Light and darkness together 3

Una vez que ha vuelto al cielo Ángel comienza a dares cuenta de lo absurdas que son sus creencias, pero esto le puede traer algunos problemas...

Después del parón navideño, os traigo la tercer parte de este relato que despertó vuestra curiosidad hace poco. No sé cual será la duración de la serie, pero tampoco me gustaría hacerla muy larga, aunque claro, aún es pronto para hablar de eso. En fin, os dejo con el episodio en cuestión.

Si os apetece, podéis comentar a través de email a la dirección de correo:

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Light and darkness together

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Un relato del Enterrador

CAPÍTULO 3: SE EXTIENDE EL VENENO DEL PECADO

Decidí no contarle a nadie lo que había sucedido en el limbo. Sin embargo, sabía que algo tendría que decirle a la familia de mis amigos que habían muerto allí. Me sentía tan culpable… Ellos habían muerto, y yo seguía vivo. ¿Acaso yo era mejor que ellos? ¿Acaso merecía yo vivir y ellos no? ¿Por qué? Así de cruel es la existencia, nadie merece más vivir que nadie, pero aún así unos mueren y otros no, indistintamente.

Dios, en su infinita sabiduría había decidido que era yo quien debía vivir, y supongo que eso era suficiente. Si era deseo de Dios, debía seguir adelante. Preparé mis cosas para ir a la academia y me dispuse a salir por la puerta.

-Ángel, cariño. Da las gracias al profesor Lucifero por traerte a casa-me dijo mi madre antes de salir.

-Si, mamá-suspiré.

Ese “Lucifero” no había sido otro que el mismísimo demonio, que me había llevado a casa sabe Dios por qué retorcida razón. Seguramente el señor Anteach me regañaría por haber faltado una semana.

Al llegar a clase se me acercó Yisus, uno de mis compañeros de clase.

-¡Ángel! ¿Qué te ha pasado? Has faltado toda una semana-dijo sorprendido de verme.

-Es que he estado enfermo-mentí.

-¿Y sabes algo de Anjelico? También ha faltado la semana entera-dijo preocupado.

-No tengo ni idea-volví a mentir.

-¿Te pasa algo? Se te ve muy apagado. Y tú sueles ser muy alegre-me miró preocupado.

-No es nada, es solo que aún estoy un poco resfriado-dije forzando una sonrisa.

-¡Bien, siéntense!-dijo Anteach entrando por la puerta-Hoy estudiaremos la estructura externa de los demonios, es decir, su cuerpo.

Se recolocó las gafas y me miró.

-Señor Goodness, veo que ha vuelto-dijo frunciendo el ceño-Tendrá justificante, ¿no?

-¿Que si tengo justificante? ¿Eso es… Una enfermedad que me hace un justiciero?-dije confundido.

-No se haga el tonto, me refiero a una nota que acredite el motivo de su falta-dijo molesto.

-¡¿Falta?! ¡Yo no tengo faltas, no tengo la regla! ¡Soy un hombre!-grité sonrojado.

-No se puede ser más tonto…-suspiró-Bien, ya llamaré a sus padres más tarde. Preste atención a la clase.

Oh, no. Si hablaba con mis padres se descubriría que no me había ido de excursión. Si mis padres se enteran de eso los habré decepcionado, y lo que es peor, ¡seguro que me castigan durante milenios!

-Pues como les decía el cuerpo de los demonios es gordo y deforme. Les daría ganas de vomitar solo de verlo-dijo el profesor explicando la lección.

Esa descripción… No podría estar más alejada de la realidad. Su cuerpo era perfecto. Suave, duro y perfectamente formado. Solo con pensar en sus pectorales me da algo… ¡Espera! ¡Espera, espera, espera! ¡No pienso traicionar a Dios! ¡A mí no me gustan los hombres! ¡Me gustan las mujeres! Aunque… ¿No se supone que los ángeles no tenemos sexo?

-¡Señor Goodness!-me gritó el profesor al verme nervioso-¿Quiere compartir sus dolencias con el resto de la clase?

-S-señor A-anteach, los ángeles no tenemos sexo, ¿verdad?-dije nervioso.

-Señor Goodness, no somos muñecos LEGO, por supuesto que tenemos sexo. Sin embargo, existe esa creencia entre los humanos para que no se sientan acosados en el cielo-dijo serio.

-Ni que fuera yo a violar a un humano…-suspiré.

-Bueno, véalo de esta manera. Si creen que usted no tiene sexo, nadie intentará violarle-dijo mirándome con frialdad.

-(Tarde. MUY TARDE)-pensé para mí.

-Ahora pasemos a la descripción física de Dios-dijo el profesor-Nadie lo ha visto en persona desde hace milenios, pero al parecer es un señor grande y con barba, que vive en lo alto del monte Olimpo.

-¿Monte… Olimpo? ¿Esos no eran los dioses griegos?-pregunté extrañado.

-Señor Goodness, creer en los dioses griegos es absurdo-resopló cansado de mí.

-(No veo mucha diferencia con lo que nosotros creemos…)-pensé para mí-¡Un momento! ¡Si nadie ha visto a Dios desde hace tanto tiempo, ¿cómo sabemos que sigue ahí?! ¡Es más, ¿cómo sabemos siquiera que existe?!

-E-esto…-dijo nervioso el profesor-¿Eso que he oído es la campana?

-Quedan 45 minutos de clase-dije sonriendo.

-Tsk… ¡Examen sorpresa!-gritó.

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Vaya rollo… Todo el mundo se ha enfadado conmigo. ¿Yo que culpa tengo de que el profesor ponga un examen sorpresa? Solo quería preguntar dudas, ¿es que eso está mal?

-Jaja, siempre lo sacas de quicio, Ángel-sonrió Yisus.

-Yisus, ¿no estás enfadado?-dije sorprendido.

-Qué va, ha sido injusto, tío. Ha puesto el examen porque no tenía respuesta a tu pregunta-me revolvió el pelo.

-A-ah… G-gracias…-dije sonrojado.

-¿Quieres venir hoy a casa conmigo? Nunca te lo había pedido porque siempre vas con Anjelico-dijo tímidamente-Pero…

-¡Vale!-sonreí-Aunque no sé donde vives.

-Pues tres cabañas celestiales a la izquierda de la tuya-dijo sonriendo de nuevo.

-¡Oh, genial!-dije levantándome del pupitre.

Por el camino estuvimos hablando de muchas cosas. Al parecer teníamos bastante en común. Había hablado muy pocas veces con él, pero ahora que lo conocía empezaba a caerme muy bien. Aunque seguía dándome pena Anjelico, me sentía como si estuviera traicionando a mi amigo.

-¡A-ay!-grité dolorido.

-¿Te pasa algo?-dijo preocupado.

-A-ah, nada. Solo ha sido un tirón-dije nervioso.

Ese anillo... Veréis, cuando volví del infierno llevaba… Una especie de anillo, ¡o de pendiente! en… Ya sabéis, ahí abajo… ¡¿Qué hacía ahí?! ¡¿Quién lo había puesto?! Seguro que había sido ese Damien, pero no sé para qué.

-¿Necesites que te lleve a casa en brazos?-dijo mirándome.

-¿En… Brazos?-me imaginé la escena-¡Aaaaaaaagh! ¡Ni se te ocurra! ¡No soy una mujer!

-Vale, vale-dijo riéndose.

-¡Tú, hereje!-oí una voz detrás nuestra.

Me di la vuelta y ahí estaban, dos soldados de la guardia de Dios. Son los que ponen orden aquí arriba. Si alguien se pasa de la raya, estos tipos lo atrapan y… No me sé el resto de la historia.

-¿Qué hacéis aquí?-dijo Yisus colocándose delante de mí.

-Ese tipejo hace demasiadas preguntas, Dios quiere verlo en sus aposentos-dijo uno de los soldados.

-(Espero que no tenga detector de metales… Porque como tenga que pasar con esa cosa en la…)

-¡No lo permitiré!-gritó.

-¿Y-yisus?-dije sorprendido.

-¡Tú no has hecho nada malo, Ángel!-dijo Yisus mirándome con determinación.

-¿Te atreves a contradecir los deseos de Dios?-dijo el guardia furioso.

-Estáis cometiendo un terrible error-dijo Yisus cabreado-Yo soy…

Un rayo cayó sobre Yisus, y éste cayó al suelo fulminado, estaba bastante herido, pero aún así se esforzó por abrir los ojos y me dijo:

-Huye.

-De eso nada-dijo el guardia agarrándome del brazo-Seguro que te lo pasas muy bien con Dios, chiquillo. Jajajaja.

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Ni siquiera sé cuando perdí el conocimiento, no recuerdo mucho después de que aquellos guardias me raptaran. Solo sé que al abrir los ojos estaba en una especie de manantial. Había una roca en la pared de la que no paraba de emanar agua. El agua era transparente y cristalina, como si realmente no estuviera ahí. Tras de mí había una cancela hecha de oro que me indicaba que me hallaba prisionero en aquel sitio.

De repente, oí un canto, era dulce, increíblemente dulce, como si se tratase de una sirena que atrae a los marineros con su canto. Miré hacia arriba y encima de la roca había una mujer joven, con el pelo y la ropa totalmente blancos. Movía sus piernas en el vacío al ritmo de la canción que cantaba, y al ver que la miraba, sonrió. En ese momento dio un salto y se colocó a mi lado examinándome con una sonrisa.

-Tú eres Ángel, ¿verdad?-dijo amablemente.

Su presencia infundía respeto, pero a la vez tranquilidad. Me sentía a salvo en aquel manantial con el único sonido del agua cayendo. Su mirada era de dulzura. Yo me quedé paralizado y asentí.

-Yo soy Aurora-dijo ofreciéndome su mano.

-E-encantado-dije nervioso.

-Vaya, no pensaba que fueras un chico tan tímido-dijo pensativa.

-D-disculpa, pero… ¿No se supone que era Dios quien quería verme?-dije asustado.

Nunca debí haber dicho eso, su sonrisa pacífica y tranquila se targiversó por una cara de rabia absoluta, me miró con asco y me dijo:

-¡¿Ya estamos?! ¡Yo soy Dios!-gritó enfadada.

-¿U-una mujer?-dije sorprendido.

-¡Si, una mujer! ¡¿Algún problema?!-me miró cabreada.

-N-ninguno…-tragué saliva.

-Estúpidos hombres, se creen el centro del mundo… ¿Por qué no va a poder ser Dios una mujer? ¿Acaso las mujeres son menos que los hombres?-dijo molesta.

-Lo siento mucho, de veras-dije asustado-E-es que… E-en el colegio d-decían que tenías b-barba y…

Suspiró y me miró con los ojos en blanco.

-Sale una un día a abrir la puerta con un bigote de nata por haber estado bebiendo chocolate con nata y la idealizan para toda la vida…-suspiró.

-(Sinceramente, me hubiera creído más que en realidad eres una mujer barbuda)-pensé para mí.

-¡¿Cómo?!-dijo cabreada otra vez.

-¡¿Q-qué?! N-no he dicho nada-abrí los ojos como platos.

-Puedo leer el pensamiento, ¡idiota!-dijo mirándome con cara de pocos amigos.

-¡L-lo siento! No me haga sufrir más y dígame por qué me ha llamado-dije al borde del llanto.

-Tsk-chistó, y después volvió a su sonrisa del principio-Verás, Ángel. Hueles a pecado.

-¡Pero si me duché esta mañana!-dije pensativo.

-Creo que no me has entendido-suspiró-Tú has estado teniendo sexo con un demonio.

En ese momento rompí a llorar y me tiré a sus pies tremendamente arrepentido.

-¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! ¡Él me obligó! ¡Me violó!-dije llorando amargamente.

-Estás infectado con el veneno del pecado, que te hace dudar-dijo sonriendo.

-¿D-dudar?-dije sin comprenderlo bien.

-Por eso has hecho esas preguntas en clase. Porque dudas. Dudas de mí-amplió su sonrisa.

-Tiene que reconocer que algunas de las cosas que pone en la biblia son un poco raritas…-dije con miedo.

-Dime una cosa, Ángel. ¿Está bien mentir?-dijo mirando al agua.

-Pues… Claro que no, señora-dije imitándola.

-¡¿Señora?!-volvió a cabrearse.

-¡S-señorita!-dije nervioso.

-¿Pero y si te dijera que esa mentira es para proteger a las personas?-dijo volviendo a su estado tranquilo.

-P-pues… No sé, supongo que e-entonces sí-dije confuso.

-Verás, en esta vida hay que tomar difíciles decisiones. Dime, ¿tú qué prefieres? ¿La seguridad… O la libertad?-dijo sonriéndome.

-V-vaya pregunta, n-no sé-dije pensativo.

-No puedes tener ambas cosas, querido. Todos queremos libertad, ¿cierto? Por ejemplo aquellos que disfrutan de meterse bates en ciertas partes. Si eso estuviera prohibido, ¿qué harían?-dijo riéndose.

-(Pobre Enterrador… No se libra...)-pensé agobiado-Nada.

-Exacto. Pero introducirse bates en el recto es malo para la salud, ¿no crees?-dijo riéndose aún más.

-No sé, nunca lo he probado. Aunque no sé lo que me hubiera pasado si me quedo más en el infierno-suspiré.

-Lo es. Por tanto, si le prohibes a Enterry-terry, ejem… A ese sujeto, que se meta bates por ahí atrás… Lo estás protegiendo, ¿no?-dijo con una cálida sonrisa.

-C-claro-dijo asombrado.

-A veces para prohibir algo sin herir a alguien, es mejor contar alguna mentirijilla. Como por ejemplo que todo aquel que se suicide no puede ser enterrado en tierra santa. De ese modo la gente no se suicida, ¿cierto?-dijo tranquilamente.

-C-cierto-le di la razón.

-Ahora que lo comprendes, puedes irte. Solo una cosa más. No le cuentes a nadie que soy una mujer, no te van a creer. Es más, por eso no salgo. Odio que la gente dé por hecho que soy un hombre, y si me ven saltarán con: ¡¿Eres una mujer?! ¡Increíble! ¡No me lo esperaba!-dijo apretando los dientes.

-V-vale, Dios… Eh… ¿Diosa?-dije frunciendo el ceño.

-Dios es un nombre neutro para mí, puedes usarlo-dijo sonriendo.

-¡P-pero…! ¿Cómo me libro del pecado?-dije asustado.

-Solo hay alguien que puede quitarte el pecado de tu cuerpo…-dijo saltando hasta lo alto de la roca de nuevo-El demonio.

Alzó la mano y la cancela se abrió. Yo quería saber más, pero me echó de allí levantando un dedo.

-Hermano, ¿se puede saber a qué estás jugando?-dijo cuando se quedó sola.

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Corrí lo más rápido que pude, era terrible… ¡El amo Damien había desaparecido! Mi deber como sirviente del diablo es informar inmediatamente, así que debía darme prisa.

-¡Amo! ¡Damien ha desaparecido!-dije entrando en los aposentos del diablo.

-Mephistopheles, no tienes que preocuparte-bostezó-He sido yo el que lo ha hecho desaparecer.

Me quedé paralizado, ¿a su propio hijo, nacido de su propia sangre, lo había eliminado? Iba a decir algo, pero la visión que estaba ante mí era demasiado imponente. Allá donde miraras en esa sala solo había muerte. Cuerpos desmembrados, cadáveres en estado de putrefacción apilados, un suelo cubierto de sangre, unos cuerpos quemados que colgaban del techo, y en el centro de todo ello, subido en una pila de calaveras con forma de trono que llegaba a gran altura estaba él, el demonio.

-Es… Raro verle sin su forma de muñeca, señor-dije nervioso.

Sonrió y me hizo un gesto con la mano para que me colocara delante de su trono de calaveras. Su cuerpo estaba totalmente desnudo, pero tenía sus alas, cola y cuernos al descubierto. Sus ojos rojos me miraban con interés, y su sonrisa parecía retarme a hacer algo que no quería hacer.

-Dime, Mephistopheles, ¿por qué crees que uso ese estúpido cascarón de muñeca?-sonrió.

-¿P-para que no l-le reconozcan?-dije nervioso.

-Error. Verás, todo el que ve mi verdadera forma desea… ¿Cómo decirlo? Entregarse a mí-dijo relamiéndose.

-(Ahora sé a quién ha salido el hijo…)-pensé nervioso.

-Sube aquí, mi adorado súbdito-dijo ofreciéndome su mano, cuyas uñas negras y afiladas apuntaban a mí.

Me temblaba todo el cuerpo, pero no podía desobedecer una orden de mi amo. Debía permitir que se hiciera su voluntad, y si él quería hacerme daño o incluso destruirme, debía aceptar mi destino sin rechistar. Alcé mis alas y volé hasta donde él estaba.

-Siéntate encima mía-me ordenó.

Me senté encima de él dándole la espalda y me rodeó con sus brazos suavemente.

-¿Nunca te he dicho que eres mi sirviente más hermoso?-me susurró al oído.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo y éste tembló sin control.

-No tengas miedo. Yo jamás te haría nada, para mí eres como un hijo-susurró de nuevo.

-(Viendo como trata a su hijo prefiero no serlo)-pensé para mí.

-Jaja, tienes razón-se rió.

-¡Oh! Había olvidado que podía leer los pensamientos-dije asustado.

-No tiene importancia-comenzó a subir su mano lentamente por mi pecho-Sé que tú nunca me traicionarías, ¿verdad?

-J-jamás, s-señor-dije agitado.

-Bien…-dijo empezando a lamerme el cuello-Porque no soporto la traición.

Su lengua se deslizaba suavemente por mi virginal cuello como si se tratara de una posesión preciada, como si no quisiera romperlo, el amo me estaba tratando con delicadeza…

-Yo te salvé, ¿recuerdas?-dijo llevando sus dedos a mi boca lentamente-No lo olvides jamás, yo soy tu “salvador”.

-N-no lo olvidaré, s-señor-dije lamiendo sus dedos.

-Pero estás enamorado de mi hijo, ¿no?-dijo bajando con su otra mano hasta mi polla.

-¿C-cómo…?-dije muerto de miedo.

-Shhh… No te preocupes. Tú eres mi fiel sirviente. Sé que no me traicionarás por algo tan absurdo como el amor-dijo en tono bajo.

-J-jamás, señor-dije nervioso.

Comenzó a masturbarme lentamente mientras sus dedos me follaban la boca de manera violenta.

-No lo olvides-sonrió.

Su mano aceleró la paja de una manera bestial. No pude evitar soltar un gemido de placer, cosa que hizo que él me mordiera el cuello con sus colmillos.

-¡Aaaaagh!-grité por la mezcla de dolor y placer.

-No lo olvides, Mephistopheles. Tú eres mío-susurró.

-¡J-jamás le traicionaré, siempre estaré a su l-lado, co-como su sirviente!-grité sin control.

-Dime que me deseas-dijo con su seductora voz.

-L-le deseo. Usted es… P-perfecto-dije fuera de control.

-Buen chico-sentenció.

En ese momento mi cuerpo explotó. No pude aguantar tanto deseo, tanto veneno, tanto pecado. Su veneno en mi cuerpo… El veneno del pecado me hacía entregarme a él por completo e inevitablemente me corrí en su mano.

-Ahora limpia lo que has ensuciado-me sacó la mano de la boca y me metió la otra cubierta de semen.

Lamí la otra mano como pude y resoplé de placer por la paja que me había hecho.

-A-ahora, ¿quiere que yo…?-dije jadeando.

-No será necesario. En otro momento me harás gozar-dijo acariciándome la mejilla-Ya puedes irte.

-Sí, señor-dije alzando las alas y bajando del trono.

Miré hacia arriba y lo vi con la mirada perdida, así que me atreví a preguntarle algo.

-Disculpe, señor, pero… ¿Puedo saber por qué ha hecho desaparecer a Damien?-dije nervioso.

-Recuerda, mi querido sirviente: En el infierno solo hay una regla: “No interfieras en los asuntos del cielo”...

CONTINUARÁ…

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Y hasta aquí el tercer capítulo, espero que os haya gustado. Al fin he podido retomar esta serie que empecé con tanta ilusión, a ver cómo acaba la cosa. Bueno, pues eso, hasta la próxima.

OS SALUDA

EL ENTERRADOR