Libre 1
" Después de mucho tiempo viviendo sin vivir, Eva podía al fin empezar a disfrutar..."
¡Libre, ya era libre!... Eva estaba delante del espejo, mirando su cuerpo desnudo y repasando su vida. No había sido fácil... Cuando nació, sus padres ya eran mayores. Muy religiosos y temerosos de todo, no la habían dejado disfrutar de las cosas normales de cada edad, la tenían en una burbuja. Vivían en la montaña, alejados de todo, pues eran guardeses en la finca de una familia de bien y allí poco contacto con la gente tenía. No quisieron que fuera al colegio, por sus temores, y cada día venia un profesor a darle clases. Así sacó sus estudios. Debido a todo esto, era tímida y retraída, pero ella sabía que no era así, que la habían hecho así.... Se había resignado a esa vida pero esperando que llegara su momento de vivir, de disfrutar... Atractiva y sensual, sabía que era deseada por los hombres. Sus miradas se lo decían y su profesor, también. En la adolescencia, buscaba cualquier excusa para tocarla, rozarla, poner su mano en la pierna... y ella le dejaba. A menudo traía fotos eróticas, con la excusa de darle clases de sexualidad pues según él, tenía que saber de todo, y ella sentía cómo su cuerpo despertaba al verlas, cómo deseaba ser como las chicas de las fotos y le gustaba ver cómo su profesor se iba excitando cada vez más, mientras con disimulo se iba tocando la abultada entrepierna. El ultimo día que lo vio, él ya no pudo más y ni abrió un libro. Empezó a tocarla mientras le iba diciendo lo feliz que había sido todos esos años dándole clase, que nunca la iba a olvidar y que esperaba que algún día se volvieran a ver, que la deseaba. Ella se dejaba hacer, asustada y sorprendida, pero sin querer que parara... Jugó con sus pezones duros, magreó sus pechos mientras ella cerraba los ojos dejando que le inundaran todas esas nuevas sensaciones. Sintió cómo su sexo se mojaba, le metió la mano por las bragas y sus dedos expertos lo recorrieron despacio, mientras ella gemía en silencio... Cuando se fue, le dio su teléfono, diciéndole: "llámame cuando seas libre.." Ése fue su único contacto con un hombre. Tenía 35 años y todavía era virgen. Siguió viviendo en su cárcel, pues sus padres ya mayores, enfermaron y tuvo que cuidarlos. Estudio idiomas a distancia y trabajaba de traductora desde casa, para poder dedicarse a ellos. Pero eso ahora ya era pasado. Iba a empezar a disfrutar de todo lo que se había perdido, pero sobre todo, quería disfrutar del sexo. Aunque una sensación de vértigo le daba cuando lo pensaba... Se metió en la ducha, sintiendo esa oleada de calor que tanto conocía. Dejo caer el agua caliente sobre su cuerpo, mientras en su cabeza aparecían escenas que a ella le gustaba imaginar. Cómo la follaban dos machos, como la hacían gozar, como se corría una y otra vez.... ¡¡qué locura!!, pensaba, ¡si ni siquiera he estado con uno! Pero a ella le gustaba imaginar... Sus manos empezaron a recorrer su cuerpo despacio, los pechos duros, los pezones erguidos. Los pellizcó y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Bajó hasta su sexo y deslizó sus dedos de arriba abajo, sintiendo como latía pidiéndole más.. No paró hasta que su cuerpo se estremeció de placer y un poderoso orgasmo la invadió... Salió apresurada del baño, su avión salía en unas horas. Su prima Ana y su marido Carlo, la habían invitado a pasar unos días a su casa en Menorca. Los conoció el día del funeral de su madre, hacia ya cinco meses. Sus padres siempre le habían dicho que era la prima "rara", por eso no tenían contacto, pero conectaron enseguida. Encontró en Ana la amiga que nunca tuvo y a ella le contó sus deseos y sus miedos. Eran una pareja atractiva, que llamaban la atención, de su edad y a ella la habían ayudado mucho. Termino de hacer la maleta nerviosa, pensando que esos días serían inolvidables para ella...
Al llegar a Menorca, hacía tanta calor, que su vestido ligero de algodón se le pegaba al cuerpo como una segunda piel, marcando sus caderas al andar y el
movimiento de sus pechos. Los hombres la miraban con deseo y aunque sentía vergüenza le gustaba, y se estremecía al ver sus miradas. Y más cuando Carlo la vio... Se la comió mientras se dirigía hacia ellos, el tiempo suficiente para que su verga despertara y al abrazarla, la sintiera dura contra ella. Y más calor sintió...
De camino a su casa entablaron una animada charla, mientras Carlo no le quitaba ojo por el retrovisor. Tenían una casa preciosa a pie de playa. Vivían allí hacía tres años, pues a Carlo, que era italiano y profesor de instituto, le salió una plaza en Ciudadela.
La acompañaron a su habitación:
-"Prepárate que nos vamos a la playa a refrescarnos. El biquini no te hará falta" - dijo Carlo alegremente.
-"¿Cómo?"- contestó Eva sorprendida.
-"Iremos a una playa nudista, siempre vamos a la misma. Es increíble y hay poca gente" - le aclaró el italiano. -"Cala Macarelleta se llama", puntualizó.
-"Pero yo... yo no voy a estar cómoda desnuda" - tartamudeó Eva ruborizándose.
-"¡No le hagas caso!"- salió al paso Ana, dándole un codazo a Carlo- "Llévatelo, no pasa nada. Si luego te apetece, siempre te lo puedes quitar. Va muy poca gente a estas horas, estaremos casi solos"- la tranquilizó.
-"No creo que me apetezca"- dijo Eva muerta de vergüenza.
-"Es una sensación maravillosa, de completa libertad. Ya verás cómo luego te animas. No te importa que nosotros no llevemos, ¿no? - interpeló Carlo.
-"No, no me importa"- contesto sin pensar lo que decía. Y sí le importaba. Se iba a sentir violenta y incomoda con ellos desnudos, pero no quería ser aguafiestas.
Aparcaron el coche y tuvieron que andar un buen trozo hasta llegar a la cala. Era espectacular. No había casi nadie, solo unas personas a lo lejos. "Menos mal"- pensó- "No tendré que ver un montón de penes danzando".
Cuando se quitaron la ropa, no sabía dónde mirar.
-"Me voy a bañar, que me muero de calor"- se excusó, y se dirigió corriendo hacia la orilla. El agua fría calmo su inquietud de momento. Su baño duro más de lo normal, atrasando el momento de tener que verlos desnudos, pero al final tuvo que salir. Se habían puesto detrás de unas rocas para aprovechar la sombra, así que no los vio hasta que llego donde estaban. Se quedo paralizada...
Carlo estaba sentado, con la espalda en la piedra y Ana arrodillada entre sus piernas, con su pene en la boca. El italiano se la quedo mirando, allí quieta, mojada, marcando los pezones duros a través de la tela del biquini y la braguita metida ligeramente por su raja y se excitó aun mas. Tendió su mano para que se acercara, pero ella no pudo moverse, la escena la había impactado. Ana se dio cuenta de que su prima estaba allí y paró de chupar. Se levantó, la cogió de la mano y se arrodillaron al lado de Carlo.
-"¿Quieres probar?"- dijo Ana.
Eva no contestaba, solo miraba el pene como hipnotizada. Era la primera vez que veía uno de verdad.
-"Ya verás cómo te gustará, sólo déjate llevar..." -insistió su prima.
Le cogió la mano y se la puso alrededor de la verga de Carlo, dura, tiesa, mirando al cielo. La guió en sus caricias, despacio, sintiendo cada centímetro, sintiendo como su cuerpo iba despertando con una especie de latigazos que le subían desde los pies hasta la cabeza y hacían latir su sexo.
Ana se inclinó y empezó a chupar, haciéndole un gesto a la invitada para que la imitara. Ella lo hizo, lo deseaba... Una por cada lado pasaron sus lenguas, sus labios. Eva se la metió despacio en la boca, poco a poco, sintiendo su calor, su dureza... y
chupó con ansia, con el hambre de la que tanto espera.. Carlo le quito el nudo del biquini dejando sus pechos libres, acariciándolos delicadamente. Ella cada vez estaba más suelta y más caliente.. La verga iba de boca en boca, era un no parar y no tardo en correrse, ido por el placer, llenando sus bocas. Eva se apartó, no sabía si le iba a gustar. Unas gotas le cayeron en sus labios y paso la lengua para probarlo. Y le gustó, era el sabor del placer...
Se quedaron un rato en silencio, tumbados, hasta que Ana propuso ir al agua. Eva aun estaba alucinada por lo que acababa de pasar.