Licenciada en turismo 1

Como una licenciada en turismo se gana la vida acompañando a una lady inglesa

Estoy en el aeropuerto, parada en la salida de los pasajeros, con un bonito cartel con el nombre de Susan Berteley, viendo cómo pasan a mi lado sin que aparezca la dichosa Susan.

Desde luego, ella no tiene idea de quién soy yo, así que el medio de encuentro es ese cartel, me hubiese gustado que fuera ella la que saliera con un cartel con mi nombre, Diana Mirian Lauren

A pesar que con mi oficio esto tendría que ser común (soy licenciada en turismo) siempre pensé que tendría que haber mejores formas de comunicarse; y las hay, lo que pasa es que mi exmarido sabe lo que me molesta esto, y no me quiso ahorrar el mal trago.

No es que hayamos terminado muy mal, pero algo queda.

Cuando me recibí en turismo, conseguí trabajo enseguida, a parte del inglés, domino bien el francés, italiano y alemán, y eso me facilitaba para ser coordinadora de tours por Europa.

El representante de asuntos legales de Eurotours en España, era un abogado muy apuesto y dueño de una simpatía cautivadora. No sé quién le echó el ojo a quién, pero la empatía fue creciendo, y me reservaba los mejores viajes, donde más diferencia hacía.

Cada cuál ponía lo suyo, si el era elegante, amable, con un cuerpo prometedor, yo con mi metro setenta y cinco, un cuerpo bien trabajado, que mis años de jugar al balonmano, y al vóley en la universidad, había estilizado, logrando que mis tetas y mi culo no pasaran desapercibidas, en fin, podía presumir de estar por encima del promedio. O por lo menos a él le pareció.

Entre viaje y viaje, empezamos a ligar y no tardamos mucho en pasar por el registro.

Era muy cariñoso, dulce, económicamente estábamos más que holgados, un ático espacioso, con tres dormitorios, sala espaciosa, baño con yacusi en la habitación principal y otros dos para las otras, y una hermosa terraza donde podía tomar el sol desnuda si me diera la gana.

Mis viajes no eran tan largos y elegía los más convenientes, fueron tres años donde parecía que vivíamos en el paraíso, y hubiese seguido así hasta que por ciertos detalles, me empecé a dar cuenta que lo que parecían que eran chichones eran cuernos.

Creo que lo que más me dolió, era sentirme menospreciada, para colmo me los pegaba con la esposa del director de la compañía; una señora que no es que estuviera mal, pero por edad y falta de actividad no la consideraba que pudiera ser competencia.

Lo converse con él, quería saber que encontraba en ella que yo no tenía

-Pero dime, que le ves mejor ¿qué puedes hacer con ella que conmigo no puedas?

  • Diana, un montón de cosas puedo hacer con ella que no se le puede hacer a una esposa.

  • Pero si ella también está casada, cual es la diferencia

  • Pero no conmigo, lo que hace conmigo si lo hiciera con el marido parecería una puta

  • ¿Y si lo hace contigo no lo es?

  • ¡No! yo no soy el marido, no tiene porqué guardar recato, puede hacer lo que desea.

  • Y supongo que tú, haces con ella lo que no puedes hacer conmigo, ¿me pediste hacer lo que haces con ella? por ahí me gustaría hacerlo contigo y no con el marido de otra.

  • Pero cómo vas a hacer esas cosas, tu eres una señora y te respeto – lo miraba y no llegaba a comprender su forma de pensar, no insistí.

  • Mira, duerme tú solo, yo me voy a la otra habitación, voy a tratar de entenderte – me acosté pensando en sus argumentos; por más vueltas que le di, no le encontré nada positivo. Prácticamente para el meterme los cuernos era una virtud.

A la mañana le dije que quería el divorcio. No hubo una gran discusión, él estaba convencido que lo que hacía era por proteger mi integridad, y yo estaba convencida que lo que quería era follar con la mujer de otro.

No hubo gran pelea, no fuimos a juicio ni nada, él era abogado y podía argumentar que el dinero para comprar el ático, lo había puesto casi todo el, pero que saliera a la luz que la mujer con quien me metía los cuernos, era la esposa del director de la agencia, no le era para nada muy cómodo.

A mis veintinueve años, quedé soltera nuevamente, con un departamento (muy grande para mí) uno de los coches y el ofrecimiento de enseñarme lo que podía hacer conmigo ahora que no era su esposa. Lo mandé a la mierda, pero sin pelearnos por eso. Quedamos en una especie de limbo, no había amistad, pero tampoco odio.

Seguí trabajando para la empresa con contratos ocasionales, tanto podía ser por un contingente de días por Madrid, o excursiones más extensas.

Esta vez estaba esperando a una señora esposa de un lord inglés, con interés de conocer los sitios históricos de la ciudad y sus alrededores. No era lo que más me gustaba, tenía que poner el coche yo, y llevarla a donde se le ocurriera, si no conectábamos bien podía llegar a ser un suplicio, más, si era una aristócrata con ese inglés de academia, que podía hacer aburrido el mejor recorrido.

Estaba tratando de adivinar quién podía ser, cuando se aproxima una mujer más o menos de mi edad y en bastante buen castellano, me interpela.

-Tú estás esperando por mí – quedé un poco sorprendida, no esperaba una mujer tan joven ni tan sencilla a pesar de su elegancia

  • Si eres la Susan del cartel, te estoy esperando – el tuteo salió natural – si quieres hablamos en inglés, lo que te sea más cómodo

  • O no, prefiero el español, así de paso practico, pensé que me iba a tocar una cicerone más vieja – Pues yo pensé que me iba a tocar una lady más ceremoniosa – nos echamos a reír, las dos estábamos contentas con lo que nos había tocado. Cargamos las maletas en el coche y fuimos a uno de los mejores hoteles. Me pidió si la esperaba que se pusiera algo cómodo para aprovechar la tarde viendo algo de lo mucho e interesante que había para ver. Cuando salió, estaba espectacular en su sencillez

  • Uhm…espero que no te moleste si te piropean, estás hermosa más de uno se le va a ir la lengua.

  • Si son piropos como los tuyos, tengo que reconocer que me agradan, en mi ambiente no suele ocurrir – me puse colorada, no se lo había dicho con ánimo de piropearla

  • No te quise decir un piropo, pero viste que tengo razón, se me fue la lengua a mi

  • Ay, y yo que me había hecho la ilusión que te había gustado, me estás haciendo poner triste – me descolocó completamente, no sabía si me estaba coqueteando o lo hacía de graciosa

  • Pues no tienes que ponerte triste, me gustas a mí y a todo el mundo, y ya te vas a dar cuenta.

  • Pasamos una tarde de amigas, dimos una vuelta por el Reina Sofía, le interesaba la pintura, algo que yo agradecía porque sabía bastante de eso. Así pasamos la tarde. Se nos hizo de noche, comimos en una terraza algo liviano con unos jugos, tenía que conducir y los controles no estaban para juegos. La dejé en el hotel y quedé pasarla a buscar un poco temprano, íbamos a Toledo, y aunque no era tan lejos, quería aprovechar bien el tiempo.

Llegué contenta a casa, pensé que ganarme esos quinientos euros por día, sería más trabajoso, pero si seguía como pintaba hasta le iba a tener que agradecer a mi exmarido.

Me despertó la alarma con bastante tiempo para arreglarme, ya me había dado cuenta que le gustaba hacerse notar. No es que fuera escandalosa, era elegante, tenía un cuerpo de diosa y le gustaba que se dieran cuenta que lo tenía.

No quería quedar descolocada, así que puse todo mi empeño en estar a la altura. Cuando nos encontramos tuvimos que sonreírnos, nos dimos cuenta que un poco de competencia había.

-Quien se va a molestar con los piropos hoy, me parece que al lado tuyo ni se van a dar cuenta que estoy yo, mira cómo te viniste.

  • A sí, porque tú no, si al lado tuyo parezco Cenicienta

  • Sí; cuando estaba en el palacio, si pierdes el zapatito hasta yo voy a buscarte – nos reímos, pero algo quedó flotando. En el camino entre bromas íbamos enterándonos de nuestras vidas. Hacía calor; al mediodía nos sentamos a comer en un restaurant bastante cómodo, todavía no era temporada alta, entonces teníamos el tiempo del mundo y lo aprovechamos

  • Quieres que te diga, aparte de las cosas interesantes para ver, poder estar así sin tanto acartonamiento es una delicia, ser la esposa de un lord es un trabajo.

  • Pero saldrás con tu marido, no estarás siempre metida en casa.

  • Salir, salimos, pero a los sitios que vamos no podría ir vestida así, tendría que ponerme algo elegante – me quedé mirándola sorprendida

  • ¿Algo elegante? Pero si estás hermosa, que mejor cosa te puedes poner, a no ser que te saques algo y quieras mostrar lo que no se ve. – se echó a reír

  • Eres directa, me voy a tener que acostumbrar a tus piropos; esta ropa me quedara bien, pero elegancia es otra cosa

  • De verdad que no pretendo piropearte, pero estoy segura que eres elegante con ropa o sin ropa.

  • Bueno mujer, si estos no son, avísame como son tus piropos

  • Ay, no sé qué me pasa contigo, me sale hablarte así, todavía vas a pensar que tiro para la otra acera.

  • ¿Y no tiras, ni nunca te dio ganas? Casi todas tuvimos alguna fantasía

  • No, nunca se me dio por ahí, mira que no es que me parezca mal, simplemente nunca se me ocurrió; ¿tú tuviste algún entrevero que te haya gustado?

  • No, todavía no, pero más de una vez lo pensé; después de todo mi marido sé que anda con jovencitas que un día le van a dar un disgusto, yo por lo menos no pienso en jovencitas. ¿Te estoy escandalizando verdad? A ver si te meto miedo.

  • No, tengo amigas lesbianas y hasta tengo ido en alguna despedida a un sitio de ambiente, es bastante divertido, ahí puedes hacerte la mujer fatal con una chica sin que te salga un martes trece, hasta donde llegas, llegas, creo que te gustaría

  • Lastima que no pueda ir, te imaginas, si se llega a saber que lady Berteley estuvo en un sitio así, puf…ni te cuento el escándalo.

  • ¿Y cómo lo van a saber?

  • Si ahora cualquiera con un móvil, te graba y te lo sube a las redes, alguien que alguna vez vio mi fotografía me saca y adiós, al otro día lo sabe todo el mundo.

  • La verdad que no te envidio

  • Yo te envidio a ti y a ustedes, no sé cómo hacen, tienen fiesta a cada rato, salen, comen, toman, y así todo viven casi tanto como los japoneses.

  • A lo mejor vivimos más a gusto, lástima que no podamos ir al sitio ese, un poco de baile te podía hacer bien para levantarte el ánimo.

  • Estar así, ya me lo levanta, que te parece si me enseñas algo de lo lindo que hay para ver

Pasamos parte de la tarde recorriendo los sitios turísticos que valía la pena ver. No volvimos muy tarde. Estábamos llegando a Madrid y le pregunté.

  • ¿Quieres irte a dormir o prefieres conocer algo más?

  • Para dormir es temprano, ¿sabes lo que me gustaría? Cenar algo de mariscos, y sobretodo tomar un buen vino, medio dulzón y que caliente el cuerpo.

  • Pues vamos, hay una pulpería que aparte del pulpo, hacen unas rabas que te mueres, el vino no es muy bueno, pero se puede tomar, quizá te guste, yo igual no tomo.

  • Qué ¿no te gusta el vino?

  • No es que no me guste, pero si tengo que conducir mejor no tomo

  • ¿Te emborrachas pronto?

  • No, qué va, pero si te agarran los controles no sabes con cuanto te marca, y estar tomando nerviosa sin saber si es un vaso o medio con lo que te pasas, prefiero no tomar

  • Que pena, yo tomar sola no quiero, ¿cómo haces tú cuando sales?

  • Me voy a pie, a la vuelta pido un coche

  • ¿Y cada vez que quieres comer pulpo haces eso?

  • No, eso lo hago cuando salgo con alguien, sino me compro una porción y me la llevo a mi casa, estoy más cómoda y el vino que tengo es mejor.

  • Bueno no sé lo que hacer, para ir a esa pulpería tendría que ir al hotel a cambiarme, pero no me gusta tomar sola, uf…tendríamos que llevar el coche a tu casa, volver en taxi, mucho lio, como en el hotel y listo.

  • Espera un poco, si te quieres sacar el gusto, ni siquiera tienes que ir a cambiarte, así como estás te sobra, y si quieres tomar acompañada, a mí no me importa ir a dejar el coche, o mejor llevar unas porciones de pulpo y las comemos en casa, ya te dije que el vino es mejor.

  • ¿Y no te molesta mucho?

  • Qué va, más molestia es comer apretujada, por ahí te animas y después vamos a bailar al sitio que te dije, te maquillo para que no te conozcan – se puso a reír

  • Vamos a por la comida, y a probar ese vino que dices que es tan rico – paramos en el restaurant, encargamos una porción de rabas, y dos de pulpo, y nos fuimos a casa. Subimos los dieciocho pisos cuando entramos se quedó sorprendida.

  • ¿Qué tienes? ¿Un departamento en el cielo?

  • No será tanto, pero estoy bastante arriba, ven que te lo muestro – se lo mostré a los apurones para que no se enfriara la comida - ¿quieres que comamos afuera? Puedes ver la ciudad de paso

  • Pues sí, es una vista hermosa. Si el pulpo y el vino está como dices, esta va a ser una fiesta

  • Ya me lo vas a decir – serví la comida y el vino en la mesa de afuera, unas tumbonas que se hacían sillas, nos daban la comodidad necesaria, Susan estaba encantada, el vinito medio frutado, halagaba el paladar haciendo de esa comida un banquete.

  • Chica, por dios, si esto parece un palacio, así te habrá salido

  • Apenas unos cuernos – le conté la historia sin darle nombres (no por mi ex, que no me importaba mucho) – ahora lo que me cuesta es mantenerlo, no te creas que es barato

  • Sí, me imagino, tendrías que aparte de compañía, ofrecer la estadía, pagarían bastante.

  • No digas, las personas que piden acompañante, piden otro nivel; mira en el hotel donde te alojas, ¿esto cubriría tus expectativas?

  • Mis expectativas están cubiertas, y no por la casa, mírame aquí, con una vista de la ciudad que es una hermosura, comiendo un pulpo que ni en los mejores restaurantes, y un vinito que parece sangre de los dioses, ni en mis mejores sueños pensé que iba a disfrutar de esto, ¿qué más puedo pedir?

  • Poder ir a bailar a ese sitio que te dije yo – medio se le entristeció la expresión

  • Y si…, eso será algo que no pueda hacer, pero es mucho riesgo, me quedaré con las ganas – me reproché interiormente, por haberla puesto triste sin querer

  • Pero a ver, ¿qué es eso de que no puedes bailar? ¿no vas a fiestas, no tienes amigas para juntarte?

  • Sí, pero las fiestas son de etiqueta, pasan unos valses que me gustan mucho, pero también me gusta esa música que te hace mover, sacudir el cuerpo, sentirte libre, que no estás empaquetada, yo digo, y ni siquiera se bailarla – habíamos tomado una botella de vino (que entre dos no es nada, si no tienes que conducir) y abrí la otra.

  • Susan, si quieres bailar aquí podemos, no es que sea una eximia bailarina, pero para sacudir el cuerpo y desempaquetarte creo que alcanza, ¿Quieres? – se le iluminó la cara

  • Claro que quiero – corrimos las sillas y quedó un espacio de sobra, puse el reproductor con una música centroamericana que daba para moverse hasta cansarse – enséñame, mira que no sé.

  • Ale vamos, tú sígueme, - empezamos a bailar, ella más bien fijándose en lo que hacía, me acerqué hasta pegarme y frotar mis tetas contra las suyas, se puso colorada pero no se retiró, me separé me di la vuelta y la empecé a empujar con el culo, pensé que se iba a escapar, pero se quedó, me puse más derecha y con mi espalda volvía a rozar sus tetas, parece que le gustó porque me agarró de la cintura y me perreó un rato, me separé tomándolo como algo natural. Seguimos bailando, y repitiendo las secuencias hasta cansarnos. Creo que las dos estábamos un poco excitadas.

  • Puf…me gustó mucho, pero no puedo mover el culo como lo mueves tú

  • Pues no será por falta de culo, yo te vi que lo mueves bien bonito

  • Eres una exagerada. Por dios, que me cansé ¿qué hacen en el baile para descansar?

  • Ponen unos lentos y se ayudan para quedar paradas

  • Dame un poco más de vino, está riquísimo – tomó medio vaso – no puedes poner uno lento y me enseñas como se ayudan – busqué una música relajante, me preguntó – cómo nos agarramos

  • Yo te agarro de la cintura, tú de donde quieras - se colgó de mi cuello y apoyó su cara contra la mía. Nos movíamos poco y nos apretábamos mucho, ahora no nos rozábamos las tetas, más bien estábamos usando los pezones como arma de guerra, me había entrado un calor que me hacía sudar en sitios impensados, una flojera en mis manos, hizo que se deslizaran hasta parar en su culo, no dijo nada, solamente sentí su respiración agitada en mi oído, le metí el muslo entre las piernas y la apreté más, me mordió el lóbulo con los labios – Susan, me parece que esto se nos está yendo de las manos – le susurré al oido

  • ¿Y qué hacen cuando se les va de las manos? – nos separamos para poder vernos, yo estaba segura de que no era lesbiana, pero estaba segura que si en ese momento no besaba esos labios, estaba cometiendo un pecado gordo a la humanidad. Y la besé; empezamos de a poquito y cada vez queríamos más, le apreté los cachetes con fuerza, y ahora era yo la que me fregaba contra su muslo – Diana ¿cómo sigue? Mira que yo nunca estuve con una mujer

  • Yo tampoco, pero algo vi en los videos, ven, vamos a la habitación que ya se nos va a ocurrir – apenas entramos empezamos a desvestirnos, estábamos temblando las dos – desvístete tú que te voy a hacer saltar todos los botones – se fue sacando la blusa y los pantalones, mi vestido salió de una, quedé en interiores, fui a sacarme el sujetador, pero me paró.

  • No deja que lo demás te lo saco yo – me abrazó para desprendérmelo, a mi vez aproveché para quitarle el de ella, quedamos tetas a tetas, labios a labios, y las manos buscando sitios mejores.

  • Susan, creo que las bragas también sobran, ¿me las saco o me las sacas?

  • Deja que esa parte yo también la vi en un video – la debía haber mirado en capítulos, empezó a besarme el cuello, siguió por mis tetas, se había montado con una pierna en cada lado, enganchó las bragas con los pulgares y las iba bajando a medida que iba bajando con sus besos, llegó a mi ombligo, metió la lengua y ahí se quedó, y las bragas no bajaban más, y mi coño estaba que explotaba, le agarré la cabeza y se la empujé con fuerza.

  • ¿Qué mierda de video viste? Ahí está lo que buscas – se arrodilló un poco para terminar de sacarme las bragas, y después se puso a la labor. Dios mío, que cachonda me puso, esa lengua era venenosa, me estaba matando de gusto, no sé si porque no sabía, o porque sabía mucho, la cuestión que buscaba en todos lados, y en todos lados me gustaba, no metía la punta, usaba todo el ancho, parecía una paleta que me alisaba toda la raja, los dos dedos de catálogo, también fueron para adentro, y yo feliz. Y feliz me corrí por los dos años que había pasado de carestía después del divorcio. Empezó a trepar buscando mi boca, me besó y me dijo

  • Diana, no pensé que esto era tan rico, no te das ida del calentón que tengo, ¿me vas a ayudar a pasarlo? ¿cómo vas a hacer?

  • Cómo hiciste tú, pon el coño dónde tiene que estar y a ver lo que sale – se subió arriba mío, y me puso el coño en la boca; me había dejado boba, era un coño y me parecía un manjar, tan suave, tan jugoso, no había que apretarlo ni nada, con solo pasarle la lengua soltaba el jugo, y jugo importado, que a lo mejor el de aquí no era igual. Gemía, saltaba, no sé si lloraba, pero escandalo hacía, y se corrió, y cómo se corrió, si yo lo había hecho por dos años de carestía, no sé si lo de ella fue más o fue menos, pero la muy guarra me llenó la boca de esa mezcolanza, bastante rica.

  • Gracias, gracias, eres un ángel, nunca pensé pasar un día tan maravilloso, todo lo que yo quería se cumplió gracias a ti.

  • ¿Tu pensabas esto? – le pregunté dudando si me había usado, que tampoco es que me importara mucho, que bien usada estaba.

  • Bueno, que terminara pasando esto no, pero esta fue la guinda del pastel, no sé cómo me atreví, te imaginas si esto se supiera, pobre de mí. Lo peor que no se me fueron las ganas

  • Está en ti que no se sepa, y si se sabe tanto da si es por uno o por diez.

  • Tienes razón, y me quedé con ganas de más ¿me dejas?

  • Sí mujer, hoy ya te saciaste de rabas, y de pulpo, te toca almeja, toma que me encuentras buena. Que hermoso, como lamía, si es cierto que nunca había estado con mujeres, debía tener un don natural para eso, me sacó tres orgasmos, y si no le digo que pare me mata a lengüetazos. Se vino a mi lado desfalleciente, recién ahí me di cuenta que estaba usando una mano para darse el gusto y no quedarse atrás. Se tiró boca arriba y seguía dándose el lote con la mano a todo tren

  • Susan, cariño, para que te vas a deshidratar

  • Ay Diana, pero es tan lindo, por una vez en la vida no quiero contenerme. – la abracé

  • Bueno corazón, quita la mano que te lo hago yo, tu descansa – se quedó entre mis brazos, le seguía pasando los dedos por la raja suavemente, incursionaba un poco por adentro, y se iba corriendo casi sin darse cuenta, y así se fue quedando dormida.

No sé quién se despertó primero, cuando me di vuelta para el lado de ella me estaba mirando

  • Buendía, ¿cómo estás? – me preguntó expectante

  • Bien, y tú ¿dormiste bien?

  • Si; que locura ayer ¿no te parece? ¿te acuerdas de todo? Tomamos tanto vino

  • Creo que sí, porqué ¿tú no te acuerdas?

  • Si, me acuerdo, pero es que fue tan loco todo, que me parece increíble haber hecho todo eso, a lo mejor es por culpa del vino que tomamos – yo estaba segura que no fue por el vino, pero si quería usarlo para disculparse, por mí que lo hiciera

  • Y puede ser que haya sido por culpa del vino – se quedó pensando un rato antes de hablarme.

  • Diana, ¿te parecería mal que si volvemos a cenar aquí compremos dos botellas más? – me quedé sorprendida, no solo se acordaba de todo, sino que le gustaría repetir

  • Mira, podemos comprar dos botellas más, pero no las necesitamos, ¿sabes lo que necesitamos? Buscar tu equipaje y traerlo, porque me parece que allí no vas a dormir más, y es una tontería ir nada más que para cambiarte.

  • Uhm…tienes razón, ¿y te parece que sin el vino podemos hacer lo mismo que ayer?

  • Te voy a demostrar que lo podemos hacer mejor.

  • ¿Cuándo me lo vas a demostrar?

  • No te lo demuestro ahora porque quiero que saques las cosas antes que pagues otro día. – Nos bañamos separadas para no caer en tentaciones.

Fuimos hasta el hotel, cambió el pantalón por una falda que le quedaba de vicio, a medio muslo y lo suficiente ceñida para hacer notar el hermoso culo que tenía. Retiró el equipaje, y le propuse dar una vuelta por Madrid hasta la hora de almorzar, no quería ir a casa, no me tenía fe de volver a salir. A la tarde pensábamos ir al Prado a darle una recorrida, que eso no se ve en un día.

  • Diana, ¿qué te parece si almorzamos por aquí cerca? Podemos tomar un poco de vino, total dejas el coche cerca del museo, y vamos caminando, en toda la tarde se te pasan los efectos y vamos a casa tranquilas – me pareció buena idea, buscamos un restaurant cercano, y nos sentamos en una terraza con muy buena vista, pedimos el plato que nos ofrecieron como especial, y sí lo era. Un vinito muy entrador, regó tan opípara comida.

  • ¿Tú dices que el vino no tuvo que ver con lo que pasó?

  • En mi caso no. y creo que en el tuyo tampoco, ahora estas tomando vino y no pasa nada.

  • No sé, me acuerdo de ayer y pasa algo

  • Será porque te acuerdas, yo también si me pongo a recordar, seguro que me excitaría, así que apaga la imaginación o cambia de canal – me observaba fijamente cómo para hacerme una pregunta

  • ¿No me acompañarías al baño?

  • ¿No puedes ir tú sola?

  • No seas mala, estoy en otro país, no sé las costumbres, ¿tanto te pesa acompañarme?

  • No, no me pesa, pero aquí en España, meamos igual que en Inglaterra; vamos, a ver si te pierdes. La acompañé, el sitio era bastante lujoso y los sanitarios eran espaciosos, me tomo de la mano

  • Ven, entra conmigo – apenas cerró la puerta se me vino encima a besarme con desesperación – por favor Diana, no aguanto más, mira cómo estoy – llevó mi mano hasta sus bragas, y sí, si no se había meado estaba grave.

  • Pero Susan ¿qué quieres que hagamos aquí?

  • No sé, pero no me dejes así por favor, seguro que es por el vino, pero así no puedo seguir. No sabía qué hacer, pero ahí no nos podíamos quedar. Le levanté la falda, le bajé las bragas y comencé a masturbarla, gemía como una loca

  • Cállate, no hagas tanto ruido que van a venir los camareros y nos van a echar – le tapé la boca con la mía, pero hasta besando era ruidosa, de última me saqué una teta y le rellené la boca, en el momento de correrse, casi se la come, me hizo doler, pero por lo menos fue más silenciosa. Quedó como ida, parada con la cabeza apoyada contra mi pecho, las piernas abiertas todo lo que le permitían las bragas, y mi mano en el coño saturada de semejante corrida.

  • Gracias Diana, gracias, no sabes el favor que me hiciste, casi que me dolía, ven que te retribuyo.

  • Estas loca, si no salimos ahora van a venir a buscarnos, y ahí sí que se van a enterar que hacía una lady en un baño con otra mujer – se puso pálida, y se empezó a acomodar la ropa – te vas a dejar las bragas puestas, están todas mojadas, se te va a paspar el cotorro.

  • Tienes razón, creo que no voy a tomar más vino, cuando salga. – volvimos al salón, sin que nadie nos mirara raro, parece que cada cuál a lo suyo. La tarde la pasamos mirando cuadros, realmente le interesaban, y yo que de eso sé bastante, la fui ilustrando con detalles que posiblemente también los conocía. Salimos cuando cerró, dimos una vuelta y fuimos a un comedor que no era de los caros, pero donde se servía muy buena comida, tomamos jugo de fruta. Estaba un poco cabizbaja, como si la hubiese castigado.

  • Mejor así, ¿no? el vino me descontrola mucho, no quieres que tome, te molesto.

  • Estoy con el coche, ahora vamos a casa y te tomas lo que quieras. – llegamos temprano, nos duchamos, nos pusimos la ropa de dormir, las dos con unos camisones a los que no le sobraba nada de tela. Nos sentamos en el sillón de la sala.

  • ¿Quieres que abramos una botella de vino?

  • ¡No! no quiero ser pesada, parezco alcohólica.

  • No exageres, abrimos una gaseosa y hablamos un poco – traje los vasos, le serví, y le pregunté – ¿De verdad nunca estuviste con una mujer? Eres muy apasionada para no haber deseado nunca a alguna

  • Nunca tuve relaciones, pero desear sí que deseé a alguien, pero nunca le dije nada

  • ¿Es homofóbica? O no te animas. No me digas que no hay ladys lesbianas

  • Sí que las hay, pero yo soy joven y no pertenezco a su grupo, tienen su reunión de damas y ahí pasa de todo, pero no es para todas.

  • ¿Y la que te gusta es de ese grupo?

  • No, pero tiene una educación religiosa muy estricta, no es que juzgue mal estas relaciones, es que no le sale, si hasta creo que está enamorada de mí, nos conocemos desde hace tanto, que somos como hermanas.

  • Bueno, eso saltéatelo que vas derecho al incesto, yo que tú le decía

  • Tengo miedo de que se ofenda, la quiero demasiado como para perderla también como amiga, ¿pero dime, y tú? porque hasta ahora estas sabiendo mi vida, pero de ti nada; me cuesta creer que sea tu primera mujer, lo haces muy bien, me tuviste volando.

  • De verdad, nunca se me había ocurrido que pudiera pasar esto, no sé, quizá porque tuve esos dos años de sequía, llegaste tú y revolviste todo, nunca estuve en contra de esto, pero tampoco le di importancia, y eso que tengo amigas del palo.

  • Entonces tengo que creerte que soy la primera

  • Eres la primera y espero que no seas la última – me miró con una sonrisa

  • ¿Me puedes dar un vaso de vino?

  • ¿Me puedes dar un beso? Qué me tienes caliente desde que estuvimos en ese baño – me abrazó

  • Sabes, me parece que voy a empezar a gritar, ¿no tienes una teta para callarme?

  • Sí; la hermana; que la tienes descuidada – se tumbó sobre mi pecho y se adueñó de la teta que le faltaba, le fui corriendo la mano entre los muslos, cuando llegué a su centro, no tenía bragas – que cochina viniste con malas intenciones – soltó el pezón para contestarme

  • Vine con la ilusión que tus intenciones también fueran malas – dijo eso y siguió chupando, y yo seguí dándole dedos por todo ese canal que me llevaba desde su cueva, hasta ese botoncito que cuando lo tocaba se estremecía toda. De pronto soltó la teta para besarme con pasión en el momento que se corría en mi mano a lo bestia.

  • Nena ¡cómo estás! ¿necesitas beberte un vinito?

  • ¡No! necesito beberme un coñito como el tuyo, y si viene un camarero tíralo por el ático

  • Pues bébetelo, que me tuviste con ganas toda la tarde – ahí mismo en el sillón, me quitó las bragas y se abalanzó; mi dios, que repaso, era para dudar si yo era la primera, pero igual, tampoco que fuera una ciencia. - Aaah…Susan, cariño sigue así bébete todo lo que quieras, es todo tuyo mi vida – y me llegó, un orgasmo que me despachurró toda, ella le seguía dando a la lengua como si nada

  • Para ya, vamos a la cama que vamos a estar más cómodas

  • Déjame un poco más, si tú me hiciste tener orgasmos en cantidad, no seas mala.

  • Los tuviste tú, pero no te preocupes que en la cama podemos seguir teniéndolos – llegamos a la habitación y se tiró arriba mío, se prendió de las tetas como sanguijuela.

  • Despacio no seas bruta

  • Uy…perdona, tú vete diciéndome si lo hago mal, que quiero entrenarme por si me sale con mi amiga – se estaba entrenando bien, me fue besuqueando todo el cuerpo hasta llegar a mi almeja. Allí se estacionó, le daba con un entusiasmo que si la dejaba me iba a vaciar, para colmo cada tanto se aferraba a mi clítoris y me hacía ver la noche en colores, me acordé de la noche anterior, los orgasmos que había tenido mientras hacía lo mismo que ahora.

  • Susan, quita de ahí, no seas golosa, y para de darte tanto dedo que te va a hacer daño.

  • Por favor, déjame, de verdad tengo que aprender a hacerlo bien, yo me corro un montón de veces y tú no ¿no te gusta? ¿lo hago mal?

  • ¡No! lo haces bien y me gusta mucho, lo que pasa es que tú eres multiorgasmica, y por eso te corres más veces, para que veas que me gusta mucho, te dejo que sigas, pero nada de meterte los dedos, me vas a prestar tu coñito que casi ni lo conozco, y los dedos te los meto yo – hicimos un 69 espectacular, tenía una almeja sabrosísima, el día anterior apenas la había probado, esta vez la caté tanto, que no sé si tiene algo afrodisiaco, que no conté cuántos orgasmos tuve. Cuando salió de arriba mío, se apretujo a mi lado, estábamos para el desmayo.

  • Viste que no se necesitaba emborracharse con vino

  • Qué gracia, me emborraché con los jugos de tu coño, esos calientan más que cualquier vino

  • Pues no te creas que los tuyos emborrachan menos, y son ecológicos cuidan el medio ambiente.

  • Pues no me importaría emborracharme todos los días con tu ambiente del medio.

No estábamos para más, nos arrimamos por arrimarnos, estábamos fundidas y así nos dormimos.

A la mañana habíamos ido las dos al baño, nos desperezamos en la cama, y Susan me preguntó

  • ¿Qué hacemos hoy?

  • Eres tú la que me tienes que decir lo que quieres

  • Íbamos a volver al Prado a la tarde, pero a la mañana podíamos hacer como ayer, comemos en el comedor ese, y después vamos.

  • Si vamos al mismo sitio, al baño vas tu sola,

  • Ay, ni que te costara tanto, si me pongo así es por culpa tuya

  • No es que me cueste, pero hacerte eso en un restaurant con riesgo que nos pillen, no me va, aparte que tú te desahogas, pero la que queda caliente soy yo.

  • Si me dejaras, tú también te desahogarías, tú no quisiste, a mí ese riesgo me excita mucho.

  • ¡Claro! yo no quise, si nos llegan a agarrar salimos en el diario e ibas a ver que tanto te excitabas. Se arrimó bien a mi lado, me llevó la mano hasta su vulva, estaba mojada

  • Me parece que te estás volviendo ninfómana.

  • Sera por culpa tuya, antes no me pasaba – llevó su mano hasta mi coño - ¿te habré contagiado?

  • Eres una cabrona, pero coste que, si no conoces más Madrid, no es por culpa mía

  • Lo más interesante lo estoy conociendo – se subió arriba mío y empezó a fregar su pubis con el mío, mientras me besaba se contorsionaba para hacer que nuestros clítoris se conocieran. Poco necesito para correrse, era multiorgasmica de verdad. Se dejó caer sobre mí a descansar, pero yo no estaba para eso, no me iba a dejar a dos velas. Me giré quedando arriba le levanté una pierna, y me monté al mejor estilo ecuestre a cabalgarla coño con coño, la agarré del culo para apretarla más, parecía que hacíamos ventosa; plaf, plaf, sonaba; a mí me venía, ella gemía como si también, y me seguía viniendo, y cada vez sentía que me venía más; y me corrí a lo bruta. Me caí medio para el costado agitada buscando aire, empezó a chillar-

  • ¡No! ¡no me puedes dejar así! – no me lo podía creer, quería más – déjame, aunque sea que yo sigo. – se metió entre mis piernas, y fue a meterse en ese charco formado entre nuestras secreciones. Enseguida me di cuenta que se estaba dando dedos a mansalva.

  • ¡Susan¡ ya que lo hacemos, hagámoslo bien, súbete arriba mío, anda que te va a saber mejor, y volvimos a darle trabajo a nuestras lenguas y dedos, tirando una para el norte y otra para el sur, ¡qué manera de correrse esta mujer! No puedo decir que la sufrí porque mentiría, pero mientras yo tuve dos, ella no era para contarlos. La empujé para el costado para que parara – descansa, Susan, descansa que hoy no se termina el mundo. Quedó despatarrada queriendo acaparar todo el aire.

  • Cariño, tienes que controlarte, así, si tu amiga te da tela, la descoñas a la primera.

  • ¿Te parece? Pero yo es que nunca había sentido así, tú con tu marido a lo mejor, pero yo con el mío, para nada.

  • Bueno, te comprendo, pero no quieras compensar todo en este viaje, a mí no es que no me guste igual que a ti, pero hay vida más allá de esto. – me abrazó nuevamente.

  • Perdóname, no sabes lo importante que eres en mi vida, me hiciste conocer algo que no sabía de mí. Me mostraste el camino que me puede hacer feliz. Eres el hada buena que la llevó a la felicidad a cenicienta, y yo abusándome de tu bondad, te prometo que hasta que me valla no te voy a molestar más – me lo dijo casi llorando

  • Oye, no me jodas, a ti tantos polvos te volvieron idiota ¿qué me vienes conque no me vas a molestar más? ¿quién te dijo que me molestas? ¿con quién vas a follar esta noche? ¿quién te dijo que para que te controles te tienes que meter a monja? Tú ahora prepárate para ir al Prado, que a la noche hay marisco para comer en cantidad, y no me vengas con tonterías.

Después de eso, los dos días, la pasamos normales, función matutina y nocturna, y entre medio mirar pinturas. Nunca pensé que se pudiera gozar tanto. No al nivel de ella que era una máquina de orgasmentar, pero no pedía tanto, con los que tuve me alcanzaron.

Llegó el ultimo día, tuvimos sexo a la mañana y pensábamos despedirnos a la noche. Mientras almorzábamos al mediodía, me comentó

  • Diana, ¿qué te parece si en vez de ir al Prado volvemos a casa y conversamos un poco? pasaron muchas cosas hermosas entre nosotras, pero apenas nos conocemos, te parece bien si esta tarde, en vez de mirar pinturas, vemos qué pintamos entre nosotras.

  • ¿Cómo quieres, con vino o sin vino? – se echó a reír - Si queremos tomar tomamos, pero creo que no va a hacer falta – terminamos y fuimos a casa. preparé un café y nos sentamos en el sillón.

  • Quizá tú no te des cuenta lo que esto significa para mí. Tú eres una mujer libre, no dependes de nadie y esto no cambia tu vida, pero a mí, que estoy sometida, no por mi marido, que casi no le importo, es por el entorno hipócrita donde vale no lo que eres sino lo que aparentas, esto es, asomarme a la vida que deseo y nunca voy a poder tener, quizá te canse que te disfrute tanto.

  • No Susan, no me cansa, quizá por motivos biológicos yo no me corro tanto como tú, pero de verdad gozo lo mismo que tú, y de lo cambiar mi vida, ¡sí! También la cambió. No estoy sometida ni tengo que salir del armario, porque nunca estuve dentro de ninguno, pero esto me abrió otras perspectivas, antes pensaba en un hombre con el que poder congeniar, ahora tengo otro sitio donde poder mirar y si encuentro a esa persona, no me va importar de qué lado viene.

  • ¡Eres bisexual?

  • No soy nada, tú eres mi primera mujer, te dije que espero no seas la última, pero tampoco sé si le próxima me guste tanto como tú, con el tiempo voy a saber lo que soy, quizá me interese más el amor a una persona que el sexo. Pero y tú qué sabes a quién amas ¿no te vas a animar a buscar tu felicidad?

  • Si buscar mi felicidad, le dices a formar una pareja con ella, no es que no me anime, es que es imposible, nos tendríamos que ir a otro país, y el escandalo nos perseguiría, me conformaría con convivir de a ratos, que eso sí, no es imposible si ella perdiera esos prejuicios, como me los hiciste perder tú, y se animara.

  • Ay…cómo sufres ¿perdóname por hacértelos perder? Ahora resulta que fui yo la culpable ¿quieres que te ayude a encontrarlos? Pobrecita como lamentas la perdida – soltó la risa.

  • Boba, te estoy dando las gracias, no me podrás liberar físicamente, pero mentalmente ya lo hiciste. ¿Pero y tú? ¿qué es de tu vida? ¿cómo piensas seguir después de esto?

  • ¿Que es? es lo que ves; voy a seguir lo mismo, con mi trabajo, coordinando en tours, y si alguna vez me sale para acompañar a alguien, pues lo haré.

  • Pero Diana, me aconsejas lo que tengo que hacer yo, pero para ti ¿no piensas nada?

  • ¿Y qué quieres que piense? Tengo el trabajo que tengo, y…en lo personal, algo vendrá

  • No se te ocurre abrir una página en internet como acompañante de turistas.

  • ¿Trabajar de acompañante o de puta? Contigo no fue por trabajo.

  • Lo sé, te digo para acompañar a gente que quiere conocer lo bonito que tiene España, puedes mostrarles las partes romanas, la cultura árabe, no te lo digo para que te encames con nadie, pero eres tan libre, que me gustaría que no dependieras de nadie, menos de tu exesposo.

  • No estaría nada mal, pero no sé cómo hacerlo

  • Prueba, yo te puedo mandar clientes de Inglaterra, por ahí, alguna familia, algunas mujeres que no apetecen de visitar el país a horario, tu sabes mucho de cultura, tengo fe que las dejes contentas

  • ¿Tan contentas cómo a ti?

  • ¡No! yo soy tu caso especial y tú eres el mío. No necesitas hacer esto para ganar dinero, con lo que sabes te alcanza. De verdad ¿quieres que te recomiende? Les doy tu correo y arreglas directamente, si quieres hasta les puedes dar albergue. – se iba arrimando y me había agarrado del muslo, ya me imaginaba a donde iba, la abracé – a lo mejor no soy tan especial.

  • Tú no serás tan especial, pero yo no soy tan puta para hacer lo que vamos a hacer, con cualquiera

  • Entonces soy bastante especial, y tú también lo eres porque con ninguna otra estaría abrazada disfrutando estas caricias, eres tan tierna, que estar así me da tanto placer como tener sexo.

  • Qué romántica, entonces te voy a dar placer acariciándote hasta mañana – me miró asombrada

  • ¡Tú estás loca o qué! Si me vas a venir con ese cuento, olvídate de las caricias y vamos a la cama y a darnos ternura de la otra.

  • ¿Sabes? a mí también me gusta sentir que no es solo sexo, que puede surgir una linda amistad contigo, y me gusta sentir tus besos, cuando me rozas con las tetas a propósito para calentarme, de hecho, eres más calentona que yo, pero también eres muy tierna y me gusta mucho.

  • No soy más calentona que tú, te haces un poco la estrecha, pero bien que terminas abriéndote de piernas. – estábamos abrazadas usando la boca mientras no hablábamos para besarnos el cuello las orejas, la clavícula, camino a esas colinas que tanto habíamos visitado esos días.

  • ¿Así que no eres más calentona que yo? que lo diga el termómetro – le metí el dedo en la vagina, soltó un resoplido, era una poza donde el dedo entró como si nada de lubricada que estaba, le metí otro dedo y no protesto, le besé el cuello y le hable al oído – estás tan tierna que me da ganas de probar tu ternura, - se dejó deslizar sobre el sillón y le tuve que sacar las bragas, era incomodo, pero la cama quedaba para después, llevarla al orgasmo a ella era tan fácil, que uno era poco. Cuándo la dejé, me miró con una sonrisa

  • Me toca a mí ponerte el termómetro, ¿vamos a la cama ya?

  • Sigamos aquí hasta cenar, después lo hacemos de verdad. – seguimos con nuestros juegos

Después de la cena, tomamos las cosas con esmero, todo lo que teníamos adentro salió, cuando no podíamos más, nos tomamos una botella de vino para vigorizarnos y seguir, regresamos a la cama, y nos quedamos dormidas.

A la mañana nos despertamos con el tiempo justo para ir al aeropuerto, antes de salir de casa, Susan quiso despedirse.

– Diana, me hiciste pasar los mejores momentos de mi vida, no puedo besarte en el aeropuerto porque ya sabes lo que puede pasar, pero quiero un beso que me dure hasta Inglaterra – me tomó de la nuca y unimos las bocas, su lengua invadió el lugar de la mía; mientras nos besábamos, le fui metiendo la mano bajo la falda, le corrí las bragas. Abrió un poco las piernas y pude acariciarle toda la raja. Cada vez me besaba con más pasión, y yo cada vez le intervenía la vulva con más rapidez, se colgó de mi cuello como poseída, me estaba haciendo doler los labios, gracias que era de orgasmos fáciles, porque abrió más las piernas, y ya no sé si fue un orgasmo o fue un méo.

  • Espera que te doy otras bragas.

  • No deja, quiero llevarme esta sensación. – en el aeropuerto nos despedimos como dos amigas,

Una sonrisa triste, más parecida a una mueca, fue la última visión de su despedida.

Puede que tenga continuación, será de acuerdo que se me ocurra algo que crea que vale la pena