Lienzo en blanco

O una clase improvisada de pintura.

Hoy es uno de estos días que casi todo el mundo dice que son feos. El cielo viste de gris en una tonalidad oscura. El agua que de el sale es leve y constante y va cayendo suavemente sobre la hierva, los árboles y la tierra húmeda desde ayer. Nos desafía amenazante con sus nubes bajas y se hace acompañar por un viento frío que envuelve todo lo que toca haciéndolo bailar al compás que marca.

En días como hoy acude a mi memoria uno de esos pasajes que ocurrieron enmarcados en un cuadro como éste. Un día gris en el que vi el sol. Un momento en el que el cielo se abrió y el sol me acarició la cara entregándome a una mujer. Las nubes corrían intentando menguar descargando todo el agua que portaban al contrario que yo, que caminaba despacio disfrutando del agua correr sobre mí. Un coche paró a mi lado y su piloto me invitó a subir.

-"Te vas a mojar"

-"Ya lo estoy y si subo te voy a empapar el coche"

No le importó lo mas mínimo e insistió en que subiera. Nos conocíamos desde hacía algún tiempo y siempre me había sentido atraída por ella. Con 18 recién cumplidos, una mujer que te dobla la edad, casi siempre es atractiva. Siempre se había portado bien conmigo y no me trataba como a una niña.

-"¿A dónde ibas? Mira que salir con este día pequeña

-"No iba a ningún sitio en particular. Lo cierto es que me apetecía despejarme un poco."

Solo estaba tratando de organizar un poco mi cabeza cuando ocurrió esta situación. Mi casa se hacía inmensa desde que estaba sola y muchas veces necesitaba escapar de allí para respirar. Cuando empiezas una vida en soledad lo primero que haces siempre es estar a solas con tus miedos y tus pensamientos, y en ese momento estaba yo.

-"¿Y a donde quieres ir? Será mejor que te vayas a cambiar de ropa o te resfriarás."

-"No quiero ir a casa, últimamente se me hace un poco insufrible habitar conmigo misma."

Sin decirme nada tomo rumbo a una morada, a la suya. Mi cabeza reposaba vibrando al ritmo del coche apoyada en la ventanilla, disfrutando de la lluvia y observando a la gente correr y pelear con sus paraguas. La carretera estaba mojada y grandes charcos hacían olas al paso de los coches sobre ellas, haciendo un poco mas difícil caminar por las aceras de esa bonita ciudad.

-"¿Qué te parece si cenamos juntas hoy?"

-"¡Genial! ¡Así no tengo que cocinar!

Vaya, vaya, iba a estar en su casa por primera vez. Mi cabeza giró para fijar mi vista en ella, aunque durante poco tiempo. Ya habíamos llegado. Salimos del coche y ella empezó a correr hacia su portal mientras yo caminaba tras ella, reparando en su forma. Su cuerpo era precioso, se notaba que hacía ejercicio de forma continuada. Su cabello largo y rizado. Morena con ojos oscuros. Una mujer latina de libro.

-"¡Vamos mujer, que te vas a mojar mas! ¿Qué estabas mirando tan embobada?

-"El paisaje de Lugo cuando llueve"

Subimos en el ascensor riéndonos de mí por lo calada que tenía la ropa y por como estaba dejando el ascensor de las goteras que salían de mí. Entramos y me mostró donde estaba el baño para que me diera una ducha para entrar en calor. Lo que ella no sabía es que el frío se había disipado en el momento en el que subí al coche. Me acercó un par de toallas, una camiseta y un pantalón corto.

-"Venga, cámbiate mientras preparo algo de comer y café"

-"Gracias, enseguida estoy contigo."

No me apresuré demasiado en acabar, no tenía prisa por terminar lo que estaba haciendo. Me sentía bien al pensar que no iba a estar sola ese día. A demás, me gustaba estar en esa ducha oliendo todos esos aromas que mi anfitriona usaba. Todas aquellas esencias que dejaba tras de si cuando pasaba por mi lado y con las que yo me deleitaba. Hasta tuve el valor de "cotillear" entre sus cosas, para nada en concreto, solo por saber.

-"¿Te has ahogado o te has colado por el wc?"

-"Lo siento, ya salgo."

La cena estaba en la mesa, no sabía que me había demorado tanto. Unos sándwiches y café caliente servido todo en el salón, en la pequeña mesa que tenía en el medio, con unos cojines a cada lado. Volvió de la cocina con un par de vasos de agua en las manos. Me miró fijamente y hasta creo que se puso colorada. Yo también la miré, se había cambiado de ropa.

-"Vaya, has crecido. Mi ropa te queda un poco justita. ¿Por qué siempre vistes con esas prendas tan amplias? No te favorecen demasiado, si tienes un…"

-"Te queda muy bien lo que llevas puesto"

Era cierto, la ropa que me había dejado me iba bastante ajustada. Ella llevaba una camiseta sin mangas y un pantalón de tela fina muy flojo. No llevaba sujetador y sus pezones estaban erizados. Odiaba que se metieran con mi forma de vestir por eso la había cortado. Por aquel entonces mi persona era un complejo en si. Me caía mal yo a mi misma y odiaba mi cuerpo. Ella seguía estando colorada y yo empezaba a estarlo también.

Cenamos casi en silencio. Nos mirábamos mucho, eso si, pero ninguna hacía comentarios sobre lo que estábamos pensando. Se estaba empezando a crear un halo de incomodidad por la falta de conversación, y en un intento por mejorarlo, decidió encender la caja tonta y sintonizar algún programa estúpido de esos de tarde-noche.

Fuera seguía lloviendo, pero esta vez con ganas, con furia. El viento se había vuelto loco y parecía querer arrancar los ventanales de su casa. Sobre los cristales se podían ver regueros de agua haciendo formas imposibles hacia todos lados. Todo lo que ocurría tras el cristal podíamos llevarlo a lo que estaba ocurriendo en mi interior. Estaba nerviosa por su presencia. Quería tocarla como el agua al cristal y quería acariciarla como el viento a los árboles. Pero no me atrevía. Ni siquiera sabía si a ella le gustaban las chicas y mucho menos si estaría dispuesta a dejarse seducir por una chiquilla 18 años menor que ella. Todos esos pensamientos estaban ocurriendo mientras mi mirada estaba fija en ella.

-"¿Te pasa algo? Me estás mirando muy fijamente y estás consiguiendo ponerme nerviosa."

-"Lo siento."

Fue lo único que pude decir antes de empezar a temblar como una vara verde de avellano. Bajé la cabeza y me sentí muy avergonzada. No lo había podido evitar. Aunque conseguí que ella se quedara mirándome a mi como tratando de averiguar lo que me había pasado, haciendo que mis colores aumentaran al igual que mi timidez.

-"¿No me vas a decir en que pensabas? Me gustaría saberlo.

-"En que eres muy guapa y muy agradable."

Su cara era todo un crucigrama. No sabías que palabra ocupaba cada casilla, y ninguna de ellas tenía que ver con la anterior. Mantuvimos nuestras miradas cruzadas durante un par de minutos, hasta que ella apresuradamente recogió la mesa y desapareció por la puerta de la cocina dejándome allí sola, totalmente desorientada y nerviosa. Quería huir de allí y al mismo tiempo quedarme a dormir. Quería sentirla cerca pero a la vez me daba miedo.

-"La tormenta no acaba de marcharse, pero no te preocupes, cuando se seque tu ropa, te acerco yo si problemas."

-"Gracias, eso estaría bien."

Nos sentamos en el sofá y empezamos a hablar de algunas tonterías mientras ella hacía zapping. Pero mi mirada se había perdido de nuevo en ella, sobre todo en el hueco que dejaba su camiseta, permitiéndome entrever sus pechos. Entre que su pantalón se iba bajando y su camiseta tendía a ir hacia arriba, su cintura y su abdomen quedaban también a merced de mi vista. Cada vez estaba más cerca de su cuerpo. No podía evitarlo. Me atraía.

-"Me estas poniendo nerviosa."

-"Lo siento, pero no puedo evitar mirarte."

No se ni como pude decir eso. Era cierto, si, pero no se como fui capaz de articular todas esas palabras. Me eché un poco hacia atrás, pero sin apartar mi vista de su cara. Seguía de perfil aunque era obvio que estaba bastante asombrada por lo que acababa de escuchar. Quería estirar mi mano y acariciar su suave cutis, pero me había quedado paralizada por los nervios.

-"Nena, eres demasiado joven y no creo que esto… bueno, en fin, que no se si…"

-"¿Por qué no me miras? Y ¿para qué soy demasiado joven?"

Giró su cabeza para mirarme y sus ojos echaban fuego. Respiraba muy deprisa, como yo. Intuí que estaba manteniendo una lucha interna discutiendo consigo si hacer algo o no conmigo, al igual que yo que me peleaba con mi cuerpo para acercarme a ella y hacer lo que llevaba todo ese rato deseando. Pero en mi caso, el muy desgraciado, no estaba por la labor de recibir órdenes.

-"No se que decir. No se que hacer, en serio. No soy capaz de…"

-"Me gustaría que me abrazaras."

Me miró de nuevo, con cara interrogante. Sonrió de manera forzada y me abrazó. Al fin estaba como quería, al fin mi cuerpo respondía a mi cerebro. Al fin pude separar un poco nuestras cabezas y acercar mis labios a los suyos, depositando un ligero beso. Un beso deseado por mí desde que la había conocido. Retrocedió ante mi osadía y me miró con cara de susto.

-"Eres una cría, no se si sabes lo que estás haciendo, ni se si yo…"

-"Soy una cría, y se que quiero estar contigo hoy."

Cuando acabé de decir esto volví a acercarme a ella, despacio, para volver a besarla, pero esta vez el beso fue un poco mas pasional. Y ella no se apartó y respondió a mi beso dejando escapar un suspiro de alivio. Empecé a notar su lengua recorriendo mis labios y luchar contra la mía en un combate para ver quien era la campeona. Sus manos estaban sobre mis antebrazos y las mías en su cintura.

Creo que intentó decirme algo, pero no quise seguir escuchando. La seguí besando hasta lograr tumbarla en su lado del sofá, al tiempo que mis manos curiosas empezaron a colarse bajo esa camiseta que me había jugado esta buena pasada. El tacto con su piel electrificaba mi interior y quería hacer un millón de cosas que no sabía y de repente me entró miedo. Miedo de no saber como responder ante alguien con tanta experiencia.

-"Tranquila"

Agarró mi mano y comenzó a pasearla por su cuerpo. Ese apéndice, que llevaba toda la información que estaba viviendo a mi saturada y hormonada cabeza juvenil, era como un pincel sobre un lienzo en blanco. Un cuadro que empezó a pintar de manera abstracta, creando formas y dibujos difusos para mi deleite. Mi profesora de pintura hizo que mi mano levantara la tela para descubrir el tapiz que había en el fondo e hizo que experimentara la delicia de crear caricias sobre el.

El pincel, guiado por su mano, recorrió ese pecho con suavidad insistiendo en reconocer digitalmente sus erectos pezones, sin prisa, solicitando una y otra vez atención y cariño para con ellos. Mi tutora se estremecía con cada pasada de mi mano sobre ella. La iba guiando, ahora hacia abajo, para disfrutar, tanto como yo, de esa sutileza que solo una pintora inexperta puede donar a alguien. Su abdomen era suave y su ombligo culminaba la parte media de mi lienzo nuevo. No habíamos dejado de besarnos en ningún momento. A medida que mis caricias avanzaban su gesto iba mudando y no quería estar lejos de el. Me gustaba observar todos esos retratos que se me mostraban, como una serie de diapositivas.

Soltó mi mano para sujetar mi cabeza y regalarme un beso tórrido y apasionado y mi inexperiencia me empujó a colar mi mano bajo su pantalón para alcanzar aquel deseado secreto que deseaba tan fervientemente descubrir.

Su entrepierna era como el día que estaba fuera. Húmedo. Húmeda. Paseé mi dedo de arriba abajo, con la misma calma con la que había recorrido el resto de su cuerpo. Como un óleo recién pintado. Separó su boca de la mía y exhaló un quejido y yo aproveché para apoderarme de sus pechos con mi boca. Estaba nerviosa pero mi deseo era más poderoso que mi miedo a hacerlo mal. Y sus suspiros me decían que no lo estaba haciendo mal.

Mi corazón se introdujo en su interior de forma lenta y el índice le acompañó provocando una caricia en su interior, al mismo tiempo que recibí sus manos sobre mis pechos. Me incorporé y me encontré con sus ojos fijos en mí. Con los ojos muy abiertos y un gesto de placer en su cara. El bombeo de mis dedos en su interior se apresuró un poco más y en ese momento bajó su mano y comenzó a acariciarse el clítoris. Nos besamos de nuevo mientras su respiración se agitaba debajo de mí.

-"Sigue".

Aunque no me lo hubiese dicho, hubiese seguido de todos modos, pero lo que consiguió así fue hacerme ir mas deprisa deseando ver el desenlace de ese intenso y placentero momento para ambas. Sus gemidos, sus jadeos, sus suspiros, era apagados en contacto con mi boca hasta que su cuerpo se tensó y echó la cabeza hacia atrás ronroneando profundamente, al tiempo que su mano agarró la mía para sacar despacio los dedos de su interior.

Después de abrazarnos durante un buen rato empezó a empujarme despacio hacia atrás. Tenía un extraño gesto en su cara, una sonrisa casi malvada y una mirada clavada en mí. Antes de tumbarme me despojó de la camiseta y dirigió su boca a mis pechos, hinchados por la excitación. Una vez que hizo reposar mi espalda se desenganchó de ellos, me miró mientras los acariciaba y dirigió sus manos a mis caderas. Ahora si que estaba nerviosa.

-"Relájate y disfruta, no te voy a hacer nada que no quieras o que no te guste".

Cerré los ojos mientras ella me iba sacando el pantalón que me había dejado y la noté lejos cuando lo iba conduciendo sobre mis piernas. Colocó las manos sobre mis rodillas y alejó la derecha de la izquierda. No sabía si lo que sentía era miedo o excitación extrema, pero se que tranquila no estaba, y menos cuando comenzó a pasear sus manos por el interior de mis piernas de esa manera tan lenta. La alumna aventajada de la profesora. Ahora el lienzo era yo pero el pincel había cambiado de textura y de forma. Casi grito cuando lo que noté en mi entrepierna fue su lengua y cuando sentí sus manos aferradas a mi pecho.

Mi maestra me estaba mostrando como se debe pintar un cuadro, como se debe tratar la tela del tapiz, tratándola con cariño y a la vez con fuerza. Como debe relacionarse uno con la pintura, esparciéndola con lentitud para que todo quede impregnado por ella. Como se debe buscar ese toque, ese momento especial en el cuadro para crear ese espacio, ese instante en el que todo gira en torno a el.

Su lengua sobre mi clítoris, su otra mano enmarcando mi silueta y todo do que ello suponía hicieron que de mi interior se precipitara un torrente de sentimientos y de deseos. Agarré su cabeza y la besé con ganas. Y después me abracé a ella como una niña pequeña. Creo que nunca en mi vida había sentido algo así. Y así nos mantuvimos unos largos minutos, hasta que algún reloj marcó la hora y ambas fuimos conscientes de que era muy tarde.

-"Creo que tu ropa ya está seca. Mejor te acerco a casa."

-"De acuerdo… Me ha gustado mucho estar contigo hoy, no me he sentido sola".

Me sonrió dulcemente aunque su cara dejaba entrever un cierto toque de malestar o incomodidad. Y en ese momento yo me sentí de manera similar. Me dirigí de nuevo al cuarto de baño para poner mi ropa, que todavía estaba húmeda, pero esta vez no me demoré demasiado. Salí de allí y ella también estaba vestida ya. Nos miramos fijamente mientras ella abría la puerta de la calle invitándome a salir.

Fuera, el día seguía igual de gris y el agua seguía emperrada en caer constantemente. Subimos al coche y tomamos rumbo a mi casa. Durante el trayecto no aparté la vista del cielo, me sentía tranquila, me sentía bien, aunque tenía un sentimiento de melancolía grabado en mí ser. Su mano se puso sobre la mía y la agarró con fuerza.

-"¿Te encuentras bien? Estás muy callada."

-"Estoy bien, te lo aseguro."

Llegamos a nuestro destino cuando dejó de llover y entre las nubes se dejó ver una pequeña estrella brillante. Ambas sentadas en el coche, con las manos entrelazadas, supongo que las dos pensábamos en lo que había pasado esa noche. Giré mi cara para mirar a mi guía de aquella jornada y me acerqué para besarla por última vez.

-"Gracias por todo, he disfrutado mucho de tu compañía y… gracias también por haberme hecho sentir todo lo que he sentido hoy."

Sonrió de nuevo y me regaló un mimo en forma de caricia en mi cara mientras me miraba a los ojos. En ese momento supe que, si nos volvíamos a ver, sería por casualidad. Pero no me sentía triste, si no afortunada por haber aprendido un poco mas sobre el arte de llenar un lienzo en blanco sin tan siquiera usar pintura.