la puerta era de infarto.
Mi sensación respecto al cuerpazo de aquella madre se había quedado corta: la primera ropa con la que le vi disimulaba el interior. Llevaba un vestido ajustado, sin tirantes, medias de raya con ligas, que le dejaban los muslos negros al aire, y tacones. De su mano, la niña, con un conjunto deportivo de top y short que le marcaban los pezones y los labios vaginales.
Les pedí que posaran para hacerles una foto. Lena agarró a su madre del brazo, apoyando su cara en su tetaza izquierda, y sosteniendo las suyas en su propio antebrazo. La mamá estaba encantada con lo que consideraba un gesto de galantería por mi parte.
-Te has puesto muy guapa, mi negra.
-Ay, señor, ya ve, lo que usted mande... Ya le dije que le buscaría una mujer... Aquí me tiene, a mí misma...
La niña se acercó a darme un par de besos, apretando todo su cuerpo contra mí. Su madre nos miraba, así que no hice nada. Envié a la niña Lena al trastero y me quedé con la madre, que empezó a trabajar. Verla vestida así realizando sus tareas y lanzarme a ella fue todo uno. Le levanté el vestidito y se la clavé, mientras ella se apoyaba en la lavadora. Le di un azote en el culo y, ante mi sorpresa, me pidió más.
Yo no me corté. Pasé de follármela a masacrarla, y ella disfrutaba como la perra masoquista que era. Le dejé unas cuantas marcas en las tetazas, y el coño bien rellenado. Cuando su hija volvió, ella planchaba feliz.
Sin comerlo ni beberlo, aquella mujer le dijo a su niñita que ahora tenía un papá y que debía tratarme con respeto y cariño. La putilla viciosa simuló inocencia y vergüenza, aferrándose a su madre de nuevo. Yo me acerqué a las dos, haciendo ya de cabeza de familia, y nos fundimos en un largo abrazo, durante el que aproveché para frotar mi polla en el vientre de la niña y comprobar con mis dedos que su coño estaba empapado.
Envié a la madre a hacer la comida a la cocina, y me senté con la niña en el sofá, que rápidamente engulló mi polla. Yo necesitaba más de esa criatura, pero teníamos a su mamá muy cerca. Había que hacer algo y fue idea de la niña. Me dejó empalmado y fue a hablar con la tonta a la cocina. En un momento, la madre me pidió permiso para salir a comprar un postre que le gustaba mucho a su hijita. Me dijo que no tardaría más que media hora.
En cuanto su madre salió, la negrita se sacó las peras y se puso a cuatro patas.
-Papi pegar Lena. Lena niña mala.
De modo que tenía para mí a dos perras masoquistas, la madre y la hija. Empecé a darle una tanda de bofetadas mientras ella se relamía y se libraba con destreza de su top y sus shorts. Cogí una revista, la enrollé y le golpeé el coñito con ella. La niña disfrutaba como una mona. Antes de que volviera su madre, me dio tiempo a atornillarle de nuevo su culo y su garganta. Me encantaba su disposición y su flexibilidad para alojar toda mi polla en ese cuerpo crecido de niñita virginal.
La tonta volvió con el postre y comimos los tres juntos. Yo no me corté en magrear a la madre y comerle la boca, mientras la niña se hacía la despistada inocente mirando su móvil. Mientras me servían el café, di un paso más. La madre traducía mis palabras a su hija.
-Ahora soy el responsable de las dos y debo cuidaros. Las cosas se harán como yo diga, sin réplica. Mientras tú trabajes, yo cuidaré de Lena.
-Gracias, señor. La niña se ha encariñado mucho con usted y no puede tener más suerte. Y yo tampoco.
La tonta le dijo algo a su hija y la niña sonrió, acudiendo a sentarse en mi regazo. Yo le acogí tiernamente devolviéndole el abrazo, entendiendo que era un gesto de cariño que le había pedido la madre, pero mis manos no aguantaron sin sostenerle el muslo a la altura del coño y agarrarle una de sus tetazas. La niña tampoco pudo frenarse y me plantó un beso tan sucio como ella, jugando con su lengua dentro de mi boca.
Para mi pasmo, la tonta seguía ciega al comportamiento de puta de su hija.
-Señor, ya ve que mi negrita es una consentida. Espero que no se disguste con sus muestras de cariño. Le gusta jugar a ser mayor y no sabe lo que hace.
-Está bien, mi perra. Parece que la niña sólo quiere darle calor a su papá. Ven, acércate y únete a nosotros. Dejemos que ella siga jugando en su inocencia y nosotros dos comportémonos como adultos. Al fin y al cabo, nadie más nos ve ni nos puede juzgar.
Aquella limpiadora negra estaba completamente enamorada de mí, y ya no se enteraba de nada que no fuera lo que yo dijese. Ni siquiera le molestaba que la llamase perra. Además, asumía que cualquier cosa que hiciera su hija era fruto de su niñez, si ninguna connotación sexual, y se dejó llevar por mí, en la seguridad de que Lena podía ser testigo de todo, porque la pequeña no lo interpretaría más que como diversiones incomprensibles y normales entre personas mayores.
-Señor, me gusta mucho estar así, abrazada con usted y mi hija. Perdónele sus juegos, conmigo es igual en casa. Para ser sincera, yo me excito con sus muestras de cariño, y a veces hasta me corro. Espero que usted le consienta esas pequeñas travesuras.
No hizo falta que contestara a mi perra. La niña me acariciaba el paquete y nuestras tres lenguas ya estaban entrelazadas. Puse la cabeza de la tonta a trabajar en mi polla, mientras seguía mordiendo la boca de la niña y apoderándome de su cuerpo. Al fin y al cabo, estaba complaciendo a la madre, dejándome llevar por los caprichos de su hija.
Rellené el estómago de la madre con mi esperma, mientras le aprisionaba el cuello con mis muslos y dejaba la marca de mi mano en la cara y las tetazas de la niña. La madre me limpió bien la polla con su lengua y, viendo las marcas que le había dejado a su hija, me dijo:
-Permítame agradecerle que haya castigado a Lena. A veces lleva un poco lejos sus caprichos y que alguien como usted, al que admira, le ponga en su sitio como un buen padre, es muy positivo.
Ordené a las dos que se vistieran y las llevé de paseo. La gente nos miraba, porque hacíamos un grupo un tanto especial. Las tetudas resaltaban por su belleza negra y la ropa de puta que llevaban, cada una en su estilo. Nos sentamos en una terraza, yo con una a cada lado.
-Bueno, mi perra. ¿Estás contenta con tu nueva vida?
-Sí, mi señor, y si me lo permite, mi amo, muy feliz. Por un lado, recibo el trato que siempre soñé, y por otro es usted muy amable dejando que mi pequeña participe en nuestra vida, y ofreciéndose con tanta paciencia a los caprichos de la niña.
-Papi guapo y bueno, mamá.
-Me alegro de que las dos estéis satisfechas conmigo. Perra, se me ocurre que si la niña quiere jugar a ser mayor, le dejemos sin cortapisas. Me refiero a que yo también le he cogido algo de cariño y creo que eso que haces de dejarle ser traviesa está bien. Hay que equilibrar los castigos con los premios.
-Gracias, mi amo. Yo sólo quiero verla feliz. Se hará todo como usted crea conveniente, siempre.
-Mamá, quiero esto en boca mía.
-Pero hija, eso son cosas de mayores. No importunes al señor. Además, estamos en la calle y te podría ver cualquiera y no entenderlo.
-Deja que la niña juegue, no me importa. Con la mesa delante, no la verá nadie.
-Gracias, papi.
Lena me desabrochó la bragueta y acomodó su cabeza en mi regazo, metiéndose mi polla en la boca con su habilidad acostumbrada. Mientras, yo tomaba mi cerveza fingiendo normalidad. La madre miraba cómo su niña tragaba, y no pudo evitar relamerse. Rodeé su nuca con mi brazo y la besé. Tras un beso tan profundo como la mamada que me estaba haciendo Lena, la negra tonta separó su cara de la mía, jadeando y dejando un hilo de baba entre nuestras bocas. Agarró mi mano y la llevó a su tetaza. Tomé el pezón sobre el vestido entre mis dedos, y lo apreté todo lo fuerte que pude. Ella cubría la escena con su antebrazo. Con mi otra mano accedí a la entrepierna de la niña, que abrió sus muslos mientras seguía tragando. Tenía el pantaloncito empapado.
-Amo, nos van a descubrir.
-Cállate y disfruta, perra. ¿Acaso no estoy siendo condescendiente con tu hija, dejándole hacer esto? Empújale la cabeza mientras me acabo la caña.
La madre ayudó a alojar a golpes mi polla en la garganta de su hija, hasta que descargué en su tráquea. Lena emergió sonriente y satisfecha.
-Papi bueno, gustar juego. Querer más.
-Hija, todo tiene su límite. Sabes que, mientras seas una niña, debes conservar tu virgo intacto. Ya te llegará el tiempo.
Lena parecía entender bien mi idoma, con el que le estaba hablando su madre para que yo me enterase de la conversación. Entonces intervine.
-A ver, perra. Tú estás preocupada por que la niña siga virgen. Pero eso son preocupaciones antiguas. Ten en cuenta que ahora eres mía, y por lo tanto Lena también. Y le gusta mucho jugar, así que déjala.
-Pero amo, yo...
Corté la cháchara de la tonta metiéndole una botella en el coño, de un golpe. La niña aplaudió encantada. Nos levantamos y seguimos paseando, con ellas agarradas de la cintura.
-Amo, me encanta la sensación de llevar la botella dentro. Se me ocurre que Lena tiene otro agujero para jugar...
-Yo culo, mami.
Nos retiramos a un rincón algo apartado y sombrío, bajo unos porches. Lena se subió a una caja y puso su trasero en pompa, retirando a un lado su short elástico. La perra me sacó la polla y la metió en el agujero de su hija. Volví a rellenar de semen a la niña, sodomizándola mientras me agarraba de sus tetazas y besaba a la madre. Luego pensé que era mejor continuar en privado.
Llegamos a casa y las dos se pusieron a gatas nada más entrar.
-Os tengo que comprar collares y correas. Vais a ser mis mascotas.
-Amo, yo soy lo que usted quiera, pero tenga en cuenta que la niña sólo juega. Es una virgen inocente y no entiende nuestras cosas.
-Yo perra papi, ¿sí?
-¿Ves, tonta? Ella quiere integrarse en todo lo que hacemos y hablamos. Tü lo que tienes que hacer es seguir con tu costumbre de no contrariarla. Mírala.
La niña se había desnudado y estaba subida en la mesa, con la cara y las tetazas apoyadas en el mantel. Su grupa miraba hacia nosotros, y con las manos abría su coño sin romper. Ordené a la madre que me sacara la polla y ejerciera de mamporrera en el ritual iniciático, arrodillada en el suelo. Mientras desvirgaba por fin el himen de la pequeña, abofeteaba a la tonta para que estuviera tranquila. De vez en cuando sacaba el miembro de coño de mi hijita y lo metía en la garganta de la madre. Pero mi objetivo era descargar en la pequeña, para dejar claras las cosas de una vez por todas.
Una vez cumplida la misión, Lena bajó junto a su madre y empecé a mearles a las dos. Tragaron con ganas y me retiré a mi cuarto mientras limpiaban. Al rato, la tonta pidió permiso para entrar.
-Amo, yo he sido siempre la guardiana del virgo de mi hija y ahora ya no tengo ese cometido. Si usted ha terminado con eso, me parece bien. Pero creo que con una mascota tiene suficiente. Le propongo degradarme yo sola y dejar que la niña siga siendo humana. Un hombre necesita una mujer, ¿recuerda? Ella, aunque aún es una niña, le puede servir.
Esa negra tonta acomodaba las situaciones a su particular modo de ver la vida. No sería yo quien le hiciera cambiar de parecer. Grité el nombre de la niña y acudió corriendo a acurrucarse en mis brazos.
-Tu madre, perra. Tú, mi mujer.
Y así fue. La niña acabó siendo mi pareja, también en mi vida social, mientras la madre permanecía en casa y nos hacía la vida más cómoda en su papel de esclava emputecida, de mascota para todo.