Licenciada en turismo 5

Sigue el problema de Diana, con costumbres que no son de su agrado, y que su huésped le ruega de todas maneras

  • Amita, yo te puedo llevar a tener los mejores orgasmos de tu vida, esto no fue nada a lo que te puedo hacer sentir.

  • Te lo creo cariño, pero ya te dije que no soy lesbiana y tampoco lo quiero ser, y esto debe ser como la hierba, si te dejas estar, terminas adicta. Vamos que tienes que hacer, lávate los morros que tienes un olor a coño que mata

  • A mí me gusta tu olor y tu sabor, me gustaría sentir el olor y el sabor de mi ama mayor, pero ella me desprecia porque no tengo rabo.

  • Bueno, no te quejes que hoy tan mal no te fue, aunque el culo te quedó algo perjudicado

Se vistió con una falda. Para no ponerse bragas, a pesar de la crema, le escocía.

Lidia se quedó pensando en lo bien que la había hecho pasar, no entendía porque Diana, que ya había tenido relaciones con otras mujeres, no se quería follar a esta, no creía que fuera por falta de rabo, pero tenía pensado como solucionarlo.

Fue el primer día que no tuvo problemas con la loca, casi que le gustaba la adoración que le demostraba, estaba un escalón menos que Diana, pero lo de amita le daba cierto calorcillo.

Cuando le contaba de la angustia que sentía por no recibir nada de parte de la ama, la unía un cierto aire de camaradería. No es que le pareciera mal lo que hacía Diana, pero le daba pena, era una tontería, por edad Mery podía ser su madre y estaba padeciendo por no poder chuparse un coño (y con lo bien que lo hacía) bueno, del contenido de la maleta mejor no hablar.

Esa noche Diana llegó tarde, se había encontrado en la biblioteca, con la profesora de historia de cuando cursó la licenciatura, le comentó lo que estaba haciendo y palabra va, palabra viene, salieron a cenar y se explayó en lo que concernía a la investigación (la parte personal no le pareció que fuera para contarla). Le dio buenos datos y consejos, valió la pena regresar tarde.

Cuando llegó, tuvo que aguantarse el reproche de Lidia por no haberle avisado.

  • Perdóname, es que me entusiasmé con mi exprofesora, ¿y a ti cómo te fue con la visitante?

  • Tuve sorpresas, pero vete a dormir que no te mereces que te cuente nada – la dejó intrigada. A la mañana se apuró en preguntar.

  • Bueno, que es lo que no merezco que me cuentes

  • Qué chismosa que eres, tienes que aprender a tratar a tu esclava – y le contó todo, Diana se quedó sorprendida

  • ¿Y tú no eres a la que no le iban las mujeres? ¿qué pasó?

  • Pasó, que después de la paliza que le di, y ver como se corría, no me quedó otra; me gustaría verte a ti. Y te digo, vas a tener que darle aunque sea una paliza, porque se está volviendo loca. Ahora quiere un rabo para contentarte, haz algo porque te va a dar problemas.

  • Pues cuando le crezca el rabo, algo voy a hacer, cuando se levante dile que siga con la tarea, si es que no te folla de vuelta. – se fue riéndose. Mery de madrugadora no tenía nada, cuando la fue a despertar, lo primero que hizo es preguntar por Diana.

  • ¿Y mi ama? ¿cuándo llegó?

  • Tu ama llegó y ya se marchó, así que levántate que te dejó bastante que hacer – se puso a llorar a moco tendido – no soy nada para ella, me somete y ni siquiera le importa si estoy viva, me da ganas de tirarme por el balcón, si no le importo viva le voy a importar muerta.

  • Déjate de decir tonterías, vuelves a decir algo así, y te doy una paliza. No seré tu ama, pero acuérdate que soy tu amita, y te puedo dar duro. – le brillaron los ojos de deseo, Lidia se dio cuenta que amenazar con castigos a quien quiere ser castigada, no era lo mejor – ven a desayunar, me dijo que cuando tuvieras rabo, te iba a tratar como su perra

  • ¿Y cómo hago para que me crezca el rabo?

  • Déjame a mí, que ya se me va a ocurrir algo, ahora a hacer lo que tienes que hacer, vamos

Se quedó un poco más calmada. Se metió en el papeleo y pasó la mañana sin dar problemas.

Lidia fue al súper, hizo las compras y se puso a hacer la comida, la hacía para el mediodía y la noche. Terminó y esperó a que si hiciera un poco más tarde para llamarla a almorzar. Se sentó y se puso a llorar

  • ¿Y ahora qué te pasa?

  • No le importo nada a nadie, en toda la mañana no me mandaste a hacer nada.

  • Pero si ya sabes lo que tienes que hacer ¿qué quieres que te mande?

  • Tú eres mi amita, por lo menos tendrías que haberte fijado si hacía las cosas bien.

  • Mery, no me vengas con esos cuentos, que sabes que no sé nada de lo que haces, tú lo que te estas pidiendo son unos azotes, y para de llorar porque te los ganas – se soltó a llorar más

  • Si lloro es porque se me da la gana

  • ¿Sí? Pues ahora vas a saber lo que se me da la gana a mí – la agarró del brazo y la metió en el baño, le dio un tubo de enemol - ¿ves esto? Quiero que te limpies bien por adentro, y mejor que lo hagas bien, porque si te lo tengo que hacer yo, te van a tener que cambiar el culo.

La cara de Mery, era cualquier cosa menos de miedo. Estaba expectante a lo que le iban a hacer y lo disfrutaba. Después de todo si le hubiese dicho para que le mandaba a hacer eso, lo haría esperanzada, pero lidia le quiso poner el toque de incertidumbre que deseaba. Estuvo un buen rato antes de ir a buscarla

  • Ya está, ¿qué me vas a hacer?

  • Ponte a gatas en la cama – agarró un bote de crema y se la empezó a meter en el culo con el dedo, entraba con facilidad, aunque agarrada a la almohada se hacía la que le dolía, tomó un nabo de la bolsa que había traído, y después de untarlo se lo empezó a meter en el ano, tenía como cinco centímetros de diámetro, pero en la maleta de ella, había cacharros más grandes. Le metió la mano abajo en la vulva y así apoyada la levantaba mientras metía y sacaba el nabo, haciéndolo entrar cada vez un poco más, sintió la mano de ella guiando la suya para que rozara el clítoris, gemía como loca, pero no sabía si de dolor o de gusto, aunque en ella las dos cosas se daban juntas. Enseguida la sintió correrse entre gruñidos. El nabo había entrado hasta la mitad y cada vez se hacía más grande. Siguió con el mete y saca y Mery siguió hamacándose en la mano de Lidia.

Una mordía la almohada mientras se movía desenfrenadamente, la otra tenía el nabo viendo como con ese movimiento ese ano se estaba tragando la parte más gruesa; en un momento se arrepintió de traer un nabo tan grande, pero en un espasmo, un embate hacía atrás, ¡flop! Se perdió adentro y el esfínter se cerró atrapando el nabo, en el instante que se corría de una manera que perecía que se meaba. Mery quedó acostada ronroneando

  • ¿Cómo estás? ¿esto es lo que querías?

  • Tu eres la amita, si tú lo querías también lo quiero yo, pero me rompiste el culo ¿cuándo me vas a sacar lo que me metiste?

  • Mírate en el espejo, y dime si quieres que te lo saque – miró y vio un hermoso rabo de nabizas que le salían del culo, parecía un florero surrealista, le quedaba muy lindo.

  • Déjamelo, quizá esto le guste a mi ama y me deje servirla

  • Claro, a tu ama sí, a tú amita que fue la que te dejó tan linda, nada.

  • ¿Cómo que nada? Deja que tu perrita te va a hacer gozar como nunca.

  • Anda, anda, guárdate para tu ama, que yo no importo – se abrazó a sus piernas y si no se sienta en la cama la tira

  • No digas eso, gracias a ti no me volví loca (de que no estaba loca era una idea discutible) vas a ver el placer que te puede dar tu perrita con rabo – para que iba a negar lo evidente, Lidia estaba caliente y ella de calmar esa calentura sabía un montón. No le iban las mujeres, pero su coño no se enteraría de quien era la lengua. La dejó actuar, era una artista, sin usar ni siquiera un dedo, tocaba el clítoris con esa lengua prodigiosa, de una manera que ni ella sabía hacerlo, la llevó al cenit dos veces, no fueron más porque la sacó.

  • Ven, vamos a atar las ramas un poco para que no se rompa – le hizo un moño – ahora te queda mejor, deja que esté en la mesa y te acercas.

Llegó Diana cansada, se cambió y volvió a la cocina con Lidia.

  • Y ¿cómo se portó la loca? ¿no me digas que le tuviste que dar otra paliza?

  • No Diana, pero te aconsejaría que no te la tomes tan a la ligera, hazle un poco de caso porque te puede hacer un desastre, está loca pero no sé para donde va a salir, vas a ver lo que hizo por ti. Diana estaba parada al lado de la mesa cuando sintió un lametón en la pierna, miró, y pego un salto y un grito

  • ¡Ay! ¿qué te pasó? ¿qué tienes ahí?

  • Querías que tuviera rabo, ahora lo tengo, ahora puedo ser tu perrita, tampoco me quieres así.

  • Sí, está bien, es que a lo primero me asustaste – le acarició la cabeza – te queda muy lindo, es un rabo vegetariano, me gusta mucho. Ahora vamos a cenar ¿quieres?

  • Bueno, ponme el plato en el suelo, en la silla no me puedo sentar, se me rompe el rabo

  • Tú eres una perrita muy inteligente, te montas a caballo de una banqueta, y vas a ver que puedes cenar en la mesa – terminó y enseguida se bajó al piso a ponerse en su lugar. Lidia le dijo

  • ¿Por qué no la llevas con la correa hasta la sala? Ya te llevo el café – no le gustaba nada, pero si era cierto que podía hacer cualquier locura, trataría de evitarlo, la llevó como una perra e iba contenta dándole al culo para que se moviera la cola. Cuando se sentó en el sillón se abrazó a su pierna, más parecida a un perro que a una perra.

  • Ama, te gusta, tú dime lo que quieras que yo lo hago, soy toda tuya.

  • Sí, sí, me gusta, pero sabes lo que tenemos que hacer y yo sola no puedo; eres tú la que sabe lo que necesitas. Tienes que fijarte en lo que te mando para que podamos terminar.

  • Yo me fijo, y está todo bien, pero después cuando estoy contigo tengo que servirte. Me desprecias como esclava y tampoco me quieres como perra, no me castigas, no me acaricias, pareciera que me odiaras, pero tampoco me pegas. – así como estaba abrazada a su pierna, tenía apoyada la vulva en su empeine, se movía despacio en un vaivén que se notaba para que era. La miraba esperando el reto que no llegó. Diana estaba un poco acojonada con lo que le había dicho Lidia, y no le pareció que eso fuera tan malo, tenía que reconocer que verla así un poco la excitaba

  • Llegó el café – entró gritando Lidia, a pesar que en ese momento se quedó quieta, se dio cuenta lo que estaba pasando – uhm…le estás haciendo mimitos a tu perrita, hoy se portó muy bien se lo merece, aquí te dejo el café y me voy – quedaron solas, Mery frotándose contra el pie, cada vez más descaradamente mientras le pasaba la lengua por las piernas como una perra.

  • Bueno, bueno, despacio, ¿Quieres jugar? Juega, pero despacio, no queremos que se rompa esa cola tan bonita. – se movía frenéticamente y se corrió frenéticamente mojándole todo el pie.

  • Ama déjame, yo te puedo llevar al paraíso, por favor permíteme beber algo de ti

  • No puedo, todavía no se me fue la regla

  • No importa, vas a ver que te va a gustar igual

  • No puedo, es por la religión, tu eres protestante y te es igual, para nosotras no, anda vete a dormir que mañana nos queda mucho que hacer – se fue Mery aguantando sus deseos.

Diana también se metió en su habitación un poco desorientada, estaba caliente, no era la primera vez que tenía rollo con una mujer ¿qué le pasaba con esta que sentía tal rechazo en involucrarse?

Le molestaba esos papeles de dominante y dominada, reconocía que Mery estaba muy bien, era follable, pero no así. Le gustaba el sexo, pero no era capaz de todo.

Mery salió de la sala lagrimeando y fue a buscarla a Lidia a su habitación

  • Lidia, ¿no puedes venir a sacarme el rabo, tengo miedo que se rompan las ramas se quede adentro y tenga que ir al hospital

  • Ahg…qué hospital, con el culo que tienes tú, hay lugar para varios rabos, ponte en cuatro – se subió sobre la cama mostrando el culo y las nabizas, le metió la mano en la entrepierna para levantarla - ¡Eh! ¿qué es esto? Te corriste, te salió bien lo del rabo

  • ¿El qué me salió bien? yo me corrí, pero a ella no la pude tocar, no sé qué de la regla o eso.

  • Bueno, ya se le va a pasar, ahora quédate quieta, a ver si sacamos este nabo – tiró a ver si asomaba la parte más gruesa, no, tenía que tirar mucho era peligroso; Mery gemía como una condenada; se la iba a tener que aguantar; le metió el dedo y alcanzó a enganchar el nabo, pero si tiraba, iba a salir el nabo y el dedo, tenía que agrandar más el culo – vas a tener que aguantar si no quieres que se quede ahí adentro.

  • Bueno, tira y vete sacándolo de a poco, me revientas – tiraba con el dedo y de las ramas, pero estás parecían que estaban por romperse, no le veía la solución; está bien, tendría que aguantar un poquito más de dolor, lo dejó ir un poco para adentro y metió el índice de la otra mano, ahora lo tenía bien agarrado, claro que al sacarlo ese culo iba a parecer una mueca.

  • Mery, te va a doler un poquito, pero tu aguanta, termino de avisarle cuando tiró haciendo salir la parte más gruesa – Mery estaba acostumbrada al dolor, pero no tanto. Mordió la almohada mientras bramaba

  • Para, para, déjalo ahí un momento mientras se me pasa, me partiste, tenme un poquito que no me aguantan las piernas

  • Qué exagerada, ni que te hubiese roto el culo – la volvió a sostener por el centro y sintió como se apoyaba en su mano, había quedado derrengada.

  • Lidia, no me lo saques de golpe porque me va a quedar un boquete, vete sacándolo y metiendo de a poco para recuperar la elasticidad

  • Ay…pero que enterada, se ve que no es la primera vez que te pasa

  • Si te doliera como a mí, ibas a ver si te enterabas, ay, ay despacito, sácalo y mételo de a poco, ay, como me duele, como me duele.

Uf…esta es la que quería tanto castigo, pensó para sus adentros; está bien que entre el nabo y los dos dedos, el culo le había quedado como la risa de un payaso, siguió metiendo y sacando hasta que sintió como si le diera un ataque epiléptico

  • Mery, ¿qué te pasa? – esta estaba tiritando; mientras gritaba; sigue, sigue.

Estaba loca, en pleno ataque y quería que siguiera, no sabía qué hacer, cuando siente en la mano el líquido que se le estaba escurriendo por el coño. La madre que la parió, ella pensando que le estaba dando los primeros auxilios y la guarra gozando un orgasmo de película, le sacó el nabo de golpe, ¡y sí! quedó despatarrada con un buen agujero.

  • Pero si serás cochina, parece que el rabo te hizo bien

  • Amita, es que esto me libra un poco las tensiones de no poder beber de la esencia de mi ama.

  • Tu lo que querías, era comerle el coño.

  • Bueno, eso sí; pero es que quiero ser su esclava, su perra y ella no me acepta ¿no soy bastante para ella? ¿qué tengo que hacer? – se tiró al suelo y se abrazó a las piernas de Lidia – amita, ¿tampoco soy bastante para ti? ¿tan mal lo hago?

  • No seas boba, lo haces bien pero ya te dije que no soy lesbiana

  • Amita, no necesitas serlo, tu no haces nada, déjate estar

  • Bueno, pero un poquito nada más – se acostó en la cama, y dejó que la volviera a llevar al estado de placer de aquella tarde. Que bien que lo lograba, Diana no sabía lo que se perdía. Disfrutó de un orgasmo fabuloso la dejó acostada y se retiró; no quería enviciarse. A la mañana conversó con Diana sobre lo que pasó el día anterior.

  • Diana ¿qué te pasa? La tienes a dos velas y la pobre ya no sabe lo que hacer para que le hagas un poco de caso, no sé cómo será siempre entre ustedes, pero te aseguro que sabe lo que hace, y no está nada mal que se diga, y total dentro de dos días se va

  • Ya sé qué está bien, pero es que se hace la perra y yo la vez que lo hice fue con mujeres, andaban paradas en dos pies, se agachaban nada más que para follar, a ti me parece que te está gustando.

  • No te voy a negar que me gusta, pero no me cambia en nada

  • ¡Sí claro! A ver cómo la llevas hoy. Cómo sigas poniéndole rabos, le vas a tener que coser el culo – se quedó pensando ¿qué podía hacer para interesar a Diana? Le daba pena la inglesa.

La despertó para que terminara lo que tenía que hacer, mientras ella iba a hacer la compra. Volvió y se puso a hacer la comida. Cuando terminó fue a avisarle

  • Mery, ¿vas llevando todo bien? mira que prácticamente tienes que terminar, mañana te vas.

  • Sí, me voy y a mi ama no le importo, no me da nada de parte de ella, ni a mis perras las trato así, si no fuera por ti, ya me hubiese matado.

  • No te pongas así, quizá hoy tengas suerte, yo te voy a ayudar. – almorzaron y terminaron de preparar el material para el libro. – bueno, ahora te vas a duchar, y te me limpias por afuera y por adentro, hoy estrenas rabo

  • ¿Qué me vas a poner?

  • Un rabo precioso. Hoy no vas a ser una perrita, vas a ser una conejita cómo las de play boy. – preparo todo en la habitación como para vestirle y maquillarla, al rato salió del baño desnuda

  • ¡A ver! Arriba de la cama cómo una conejita, te abras limpiado bien el culito

  • ¿Es muy grande el rabo?

  • Es más chico que el otro, un poco más gordo – era un bulbo bastante redondo, era más gordo, pero cuando pasara del medio, se iba a meter solo. Empezó a empujar: sí costaba un poco

  • Para, me duele mucho, me vas a desgraciar – gritaba

  • Sí, ya te conozco, mucho grito, mucho grito, y lo disfrutas como la que más

  • No, de verdad esto me duele mucho, es muy grande – le estaba costando, pero en el pueblo se decía, un dolor calma otro dolor. Le dio un azote fuerte en la nalga

  • ¿Te calma? – y le dio otro

  • Un poco, sigue – le había puesto bastante lubricante, y entre empujoncitos y azotes, llegó a pasar el medio y flop, entro todo el bulbo

  • No sabes lo hermoso que te queda, estás para la tapa, hoy si me haces caso te llevas el premio, ahora a vestirte – eso de vestir era un decir, unas medias negras con ligero, unas correas de sujetador que eran parte del uniforme que había traído, un delantalcito y una cofia, la maquilló y la llevó frente al espejo. Se miró y quedo encantada; unas orquídeas le salían del culo formándole un rabo precioso – ahora con unos buenos tacos, la conejita perfecta

  • Pero es que con tacos no puedo andar de perra.

  • Es qué no tienes que andar de perra, tienes que andar cómo una mujer hermosa, sugerente, hacerle ver que tienes hambre de ella, que la vas a hacer gozar hasta llevarla al paraíso.

  • ¿Te parece que así voy a conseguir algo?

  • No sé, pero ladrando seguro que no consigues nada, quédate aquí que después te llamo.

Eran las seis de la tarde, cuando llegó Diana preguntando

  • Y, ¿cómo fue todo? ¿qué preparaste para hoy? Supongo que no te quedaste quieta.

  • No, algo hice, pero me lo dices cómo si lo hiciera porque me conviene a mí; lo hago por ti y por ella, me da pena ver como se desespera, y tú no sabes lo que desperdicias.

  • Parece que te gustan bastante sus habilidades

  • No te lo voy a negar, pero si estuvieras aquí, con este ambiente tan extraño, con sus manías, sus angustias, también te daría un poco de pena. Mira, ponte cómoda y ven a la sala, podemos comer unos bocadillos, y quizá la camarera te sorprenda.

Pasó Diana a ducharse y ponerse una bata para entrecasa. Mery el día siguiente se iba, a lo mejor la conformaba en algo, después de todo, estaba bien y por lo que decía Lidia, sabía lo que hacía. Se sentó en el sillón de la sala en el momento que Lidia llama

  • Mery, cariño, ¿puedes traer los bocadillos? – entró una despampanante mucama con la bandeja, se agachó para apoyarla en la mesita, mostrándole un culo tan florido. Diana quedo sorprendida

  • Mery, te queda divino. Unas flores tan hermosas necesitan un florero tan bello como ese.

  • Gracias mi ama, ¿qué les traigo de beber?

  • Tráenos unas cervezas y trae también para ti – se fue a buscarlas moviendo el culo como en una coreografía, estaba para comerla. Quedaron conversando mientras esperaban.

  • ¿Y qué te parece? No se le notan los años, le puedes dar un poco de comer

  • De verdad que cómo está hoy podía ser, te esmeraste – en eso aparece con los vasos, le da uno a cada una y se queda parada con el de ella en la mano

  • Pero qué haces parada, siéntate – se dio vuelta mostrando su colita

  • Es que no puedo, se me rompe el rabo de conejita

  • Diana, ¿por qué no la sientas en tus rodillas? Le dejas la colita para afuera, y no se rompe nada

  • Esta bien, siéntate aquí, estás muy hermosa, hoy me gustas mucho.

  • Ay gracias mi ama, al lado de tu belleza yo soy horrible

  • Tú no eres horrible ante nadie, y no necesitas buscar ama, cualquiera se dejaría amar por ti, eres una conejita divina.

  • Solamente quisiera ser tu conejita, que me dejaras ir a tu cuevita, te aseguro que podría hacerte feliz – en ese momento intervino Lidia

  • Les voy a preparar unos chupitos, ahora se los traigo, y las dejo que tengo que hacer – volvió con los dos chupitos. Mery se había montado sobre una rodilla y se había dejado caer sobre Diana. Esta notaba como frotaba su vulva sobre esta y la excitaba, hacía días que estaba con este juego, y lo que le decía Lidia cada vez la intrigaba más. No le gustaba lo de ama, sumisa, pero tenía que reconocer que estaba muy bien.

  • Mery, ¿qué quieres?

  • Quiero beber de ti, quiero emborracharme con tu esencia, que me des una ínfima parte de tus poderes, ¿no quieres ser mi ama? sé la diana que penetra en mi corazón – se había sentado sobre su pie como el día anterior, sabía lo que quería

  • Bueno, está bien, te voy a dejar pera déjame ir a hacer pis y lavarme.

  • ¡No! no vayas, yo puedo

  • Pero ¿qué puedes? Déjame ir que con la cerveza si no voy, me meo encima

  • No vayas, de verdad puedo, es algo que sale de dentro de ti, por favor dámelo, no te cuesta nada y para mí es mucho – a Diana eso le parecía una cochinada, pero al mismo tiempo le daba el morbo de saber que era la única vez que podía estar en una situación así.

  • Mery, pero vamos a mojar el sillón, el piso, todo

  • No mi reina, no voy a desperdiciar nada, siéntate en la punta, y déjame a mí – apenas apoyaba el culo en el sillón, con las rodillas bien abiertas, vio como apoyaba la boca en el meato, soltó un chorrito, pero enseguida sin querer hizo fuerza para retener el pis, se le hacía difícil, para colmo después de tragar el chorro, con la lengua le limpiaba la vulva desde la vagina hasta el clítoris.

Siguió así, soltando el pis en intervalos, y Mery seguía haciendo lo mismo, nada más que cada vez se tomaba más tiempo para limpiarla. Ya no aguantaba, le puso la mano debajo de la barbilla, y mientras le acariciaba la cara le soltaba el pis a chorritos, la dejó que jugara con toda su vulva hasta que no pudo más.

  • Corazón, me meo, me corro, me todo -  y con un gemido se fue entera. Se recostó contra el sillón, no sabía bien que había pasado, pero sabía que había sido bueno. Que Mery siguiera también era bueno, tenía razón Lidia; hacía magia con la lengua, la sentía rozarse frenéticamente contra su pie, en un momento le pareció que se lo estaba metiendo en el coño. Había visto a unas austriacas meterse todo el puño como si nada, el pie de ella no era más grande, eso la tranquilizó.

Qué bien que le repasaba el coño, de verdad era una artista, la escuchaba gemir y más la calentaba; sentir que la llevaba a otro orgasmo, le hacía encoger los dedos de los pies, uno no tenía importancia, pero el otro estaba metido en el coño de la inglesa, que para colmo se había agarrado del tobillo y no se lo metía más porque chocaba contra la pierna.

Fue un aquelarre, (pero de los buenos) Diana absorbía todo el disfrute que le propinaba esa conejita que, de chupar coños, sabía un montón. Y Mery había encontrado el pie, para por fin sentirse realizada. Había llegado al punto que tanto había deseado, y quería saborear todos los jugos que le podía deparar su ama, buscaba en cada pliegue los sitios más sensibles; la sentía vibrar, las contracciones de sus músculos se reproducían en los dedos del pie que tenía introducido en la vagina, la estaban enloqueciendo. Sabía que no podía aguantar mucho, pero quería que ella se corriera primero para poder libar de su néctar. Los gemidos eran mutuos y los orgasmos fueron casi simultáneos, quedo apoyada en su vulva recuperando la respiración.

  • Mery, ya está bien, vete a descansar que mañana tienes que viajar devuelveme el pie – se desenganchó y lo limpió a lametones

  • Si quieres sigo ¿no lo hice bien?

  • Sí, lo hiciste muy bien, lo hiciste tan bien que me dejaste de cama – le acarició la cabeza – anda vete a dormir. Se fue Mery conforme a medias, sus sesiones sexuales solían ser más intensas; fue menos de lo que quisiera, pero era más de lo que había esperado. Ahora el asunto eran las orquídeas, no era el mejor sitio para hacer una plantación. La fue a buscar a Lidia

  • Amita, ¿me vas a ayudar a sacarme la colita?

  • Uhm…ya me parecía que no podías estar sin mí, ¿cómo te fue con Diana?

  • Bien, gracias a ti; fue una idea genial, no sé cómo pagarte

  • ¿Cómo pagarme? Anda, ponte con el culo para arriba que ya sabía que iba a tener que sacarte eso, súbete a la cama cómo ayer – la hizo poner como una perrita, se había traído dos tenedores de postre, le pasó bastante crema a lo que se podía ver del bulbo, tiró la rama para el costado, y fue clavándole el tenedor por ese lado: Mery gemía, pero no le hacía caso, seguro le estaba gustando. Empezó a volcar el bulbo para el otro lado, se sentía cómo una cirujana extrayendo, lo que fuera; no, mejor cómo una partera en el momento de asistir al parto, estaba emocionada, alcanzó a clavar al otro tenedor, ahora sí, ya no importaba si se rompía la rama. Iba girando al mismo tiempo que tiraba, de a poco se iba viendo cómo asomaba el bulbo.

  • Me duele mucho – gritó Mery

  • Un dolor quita al otro – le dio un azote bastante fuerte en la nalga - ¿esto te calma?

  • Y sí, pica un poco pero no duele tanto – por la forma que movía el culo, se ve que le encantaba, siguió despacio intercalando cachetes y tirones; ya estaba llegando hasta el punto donde el diámetro era más gordo, de ahí para adelante tenía que salir fácil. Se arrimó para ver bien cómo se producía el parto. Salió fácil, después de pasar la mitad salió demasiado fácil; un flooop sonoro…y un soplido le aireo la cara con un gas pestilente que casi la sienta, tremendo pedo.

  • Cochina de mierda – gritó, le dio un buen azote al tiempo que se fue corriendo al baño a lavarse la cara y meterse agua por las narices para sonarse todo lo que pudiera. Volvió furiosa, fue hasta la maleta y busco un consolador de buen tamaño

  • Prueba esto, a ver cómo te tiras los pedos ahora – se lo metía y sacaba con rabia – pedorra de mierda, te voy a enseñar a cerrar el culo

  • Se me escapó, perdóname amita, castígame todo lo que quieras – en ese momento se dio cuenta lo difícil que es castigar a alguien que disfruta del castigo. Volvió a la maleta y tomó un vibrador con control remoto, le puso las pilas, se lo metió en el coño y le dio a tope.

Mery se desesperaba, no de angustia, simplemente que esos dos pistones la estaban exprimiendo de una manera, que los orgasmos se sucedían uno tras otro. Mordía la almohada, tiraba el culo para atrás cómo saliéndole al encuentro de los aparatos.

A Lidia, se le había salido la cadena y se iba de vueltas. Llegó el momento que Mery se desplomó con las piernas abiertas sobre la cama al borde del desmayo, ahí se asustó

  • Mery, ¿qué te pasa? ¿te sientes mal?

  • No, si me vas a dejar eso puesto, dale que vibre un poco menos

  • Qué te parió, eres puta por dónde te busquen – se sentó al lado – de verdad estás bien

  • Sí, pero no te lo hice a propósito, ¿te parece que con el agujero que me quedó podía parar ese pedo? – le acarició el culo y le sacó el consolador y vio cómo quedó

  • Uf… tienes razón, gracias que te habías lavado bien por dentro, sino me pintas de india

  • ¿Entonces no estás enfadada conmigo? Si quieres te puedo resarcir el mal momento

  • Sí claro, estás para resarcir algo, yo no soy lesbiana y tú no puedes con tu alma – después de lo que había pasado se sentía excitada

  • Si me dejas, te puedo demostrar que puedo con la tuya, aunque no seas lesbiana, quiero dejarle un buen recuerdo a mi amita – se fue aproximando, le corrió la chaqueta del pijama, para subir con sus besos por el muslo hasta llegar a la ingle. Corrió las bragas y pasó la lengua por el pubis

  • Bueno, quítame las bragas y me pasas un poquito – se las fue quitando lentamente a medida que la cubría a besos, le puso la almohada debajo del culo y fue por su almeja – Lidia se hizo la indiferente hasta que sintió la electricidad que le producía esa lengua, toda la situación vivida la había puesto cachonda, ahora sentir esa boca la hacía derretir. Ya sabía lo hábil que era, por eso no le extraño la rapidez con que la llevó al orgasmo, tenía un satisfyen pero Mery era mucho mejor, pasó la lengua por toda la vulva hasta llegar al ano, de ahí subió a introducirla en la vagina, parecía una serpiente revolviéndose adentro, no era tan grande como un pene, pero sentirla mover ahí adentro, era un deleite que le quitaba todo el ánimo de pararla, volvió al clítoris, y nuevamente esa descarga la hizo correrse escandalosamente. Quedó aletargada, no pudo saber cuánto tiempo.

Cuando despertó vio a Mery con la boca apoyada sobre su pubis, respirando sobre su vulva, estaba adormecida, sentir su respiración le subía la temperatura, esa mujer era un demonio, la fue corriendo de a poco, no quería despertarla; no pudo, se despertó lo mismo

  • Qué pasa ¿te quieres ir?

  • Sí tenemos que dormir

  • ¿No te quieres quedar un poco más conmigo? Te puedo enseñar algo más

  • ¿Todavía algo más? pedazo de lengua que tienes, debe haber pocas como la tuya

  • Es que tengo cortado el frenillo, pero mira que no la disfrutaste toda

  • No sé qué más podrías hacer

  • Déjame que te muestro – entre la calentura y la intriga de saber lo que podía hacer, se dejó. Pasó la lengua por toda su vulva, jugó un poco con su clítoris y cuando la tenía a punto, volvió a su vagina y empezó a hacerse lugar a empujones, la metía y sacaba y cada vez tocaba diferentes sitios, había puntos que ni ella sabía que estaban, de pronto parecía que le estaba lamiendo el clítoris, pero desde adentro, era una sensación sublime, pegada su boca sobre su abertura llenándola por completo; hacía que se tensaran los músculos del estómago, al mismo tiempo que parecía que los de la vagina absorbían esa lengua buscando más contactos, empujaba contra su boca, con los ojos cerrados notaba todo su cuerpo revolucionado; sentía como un orgasmo diferente, de pronto tocaba ciertos sitios que la hacían desesperar, ya no aguantaba más.

  • Mery ¿qué me haces? Para qué no sé lo que me viene, ay… de verdad para, nooo, no pares siiiigue me viene siii, aaahhhh,  -un chorro salió como si se estuviera orinando, Mery puso la boca para bebérlo todo, enseguida vino otro y otro y no dejó que se desperdiciara nada.

Lidia nunca había sentido una sensación como esa, por un lado, el placer que le había hecho sentir era de otro mundo, pero el haberse hecho pis le daba vergüenza, era peor que el pedo de Mery. Se quedó quieta pensando una excusa

  • Y ahora qué te pasa, ¿te gustó o no te gustó?

  • Hiciste que me gustara, pero yo no quería hacer esa guarrada, no pude aguantar el pis

  • Pero ¿qué pis amita? Eso es lo que quería que disfrutaras, eyaculaste y me gustó

  • Anda ¿de verdad no es un cuento?

  • Si es un cuento procura que te lo cuenten seguido, ven que seguimos

  • Pero tú estás loca, quieres terminar conmigo. Anda, a dormir que mañana tienes que viajar. - Le acarició el culo, la tomó de la cara y le dio un beso en los labios; un beso seco, sin connotaciones amorosas pero que demostraba cierto afecto. Mery se quedó mirándola sorprendida, y con una sonrisa solo le dijo, gracias

DIANA

Me desperté pensando que por fin este día se terminaba esa pesadilla. Era irónico que el último día, fuera el que mejor hubiese aprovechado. Tenía que reconocer que las virtudes que me señaló Lidia eran ciertas. Era una artista del sexo (loca, pero una artista al fin) era para tenerle miedo.

Ese juego de dominación, en cierto momento me dio una sensación de poder que me llegó a provocar cierto gustillo y miedo. El poder puede ser embriagante, y lo que menos quería era emborracharme de esa manera

Fui hasta la cocina, todavía no había nadie, después de escuchar parte de la fiesta que se armaron antes de dormir, no me extrañó. Terminé de preparar el desayuno, cuando apareció Lidia

  • Caramba, ¿qué te pasa que madrugaste?

  • Yo no diría que madrugué, mira la hora que es, parece que el turno trasnoche te dejó mal.

  • Y sí, tuve que dedicarme a sacar las orquídeas del florero, y me llevó mi tiempo

  • Por el ruido parece que no sufriste mucho, será mejor que despiertes al florero que tiene que empacar para irse. – fue a despertar a nuestra invitada y volvió enseguida

  • Ya tiene todas las maletas listas, se está bañando, parece que se espabiló – nos sentamos a desayunar y al rato apareció Mery, vestida cómo para irse. No mostraba ninguna de las taras que había demostrado los días pasados.

  • Parece que estás preparada, ven desayuna y terminamos de arreglar todo lo que falta.

  • Ya está todo arreglado, lo que te voy a dejar es la maleta con los juguetes, están casi todos sin usar y no voy a pasarlos por la aduana nuevamente.

  • Si quieres, déjalos, pero no creo que los use

  • Sí, ya sé, con tus poderes no los necesitas, podías venir a Londres a dar una conferencia, podríamos pagarte cincuenta mil libras – me quedé sorprendida

  • Una conferencia ¿de qué y a quién?

  • Tenemos una asociación de amas, cada tanto nos reunimos y nos intercambiamos a nuestros esclavos y esclavas, y de paso aprendemos otras maneras de tratarlos.

  • ¿Y a los esclavos, a todos les hacen la vasectomía?

  • No, algunos son los esposos, vieras cómo disfrutan

  • Ustedes están locas, y te parece que yo les puedo dar una conferencia, ¿qué les puedo enseñar?

  • Cómo lograr tener el poder mental que tienes tú – no llegaba a entender de que hablaba

  • Pero ¿qué poder mental tengo yo?

  • Ah, no te hagas, mira lo que hiciste conmigo, me tuviste todos estos días como tu perra, me hiciste doler más que si usaras todos los implementos que traje para eso

  • ¿Yo te hice doler? ¿y eso lo trajiste para que lo usara contigo?

  • ¡No! lo traje para usarlo contigo, tú tenías que ser mi sumisa, y pensé que ya te tenía, y de pronto sentí un clic y me di cuenta que tenía que ser tu esclava. Lo peor que me castigabas sin siquiera tocarme, te necesitaba, necesitaba tus castigos, poder servirte, sentir que me humillabas y tú peor, ni caso; si no fuera que me hiciste servir a Lidia me hubiera matado. No soportaba más ese castigo. Eso es lo que podías enseñarnos, cómo llegar a tener ese poder.

  • Pero si el clic que te hice yo, fue devolverte el castañazo que me habías dado a mí

  • Diana, con un bofetón no me puedes hacer tu esclava, me tuviste así el tiempo que se te dio la gana, y ahora me liberaste, ahora me siento libre de tu poder. Podrías enseñarnos cómo conseguir dominarlo. Entiendo que eso no puedes divulgarlo, pero quizá hasta te podíamos pagar más

No se me ocurría nada para contestarle, tenía que buscar una excusa para terminar bien

  • Sabes que pasa, que yo pertenezco a una comunidad de mentalistas, y ninguna puede trasmitir estos poderes, si lo hacemos nos repudian y perdemos los poderes, lo lamento, pero no puedo.

  • Te comprendo, ¿Y a Lidia también la tienes sometida?

  • ¿A mí? Puf… ni te imaginas, no puedo ni ir ni a mear si no me da permiso – le contestó

  • Bueno, por lo menos te mandó calmar mi angustia, si tengo que escribir otro libro, quizá me puedan recibir otra vez, si pudiera traía a mis perritas. – de pensarlo me daba fiebre

  • Sabes que tengo el tiempo muy justo, no sé si pueda ser, es una pena, con lo que me gustaría.

  • Ya vienen de la embajada, me fuiste de mucha ayuda, y aprendí mucho contigo. Y tú Lidia fuiste el alivio para compensar tanto sufrimiento – en ese momento llego el coche a buscarla, subieron a buscar las maletas, nos despedimos, me miró como pidiendo permiso y me dio un beso en la mejilla y dejaba un sobre en mi mano. A Lidia le dio una caricia y un beso en la boca al tiempo que le dejaba otro sobre, y así la vimos irse. Quedamos las dos solas.

  • Qué será lo que nos dejó en el sobre – lo abrí y un cheque por diez mil libras y una misiva “a la que me enseñó a disfrutar la vida desde el otro lado del espejo” – Lidia abre el tuyo, otro cheque por el mismo importe “Para la que le dio a mi cuerpo lo que necesitaba, la que me dio de beber cuando estaba sedienta, para la que me guio para conseguir que mi ama al fin me diera su esencia” – La enamoraste, dices que no tienes nada de lesbiana, pero la enamoraste, algo tendrás

  • Está loca, bueno, locas que me pagaran así quisiera todos los días, aparte que según lo miras, todo no lo tenía de malo, cumplía el precepto. Lo que no quieras que te hagan ti, no se lo hagas a los otros, ella quería que le hicieran lo mismo que les hacía a sus chicas, y a ellas parece que les gustaba también. No será fácil de entenderlas, pero son así y allá ellas, pero que trate de comprenderlas no me va a hacer lesbiana

  • ¿Y entonces cómo te liaste con ella? mira que no fue una vez, y me parece que te gustó

  • Claro que me gustó, y mucho, y lo volvería a hacer, pero yo no me casaría con una mujer, ni me juntaría, y no quiere decir que no tuviera sexo, sobre todo si lo hiciera tan bien como ella, a ti seguro que también te gustó, y ¿te juntarías con ella?

  • Ni loca, lo que te digo es que así se empieza, si probaste, es porque tenías curiosidad

  • No, no es por eso. Lo que pasa es que yo soy la chica de la limpieza, y quizá en mi vida no pase de eso, y tener en mis recuerdos el haber tenido una lady inglesa lamiéndome el coño, va a ser una curiosidad y una satisfacción que no la tiene cualquiera

  • Claro, tener una anécdota linda para contar, puedes escribir un libro con tus memorias

  • Sí, porque escribir un libro debe ser tan fácil como tirarse un pedo, qué voy a contar, y aunque sea cierto ¿quién se lo va a creer?

  • Una escribió las memorias de una camarera, y era más guarra que tú. Lidia, tú no eres tonta, ¿por qué no estudias, aunque sea una carrera corta? No tienes por qué estar siendo la chica de la limpieza toda tu vida, estudia algo de turismo, yo te puedo ayudar

  • ¿Estudiar lo mismo que tú? ¿Cuantos años son?

  • Puedes estudiar Guía de turismo, es más corto, y después si puedes, sigues la licenciatura

  • Diana, tengo que trabajar para pagar el alquiler del mono ambiente donde vivo, comer, vestir y pagar los estudios, cuantas horas tengo que trabajar ¿te parece que me alcance? ¿Cuándo estudio?

  • Vente a vivir aquí y ya te ahorras el alquiler, trabaja unas horas para tus gastos, algunas veces hasta me puedes acompañar si me contrata alguna familia que me cueste manejarla sola. Te voy a pagar bien

  • ¿Y no me vas a cobrar por vivir aquí? Oye, ¿no estarás pensando usar tus poderes mentales conmigo?

  • Uhm…no te veo para perra, aunque por ahí la inglesa te enseñó algo y quieras probar.

  • Y sí, me enseñó cómo se plantan las orquídeas, tú tienes un buen florero, ¿así que si quieres?

  • Vete a cagar tú y tus orquídeas. ¿vienes a vivir o no?

  • Si me invitas así, me voy a arriesgar ¿no es contagioso verdad?

  • No sé, ya vamos a ver si eres lesbiana o no.

espero que nadie tome a mal las exageraciones, y lo tomen como un divertimento.