Liberándome (4)

— No es vergüenza, es represión de tus deseos madre. Te reprimes y por eso te da vergüenza admitir que te gusta el porno como a mí...

Aquella misma noche la cena fue un poco tensa y al final decidí preguntarle por sus videos.

— René, verás, no me importa que veas esos videos, pero lo que se ve en ellos es demasiado obsceno para estar todo el día viéndolos, no tiene que ser sano, ¿no te parece?

— ¿Por qué? A mí me gustan —me dijo mientras tomaba un bocado—. Me gusta la estética del porno, ¿sabes? Ellas depiladas, ellos musculosos, haciéndolo frente a la cámara, desnudos y con sus cuerpos depilados. ¿No te parece atractivo?

— ¡Pues bueno… pero es demasiado explícito pienso yo! —dije nerviosa.

— Ya, pero te gustó esta mañana, si no, no te habrías masturbado delante de ellos, ¿verdad?

— ¡No me lo recuerdes René! ¡Qué vergüenza!

— No es vergüenza, es represión de tus deseos madre. Te reprimes y por eso te da vergüenza admitir que te gusta el porno como a mí, por eso te decía que no me mientas hoy.

— Bueno, tal vez me hayan gustado tus vídeos, ¡lo admito! —dije al fin sintiéndome como una tonta.

Entonces él se río.

— ¿Tú te masturbas viéndolos?

René asintió.

— ¿Todas las noches? —insistí.

Volvió a asentir con la cabeza por respuesta.

— ¿Y no te cansas?

René se encogió de hombros.

— De momento no, tú si quieres puedes verlos cuando no esté, si cierras la puerta prometo no entrar hasta que salgas.

— ¡Oh hijo, por favor, qué cosas tienes! —exclamé sonrojándome.

— Admite tu naturaleza sexual madre, aún estás viva, ¿no?

Entonces se levantó y se metió en su cuarto, mientras yo me quedé pensativa. Lo cierto es que sus palabras eran perturbadoras.

Aquella noche al acostarme oí claramente los gemidos y los sonidos del porno, creo que le muy cabrito lo hizo a propósito para que yo lo oyera, y fruto de eso, me desvelé.