Light and darkness together 6
El juicio de Ángel continúa. Damien ha llamado a Anjelico, quien parecía que había muerto como testigo sorpresa. No se lo pierdan. Capítulo con sexo.
Pues nada, os presento un capítulo más de este relato que ya está llegando a su final. Solo durará como máximo 2 capítulos más, así que lo más probable es que el 8 sea el último. En fin, os dejo con el relato.
Si os apetece, podéis comentar a través de email a la dirección de correo: latumbadelenterrador@ gmail.com (todo junto)
o mi twitter: @Enterradorelato
Light and darkness together
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Un relato del Enterrador
CAPÍTULO 6: EL AMOR ES UN JUEGO PELIGROSO
Todo el mundo miró sorprendido a Damien, que simplemente sonreía mirando al juez. Miles de voces inundaron la sala, el murmullo del público no dejaba oír ni siquiera los pensamientos, nadie se esperaba aquella revelación. Entonces Anteach golpeó su macito en la mesa y gritó:
-¡Orden, orden! ¡¿Qué significa esto, señor Notademon?!
-Lo que parece, su señoría. El señor Anjelico God’s no está muerto, y le he traído a este juicio.
-¿Pero los ángeles pueden morir?-preguntó un joven entre el público.
-Por supuesto, tenemos ojos, ¿no? Pues morimos-respondió otro.
-¡¿Eso qué tiene que ver?!
-Pues que todo lo que tiene ojos, se muere.
-¡Las plantas mueren y no tienen ojos!
-¡Silencio o desalojo la sala!-gritó Anteach-Bien, si ese es el caso, señor Notademon, hágalo pasar.
-Faltaría más-sonrió Damien-¡Señor God’s, pase!
La puerta se abrió ante nuestros ojos y un resplandor de luz al otro lado ocultaba una silueta. Dicha silueta dio varios pasos y entró en la sala. No podía creerlo, era él, era Anjelico.
-¿C-cómo es posible?-dije confuso.
-Aquello que usted sufrió, señor Goodness, no era más que una alucinación. Señor God’s, explique al tribunal lo que pasó-dijo Damien tranquilamente.
Anjelico andó con paso firme hasta colocarse delante del juez, durante el trayecto ni me miró siquiera, sus ojos parecían vacíos, sin vida. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso Damien le había poseído?
-Testigo, nombre y profesión-dijo Anteach.
-Me llamo Anjelico God’s y soy estudiante.
-¿Querría contarle al tribunal lo que pasó aquel aciago día?-insistió Damien.
El silencio inundó la sala. Todos mirábamos fijamente a Anjelico, pero él solo miraba hacia el juez con expresión neutra. De repente, como si aquel silencio le incomodara, comenzó a hablar.
-Aquel día salí con unos amigos para investigar el limbo. Andamos durante un buen rato y nos perdimos. De repente, un perro gigante de varias cabezas nos atacó. Perdí el conocimiento y cuando desperté estaba en el infierno. Uno de aquellos demonios me violó cuantas veces quiso. Fui maltratado, humillado, torturado y usado como un juguete. ¿Y saben qué? ¡Me encantó! Durante toda mi vida he tenido que reprimirme y por fin, ¡he podido ser libre!
-(Estabas secuestrado. ¡De libre nada!)-pensé.
-Es irónico. He tenido que estar encerrado para poder saber lo que es la libertad…
-A nadie le importan sus folleríos insustanciales, señor God’s, solo queremos saber los hechos. Y lo que pasó con el señor Goodness-le interrumpió Damien.
-Verán, el demonio que me secuestró era Damien, el mismísimo hijo de Satanás. Él me dijo que mis demás compañeros habían muerto y que decidieron solo salvar a Ángel para no tener un conflicto con el cielo. Pero él nunca puso un pie en el infierno. Según dicen, el demonio que lo trajo de vuelta escogió un camino muy largo.
-¡Esa historia no hay por donde cogerla!-gritó mi abogado.
-P-pero… ¡¿Qué mierda de juicio es este?! ¡La acusación defiende al acusado y la defensa lo acusa!-gritó Anteach furioso.
-Hostias, cierto. Perdón, me he emocionado…
-Si alguien tiene algún problema con la historia, solo debe presentar pruebas-sonrió Damien.
Nadie habló. Parece que todo el mundo se creyó aquella artimaña. Incluso yo pensé que fue todo una alucinación y que no había estado en el infierno. Pero aquello no podía ser, si no, Damien no estaría aquí, ¡no puede ser que se haya materializado desde mi sueño! Así que esa historia no podía ser cierta.
Miré fijamente a Anjelico y me puse a analizar lo que había dicho detenidamente. Debía encontrar una contradicción. ¡Tenía que haber una contradicción! “Perdí el conocimiento y cuando llegué estaba en el infierno. Uno de aquellos demonios me violó cuantas veces quiso. Fui maltratado, humillado, torturado y usado como un juguete”... Espera… ¿Cuantas veces quiso?
-¡UN MOMENTO!-grité.
Todo el mundo se giró sorprendido hacia mí, que hasta ahora había permanecido en silencio. Miré a Damien con odio y él me miró con una mueca de indiferencia. Eso era mentira. Señalé a Anjelico y le pregunté claramente:
-¿Cuántas veces exactamente te violó Damien?
Anjelico miró a Damien como si no supiera qué contestar, a éste debió de parecerle divertida la pregunta, porque se rió y no respondió a la mirada de Anjelico.
-Responda-dijo Damien.
-P-pues… No recuerda cuantas e-exactamente…
-Pero seguro que fue más de una, ¿no?-dije decidido.
-Si, claro.
-¡PROTESTO!-grité señalando a Anjelico.
Sonreí y miré a Damien con superioridad. Se esperaba esa reacción, porque amplió su sonrisa.
-¡¿Pero esto qué eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeees?! ¡¿Cómo va a protestar el acusado?!-dijo Anteach indignado.
-Señoría, Damien, el hijo del demonio solo tiene sexo una vez con cada persona. Jamás repetiría. Así que la historia de Anjelico… ¡No se sostiene!
Volvieron los murmullos a la sala. Me sentía genial, había descubierto el misterio.
-No entiendo por qué se autoincrimina, pero bueno…-suspiró Anteach.
-Pues por supuesto que es porque… Espera… Oh, mierda.
-¡Jajaja! ¿No te habías dado cuenta de que eso te perjudicaba?-se rió Damien.
-¡Calla!
-Señor Goodness, ¿cómo sabe usted dicha información sobre Damien?
-Porque fue Damien quien me violó…
-Tiene sentido… Entonces puede que el señor God’s sea el de las alucinaciones…-pensó en voz alta el juez.
-¡PROTESTO!-gritó Damien.
-¿Y ahora qué demonios sucede?-preguntó Anteach de los nervios.
Damien se recolocó la corbata y me miró desafiante con una sonrisa arrogante en los labios. Suspiró y miró al juez.
-La historia del señor Goodness se basa en la suposición de que el Damien que vio era real, pero yo digo que no, aquel Damien era sólo producto de su sueño. El verdadero hijo de Satanás no tiene dignidad, lo haría mil veces con quien hiciera falta. No le veo verosimilitud a su historia. Y puedo demostrarlo.
-(Cómo le da la vuelta a todo…)-pensé.
-Señor Godness, defina al Damien que vió.
-Pues… Era alto, de pelo largo. Ojos azules, cabello negro, tenía las alas negras, colmillos, una cola de demonio.
-Lo del pene podría habérselo ahorrado-me interrumpió Damien.
-¡Cola de rabo, no de lo otro!
-Ah, lo siento… Pero bueno, en conclusión: ¿era feo?
Me sonrojé por un momento al pensarlo. Prefería morir antes que darle la satisfacción de pensar que era guapo, ¡pero no podía mentir en un tribunal! Así que…
-Guapo-dije escuetamente.
-No hay más preguntas, su señoría-dijo Damien guiñándome un ojo.
-Sí, es cierto. Yo declaro al acusado, Ángel Goodness, inocente-dijo el señor Anteach.
-¡Espera! ¡¿Qué?!-dije descolocado.
-Todo el mundo sabe que los demonios son feos y horribles, señor Goodness-añadió Anteach.
-Pues nada, retírese, Anjelico-dijo Damien.
-P-pero… ¿Y si he mentido y era feo?
-Nadie haría eso, porque es absurdo. Nadie le creería al decir que un demonio es guapo, y usted lo sabe. Así que aquello sólo pudo ser un sueño. El sueño en el que se sumió al ver a aquel perro-dijo Anteach.
¿Acaso eso era posible? ¿Todo lo que viví fue un sueño? ¿Entonces cómo es que Damien estaba allí? Miré a Damien y éste estaba acompañando a Anjelico a la puerta. Miró hacia atrás y me volvió a sonreír. No entendía nada.
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A llegar a aquella habitación no me pude creer lo que me encontré. Mi gran amo y señor, Lucifer, Belcebú, Satanás, como lo queráis llamar, estaba sentado en su trono de cadáveres viendo en su televisor infernal un juicio del cielo.
-¿S-señor? ¿No dijo que no quería saber nada del cielo?-dije sorprendido.
-Ah, Mephisto. Pues es cierto que lo dije. Sin embargo, es divertido observar la perdición de un necio.
-¿Necio?
-¿Ves ese muchacho con traje y corbata que está saliendo de la sala junto a otro?-dijo señalando la pantalla.
-¿El de pelo corto? Lo veo.
-Es nuestro queridísimo Damien.
-¿Q-qué? ¡¿Se ha cortado el pelo?! ¡No lo había hecho nunca! ¡Jamás!-grité sorprendido.
-Siempre ha menospreciado a los humanos por su necedad, por su orgullo, por su arrogancia… Pero él es igual. Por ganar una ridícula apuesta está tomándose muchas molestias. No sé si como padre debería sentirme orgulloso de que se esté esforzando o asqueado por desobedecerme.
-¿E-entonces sabe lo de la apuesta?
-Yo lo sé todo, Mephisto. Y acepto las condiciones de Luxo. Si Damien pierde será desterrado y Luxo será nombrado príncipe del infierno, y si gana… Bueno, será destruido.
-¿P-piensa destruirlo?
-Así es. Pasará a formar parte de mi colección-se relamió.
Entonces miré su “colección”. Aquellos que han intentado traicionar a Satán reciben el mayor de los castigos. Se les cortan las extremidades, tanto brazos como piernas, se les arrancan los ojos, la nariz, la lengua las orejas y se les deja con vida en su habitación. Para que así pasen toda la eternidad a solas con sus pensamientos, disfrutando solo del sentido del tacto, del sentido del dolor.
Al igual que un campo de flores, se podía ver un cadáver tras otro, todos tenían expresión de horror en sus caras y de las cuencas de sus ojos salía sangre. Mi amo decía que aquella sangre eran las lágrimas que no pudieron derrama en vida. Él los llamaba sus “flores del mal”.
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El juicio había terminado, pero todavía tenía que firmar un montón de papeles. Mi abogado me llevó a una sala donde tenía que firmar los documentos. Era una sala bastante sosa, solo había una mesa y una silla con una lámpara. Ni ventana siquiera, parecía la típica sala de interrogatorios, solo que sin el espejo.
La puerta se abrió ante nuestros ojos y Damien apareció ante nosotros.
-Skylawyer, lárguese. Yo me ocupo del resto-dijo serio.
-¡Es mi cliente! No puedo dejarlo-respondió mi abogado decidido.
-Con lo patético que es usted como abogado, no espere recibir pago alguno por sus servicios.
-¡¿Cómo dice?! ¡¿Qué autoridad tiene usted para…?!
-He dicho que se largue, señor Skylawyer.
-¡Cómame la…!
En ese momento mi abogado se pulverizó ante mis ojos. Solo con una mirada de Damien su cuerpo desapareció dejando solo el rastro de una pluma de pollo dejada por sus alas.
-¡¿P-por qué has hecho eso?!-dije nervioso.
No dijo nada. Simplemente me agarró del brazo y me atrajó hacia sí. Me miró con sus ojos embaucadores y me besó. Intenté resistirme, pero él era mucho más fuerte que yo. Mi corazón volvía a latir rápido. No me gustaba, ese sentimiento dolía… No me gustaba.
-¡Suéltame!-le empujé como pude.
-Eso es, Ángel… Ódiame-sonrió.
-¡Dime la verdad! ¡¿Qué está pasando?! ¡No entiendo nada!-grité cabreado.
-Qué arrogante te has vuelto, ¿no? ¿Por qué debería contártelo? ¿Has olvidado cuál es tu lugar?
Le miré con odio y suspiró. Entonces alzó su dedo índice e hizo un círculo con él. En ese momento la excitación se apoderó de mí. Aquel anillo que aprisionaba mi polla estaba emitiendo un calor que aumentaba mi livido. Mi cuerpo se sentía extraño, me sentía hambriento… Hambriento de placer… De pecado.
-N-no…-dije jadeando-P-por favor, esto no…
Me agarró de la barbilla y me miró con ojos seductores.
-No puedes huir de mí, Ángel. Porque tu destino es ser mío. Me perteneces.
Me volvió a besar, y esta vez introdujo su lengua en mi boca para desbocar mi pasión. Aquello era lo único que calmaba mi excitación, pero a la vez la aumentaba. Me hacía ansioso. Me calmaba pero también me hacía desear más. Desear su cuerpo, desear estremecerse entre sus brazos… Lo necesitaba. Necesitaba su cuerpo, su calor.
-Tienes mucha suerte, Ángel. Vas a ser el primero con el que repita-dijo deshaciéndome el nudo de la corbata.
Mi cara estaba totalmente roja y no podía parar de jadear. No era yo, el ansia inundaba mi cuerpo. No podía más que pensar en él, en que quería ser suyo, que me poseyera. Ya no podía pensar ni en Dios ni en nada. Mi mente solo me pedía el pecado de la carne.
-Dime…-comenzó a darme besos en el cuello y dijo con voz seductora-¿Qué quieres que te haga?
No podía responder. No podía hablar. Solo podía estremecerme con cada uno de sus roces.
-Vaya, vaya…-metió la mano por dentro de mi pantalón-Parece que estás muy húmedo por aquí abajo.
Sus colmillos de demonio volvieron a quedar a la vista.
-Lo siento, salen cuando estoy hambriento. Y ahora estoy hambriento de ti-susurró.
Sin más dilación, se agachó y me bajó los pantalones. Mi polla, erguida, salió de su prisión. Inmediatamente se la metió en la boca, con el aro incluido. Aquello hizo que se me arqueara la espalda y sintiera un tremendo placer. Mi polla no era muy grande, todo hay que decirlo, así que se la metía hasta el fondo en la boca sin ningún problema.
Me había dejado llevar completamente, gemía totalmente a su merced en aquella sala, donde minutos antes mi abogado había muerto. No me importaba eso. No me importaba que nos pillaran, no me importaba nada… Mi mente estaba llena de él.
-Hacía mucho que no hacía esto… Eres la segunda persona a la que se lo hago-sonrió-Pero a lo mejor mi padre no cuenta…
Este comentario me tendría que haber parecido perturbador y asqueroso, pero no sé por qué hizo que me enfadara. Le miré y la excitación me hizo decir algo de lo que me arrepiento:
-No quiero que pienses en nadie más, piensa solo en mí cuando estemos haciendo esto-dije metiéndole la polla en la boca.
A pesar de que me estaba chupando la polla no parecía perder su masculinidad. Cuando yo se lo hice a él me sentí como una mujer, rendido a sus pies, pero él no… Él seguía siendo atractivo y digno. Las continuas bajadas de sus labios en mi polla hicieron que irremediablemente me corriera.
-Qué rápido, ¿no?-sonrió relamiéndose.
Fruncí el ceño y él se levantó para quedarse a mi altura. Un impulso se apoderó de mí y le besé. Al principio se sorprendió, porque no se lo esperaba, pero inmediatamente respondió a mi beso.
-Necesito más-dije separándome ansioso-No me he saciado. Necesito que… Entres en mí.
Llevado por la pasión me coloqué contra la mesa con el culo hacia él y le miré.
-Por favor… Hazme tuyo.
Se acercó a mí y me metió el dedo por atrás.
-¡Aaaagh!-me quejé.
-¿Te duele?
-S-solo un poco.
-Relájate… No voy a hacerte daño.
¿Por qué era tan amable? Que fuera tan amable… Dolía. Yo le odiaba, pero aún así… Le estaba pidiendo eso. Estaba renunciando a Dios por ser violado por alguien a quien odiaba. No lo comprendía. Y jamás lo haría.
-Voy a entrar despacio, ¿vale? Así que si te duele, avísame.
Su enorme polla se deslizó por mi estrecho trasero con mucha suavidad, pero aún así, debido al grosor y el tamaño de esa polla monstruosa, me dolía. Sin embargo, el ansia que se había apoderado de mí me pedía más. Me pedía placer, el placer que me pudiera proporcionar ese hombre al que odiaba.
Una vez estuvo dentro entera, empezó a moverse. Sus embestidas me llenaban y a la vez me dejaban sensación de vacío con cada mete-saca. No obstante, lo estaba disfrutando, era increíble. Estaba calmando mi ansia y también mi excitación. Su cuerpo era milagroso. Su polla era increíble.
-M-más fuerte… Por favor-le pedí.
-Vaya, yo preocupado por si era demasiado duro y resulta que quieres más. Veo que tienes muy poco autocontrol-se pasó la lengua por los colmillos.
No tenía espíritu para replicarle en aquel momento, solo podía gemir más y más mientras sus embestidas aumentaban y me hacían sentir en éxtasis. Tras un rato de penetrarme, se corrió en mi interior.
-¿Qué te ha parecido?-sonrió.
-Y-yo…
La puerta se abrió y apareció otro abogado, pero justo antes de que pudiera vernos la luz se apagó, noté cómo mis pantalones se subían solos y la luz se encendió. Damien y yo estábamos completamente vestidos y de pie.
-Vaya con el sistema eléctrico. Qué desastre-suspiró Damien.
-S-si… ¡C-cierto!-le seguí el rollo.
-Disculpen, ¿están usando la sala?
-No, ya hemos terminado. Nos vamos a casa, ¿verdad, Angelito?
-Si… Claro…
-Genial, porque estoy deseando ver qué nos han preparado papi y mami para cenar esta noche-me pasó la mano por el hombro y echamos a andar.
Dios, por favor… Perdóname… Yo no quiero pecar. Pero él… Me arrastra. Su perfección… El placer que me da… La forma en la que me trata… Todo me está hundiendo en el pecado. Por favor, señor, no dejes que me arrastre al fuego eterno… Por favor…
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Todas las culpas sobre mi habían desaparecido. Y todo se lo debía a él. A ese monstruo que poco tiempo antes me había secuestrado y me había usado como había querido… A ese ser al que le había entregado mi cuerpo ya en dos ocasiones. Le odiaba, pero no sabía por qué, me atraía.
-¿Y bien? ¿Qué tal vuestro día?-dijo Damien con una amplia sonrisa.
Estábamos mis padres, Damien y yo sentados a la mesa. Mis padres le miraban muy atentos con miedo, apenas comían, sus cuerpos temblaban y las lágrimas se les saltaban de vez en cuando. Damien se hacía el inocente y comía con alegría disfrutando de atormentar a mis padres. Yo, por mi parte, estaba enfrascado en mis pensamientos, así que ya ni siquiera el miedo tenía cabida en mi.
-P-pues hoy he e-expulsado a una mujer de-del cielo-dijo papá nervioso.
-¿Sí? Qué interesante. ¿Qué deleznable y terrible pecado ha cometido esa despreciable ramera?
-La he pillado con una revista de porno lésbico.
-¿Eh?-se quedó Damien muy parado.
-Lésbico. Quiere decir de sexo entre dos mujeres.
-Es asqueroso-añadió mi madre-Ni siquiera él que es un demonio puede comprenderlo. Es un acto tan despreciable, tan…
La luz se apagó de repente. Mis padres comenzaron a gritar presas del miedo mientras yo seguía comiendo a oscuras. De repente se oyó cómo la mesa se caía al suelo. Suspiré porque ya ni poder tranquilo podía y unas cuerdas de repente colgaron a mis padres del techo.
-Como se os ocurra volver a abrir la puta boca os voy a desmembrar-se oyó la voz de Damien.
La luz se encendió y desde su silla les miró con odio. Miré a mis padres y ambos lloraban, pero en aquel momento me sentía extraño, me sentí distraído. Como si aquello realmente no estuviera pasando. No sentí miedo ni compasión por mis padres, ni siquiera aburrimiento. No sentía nada.
-¡L-lo sentimos!-gritó mi padre.
-Ridículos santurrones con aires de superioridad. Os creéis capaces de decidir lo que es bueno y lo que no. La arrogancia de vuestro estúpido Dios ha llevado a morir a personas que no estaban haciendo nada malo. Por su culpa han muerto mujeres acusadas de brujería, homosexuales, intelectuales… ¿Todo para qué? ¿Para calmar su deseo de sangre? Vosotros sí que dáis asco.
-Es verdad que la iglesia ha cometido errores-dijo mi madre-Pero la homosexualidad es un cáncer, es antinatural. Es puro vicio, nada más. ¡Es el peor de los pecados!
-¿Lo es?-sonrió Damien.
Se acercó hasta mí que miraba al suelo distraído y me alzó la barbilla. Sus ojos estaban llenos de rabia, y sentí como si por primera vez desde que lo conocía, hablara en serio. Entonces me besó con lujuria. Restregó su lengua contra la mía en un frenesí de saliva. Mis padres empezaron a patalear y a llorar gritando improverbios a ese demonio. Una vez se hubo separado de mí les miró de nuevo.
-Este es mi regalo para vosotros. He convertido a vuestro hijo en lo que más odiáis… Asquerosos santurrones-sonrió arrogantemente.
-¡Lo estás forzando! ¡Nuestro hijo jamás haría algo así!-gritó mi padre.
Entonces alzó su dedo índice para activar mi aro, pero le agarré de la mano y lo detuve. Me miró con curiosidad, pero me dejó actuar. Alcé la vista y miré a mis padres, que estaban colgados del techo.
-Lo siento mucho. Pero yo… También lo deseo.
Me sentía como si estuviera poseído. Aunque de verdad pensara eso, yo se lo hubiera dicho a mis padres. Pero sin que yo pudiera evitarlo, ese ser ejercía una influencia muy fuerte sobre mi. Si él me lo hubiera pedido yo habría sido su marioneta sin pensármelo dos veces.
Damien comenzó a reírse y chasqueó los dedos. Entonces mis padres cayeron al suelo. No dijeron nada. Solo miraron al suelo.
-Bueno, creo que ya es tarde. Será mejor que nos vayamos a dormir, Angelito. Mañana tenemos clase. No podemos faltar.
-¿V-vas a venir a clase?-me sorprendí-Pero si el señor Anteach ya te ha visto. ¡Te pillará!
-No hay problema. Puedo hacer cualquier cosa si es por ti.
-(Dichosos latidos inoportunos)-pensé.
-Dijiste que querías saber la verdad sobre lo de hoy, ¿no es cierto? Vamos a tu cuarto…
-¿En serio me lo vas a contar?
-Por supuesto, Ángel. No está bien ocultarle algo a la persona a la que amas-dijo con mucha naturalidad.
-(¿¡Por qué cada vez que habla mi riesgo de infarto aumenta un 200%!?)-pensé.
Me cogió de la mano (En serio, mi pobre corazón no aguantaría mucho más) y me llevo a mi cuarto. Una vez dentro me sentó en la cama y fue al armario.
-¿Entonces me lo vas a contar?-dije ansioso.
-Espera un poco. ¿No estás incómodo con el traje? Vamos a ponerte el pijama.
-Oye… Sé vestirme solito-le miré enfadado.
-Lo siento, como sueles comportarte como un niño a veces se me olvida la edad que tienes.
Le lancé un cojín y lo esquivó. Sonrojado como estaba decidí preguntarle una cosa mientras sacaba el pijama del armario.
-Antes has dicho que me amas… Eso… ¿Es verdad?
-Por supuesto. Los demonios nunca mentimos.
-¡Mentira! ¡Lo haces constantemente!
-Cierto… Entonces supongo que es decisión tuya creerme o no.
Encontró el pijama y se acercó a mí con él.
-A ver, alza los bracitos-dijo sonriendo con tono de hablar a un bebé.
-¡Que me visto solo!
Cuando me vestí le dije que me contara de una vez la verdad. Sonrió y chasqueó los dedos. Y en ese momento apareció en mi dormitorio Anjelico. No tenía expresión en la cara y miraba en todas direcciones como si no supiera donde estaba.
-Ahí tienes tu respuesta.
-¡Anjelico! ¡Me alegro tanto de que estés bien!-grité corriendo hacia él.
Al llegar a su lado lo rodeé con mis brazos. Alcé la vista para mirarle la cara, pero ésta no estaba. Era su nuca. Le di la vuelta al cuerpo entero y era solo nuca. Por más que lo rodeaba no llegaba a ver su cara. Estuve un rato corriendo a su alrededor y Damien, harto, bostezó.
-¿No lo entiendes?-dijo levantando una ceja.
-¡¿Qué le has hecho?!-grité.
-Mira que eres cortito… ¿Tanto quieres verle la cara?
-¡Por supuesto que sí!
Volvió a chasquear los dedos y su cara apareció. Pero a los pocos segundos su cabeza comenzó a dar vueltas, con cada vuelta su cara tenía una expresión diferente. Pasaba de una cara alegre a una asustada, después a una cara triste, luego una cara amenazante y más tarde una cara sin ojos y con sangre saliendo de las cuencas.
-¿Q-qué está pasando?
De repente la cara se paró. Tenía una expresión alegre. Tenía los ojos cerrados y una amplia sonrisa. Pero no se movía, era una cara estática. El miedo me invadió, pero aún así me acerqué a él. Le abracé llorando y sus manos me agarraron del cuello. Empezó a apretar y a apretar. Pero su cara seguía igual. Feliz, sin cambios, como si se estuviera riendo. Como si llevara una máscara.
-¿Por qué, Anjelico? ¿P-por qué?-dije ahogándome.
-Pffft… ¡Jajajajajajajaja! ¡JAJAJAJAJAJAJA!-se rió Damien.
Le miré con lágrimas en los ojos y rápidamente se acercó a Anjelico y con sus garras partió su cuerpo en dos. La sangre se esparció por todo el cuarto y sus órganos internos cayeron al suelo.
-Vaya marioneta más bien hecha, ¿eh?
Me sonrió con la mayor naturalidad del mundo, a pesar de que su cara estaba cubierta de sangre, y a pesar de que toda mi ropa lo estaba también. Le miré con miedo y suspiró.
-¿M-marioneta?
-Ding, ding-dijo sacudiéndose las manos para limpiarse de sangre-Premio para el señor. Solo un simple juguete, un mero muñeco que hace las veces de actor.
-¿Entonces Anjelico está…?
-Muerto, enterrado, kaput, dead. Como quieras decirlo.
Miré horrorizado a aquel juguete. Se parecía tanto a mi amigo… Era igual que él… Y había acabado igual que él… Asesinado a manos de Damien… Miré la sangre de la marioneta y comencé a gritar.
-Qué dramáticos sois los ángeles.
Chasqueó los dedos y tanto la sangre como el muñeco desaparecieron sin dejar rastro.
-Eres… Eres un monstruo… ¿Cómo he podido olvidarlo? ¿Cómo he podido… Entregarme a ti? Eres lo peor. Eres… Asqueroso.
-¿Soy asqueroso, Ángel?-dijo acercándose a mí-¿Yo, que te he salvado? ¿Yo, que te he ofrecido mi amor?
-¡Mataste a mi mejor amigo! ¡Y a los demás que iban con nosotros! ¡Y a mi abogado!-grité.
-Sabía que no tenía que habértelo contado… Solo he conseguido un paso hacia atrás.
-¡Escúchame bien, jamás volveré a hacerlo contigo! ¡Gracias por salvarme! ¡Te protegeré mientras estés en el cielo! ¡Pero jamás volveré a hacerlo contigo!
-Está bien. Supongo que estoy satisfecho con eso…
-¡Ahora vete! ¡Me voy a dormir!
-Como quieras, Angelito-sonrió.
Salió de mi cuarto tranquilamente y yo hundí mi cabeza en la almohada. Aquella noche me la pasé llorando. Como un idiota.
-Je…-dijo al otro lado de la puerta-Iluso. Mientras lleves ese anillo, puedo hacer que me desees siempre que quiera...
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-Y odio literatura, pero soy muy bueno en mates-dijo Damien animado.
-¿Qué parte de “no quiero que me digas ni una sola palabra en todo el camino” no has entendido?-respondió bordemente.
Infló los mofletes y se calló. No estaba de humor, no había dormido en toda la noche y lo que menos necesitaba ahora era escuchar en todo el camino a clase las mierdas de ese tío. Mi odio no hacía más que aumentar, pero no quería deberle nada, me había salvado en el juicio, así que tenía que ayudarle.
-Tienes ojeras, Angelito. ¿No has dormido bien?-dijo mirándome.
-¡¿Qué te acabo de decir, imbécil?! ¡Cierra la b…!
Antes de que pudiera terminar la frase, me agarró con una mano a modo de pinza los mofletes y me miró con una amplia sonrisa.
-Parece que has olvidado cuál es tu lugar, angelillo de Dios. Si me provocas mataré a tus padres.
-Tsk…-dijo cuando me soltó-No he dormido bien. ¿Podemos hablar de otro cosa?
-Háblame de tus amigos.
-(Lo siento, nos los vas a conocer. Porque… ¿Por qué era? ¡Ah, sí! ¡Porque los mataste tú!) Muy buenos y guapos todos-dije secamente.
-Supongo que no puedo obligarte a controlar tus pensamientos. Pero recuerda que los oigo-suspiró.
-¿No puedo tener intimidad ni en mis propios pensamientos?
-Eh…-dijo pensativo-No.
Llegamos a la academia y mientras él hablaba con Anteach yo me senté en mi sitio, pensando en cuánto lo odiaba y en un montón de insultos hacia él, ahora que no podía oírlos.
-Bien-entró Anteach-Hoy se nos une un nuevo alumno, el señor Notademon.
-¿Notademon? ¿El fiscal?-dije a ver si lo echaba.
-No, señor Goodness, éste es su hijo. El señor Whatami Notademon.
-Podéis llamarme Wha-sonrió.
-Antes de comenzar demos la bienvenida al señor Goodness, que ha sido declarado inocente y al señor Yisus, que ha vuelto de la cárcel. Olviden las cosas que dije de Goodness durante su ausencia, por favor.
-¿Lo de que era una asquerosa rata traidora y que merecía arder en las profundidades más oscuras del infierno?-dijo un alumno.
-¿O lo de que era una drag queen comepollas que se había rendido a los demonios para ser sodomizado?-dijo otro.
-¡Silencio! ¡Empecemoe la clase!
Después de dar una clase sobre cómo se reproducían los demonios (según Anteach tenían unos tentáculos que funcionaban como penes y los introducían en varias vaginas a la vez) de la que Damien se rió mucho llegó la hora de irnos.
-Hola, Ángel-dijo Yisus sonriendo-Me alegro de que no te pasara nada.
-¡Oh, Yisus! Siento mucho que hayas estado en la cárcel por ayudarme el otro día-dije triste.
-No pasa nada. Mi madre es funcionaria y me ayudó-me guiñó un ojo.
Estuvimos hablando y riéndonos un rato. Yisus me entendía, parecía una buena persona y ahora era el mejor candidato a ser mi nuevo mejor amigo. Mientras tanto Damien estaba en el pasillo…
-Luxo, ya estás viendo que lo he conseguido. Ese Ángel ayer le dijo a sus padres que me deseaba. He ganado-dijo hablando por una agujero dimensional.
-No, no. Lo siento, pero eso no es así. Dijimos que te tenía que querer, no que te deseara. Tienes que conseguir que diga que te ama, si no, nada-dijo Luxo molesto al otro lado.
-Tsk… Mira que eres retorcido, Luxo.
-¿Sabes, Damien? Dicen que es triste sentir dolor, estar triste… La depresión es algo muy doloroso. Pero yo creo que hay algo más doloroso, y ese algo es… No sentir nada.
-¿Qué quieres decir?
-Nada. Solo hablaba en voz alta. Llámame cuando hagas un avance de verdad-respondió Luxo.
Cerró el agujero y volvió a clase de mal humor. Allí me encontró charlando con Yisus, riéndome.
-Si, ese Obama es muy gracioso-se rió Ángel.
-Si, a pesar de que nosotros creemos que los negros no tienen alma, son muy graciosos.
-¡Tú!-señaló Damien a Yisus desde lejos-¡¿Qué haces aquí?!
Yisus se giró y aunque pareció no saber de qué hablaba Damien en un principio, se fijó bien y abrió sus ojos como platos.
-No. ¡La pregunta es qué haces tú aquí, Damien!-gritó Yisus.
-Espera, ¿o-os conocéis?-dije nervioso.
-Ángel, no te acerques a ese asqueroso y patético farsante-dijo Damien cabreado.
-Qué barbaridad… ¿Tú eres el hijo del demonio y soy yo el peligroso?
-No te acerques, Ángel.
-¿Acaso estás celoso, Damien?-sonrió Yisus.
-Grrrr…
-¿Alguien me explica qué está pasando?-dije confuso.
-Ángel, ese de ahí no se llama Yisus. Es… Mi primo.
-¿T-tu p-p-primo? ¿Eso q-quiere… Decir que…?
-Así es. Es el hijo de Dios, Jesucristo.
CONTINUARÁ…
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Aún quedan por desvelar un par de cosas, como por ejemplo qué famosa obra fue la que inspiró este relato. Aunque lo dejaré para el final. Espero que os haya gustado. Dentro de poco empezaré otra historia, en la que volveré a mis orígenes sádicos. Pronto os avanzaré más cosas, porque aún no tengo muy claro qué voy a hacer.
OS SALUDA
EL ENTERRADOR