Light and darkness together 4
Ángel vuelve a casa tras su encuentro con Dios y se descubre el paradero de Damien. Ambos descubrirán que su vida va a cambiar radicalmente debido a una apuesta infantil. No se lo pierdan.
Hay veces en las que he de desechar algunos relatos que creo que no sabré desarrollar o que no os van a gustar, la verdad es que este relato nació de uno desechado. Tengo una buena pila de relatos a medio escribir porque me parecían erróneos, y me alegra que este haya podido ver la luz al final. En fin, espero que os guste la cuarta parte.
Si os apetece, podéis comentar a través de email a la dirección de correo: latumbadelenterrador @gmail.com
Light and darkness together
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Un relato del Enterrador
CAPÍTULO 4: HIJO DE DIOS
Esa mujer me había dado mucho miedo. Podía ser Dios y nuestra salvadora y todo lo que tú quieras, pero qué mal carácter tenía… No me gustaría nada deberle dinero. Bueno, al menos no me había hecho nada malo. Decidí volver a mi cabaña celestial, aunque seguía preocupado por Yisus, no quería que más de mis amigos sufrieran por mi culpa. ¿Se lo habrían llevado a algún calabozo o algo?
Mientras caminaba por las amplias calles del cielo podía ver a niños angelitos jugando con los niños humanos que habían muerto tras ser bautizados (si no, al infierno iban de cabeza). Había una armonía total. Aunque esos niños estaban tristes por estar lejos de sus familias, el deber de los ángeles es hacerles olvidarse del dolor y hacerles sentir bien en el cielo.
Uno de los niños me miró y sonrió, parecía que había olvidado su sufrimiento, ¿hasta qué punto eso era bueno? Sí, aquello hacía más soportable el dolor, ¿pero el olvidarse de los suyos no es algo triste? Mientras pensaba en estas cuestiones llegué a casa.
Al abrir me encontré al señor Anteach en la puerta, que me atravesó con la mirada. Me puse nerviosísimo al instante. Mis padres estaban delante, con expresión seria. Tragué saliva y forcé una sonrisa.
-Ho-hola…-dije intentando no parecer nervioso.
-Señor Goodness, me temo que este es un asunto muy serio-dijo el señor Anteach recolocándose las gafas.
-Ángel, ¿dónde estuviste la semana pasada?-dijo mi madre seria.
-Y-yo…
-Señor Goodness, más le vale decir la verdad-dijo el señor Anteach mirándome fijamente.
-E-es que… Unos amigos… Y yo… Pues… Esto…-dije nervioso.
-Dime que no es verdad, hijo…-dijo mi padre preocupado.
-¿E-el qué?-pregunté nervioso.
-Ángel, ¿estuviste en el infierno?-dijo mi madre llorando.
Arranqué a llorar, no pude evitarlo. Al verlos a todos tan serios allí mirándome, mi madre llorando, mi padre con expresión de sorpresa y el señor Anteach mirándome con asco, no pude hacer otra cosa que llorar a moco tendido.
-¡Lo siento muchísimo! Sniff… ¡De veras! ¡De veras! Sniff… Sniff… ¡De veras lo siento!-grité llorando.
-Oh, cielo santo-lloró mi madre en el hombro de mi padre.
-S-señor Anteach-dijo mi padre nervioso-¿N-no hay otra opción?
-Me temo que solo tienen dos opciones, señor y señora Goodness. Según las reglas celestiales un ángel que ha entrado en contacto con algún demonio o con el infierno debe ser castigado mediante el destierro… O la muerte-sentenció el señor Anteach.
-¿L-los ángeles po-podemos morir?-dije preocupado-(¿Entonces lo que dijo Damien era cierto?)
-Quizás no es la manera correcta de decirlo, puesto que no estamos vivos. Digamos que-dijo señalándome-dejamos de existir.
-Papá, mamá…-les miré llorando.
-Sin embargo, sólo ofreceré la opción del destierro con la condición de que el señor Goodness cuente todo lo que pasó, si no, será ejecutado-dijo el señor Anteach serio-¿Y bien, señor y señora Goodness? ¿Qué es lo que van a hacer?
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Nadie conseguía saciarme. No era algo nuevo que nadie superara mis expectativas, pero ahora no podía disfrutarlo, cada estúpido esclavo o esclava que me follaba no me sabía a nada. Sus cuerpos vibrabran como siempre, pero el mío no reaccionaba igual, no sentía el calor, el placer, la excitación, el pecado de antes.
¡Solo me faltaba tener un gatillazo! ¿Cuál era el motivo? Había dos posibles opciones: 1. Mi destierro al círculo más profundo del infierno. 2. El hecho de no poder hacer que ese estúpido ángel puritano se postrara ante mí suplicándome polla.
Estaba bastante irritado por este hecho, de modo que no podía disfrutar como es debido de la depravación y el sexo pecaminoso que me caracteriza.
-Damien, ¿me permites chupártela?-dijo una de las demonias con mirada suplicante.
-No podrás complacerme, estúpida esclava-dije de mal humor-Aléjate de aquí.
Nadie podía complacerme, necesitaba un cuerpo puro… Un cuerpo angelical… Un cuerpo como el de él…
-Tsk. En esta parte tan profunda del infierno no puedo contactar con los ángeles que se han convertido en demonios…-dije molesto.
De repente se oyó un ruido atronador que venía de una de las numerosas cavernas que había cerca de donde yo estaba.
-¡Beatriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiz!-se oyó gritar.
-Mmm… Ya está aquí la estúpida adaptación del famoso poeta…-suspiré.
Un hombre musculoso y con cara de furia se acercó a mí, observando como yo le miraba con indiferencia.
-¡¿Dónde está Beatriz?!-dijo furioso.
-Es mi padre el que está jugando contigo, estereotipo espartano-dije sin mucho interés.
-¡Soy italiano!-dijo lleno de ira.
-Tú no eres nada, solo eres la representación en un videojuego del famoso poeta Dante. Ni siquiera eres real-sonreí maliciosamente.
-¿Que no soy… Real?-dijo confuso.
-Verás, en el infierno no solo existen las personas malas que mueren y las ángeles caídos. También se encuentran aquí todos los personajes de ficción, condenados a vivir atormentados en el infierno simplemente por el hecho de que no existieron jamás-amplié la sonrisa.
-Pero…-dijo confuso.
-Solo eres un ridículo estereotipo de tipo duro. El verdadero Dante sí que era real. Tú no eres absolutamente nada, sóolo cuatro píxeles mal colocados-le dije mirándolo a los ojos.
-¡Aaaagh!-salió corriendo-¡Beatriiiiiiz!
-Hay gente tan patética que no acepta la realidad. Aunque claro, él no forma parte de la “realidad”-bostecé-Humanos ilusos… Todo lo que creáis acaba en el infierno, cuando imagináis algo ésto acaba aquí con nosotros, ¿por qué? Porque solo sabéis crear oscuridad, mal… Solo sabéis crear pensamientos con la esencia de la oscuridad. Eso es divertido…
-Señor Damien, es la hora de su castigo-sonrió Luxo, uno de los n
ephilim más sádicos del infierno.
Le miré con asco y éste me miró con arrogancia. Los nephilim son hijos de ángeles que han mantenido relaciones con humanos, algo que está prohibido, por lo tanto los niños que nacen de ese pecado, de esa aberración, van al infierno.
-¡Jajajajajajaja! Tienes una polla muy pequeña-se rió señalándome la polla.
-¡Te voy a destrozar y me voy a beber tu sangre, cerdo rastrero!-grité furioso.
-Tu papaíto me ha dado poder para castigarte, Damien… No puedes llevarme la contraria-dijo alzando sus alas.
-Oh… Ya veo-sonreí-¿Y de qué castigo se trata?
-Pues el castigo menos severo en esta parte del infierno es implantarte larvas de gusano en el culo y una vez crezcan y salgan por el agujero, violarte con mi polla-dijo sin inmutarse.
-¡¿Pero qué coño?! ¡¿Estás enfermo o qué?! ¡¡¡¡ES LA MIERDA MÁS ASQUEROSA QUE HE OÍDO EN MI PUTA VIDA!!!-grité totalmente fuera de control.
-¿Eh? Pues yo no lo veo malo-dijo pensativo.
-¡Eso es inhumano hasta para un demonio! ¡¿Qué clase de enfermo ideó e…?! ¡Aaaagh! ¡Qué asco, Dios!-dije asqueado.
-Vaya con el señorito…-dijo decepcionado-Y va de tipo duro…
-Eres asqueroso…-dije fulminándole con la mirada.
-Está bien. ¿Qué te parece si jugamos a un juego? Si tú ganas, te sacaré de aquí y volverás al primer círculo-dijo guiñándome un ojo.
-No me fío de ti-dije desconfiado.
-Vamos, no soy tan malo… Es que estos círculos tan profundos del infierno tienen influencia sobre mí-sentenció.
-Vale, pero… ¿Y si pierdo?
-Poca cosa, haremos lo de los gusanos-sonrió.
-¡Y dale con los gusanos! ¡Que no!-grité.
-Está bien. Si pierdes… Yo me quedaré con el trono de príncipe de los demonios…
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Pánico, terror, miedo, desesperación. Todo eso inundaba mi cuerpo en aquel momento. El agente Skyorder me miraba con cara de pocos amigos y yo sonreía nerviosamente. Tenía que contar todo lo que había pasado, pero… ¿Me perdonarían de verdad si lo decía? ¿Y si no les gustaba lo que les contaba y me hacían algo malo? El inspector me apuntó con la lámpara de la sala de interrogatorios, como en las películas.
-¡Mis ojos! ¡Que me deja usted ciego!-grité cegado por la luz.
-¡Calla, basura! Aquí el que manda soy yo, así que harás lo que te diga-dijo encendiéndose un cigarrillo.
-Oiga, en el cartel de fuera dice: “Prohibido fumar en el edificio”-le advertí.
Dio un golpe en la mesa y, furioso, me miró de forma desaprobadora.
-¡Aquí yo soy la ley! ¡Hago lo que yo quiera!-gritó.
-(Bienvenidos a la maravillosa democracia del cielo…)-pensé irónicamente.
Bien, cuéntame los hechos, Anrel-dijo dándole una calada al cigarrillo.
-Ejem… Ángel-dije molesto.
-Sí, soy un ángel, como todos aquí, Anrel, continúa-dijo quitándole importancia al asunto.
-(La ineptitud de la policía no solo existe en la tierra...)-pensé para mí.
-¡O me obedeces o me encargaré de matar a tu perro!-gritó impaciente.
-¡Pero si yo no tengo perro!-grité porque ese tío me ponía muy nervioso.
-Ahora sí. Te he comprado uno y lo he secuestrado, ¡jajajaja! ¡Ahora responde o lo mato!-dijo decidido.
Suspiré, pero en el fondo me alegraba, normalmente me decían que yo era lento, pero este tío se llevaba la palma… Decidí contarlo, de todas formas si no lo hacía me matarían igual…
-A ver, salí con mis amigos para explorar el limbo, pero de repente fuimos atacados por un perro de tres cabezas-dije haciendo memoria.
-¡Un momento!-gritó el policía decidido-¿De qué raza era el perro?
-Esto… ¿Ha visto usted la película Hércules, de Disney?-dije confuso.
-Eh… Sí, claro-dijo confundido.
-Pues el perro de tres cabezas que sale en la película no se parecía en nada al que yo vi, eso me sorprendió-dije emocionado.
-Esto… Continúe, por favor…-dijo el policía poniendo los ojos en blanco.
-Pues eso. El perro les arrancó la cabeza a mis amigos. Yo me quedé en estado de shock, y de repente oí una voz-dije contando lo que recordaba.
-¡Toma ya! ¡La voz de Michael Jackson, ¿verdad?!-dijo orgulloso de sus capacidades deductivas.
-Y la voz me dijo que era un hada del limbo-continué, ignorándole-Con la excusa de que me llevaría de vuelta a casa, me llevó al infierno, donde descubrí que era Damien, ¡el hijo del demonio!
-E-e-e-e-e-e-e-e-e-e-espera… ¡¿Qu-qu-qu-qu-qu-quéeeeeeeeeeeeeeeeeee?!-gritó asustado.
-Después me encerró y me mantuvo una semana sin comer ni beber. Después vino y… Y… Y…-dije asustado.
El policía se puso rojo perdido, y me pidió que continuara. Parecía bastante interesado.
-Profanó mi virginidad-dije al borde del llanto.
-¿Q-qué le hizo e-exactamente?-dijo nervioso.
-¿Eh? P-pues… Y-ya sabe…-dije avergonzado.
-¿Se la metió por detrás? ¿Qué se siente? ¿Duele? ¿Es placentero?-dijo el policía excitado.
-Esto… Señor Skyorder-dije algo incómodo.
-¿Cuánto le medía? ¿Se la chupaste? ¿Te la metió sin piedad? ¿Te llamó “su puta”?-dijo fuera de control.
-¡N-no pienso r-responder a e-e-eso!-dije rojo como un tomate.
-¡La autoridad soy yo! ¡O respondes o despídete de tu perro!-gritó.
-¡Que no me importa un comino ese perro tonto!-grité ya nervioso.
Estuvimos varias horas de interrogatorio y al final me dijo que se valoraría todo lo que había contado y que al día siguiente se juzgaría si yo merecía ser desterrado o si me matarían.
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Esa sentencia… Qué arrogancia. Pretendía quedarse con el trono de príncipe de los demonios. Dudo que mi padre se lo permita aun si me derrota en el duelo, así que decidí jugar. Total, nadie podía arrebatarme el trono…
-Muy bien-sonreí-¿En qué consiste el juego?
-Muy sencillo. Tienes que hacer que Ángel Goodness se enamore de ti-dijo tranquilamente.
-¡Juajuajuajuajua! ¿Conseguir que alguien se enamore de mí? ¡No podrías ponérmelo más fácil!-me reí.
-Te recuerdo que la última vez te rechazó-dijo burlándose de mí.
-Espera, ¡¿tú cómo sabes eso?!-dije enfadado.
-Has salido en todos los programas de corazón del infierno, la prensa rosa no para de hablar de ti-se rió.
-Tsk. ¡Bah! Puede que sea el primero que me rechaza, pero he conseguido que muchos otros se enamoren de mí-dije seguro de mí mismo.
-Qué triste… Eres un necio, amigo-dijo negando con la cabeza-Nadie se ha enamorado de ti jamás.
-¡¿Cómo te atreves a hablarme así?!-le miré.
-Puede que todo el infierno desee que le cueles la polla por la garganta, pero eso solo es lujuria, Damien. Nadie te desea para una relación romántica. Me das pena. Solo eres un juguete sexual para ellos, solo te ven como carne. Pero lo que más pena me da… Es que estás orgulloso de eso-dijo serio.
Por un instante me sorprendí, nunca me habían hablado así en mi vida. Pero reaccioné rápido.
-¡Cállate! No me interesa el amor. No me importa-dije recuperándome de la sorpresa.
-¿Crees que podrás hacerlo entonces?-dijo levantando una ceja.
-No lo creo, lo sé. Estoy seguro de que ese angelito caerá rendido ante mí y me pedirá que le dé polla-dije sonriendo con arrogancia.
-Ejem… ¿Y lo de que se enamore de ti?-dijo como si fuera yo tonto.
-Eso después. Así funciona el amor, primero tiene que desear mi polla y después quererme a mí. Así que sí, haré que me diga ñoñerías y que quiera estar conmigo-dije decidido.
-Pero me temo que el juego no acaba ahí. Una vez que se enamore de ti… Debes destruirlo por completo-sonrió de nuevo.
-¿Eh? Pfff… Pan comido-dije sin inmutarme.
-Ahora las reglas-dijo-Solo habrá dos: 1. Deberás quedarte en el cielo, porque si tu padre te ve por aquí me matará. Y 2. Si te enamoras de él, pierdes.
-¡Jajajajajajajajajajaja! ¡Ja! ¿Enamorarme? ¿Yo? ¡Esa sí que es buena!-me reí a carcajadas.
-Yo solo te aviso. Ya sabes, por lo de los gusanos-dijo guiñándome un ojo.
Ignoré lo que había dicho y le exigí que me llevara al cielo, a lo que respondió con un conjuro:
Si al cielo quieres ir, a Dios debes seguir.
Sin más aparecí justo delante de San Pedro, que me miraba a través de sus gafas con una sonrisa.
-Muy bien, hijo. Veamos si mereces ir al cielo o al infierno. ¿Has sido bueno o malo?
-Oh, padre… He sido muuuuy bueno…
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Aquel podía ser mi último día en el cielo. Mi estado anímico en aquellos momentos era de devastado, o incluso peor. Desde la comisaría fui a mi casa andando, vi varios taxis-nube, pero no me apetecía que un conductor me contara que habían admitido a su hija de turno en tal universidad.
Entre lo agotado que estaba por la charla tan arrasadora que había tenido con el policía y el roce que me hacía el maldito anillo en el pene, apenas podía andar. En esos momentos me vino a la cabeza Damien, ¿a él le importaría todo el sufrimiento que me había causado? Es más, ¿sería siquiera consciente de él? Le odiaba. Le odiaba con todas mis fuerzas, pero a la vez, no sé por qué, tenía curiosidad por él y su cuerpo… Me fascinaba.
Ese pecho marcado, esas piernas y brazos fuertes, esa sonrisa de maldad que me hacía disfrutando de mi sufrimiento, su enorme…
-Oye, chico, ¡que estás empalmado!-dijo un señor señalándome el pene.
-¡Aaaaaagh!-grité avergonzado y salí corriendo.
Abrí la puerta de casa con sigilo, no quería que mis padres me vieran y me preguntaran lo que había pasado, puede que fuera la última noche que iba a pasar con ellos, pero no quería pasarla así, con ellos tristes. Prefería recordarlos alegres… Sniff… Entré en mi cuarto y comencé a llorar tendido en la cama.
Odiaba a Damien, odiaba el cielo, lo odiaba todo, pero sobre todo, a mí mismo. Porque aunque hacía rato que había dejado la calle aún seguía con una erección tremenda. Solo con pensar en su cuerpo… El mío reaccionaba de esa manera… ¿Por qué?
-¡¿Por qué?! Snifff…-hundí la cabeza en la almohada.
En ese momento no era dueño de mis actos, bajé mi mano al pantalón y me agarré la polla. Mi mente estaba vacío de todo, lo único en lo que podía pensar era en la imagen de su cuerpo. Su cuerpo perfecto, hecho para el pecado, hecho para el deleite de un pobre santurrón como yo.
Al empezar a tocar mi polla moví el pendiente, y aquello provocó una sensación en mí que no había sentido antes. Me dejé llevar. Descapullé mi miembro y comencé a jugar con el anillo, lo cual me producía corrientes eléctricas por todo mi cuerpo.
Nunca me había masturbado, pero en el instituto nos enseñaron el método, era irónico, porque nos lo enseñaban precisamente para que no lo hiciéramos. Tal y como había aprendido, comencé a subir y bajar suavemente la piel de mi pene.
No creí que aquella sensación fuera tan placentera, tanto que me tuve que controlar para no emitir un grito de placer que se oyera en toda la casa. La temperatura de mi cuerpo aumentaba, y empecé a jadear mientras seguía jugando con mi polla.
La imagen de aquel demonio desnudo tras de mí, echando su aliento en mi cuello, invadía mi cabeza y todos mis pensamientos. Probablemente si hubiera sido consciente de lo que hacía me hubiera enfadado mucho conmigo mismo, pero en aquel momento no era yo. Era el placer, la lujuria, la que me movía por mí.
-Ríndete a mí, Ángel… Entrégate a este cuerpo perfecto que tanto placer te puede dar-resonaba su voz en mi cabeza.
Me tumbé en la cama de lado, y enterré la cabeza para que no se oyeran mis gemidos, todo mi aliento iba a parar a la superficie de la cama con mis jadeos. A pesar de que estaba extasiado, mi cuerpo pedía más. Pedía más placer. Con la otra mano empecé a jugar con el anillo de nuevo a la vez que masajeaba mi polla. El placer se apoderaba más y más de mí, y cuanto más aumentaba, más lo hacía también mi ansia, el ansia de más.
Mi joven cuerpo no pudo aguantar mucho y estallé. Mi semen fue a parar a la cama manchando por completo la sábano. Durante unos segundos me quedé jadeando, con la mente en blanco, mirando a la nada. Mi cara estaba roja. En ese momento me di cuenta de lo que había hecho… Acababa de recurrir al pecado de la carne. A la masturbación.
Me quedé horrorizado por lo que había hecho y comencé a llorar de nuevo. ¿Por qué? ¿Por qué lo deseaba? Él era un demonio, un monstruo, un ser cruel que solo quería destruirme. ¿Por qué lo deseaba con ese ansia inhumana? Yo lo odiaba, pero… Aún así, ¿por qué no podía dejar de pensar en él?
De repente sonó el timbre, y esto me sacó de mi trance. Oí que mis padres abrían la puerta, y acto seguido oí un golpe. Entonces bajé corriendo y vi a mis padres en el suelo, inconscientes. La luz de casa se apagó. Pero en ese momento una vela se encendió en mitad del pasillo. La vela iluminaba una cara, una sonrisa.
-¿Q-quién e-eres?-dije asustado.
La persona que estaba ante mí colocó su dedo índice sobre la vela y al levantarlo, ésta aumentó su potencia. Era él, el demonio con el que tanto temía volver a encontrarme.
-Hola, Ángel. Voy a necesitar tu ayuda-dijo mirándome con una sonrisa arrogante-Así que me quedaré por aquí un tiempo.
CONTINUARÁ…
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Y hasta aquí el capítulo de esta semana. Espero que os haya gustado. Me he esforzado para que los personajes sean dueños de su destino xD Aunque el conflicto gratuito me sigue pareciendo una buena forma de escribir historias, sin embargo, gracias a un comentario, he notado que jamás he hecho partícipes a los personajes de su destino. En este relato eso va a cambiar. Ángel va a sufrir por desobedecer las reglas del cielo y aventurarse al limbo. La curiosidad mató al gato. ¡Hasta la próxima!
OS SALUDA
EL ENTERRADOR