Licenciada en turimo 2 (Al Andalus)

Ser acompañante turística en un tren de lujo, puede acarrear consecuencias inesperadas, o deseadas

Comienzo este relato en el mismo sitio donde empezó y terminó el anterior; el aeropuerto de Barajas.

Cuando me despedí de Susan, me quedó una especie de melancolía. Habíamos cuadrado tan bien, que al volver a casa, la encontré demasiado vacía.

Había sido una semana de una relación muy intensa. Pienso que fuimos útiles una para la otra, las dos descubrimos nuevas posibilidades, que por mi parte ignoraba.

Cuando se fue, a la otra mañana, reviso mi cuenta, y encuentro una transferencia de siete mil euros. En vez de quinientos por día, me había puesto mil. Era algo que me tendría que alegrar; por el contrario, me indignó. Me pude comunicar con ella

  • Susan, hoy me notifiqué de tu transferencia, no sé qué pretendes pagar con eso, nosotras habíamos arreglado por quinientos, lo demás no estaba en venta.

  • Diana, no seas idiota, si te quisiera pagar los momentos que me hiciste vivir, tendría que pagarte una fortuna. Lo que te di, es lo que me hiciste ahorrar en el hotel, y no te hagas la ofendida que me diste mejor servicio. No lo había mirado por ese lado, lo que me daba era lo que hubiese gastado de todas maneras.

  • Bueno, si es así está bien, pero por favor, si me recomiendas a alguien, ya sabes, lo que pasó entre nosotras esta fuera del menú.

  • No te preocupes, pero hazme el favor de abrir una página en la web que te va a dar resultado.

Le hice caso, tuve que pedir ayuda, pero al fin la subí, especificando los idiomas que dominaba y el conocimiento de los sitios de interés históricos y ambientales, no solo en España sino en el resto de Europa.

Sin abandonar guiar a contingentes, cuando me salía de acompañante por cuenta mía, aceptaba, eran quinientos euros por día, poniendo el coche yo. eso en Madrid y alrededores, más lejos la tarifa era a convenir.

Susan, me recomendó un matrimonio de jubilados muy agradable, que no querían ir arriados como generalmente los llevaban en los tours. Después una señora ávida de conocer museos que quedó muy satisfecha

Esta vez, era la primera que la conexión había sido por la página. Sentía una especie de orgullo, como que se estaban abriendo otras posibilidades sin necesidad de ayuda.

Habíamos contactado lo suficiente para estar seguras de que la relación sería satisfactoria para las dos. No es que fuera una cita, pero lo que quería es una acompañante para un viaje en "Al Andalus". Un tren de lujo que hacía un recorrido desde Sevilla a Granada, parando en todas las ciudades representativas de la cultura árabe.

De castellano sabía poco, y aparte como había tiempos libres para andar a su gusto, no quería depender de las traductoras del servicio, ni los recorridos estipulados

Nos intercambiamos fotos, por lo tanto, ella conocía mis facciones y yo las suyas, así que no necesitábamos cartel.

Casi que nos vimos al mismo tiempo. Me aproximé a saludarla, le iba a dar la mano, pero me dio un beso en la mejilla. Me gustó esa actitud que no era muy inglesa, pero era más a mi modo.

Judit, era una mujer que valía la pena mirar dos veces, casi tan alta como yo, tenía una sonrisa cautivadora. Una mirada profunda con una calidez de adolescente, un cuerpo bien formado por delante y por detrás. Un caminar que me pareció tan insinuante que daba gusto mirarla. Se dio cuenta de mi escaneo y se sonrió

  • ¿Paso la prueba o me vuelvo? – me hizo poner colorada

  • Pasas, pasas, lo que pasa que no me imaginé encontrarme a alguien tan…tan…tan así.

  • Uhm…mejor no digas que tan así soy, pero si es lo que pienso me alegro – levantamos el equipaje de la cinta y lo llevamos hasta el coche. Esa noche la iba a pasar en mi casa, al otro día tomaríamos el ave hasta Sevilla, que era de dónde partía el tren turístico.

Le había preparado una habitación. Era solo para esa noche, casi que no tenía que desempacar, solamente para cambiarse después de la ducha, lo demás lo acomodaría en la habitación del tren dónde íbamos a pasar siete días y seis noches. Ella había hecho las reservaciones.

Esa noche salimos a cenar a un sitio cercano, comimos unas gambas al ajillo, regadas con un buen vino, mientras nos empezábamos a conocer. Era hija de un pastor anglicano de Escocia, bien acomodado, ella había ido a estudiar a Inglaterra con la excusa de abrirse a más posibilidades; la verdad que era para escapar de la influencia patriarcal de su familia. Tenía una buena herencia de parte de los abuelos, por lo que podía darse ciertos lujos. Este era uno de ellos.

Lo mío, era lo que conté en el relato anterior. Divorciada, guía turística, y en casos como este, pretendía ser una buena acompañante para conocer los detalles de las culturas pasadas.

Ella hablaba inglés, el castellano muy chapurreado, y no quería depender de las traductoras.

Volvimos un poco achispadas, no queríamos acostarnos tarde porque teníamos que tomar el ave temprano. Llegamos al ático y mientras miraba los juegos de luces que se pueden ver en Madrid desde esa altura, preparé café y nos sentamos un rato a tomarlo.

  • Parece que estuvieras mirando desde el cielo

  • No es desde el cielo, pero bastante parecido

  • Es un poco grande el cielo para disfrutarlo sola.

  • Sí, pero por ahora es lo que hay – me dio la impresión que se estaba insinuando, pero era demasiado temprano para pensar en eso. A lo mejor era cuestión de necesidad mía. Desde lo de Susan, alguna manualidad, de lo demás nada de nada. Poco más hablamos y nos fuimos a dormir.

A la mañana me despertó la alarma, me vestí y la llamé para que se preparara, me contestó enseguida. Preparé un desayuno ligero y esperé para que viniera. Estaba muy elegante.

  • Judit, vamos a viajar, ¿quieres conseguir novio en el viaje? Te tiraste todo encima

  • Pero si tenemos que ir a la recepción en el hotel Alfonso XIII antes de subir – estaba preciosa

  • Sí, pero no es una recepción de gala, fíjate que todos van viajando desde diferentes sitios

  • ¿Y qué te parece, quedaré muy mal así?

  • Por eso no te hagas problema, que mal no quedas, a lo mejor demasiado bien – se sonrió

  • Si no quedo mal para ti, los demás no me importa – me quedé un poco cortada, no sabía cómo interpretarlo. Lo dejé correr, preparamos el equipaje y nos fuimos a la estación.

El viaje fue placentero fueron menos de tres horas en la que quiso averiguar de mi actividad.

  • Debe ser fascinante recorrer tantos lugares, tratar con personas de diferentes sitios y culturas.

  • No te creas que todos son como tú, hay algunos que te los regalaría. Yo te hice bastantes preguntas porque quería saber si podíamos congeniar en un viaje de siete días, igual acepté con miedo, tu imagen solo me decía lo hermosa que eras, tu simpatía fue una linda sorpresa.

  • ¿Entonces pasé la prueba? ¿podemos congeniar?

  • Creo que sí, hay que ver si cumplo con tus expectativas, después de todo, soy yo la contratada, eres tú la que tiene que juzgar si lo que contrató vale la pena.

  • Si me encuentro con una guía que aparte de estar como estás tú, me dice que soy hermosa y simpática, ¿cómo no vas a cubrir mis expectativas?

  • Entonces te lo voy a decir seguido, créeme que no me va a costar nada – nos quedamos riendo, mientras nos mirábamos con picardía. Llegamos a Sevilla, entregamos el equipaje y nos llevaron al hotel Alfonso XIII para la recepción. No era de gala, pero los viajeros lo habían interpretado de diferentes maneras. Unos como un almuerzo elegante, pero sin ceremonia otros con una sencillez de excursionistas, había tan de todo, que ninguna de las dos quedamos descolocadas. Después del almuerzo el paseo por el casco histórico, la plaza España, con sus flores, El Alcázar; La Giralda, en fin, fue un postre para la vista.

Eran lugares por los que había estado más de una vez, y los conocía bien. Pero el viaje en el tren de lujo, eso sí, no lo había hecho nunca. Subimos al tren, y fue mi primera sorpresa, el camarote era una suite con un lujo digno de un hotel de cinco estrellas.

En un baño de dimensiones reducidas, habían podido ponerle todas las comodidades para el más exigente. Un sillón con lujo oriental, se convertía en una cama de 1,50 de ancho, donde dormían dos personas con comodidad.

  • Judit, hay una sola cama vamos a tener que dormir juntas – miró sorprendida

  • Yo contraté la suite más lujosa, no pensé que tendría una cama sola, ¿qué hacemos?

  • No sé, tú dirás, o duermes conmigo o nos quedamos.

  • Si no te incomoda dormimos juntas, yo no muerdo.

  • Yo tampoco, y en todo caso duerme tranquila que estoy vacunada – por ser la primera noche, dejamos que la cama la armaran las camareras, y fuimos a cenar mientras el tren se dirigía a Jerez. Cuando volvimos la cama estaba hecha, se duchó primero, y salió con un camisoncito que era para babear – me salió decirle

  • Eso de no morder ya no es tan seguro, pero de verdad estoy vacunada – me fui a duchar mientras se quedó riendo.

No iba a ser fácil, ya hacía rato que no me daba una alegría, lo peor. que no podía esperar nada, bah… esperar podía, pero que pasara, no era cuestión mía.

Salí del baño con un camisón que no era mucho lo que tapaba, pero íbamos a dormir, tanto daba, me miró sin ningún recato, se sonrió, me saludó y se dio la vuelta, me acosté y puse el culo para el lado de ella, no quería excitarme más, no me iba a arriesgar a que el primer día se armara una bronca, y así me quedé dormida.

Nos avisaron con una música, que era la hora de levantarnos para empezar con las actividades programadas. Judit estaba pegada a mi espalda durmiendo profundamente.

  • Judit, despierta, ya nos llamaron para el desayuno – me di vuelta y no me soltaba

  • Estoy tan bien así, es temprano ¿no podemos quedarnos un poco más?

  • Nena, viniste a conocer Andalucía, no a conocerme a mí – en ese momento terminó de abrir los ojos y se dio cuenta que me estaba abrazando

  • Diana, perdona, te estaba abrazando, no sé qué habré estado soñando, discúlpame.

  • Bueno, no te preocupes que no es para tanto, después de todo mientras no me muerdas, me puedes abrazar lo que se te dé la gana – se ruborizó, pero la apuré para que se arreglara, se metió en el baño y salió con el salto de cama que nos proveía el servicio. Entré yo y cuando salí estaba cambiada, mucho más deportiva que el día anterior, y mucho más insinuante.

Me tocó cambiarme a mí, y no me quitó los ojos de encima. Me cambié como lo más natural sin ponerme en evidencia, me miraba con una sonrisita picara. Estaba jugando conmigo y a mí no me importaba.

Desayunamos en el tren y salimos a visitar bodegas. Nos dieron para catar diferentes variedades de vino, la tuve que contener, sabía que entre pedazos de queso y tragos, quien no sabe cuidarse, sale perjudicado, le iba explicando todo lo que veíamos.

El almuerzo fue en San Lucas de Barrameda. Luego de mirar el baile de los caballos andaluces tuvimos un tiempo libre para conocer las murallas, torres y puertas del siglo doce, volvimos al tren a la hora de la cena.

Nos sirvieron una comida típica con un vino típico, algo que nos levantó el ánimo. Llegamos al camarote entre risas, ya nos habíamos duchado antes, era solo ponernos la ropa de dormir. Se desnudó sin ningún pudor, yo ya me había puesto el camisón, me preguntó. -- Diana, ¿te molesta si duermo sin sujetador?

  • No Judit, si es un regalo para los ojos, tienes unos senos hermosos, pero no sé si así vamos a poder dormir juntas, está la opción de pedir una cama pequeña, podía dormir yo ahí – se quedó cortada, casi se le caían las lagrimas

  • Yo pensé… yo pensé… pero bueno, deja que me pongo el camisón

  • Tú pensaste esto – la atraje y le di un beso; un beso no fogoso, no tierno, un beso nada más

  • Y sí, algo así

  • Judit, eso lo hago con personas que me gustan mucho – me quedé en silencio; bajó la mirada apenada – y tú me gustas mucho – la agarré de la barbilla y le levanté la cara para darle un beso de verdad, le abrí loa labios con prepotencia y se dejó, gemía al sentir mi lengua enroscarse con la suya, sentía sus pezones pelearse con los míos, ahora fue ella la que me agarró de la nuca para profundizar el beso. Se despegó para decirme.

  • ¿Entonces me vas a ayudar? – me preguntó

  • ¿Ayudar a qué? – le pregunté sorprendida

  • A tener sexo con una mujer

  • ¿Cómo qué te ayude? Yo pensé que eso es lo que tú estabas deseando

  • Sí, ya sé, pero no sé si me anime – me estaba desconcertando y se me estaban yendo las ganas

  • A ver Judit, dime lo que te pasa, ¿tienes ganas o no tienes ganas?

  • Tengo ganas, pero a lo mejor en el momento no pueda hacerlo

  • Pero si tienes ganas ¿por qué no lo vas a poder hacer?

  • Tú no entiendes, son años que tengo metido en la cabeza que esto es inmoral, que no se debe hacer, que es pecado, obsceno, y todo eso, te crees que eso se borra en un momento.

  • Pero si piensas así ¿por qué quieres hacerlo? No lo hagas

  • Porque estoy enamorada de una mujer

  • Pero si ella no está enamorada de ti, que puedas hacerlo conmigo, poco te vale.

  • Yo sé que ella también está enamorada de mí.

  • Entonces trata de tener sexo con ella, te va a ser más fácil quitarte esos prejuicios

  • ¿Y si no puedo? Te imaginas ese momento, y que yo no sea capaz

  • Si estás caliente no me lo imagino, pero si no eres capaz tampoco lo vas a poder hacer conmigo

  • Ya lo sé, pero tú no te vas a ofender, con ella puedo perder una amistad de años.

  • Qué quieres que te diga, para hacer estás cosas tienes que querer o estar excitada

  • Yo quiero, y estoy excitada; mira, tócame – me llevó la mano a las bragas, sí, estaba excitada

  • Por favor, ayúdame – a mí se me habían ido las ganas, pero me dio pena

  • Mira, vamos a hacer una cosa; vas a cerrar los ojos y piensa en ella, yo voy a tratar que tengas un orgasmo, pero no pienses que soy yo, piensa que es tu musa y no abras los ojos; tendría que vendarte los ojos; a ver, espera, ¿Tienes unas bragas parecidas a las que usa ella?

  • Tengo iguales, le regalé un conjunto igual al mío – lo buscó y me lo dio

  • Bueno, ahora piensa que es el de ella, piensa que lo usó y te lo dejó a ti, que esa suavidad de la seda tiene la suavidad de su cuerpo – le acaricié con las bragas los labios – mira hace un ratito ahí estaba ese culito que te gusta tanto, le metí las bragas en la cabeza y llegó a taparle los ojos

  • Te dejo con tu amor, estás en mano de ella – le empecé a pasar las palmas por los pezones, sentí cómo se endurecieron, gimió, fui bajando las manos hasta enganchar sus bragas, se las fui bajando de a poco, quería que se cocinara en su jugo, subí acariciando su pierna hasta llegar a su vulva, dejé una mano ahí mientras la otra volvía a sus tetas, tomé un pezón entre mis labios, la mano de abajo estaba haciendo su trabajo, le colé un dedo, pero lo saqué enseguida para hacerla desear, empujó como para buscarlo pero ya iba camino a ese botoncito que seguro la iba a hacer palpitar.

Se revolvía en medio de sus deseos, jadeaba con la boca entreabierta, le pasé la lengua por los labios sin llegar a besarla, levantaba la cabeza buscando el contacto, la estaba torturando por los dos lados, ahora era ella le que me agarraba la cabeza buscando mi boca, volví a meterle un dedo que enseguida fueron dos, estaba lubricada de sobra, sabía que no la iba a lastimar, pero la llevaba al borde del orgasmo y retiraba la mano dejando que el deseo la dominara, hasta que gritó

  • Susan, no seas hija de puta y hazlo de una vez – me quedé sorprendida, no entendía bien, pero me di cuenta que no fue la página, la que me había traído esta cliente, no me cayó muy bien, pero tampoco era tan hija de puta para dejarla así, le tapé la boca con la mía en un beso que pretendía ser apasionado, para ella lo era, moví la mano con más rapidez, y aun le ayudé con la otra para rellenar su coño mientras le atendía el clítoris, sentí como me apretaba los dedos mientras chupaba mis labios desesperada.

El orgasmo fue brutal, los camarotes debían ser bastante acústicos porque no vino nadie. Ella quedó despatarrada, y a mí me volvió la calentura, después de verla así no era para menos. Se tiró arriba mío, buscando sacarme el camisón

  • Eh… para que no soy Susan, ella ya se fue – se quitó las bragas de la cabeza

  • Ya sé que no eres Susan, pero después de lo que hiciste, tu así no te quedas

  • Deja, que no hay necesidad

  • Tú no tendrás necesidad, yo sí – me busco los labios y de ahí para abajo no hubo sitio por donde no pasaron los suyos.

Yo estaba rara, no me sentía la protagonista, era la sustituta y me molestaba, pero la carne es débil, no tendría mucha práctica, pero teoría le sobraba, el orgasmo no habrá sido de los mejores, pero para calmar mi necesidad bastó.

  • Gracias, gracias, no sabes la alegría que me diste, ya sé que puedo.

  • Claro que puedes. Bueno, ahora a dormir que nos tenemos que levantar temprano

  • Yo pensé que íbamos a hacer algo más

  • Piensa que quieres conocer Andalucía, y que tenemos que estar a horario, así que descansa – me di la vuelta y la dejé con las ganas.

Había dos cosas que me molestaban. Que Susan anduviera divulgando lo que pasó entre nosotras, y que Judit estuviera pensando en ella en el momento de tener sexo conmigo.

Pensando eso me quedé dormida. Me desperté a la mañana, ella tenía el sueño pesado, la dejé dormir y me cambié. Cuando estaba lista la llamé.

  • Arriba dormilona, vamos que se nos hace tarde – me miró confundida

  • Pero tú ya te arreglaste ¿por qué no me llamaste antes?

  • Porque así tienes el baño para ti sola, y hacemos más rápido, anda apúrate que no van a esperar por nosotras – no le gustó mucho el verme cambiada, pero había un autocar para recorrer los sitios más interesantes de la ciudad. Luego del desayuno salimos a hacer el recorrido.

Cádiz es una ciudad hermosa, por su historia, y por la mezcla de culturas que se podía apreciar. Fundada por los fenicios, es la ciudad más antigua de occidente. Llegaron los romanos y enriquecieron su historia. Judit estaba contenta, subimos a la torre de Tavira, desde donde se observaba todo Cádiz.

Pasamos una hermosa mañana, yo ya la conocía, pero no me cansaba de admirarla, después de recorrer sus callejuelas, volvimos a almorzar al tren y partimos para Ronda. Ahí hicimos noche, Judit estaba ansiosa, me duché yo primero, y después entró ella.

Salió del baño desnuda, estaba divina, para comérsela, y verla así me daba hambre. Me vio tapada con la sabana, cuando se metió me encontró en camisón

-Pero ¿porque no estás desnuda?

  • Porque yo duermo así, no sé qué te extraña

  • Pero después de lo de anoche yo pensé; ¿o te gusta que te desnude yo?

  • No Judit, lo de ayer pasó ayer, tu necesitabas ganar la confianza de que lo podías hacer con Susan, ahora ya la tienes; ya sabes que sí; junta ganas que la vas a sorprender, te va a gustar más. No dijo nada, se dio la vuelta enfadada, no sé si se durmió enseguida, me di cuenta que no era lo que esperaba.

A la mañana, apenas la desperté se levantó sin saludarme, se vistió callada y fuimos al desayuno. Apenas conversaba, estaba enojada y no le importaba demostrarlo, recorrimos la costa del Guadalevín, el palacio de Mondragón y volvimos a almorzar.

A la tarde pasamos por las murallas árabes y el palacio del rey Moro. Cenamos y había un espectáculo flamenco que me gustaba, tenía una cara de culo que no se aguantaba.

  • Quédate tú que te gusta, yo me voy a acostar, que seguro que mañana tenemos que madrugar

  • Bueno, acuéstate que enseguida voy yo

  • No hace falta, que aquí vas a estar más entretenida que conmigo – se levantó y se fue, no podía quedarme, me había contratado para pasarla bien ella no yo. esperé un poco para encontrarla en la cama, y fui a la habitación. Entré y ya estaba acostada, me duché, me puse el camisón en el baño y me acosté, me daba un poco de culpa, me puse de espalda y traté de dormir, de pronto siento que se aprieta contra mi espalda, pasa un brazo por mi cintura y me dice al oído

  • ¿Por qué eres tan mala? qué pasa ¿tan mal lo hice el otro día? – me di vuelta estaba llorosa

  • No Judit, no lo hiciste mal, pero esas cosas se hacen con quien tienes ganas de hacerlo, no vale cualquiera, vas a ver que con Susan lo vas a sentir mucho mejor, ya no tienes ese prejuicio, lo vas a poder hacer libremente sin cuestionarte.

  • ¡Y qué! Si lo hago contigo tampoco voy a cuestionarme. A ti seguramente te parece una tontería que esté como estoy, ¿Tú sabes lo que es vivir tanto tiempo sintiéndome sucia nada más que por pensarlo? ¿Tú sabes lo que es tener ganas de masturbarte y nada más que por pensarlo sentirme una puta? Eso y más es la educación que me dieron en mi casa. ¡Claro! tú no viviste eso, por eso tomas lo que quieres sin ningún complejo y me desprecias.

  • Judit, te estás portando como una niña y tienes más años que yo. Yo no te desprecio, trato de entenderte, pero tú también pon un poco de voluntad en entenderme a mí. ¿Te parece que puedo tener relaciones normales sabiendo que te estás imaginando que estás encamada con otra? eso está bien para los cuentos, pero la realidad no es así, por lo menos para mí. No soy una muñeca inflable para que te saques las ganas conmigo mientras piensas que estás con Susan, no vamos a pretender amor, pero por lo menos respeto, si estás conmigo tienes que estar pensando en mí.

  • Y claro que pienso en ti, de Susan estoy enamorada pero todavía no tengo nada con ella, lo que hiciste sirvió la primera vez, pero no podría hacerlo otra vez, si lo estuviera haciendo contigo pensando en ella, sería como engañarla. Claro, tengo más años, pero a ti no te educaron igual, tú te relacionas con quien se te da la gana sin pena ni culpa, yo soy una idiota criada para ser niña toda la vida, tienes mujeres más interesantes que yo, perdóname si te molesto – no sabía si era puro sentimiento, o algo de actuación, o quizá un poco y un poco.

Se puso boca abajo mirando para el otro lado, con la poca luz me pareció que estaba llorando, no sé si era por no hacer lo que deseaba, o lamentándose por las ideas de mierda que le habían metido sus padres en la cabeza. Me daba cuenta que si paso tanto tiempo aguantándose, con ganas y con miedo; descubrir que hay otras posibilidades de vivir la vida; otros placeres a los que había estado negada, y ahora se hacía la ilusión que estaban a su alcance, la decepción debía pegarle muy fuerte. Me levante despacio, me desnudé, me acerque hasta tocarla, se corrió malhumorada

-Ten cuidado, a ver si te caes del tren

  • Y a ti que te importa si me caigo, por el cuento que te tiene.

  • Es que no quiero agarrarte lastimada – le pasé la mano por el culo – No entiendo, si tenías tantas ganas, no se para que te pusiste las bragas – se puso rígida y tiró la mano para mi lado, sintió mi desnudez, miró y vio que era total, como dios me trajo al mundo, aunque ahora un poco mejor.

Se levantó apurada a sacarse el camisón y las bragas, no dijo nada se tiró sobre mí, y yo la estaba esperando. Me besó desesperada, los labios, el cuello, se prendió de mis tetas.

  • Ahora vas a ver en quién pienso, la niña te va a dar vuelta el coño – parece que la educación de los padres se le había ido de golpe, no la dejé seguir, la di vuelta y me le subí arriba.

  • No pequeña, aquí la que va a terminar con el coño dado vuelta vas a ser tú, que todavía no te lo probé – no me peleo mucho, diría que nada, más bien se ocupaba de que no sacara la cabeza de dónde la había metido; me gustó mucho, me gustó su sabor, me gustó su abandono al placer en un orgasmo que la hizo saltar de gusto, me gustó porque después de comprender su sufrimiento, me sentí buena sintiéndola gozar, me gustó escucharla decirme después de correrse

  • ¡Diana, Diana! Ponme el coño en la boca por favor – se lo arrimé y que se arreglara, y se arregló. ¡Que comida de coño me pegó! lo hacía con un entusiasmo que parecía que quería olvidarse de los momentos de necesidad que había pasado, me hizo lamentar el día perdido.

  • Judit, deja algo para mañana cariño –

  • Después de lo que me hiciste sufrir, tendría que coserte un cierre en el coño para poder comerte yo sola, ¿de verdad no tienes más ganas?

  • ¿De verdad me coserías el coño?

  • Sabes que no te haría eso, pero que te lo tendría ocupado, no lo pongas en duda

  • Bueno, pero ahora déjalo descansar y haz descansar el tuyo, que los últimos días hay que aprovecharlos – nos quedamos dormidas abrazadas. El despertar fue a los besos

  • Espera que me lavo los dientes, debo tener aliento a perro muerto

  • ¡No! tienes aliento a coño vivo, me da ganas de ir a visitarlo

  • Quítate que tengo ganas de mear, y apúrate que nos toca La Alhambra, vas a ver que vale la pena – se levantó contenta, estaba hermosa, entre pasar la mañana visitando La Alhambra, a pasar visitándola a ella, lo único que tenía, que para ver el palacio solo teníamos esa mañana.

Antes de salir nos dimos un buen morreo. Su inexperiencia la hacía más comestible.

Pasamos una mañana como pocas, estaba contenta y me alegraba a mí. Almorzamos y la tarde la teníamos libre, paseamos por el Albaicín, visitamos la catedral, el palacio Carlos V, y esa noche también actuaba una compañía de baile flamenco, está vez nos quedamos, le gustó, se recostó sobre mi hombro y me susurró

  • Que fuerza que tiene este baile, me da ganas.

  • Ganas de qué ¿de bailar?

  • ¡No! ya sabes de que

  • Espera que falta poco – la verdad que era cierto te hacía hervir la sangre, y a nosotras se nos iba para ese lado. Termino el espectáculo, y nos fuimos rápidamente a la habitación, el baño era lujoso pero reducido, ese día lo agrandamos nosotras. Nos bañamos juntas y nos arreglamos para hacer el amor, nos acostamos casi sin despegarnos. Me mordió la oreja con los labios

Tengo ganas de volver a comerte el coño, ¿me dejas?

  • A mí no me preguntes, arréglate con él. – me besó primero los labios y fue a pedir permiso, no se fue bajando, se fue girando hasta llegar a mi pubis, me subió las piernas, me las trabó con los codos, y se zambulló en mi raja. Quedó arrodillada con el muslo a la altura de mi cara, me dio ganas de morderlo, pero me pareció mejor levantarlo y meter la cabeza entre los dos, ahora fui yo la que le separó las rodillas haciendo que su almeja aterrizara en mi boca. Ahí nos perdimos, estábamos dónde queríamos estar, haciendo lo que queríamos hacer. No sé qué era mejor, si los orgasmos que me llenaban la boca con sus jugos, o los jugos que me hacía escurrir con semejante comedura. Terminamos fundidas, besándonos como para ponerle un final a esa noche.

A la mañana desayunamos en Córdoba. La capital del emirato y el califato medieval de Al Andalus. Recorrimos Palacios, Iglesias que es imposible alcanzar a apreciar en su belleza en tan poco tiempo, y el tren regresó a Sevilla.

Prácticamente el viaje había terminado, le pregunté

  • ¿Qué te pareció el viaje? Te gustó ¿valió la pena?

  • Tuvo cosas buenas y otras no tanto, yo la pasé bastante bien, porque siempre estuviste explicándome, pero se me hace que es para hacerlo con más tiempo sin que te estén corriendo.

  • Si es verdad, pero en tours como este no se podría de otra manera, pero al fin, nada muy malo

  • ¿Cómo nada muy malo? El día que te hiciste la estrecha, fue el peor día de los últimos años.

  • Eres una exagerada, bien que te lo compensé

  • Creo que todavía me quedaste debiendo algo – quedamos así; cuando llegamos a Sevilla a eso de las cinco de la tarde, coordinaba con el ave que nos llevaba de vuelta a Madrid, esa noche volvía a dormir en casa, y al otro día partiría a Londres.

Llegamos cuando estaba anocheciendo. Ponerme a cocinar no era caso, ni sabía con que contaba.

-Judit, si te gustan las rabas y el pulpo, lo encargo y lo voy a buscar mientras tú te duchas.

  • Sí, creo que es mejor que comer afuera – encargué la comida para la hora, me duché me cambié y la dejé para que se arreglara como más quisiera. Fui a la marisquería y tuve que esperar un rato valió la pena, la comida caliente, estaría perfecta para comerla. Llegué y encontré a Judit con cara de enojo.

  • ¿Qué te pasa que tienes esa cara?

  • ¿Por qué le dijiste? Yo quería darle una sorpresa – la sorpresa me la estaba dando ella

  • ¿Por qué le dije a quién?

  • A Susan, yo quería que la nueva Judit la sorprendiera, y tú le tuviste que contar.

  • Pero Judit, cómo le voy a contar si hace un mes que no hablo con ella

  • Me dijo lo bien que lo había pasado contigo, ¿Cómo supo?

  • Ah…te dijo que la habías pasado bien y tú le largaste todo; ves que todavía eres una niña, te sacó de mentira verdad – meditó un momento y se sonrió.

  • Tienes razón, ¡qué cabrona! Me las va a pagar. Bueno ¿trajiste la comida? Me muero de hambre.

  • Aquí está, yo no me muero, pero siento este olor y me pongo boba, espera que traigo una botella de vino – no pude dejar de acordarme de la primera vez con Susan, pero ahora el vino era para degustarlo nada más. nos sentamos a comer con ganas, estaba pensativa, olía extasiada.

  • Diana ¿sabes lo que pensaba? Si esto en vez de estar en el plato estuviera en tu coño, me tienen que sacar empachada. – la miré sorprendida de su imaginación

  • ¿Eso piensas? Así que a ti con un poco de ajo y aceite de oliva, te pescan como si nada.

  • No tonta, te dije en tu coño; es que son dos cosas que me gustan mucho, juntarlas en el mismo lugar debe ser exquisito; pediría la parte más gorda del pulpo, te la metería hasta el fondo, y después la iría sacando de a poco mientras la iba comiendo, sería para quedarse ahí hasta morir.

  • Judit, te está saliendo una vena bastante degenerada. – me miró espantada

  • No me salgas con cosas de mi familia ¿te parece que pensar eso está tan mal?

  • No boba, te digo en chiste, pero tengo que reconocer que imaginar un tentáculo de pulpo en un coño, no es para cualquiera; ¿te imaginas con esas ventosas el efecto que te haría?

  • Cuando estoy contigo me gustaría tener la lengua para que te llegara hasta el fondo

  • Bueno, eso me gustaría a mí también, pero con ajo ni loca, el fuego de la pasión no da para tanto

  • ¿Sabes lo que pienso? Susan se burló de mí, dijo que me espera a ver como aproveché el viaje, tengo ganas de dejarla que me espere más.

  • No le digas cuando llegas y ya está.

  • Cuando llego, lo va a saber, a no ser que me esconda en Londres.

  • Y escóndete ¿no tienes amigas que no le digan?

  • Sí tengo, pero mejor me escondo aquí ¿si no estás comprometida los próximos dos días te contrato para conocer Madrid?

  • ¿Y qué quieres conocer de Madrid?

  • Y si nos da tiempo, Susan me dijo que visitar el museo del Prado vale la pena.

  • Si nos da tiempo después de que.

  • Después de conocer bien tu habitación, tu yacusi, y ver Madrid desde tu ático, desnudas.

  • ¿Tiene que ser desnudas?

  • Vestidas lo puedo ver desde abajo, cual es la gracia

  • Tienes razón, no cualquiera puede ver Madrid en pelota, ¿y por dónde empezarías?

  • Cuando terminemos de comer ¿podrías llevarme una visita guiada a tu yacusi? Si me acompañas

  • No voy a arriesgarme a que te ahogues, vete preparando que junto los platos y vamos. – puse a llenar el yacusi, le ajusté la temperatura, cuando terminé de limpiar la cocina, ya estaba para meterse. Me estaba esperando desnuda.

  • Anda, métete que cabemos las dos.

  • No, métete tu primero así me enseñas

  • ¡Judit! No te hagas la niña boba que estarás cansada de conocer yacusis

  • Sí, pero no como este, a ver si me resbalo – me senté esperando que iba a hacer. Se metió, me separó las piernas y metió el culo entre medio, se tiró para atrás quedando apoyada en mis tetas.

  • ¿Estas cómoda así? Ponte a gusto – tiró la cabeza para atrás, pegándola a la mía, se movía frotándose, mientras me pasaba los labios por el cuello, me susurraba

  • ¡Ves! Así estoy más segura, agárrame de la cintura – decir que su comportamiento me hacía mojar; metida en una bañera llena de agua, es una estupidez, pero me mojaba donde el agua no llegaba. Frotaba el culo contra mi pubis. Fui dejando caer una mano hasta llegar hasta su vagina. Dejé que los dedos buscaran su lugar solos, también estaba mojada, y esa viscosidad no se la aportaba la bañera, se puso de medio costado montando su pierna sobre la mía, se retorció hasta ponerme la teta en la boca, chupé a gusto, empezó a girarse hasta quedar de frente, me besó metiéndome la lengua hasta donde le daba, se la chupé, tenía gusto a ajo, pero yo también había comido pulpo, así que me daba hambre de seguir chupándola, se arrodilló volviendo a regalarme sus tetas, me apretaba la cabeza para que siguiera, la agarré del culo y empecé a subirla, se desesperaba, llegué a su pubis, puso un pie en el borde de la bañera, abriendo las piernas lo suficiente para dejarme la vía libre a su ruta de placer (que en ese momento también era la mía) hundí mi lengua en esa almejita tan apetitosa, esperaba que los restos de ajo no le provocaran picazón, pero a esta altura estaba más picante yo que el ajo. Comenzó a moverse frenéticamente, y se corrió de una forma frenética. Casi se cae, la tuve que sujetar, se dejó deslizar sobre mi cuerpo quedando colgada de mi cuello. Me miraba como ida, me besaba como con sed de besos.

  • ¡Sabes! estuve en muchos yacusis, pero el tuyo debe ser especial, nunca estuve tan a gusto. – me besaba todo lo que sobresalía del agua – Diana, siéntate en el borde, que para buzo no doy la talla – le hice caso, me senté y abrí las piernas lo más que pude, me corrió para donde más le gustaba; donde más le gustaba, era donde podía apoyar el culo en una salida que se lo llenaba de burbujas. No sé qué más la calentaba si las burbujas o mi coño, pero no tendría un tentáculo de pulpo, pero esa lengua hacía maravillas, ¡cómo había aprendido! Me hizo correr como una loca,

No sé si no se dio cuenta, le seguía dando a la lengua cómo si no

  • Judit, para, podemos ir a la cama, cálmate

  • Déjame un poco más, me gusta mucho – tanto entusiasmo por hacerlo en el yacusi, me extrañó hasta que me di cuenta que estaba frotando el culo contra una salida de aire, le levanté la cabeza

  • ¿Te gusta más que lo que te puedo hacer yo? – se ruborizó

  • ¿Tienes ganas de hacerme algo?

  • Vamos a la cama que te digo – nada más de verla, el calentón no se me pasaba. Quedamos para terapia, dormimos hasta tarde y nos despertamos con hambre. Fue un desayuno almuerzo, la convencí de ir al Prado o a otro sitio, así estábamos mejor para la noche.

A la cena, quiso comer lo mismo, estábamos cenando y me miraba fijamente

  • Judit, deja de mirarme así, parecieras que me quieres comer

  • Es que te quiero comer y me da miedo

  • Oye, si tienes más hambre pedimos dos porciones más

  • Sabes de qué manera te quiero comer

  • Si es así, espera un poco que algo va a ver, no tienes por qué tener miedo

  • No, si contigo no tengo miedo, pero te imaginas con Susan, vamos a poder hacerlo a las tantas, y a mí…esto me está gustando mucho, no quisiera tener que engañarla.

  • Mira, si es por las ganas que tiene ella, no te preocupes que no se queda atrás.

  • Si, pero ¿cuándo vamos a poder?

  • Y yo que sé, tienen que buscar algo para estar más tiempo juntas, por el marido por lo que me dijo creo que no van a tener problemas

  • Por el marido no, mientras no haya murmuraciones ¿con que excusa andamos juntas?

  • ¿Y no tiene secretaria personal?

  • No, no tiene, y si la tuviera sería peor, otra para darse cuenta

  • Pero dime, la señora de lord Berteley ¿no podría tener una secretaria personal?

  • Podría, todas la tienen, pero ella ¿para qué la quiere?

  • ¿Pero eres boba? Para atenderle los bajos – abrió grandes los ojos

  • ¿Tú dices que yo…que yo fuera su secretaria?

  • Eso lo dices tú, yo no te dije nada, pero si se te ocurrió, a lo mejor te contrata. – se sonrió

  • Al final, me vas a terminar arreglando la vida, no sé cómo pagarte.

  • No seas boba, tarde o temprano lo que tiene que pasar pasa, y ustedes están predestinadas.

Terminamos de cenar y nos fuimos a la cama, estaba eufórica, me besaba con devoción, se adueñó de mi coño y se avocó con un entusiasmo envidiable, se metía los dedos ella sola mientras me seguía comiendo y haciéndome correr, la subí a mi lado para que parara.

  • No estás pensando en mí, pero esta vez te perdono, mañana preparamos todo, y pasado te vas, te debe estar esperando – se abrazó a mí. Con una alegría de pequeña.

Al otro día nos levantamos, preparamos la maleta que no era tanto, y salimos a pasear, almorzamos en un restaurant y a la tarde fuimos al museo, cenamos afuera, no queríamos manchar nada, llegamos nos duchamos y preparé unos tragos como despedida

Estábamos en camisón, nos sentamos juntas en el sofá

  • Un brindis por la suerte de habernos conocido, y ojalá volvamos a vernos – brindamos, me quitó la copa de la mano y las puso sobre la mesa. Se subió a horcajadas sobre mis rodillas.

  • Perdóname si ayer no estaba pensando en ti, pero estaba muy ansiosa con la idea de ser la secretaria personal. Ahora estoy pensando en ti, mira cómo estoy – me llevó la mano a la vagina, no tenía bragas y estaba encharcada, me sujetaba la mano mientras se movía sobre ella, me besaba el cuello, la cara, hasta que se prendió a mis labios con furor y de ahí no salió hasta que se corrió entre mis dedos, quedó un poco calmada – no sé si podré agradecerte todo lo que hiciste por mí, aunque en la cama, a lo mejor pueda. Fuimos a la cama, y pudo. Mejor dicho, pudimos, porque ella también terminó bastante agradecida.

  • Me gusta tanto esto, qué si Susan no me toma de secretaria, va a tener unos cuernos que no va a pasar por la puerta.

  • No te preocupes que por lo que sé de ella, no vas a pasar necesidades, más vale, al contrario

  • Conque sea cómo tú, estoy hecha.

-Entonces duerme tranquila, es bastante más apasionada.

A la mañana, nos levantamos, desayunamos y salimos al aeropuerto. La acompañé hasta que tuvo que pasar al pre embarque. Me despidió con un beso en los labios, no le importó que la vieran, se le habían curado los prejuicios. Y así nos despedimos.

A la semana, recibí una misiva de agradecimiento, de la secretaria personal de Lady Berteley

Al mes, me llegó un pedido para presentar un organigrama, para acompañar en una gira por Europa, a lady Berteley y su secretaria, para terminar de sacarles los perjuicios que le quedaran.

Merecía un estudio, aunque las dos juntas, me daban un poco de miedo.

Esta es una continuación, esperando que sea de vuestro agrado, si algo se me ocurre, continuaré.