Líbranos de la tentación (cap. 24, FINAL ACTO I)

Lucas y Bea tienen 18 años y llevan saliendo desde los 14, por lo que su relación es bastante sólida. No obstante, Bea debe irse a la universidad y separarse de Lucas, lo que pondrá en juego su relación, especialmente porque el mundo parece empeñado en hacerlos ser infieles.

CAPÍTULO FINAL DEL ACTO I: Noche loca con Carlota

(Narra Lucas)

  • Voy a serle fiel a Bea. Creo... - le dije a Íñigo a través del teléfono.

Aníbal y Carlota llegarían en cualquier momento. Sería un placer volver a verla, disfrutaría de su compañía, rememoríamos los viejos tiempos y, sí, yo me daría un gusto a la vista, pero nada más. No podía arriesgar una sólida relación de 4 años por un antiguo amor que ni siquiera llegó nunca a ningún sitio.

  • Haces bien. Tú procura no pensar con la polla y todo irá bien. - rió.
  • Ya... Aunque me jode pensar que mi hermano se la va a follar. - admití.
  • Eso no lo sabes. Que él quiera hacerlo no significa que vaya a conseguirlo.
  • Si tú lo dices...
  • Oye, y aún si lo consigue, si yo puedo soportar que se folle a mi madre tú puedes soportar que se folle a una tía que llevas años sin ver. - razonó.
  • Supongo que tienes razón.

Escuché la llave en la puerta.

  • Bueno, te dejo, que ya están aquí. - dije rápidamente y me apresuré a colgar.
  • ¡Hermanito! ¡Mira a quién me he encontrado! - gritó Aníbal mientras entraban.

Casi me había olvidado de que debía fingir sorpresa. No me hizo falta, me sorprendí: Carlota estaba deslumbrante, con un vestido azul que mostraba un buen escote y que acababa justo por encima de las rodillas. Tenía el mismo brillo en sus ojos verdes que la última vez que la vi, y también la misma melena castaña que le llegaba hasta media espalda. Pero lo que antaño fuera un cuerpo en incipiente desarrollo se había convertido en un templo a la belleza femenina.

  • Carlota... - me puse en pie con nerviosismo y con dificultad para hablar, realmente parecía que la llegada de la chica me hubiera pillado desprevenido.
  • Hola, Lucas. - sonrió con más timidez de la que recordaba que tuviera.
  • ¿Qué... qué haces aquí? - me hice el tonto, sin mucho esfuerzo.
  • Estoy de vacaciones con mi familia. Ya sabes, queríamos revivir viejos tiempos y tal. Me he encontrado a Aníbal por casualidad. - mintió con toda naturalidad. - Y me ha apetecido volver a verte.

Parecía que íbamos a mantener la farsa todos. Puede que a Carlota le diera vergüenza admitir que mi hermano la había convencido para venir.

  • Yo os dejo solos, chicos, que tendréis mucho de que hablar. - dijo Aníbal con una sonrisa cómplice. - Si me necesitáis estaré en mi cuarto. Un placer volver a verte, Carlota.

La agarró suavemente de la cintura y se despidió de ella con dos besos, peligrosamente cercanos a las comisuras de sus labios, y tal y como había anunciado se metió en su habitación.

Carlota y yo nos miramos durante unos segundos, sin saber muy bien qué decir, hasta que finalmente yo rompí el hielo:

  • ¿Quieres que vayamos a mi cuarto? - me di cuenta de que la propuesta podía haber sonado demasiado atrevida y me apresuré a explicarme mejor. - Ya sabes, podemos poner música y charlar como en los viejos tiempos.
  • Claro. - volvió a sonreír. - ¿Sigues escuchando los mismos grupos?
  • Algunos. Aunque ahora escucho mucha música que le gusta a... - casi me arrepentí de haber empezado la frase. - a Bea.
  • ¿Tu novia? - preguntó Carlota, aunque su tono no denotaba mucho interés.
  • Sí. - contesté torpemente, y me quedé callado unos segundos. - Te caería bien.
  • Lo dudo. - respondió con algo de frialdad. - Y aunque ella me cayera bien, yo no le caería bien a ella. No le caigo bien a muchas chicas.
  • Yo tampoco. - reconocí riendo.
  • Qué bobo eres. - rió también. - ¿Vamos a tu cuarto pues?
  • Claro.

Cuando entramos en mi dormitorio pretendí dejar la puerta abierta para dificultar que pasara nada entre nosotros, pero ella entró detrás de mí y la cerró. Nos sentamos en mi cama, saqué el portátil y empecé a buscar en mi carpeta de música. Quise empezar poniendo un disco que solíamos escuchar juntos en el pasado.

  • Qué recuerdos. - dijo ella sonriendo. - Casi siento como si estuviéramos otra vez en el instituto.
  • Sí, parece que haya pasado toda una vida desde que te fuiste. - reflexioné mientras escuchaba la música de fondo.
  • Tú estás igual. - se burló con una risita que me pareció encantadora.
  • Tú... tú has crecido mucho. - me uní a su risa.
  • ¿Qué diría tu novia si supiera que estás a solas en tu habitación con tu primer amor? - inquirió con tono juguetón.
  • No creo que le importara, no es muy celosa. - afirmé, queriendo creer que ese sería el caso.
  • Igual debería... - se mordió el labio y empezó a bajar por su hombro derecho el tirante del vestido.
  • ¿C-Carlota? - tartamudeé, sintiendo como las fuerzas empezaban a abandonar mi cabeza para digirse a lugares menos recomendables.
  • Venga, Lucas, los dos sabemos que no me has traído aquí para escuchar música. - se bajó el vestido de golpe hasta la cintura, mostrando un sujetador negro que elevaba sus perfectos pechos como los monumentos que eran.
  • ¿Ah... ah, sí? Yo no lo sabía. - solté con una risita nerviosa.

Se puso de pie, se descalzó y dejó caer su vestido completamente, quedándose en ropa interior.

  • Carlota, no puedo... no podemos...
  • ¿Quieres que pare? - preguntó mirándome a los ojos mientras se llevaba las manos al cierre del sujetador.

Tardé casi 20 segundos en responder, pero ella no apartó la mirada en ningún momento.

  • No... no pares. - me rendí.

Cuando dejó caer el sujetador y vi sus tetas por primera vez sentí que moría de dicha. Una vocecita en mi cabeza no paraba de repetir el nombre de Bea, pero yo apenas podía prestarle atención. De todas formas, mis músculos tampoco respondían, así que por el momento mi infidelidad solo estaba siendo pasiva.

  • ¿No vas a quitarte la ropa? - preguntó mientras se quitaba su última prenda.
  • Eh... Bueno...
  • Anda, deja. - suspiró y se colocó sobre mí, tomando toda la iniciativa.

Yo solo podía mirarla y dejarme hacer conforme me quitaba la camiseta, dándome algún que otro beso en el torso por el camino, y empezaba a desabrocharme el pantalón. Para cuando me bajó los calzoncillos y mi polla erecta salió a la luz, ya ni siquiera la miraba, solo cerré los ojos e intenté dejarme llevar. “Lo siento, Bea.” pensé, como si aquella disculpa mental me eximiera de algo.

Carlota me masturbó durante apenas unos segundos y entonces sentí que se alejaba de mí y rebuscaba en su bolso, que reposaba en el suelo junto a su vestido. Supuse que estaría buscando un condón.

La volví a sentir encima de mí, esta vez poniéndose a mi misma altura, con sus pezones rozando mi pecho y el escaso vello de su pubis arañando suavemente mi polla. Me agarró suavemente las manos y las colocó por encima de mi cabeza. Abrí los ojos, algo confuso, justo a tiempo para mirarla a la cara a la vez que ella decía:

  • Lo siento. Pero yo he venido a follarme a tu hermano.

Y entonces sentí como algo se cerraba en torno a cada una de mis muñecas, y por el sonido y el contexto pronto entendí que eran unas esposas. Unas esposas de sex-shop, quise pensar, pero unas esposas.

  • ¿A mi hermano? Pero... - me interrumpió metiéndome algo en la boca que me impidió seguir hablando. Me di cuenta de que eran sus bragas.

No entendía nada. Sentía un poco de rabia, un poco de miedo, un poco de tristeza y un poco de excitación, que mantenía mi miembro endurecido a pesar de todo. Hice un pobre intento de deshacerme de mis ataduras pero no sirvió de nada. Estaba a su merced, para bien o para mal.

(Narra Carlota)

La imagen de Lucas esposado a su cama, completamente desnudo, con su pequeño amigo en pie y mi ropa interior en su boca era una de las escenas más patéticas que había presenciado en mi vida. Podría haberlo humillado tanto, tantísimo... Pero en realidad no quería hacerle daño. Solo quería la polla de Aníbal, y la quería ya. Pero él se había empeñado en que me follara a su hermano, cosa que yo no tenía la menor intención de hacer, por lo que tuve que tomar medidas drásticas.

  • Escucha, Lucas, me caes bien, en serio. - dije con un tono lo más conciliador posible. - Me encantaría volver a ser amigos, pero tu hermano me ha pedido que me acueste contigo, y la verdad, no me apetece.

Él me escuchaba con atención, pero tampoco es que tuviera muchas más opciones.

  • Siento dejarte así, pero tiene que creer que te he dejado satisfecho y no me puedo arriesgar a que lo estropees, ¿lo entiendes? - él negó lentamente con la cabeza, pero yo no estaba por la labor de explicárselo otra vez. - Lucas, ahora voy a irme al cuarto de tu hermano y me lo voy a follar, tú te vas a quedar aquí quietecito hasta que acabemos y entonces vendré a desatarte, ¿vale?

No parecía muy convencido, pero su única protesta se limitó a un intento de hablar que se quedó atrapado en mis bragas. Yo me apresuré a salir del cuarto, apagando la música y la luz y cerrando la puerta. Si parecía que Lucas se había quedado dormido todo sería más fácil.

Aníbal me estaba esperando tumbado en su cama, también completamente desnudo. La comparativa entre los dos hermanos era tan innecesaria como arrolladora.

  • ¿Ya? - me miró con incredulidad conforme entraba.
  • No ha aguantado mucho. - me encogí de hombros.
  • ¿Qué tal ha estado? - preguntó con malicia. - No se os ha oído nada, pero no es que eso sea una novedad con él.
  • ¿Tú qué crees? Cállate y fóllame de una vez.

Me abalancé sobre él y empezamos a besarnos apasionadamente, mientras mi mano derecha agarraba su polla y la izquierda disfrutaba del tacto de sus pectorales. Las suyas fueron predecibles y fueron directas a mis nalgas. Mi temperatura corporal subió precipitadamente.

  • Te has quedado con ganas de un hombre de verdad, ¿eh? - dijo Aníbal notando mi repentina excitación.
  • Sí, joder. Necesito tu polla. - susurré, cachonda perdida.
  • Debes estar harta de micropenes. Tus amigos, mi hermano...
  • Ajá. - me limité a asentir mientras le lamía el cuello, y mi mano aceleraba en su recorrido de arriba a abajo a lo largo de su herramienta.
  • ¿Admites que tus amigos son unos pichacortas que no te saben follar? - insistió, mientras uno de sus dedos se colaba en mi coño.
  • No te llegan a la suela del zapato. - admití con gusto, jadeé un poco y quise añadir algo más. - Nadie te llega a la suela del zapato.
  • Vamos a demostrarle a mi hermano como suena un polvo de verdad.

Sin previo aviso, me agarró de las caderas, me levantó de la cama y me empujó suavemente contra la pared, la que separaba el dormitorio del de Lucas, haciéndome inclinarme sobre ella y poner el culo en pompa hacia él.

  • ¿Ha conseguido que te corras? - preguntó en un tono de voz bastante alto.
  • Nos va a oír... - susurré yo, y por respuesta recibí un azote en una nalga que me hizo soltar un pequeño chillido.
  • Es la idea, zorra. ¿HA CONSEGUIDO QUE TE CORRAS O NO?
  • No... - musité en voz baja.
  • No te oigo. - volvió a azotarme, un poco más fuerte.
  • ¡NO, JODER! - era imposible que Lucas no nos oyera. Yo no quería hacerle más daño pero Aníbal no iba a darme opción.
  • ¿Y por qué no?
  • Porque la tiene muy pequeña. - respondí sin gritar pero con el suficiente volumen para que Lucas me escuchara si estaba prestando atención, cosa que sin duda estaría haciendo.
  • ¿Quién quieres que te folle? - el cabrón empezó a jugar con la punta de su polla sobre mis labios mayores.
  • Tú... - supliqué, cerrando los ojos. La necesitaba dentro.
  • ¿QUIÉN QUIERES QUE TE FOLLE, ZORRA?
  • ¡TÚ, JODER! ¡MÉTEMELA DE UNA PUTA VEZ!
  • Pídelo con educación, perra. Y grita, que te oiga mi hermanito.
  • ¡POR FAVOR, ANÍBAL, FÓLLAME! ¡FÓLLAME, TE LO SUPLICO!

Me la metió de golpe todo lo que pudo, haciéndome gritar con tanta intensidad que estuve segura de que Lucas no habría sido la única persona en escucharme. Empezó a empotrarme con fuerza contra la pared, haciendo aún más ruido, y fue subiendo la velocidad hasta que mis cuerdas vocales no dieron más de sí y mis gemiditos y sollozos se ahogaron en un breve silencio.

Aminoró un poco la marcha y, tras respirar un poco, pude permitirme hablar. Decidí aprovechar la oportunidad para mostrar algo de compasión.

  • Aníbal, por favor, no le hagamos más daño a Lucas...
  • Tranquila, joder. Si tanto le molesta esto ya se habrá ido a dar una vuelta o algo. - dijo, aunque no parecía preocupado.
  • Es que... - dudé, pero terminé la frase. - Le he atado.
  • ¿Le has atado? - preguntó Aníbal, tan incrédulo que incluso cesó en sus acometidas.
  • Bueno, le he esposado a la cama.
  • Coño, sí que os han cundido los cinco minutos de polvo. - rió. - ¿Y lo has dejado así?
  • No me he acostado con él, lo he atado para que no nos interrumpiera y te pensaras que lo habíamos hecho, y así me follaras de una vez. - confesé.
  • ¿No te has acostado con él? - repitió, divertido.
  • No... - sacudí la cabeza.
  • Sí que te gusta mi polla, ¿eh? - rió.
  • Me vuelve loca, ya lo sabes...
  • Sí, lo sé. Vamos a explicárselo a Lucas.
  • ¿Qué?

Me giré a mirarlo, confusa, pero sin decir nada más salió de mí, me agarró del brazo y me arrastró hasta el cuarto de Lucas. Abrió la puerta, me empujó al interior y encendió la luz. Lucas estaba llorando, y ya no conservaba la erección. Entonces supe que la había cagado.

(Narra Aníbal)

No me juzguéis precipitadamente, ¿vale? Juro que mi intención original con todo esto de Carlota era ayudar a mi hermano, en serio, igual que lo intenté también con Mamen. Pero, por un lado, nada me la pone más dura que demostrar mi superioridad en lo que al sexo se refiere, y esta era una ocasión de oro que la guarra de Carlota y el inútil de Lucas me habían puesto en bandeja. Y por otro lado, Lucas había caído en la tentación y había estado dispuesto a ponerle los cuernos a su novia, así que supongo que un escarmiento tampoco era completamente inmerecido.

En circunstancias normales me habría afectado ver a mi hermano llorar desconsoladamente, en aquellas eso solo contribuía a mi disfrute.

  • Carlotita, ¿por qué no le cuentas a mi hermano todas esas verdades que tanto tiempo te has estado callando? - la forma era de pregunta pero era una orden.
  • Aníbal, no creo que sea necesario que...

La interrumpí rodeando su cintura con un brazo y empecé a masejear sus pechos con el otro, ante la atenta y desesperada mirada de Lucas.

  • Vamos a hacer una cosa, Carlota. Voy a seguir follándote, pero tú tienes que empezar a contarle a mi hermano las cosas como son. En el momento en el que dejes de hablar te la saco, ¿estamos? - volví a acariciar su vulva con mi glande.
  • E-estamos... - suspiró de placer, mordiéndose el labio.
  • Empieza. - dije con firmeza mientras se la metía.
  • Nunca... nunca me gustaste, Lucas. - empezó a decir, mirando a la pared.
  • Mírale a los ojos. - ordené, aunque no le hizo falta obedecer porque yo mismo apunté su cabeza en dirección a mi hermano.
  • Nunca... nunca sentí nada por ti. - continuó, con la voz ahogada, no sé si más cerca del llanto o del orgasmo. - Me caías bien, pero siempre estuve enamorada de tu hermano. Lo veía por los pasillos del instituto y suspiraba por besarlo, y cuando supe que erais hermanos...
  • Te utilizó como a un juguete para acercarse a esta polla. - añadí, aunque naturalmente la obsesión de Carlota con mi herramienta no llegaría hasta un tiempo después. - Sigue.
  • La primera vez que quedamos en tu casa... Me escabullí diciendo que iba al baño para ir a verle. - me dio la sensación de que Carlota estaba empezando a disfrutar la narración. - Cuando me vio me dijo “joder, no sabía que Lucas tuviera tan buen gusto”. Me puse roja como un tomate...
  • Qué memoria, Carlota, yo no me acordaba de eso. - pensé que en realidad era lo lógico, aquella experiencia le había cambiado la vida pero para mí había sido un divertimento más.
  • En fin, el caso es que... - se interrumpió para gemir conforme yo aumentaba el ritmo de mis embestidas, también disfrutando de la historia. - Aquella noche Aníbal me dio mi primer beso.

Percibí una mueca de dolor en el rostro de Lucas. Había olvidado que él creía haber sido el primero en besar a Carlota. Pobre ingenuo.

  • La siguiente vez que quede contigo... - Carlota dudó, pero yo hice el amago de detenerme y se apresuró a continuar. - La siguiente vez que quedé contigo te besé, con la esperanza de disfrutar tanto como con los besos de Aníbal... Pero no le llegabas a la suela de los zapatos.
  • Joder, sí, nena. - bufé, penetrándola con más dureza, ignorando los sollozos de mi hermano.
  • Si apenas volví a besarte no fue por vergüenza, fue porque no me gustaba hacerlo. - admitió, y ya no había rastro de lástima en su voz. - Mientras tú te conformabas con mis picos poco a poco fui dejando que Aníbal explorase mi cuerpo, y yo exploré el suyo.
  • Y entonces encontró algo que la cambió para siempre. - reí.
  • Sí... - suspiró ella. - Lucas, créeme, el problema no eras tú. Eras prácticamente un niño, y tu hermano ya empezaba a ser un hombre. Y si te soy sincera, nunca he vuelto a encontrar a un hombre como él. Lo he intentado, pero siempre acababa comparándolos a todos con él, y todos salían perdiendo por goleada... Después de mudarme, mi familia y yo seguimos volviendo cada verano, pero ya no tenía interés en volver a verte, Lucas, solo a él.
  • Bueno, pero Lucas ya es un hombre, ¿no? - pregunté con maldad. - ¿Por qué no has querido acostarte con él hoy? Aunque fuera para comparar...
  • No hay necesidad. - juraría que soltó una risita. - Esa pilila de mierda no podría satisfacerme en un millón de años.

Saqué la polla repentinamente del coño de Carlota y me corrí como un descosido, llenándole la espalda de lefa. Ella cayó agotada sobre el extremo de la cama de mi hermano, el opuesto a en el que él estaba esposado, desnudo y humillado. Ya no lloraba, probablemente por falta de fuerzas. Pero yo aún no había acabado con él.

Me acerqué un poco a él, sujetando mi polla todavía en estado de semi-erección.

  • Hermanito, esto es lo que quieren las pibas, ¿entiendes? - dije, con un tono mucho más conciliador que mis palabras. - Pensaba que podría ayudarte a ligar un poco, pero está claro que no estás a la altura. Quizá deberías apuntar más bajo, Carlota es mucha mujer para ti.

Me miró con odio, pero no intentó decir nada.

  • No me mires así. Yo no tengo la culpa de tener 23 cm de rabo para satisfacer a cualquier zorra que se me cruce por el camino.

En ese momento, algo se desató en el cerebro de mi hermano. Empezó a zarandearse con rabia y a intentar hablar, en vano. Parecía que fuera a fulminarme con la mirada. Reconozco que me preocupó por un momento. Decidí quitarle las bragas de la boca.

  • ¿Qué coño te pasa? - inquirí, aunque casi no me dio tiempo a formular la pregunta.
  • ¡TE LA HAS FOLLADO, HIJO DE PUTA!
  • ¿Qué? Llevo follándomela un buen rato y hasta ahora no habías...
  • ¡A Bea! ¡Te has follado a Bea, cabrón, no me mientas!
  • ¿A Bea? - ahora sí que me descolocó. - Tío, te lo juro, no he tocado a tu novia más que para darle un abrazo. ¿A qué coño viene Bea ahora?

Se calló por un momento y empezó a respirar con dificultad. Estaba muy alterado, pero pude notar como meditaba sobre mis palabras y se planteaba si creerme.

  • El dildo que se compró Bea medía 23 cm. - dijo finalmente, conteniendo un sollozo.
  • ¿Qué? - tardé unos segundos en comprender por donde iban los tiros. - Tío, te juro que es una coincidencia, ¿vale? No me la he follado.
  • ¿Y por qué coño debería creerte?
  • Porque si me la hubiera follado te lo diría, joder. Me regodearia en tu cara. - esta vez se lo dije sin crueldad, era la verdad y estaba intentando que me creyera.
  • Supongo que tienes razón. - refunfuñó.
  • Mira, Lucas... El último día que estuve aquí intenté un acercamiento y me rechazó, ¿vale? - confesé. - Está claro que te quiere, y aunque obviamente no pude desplegar todas mis armas de seducción, y aunque sigo pensando que tarde o temprano se liará con algún tío de la uni, hasta ahora estoy convencido de que siempre te ha sido fiel.

Hubo un incómodo silencio que duró unos segundos.

  • Cómo se nota que ya te has corrido. Cuando estás cachondo eres mucho más cabrón. - dijo Lucas finalmente.
  • Es lo que me pone, hermanito. Tú has estado a punto de ponerle los cuernos a Bea, cuando los tíos estamos cachondos nuestro sentido del bien y del mal se nubla bastante. - reflexioné.
  • ¿Volverás a intentar follarte a Bea? - preguntó, resignado y exhausto.
  • Si vuelvo a tener la oportunidad... sí. - me encogí de hombros. - Oye, por lo menos soy sincero.
  • Ya, por eso me contaste que llevabas años tirándote a Carlota, ¿no? - me recriminó.
  • Eso fue culpa mía... - interrumpió ella, con un hilo de voz, todavía tumbada en el otro extremo de la cama. - Yo le pedí que no te dijera nada.
  • Sí, aquí tu querida Carlota es una mentirosa de primera. - confirmé. - Yo asumo la verdad tal cual es.
  • Bueno... - Lucas estaba agotado, casi parecía a punto de dormirse. - Por lo menos ahora Bea está lejos de tus garras.
  • Sí... - suspiré, asumiendo que iba a volver a darle una estocada al corazón de mi hermano. - Salvo porque tú estas esposado y yo puedo mirar tu móvil y conseguir su teléfono.

Agarré el móvil de la mesilla, sin que Lucas reaccionara salvo por un susurrado “Eres un hijo de la gran puta” y me marché hacia mi habitación, pidiéndole a Carlota que soltara a mi hermano en 10 minutos y después se pirase a su casa, a su hotel o a donde coño fuera a pasar la noche. En el pasado ella hubiera insistido en pasarla en mi cama, pero yo siempre le había dejado claro que yo duermo solo.

(Narra Bea)

  • Dame más, Aníbal, dame más... - suspiré mientras cabalgaba el dildo, que algunos días se llamaba “Aníbal”, otros “Chris”, otros “Keanu”...

Nuria estaba desaparecida y yo estaba cachonda, así que “Aníbal” era todo lo que tenía en aquel momento. Y entonces pasó algo que nunca me podría haber pasado con Chris ni con Keanu. Me zumbó el móvil y, cuando lo miré, todavía montada en el dildo, no di crédito a lo que veía.

//

ANÍBAL

hola wapisima soy anibal

BEA

anibal k tal

ANÍBAL

d puta madre he tenido una noche curiosa jaja

BEA

m alegro

ANÍBAL

siempre eres asi de sosa x chat o es que te cojo liada? :P

BEA

un poco liada si

ANÍBAL

bueno ps te dejo k solo queria saludar

BEA

spera

ANÍBAL

dime

BEA

t ha dado mi num lucas?

ANÍBAL

la verdad es k no jeje

ANÍBAL

se lo e tenido k mirar en el movil

ANÍBAL

es k esta paranoico xk se cree k quiero follarte

BEA

aaa

BEA

weno ps k no se entere

ANÍBAL

jaja no eres tan buena chica como pensaba ;)

BEA

es k no kiero k se preocupe

ANÍBAL

no tiene de k preocuparse no? aunk yo kisiera follarte tu nunca m dejarias a k no?

(pasan varios minutos)

BEA

pero kieres follarme?

ANÍBAL

puede ser

(pasan varios minutos)

BEA

el otro dia cuando m abrazaste kerias follarme?

ANÍBAL

habia k aprovechar la ultima oportunidad jaja

BEA

m habrias follado con tu hermano al lado?

ANÍBAL

bueno tu eres silenciosa en la cama no? ;)

BEA

no tanto...

//

Lucas nunca me había hecho gritar, pero el dildo sí, y en ocasiones mis propios dedos también.

Mi yo racional nunca hubiera mantenido una conversación así con Aníbal, pero en aquel momento yo estaba con 23 cm de plástico invadiendo mi cuerpo y mi raciocinio estaba apagado o fuera de cobertura.

//

ANÍBAL

m ha dicho un pajarito que t gustan grandes

BEA

k kieres decir

ANÍBAL

tienes un dildo enorme no?

BEA

joder tu tb te has enterado?

ANÍBAL

jaja

ANÍBAL

no te averguences mujer si es muy normal

BEA

tener un dildo?

ANÍBAL

k te gusten grandes

ANÍBAL

(foto de su polla erecta)

ANÍBAL

si esta t gusta no tendrias xk sentirte culpable es natural

BEA

si k me gusta

ANÍBAL

mas k la de lucas?

BEA

si

ANÍBAL

kiero follarte

BEA

ya lo se

ANÍBAL

tu kieres?

BEA

kiero pero no puedo

ANÍBAL

x tu novio o xk estas lejos?

(pasan varios minutos)

BEA

x las dos cosas

ANÍBAL

bueno cuando vuelvas x aki ya sabes donde encontrarme

//

No le respondí más. Estaba demasiado ocupada teniendo el orgasmo más intenso y más inmoral de mi vida.

FINAL DEL ACTO I

(Gracias por leer hasta aquí. El Acto II ya está escrito casi en su totalidad así que pronto empezaré a publicarlo también. Espero que estéis disfrutando, aunque sé que muchos también estáis sufriendo, jeje.)