Licenciada en turismo 6

De repente apareció la pandemia, todo los proyectos turísticos se fueron al traste y para colmo, tener que pasar el confinamiento sin salir de casa aguantando a otras dos confinadas

Llegué a casa tiritando, llovía a Dios dar agua, hacia frio y para colmo la gripe, peste o cómo se llame nos tenía medio asustados. Estos carnavales no fueron tan festivos.

Por suerte Lidia estaba en casa y había prendido la calefacción.

  • Brrrruuu que frio, gracias que aquí está calentito, afuera está fatal

  • Quítate la ropa mojada a ver si te pillas el coronavirus ese. - me recomendó Lidia

  • Dios me libre, al fin por esa mierda se me borraron casi todos los turistas, hay pocos que se animen, los tours se suspendieron todos. Hasta iban a venir Susan y Judit pero con esto no creo que se animen.

  • Y están amenazando con una cuarentena, si llegan a declararla no sé qué voy a hacer. La UNI creo que cierra, de trabajar en casas ni que pensar y de guía, ya me acabas de decir. Anda, vete a cambiarte que te preparo un café bien caliente.

Lidia se había quedado a vivir conmigo. La entusiasmé para seguir el curso de guía, y a veces me acompañaba en algunos tours. Cuando no, limpiaba casas o acompañaba gente de edad. Para mí, era una buena compañía. Desde que había venido la inglesa loca de la embajada nos habíamos hecho más compinches. Nos sentamos en la sala a comentar nuestras desgracias

  • Me parece que por un tiempo vamos a estar guardadas. Aunque tú tampoco sales mucho, parece que no pillas nada andas como yo más o menos - dije un poco resignada.

  • Y, con el frio y el virus no está para meterse en cualquier parte.

  • Y creo que esto va para un rato, habrá que aguantarse

Yo no sé, algo de dinero tengo del que me dejó la loca, pero cómo dure esto no sé

  • Uf, que problema, si te quedas en casa poco vas a tener que gastar.

  • Tampoco voy a vivir a tu costa, que no soy tu novia.

  • Que ¿si lo fueras vivirías a costillas mío?

  • Ah, no seas tonta, sabes que no sería capaz. Pero igual, si llegan a poner la cuarentena me voy a acompañar a mi abuela.

  • Pero mujer, si no tienes necesidad, no comerás tanto

  • No, no es eso, es que mi abuela está sola y ya pasó los ochenta, tengo que ir.

  • Uf, si es así claro. Vamos a esperar lo que pasa y después vemos. Menudo aburrimiento.

  • Cierto, ¿qué vas a hacer aquí sola?

  • Parecido a lo que haría si estuvieras tú

  • Ay…mujer, de que poco te sirvo, aunque sea para conversar un poco, ¿te gustaría la inglesa?

  • Ni loca, con esa te gustaría pasarla a ti, que bien que te llevabas

  • Lo dices cómo si fuera lesbiana

  • No, supongo que no lo eres, pero esos días bien que te empeñaste en disimularlo ¿no te gustó?

  • Sí, me gustó, pero eso no me hace lesbiana. Por más que pueda darme el lote con una mujer, voy a seguir siendo hetero.

  • En todo caso serás bisexual como soy yo.

  • No Diana, yo pienso siempre en formar una pareja con un hombre, ahora que en el sexo la pueda pasar superbién con una mujer no me hace lesbiana, a veces me arreglo sola y no soy misógina.

  • Digamos que eres todo terreno. Lo pasas mejor con los hombres, pero si no hay, te arreglas.

  • No sé si lo paso mejor con los hombres. Te dije que para pareja me quedo con ellos. Pero…para pasarlo bien tendría que pensarlo, lástima que no sé devolver favores, pero la inglesa me la hizo pasar de puta madre. Hay una chica en la UNI que me mira con un hambre qué si supiera lo que hacer con ella, te digo que me dejaría

  • Y qué ¿no puedes hacer lo mismo que hiciste con la inglesa?

  • ¡Sí claro! ¡Le voy a meter una planta de orquídeas en el culo! ¡Qué romántico! Se iba a poner como loca de contenta

  • No boba, te estoy diciendo lo que hiciste después.

  • Pero si yo no hice nada, todo me lo hizo ella

  • Y bueno, le haces lo que te hizo la inglesa a ti

  • Bueno…, no sé…, nunca lo hice, para aprender tendría que ser con alguien que le tuviera confianza, que no hiciera un rollo de eso, que lo pasáramos bien y nada más.

  • A lo mejor esa chica es justo lo que quieres.

  • ¿Cómo va a ser esa chica si casi no nos conocemos?

  • Es una buena forma de conocerse

  • No Diana, ¿qué confianza podría tenerle? Tendría que ser alguien con quien pudiéramos hacerlo cuando tuviéramos ganas, que pudiéramos salir con quien quisiéramos sin ponernos celosas, que pudiéramos seguir siendo amigas.

  • ¿Y no conoces a nadie que cumpla todos los requisitos? Estás muy buena, no vas a necesitar nada para convencerla.

  • Sí que conozco, pero tampoco que voy a decirle de sopetón, “vamos a echarnos un polvo”. Mujer, si está al lado mío, le parece que estoy muy buena, y sabe que ando necesitada, que me la haga un poco más fácil – no se necesitaba ser el oráculo de Delfos

  • Ya sé, ya sé, tú lo que quieres es follar conmigo.

  • Olé, pero que afilada que estás, debe ser el virus que te tiene así.

  • Puede ser, a ver si te lo paso un poco a ti – le saqué la taza de la mano – A ver, ¿qué es lo que no sabes hacer? ¿te parece si vamos a la cama? Vamos a empezar por sacar lo que está demás, ayúdame. Tardamos muy poco en desnudarnos. Debía tener un don instintivo porque de ahí en adelante a pesar de lo que dijo, me demostró que no tenía mucho para aprender. Se me tiró encima a comerme la boca con voracidad

  • Oye, que no lo haces nada mal

  • Para no saber darte un beso en la boca tendría que ser tonta. Vamos a ver en las otras partes – se daba bastante maña. Se prendió de mis pechos y sus instintos ancestrales le bastaron para levantar mi calentura

  • ¿Piensas quedarte mucho tiempo ahí?

  • Qué apurada, ahora te atiendo ahí abajo

  • ¿Quieres que lo hagamos las dos juntas?

  • Vamos, así me copio – Desde que había estado la historiadora, yo no había tenido ninguna actividad, ella creo que tampoco. Nos salió un 69 que por lo que duró, debió ser con números romanos. Fue una delicia, me llevó al orgasmo como una maestra y se fue conmigo como una alumna. Quedamos abrazadas recuperando aire

  • Me parece que no tienes que aprender nada, pero cuando quieras practicar te ayudo.

  • Ahora sí me da pena tener que acompañar a la abuela, ¿te parece que lo hice bien?

  • Sí mujer. Lo haces mejor que el satisfycien y no hay que ponerte pilas, lástima que te vas.

  • No me hagas acordar, con gusto me quedaría, pero no le puedo hacer esa cabronada a mi abuela

  • Bueno, el asunto que ya sabes lo que hacer con la chiquilla de la UNI si te sale

  • Y si no me sale ya sé lo que hacer contigo, espero que no me dejes a la deriva.

  • En caso de incendio, sabes lo que usar para apagar el fuego.

Esa noche dormimos juntas. La verdad que había sido una pena no habernos dado cuenta antes de lo bien que la podíamos pasar entre nosotras. Cuando no tuviéramos algo que inspirara confianza que mejor que arreglarnos entre las dos.

A la mañana prendimos la tele. El anuncio era que posiblemente en tres días se decretaba la cuarentena.

  • Diana, voy a preparar la maleta, y me voy a lo de la abuela ¿por qué no te vienes conmigo? Allá hay lugar y tiempo para no aburrirnos.

  • Cariño, te veo con malas intenciones, no es que no me guste, pero esto no puede quedar solo.

  • Entonces aprovisiónate de pilas para tu aparatito, que aquí sola por lo menos algo te va a alegrar.

En ese momento sonó mi móvil. No era un numero conocido. Atendí, era Susan la inglesa

  • Susan, ¿cómo están por allí?

  • Por allí con el loco de primer ministro que tenemos, sabe dios lo que pase, por aquí tenemos un problema gordo.

  • Espera, dónde es aquí, y quienes lo tienen.

  • Aquí es tu país, y las que tenemos el lio gordo, somos Judit y yo

  • Qué ¿están aquí en Madrid? Porque no me dijeron que venían ¿y qué lio tienen?

  • No te queríamos meter en compromiso, te queríamos contratar estando aquí, pero al hotel que habíamos contratado, lo cerraron por el virus. ¿no nos podías dejar parar ahí mientras encontramos otro?

  • Pero sí mujer, vente para aquí que te espero – Lidia me estaba escuchando

  • Bueno, a lo mejor no la pasas tan sola. Yo preparo la maleta y me voy antes que lleguen

  • No necesitas apurarte, si esperas un rato te las presento

  • Me gustaría, pero mejor no, si hay un contagio que haya dos menos para sospechar. Voy a apurarme a ver si no me olvido de nada.

  • No te olvides de llevarte el satisfycien, si vas a estar en cuarentena lo vas a necesitar.

  • Tienes razón, quince días encerrada, a ver si termino zumbándome a mi abuela.

  • Mira, te llevo hasta la estación y les aviso que paso a buscarlas. – me comuniqué con Susan, me dio la dirección y quedé en pasar por ellas.

Dejé a Lidia y fui a buscarlas. Estaban en el patio del hotel con las maletas en el piso. Cuando llegué, me topé con una mujer policía al lado recabándole los datos. Estaban desorientadas, tenían que dejar dicho dónde podían encontrarlas por si había algún contagio y no sabían que decir. Pude arreglarlo dando mi dirección y que cualquier cambio lo íbamos a notificar.

Cargamos todo y en el camino hablamos lo indispensable. Recién después de subir todo a mi piso nos saludamos como Dios manda, con dos besos en la mejilla.

  • ¿Qué tipo de locura les agarró para venir con este lio? – me contestó Susan

  • Es que fui a una conferencia sobre arte europeo, y me enteré que aparte del Prado, hay otros museos interesantes. Como es baja temporada le dije a Judit que los podíamos recorrer tranquilas.

  • Pero Susan, no te enteraste como estábamos por aquí con esto del virus.

  • Sí, pero aquí por lo menos piensan cuidarse, en Londres cada cual a su bola, está peor

  • Sí, pero aquí cuidarse quiere decir que vamos a estar quince días encerrados sin poder salir, y si quieres irte las aerolíneas no sé si van a volar.

  • Nos dejas quedarnos mientras veo si encuentro un vuelo, y sino un hotel donde quedarnos

  • Justo un hotel, deben estar todos sospechados, habla con tu compañía, si no consigues de alguna manera nos vamos a arreglar – estuvieron tratando de encontrar vuelo toda la tarde. A última hora ya se anunció que se hacía efectiva la cuarentena dentro de dos días, los extranjeros tenían ese tiempo para buscar la forma de irse, después cerraban el aeropuerto de Barajas.

Tampoco era para hacer de eso una tragedia, a la noche pedimos comida hecha y nos contamos cómo había seguido nuestras vidas desde la última vez que nos vimos.

Todas esas ilusiones que se habían hecho ellas dos, medianamente se habían llevado a cabo. Claro, siempre a escondidas. No vivían como querían, lo hacían como podían.

Al otro día me levanté temprano y hablé con la secretaría de turismo para ver si conseguía un vuelo, le expliqué que estuvieron el día anterior tratando de conseguir uno, y no hubo caso. La que atendía era conocida mía, me preguntó si se habían anotado, que si no salían un día tenían prioridad para el otro. Le pasé los nombres y no estaban en la lista. Si quería lo anotaba ahora y al otro día tenían plaza. Arreglé que cualquier cosa le confirmaba.

Me quedé pensando. Estuvieron toda la tarde, según ellas hablaron con la embajada, Susan era esposa de un lord y no había conseguido vuelo ¿lo había buscado? Me parecía que no.

Todavía no se habían levantado. Preparé el desayuno y las llamé. No sé si durmieron mucho, nos sentamos a la mesa y pregunté que iban a hacer, me contestó Judit, la secretaria.

  • Vamos a tratar de conseguir un vuelo, y si no buscaremos un hotel para quedarnos

  • ¿Por qué no hablamos con franqueza? No están buscando ningún vuelo, quieren quedarse aquí, se miraron con vergüenza antes que Susan me contestara.

  • Bueno sí. Tú sabes que nos queremos, somos novias, tenemos lo nuestro, pero allí en casa con las empleadas no podemos vivir lo nuestro como deseamos. Se nos ocurrió tener una especie de luna de miel aquí en España.

  • Pero justo se les ocurrió con esta peste.

  • No nos importa, allí está peor, todo el mundo anda como quiere, aquí tenemos que estar en casa, sin salir y a nosotras eso no nos preocupa

  • ¿Y por qué no me lo dijeron antes así nos preparábamos mejor?

  • Pero Diana, hoy vamos a buscar un hotel, alguno habrá dónde podamos ir.

  • Pero ustedes están locas, van pasarse quince días en una habitación, ¿eso es una luna de miel? Aparte que los hoteles están cerrados y los guardan para los que están de cuarentena.

  • Quizá podamos alquilar un departamento

  • Y que te crees, que te lo van a alquilar con todo lo que necesites por este tiempo. Paren de decir tonterías y a ver cómo nos organizamos.

  • Diana, te pagamos lo que pidas. Quedarnos aquí sería nuestro sueño, es como vivir en pareja, sería nuestra luna de miel.

  • Bueno, me van a tener que aguantar a mí, así que mejor nos preocupamos por comprar lo necesario. A prepararnos para pasar estos días

  • Vamos a dejar la calefacción a tope, tenemos que usar poca ropa para no lavar a cada rato. Las sabanas yo las llevaba a la lavandería, no sé si van a estar abiertas, tratar de mancharlas poco. Las toallas, hay que lavarse las manos a cada rato, así que esas las lavamos aquí, pero para eso tenemos lavadora. La ropa cada una se lava la suya. Comer, van a tener que comer lo que haga yo si es que no se anima a cocinar alguna de las dos.

  • Yo algo sé, podíamos turnarnos. Lo que sí, voy a comprar para lo que sé hacer – dijo Judit

  • Anotemos todo, y a comprar lo necesario, no quiero salir a cada rato. – hicimos la lista, seguro algo nos iba a faltar, pero también se debía poder hacer pedidos. Ya íbamos a ver

Salí con el coche y me acompañó Judit. Nos abastecimos como para aguantar el sitio de Troya.

La gente acarreaba con todo lo que pillaba. Por el papel higiénico que compraban, parecen que pensaban más en cagar que en comer. Algo compramos nosotras también, pero sin exagerar.

Llegamos a casa y descargamos todo. Llenamos el frigorífico, y solamente faltaba comprar la bebida. Quedaba para el otro día. Susan había encargado algo al Corte Ingles, lo traían a la mañana siguiente.

Terminamos el día cansadas, yo me fui a dormir. Ellas no sé. Me dormí enseguida.

A la mañana apunté las bebidas que necesitábamos. Susan me pidió que la dejara ir con Judit, que yo me quedara a recibir el pedido que llegaba a la mañana. Tomaron un taxi y se fueron.

Al rato me llama el portero para avisarme que en el montacargas me subían un pedido. Entraron a meter cajas que más parecía una mudanza, les di una propina y se fueron. Lo que había encargado esa mujer no tenía parangón, más parecía que pensaba en montar un hotel.

Diez pares de sabanas, no sé cuántas toallas, cosa de no tener que lavar nada, se usan y se tiran. Bebidas como para aprovisionar un bar, y un jamón serrano con jamonera y cuchillo, no compró el cerdo porque no se lo ofrecieron.

Cuando volvieron traían chocolate, gaseosas, jugos y más vino del que le gustaba

  • Susan, ¿tú tienes obligación de gastar tanta cantidad de dinero? ¿me quieres decir que vamos a hacer con toda esta bebida?

  • Pero si vamos a estar como dos semanas sin salir y casi no tenías bebidas en tu barcito.

  • Y para que quiero tener si yo no tomo tanta, ¿te la vas a tomar tú?

  • La otra vez que vine lo tenías lleno y ahora te quedaba poco

  • Estaba lleno porque mi ex, lo había dejado lleno, pero yo no vivo borracha.

  • Bueno mujer, total que no tenemos obligación de tomar, igual te digo, un trago de vez en cuanto me gusta y a Judit también, los prepara muy ricos. El vino es el de nuestra primera vez, no necesito decirte porque compre tanto.

  • Sí, ya me imagino para que lo necesitas, sino no puedes.

  • Bueno, puedo, pero igual ayuda.

Pensábamos hacerles caso a todas las recomendaciones, una vez que desinfectamos todo lo que habíamos comprado, nos atrincheramos.

Yo me propuse hacer prospectos de itinerarios turísticos. Suponía que los tours con mucha gente por un tiempo iban a escasear, pero parejas o grupos familiares cuando llegara el verano podrían optar por servicios como el mío.

Por ahora hacía un frio del demonio. Las chicas tomaron al pie de la letra lo de tratar de manchar poca ropa. La calefacción lo permitía, parecía que estaban en la playa, nada más que en vez de bikini, andaban en bragas y sujetador. No se les veía más, pero era más sugerente.

Las cajas con las sabanas las metieron en el armario de su habitación. Estaba casi vacío, el de Lidia era el otro. Con todo lo que habían comprado, lo terminaron de llenar.

Ya iban tres días de confinamiento, yo trataba de molestarlas poco, que tuvieran el espacio que seguramente en Londres no tenían. Estábamos almorzando, cuando sale la conversación sobre el sexo, como nos gustaba más y esas cosas

  • Y tú que estás sola, no tienes algún juguetito para darte el gusto – me pregunta Susan

  • Tengo el satisfycien, para sacarme de apuro alcanza.

  • Hay mujer, ¿eso solo? Creo que hay cosas más…cómo te podía decir, más…contundente para meterte, sentir algo ahí adentro, yo que sé, que se haga sentir más.

  • Tengo los dedos, a veces los míos otras veces ajenos, que según con quien esté, algo que pongan ellos o ellas. ¿y ustedes no tienen juguetes que curiosean tanto?

  • No, por eso te preguntamos, por ahí nos mostrabas algo que nos interesaba.

  • Pues no, no tengo – me miraban como si no me creyeran - ¿qué les pasa, es tan raro?

  • ¡No, no! si tú lo dices, - me lo dijo con una sonrisa socarrona, me quedé pensando a que venía eso hasta que me acordé.

  • Ustedes abrieron una caja que hay en el armario ¿no es cierto? – enrojecieron

  • Bueno, es que pensamos que era ropa, y nos dio curiosidad, pero si usas eso a nosotras nos parece bien, por eso te preguntábamos.

  • ¿De verdad la vieron y les parece bien? ¡bueno! si quieren usar eso úsenlo.

  • No, por dios, es tuyo, son cosas personales

  • No es mío, lo dejó una compatriota tuya, quedó allí y ni siquiera me acordaba, ¿pero de verdad les gusta eso?

  • No, si no sabemos cómo se usa, parece medio tétrico.

  • Ahí hay un pendrive dónde muestra a esa mujer usándolo ¿lo quieren ver? – dijeron que sí, y a la tarde trajimos la caja, y nos pusimos a ver el uso que hacía Mery de cada implemento. Aparecía ella enfundada en correas de cuero negro, una máscara que la hacía parecer a gatubela, repartiendo latigazos con las chicas que hacían el papel de perras. Había también para el chico, al que le daban y el daba también. En fin, algo bastante desagradable.

  • Esa mujer está loca, ¿pero para que trajo estás cosas?

  • Para usarlas conmigo, pero un sopapo la hizo cambiar a querer que usara todo eso con ella

  • ¿Y usaste todo eso con ella? – les conté como había terminado el asunto

  • No qué va. Pero igual de ser una gata, terminó siendo una conejita como las de play boy. Lidia le sacó una fotografía, está comiquísima, ahora se las muestro, está aquí adentro, miren – estaba la foto de Mery con la planta de orquídeas en el culo. Les dio la risa

  • Qué mona que está, mejor que de gata. Menudo florero tiene. ¡Oye! pero esta mujer me parece conocida.

  • Joder, no me digas, no tenía que habérselas enseñado, lo que me falta que sea amiga tuya

  • ¡No, amiga no! ¡ya sé! es la representante cultural del distrito de Dover, estuve presenciando una conferencia sobre arte europeo que daba ella. Y no te preocupes que esto de aquí no sale

  • Quizá lo que hace con las chicas sea una rama Sadista del arte. Pero mejor que no salga de aquí.

Quedamos así, después de hacer unos cuantos chistes nos fuimos a dormir. Bah, yo me fui a dormir, creo que ellas tenían otras intenciones.

Pasamos dos días más, yo entretenida armando la página pos pandemia, las mieleras haciendo lo que se podía esperar de ellas.

Terminamos de cenar, miramos un poco de tele, las chicas se fueron a su habitación, y yo aburrida me fui a la mía a ver algo en you tube. Habíamos perdidos los horarios. No sé qué hora era, pero se me dio por tomar un vaso de jugo. Fui a la cocina, estaba la luz prendida, seguro que a alguna de las chicas también le dio sed. Me asomé y me quedé pasmada. Judit desnuda acostada sobre la mesa, y Susan con un frasco de mermelada en la mano, con la cabeza metida entre las piernas de su media naranja comiéndose esa mermelada. Era un espectáculo muy dulce.

Si me hubiese imaginado lo que iba a encontrar no hubiese hecho ruido, pero no me lo esperaba, voltearon la cabeza hacia mi lado, me vieron y pegaron un grito

  • Chicas, por dios. Perdonen no sabía que estaban ustedes, sigan tranquilas que ya me voy

  • No, Diana, no te enfades, perdónanos por favor.

  • No es nada, sigan y perdónenme a mí, hasta mañana – me dio rabia porque me di cuenta que les había arruinado el momento, pero es que no sabía. La verdad verlas me había excitado, nada que no se pudiera arreglar con el succionador de moda.

A la hora del desayuno vinieron a disculparse

  • Diana, perdónanos, pensamos que estabas dormida, se nos dio por esa tontería, lo que pasa es que en Londres tenemos que ser tan reservadas, que nos dio por jugar

  • No es nada, hacen bien en aprovechar ahora que pueden.

  • No, está mal, nos prestas tu casa y mira lo que hacemos. me imagino la rabia que te puede dar.

  • No me da ninguna rabia, hagan lo que les parezca que lo único que me puede dar es envidia.

Siguieron disculpándose, hasta qué conseguí convencerlas que no me parecía mal. Y la verdad, ver a la gente feliz, no me parecía mal.

Pasamos el día normal. A la noche se fueron a la habitación temprano, me quedé en la sala mirando la tele. Tenía grabados los capítulos de Luimelia, una serie dónde actúan el tema del lesbianismo con una naturalidad que me encantaba. Para decir la verdad, trabajaban tan bien, que me hacía mi propia novela. Me estaba preparando un trago cuando llegó Susan.

  • ¿Me dejas que te lo preparo yo, tengo uno que te mueres, de paso me hago otro para mí

  • ¿Y Judit por qué no viene? ¿No será por lo de ayer?

  • No, está un poco malita y no quiero molestarla, ¿qué vas a ver?

  • Una serie, Luimelia se llama, muy buena

  • Ah…a veces la veo, lo que pasa es que todos los días no puedo, son capítulos tan cortos

  • Yo los tengo condensados así sigo mejor la trama, lo que pasa es que trabajan tan bien, que da gusto verlas – nos sentamos en el sillón a disfrutar, del trago y de la serie.

  • Trabajan de lo que son, tampoco es tanto el mérito.

  • ¿Cómo de lo que son? ¿y tú qué sabes cómo son?

  • Diana, mira con que naturalidad actúan, si no lo fueran ¿te crees que podrían actuar así.

  • Claro que pueden, son buenas artistas y pueden, no necesitan ser lesbianas

  • Mira, quieres que te diga, aunque no lo fueran, después de estar más de un año dándose besitos, cariñitos y todo eso, no hay hetero qué se aguante.

  • Entonces si mañana aparecen que matan a alguien, ya son asesinas.

  • Es diferente, si yo estuviera aquí dándote besitos y caricitas, me vas a decir si te aguantabas un año.

  • Si fuera artista sí – me puso la mano sobre el muslo y se acercó, yo no le vi la intención

  • ¿Si fueras artista? anda que por menos de eso nos comimos nuestros primeros coños.

  • Eso fue diferente, tú venías buscando eso, y un poco el vino, ya está.

  • Sí claro, más a mi favor, tú no buscabas nada de eso y así todo te llevaste un coño por delante

  • Estábamos solas y con ganas, ellas tienen los de las cámaras, maquilladoras, yo que se cuanta gente hay, debe ser fácil.

  • Yo no te digo que lo hagan ahí. Digo que ahí se calientan y vaya a saber dónde se dan el lote

  • Sabes que pasa, trabajan tan bien que dejan esa sensación, y quita la mano que no estamos filmando – disimuladamente había ido subiéndola por dentro de mi muslo.

  • Reconozco que trabajan bien, pero no son de madera, mira yo apenas te toco un poco la pierna y te molesta. Digo yo, qué te molesta

  • Pues sí, no es lugar ni la forma de que me andes toqueteando, tú estás con Judit, compórtate.

  • Y si estuviera sola ¿te molestaría tanto?

  • Quizá no, pero no estás sola, así que quita las manos – me había corrido la bata y cómo no tenía sujetador, ya tenía una teta afuera - Susan, tengamos la fiesta en paz. Tenemos que estar las tres juntas diez días más, si Judit llega a saber lo que quieres hacer, esto se convierte en un manicomio, la estás engañando.

  • Ah, Diana, si ella estuviera sola seguramente estaría queriendo hacer lo mismo. Ninguna de las dos olvidamos lo bien que lo pasamos contigo

  • Pero ninguna de las dos está sola, así que quítate de ahí – se me vino encima y se metió el pezón en la boca y la mano acariciando las bragas.

  • Susan, me estás haciendo cabrear, quítate que estás haciendo las cosas mal – la empujaba para sacármela de encima, cuando escucho una voz que venía detrás mío

  • Sí Susan, tiene razón, estás haciendo las cosas mal, a ver si las haces mejor – Judit desde atrás del sillón me recostó la cabeza contra el respaldo, y así desde arriba me metió un beso que me dejó flipando – Sabes, siempre nos acordamos lo sabroso que tienes el coño. Sé buena anfitriona y nos lo prestas un poquito. – no valía la pena pelear, si estaban de acuerdo todo bien, mientras ella se hacía cargo de mis tetas, Susan me arrancó las bragas, y allí fue. Habían aprendido mucho desde la vez que había estado con ellas. Hay que reconocer que por muy bueno que pueda ser el satisfycien, nunca se puede comparar con el calor humano de una buena lengua y alguien que sepa usar los dedos. Si son dos, ni hablar. No precisaron mucho para llevarme hasta el orgasmo

  • ¿Y Susan, está tan sabroso cómo antes? – preguntó Judit

  • Prueba, a mí me parece mejor todavía – se juntaron arriba mío en una respiración boca a boca, - ¿Y qué te parece?  Vale la pena que lo pruebes en directo.

  • Eh, paren un poco, ¿algo tengo que ver yo, ¿no? - protesté

  • Si claro, no serás tan mala de dejarnos con las ganas después de que nos excitaste

  • Pero si yo no hice nada.

  • Pues bueno, ahora tienes tiempo de hacerlo. – dijo Judit

  • Ustedes son dos ninfómanas, así que vamos a apagar el televisor y vamos a la cama – apenas entré al dormitorio y Susan me agarró de atrás, me quitó la bata y me abrazó sujetándome de los pechos, Judit respiraba por mi boca mientras me empujaba con la mano en la vulva haciendo que me cayera en la cama encima de su novia

Quedó Susan acostada en la cama, yo de espaldas arriba de ella bien sujeta de las tetas, mientras me chuponeaba el cuello, la oreja y lo que pillaba, y su compañera levantándome las piernas, con la cabeza metida entre ellas haciéndome una brujería con la lengua que me hacía derretir.

Ellas dos solas eran una manada, es que estaban en todos lados (o a mí me parecía). Unos dedos me violaron sin misericordia. Susan abajo mío gemía como si fuera con ella, me parecía raro hasta que caí que su novia tenía dos manos y las repartía una a cada una.

Yo había tenido un orgasmo y estaba por llegar a otro, Susan no había tenido ninguno y empezó a apretarme las tetas mientras me daba un chupón en el cuello para que me durara por todo el confinamiento. Judit saltaba de un coño al otro, pero cuando me agarró el clítoris con los labios, solo necesitó tres o cuatro chupones para sacar todo el jugo que mi almeja tenía guardado.

Me caí para el costado dejándolas que terminaran entre ellas, formaban la pareja más erótica que había visto, se notaba el amor que se tenían, por eso me extrañó cuando le escuché a Susan pidiéndome ayuda

  • Diana, no me ayudas a complacer a mi gatita – qué le podía contestar, después de lo que habían hecho conmigo, no me quedaba más remedio.

Judit le había puesto el coño en la boca, pero el culo lo dejó desprotegido. No era lo que más me gustaba, pero era lo que había, y ahí me fui. Empecé a darle lengua en el ojalillo hasta dejarla preparada para que le entrara algún dedito sin causarle dolor. Enseguida me di cuenta que ese no era un problema, más bien como se movía estaba pidiendo más. Paré en tres, y no es que ella protestara, pero más, me parecía una exageración. Le di caña a lo bruto, la giré la cara para darle un beso, a lo bruto también, para terminar dándole un chupón en el cuello para no ser la única que quedara marcada. Gritó como una cerda cuando se corrió, no sé si por la fuerza del orgasmo o por sentir las uñas de Susan clavadas en las nalgas.

Quedamos un rato en paz. Para mí ya había sido bastante, no para mis compañeras que se liaron en un 69 digno del Nobel de matemáticas. Como Susan quedó arriba, por pura maldad también le marque el cuello a ella. estaba tan entretenida que ni sé si se dio cuenta.

Nos fuimos quedando dormidas, la cama era ancha y no nos importaba molestarnos un poco

A la mañana cuando me desperté ya estaban a los besos

  • Esperen que me voy, si ya andan con ganas, follen tranquilas

  • Eh no mujer, que te crees que vivimos follando, nos estamos dando los buenos días

  • Si así se dan los buenos días, cómo será cuando andan calientes

  • Eso ya lo viste, que tampoco te creas que hacemos cosas raras cuando no estás

  • Por mí, si quieren pueden hacer lo que les parezca que no me va parecer mal, sobre todo después de alegrarme la cuarentena, ya lo que queda no me va a parecer tan aburrido.

  • No te preocupes que no vamos a dejar que te aburras, que ayer fue solo el comienzo.

  • Pensé que habían venido con la intención de pasar una temporada de vida marital nada más

  • Y a eso vinimos, pero siempre nos acordamos de ti. Habíamos pensado hacer una gira por Europa contigo como guía. Tú fuiste nuestro punto de encuentro aun sin haber estado juntas, la que nos diste el coraje de buscar lo que queríamos. Siempre comentamos lo bien que lo pasamos contigo y teníamos la fantasía de saber cómo sería hacerlo entre las tres. Nos conoces y te conocemos íntimamente. Tú eres para las dos nuestro primer coño, y nosotras somos los primeros tuyos. Eso había que festejarlo. Queríamos hacerlo en ese viaje, pero pasó esto y ya ves, nos tenemos que conformar. El viaje lo dejamos para otra vez, que eso de follar por toda Europa es una ilusión que nos queda para más adelante.

  • Y yo que me creía que iba a ser su luna de miel, mira lo que salió

  • Es nuestra luna de miel, lo que pasa que tenemos suficiente miel para tres, y tú aporta lo tuyo, que así como estás en pelota, nos da ganas de vaciarte el panal. Y lo vaciaron varias veces.

No me volví a aburrir. Usamos mermelada y algún juguete de la caja. Hubo sexo del bueno, pero cuando lo hacían entre ellas se notaba algo más que sexo, había amor.

La cuarentena se estiró una semana más. No lo lamentamos. Cuando se fueron, me pagaron lo que hubiesen gastado en el hotel, más las sabanas y lo que habían comprado para la estadía.

Todavía hay que cuidarse, los contagios siguen, pero ahora que ya se puede salir. Cuando me cuentan lo duro que fue el confinamiento, ¿qué les voy a decir? Me callo la boca, me daría vergüenza contar lo duro que la pasé yo.

Volvió la licenciada a contar alguna circunstancia que crea que vale la pena contar