Lilian

Tercero de la Serie de relatos "Cuentos para dormir despierto" ¿Estás segura de tu sexualidad?

Lilian.

Terminé exhausta lo admito. Esta ocasión fue diferente a los otros encuentros, mis senos cubiertos del sudor de ambas, mi respiración no lograba nivelarse, mi vagina aún palpitaba y estaba escurriendo, ¿Lilian?, por el contrario, sonreía viendo hacia el techo y se tocaba la entrepierna en señal de querer más.

Ahora bien, les voy a contar cómo fue que llegué hasta aquí. Recién acababa mi maestría cuando Jorge, mi novio de dos años, me dijo que necesitaba un respiro. Nunca lo hostigué, nunca lo presioné de ninguna manera, es más, yo ni siquiera estaba segura de dar el siguiente paso, ¿qué fue lo que pasó?, no lo sé y no quiero saberlo.

Esto facilitó mi traslado a un pequeño condado, a dos horas de la gran ciudad. Es un lugar muy pintoresco, de gente amable y en donde la gran mayoría se conocen. Fui bien recibida en el colegio para señoritas de aquel lugar. Me interesó la oferta de trabajo para dar clases porque amo mi profesión, aunque también debo reconocer que las prestaciones eran excelentes y me daba la oportunidad de tomar un respiro de mi fallida relación sentimental.

Tenía muchos planes para ese lugar, enseñar a las chicas me emocionaba, hacerme de nuevas amistades y por qué no, tal vez conocer una nueva pareja. Siempre he sido heterosexual, jamás besé a una mujer ni en mi peor borrachera y realmente nunca fue algo que me pasara por la mente, hasta que conocí a la traviesa Lilian.

Ese día, llegué a mi primer día de trabajo antes de la hora de entrada al colegio para hablar con el director, recorrer las instalaciones, ubicar mi aula de clases y quizás saludar a algún padre de familia. Me asignaron el último año de bachillerato, en donde las chicas están a punto de cumplir su mayoría de edad o bien ya la tienen cumplida. Empezaron a llegar las alumnas, parada junto a mi escritorio, les daba los buenos días, esperando que el desfile terminara. Siempre he estado a favor de los colegios mixtos, ¡por Dios!, allá afuera la vida no solo es para hombres o solo para mujeres, pero en fin, yo no ponía las reglas.

-Buenos días a todas, permítanme presentarme, soy Marcela G… -aun no terminaba mi presentación cuando una última chica, entró corriendo sin pedir permiso y sin saludar siquiera.

-Disculpa, ¿tú eres…? -todo el salón empezó a reírse.

-Lilian. Me llamo Lilian Montemayor, perdón -dijo aquella chica, en tono tímido y acomodándose en su lugar.

-Muy bien, -dije para continuar- mi nombre es Marcela, pueden llamarme tal cual, no me gustan los “Miss” “Teacher”, solo Marcela. No suelo ser estricta con el horario, tienen 5 minutos después de la hora para llegar, después de eso, nadie entra, ¿entendido?.

Los primeros días fueron muy fáciles, las chicas mostraban disposición y participación a mi clase, eso me podía encantar. Con algunas de ellas platicaba unos minutos después de clase. Lilian, era muy alegre, sociable con sus amigas, risueña, pero conmigo era lo contrario, se mostraba tímida, reservada, tal pareciera que me tuviera miedo. A todas las trataba por igual, no hacia diferencias con mis alumnas, es más, yo no era tan mayor y mi apariencia era la más jovial del resto de los profesores que también daban clases ahí.

Un viernes, para ser exactos, decidí terminar la clase 15 minutos antes. Las chicas aprovecharon ese tiempo para hacer planes, organizar su fin de semana, mandar mensajes a sus amigos o novios para que pasaran a recogerlas a la salida. Lilian, para mi sorpresa, se separó de su grupo de amigas y vino hacia mi.

-Hola Marce, ¿ya te vas? -dijo en un tono tranquilo.

-Así es Lili, ¿te puedo ayudar en algo? -dije, ocultando la felicidad de que por fin, me perdiera ese miedo.

-Este, no sé cómo decirlo… ¿qué harás hoy? -dijo bajando la voz.

-No tengo plan aún, no lo sé, tal vez ir a casa como cada viernes y descansar de ustedes -dije soltando una risa por aquella broma.

Lilian se rió también y agachó la mirada.

-¿Te puedo invitar a mi casa? -dijo Lilian con ese tono tímido que tenía al principio.

Su petición me sorprendió mucho, por mi mente pasaron muchas cosas, pero nunca lo que ella tenía en mente para nosotras.

-Este…si, claro, con mucho gusto. Pero, ¿es por alguna razón en especial? ¿tienes problemas con la materia? -pregunté preocupada.

Soltó una carcajada y de inmediato respondió:

-No, para nada! Mis amigas tienen planes con sus novios y mis papás saldrán de fin de semana a ver a mi abuela que vive en la ciudad y pues, no quiero pasarla sola. Entonces ¿aceptas?.

Acepté la invitación, le dije que solo pasaría a casa a dejar mis cosas y a cambiarme de ropa. Llegué a la hora acordada con un pastel de chocolate que compré en el camino.

-Pasa Marce, -me dijo una Lilian muy diferente a la que trataba en el colegio.

Aún tenía puesto el uniforme, sus calcetas a la altura del tobillo y su característico moño blanco adornando su corto cabello castaño. Ese moño que tal vez luciría ridículo en una chica de su edad, pero en ella, en ella nada lucia mal.

Pasamos la tarde comiendo pizza y buscando algo interesante que ver por televisión. Platicamos un poco de mi vida y de la de ella. Era una chica muy inteligente, alta, atractiva, era raro que pasara un fin de semana con su maestra del colegio.

-Y dime -pregunté para seguir con la plática- Eres muy jóven, ¿acaso no tienes novio, pretendientes, no sé… alguien con quien salir?

-Si claro, pero no sé, tal vez no sean lo que yo busco.

-¿A qué te refieres?- pregunté intrigada.

-Creo que este tema amerita algo más fuerte, ¿te tomas una cerveza conmigo?

-Si, claro. No es algo que me preocupara, ella era una chica mayor de edad, en casa de sus padres y realmente no hacíamos nada malo.

Llegó a la sala, donde estábamos, con dos botellas de cerveza, ofreciéndome una. Se sentó frente a mi, cruzando sus piernas en posición de loto y para sorpresa mia no tenia ropa interior. Ella parecía no inmutarse, mientras yo, no sabía para dónde ver.

-Ese es el punto, no me gustan los hombres -dijo de forma directa y dando un sorbo a su cerveza.

De aquella chica sutil, temerosa, no quedaba ni rastro, por el contrario, creo que ahora yo asumí su papel, me sentía nerviosa, sometida. Quise parecer de lo más relajada y seguí con la conversación.

-Pues, me parece muy bien, cada quien es libre de… -no terminaba la frase cuando sin aviso previo, se paró de su lugar y me plantó un beso en los labios. Solo me quedé helada, ahí, sin saber qué hacer. Entonces Lilian, volvió a tomar la iniciativa y me besó nuevamente.

En esta ocasión, yo, respondí el beso, no sé si por gusto, por curiosidad, no lo sé. Lilian no se andaba con rodeos. Tomó mi mano y la llevó hasta su entrepierna, ella parada frente a mi, yo con mi mano debajo de su falda, tocando su vulva que empezaba a mojarse.

-¿Te gusta?- preguntó Lilian mientras se contoneaba con mi mano dentro de ella.

Yo instintivamente empecé a acariciarla, metí mis dedos en su vagina, despacio, resbalan sin dificultad porque ya estaba más que lubricada. Saqué mis dedos húmedos y los pasé por sus labios perfectamente depilados, sin lugar a dudas ella sabia lo que hacía.

No dejábamos de mirarnos, mientras mi mano jugaba en su entrepierna, ella desabotonaba mi blusa y besaba mi cuello. Era una sensación distinta a estar con un hombre. Era mi primera vez con una mujer y menor que yo, vaya situación! Me dejaba llevar por ella, quien evidentemente tenía experiencia y todo perfectamente planeado. Se agachó a besar mis pechos, yo me recosté sobre el sofá y ella aprovechó para desnudarse rápidamente. Me pidió que hiciera lo mismo. Estando desnuda sobre el sofá le dije que yo nunca había estado con una mujer.

-Mmmh, no me excites Marcelita.

-Es verdad, nunca lo he…-me calló con un beso de lengua, exquisito, apasionado, mordía mis labios al mismo tiempo que me acariciaba el clítoris. Solté un gemido rico, ya mi mente estaba perdida, me dejé llevar por esa jovencita experta. Se agachó y abrió muy despacio mis piernas, me empezó a besar el muslo interno hasta llegar a mi vagina, la cual empezó a lamer despacito, la soplaba, me mordía, me hizo ponerme en cuatro y empezó la lamerme el culo, su lengua experta no dejaba lugar en mi intimidad sin tocar, el ano, la vagina, la vagina, el clítoris, mis nalgas, toda yo estaba llena de saliva y de mis jugos que empezaban a brotar fuera de mi.

-Por ser tu primera vez, en esta ocasión la que gozará serás tú. -dijo Lilian, volviendo a besarme apasionadamente. Se colocó de tal manera que nuestras vaginas quedaron encontradas y empezó a tallar su sexo contra el mío.

-¡Qué rico, estás húmeda!, eso quiere decir que lo estas disfrutando.

-No me preguntes, solo termina esto, por favor, ya no resisto -dije con mi voz tenue y agitada.

Cambió de posición y terminó chupando mi vagina, su lengua sabia me daba mucho placer, la metía y la sacaba de mi concha, pasaba por cada parte de mi sexo, mi clítoris ya no resistía sus lamidas, sus pequeños mordiscos, haciendo que soltará un gran gemido mientras me venía en su boca.

Aprovechando que no estarían sus padres, me invitó a pasar los siguientes días con ella y no pude resistirme. Fue la sesión más rica de sexo que tuve jamás. Esos días de encierro, experimentando nuevas poses, me enseñó cómo dar placer a una mujer, con delicadeza, pero también con fiereza, con cariño y con dolor.

Así pasé mis siguientes fines de semana, la mayor parte en mi casa, sus padres estarían en la suya y era bastante difícil para ella, ya que ellos no sabían las preferencias de su hija. En algunas ocasiones inventaba que se quedaría a dormir con una amiga para pasar la noche juntas.

Según yo, mis preferencias seguían siendo hetero, me lo repetía constantemente, pero con Lilian la pasaba muy bien, era muy experimentada, ella me enseñó a conocer mi cuerpo, puedo decir con certeza que mis mejores orgasmos los viví con ella. El ciclo escolar llegaba a su fin y decidimos hacer nuestra despedida, ella se iba a la Universidad en la ciudad y tal vez yo, regresaría para estar juntas, pero aun no lo sabía.

-¿Vas a regresar a la ciudad? -preguntó Lilian.

-No lo sé, lo sigo pensando, no tengo prisa.

-Si llegas a ir, prometes visitarme ¿verdad?- dijo con sus ojos vidriosos, conteniendo el llanto.

-Si pequeña, lo prometo.

La tarde de nuestra despedida, fue muy especial. Yo preparé la cena y puse vino a enfriar, ni a Jorge lo había tratado en dos años de relación con tanto esmero. Lilian, llegó con mi pastel favorito como postre. Una vez dentro de mi casa, empezamos a besarnos, sin separarnos, abrazadas, subimos a mi recámara. La desprendí de su ropa con delicadeza, besaba sus senos como me había enseñado. Mordía con ternura sus pezones mientras ella, observaba y me regalaba un gemidito de aprobación. Ella me desnudó, besaba mi cuello, apretando mis senos, me besaba con pasión, con coraje, con fuerza.

-Te tengo un regalo de despedida -dijo Lilian interrumpiendo el beso.

-¿Qué es? -pregunté ansiosa, queriendo ver lo que escondía detrás de ella.

-Seguramente ya tienes uno, pero este es especial, porque lo compré con mucho cariño para ti, así que siempre lo conservarás. Me entregó una caja roja que me apresuré a abrir. Era un consolador.

-Nunca he tenido uno -dije con una cara de sorpresa y felicidad.- ¿Qué anticuada soy, no?

-Me encanta ser tu primera vez en muchos aspectos.

-Ahora resulta que la alumna enseña a la maestra, ¿no?

-Pues aunque te moleste, si!! -dijo Lilian, soltando una carcajada y abriendo el consolador para ponerlo a funcionar en mi.

Empezamos a tocarnos, a diferencia de otra veces, puso aceite por todo mi cuerpo y empezó a masajearme. Derramaba aceite en mi vulva y lo esparcía con su inquieta lengua. Chupaba y chupaba mi clítoris haciendo que me retorciera y gimiera como una loca. Encendió el vibrador y lo pasó sobre mis pezones, se lo quité  de las manos y le pedí que se pusiera en cuatro. Ella obedeció y se puso en cuatro abriendo muy bien sus piernas, sabía lo que iba a hacer. Puse un poco de aceite sobre el aparato y lo pase despacio por sus labios, ella respondía al estímulo moviendo sus caderas de un lado a otro. Lo pasaba por su ano y presionaba un poco, volvía y su vagina y metía solo un poco, se estremecía, lo pasaba lento por su clítoris y lo movía en círculos, al mismo tiempo que introducía mis dedos en ella. Sus gemidos me encantaban, eran como de actriz porno. Dejé a un lado el aparato encendido y nos colocamos en su posición favorita, de tijera. Rosábamos una con el sexo de la otra, despacio, resbalándonos con el aceite, sentía sus fluidos en mi concha, no dejábamos de besarnos, de acariciarnos, tomé el aparato y lo puse entre las dos conchas, nos movíamos coordinadas, una arriba, otra abajo, nos tallábamos cada vez con mas fuerza, con mas deseo, empecé a gemir, cambiábamos de postura, volvíamos al oral, nos colocamos en posición de “69” para disfrutar al mismo tiempo, ella me daba placer y lo recibía, la mordía, apretaba su concha contra mi boca, ella hacia lo mismo con la mía, hasta que por fin, un maravilloso orgasmo nos hizo gritar al mismo tiempo.

No podía levantarme, mi cuerpo estaba muy sensible, no podía controlar mi respiración.

-Estuvo muy rico, ¿no?

Solo asentí con la cabeza, no podía ni hablar. Al ver mi reacción, Lilian se soltó a reír y empezó a tocarse nuevamente. Estaba llena de lujuria, de vitalidad, de calentura, haciéndome seguirle el paso.

Ella se fue a la Universidad. Nadie en ese lugar supo nunca de nuestros clandestinos encuentros ¿y yo? Sigo cuestionando mi heterosexualidad mientras redacto la carta de bienvenida a mis alumnos de la Universidad.

With love,

Vivien.