Ligando en la piscina

Hemos echado un buen polvo en el vestuario de la piscina recordando los que hacíamos hace unos años.

Tengo la tarde libre y acompaño a mi hija de cuatro años al cursillo de natación. Como hemos llegado un buen rato antes de la hora de clase,  ella aprovecha para jugar en la piscina pequeña. Con un ojo la vigilo y con el otro ojeo una revista.

Cogido de la mano veo llegar el que debe ser el "terremoto del grupo", un niño de la misma edad que la mia pero con una cara de travieso que asustaría a cualquiera.

Su madre lo acompaña resignada ante tal derroche de energía. Mientras ella deja las bolsas  sobre el césped y extiende la toalla, el niño ya se ha desnudado y corre imparable hacia el agua. La observo condescendiente pues ya se lo difícil que es controlar esta situación. Hay que haberla pasado para entenderlo.

Ella se desabrocha los tirantes del pantalón de peto que lleva y se queda con una camiseta de algodón que le llega justo a tapar la curva del culo. Se inclina hacia delante para poner los pantalones sobre la bolsa y sin pretenderlo me regala con la estupenda visión de su culo, tapado a medias por la braga del bañador.

Mis ojos quedan fijados en sus nalgas y disfruto de la contemplación de sus bonitas piernas.

Para recoger su pelo en una especie de cola levanta los brazos por encima de los hombros, la camiseta se sube y debajo aparece una braga azul de cintura alta, que deja ver la pierna en toda su longitud y divide en dos las prietas nalgas.

Retoca la posición de la braga tratando de agrandarla pero la tela no cede y por tanto sigue enseñando una parte bien hermosa de su culo. Se sienta y se quita la camiseta. La parte superior del dos piezas, la componen dos triángulos unidos por una fina tira que se anula a la espalda y otra en el cuello.

Repite la intención de agrandar los triángulos de tela, que con dificultad solo tapan la mitad de unos pechos redondos y hermosos. O bien el dos piezas es de una talla menor o ella ha ganado un poco de volumen, pues parece que su cuerpo se quiera salir de tan diminuta protección.

Finalmente, ya sentada con las rodillas levantadas y la mano apoyada detrás se pone a vigilar las evoluciones de su hijo y mi niña que compiten en travesuras.

La madre, que llamare Carmen, se incorpora y andando casi de puntillas se acerca al borde del agua. Contemplo ahora su cuerpo en todo su esplendor y me hace perder la necesaria discreción.

Da un saltito y se mete en el agua que le llega por encima de la rodilla. El agua salpica sobre su bikini y este se adhiere como una segunda piel resaltando sus curvas.

Se sienta en el fondo de la piscina pequeña y juega un rato con los críos. Al salir los pezones se marcan claramente debajo de la tela y el bikini parece haber encogido aún más.

Lo que no deja de crecer os podéis imaginar que es.

Se seca con la toalla y se vuelve a sentar a unos metros. Desde hace un rato ya no leo la revista que sostengo entre las manos, y sigo con expectación las evoluciones de Carmen cerca de mi. Además, tengo la sensación de que la conozco pero no acierto a recordar de que.

Vuelve mi hija casi tiritando después de jugar y pelearse continuamente con el niño. Después de secarlar la dejo envuelta con la toalla y voy a comprar una bolsa de patatas fritas y empezamos a comerlas.

De pronto el hijo de Carmen se acerca, se sienta y nos mira esperando que le invitemos. Levanto la mirada y veo a su mama tumbada boca arriba ajena a la visita de su hijo. Le damos unas patatas fritas y el se las empieza a comer con gusto.

Veo venir apresuradamente a su madre. Los pechos le van de un lado a otro y sofocada pide disculpas y se lleva al niño.

De vuelta, ya sentada sobre la toalla, más calmada nos sonríe y deja que el niño venga de nuevo a por más patatas.

Un rato más tarde, con Carmen boca abajo, veo venir al crío con un cubito lleno de agua que le va cayendo. No toda, pues algo llega a caer sobre las piernas de su madre, que da un respingo sorprendida.

La parte superior del bikini esta desatada y deja al descubierto durante unos maravillosos instantes sus bonitas tetas. Son redondeadas, como dos semiesferas, con los pezones pequeños como mis tetillas, y parecen muy firmes y apetitosas.

Quizás con cierto rubor se tapa y recompone su bikini. Tras reprender al niño suavemente por su travesura, mira a su alrededor para tratar de averiguar quién ha seguido el incidente.

Nuestras miradas se encuentran; cierro la boca e improviso una amplia sonrisa. Ella me corresponde con un pícaro mohín de sus labios.

Creo haberla identificado como una de las chicas que conocí hace ya bastantes años en una fiesta. Esas en que los adolescentes descubren los primeros amores y se dan los primeros besos. El recuerdo es muy borroso y la realidad muy atractiva para perder el tiempo con las fantasías.

Llega la hora del cursillo, y Carmen, las otras madres y yo acompañamos a nuestros pequeños hasta donde está la monitora en el otro lado de la piscina. Allí los dejamos. A partir de ese momento tenemos cuarenta minutos para nosotros.

Antes de volver a la toalla, paso por los vestuarios. Casi me pierdo por el laberinto de pasillos llenos habitáculos individuales para cambiarse.

Al doblar una esquina casi tropiezo con Carmen. "Estas en la zona de la chicas", me dice un tanto sorprendida. Torpemente trato de disculparme por mi equivocación, pero lo único que consigo es quedarme mirando alternativamente su cara y sus bonitos pechos.

Ella no parece darse por enterada y sin separase de mí, sigue hablando y diciendo cosas que no llego a entender, pues estoy aturdido y embelesado por la rica visión que me proporciona.

Me siento poseído por algo que me empuja a abrazarla y disfrutar del contacto con su bonito cuerpo. Sin que mi parte consciente pueda ejercer control alguno, mi instinto más primario me conduce a acercar la mano y acariciar muy sutilmente uno de sus pechos.

Se le escapa una pequeña exclamación, pero no me dice que no. Maravillado por la situación, no acierto más que a empujarla dentro de uno de los vestuarios y a cerrar la puerta tras nosotros.

Como un animal en celo y con una pasión desatada, me lanzo a besarla y a manosear sus tetas. Carmen, al principio no da crédito a lo que sucede, pero enseguida se sube al carro de la pasión y me muestra sus tetas para que se las chupe, al tiempo que las libera de su débil prisión.

¡qué ricas las tiene! voy de una a la otra enloquecido y goloso.

Alcanzo su entrepierna con la mano. Carmen se echa un poco hacia atrás tratando de rehuir el contacto, pero no puede ir lejos. Su culo tropieza con la pared y me aprovecho de ello. Llegando desde el vientre, meto mis dedos debajo de la braga y encuentro sus pelitos y luego el inicio de su rajita. Ella se estremece y yo me envalentono quitándole de un tiron la braga.

Me bajo el bañador y dejo en libertad mi polla que esta gorda y dura al máximo.Me la cojo y trato de orientarla en busca de la entrada de su chochito.

¡ no hay forma!, le tomo una pierna y se la levanto haciendo que apoye su pie en el tablón que hay a modo de banqueta en el vestuario.

¡ahora si que encuentro el camino!, y tras un par de empujones la meto prácticamente hasta el fondo.

Ella se cuelga de mi cuello y se deja llevar por el movimiento acelerado de mis caderas. La pierna que tenía levantada la enrosca sobre mi cadera, y pone su pie anclado entre mis piernas.

Esto limita un poco mis movimientos, pero me permite meterla hasta tropezar con el fondo de su coño. Yo bombeo como loco, sintiendo sus pechos aplastados contra mi pecho, y su pubis pegado al mío por efecto de los fluidos que desprende.

Lo más sorprendente es nuestro silencio. A ninguno se le escapa gemido alguno conscientes que cualquiera podría deducir lo que está pasando en el interior de tan reducido habitáculo.

Durante unos instantes jadeamos y soplamos fuerte. Ella se muerde los labios y contrae toda su musculatura para contener el aluvión de sensaciones que la recorre.

A mí se me escapa un largo y profundo uhmmmmm... mientras siento como la leche corre directa hacia el interior de Carmen.

Casi sin atrever a mirarnos a los ojos nos volvemos a poner los bañadores tropezando una y otra vez debido a lo reducido del espacio.

-       “Parece que te has acordado de mi”, dice Carmen mientras sonríe pícaramente. “hace tantos años, que no te había reconocido y casi no me acordaba de ti, pero ahora veo que sigues siendo el mismo”. “qué bien que lo que pasó en aquella fiesta de adolecentes su pueda repetir ahora”

A los pocos minutos, ya de vuelta en nuestro sitio, sentados sobre las toallas, vemos venir a nuestros respectivos hijos saltando y gritando muy contentos. La clase hoy ha durado un poco menos pues la monitora esta indispuesta.

Quizás mañana recuperaremos el tiempo perdido.

Deverano.