Líbranos de la tentación (caps. 14-18)

Lucas y Bea tienen 18 años y llevan saliendo desde los 14, por lo que su relación es bastante sólida. No obstante, Bea debe irse a la universidad y separarse de Lucas, lo que pondrá en juego su relación, especialmente porque el mundo parece empeñado en hacerlos ser infieles.

BEA (IV): Diablo

Los primeros días de curso estaban siendo geniales. Las clases aún eran suaves, empecé a conocer gente que en su mayor parte era muy maja, conocí a fondo las asombrosas instalaciones del campus...

Y Nuria era increíble. Nos lo pasábamos genial juntas, muchos días hablando en la cama hasta las 2 o las 3 de la mañana, y aunque al día siguiente madrugar se hacía muy duro lo cierto es que nunca nos arrepentíamos.

Nuestro tema de conversación favorito, claro, era el sexo.

  • ¿En serio me estás diciendo que solo lo has hecho con tu novio? - preguntó Nuria con incredulidad, en la oscuridad de nuestro cuarto.
  • Llevamos juntos desde los 14, ¿qué esperabas? - respondí con una sonrisa aunque no la pudiera ver.
  • Eso es lo que no entiendo. ¿Para cuándo la boda? - refunfuñó.
  • Para después de graduarnos, espero. - contesté inocentemente.
  • Era una broma, Bea. - rió. - ¿Si te digo algo no te enfadas?
  • Prueba. - dije confiada.
  • Me apostaría 100 pavos a que tú no te casas con Lucas.
  • No me gusta apostar, pero te equivocas. - intenté no tomármelo muy a pecho.
  • Si seguís juntos a final de curso ya me sorprendería bastante, si te digo la verdad.
  • ¿Tú qué sabrás? - ahora sí se me notó un poco de resquemor. - Ni siquiera has tenido novio nunca.
  • Porque meterse en una relación de pareja es como subirse a un tren que va a descarrilar. - expuso. - Mira qué bien nos va a Didier y a mí siendo amigos.
  • Ya, “amigos”. - la piqué. Se había vuelto una broma habitual entre nosotras el que yo insinuara que ella sentía algo más por Didier.
  • ¿De verdad crees que estoy enamorada de Didier? - se rió.
  • No sé si diría tanto, pero... La relación que tenéis es prácticamente de pareja, solo que folláis con otras personas. - me encogí de hombros, de nuevo sin que nadie pudiera verlo. - Sois como una relación abierta.
  • Ya, la diferencia es que en una relación abierta tienes expectativas de futuro y Didier y yo tenemos claro que él se casará con alguna pobre cornuda a la que querrá mucho pero a la que se follará poco y que yo no me casaré con nadie ni aunque me pongan una escopeta en la cabeza. - explicó.
  • ¿No has estado enamorada nunca? - pregunté, en un tono más serio. - Eso es aún más inverosímil que mi relación con Lucas.
  • ¿Enamorada? - suspiró profundamente. - Estuve pillada por un tío cuando yo iba a la ESO, él iba a Bachillerato. Yo también le gustaba, pero él tenía novia y nunca se planteó dejarla, así que me tuve que conformar con ser “la otra”.
  • O sea que te acostaste con él.
  • De hecho perdí la virginidad con él. - su tono ahora era melancólico. - Me gustaba mucho, pero yo solo fui un polvo fácil para él. Bueno, o varios polvos. En su momento me dolió, ahora los tíos son polvos fáciles para mí y no me pillo por nadie. Así se vive mejor.
  • Si tú lo dices...

Aquella conversación me hizo reflexionar un rato antes de dormir, generándome inquietud por primera vez desde que estaba en el campus, aunque al final acabé desechando mis preocupaciones y llegando a la conclusión de que simplemente Nuria y yo éramos muy diferentes. La mañana siguiente fue más problemática.

Hasta entonces no se me habían acercado tantos chicos como sospeché tras el primer día porque, aunque había muchos más, también había muchas otras chicas entre las que dividir su atención. Sin embargo, aquel día pasaba algo raro. Todos me miraban, cuchicheaban y se reían. Al final, un valiente (valiente gilipollas) se atrevió a acercarse a mí.

  • Eh, monada, tú eres la chica de la 626, ¿no? - era un tipo grande y grueso, poco atractivo, con un ridículo piercing en una ceja.
  • Una de ellas, sí, pero mi nombre es Beatriz, no monada. - repliqué sin mirarle y sin dejar de caminar.
  • Pero tú eres a la que le va la marcha. - dijo con una risita estúpida.
  • ¿Perdona? - ahora sí me paré a mirarlo.
  • Que te gusta más una polla que a un niño un peluche. Bueno, mientras sea grande, claro. - se rió de sus propias obscenidades.
  • ¿Qué coño dices? Déjame en paz. - empecé a andar otra vez, acelerando el paso.
  • ¡La mía no es tan grande como tu juguetito, pero es gordísima! - gritó, ya sin perseguirme.

Me detuve en seco. Así que era eso. Se habían enterado de lo del dildo, pero ¿cómo? Antes de poder reaccionar, se escuchó una voz que me heló la sangre. La voz era cálida y masculina, suave y firme al mismo tiempo, con un dulce, aunque muy leve, acento colombiano. Pero el dueño de la misma, al que había reconocido al instante, solo era la mitad de esos adjetivos: no tenía nada de cálido, suave o dulce.

  • Tú lo tienes gordísimo todo, cabrón, ¿crees que eso le gusta a las chicas? - dijo Diablo, y el gordo se calló de inmediato.

Me di la vuelta y allí estaba, acercándose a mí con una sonrisa tan radiante como odiosa. Su verdadero era nombre era Daniel, pero en el instituto lo llamaban Diablo por el enorme tatuaje que tenía en su musculada espalda. Y él hacía honor a su sobrenombre: problemático, violento, mal estudiante... Se rumoreaba que estaba metido en temas de drogas, aunque yo siempre quise creer que eran exageraciones. Era dos años mayor que yo, pero había repetido 3º de la ESO dos veces por lo que fue a clase conmigo y con Lucas los últimos cuatro años. No es que en los últimos cursos se aplicase más, es que los profesores querían quitárselo de encima y le aprobaban con bastante manga ancha. Por supuesto, también era un abusón, y los chicos físicamente débiles como mi novio eran sus víctimas preferidas.

En resumen, encontrármelo en la universidad era tan chocante como encontrarse a una stripper en una iglesia, pero ahí estaba. Siempre había insistido en que quería estudiar una carrera, pero nadie se lo había tomado nunca en serio. Aparentemente nos equivocamos.

  • Cuánto tiempo, princesa, ¿cómo está el pezqueñín? - preguntó en cuanto estuvo delante de mí.

“Pezqueñín” era solo uno de los muchos motes despectivos con los que se refería a Lucas, y “princesa” uno de los muchos apelativos cursis con los que intentaba hacerse el seductor con cualquier tía.

  • Ahora que no tiene que verte el pelo supongo que mucho mejor. - protesté. - ¿Qué haces aquí?
  • ¿En una universidad? ¿Qué podría estar haciendo? - amplió su asquerosa sonrisa.
  • ¿Te has matriculado en una carrera? - seguía sin creérmelo.
  • Filología Hispánica. Se me da bien la lengua, como ya te habrá contado Marta.

Marta era una compañera de clase con la que me llevaba bien. Cuando se tiró a Diablo me sentí bastante decepcionada, pensaba que era más inteligente que eso.

  • ¿Y con qué dinero estás aquí si se puede saber? Dudo que tu familia pueda permitírselo. - era muy injusto que Diablo pudiera estar aquí y Lucas no.
  • Dudas bien. - no parecía ofendido por el comentario. - Estoy aquí con una beca, mi amor.
  • ¿Una beca? - pregunté, molesta, aunque me indignaron más las dos últimas palabras. - ¿Te han dado una beca... a ti?
  • Beca deportiva. - se encogió de hombros.
  • O sea que mi novio se mata a estudiar y no le sirve para nada pero tú estás aquí por jugar al fútbol. - suspiré, indignada.
  • Al rugby. - puntualizó. - Y yo no tengo la culpa de que la nenaza de tu novio no valga para nada.
  • Vete a la mierda. - susurré.

Me di la vuelta para marcharme a toda prisa, me hervía la sangre. Entonces Diablo volvió a hablar en voz alta, para que le escuchase todo el pasillo.

  • ¡Escuchad todos, pedazos de mierda! - constaté que su agresividad no había desaparecido. - Esta jovencita es mi amiga, y todos esos rumores que han estado circulando sobre ella no son más que sucias mentiras, ¿entendido? El próximo que la moleste con este tema se las tendrá que ver conmigo.

Lo observé soltar su discurso, sin saber muy bien qué sentir al respeto. Estaba claro que imponía, todo el mundo parecía prestarle atención y eso que eran sus primeros días en el campus. Supongo que cuando tienes el físico de un jugador de rugby y las pintas de un pandillero de barrio das bastante miedo.

No sé qué impulso absurdo me llevó a volver hacia él y darle las gracias.

  • No es nada. Además, está claro que los rumores son mentira. - me dijo con una sonrisilla.
  • ¿Qué quieres decir? - pregunté, confundida.
  • Se rumorea que te van grandes y los dos sabemos que lo que te mola a ti son los pezqueñines.

Me guiñó el ojo y yo puse los míos en blanco. Jamás reconocería que me había hecho gracia.

NURIA (IV): La mala amiga

  • Te has pasado, Nuria. - me reprochó Didier, al que le gustaba hacer de Pepito Grillo conmigo, probablemente la única persona que le hacía parecer recto en comparación.
  • Le estoy haciendo un favor. Y recuerda que si todo sale bien te la acabarás tirando.

Didier y yo estábamos charlando en su cama, todavía desnudos después de un buen polvo. Andrés estaba esperando en la sala común de la residencia a que acabáramos, y aunque Didier le había mandado un mensaje diciéndole que ya podía volver aún no había aparecido.

  • ¿Sabes el daño que le puede hacer eso a su reputación? ¿Sabes la lata que le van a dar los tíos? - pocas veces le había visto tan molesto con algo que yo hubiera hecho.
  • Tío, ¿qué más te da? Los dos hemos hecho cosas mil veces peores. - protesté. - Es un puto consolador de mierda, a la gente se le olvidará en dos días, no es como si hubiera difundido un vídeo porno suyo.
  • Pero es que no entiendo que pretendes conseguir exactamente difundiendo que tiene un consolador. Además, va a saber que has sido tú, o peor, va a pensar que he sido yo. - parecía hasta dolido, yo seguía sin entenderlo.
  • Vamos a ver, Di. Objetivo número 5 de mi lista. Pervertir a Bea. Para pervertirla, tiene que liarse con tíos. Para que se líe con tíos, los tíos tienen que entrarle, y saber que tiene un consolador les va a dar la imagen de que ella está sexualmente dispuesta, por lo que le van a entrar mucho más. - intenté razonar.

Didier simplemente resopló y sacudió la cabeza.

  • Estás loca. - musitó mientras se levantaba de la cama y se ponía los calzoncillos. - Por lo menos deberías decirle que has sido tú, que se te escapó o algo así. No quiero que piense que soy un hijo de puta que va contando las intimidades de las tías.

En ese momento me hizo click la cabeza.

  • Te mola. - dije con una sonrisa maliciosa.
  • ¿Qué? - respondió sin mirarme.
  • Bea te mola. Te mola en plan de verdad. - lo acusé. - Te importa lo que piense de ti, ¿desde cuándo coño te importa lo que una tía piense de ti? Normalmente te las tiras y punto.

Didier me miró, suspiró y se sentó a mi lado. Yo aún seguía tumbada y desnuda, cubierta por las sábanas hasta la cintura.

  • Me parece una muy buena chica. Y es muy mona. - sonrió, ya no estaba cabreado. - Y encima es rubia de ojos azules, claro que me gusta.
  • Sabes que tiene novio. - me burlé.
  • Sí, un novio al que estás empeñada en convertir en cornudo.
  • Si le deja también me vale. - me encogí de hombros. - Pero parece que tú no quieras.
  • Sí que quiero, claro que quiero, pero no a costa de su reputación. - intentó explicarse. - Tú eres una zorra que se acuesta con quien le da la gana pero nunca nadie ha malmetido sobre ti ni te ha juzgado, porque también has sabido ser discreta, dentro de lo que cabe.
  • Claro que me han juzgado a veces, pero a mí siempre me la ha sudado. - volví a sonreír. - Y cuando le haya enseñado a esa niña todos los placeres del sexo libre y despreocupado, a ella también se la va a sudar.

En ese momento se abrió la puerta y Andrés entró, pero inmediatamente se giró y se tapó la cara con las manos.

  • Joder, Nuria, tápate. - dijo, y antes de que pudiéramos responderle se había vuelto a marchar.
  • ¿Qué coño le pasa a ese? - le pregunté a Didier, riendo.
  • Creo que no está muy acostumbrado a ver tetas. - él también rió. - No sé si simplemente le habrá dado vergüenza o sí se habrá puesto cachondo y habrá tenido que ir corriendo al baño.

Compartimos una carcajada.

  • ¿Crees que es virgen? - pregunté en un susurro, con malicia.
  • Posiblemente. - respondió, y enarcó una ceja. - ¿Estás pensando en tus objetivos?
  • Ajá. - confirmé.
  • Pues a la cola, que Andrés es perfecto para uno de los míos.
  • Ooh, así que vas a gayificarlo. - dije con tono juguetón. - ¿Podré mirar?
  • ¿Y arriesgarme a que le pongas cachondo tú y no yo? Ni soñarlo.

Seguimos riendo, y yo me alegré de que el tema de Bea hubiera quedado zanjado. En parte porque ya estaba maquinando cuál podría ser la siguiente putada que le haría para pasarla al lado oscuro.

CARLOTA (BONUS)

Mis mejores amigos siempre habían sido chicos. Las chicas, especialmente en la adolescencia, pueden llegar a ser muy envidiosas y, modestia aparte, yo siempre he destacado tanto por mi físico como por mi personalidad extrovertida.

En el instituto, antes de mudarme, tenía a la mitad de tíos de la clase detrás de mí, pero a mí solo me interesaba un chico de 4º que, para mi fortuna, resultó ser hermano de uno de mis ilusos pretendientes. Y resultó no tener reparos en liarse con el “crush” de su hermano. Mi despertar sexual fue, hablando en plata, la hostia.

Y entonces me mudé. Llegué a odiar a mis padres por alejarme de Aníbal, que en aquel momento era todo en lo que yo podía pensar, aunque al final conseguí convencerme de que tarde o temprano encontraría a alguien tan bueno como él. Ahí fui yo la ilusa.

Al par de meses de la mudanza ya tenía un grupo de amigos bastante sólido, de 7 miembros contándome a mí, el resto todos del género masculino. Pronto cogimos la confianza para hablar de sexo, y enseguida salió a colación Aníbal. Por aquel entonces aún no habíamos tenido relaciones sexuales completas (las tendríamos al verano siguiente), pero ya habíamos hecho bastantes cosas y yo ya estaba bastante ensimismada con su prodigiosa herramienta.

Creo que aquella información intimidó un poco a mis colegas. Hasta entonces todos solían tontear un poco conmigo, jugueteando con la posibilidad de que me acostase con algunos de ellos, pero saber que yo ya había tenido semejante experiencia les debió echar un poco atrás.

Aún así, tiempo después, cuando ya teníamos 16 años, Pedro se me declaró. Pedro era guapo, divertido, tenía un punto de picardía y no era virgen, así que pensé que podría ser una buena idea darle una oportunidad. Estuvimos saliendo exactamente 13 días, lo que tardamos en acostarnos y descubrir que sus 14 centímetros me hacían sentir entre poco y nada. Pero, sorprendentemente, nuestra vida sexual aún nos tenía algo reservado...

  • ¿Qué he hecho mal? - me preguntó cuando le dije que nuestra relación no iba a funcionar, cuando volvimos a quedar el día después de nuestro primer y único polvo.
  • No has hecho nada, no... No es culpa tuya. - intenté explicar.
  • ¿Entonces? - estaba más confuso que dolido.
  • No sé si te gustaría escuchar la verdad, Pedro. - le advertí.
  • Es por Aníbal, ¿no? - intuyó. - Te sigue gustando, lo entiendo. Mira, si solo os veis en verano a mí... a mí no me importa que hagáis cosas. Yo también tengo amigas con las que podría...
  • Pedro, no quiero volver a acostarme contigo nunca más. - dije, tajante.
  • Pero, ¿por qué? - ahora sí parecía más afectado. - Has dicho que no he hecho...
  • La tienes muy pequeña. - le corté, y me encogí de hombros. - No has hecho nada mal, no es culpa tuya, pero es así.
  • ¿Muy pequeña? - me miró con incredulidad. - ¿Se la has visto a Luis? Además, he estado con tres chicas antes que tú y ninguna se ha quejado.
  • Yo no soy esas chicas, Pedro. Yo estoy acostumbrada a follar con un tío que, francamente, te deja en ridículo.

No sé por qué me salió decirlo así, pero me salió. Y lo peor fue que al decirlo sentí algo que no esperaba. ¿Excitación?

  • ¿En... en ridículo? - se había quedado casi sin habla.
  • En ridículo, sí. - espeté, envalentonándome. - Una embestida de Aníbal me da más placer que 10 minutos follando contigo. Que por cierto, también podrías durar un poco más.

No me había dado cuenta pero estaba caminando hacia él. Ya estaba prácticamente pegada a su cuerpo.

  • Carlota, tía, te estás pas...

Interrumpí su protesta con un morreo que le cortó la respiración.

  • Carlota, ¿de qué coño va esto? - me miró con comprensible estupefacción.
  • Quítate los pantalones. Enséñame esa mierda de polla.

Obedeció más apresuradamente de lo que esperaba. Y la tenía más dura de lo que esperaba.

  • Mira. - agarré el mando de la tele de mi cuarto y se lo pasé. - La polla de Aníbal es más o menos de ese tamaño. Compara.
  • Pero...
  • ¡Compara, joder!

Se puso el mando paralelo a su polla y la comparación era odiosa.

  • ¿De... de verdad la tiene tan grande? - preguntó, contemplando la comparativa con los ojos como platos.
  • Ajá. - confirmé. - ¿Crees que puedes competir con eso?
  • S-supongo que no... - admitió.

Para su sorpresa, y un poco también para la mía, mi siguiente paso fue quitarme la camiseta y, acto seguido, el sujetador.

  • Mira. Mira mis tetas.
  • Son preciosas. - obedeció sin rechistar.
  • ¿Crees que un pichacorta como tú se merece tocar estas tetas?
  • No...
  • Entonces te parece bien no volver a tocarlas nunca más, ¿verdad? - sonreí con malicia.
  • Eh... - hizo una pausa larga. - Sí.
  • Pues míralas bien y hazte una paja, que es lo máximo a lo que vas a aspirar conmigo.

Lo hizo, y pronto yo metí una mano en mis shorts y lo acompañé. Fue muchísimo más satisfactorio que acostarnos, por lo menos para mí.

En las siguientes semanas hice una ronda liándome con mis otros 5 amigos. Luis recibió la humillación de su vida, Marcos y Fran recibieron el mismo tratamiento que Pedro y, por fortuna, Carlos y Álvaro tenían una dotación suficiente para darme más placer follando que siendo humillados, con lo que se convirtieron en mis follamigos hasta el día de hoy. Pero eso sí, incluso a ellos dos les dejé clara una cosa: Aníbal los dejaba en ridículo.

LUCAS (IV): Lo correcto

  • Joder, tío, ya quisiera yo ese problema. - bromeó Íñigo.

Estábamos sentados en el suelo de su dormitorio, charlando, habiendo apagado ya la Play. Solo le había comentado uno de mis problemas, el de que acabara de hacerme una paja en su baño con las bragas de su madre decidí guardármelo para mí.

  • Pff... Es un movidón.
  • Estás planteándote si serle fiel a un pivón o ponerle los cuernos con otro pivón. Algunos no tenemos ninguna de esas dos opciones. - protestó.
  • Bea no es solo un pivón, es el amor de mi vida. - dije, aunque no soné tan convencido como pretendía.
  • ¿Entonces por qué dudas? - inquirió.
  • Porque está lejos, y va a tardar en volver y... Joder, Carlota es mucho pivón. - me puse rojo de la vergüenza que me daba tener esos pensamientos.
  • Ya te digo. Vaya tetas, joder. - cuando le enseñé la foto a Íñigo casi se le salen los ojos.
  • Además no es solo que esté buena... Fue la chica con la que tuve mi primer beso, la primera por la que sentí algo de verdad. Si no se hubiera mudado...
  • Pero se mudó, Lucas. Y ahora seguro que es una tía completamente diferente. Olvídate de todo eso, ahora Carlota es una tía buena y punto. - argumentó.
  • Ya... - quería darle la razón, pero que Carlota volviera a mi vida ciertamente me revolvía algo por dentro que no tenía nada que ver con mis genitales.
  • Además, ¿estás seguro de que ella quiere acostarse contigo? Lleva años sin verte, igual ahora no le gustas nada. - razonó.

Estaba claro que, pese a todo, Íñigo tenía clara su postura: la opción correcta era serle fiel a Bea. Pero yo eso ya lo sabía. Lo tenía clarísimo. Pero entonces, ¿por qué una parte de mí quería oír que debería tirarme a Carlota?

  • La verdad es que yo tampoco estoy convencido de que vaya a querer. Según mi hermano es cosa hecha, pero ya sabes como es él.
  • Sí, lo sé. - dijo con tono resentido, y eso me encendió una bombilla.
  • ¿Lo sabes? - pregunté. - Lo sabes, ¿no?
  • ¿Lo de mi madre? Sí, lo sé. - refunfuñó.
  • Vaya... Yo... yo me enteré hace muy poco, pensaba decírtelo, pero...
  • No pasa nada, en serio. Tu hermano no es ni el primero ni el último que se folla a mi madre, ella es así. - dijo con resignación.
  • ¿Cómo... te enteraste? - pregunté con miedo, pero con mucha más curiosidad.
  • De lo de tu hermano porque un día me lo crucé mientras yo subía a mi casa y él bajaba de ella, y conociéndolo a él y conociendo a mi madre solo tuve que sumar dos y dos. - se encogió de hombros. - Pero la primera vez que la pillé poniéndole los cuernos a mi padre fue una mañana que estaba enfermo y me quedé en la cama. Ella debió pensarse que estaría dormido y no la escucharía follarse al del butano.
  • Joder... ¿Y tu padre...?
  • No, no sabe nada. - respondió.
  • ¿Y no vas a decírselo? ¿No crees que sería lo correcto?
  • ¿Lo correcto? Si mi padre lo supiera le pediría el divorcio, la echaría de casa, probablemente empezaría a beber como un cosaco y acabaría haciendo alguna estupidez, como buscar bronca con tu hermano o con el primero del que sospechase que se ha estado tirando a su mujer. - explicó. - No, no creo que fuera para nada lo correcto.

ANÍBAL (IV): Familia

SOFÍA

mi suegra?

ANÍBAL

bueno la madre d tu novio

ANÍBAL

mamen

SOFÍA

porque iba a darte mamen mi numero?

ANÍBAL

digamos k no se le da muy bien decirme k no

ANÍBAL

(foto de Mamen desnuda)

SOFÍA

que coño es esto? voy a llamar a la policia

ANÍBAL

jaja

ANÍBAL

y de k se me acusa?

SOFÍA

de donde has sacado esa foto?

ANÍBAL

la sake yo mismo despues de tirarmela

SOFÍA

la has violado?

ANÍBAL

a ti t parece k tenga cara de estar sufriendo? XD

SOFÍA

la drogaste?

ANÍBAL

la unica droga k le he dado han sido 23 cm de rabo wapa

ANÍBAL

y le gustaron tanto k kiere compartir con su nuera como una buena samaritana jaja

SOFÍA

esto es muy raro, no me vuelvas a hablar

ANÍBAL

javi la tiene grande o es un pichacorta como su papi?

SOFÍA

que te den por culo

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//

  • Mierda. - dejé el móvil en la mesilla con fuerza, cabreado, como siempre que se me resistía una tía.
  • Has sido demasiado brusco. - opinó Mamen, que estaba tumbada conmigo en la cama y había estado leyendo toda la conversación mientras me masturbaba con una mano.
  • Ella ha sido brusca, me ha llamado violador y por poco llama a la poli. - protesté.
  • Le has pasado una foto de su suegra desnuda, normal que se asuste. - rió.
  • No te he visto poner ninguna pega a que se la mandara. - señalé yo.
  • Ya, no sé cómo me has convencido para esto... - se mordió el labio.
  • Que no lo sabe dice la muy puta. - ahora reí yo, agarrando su mano libre y llevándola también a mi polla. - Te he convencido con esto.
  • Es que es un argumento muy convincente. - dijo con voz inocente.
  • ¿Y no te preocupa que se lo cuente a tu hijo y tu hijo a tu marido? - pregunté con curiosidad.
  • Javi no es idiota, ya sabe que su padre es un cornudo. - me sorprendió con su respuesta.
  • ¿En serio? ¿Y no le dice nada?
  • Solo se lo diría si fuera idiota. - sonrió. - ¿Tú estás seguro de que tu hermano no le dirá nada a Íñigo?
  • Ni de coña, estas cosas le dan mucho palo. Como no sea bajo tortura no dirá ni mu. - me burlé.
  • ¿Cómo podéis ser tan diferentes? Tú proclamarías a los cuatro vientos que me estás follando si te dejara. - opinó acertadamente.
  • No tengo ni idea. A veces no me puedo creer que seamos familia. - admití.
  • Yo tampoco puedo entender a quién han salido mis hijos. Son buenos chicos, y aunque son un poco paradetes son mucho más hombres de lo que su padre ha sido jamás.
  • Habrán salido a ti pues. - la chinché.
  • ¡Oye! - protestó, riendo. - ¿Me estás llamando marimacho?
  • Solo digo que entre tu marido y tú, él me parece más nenaza. - sonreí con maldad.
  • Comparado contigo cualquier hombre es una nenaza. - empezó a besar mi cuello.
  • ¿Tus hijos también?
  • Ajá. - sus labios bajaron por mi pecho.
  • ¿Por eso me has dado el número de Sofía? ¿Quieres que le demuestre a tu hijo quién es más hombre?
  • Tú eres más hombre... - me lamió los abdominales.
  • ¿Quieres que lo convierta en un cornudo como a su padre?

No respondió, se limitó a meterse mi polla hasta la faringe. Mientras me la chupaba reflexioné que, si bien follarme a chicas inocentes y convertirlas en zorras era mi afición favorita, lo de coger a una puta y alimentar su perversidad podía llegar a ser incluso más divertido.