Liberando a Laura de prejuicios

Pues mira, no se me había ocurrido. Pero a lo mejor, si tus hijos saben lo puta que eres, alguno quiera meter su polla en tu gordo y apestoso culo. Puede que hable con ellos.

Allí estaba esperándome puntual. Como todos los jueves desde hacía tres meses. En la acera y paseando nerviosa de un lado a otro. Con su sobrio y elegante traje chaqueta de profesional del derecho que sin embargo no podía ocultar su verdadera vocación de maruja y ama de casa que yo estaba destruyendo sistemáticamente por una mera apuesta con mi sobrino.

Toqué la bocina y subió al coche, agitada y nerviosa como siempre.

  • Fran. No sé si debo ir. Me da que va a salir mal. Sabes que me gustan solo los hombres. Y eso del placer del dolor no lo concibo. Deberíamos dejarlo como está.

  • Mira Laura. A veces me exasperas. Cuando te enseñé a mamarme la polla decías que qué asco y hoy no me dejas de dar la lata hasta que no te la meto en la boca. El mismo asco con lo tragarte mi semen y hoy eres una adicta.

  • Es que eso es diferente y …..

  • Espera. Y qué nervios en la primera cita. ¿Y si me ve alguien conocido?. ¿Y si me fallan los anticonceptivos y me quedo embarazada?. ¿Y si me ve mi marido con el pubis pelado?. ¿Y si mi marido se da cuenta de que tengo un agujero en el clítoris?.

  • Ya, ya sé que soy poco atrevida pero es que

  • Y más: "Yo no puedo ni pensar en que me den por el culo, no lo hice nunca ni lo haré". Hoy no hay jueves que no te lleves el culo abierto por mi polla, y lo pides tu. O aquello de "Vas bueno, a mí me vas a mear". Ahora siempre terminas en la bañera rogándome una lluvia dorada. ¿prosigo?.

  • Es que no me entiendes o no me escuchas Fran, lo que pasa es que ….

  • ¡Calla, coño! Dijiste: "Ni por asomo me vas a meter esa manaza en el coño". Y ahora, cuando me has dejado los huevos vacíos, bien que pides que te meta la manaza en el coño e incluso en el culo. ¡Bah! No te entiendo. Te conocí como una mojigata cuarentona, con un marido que tiene una amante y ni puto caso que te hace, dos hijos que ya no ves nunca, un trabajo que te aburre, unos pobres orgasmos que a duras penas obtenías con tus dedos. Ahora no te dejo un solo jueves sin que te hayas refocilado con al menos tres orgasmos bien profundos.

  • ¡Escucha ya Fran!. Eso es entre nosotros. Pero me quieres llevar con otra persona que no conozco a que me pegue con una fusta. Y además es mujer y pretendes que folle con ella. Eso es diferente. Ya interviene alguien más que tú y yo.

  • Vamos a ver querida, ¿no has oído que a las relaciones de pareja hay que darles variedad y aventura porque si no se agotan?. Pues ahora hay que socializarnos. Hay que introducir la aventura de los terceros, o cuartos, … o una orgía masiva si viene a cuento. En cualquier caso, si no quieres no vamos. Pero olvídate de mi y busca a otro. Con lo que te he enseñado serás capaz. Ya no eres la pazguata de entonces.

  • No, no quiero perderte. Solo es que creo que estoy llegando muy lejos y me da miedo. Sobre todo porque si hay más gente que tu y yo hay más posibilidades de que lo sepa mi marido.

  • Siempre te parece que estás llegando muy lejos y siempre te da miedo. Y tu marido qué te importa si te pone unos cuernos de alce con una veinteañera. Anda, baja del coche y lo dejamos. Hasta nunca.

  • No … no. Vamos. Siento haberte irritado. Sabes que soy un poco pusilánime.

  • Está bien. Pero deja ya la cantinela porque a partir de ahora a nuestra relación se incorporará bastante gente.

  • ¡Oh Dios!.

  • ¿Te bajas entonces?

  • No. No. Sigamos.

Arranqué el coche mientras ella se abría de piernas como siempre para que yo comprobase que me obedecía. Puse la mano derecha en su entrepierna y comprobé que había cumplido mis deseos. Sin bragas, el pubis sin un pelito, el anillo atravesando su clítoris y de los dos agujeros salían los cordones que indicaban que en su interior se alojaban las bolas chinas. Pese a su zozobra, la humedad indicaba que estaba en buenas condiciones para afrontar lo que la esperaba.

Llegamos a casa de Alicia, vieja amiga mía que, tras años de ejercer de actriz porno y prostituta, en su espléndida madurez aún aprovechaba su magnífico cuerpo en el gabinete SM que se había montado en su chalet y que le proporcionaba buenos ingresos.

Las presenté y Alicia no tuvo reparo en empezar a morrear a Laura intentando meter su lengua en la boca de mi amante, que se resistía a admitir aquel apéndice invasor.

Pero Alicia tenía recursos y los explotaba bien. Su mano se deslizó por el escote de Laura y comenzó a acariciar y pellizcar uno de sus pezones. Yo ya la había puesto en antecedentes de que mi amante los tenía hipersensibles. Al fin, aprovechando uno de los gemidos, la lengua de Alicia alcanzó su objetivo ya Laura se dejó arrastrar a un apasionado y vehemente combate de lenguas.

No tuvo dificultad alguna mi amiga para desnudar a mi amante, ya que bajo el traje chaqueta solamente vestía la blusa, absolutamente nada más. Noté cómo Laura se sentía un poco cohibida por ser la única de los tres que se encontraba en pelotas. Pero aquella situación ya estaba pensada por Alicia para minar la autoestima de Laura. Alicia la sentó en un sofá y se levantó la falda para ofrecer a su boca el formidable coño, pelado como el de ella y ostentando obscenamente seis gruesas argollas en cada labio mayor y otra aún más gruesa perforando un clítoris famoso e inolvidable en el mundillo del porno extremo.

Como quiera que mi amante no se decidiese a comer aquel coño, que sin embargo era obvio que la fascinaba por la ingente chatarra que lo adornaba, Alicia la tomó con ambas manos de la nuca y la apretó la boca fuertemente contra la chorreante vulva.

Aún tardó mi amante en decidirse, pero al rato Alicia me indicó con un gesto que la golfa estaba ya comiendo coño y bebiendo flujo vaginal. Más tarde, la dómina, haciendo alarde de las inconcebibles posturas que la hicieron famosa en la pantalla, se subió al sofá y se puso boca abajo con la boca en el pubis de Laura y sus muslos atenazando la cabeza de ésta para que siguiese comiendo sexo mientras ella le hacía lo propio en aquel fascinante 69 tras extraerle las bolas chinas de ambos agujeros.

No tardaron en oírse los gemidos de placer de mi amante aunque algo atenuados por la presión de los muslos de Alicia. Era obvio que la relación lésbica no le estaba resultando tan desagradable como ella había previsto.

Cuando la tenía a punto de orgasmo, Alicia deshizo el escorzo y procedió a desnudarse lentamente ante mi amante. Laura quedó pasmada al contemplar los aún erguidos y poderosos pechos de la dómina coronados por unos pezones soberbios traspasados por una gruesas barras sujetando tras ellas unas anchas coronas que abarcaban la mitad de sus extensas y oscuras aréolas.

La mirada de Laura no se podía detener, resbalaba por el cuerpo de Alicia deteniéndose ora en los cruelmente perforados pezones, ora en los torturados labios vaginales colgando grotescamente por el peso de los metales, o bien estudiando asombrada los innumerables y descaradamente obscenos tatuajes que cubrían gran parte del cuerpo de la dómina.

Con la misma estudiada lentitud, Alicia se fue introduciendo en la metalizada vagina un globo de látex unido a un enorme y negro consolador. Aplicó un inflador eléctrico al globo y éste se hinchó dentro de la cavidad de la zorra dotando a ésta del pene que la naturaleza no le había concedido. Se sentó a su lado y la invitó con un gesto a ensartarse en la temible estaca.

Contra lo esperado, mi amante se puso de inmediato manos a la obra y no pereció sentir mucho malestar al alojar el monstruo dentro de su vagina. Es más, poco tardó en ponerse a cabalgar, lentamente al principio, y acelerando sin descanso hasta que empezó a gemir ante la inminencia del orgasmo que evidenció con unos obscenos rugidos de lujuria.

Entonces, mientras mi amante se recuperaba de su profundo clímax, me desnudé yo y me tumbé en el suelo con mi verga tiesa. Alicia levantó a Laura y la llevó ante mi invitándola a clavarse en mi rabo, cosa que hizo de inmediato notando yo la poca presión que hacía su vulva distendida aún por la tranca que la dómina mantenía entre sus piernas colgando del globo que abarrotaba su cavidad.

Ahora vendría la prueba. Alicia colocó a Laura un collar de perro y la preguntó si quería una mordaza al tiempo que la enseñaba el inquietante látigo de varias colas cortas. El pequeño pecho de mi amante comenzó a subir y bajar buscando aire para compensar la zozobra que sentía. Yo la veía desde abajo especulando como siempre sobre la razón de que Laura tuviese unos pechos tan pequeños y caídos mientras estaba dotada de tan formidable pandero y de unos rellenos jamones terminados en recias piernas de ancho tobillo.

Mi amante aceptó la mordaza ante el temor de que no supiese contener los gritos. Yo tomé sus manos grandes pero suaves y cálidas y le dije:

  • Si no aguantas, te levantas y te vas libremente. Pero en ese caso no me verás más.

Alicia introdujo en el ano de Laura un grueso tapón anal con un vibrador que activó.

  • Empieza a cabalgar, zorra.

La adúltera madurita comenzó la equitación y durante unos minutos se entregó a un incierto placer amenazado por la temible herramienta de la dómina. Hasta que sus nalgas recibieron el primer trallazo. Noté como sus manos apretaron las mías y siguió follando.

Llegó el segundo en la espalda y entre la mordaza de bola salió un apagado gemido. Al tercero, en los riñones, brotaron las lágrimas. El cuarto, nuevamente en las orondas nalgas, hizo brotar los mocos.

Tras el quinto tuve un instante de decepción, pues se soltó de mis manos y puso las suyas en el suelo en ademán de apoyarse en ellas para levantarse. Pero nuevamente se aferró a las mías y continuó cabalgándome ya con gran frenesí.

Soportó los otros cinco empapando mi cuello de lágrimas, babas y mocos y por fin Alicia la hizo levantar y girarse. Le vi la enrojecida espalda y el enorme culo cruzado de marcas. No había laceraciones en la piel. Le había pedido a Alicia que no se excediese.

Entonces la dómina le extrajo el tapón de ano y se lo metió en la vagina volviendo a conectarlo. Laura se quitó la mordaza para limpiarse los mocos y la baba y poder tragar saliva el poco rato que Alicia le concedió.

  • Ahora empálate por el culo y vuelve a cabalgar.

Mi amante se colocó ella misma la mordaza, se empaló sin esfuerzo por la dilatación previa del tapón y rápidamente sus hermosas manos fueron hacia atrás para apretar nerviosamente las mías. Se apoyó sobre mi pecho de espaldas a mi y comenzó la cabalgada anal. El primero lo descargó la dómina sobre los pequeños y colgantes pechos. El segundo fue al vientre. El tercero otra vez a las tetitas. El cuarto de nuevo a las tetas. El quinto al vientre. Y cuando la golfa creía ya que su pubis estaba amnistiado, los dos siguientes enrojecieron esa depilada parte.

Alicia cambió el látigo por una fusta de caballería para obtener precisión y los dos golpes siguientes restallaron de pleno en los pezones. El último lo recibió el anillado clítoris. Mi madura golfa había pasado la prueba pero llegó la gran sorpresa:

ANTES DE DESMONTAR DE MI VERGA ALCANZÓ UN PROFUNDO ORGASMO ENTRE ALARIDOS Y CONVULSIONES QUE LA DEJARON DESMAYADA SOBRE MI PECHO.

Aquello era más de lo que yo esperaba de su educación. Mi puta obtenía placer del dolor.

La dejamos reponerse tranquilamente recostada en mi aún con el culo bien relleno por mi rabo y Alicia le quitó el tapón de la vagina. Cuando volvió en si, la dómina le metió su rabo artificial por tal conducto y comenzamos a hacerla un despiadado sándwich que desembocó en un nuevo orgasmo de la zorra mientras yo vaciaba mis testículos en sus tripas.

Mientras Alicia desaparecía para traernos unas copas, mi madura golfa se afanó en limpiar con su boca mi polla de cualquier resto que su recto hubiera podido dejar en ella.

  • Fran, por favor, vamos al baño. .... ya sabes.

  • Vamos. ¡Alicia, ven al baño!

Laura entró en la bañera un poco incómoda por la presencia de la dómina en aquella demostración de sumisión y se arrodilló con la boca abierta para recibir mi orina. Pero la frustré.

  • Alicia: Méala tu. Laura: Bebe como si fuera la mía.

La cara de mi guarra reflejó su contrariedad pero no opuso resistencia y bebió todo cuanto pudo de la orina de la dómina mientras yo la meaba también por la espalda y los pechitos.

Una vez duchada por Alicia, que la sobó a placer e incluso se la volvió a follar de pie con una pierna doblada y apoyada en la pared de la bañera para que yo contemplase la penetración, tomamos las copas. Alicia y yo, ya vestidos y sentados en el sofá, mi amante desnuda y sentada en el suelo a nuestros pies con sus carnes enrojecidas.

  • Fran, convendría que a tu puta le alegrases esos pechos tan pequeños y tristes que tiene.

  • Ya lo he pensado Ali. Pero para el jueves que viene tengo pensado prostituirla en el club de carretera de un amigo y no daría tiempo a que tuviese curadas las perforaciones. Se lo ordenaré después.

  • ¡Oh, Dios! Fran, cariño, no me hagas hacer de puta. Puede haber algún conocido y …..

  • Cállate, patética maruja. - Le espetó Alicia arreándole una bofetada. - en primer lugar deberías ir acostumbrándote a dirigirte a mi amigo Fran como Amo o Señor.

  • Laura, ¿Ya estamos otra vez?. ¿No tienes remedio?. ¿Siempre piándolas?.

  • Yo … lo siento Fran … Amo … es que

  • ¡Joder! Ni es que ni pollas. Hace una hora piabas porque no querías sexo lésbico ni SM, y resulta que te viene el orgasmo más profundo que yo te haya visto. ¿En qué quedamos?. ¿Es que eres una llorona crónica?.

  • Lo sssiento Fran … Señor. Es que

  • ¡Y dale con el es que!

  • Fran, déjame a esta puta una semana y te la devuelvo bien disciplinada.

  • No, no. Quiero que sea ella quien se dé cuenta de que tiene vocación de ramera sumisa y asuma su condición con seguridad. No me vale coaccionarla. No me gusta. Escucha zorrón adúltero: ¿me quieres explicar de una puta vez qué te importa que tu marido descubra lo puta que eres si te tiene olvidada y te pone los cuernos todos los días?.

  • Mis hijos … se lo contaría.

  • Pues mira, no se me había ocurrido. Pero a lo mejor, si tus hijos saben lo puta que eres, alguno quiera meter su polla en tu gordo y apestoso culo. Puede que hable con ellos.

  • Yo … sssi …. Señor.

  • Pues ya sabes. El jueves que viene te llevaré al club de mi amigo y trabajarás de prostituta en él hasta que consigas 150 euros. Tu verás que tarifas te pones para conseguirlos en la noche y regresar a tu tierno hogar antes de que vuelva tu marido de solazarse con su joven y hermosa putita que te da cien vueltas, cerda grasienta. Que veo difícil que una vieja como tu sea capaz de lograr ese dinero como no sea haciendo guarradas.

  • Fran, para adornarle las tetas a la cerda tráemela. Me han pasado un catálogo con unas joyas con resortes para estimular y alargar pezones que te encantarán.

  • Te la traeré Ali. Bueno, nos vamos, debo pasar después por casa de las otras dos golfas para ayudar a mi sobrino a disciplinarlas.

  • ¿Esas que son madre e hija?

  • Las mismas. Están respondiendo muy bien, pero se oponen a la zoo, que es lo que más le gusta contemplar a mi sobrino. ¡Vámonos golfa!

Laura se vistió sus tres únicas prendas con evidente molestia por la macerada carne, se introdujo las bolas chinas en su debido alojamiento y se acercó a Alicia para darle un beso de despedida. Alicia le abrió la boca simulando ir a responder al beso pero la escupió dentro.

  • Tienes madera -le dijo- cultívala y disfrutarás de tu masoquismo no te imaginas cuanto. Ciao queridos.

Ya en el coche, Laura reclinó la cabeza en mi hombro y dijo:

  • Amo, amor. ¿Me traerás otra vez con ella?

  • Claro.

  • Gracias amor … gracias Señor.

Ante tan abierta entrega me sentí algo incómodo ante mi idea final de regalarla a mi sobrino una vez estuviese debidamente educada y libre de prejuicios.

FIN