Liberada - guiando a la perdición VII
Devoraba ansioso y sediento el cincuentón calvo la superficie de las mamazas y los pezones de ella, que con su mano izquierda sostenía y ofrecía su tetaza izquierda, sus pezones extragrandes duros como piedras empezaron a ponerse muy erectos.
La criaja actuaba cada vez de una forma tal que sacaba de quicio a Vicente, con su ropa de choni buscona, su maquillaje de loro, sus maneras respondonas y siempre ese punto de amenaza violenta en el borde de sus ojos, cuando se enfrentaba a su padre, ya que Yolanda la evitaba de todas las maneras posibles.
Además, cada día fumaba más, inundando toda la casa con el pestazo del tabaco, y sus notas y actitud en el colegio era un desastre, si iba a la psicóloga, pero la escuchaba y luego pasaba de todo, la directora ya había advertido a su exmujer y a Vicente que existían altas posibilidades de que tuviese que repetir el curso.
Lo que provocaba los sollozos y las lamentaciones de Vicente, su niña tan perfecta, tan modosita, con tantas buenas notas, que había pasado, cuando se había convertido en aquella choni pendón desorejado.
Yolanda estaba harta, esperaba una reacción más enérgica de castigo del zafio y desgarbado marido rico que tenía, el derechón, todo el día diciéndole a todo el que le quería oír, lo que haría con los rojos y a la hora de la verdad, no sabe ni meter en vereda a la criaja mal educada de su hija.
Yolanda, como todo aquel tiempo, solo hacía que insinuaciones, resaltando noticias de jóvenes rebeldes que hacían tal o cual desmán, inventándose rumores que le habían contado en el trabajo sobre tal chica o tal otra, que había acabado preñada y casada con un bala perdida y la vida familiar había sido un infierno…todo muy sutil y en contextos muy adecuados.
Pero nada, solo conseguía más lamentos y sollozos, sobre cómo había podido su querida niña cambiar así, pero la determinación de meterla en vereda y mandarla lejos a un internado para sacársela de en medio, se había desvanecido como un azucarillo en agua caliente, eso si, la irritabilidad de Vicente y su carácter cascarrabias se había multiplicado por cien.
Y a esto se unía lo cachonda que estaba Yolanda, cuanto más aumentaba el nivel de las recompensas con el criajo, mayor eran las fantasias y deseos que se agolpaban en su mente, aunque trataba de rebajarlos con yoga y meditación, cada vez era más difícil.
En el trabajo se contenía de calentar al personal, aunque se volvía loca de ganas de hacerlo, en su tiempo libre o cuando estaba en casa, nada de ropa ancha y holgada, vestidos casual ajustados, faldas cuatro dedos por encima de la rodillas, Shorts de tela por la calle y dentro de casa minishorts de rizo que dejaban un tercio de sus nalgas al aire, tops, camisetas de tirantes, blusas todas las prendas ceñidísimas con anchos escotes redondos o de pico, ofreciendo sus tetazas realzadas y súper redondeadas en wonderbras preciosos, con su gasa sobre sus extra grandes pezones, o libres de sostén y empitonados cuando se movía por la casa o hacia deporte al aire libre, balanceando sus mamazas erguidas dentro de la tela con la cadencia de su andar elegante y femenino, aquellos globazos agitándose dentro de las prendas a derecha e izquierda a izquierda y derecha ,rebotando arriba y abajo, abajo y arriba.
Camareros, jardineros, runners, carteros, limpiapiscinas, mensajeros, los empleados del supermercado y cualquier macho que se cruzase con ella vestida así, solo tenía ojos para ella, para su cuerpo esbelto y escultural de mujer de bandera, sus piernas largas, firmes y fibrosas, su culo grande, perfecto y respingón, sus mamazas inmensas turgentes, de protuberante redondez y aquel rostro precioso de guapura absoluta, con su melena sedosa y negra como la noche de hembra divina mediterránea, todos la devoraban con la mirada, y las broncas con un Vicente extra irascible y neurótico se multiplicaban en cualquier situación para la ya agotada paciencia de Yolanda con toda la situación y tantos años de continencia, por aquel fofo estúpido, pero podrido en dinero.
Por ello presionaba al criajo, para que forzase a Belén a montar un número casi definitivo, que la desterrase del afecto de su padre, por la vergüenza y la mancha para la reputación que este supusiese.
Pero el niñato fofisano de Sergio solo sabía que llorarle, sus padres le habían cortado el chorro del dinero rebajándoselo a 0, ahora su única fuente de dinero para hacer algo era Belén. Además sus padres ya lo habían matriculado en la universidad tipo escuela militar en la otra punta del país y aunque no se lo había dicho a nadie, salvo a Yolanda en aquellas conversaciones, el próximo año y los siguientes cinco le tocaría irse a vivir allí en un régimen interno, si bien era mayor de edad, era eso, o que sus padres le pusieran en la calle y le tocase ganarse la vida por su cuenta y claro el niñato se había resignado a lo primero, que iba a hacer él, el desgraciado, sin el paraguas del dinero de su padres.
Aquel exilio convenía a Yolanda, para romper amarras llegado el momento, pero el criajo solo lo usaba para llorarle a Yolanda y desviarse de las exigencias que esta le hacía.
Las cosas estaban así sin ningún avance cuando llego la fecha en la que anualmente Vicente invitaba a los ejecutivos de la empresa a cenar con sus respectivas parejas en el club de golf, un día entre semana haciendo que se cerrase la sala principal y disponiendo del restaurante solo para ellos, más valdría que pagase a sus empleados como debía, y menos cenas de autobombo y ostentación era el pensamiento general de todos sus empleados invitados, pero claro, ni en el caso de los cargos más altos dejaba de ser una conversación tabú, susurrada en voz extra baja lejos de los oídos de Vicente.
A Yolanda no le apetecía nada ir, tampoco era una tradición demasiado larga en la empresa, la cosa había empezado, cuando un par de mandos se habían ido a la competencia por más dinero, ese hecho y casarse con Yolanda, le animaron a plantearle a sus mejores empleados esa velada como una especie de premio en especies y de paso podía lucir a Yolanda.
A Vicente le gustaba presumir de superhembra, sex simbol en determinados ambientes (la cena con sus empleados todos más jóvenes que él, frente a los demás ricachones y empresarios de la ciudad), siempre y cuando Yolanda no mostrase demasiado, aunque tampoco hacía falta, Yolanda estaba tan buena, era tan maciza y tan mujer de bandera que vestida con un saco seguiría destacando entre las demás mujeres y levantando el deseo de todos los machos que la contemplasen.
En otras circunstancias con las aguas calmas, a Yolanda le encantaba participar de aquellos saraos donde a pesar de acabar vistiendo lo que Vicente quería, ella lucia palmito y se mostraba comedidamente con el beneplácito de Vicente, pero en aquellas circunstancias de contención y autosatisfacción de tiempos pasados, calentar a aquellos machos era suficiente para enceder su libido.
Pero en la actual situación, totalmente caliente como una brasa, conviviendo con el carácter más insoportable que nunca de Vicente, en gran parte provocado por sus maniobras, lo último que deseaba era ser usada por el zafio y fofo de su marido para fardar de hembra, pero solo la patita, sobre todo, después de los últimos episodios de celos paranoicos y de estallidos de cólera, porque otros hombres la devoraban con la mirada ante su ropa de máximo realce de sus curvas.
Se esperaba tener que vivir episodios similares durante aquella cena, tener que aguantar a babosos que en otras circunstancias habría gustado de calentar, y sobre todo el odio visceral de algunas de las esposas de los empleados de Vicente.
- De verdad Vicente, no me encuentro muy bien estos días, será que estará por bajarme la regla, preferiría quedarme en casa en esta ocasión.
Se excusaba Yolanda poniendo cara de molesta e incómoda.
- Pero que dices mujer, como voy a aparecer yo solo en la cena de la que soy anfitrión, si quieres cambio la fecha, hasta que te haya pasado, lo de la regla…pero tú no puedes faltar.
Respondía de modo inapelable Vicente.
- Pero Vicente, a lo mejor un cambio no les viene bien a los demás, ves esta vez sin mí por favor.
Replicaba Yolanda con voz lastimosa y quejumbrosa.
- Vamos a ver Yolanda, tu eres mi mujer y lo eres por y para cosas como esta, sino para que quiero una mujer como tú… vendrás y no se diga más y si estas demasiado indispuesta se cambia la fecha, pero tú vienes.
Dijo de forma rotunda y completamente pragmática a años luz de cualquier clase de consideración romántica o afectiva hacia a Yolanda, que en esas situaciones se le hacía muy patente, que solo era un objeto para su despreciable marido, un objeto muy muy valioso, pero un objeto, al fin y al cabo.
La tarde de la cenita de marras, Yolanda andaba cabreada de esa manera que ella sabía, sin histrionismos, ni histerismos, con su sonrisa sarcástica además de verse obligada a participar de aquella velada soporífera para ser expuesta como un objeto, además debía pasar el examen de vestuario del zafio vejestorio de su marido.
En las demás ocasiones siempre escogía ella, sabía ser algo comedida, siempre con mucha clase, a pesar de lo imposible que ello resultaba por la combinación explosiva de su voluptuosidad y de ropa eminentemente sexy, si bien en otras ocasiones se vestía especialmente espectacular y se pasaba toda la noche agasajando a Vicente, besuqueándolo y haciéndole cuquimonas, no lograba frenar sus expresiones de celos e ira, cuando los hombres la devoraban con la mirada, pero como ella siempre ignoraba a los babosos y solo tenía ojos para él, eso apagaba el fuego de la paranoia celosa de Vicente al menos y le permitía vestirse como a ella le diera la gana, en cada ocasión.
Pero en aquella reunión con sus empleados, sobretodo sus directivos, Vicente controlaba que se la viera favorecida, pero nada espectacular ni demasiado llamativo.
A Yolanda le entusiasmaban los vestidos con mini – mini- minifalda, ceñidos a ella como una segunda piel, donde la tela acababa justo al final de la curva de su culo grande y perfecto, sobre dos tacones de aguja mostrando todas sus perfectas, esculpidas y laaargas piernas y por delante la tela cayendo tapándole apenas el tanga. Y aunque Yolanda solía comenzar con alguno de ellos, Vicente siempre los vetaba con su peor cara de perro, se probaba vestidos ajustados de tirantes y gran escote redondo por delante con un tercio de sus tetas ofreciéndose y escote por detrás, tampoco. Vestidos de un solo tirante de un punto con dibujo en bordado que dejaba ver su carne a través del mismo, tampoco. Vestidos escotados en pico, tampoco. Todos los vestidos o las faldas que se probaba Yolanda eran minifaldas, la más larga un palmo por encima de la rodilla, sino más, y todos con súper escotazos, los de faldas largas, con escote palabra de honor, o con la espalda desnuda hasta la cintura, no, no, no…pataleaba negándolo, y cabreando como una fiera a Yolanda, que no dejaba traslucir nada, pero que en ese momento odiaba a su puto marido más que a nada en el mundo, por cuantas humillaciones y control a su libertad tenía que pasar para disfrutar del puto dinero y los lujos, que suponía ser la mujer de aquel mierda que no se había ganado nada en su vida.
- Bueno Vicente, no quieres que vaya con pantalones, ha de ser un vestido, pues como no sea un burka que tú me compres, la última opción que me queda es este vestido.
Era un vestido de una pieza, combinado, arriba una pieza sin mangas, como un chaleco de rojo intenso de punto con bordados verticales como de juncos que caían, como rayas rectas de las que salían ramitas también rectas pero inclinadas en cuarenta y cinco grados, las minúsculas hojitas de estas ramitas bordadas se hacían con también minúsculos agujeritos por donde se veía lo que había debajo, el escote redondo quedaba muy arriba, pero súper ajustado, ceñido como una segunda piel que redondeaba los abultados, llenos y perfectamente redondeados melones de talla de copa E de Yolanda, justo debajo de la curva de sus tetazas empezaba la tela del vestido, de falda ancha, de fondo rojo intenso y en el centro el dibujo de un sol blanco étnico con cenefas blancas a juego geométricamente alrededor, la falda ancha le caía hasta un dedo por encima de la rodilla.
- Huuuuummmmm….
Dijo Vicente examinando el vestido, mientras Yolanda se daba una vuelta lentamente sobre si misma ante el estúpido, engreído y prepotente mierda de su marido, conteniendo la rabia con aquella mirada complaciente que encerraba un rencor frio y calculador.
- Me parece bien, el mejor que he visto, pero nada de esos tacones de aguja roja y por favor tapate los pezones, eres mi mujer, la esposa más buena y cañón de la empresa como corresponde, pero no una furcia con esos tacones y esos pezonazos marcados.
Dijo Vicente con suficiencia y chulería, provocando un volcán de odio controlado pero efervescente en Yolanda, con que ganas le pondría los cuernos con un centenar de tíos aquella misma noche.
Así que cambio los tacones rojos de aguja a juego, por unos zapatos blancos de tacón alto pero ancho, descubiertos por la punta, cubiertos por una tira por el empeine y unidos por una cinta en el tobillo y desde la base del talón, debajo un conjunto de lencería granate, los pezones tapados por sus cómodas gasas de algodón, pero en la parte de abajo un tanga de hilo con un triángulo de encaje semitransparente en la parte delantera unido desde la cintura y hacia atrás con un hilo de seda granate, el wonderbra todo de encaje, media talla más pequeño de copa DD, para que sus tetazas estuviesen aún más realzadas, juntas y apretadas en una esfericidad suprema, pero la copa del wonderbra en vez de recoger y cubrir completamente la exuberante redondez de sus mamazas, solo recogía la mitad de su circunferencia, cerrándose en forma de medio arco con bordados de encaje por el borde, cubriendo el pezón en su límite pero dejando la mitad de la areola fuera del arco, no había posibilidad de que la vieran en lencería, pero la idea satisfacía mentalmente las ganas de venganza de Yolanda.
Se maquillo de forma magistral su precioso rostro de hermosura mediterránea, con su perfecta lisa y voluminosa melena oscura, negra y brillante como el azabache, sus pestañas rizadas por la cantidad exacta de rímel, la línea del ojo perfectamente detallada, la sombra oscura rojiza con clase y elegancia que realza sus ojos oscuros de sultana, las redondeadas mejillas con el colorete exacto y sus labios jugosos con el sensual carmín rojo efecto húmedo, las uñas de las manos perfectamente cuidadas, pintadas de esmalte de uñas transparente con la punta blanqueada, y las uñas de los pies de brillante esmalte blanco a juego con los zapatos, con los segundos dedos de cada pie ensortijados y la sexy cadenita dorada en su tobillo derecho.
Acicalo la suavísima piel bronceada sus piernas y sus brazos con una crema especial, que hacía que brillase lanzando reflejos cuando le daba la luz directamente. Y así de deslumbrante hecho a andar junto a Vicente, agitando sus curvas con clase y maestría a cada paso, sus caderas dibujaban esbeltas y perfectas curvas en el aire y sus mamazas entalladas en el vestido rebotando suave y salvajemente en la atmosfera, arriba y abajo, abajo y arriba.
- Toc – toc –toc -toc…
Se oían los tacones de Yolanda llegando hasta la puerta del club de golf del brazo fofo de Vicente, con su radiante y divina sonrisa debajo de su preciosa naricita redonda y respingona, con el cuerpo escultural y la espalda recta con ese torso largo y firme del que colgaban sus dos tetazas como dos jugosos frutos maduros inertes, desafiando ferozmente la gravedad. Las demás parejas concentradas aguardaban también en la puerta, todos vestidos para la ocasión.
Había más mujeres, algunas más jóvenes que Yolanda, las esposas y novias de los ejecutivos más jóvenes, en mitad y hacia el final de los veinte, rubias, castañas, morenas, todas guapas y hermosas con preciosos y femeninos vestidos, pero por más jóvenes y guapas que fueran, ninguna de ellas era el mujeron espectacular que era Yolanda, todas por debajo del metro sesenta y ocho, ninguna con las curvas explosivas y exuberantes de Yolanda, la que tenía un buen culo, tenía un pecho regular, la que era tetuda estaba demasiado pesada o tenia culo carpeta y dos piernas como dos alfileres, muchas con rostros preciosos, pero cuerpos escuchimizados, sin caderas, sin culo, sin tetas, ninguna era alta, esbelta, y con curvas explosivas en todos los puntos, nadie era un diez como Yolanda.
Yolanda se había enterado por casualidad de un comentario de un ejecutivo que estaba de espaldas en corro y no se había dado cuenta, que ella estaba allí, el comentario era, que los ejecutivos de Vicente la llamaban “el cuerpazo” y claro a sus espaldas todo eran comentarios de los buena que estaba, siempre que cerca no estuviesen sus parejas o mujeres.
Como era de esperar, todos los ejecutivos de Vicente eran hombres, era el combo perfecto de derechón, católico hipócrita, inútil antimeritocrático y machista.
Yolanda, en cuanto llegaba ocupaba siempre el centro de atención, ella intentaba relacionarse con todos, especialmente con las mujeres, por las suspicacias de Vicente respecto a los otros hombres, y por la suspicacia de ellos antes los ojos observadores y paranoicos de su jefe sobre todo, cuando se relacionaban con su esposa, una mujer que parecía que se había escapado de la portada de un playboy.
Las mujeres más jóvenes le sonreían falsamente y le daban conversación sin mucho hilo, las ya mayores también, si no les quedaba más remedio, por lo general la evitaban en la medida de los posible, era la esposa del gran jefe, así que tampoco podían hacerle un feo. Pero todas la miraban de forma contenida, llenas de envidia y rencor, ese rencor irrefrenable y lesivo que solo las mujeres pueden tener hacia otra que tiene en su cuerpo, todo lo que ellas desean y nunca alcanzaran, por lo que, si ella se dirigía a ellas con su magnífica sonrisa y su femenina elegancia, se veían obligadas a regañadientes, a darle conversación con cumplidos incluidos en máxima complacencia y sin dejar traslucir ese rencor y esa envidia.
Solo había una mujer que le hablaba como quería, con miradas de desprecio y superioridad, dándole cortes enormes y dejándola en evidencia cuando quería, Victoria la prima de su marido, con un montón de pisos y plazas de garaje en el centro de la ciudad y la única otra socia de la empresa de Vicente con una participación minoritaria del diez por ciento e igual que pasaba con la criaja, Vicente se hacía el sueco y dejaba que aquella vieja, un deshecho físico y moral, le dijera a Yolanda cualquier fresca que se le ocurriese, delante de cualquiera, Victoria tres años mayor que Vicente,pequeña, gorda y arrugada, con el pelo rizado en una melena a lo Margaret Thatcher y una nariz picuda en una cara redonda y con papada, de piel rosada como un cerdo, un ser repelente y despreciable, al que tenia que aguantar todas aquellas cenas y a la que Yolanda intentaba evitar.
También daba pena ver como trataba a su marido, Ramón, un hombre escuálido y pequeño de apenas metro sesenta y ocho, de cincuenta y cinco años, calvo con pelo por los lados y unas gafas redondas de intelectual, escurrido de cuerpo, probablemente por el tormento que suponía convivir con aquella vieja gorda, reina de las lorzas, panza, caderas y muslos, que no sabía más que despreciarlo y minusvalorarlo en público, a pesar de que a ella, como a Vicente le había caído todo del cielo y Ramón era médico, con puesto fijo en las seguridad social y consulta privada propia , especialista en medicina del trabajo y todo conseguido con el sudor de su frente, Ramón era quien se encargaba de todos los temas relativos a la salud laboral en la empresa de Vicente, otro que también lo despreciaba y minusvaloraba, por supuesto por complejo de inferioridad, porque a su lado Vicente, intelectualmente hablando, era un chimpancé derechón, de esa manera tanto su asquerosa mujer, como su primo Vicente lo atormentaban en público entre otras cosas, llamándolo burlonamente “Monchito”.
Yolanda siempre le llamaba Ramón, a ella aquello le repateaba, le daba pena y le sabía mal como le trataban y como lo despreciaban en público, a una persona que en todos los sentidos les daba mil patadas a ambos, pero Ramón se había casado estúpidamente enamorado (en su juventud donde Victoria debía tener otro aspecto) y tenía dos hijas, que le adoraban y no podían soportar a su madre, pero era su madre, seguro que por ellas y por la armonía familiar Ramón no se había separado. Lo que aún aumentaba más la admiración de Yoli por Ramón y la empatía por su situación, así como su desprecio y asqueo por como lo trataban su mujer y el imbécil de Vicente su marido.
Victoria y Vicente estaban en el centro de los corrillos, hablando con el jefe de sala, con mucha complicidad de primos niños ricos, hablando con soberbia, prepotencia, si daban asco por separado, juntos era digno de verse.
Yolanda se había quedado más atrás en un corrillo, hablando amistosamente con Ramón, que como era habitual la miraba embobado con ojos de cordero degollado, una mirada de adoración y deseo con la que recorría todo su cuerpo de arriba a abajo de superdiosa del playboy, cuando ni su mujer, ni el esposo de Yolanda estaban con ellos.
A Yolanda aquel hombre tan intelectual e inteligente, que le miraba con aquellos ojos llenos de hambre de sexo y afecto, tan manchado por aquellos dos mierdas, le producía una mezcla de dulzura y candor y de morbo por follarselo hasta saciar tanta necesidad.
Debido a ello y a la calentura que llevaba aquellas semanas, así como al profundo rencor y deseo de revancha, que le había provocado Vicente aquel día, estaba dispuesta a calentar a aquellos machos, siempre que los ojos paranoicos y celosos de Vicente se lo consistiesen.
- Huuuummmm …estoy un poco incomoda…
Dijo Yolanda en medio de la conversación de Ramón y viendo por el rabillo del ojo, como otros ejecutivos aprovechaban el despiste de sus parejas para mirarla con deseo, lo que aprovecho para después de colocarse su preciosa, negra antracita y brillante melena sedosa con su femenina mano derecha, con mucha elegancia pasar sus delicados y femeninos dedos pulgares por dentro de los anchos tirantes de su top de ganchillo rojo, para alcanzar los tirantes de su wonderbra y tirando de ellos levemente hacia arriba, agitar sus enormes y perfectamente esféricas tetazas al mismo tiempo, hacia arriba y hacia abajo, balanceándolas de una forma salvajemente sexy, provocando que los ojos y la boca de Ramón se abriesen completamente lleno de asombro y deseo, igual que los ojos de los demás hombres, que observaban el bamboleo en el wonderbra y el top sensual y lujurioso de las turgentes e inmensas mamazas de Yolanda, que repitió este movimiento hasta cinco veces, con total naturalidad, como si no sucediese nada o estuviese en la intimidad de su cuarto, una de sus especialidades, provocar de forma brutalmente sexual, como si no pasara nada, con indiferencia infinita, provocando a niveles máximos el morbo y el deseo de los que la veían y admiraban, babeando por sus perfectos y esféricos melones de piel morena cetrina.
Ramón se quedó mudo, boquiabierto y pálido de deseo, al tiempo que desde la parte superior de las escaleras los dos “tiranos” pedían al resto que esperasen abajo, por lo visto estaban reparando una fuga de agua en las tuberías y pintando la reparación en el pasillo principal de acceso al salón, por lo que para que no hubiera percances, el grueso de los participantes en la cena debería entrar por la parte de atrás, por las cocinas y almacenes del club de golf, pero los dos “tiranos” entrarían a través del pasillo en obras, “para ver el estado de las mismas”, mientras los demás aguardaban la señal para entrar por detrás.
Entre treinta y cuarenta segundos después, el jefe de sala indico al grueso de los participantes en la cena que siguieran a los camareros que los guiarían por la parte de atrás, Ramón acompañaba a Yolanda que sobresalía como la más alta de las mujeres, caminando sensual y elegantemente sobre sus tacones, con una cadencia perfecta y grácil, como un cisne, como una top model, por detrás del grueso de participantes, con un grupo de parejas, donde ellos no hacían más que mirarla disimuladamente, cuando ellas no les observaban, a Yolanda aquello le calentaba al máximo y aquel año más que nunca.
Y las circunstancias ayudaron a Yoli como nunca se hubiera imaginado, justo cuando pasaban por el último módulo de cocinas, que tenía en el suelo una plancha metálica de firme reja trenzada, de forma que se podía andar por encima con tacones ,sin miedo a que quedasen enganchados en aquellos agujeros, ya que por allí era por donde salían los vapores de las máquinas de la cocina y la lavandería del club.
En el preciso momento en que el grupo paso por encima de la plancha una enorme ola de vapor emergió a través de ella, con una enorme potencia, espantando al grupo, y haciendo que las mujeres se sujetasen instintivamente las faldas, a pesar de llevar todas vestidos lo suficientemente ajustados, para no temer que el viento las levantasen, ya que el aire agitaba y levantaba todas las ropas, pero Yolanda con su propia rapidez mental se dio cuenta de la situación y se aprovechó de ello.
Vicente no quería que llevase minivestidos, ni minifaldas, ni vestidos ceñidos a sus curvas, para no exhibir sus piernas de infarto y su culazo grande, perfecto y respingón de experta bailarina de samba. Quería que llevase una falda ancha que evitase todo ello, pues aquí tenía la falda ancha.
- Ja, ja, ja, ja, ja, ja, jaaaa….
Mientras todos aligeraron el paso para salir de debajo de la plancha, Yolanda se quedó en el centro explotando en una fingida y perfectamente interpretada carcajada divertida, dejando volar su falda roja de cenefas floridas blancas, que debido a la potencia del aire de la salida de humos le levantaba las faldas hasta la cintura, como a Marilyn en la escena de “la tentación vive arriba”, pero Yolanda aún hacia menos esfuerzos que la legendaria rubia por bajarse la falda, sin dejar de reír enloquecidamente divertida con su precioso rostro de diosa mediterránea y aquel cuerpazo de bandera de diosa del porno, dando vueltas sobre si misma y mostrando sobre sus tacones blancos a las otras parejas y a un par de camareros, que a través de las ventanas veían el espectáculo ojipláticos, sus esculturales, esbeltas, largas y perfectas piernas de bronceada y suave piel cetrina y la totalidad de aquel culazo a través del tanga de hilo de encaje transparente rojo, aquel trasero perfecto, un circulo pefecto, sin un milímetro de piel de naranja, ni de celulitis, de grandes turgentes, fibrosas, inertes y respingonas nalgas perfectas, agitándose y flotando en el aire con el tatuaje de color del sol con un rayo verde en la nalga izquierda, con su piel lanzando destellos preciosos por efecto del aceite que había extendido por todo su cuerpo, contemplando con deleite como todos los hombres la miraban boquiabiertos con los ojos llenos de deseo y sus parejas con los ojos llenos de odio.
- Jajajajaja....que divertidoooo ...jajajaja…
Exclamo Yolanda entre risas risueñas como si no hubiera pasado nada, secándose las lágrimas de risa, cuando el aire dejo de salir del suelo, avanzando hacia Ramón entre los demás del grupo que seguían contemplándola asombrados, sobre todo los tíos que no solo salieron de su estado, hasta que sus parejas enfurruñadas les dieron codazos y manotazos, tirando de ellos.
Yolanda se acercó a Ramón con su sonrisa que enamoraría a Dios y con la cabeza le indico que siguiesen andando, sonriendo para sus adentros al ver la enorme erección que Ramón con cara de embobado probaba de disimular, sin dejar de mirarla con hambre de su cuerpo de super hembra.
Estaban sentados en mesas redondas en una parte del salón, las mesas eran para ocho, pero Yolanda, Vicente, Ramón y Victoria se sentaban solos en una mesa, que ocupaba la posición central objeto de los ojos de todos.
En la mesa más cercana a la presidencial se encontraban ocho personas, dos ellos Joaquín y Ernesto, dos lameculos de campeonato, que hacían competencia por ver quién era más lameculos de Vicente, el uno divorciado, el otro nunca había estado viviendo en pareja. Eras los ejecutivos más detestados de la empresa, pero los más valorados por Vicente, igual de inútiles que él, pero unas comadrejas chivatas y al servicio en cuerpo y alma del amo.
A la más mínima ocasión se acercaban a la mesa a lamerle el culo a su amo, de una forma que daba asco a todos, en especial a Yolanda, pero que a Vicente le encantaba, eras sus perros falderos.
Al igual de los demás hombres no escapaban de la atracción salvaje que los voluptuosos encantos de Yolanda despertaban en ellos, pero se guardaban muy mucho de llenarse los ojos de deseo contemplando a aquella diosa morena de playboy, ante la más mínima presencia o mirada de Vicente, sabían que era peligro de muerte, pero en cuanto tenían el campo despejado del amo, babeaban por Yolanda como el que más.
Después de los entrantes, todos los hombres habían ido como mínimo una vez al baño y el baile a lo “tentación vive arriba” de Yoli, estaba en boca de todos los hombres. Los que habían visto sus magníficas y bronceadas piernas y su perfecto, grande, respingón y turgente culo de nalgas perfectas, hablaban y no paraban de lo buenísima que estaba el “cuerpazo”.
Yolanda aguantando a los dos primos despreciables e insufribles en la mesa se daba cuenta por el rabillo del ojo como todos los hombres la miraban más que nunca, sobre todo después de volver del baño, donde los testigos les ponían al día
Yolanda maestra máxima en el arte de calentar a los hombres sin que parezca que lo está haciendo, escogía los momentos justos para retirarse disimuladamente de la mesa y llevarse las manos a los tobillos, que ya había ido diciendo que le dolían. Cada vez que lo hacía retiraba la falda un poco más, mostrando parte de sus muslos y estirando las piernas y mostrándolas a todos los que se sentaban alrededor, que provocando el odio contenido de sus parejas fijaban sus miradas en ella.
El aire en la mesa era irrespirable.
- Monchito, macho que eres un blandengue, que tengo que estar siempre encima de ti, que si no le darías a todos los machacas, la baja con un simple resfriado.
Decía Vicente lleno de desprecio refiriéndose al pobre Ramón.
- Monchito, cállate, que como es habitual no tienes ni idea, menos mal que estoy yo aquí para controlarlo todo que sino.
Le cortaba la foca grasienta de Victoria al pobre Ramón en medio de cualquier respuesta o conversación, humillándolo y dejándolo en evidencia.
- Monchito, menos mal que encontraste a mi prima, que, si no a saber donde estabas a estas alturas de la vida, viviendo bajo un puente jajaja…
Añadía Vicente sin dejar de humillar y degradar al pobre Ramón, que sonreía paciente y tragaba y tragaba, porque aquella humillación era un no parar, Monchito, Monchito, por aquí y por allá, hablase o no hablase, durante toda la cena los dos primos zafios, asquerosos e inútiles, no dejaban de machacar al santo varón de la paciencia que era Ramón.
De vez en cuando se cruzaba la mirada con Yolanda, que le sonreía cándida y dulcemente, intentando reconfortarlo, pero, aunque tuviese mucha lastima, que Ramón fuera el centro de las burlas de su marido y la prima de esta, permitía a Yolanda desinhibirse muy muy discretamente, dándose paseos al baño, más de los debidos.
Avanzando entre las mesas con su elegante cuerpo, erguido y macizo de curvas, pisando con sus tacones blancos, con gracilidad pero con firmeza, de forma que a cada paso de superclase como una gran top model sus mamazas magnificas, redondas y grandes de talla de copa de sujetador E vibraban desafiando la gravedad, arriba y abajo, abajo y arriba, ella andaba como si flotase con la mirada siempre al frente y con aquella relajada sonrisa preciosa, que enamoraba al mismo Dios, contemplando por el rabillo del ojos como era el centro de atención y del deseo de todos los machos de la celebración, todos los directivos y cargos intermedios de la empresa de Vicente la devoraban con la mirada y más después del episodio de las faldas al aire, ni siquiera la presencia de sus enrabietadas parejas, lograba descender el morbo y deseo que provocaba Yoli en ellos.
En una de aquellas idas y venidas, se había cruzado con la camarera que les servía y le había dado veinte euros y prometido otros cincuenta, si mantenía la copa de Vicente siempre llena de vino. Le convenía que se pusiera algo pedo, normalmente era como un perro guardián sobre ella controlándole hasta cada respiración, solo cuando se ponía algo borracho perdía la capacidad de controlarla, enzarzándose en alguna discusión absurda, donde ponía de relieve su estupidez y su ideología derechona, pero mientras despotricaba se olvidaba de controlar a su esposa de bandera, aquella diosa del playboy con cuerpazo de pornostar, al que si fuera por él, le tatuaría en la frente: “se mira, pero no se toca, mejor ni la mires”.
Joaquín y Ernesto no dejaban de aproximarse a su mesa entre plato y plato, lamiéndole el culo ostensiblemente y lanzándole miradas de reojo a Yolanda, que les sonreía complaciente y sibilinamente tragándose el asco que le daban.
- “Son una pareja ideal don Vicente, usted y su mujer, no la ha habido mejor en esta ciudad.”
- “Es usted un talento para los negocios don Vicente, nunca me canso de aprender de usted”
- “Es usted todo un ejemplo de generosidad don Vicente, esta es una gran fiesta, mejor que la del año pasado, pero peor de la del que viene”
- “Somos unos privilegiados por tener un líder como usted, don Vicente, es usted el mejor profesional del sector”.
Y otras babosidades con las que regalaban los oídos de Vicente cada vez que se acercaban a la mesa, los dos sujetos mezquinos, para recibir una mirada benevolente y la sonrisa con la que un amo mira a sus fieles perros. Mientras Yolanda no dejaba de mirar a la camarera para que rellenase la copa de Vicente.
Tras el postre empezó la sobremesa, con un disc-jockey del club de golf, animando la cosa. Vicente estaba suficientemente borracho, pero no dejaba de fijar su mirada en su espectacular y escultural esposa, que iba de corrillo de mujeres en corrillo de mujeres y Yolanda se daba cuenta de la observación marital.
En un momento el disc-jockey empezó a subir la animación, poniendo música muy bailable, rock ligero, pachanga, música comercial para animar el cotarro.
Yolanda convenció a un par de mujeres de un corrillo y se unieron a la docena de personas que bailaban en la pista. Mientras Vicente parloteaba como dando un discurso de forma muy vehemente, rojo por la borrachera, rodeado de acólitos, pero sin dejar de lanzar miradas de control a Yolanda.
Yolanda no tardo en convertirse en el foco de atención de la pista con su deslumbrante y divina sonrisa, sin dejar de mover su largo cuerpo, agitando con alegría sus curvas, moviendo sensualmente sus caderas, y haciendo volar la falda al ritmo de la música. Centrando la atención de todos los machos de la sala, que la observaban cargados de deseo, con el morbo rompiendo su techo, una diosa de la lujuria ante ellos, mostrándose y agitando sus deseadas curvas, pero inalcanzable para todos.
Lo peor era cuando se acerca a algún tío y bailaba con él, todos sabían que su jefe estaba allí como un halcón, no podían rechazar la invitación a bailar con la diosa sensual que era Yolanda, pero tenían que andarse con mucho cuidado, don Vicente era capaz de despedirlos si se ponía celoso y luego estaban sus parejas como tigresas enfurecidas, Yolanda no dejaba de provocarles, subiendo y bajando su perfecto tronco, agitando sus caderas, abriendo sus largas piernas, haciendo twerking con su perfecto, grande y redondo culo respingón.
Y ellos teniendo que contener su incendiado deseo, tragando saliva y reprimiendo la voluntad libre que el alcohol les insuflaba. Lo que tendría que ser un placer era una tortura.
Yolanda iba y venía de la pista, dependiendo de que le gustase la música o no, Victoria estaba por ahí cotorreando y Ramón apoyado en una de las barras solo tenía ojos de adoración lujuriosa para Yolanda. Yolanda se daba cuenta y cada vez que descansaba se acercaba a la barra y conversaba animadamente con Ramón, al que se le iluminaba el rostro ante la sola presencia de tal diosa sensual, eso tranquilizaba al cada vez más borracho Vicente, que descontaba a Ramón como hombre que supusiese un peligro con Yolanda, tanto por ser el marido de su prima, como por el grado de humillación al que él lo sometía desde hacía años, sin saber que para Yolanda, Ramón era un hombre como otro cualquiera, y por el que sentía una afinidad especial, debido sobre todo a que lo veía como alguien en la misma situación que ella.
Mientras Vicente no dejaba de lanzar diatribas a su corte de pelotas, encabezados por el larguirucho, huesudo, con nariz aguileña y gafas de repipi de Joaquín (con razón lo había dejado su mujer) y el baboso y grasiento Ernesto, con su bigote de morsa.
En un momento dado un jefe de producción y un par más se llevaron a Vicente por un pasillo, el seguía dando gritos y moviendo las manos y los brazos, y hacia como unos diez minutos que había dejado de controlar tanto a Yolanda.
Esta fría y serenamente miro a la pista y vio como las dos ratas lame culos se ponía a bailar, mientras los demás se apartaban haciéndoles el vacío. Yolanda sabía que, a pesar de la embriaguez, la paranoia enfermiza y celosa de Vicente era brutal, luego no tardaría ni cinco minutos en volver a la pista y echarla un vistazo, a ver que hacía, así que su mente sibilina empezó a maquinar.
Apenas un minuto después, la música le ayudo, sin dejar de sonreír amorosamente, le dejo su copa a Ramón indicándole que volvía a bailar a la pista, mientras este la seguía con la mirada de máxima adoración y deseo.
Se aproximó bailando moviendo todo sus cuerpo, brazos y piernas, agitando en el aire sus perfectas curvas, sus tetazas arriba y abajo, abajo y arriba, de izquierda a derecha, y de derecha a izquierda, y se colocó entre los lameculos mayores del reino, que la devoraban sin disimulo con los ojos, probablemente los únicos que eran conscientes en la pista que Vicente no andaba por allí.
Agitándose arriba y abajo, balanceando nalgas y mamazas como una negra bailarina de samba entre los dos lameculos, que abrían los ojos como platos y babeaban de deseo, provocando el escándalo de las mujeres que les rodeaban y el deseo contenido de los otros hombres.
Los ritmos latinos dominaban el ambiente y Yolanda pegaba su cuerpo voluptuoso y espectacular al de los dos lameculos, que moviéndose torpemente como dos patos mareados trataban de seguir el ritmo de aquella diosa mediterránea, con aquella piel brillante de bronce, tan alta y estilizada y a la vez llena de curvas imposibles.
El más descarado y el que más se refregaba era el larguirucho de Joaquín recorriendo las piernas de Yolanda a través de las gafas con sus ojos saltones, que se mostraban a cada giro que esta daba haciendo volar la falda roja de cenefas blancas, mientras Ernesto empapado y jadeante, intentaba seguirles el ritmo sin aliento, y el resto los observaba escandalizadas ellas, celosos ellos.
Una bachata empezó a sonar y Yolanda rodeo por el cuello a Joaquín, sonriéndole maliciosamente con ojos de loba cachonda, empezó a menearlo atrayéndolo hacia su cuerpo, mientras este con la mirada perdida y la boca abierta se dejaba menear siguiéndola torpemente, para él aquello era un sueño. Aquella hembraza de escándalo, la mujer de su adorado jefe con aquel rostro precioso de Venus mediterránea a escasos centímetros de su cara, pegando sus mamazas y su pubis al suyo, haciendo que el larguirucho con aspecto de insecto ganase la confianza suficiente para apoyar sus manos en el costado de las caderas sobre la parte superior de punto rojo bordado, a micromilímetros de la curva donde empezaba aquel perfecto y magnífico culo.
Sin dejar de dar vueltas al ritmo de la música, el insecto estaba hipnotizado por aquellos ojos afilados de zorra en celo, frotando su cuerpo perfecto contra el suyo, provocándole una erección, que Yolanda frotaba aposta con sus firmes y cálidos muslos en cada movimiento estúpido y descoordinado del patan de Joaquín que le aproximaba al mismo, sin dejar de mirarle fijamente con mirada desafiante y lasciva.
La mano del patán lameculos del Joaquín se escurría vuelta tras vuelta, alcanzando la parte de debajo de la cintura de Yolanda, hasta que guiadas por su instinto y su deseo empezaban a caer hacia sus nalgas, firmes redondas poderosas, que no dejaban de agitarse en toda su turgencia arriba y abajo, abajo y arriba, vibrando en el aire, rebotando fibrosas dibujando semicírculos perfectos, el lameculos estaba empalmado como el palo de una bandera.
Entonces sucedió, en una vuelta Joaquín salió de su estado hipnótico y vio a su jefe Vicente, lleno de furia dirigiéndose a la pista.
El pánico fue demasiado poderoso, Yolanda estaba de espalda y solo puedo sentir como Joaquín subía las manos a la cintura y la empujaba con una fuerza inesperada para aquel larguirucho enclenque, separándola violentamente de él, Yolanda supuso lo que pasaba y para salvarse a sí misma, fingió que se caía y se lanzó al suelo.
- Meléndez, que estaba pasando aquí…Meléndez como has empujado a mi esposa y la has tirado al suelo, Meléndeeeezz…
Se oía gritar hecho una furia a Vicente, mientras el larguirucho con gafas y ojos saltones con aquel patético aspecto de insecto, se encogía y empezaba a hacer muecas, como si tuviera un ataque, pálido por el temor, mientras cerca suyo el grasiento Ernesto se ponía junto a su jefe y sonreía malévolamente con aspecto de ladino triunfo y todos los demás disfrutaban del momento de la caída del asqueroso lameculos.
- Yo, yo, yoooo…no quería, no quería, no quería…don Vicente ha sido sin quereeeerr…ha sido todo sin quereeeerr…
Se disculpaba gimoteando como un niño patéticamente Joaquín, al borde del desplome.
- Fuera de mi vista, ya se está yendo a casa Meléndez, mañana hablaremos.
Grito a modo de sentencia categórica señalando con el brazo la puerta, al tiempo que el lameculos larguirucho huía amarillo de miedo, caminando desgarbadamente y abandonando la fiesta.
Ramón había acudido rápidamente junto a Yolanda.
- ¿Te encuentras bien?
Pregunto dulcemente y con adoración el médico cincuentón.
- No he caído muy mal, tengo dolores en la cadera, en el tobillo y en el muslo, y no creo que pueda apoyar bien.
Respondió fingiendo Yolanda.
- Joder, ¿Puede ser algo grave Monchito?
Pregunto rojo y borracho Vicente, poniendo cara de fastidio.
- No lo sé Vicente, debería examinarla para saberlo.
Respondió compresivo Ramón.
- Joder pues examínala, inútil, a ver si se ha roto algo o yo que sé.
Contesto lleno de desprecio y borracho Vicente, mientras Yolanda fingía dolor y lo miraba llena de asco y desprecio.
- Necesitare un lugar más íntimo para examinarle las articulaciones.
Respondió colmado de paciencia Ramón. La música había parado, y todos estaban expectantes alrededor.
Como si fuera el dueño del club de golf, Vicente lanzo una voz, el jefe de sala y una camarera se acercaron, prestos. El jefe de sala se marchó echando unas voces y entre la camarera y Ramón levantaron a Yoli, que cojeaba sobre sus tacones blancos de verano.
El jefe de sala les indico donde había un vestuario, en el cual Ramón podría examinar a Yolanda, mientras Vicente pedía que volviese a sonar la música…y Victoria desde una esquina con otras mujeres se reía burlonamente y nada disimuladamente de la escena de Yolanda y Ramón ayudados por la camarera para acompañarlos al vestuario.
La camarera le dio la llave a Ramón y se marchó, ya que tenía que seguir trabajando. La habitación era de hecho el botiquín del vestuario de mujeres, Ramón echo el pestillo y se acercó a Yolanda que se sentaba sobre la camilla.
Yoli mostrando su preciosa sonrisa, grande y de dientes perfectos, extendió su larguísima y perfecta pierna sobre la camilla exponiéndosela a Ramón al tiempo que con sus delicadas y femeninas manos se colocaba hacía atras su negrísima y brillante melena sedosa . Ramón abrió muchos los ojos y tragando saliva se dirigió a la camilla, había atendido en su larga carrera a muchas mujeres muy atractivas y tan explosivas como Yolanda, pero nunca a alguna a la que desease tanto y le despertase tanto morbo.
- Te duele cuando hago esto.
Decía Ramón moviendo con delicadeza el tobillo izquierdo de Yolanda.
- Me molesta un poco, pero, me duele más la cadera y el muslo.
Fingía poniendo cara de malestar Yolanda y subiéndose la falda dejando a la vista de Ramón su perfecto y magnifico muslo firme.
El hombre volvía a tragar saliva y con sus manos leve y temblorosamente recorría la suavísima y bronceada piel del escultural muslo izquierdo de Yolanda.
Yolanda estaba caliente como una perra, tan cachonda por todos sus encuentros con el chico y por haber calentado a todos los empleados del cerdo de su marido y la satisfacción de haber dejado en evidencia al lameculos, también le ponía, además tampoco había bebido poco y la posibilidad de calentar al máximo a Ramón compensándolo asi de tanta humillación también le gustaba, al llegar a casa ella calmaría la excitación que aún aumentaría más, jugando con sus dildos.
- El verdadero dolor Ramón está aquí en la cadera.
Dijo Yoli señalándose la cadera poniendo cara y voz de niña dulce e inocente.
Ramón se separó un momento, jadeando en voz baja de deseo con la frente sudorosa y los ojos encendidos de deseo, pero conteniéndose profesionalmente algo paralizado.
- ¿Tal vez lo mejor sea, que me quite el vestido para que puedas examinar la cadera, no crees?
Continuaba diciendo Yolanda con su voz dulce e inocente.
- Si, siii…creo que, que será lo mejor.
Respondía Ramón sin dejar de tragar saliva.
Yolanda se bajó de la camilla, apenas fingiendo la cojera y se dio la vuelta, moviendo grácilmente la cabeza para apartar su larga y sedosa melena negro brillante, indicando a Ramón donde estaba la cremallera en la parte posterior de la parte de arriba de punto rojo en bordado de ganchillo.
De forma temblorosa Ramón elevo las manos y bajo lentamente la cremallera, de forma risueña y divertida Yolanda saco los brazos de la parte de arriba del vestido, juntando las piernas y dejándolo caer a las mismas, para después de una forma natural y femenina sacar primero una pierna con su tacón blanco y luego la otra, para recoger el vestido y dejarlo bien doblado sobre la camilla.
Alta y esculturalmente voluptuosa como la playmate del año, Yolanda con su prodigiosa sonrisa blanca y brillante, sus ojos de sultana, divinos en su precioso rostro de diosa se dio una vuelta lentamente sobre sí misma fingiendo una leve cojera, mostrando a Ramón sus enormes y perfectas mamazas embutidas en el wonderbra granate de encaje, cerrado en forma de medio arco con bordados de encaje por el borde, mostrando la mitad de su enorme y oscura areola y a través del triangulo delantero de su tanga de hilo granate transparente sus depilados labios con el leve triangulo de bello al estilo brasileño en el monte de Venus, Ramón con los ojos asombrosamente abiertos estaba paralizado por el deseo con una erección de caballo.
- Vamos Ramón examíname la cadera.
Interpelaba Yolanda con su voz dulce e inocente a Ramón, dándole la espalda y mostrándole sus perfectas, esféricas y extra respingonas nalgas, completamente expuestas solo separadas por el hilo del tanga granate transparente.
La erección de Ramón era brutal, parecía que llevaba una lanza entre las piernas, eso calentaba a una perra lujuriosa como Yolanda de una forma salvaje, ojalá aquel cincuentón loco de deseo fuera más atrevido, porque tal y como estaba ella ahora se lo follaria hasta dejarlo seco, pensaba Yolanda agitando las caderas ante el contacto de Ramón.
- Te, te, te te duelee…aaaquiii…
Decía Ramón colocando sus manos frías y sudorosas sobre las caderas firmes y espectaculares de Yolanda.
- No sé Ramón deja que mueva un poco las nalgas, porque parece que se me está pasando el dolor.
Respondía con aquella endiablada voz, dulce e inocente, al tiempo que de forma muy lenta agitaba sus nalgas arriba y abajo, abajo y arriba, rebotando en el aire, mientras Ramón sujetaba la más próxima a él.
Yolanda se mordía el labio inferior de lo cachonda que estaba, mientras sentía como el aroma del sexo del cincuentón empapaba el pequeño cuarto de botiquín, sus pezones extragrandes duros como piedras empezaron a ponerse tan erectos, que el más cercano a Ramón se liberó del medio arco wonderbra de talla inferior y de la gasa de algodón, saltando al aire apuntando al frente.
- Ooooohhhhhhhhhhh…..que maravillosamente grandeeee
Exclamo Ramón, abriendo las piernas con una tienda de campaña imposible de disimular entre ellas, retirándose y sentándose en la silla vencido por el deseo y el morbo, con los ojos fuera de las orbitas.
- Uppppss perdona Ramón.
Dijo Yolanda mirándolo con su sonrisa deliciosa, diciéndole con los ojos ven atrévete a follarme. Pero el cincuentón con una erección monstruosa jadeaba desconcertado, mirando al suelo después de dejar sus gafas encima de la mesa.
- Huuuuummm parece que ya no me duele, nada Ramón, podemos volver a la fiesta.
Expuso Yolanda con una voz neutra, mirando al pobre Ramón desquiciado por el deseo, pero incapaz de pedirlo.
- ¿Ramón vamos?
Dijo Yolanda más conciliadora y preocupada aún en ropa interior poniendo una mano sobre el vestido.
- Ve, ves, ves tú…yo, yo, yo así, así no puedo ir…tengo que esperar que se calme o hacer algo para calmarlo o Victoria me montara una escena o peor…además sabrá, que es por ti y no sabes lo que te odia…ves tú, yo iré después.
Respondió Ramón con voz entrecortada como si estuviera agotado. Yolanda se sintió fatal estaba jugando y se había puesto muy cachonda, pero ahora sentía que formaba parte de los torturadores de Ramón. Él la había visto antes en bikini, y ella se había dado cuenta de cómo la deseaba, pero aquello era distinto estaba en lencería espectacular junto a ella, y la estaba tocando.
- Victoria es una cerda y una inútil como su primo, Vicente, dos mierdas inútiles, que, si no fuera por su familia, no valdrían ni para recoger cartones por la calle. Tú eres un doctor, una persona que lo ha conseguido todo gracias a su esfuerzo y trabajo y también un gran padre, ya le gustaría a Vicente ser la mitad de hombre que tú.
Proclamo Yolanda con sinceridad y admiración, consiguiendo una amplia sonrisa de satisfacción de Ramón.
- Muchas gracias Yolanda, que una mujer como tú me diga algo así y de esa manera, me compensa todas las humillaciones de años, de ese par de zopencos.
Contesto Ramón sonriendo, pero sin que su erección bajase.
- Venga vuelve a la fiesta, mientras yo me ocupo de esto y así no tengo que oír a Victoria.
Dijo Ramón señalando su enorme erección.
- Vaya veo que te gusto bastante.
Expreso Yolanda con voz neutra.
- Cualquier hombre que no te desee o está ciego o está loco.
Respondió con seguridad Ramón.
Yolanda sonrió satisfecha, se giró hacia la puerta comprobó que esta estaba cerrada, Vicente estaba como una cuba y consideraba a Ramón una colilla, un mierdecilla, la última amenaza con la que su mujer le podría engañar, así que esbozando una amplia sonrisa se dirigió a un sorprendido Ramón, que no entendía nada.
- Déjame que yo solucione ese problema, ya que yo lo he provocado.
Ramón se quedó paralizado y estupefacto, al tiempo que caminando muy sexy sobre sus tacones blancos Yoli se aproximaba a él, sin dejar de sonreír, tras colocarse el pelo hacia atrás muy femeninamente dirigió sus delicadas manos al pantalón de Ramón, desabrochándolo con gran rapidez y maestría.
- Ooooohhh……oooohhh….oooohhhh….
Se removió en la silla Ramón, al tiempo que Yoli, le sacaba el pantalón y los calzoncillos tirando de los lados de ellos, dejando a la vista una polla tamaño estándar, pero especialmente gorda, más de lo normal, erecta como una piedra y con una vena que la rodeaba.
- Vaya, vaya, Ramón, tienes una buena herramienta…jajajaja….
Bromeo risueña Yolanda al tiempo que se inclinaba sobre el desconcertado Ramón, rodeando con su mano derecha el tronco de su verga mientras con la izquierda le masajeaba los testículos, lanzándose con sus turgentes y húmedos labios a morrear al cincuentón, que sorprendido al principio, reacciono rápidamente enrollando su lengua en la de la diosa morena mediterránea, enroscándose mutuamente en un beso francés interminable, mientras ella pajeaba su extra gorda polla, arriba y abajo, abajo y arriba, a un ritmo constante y placentero.
- Oooooohhhhh…..que cuerpoooo tieneeess…muaack..muuaack…muuuaaack…es el mejor que he visto y tocadooo….oooohhh diooooss….muuuaaaaccckkk…que culooo es perfecto…..muuuuaaackkk..
Musitaba lleno de deseo, el cincuentón calvo y desgarbado, entre beso y beso, mientras aprovechaba la ocasión con lujuria desbordante, amasando y aprisionando con ambas manos abiertas como garras las nalgas perfectas y respingonas de Yolanda, clavando en ellas las yemas de sus dedos, poseyéndolas con toda su perfecta redondez, bajando sus ardientes manos llenas de deseo del culo a los firmes y esculturales muslos de Yolanda, dejando en ellos la impronta de sus huellas digitales y volviendo a subir, para saciar su insaciable tacto del culo perfecto de aquella diosa mediterránea.
Yolanda balanceaba lentamente las caderas, degustando el deseo salvaje del maltratado médico, esposo de la prima de su marido, con la raja empapada y ardiendo, sin dejar de masturbarle arriba y abajo, abajo y arriba, sintiendo como su verga entre sus femeninas y delicadas manos, crecía y latía caliente como una brasa.
- Que buena polla tienes Ramón muaack..muuaack…muuuaaack gorda, firme, con ganas de mi… muaack..muuaack…muuuaaack…no como la del mierda de Vicente, que no vale para nada.. muaack..muuaack…muuuaaack
Exclamaba Yoli con voz de perra en celo, aumentando la autoestima y el ego de Ramón, sin dejar de morrearlo en aquel beso francés cada vez más lascivo, embriagada también de lujuria y controlando las ganas de montarse encima de aquel pollón grueso, ardiente y viril, galopando sobre él follandoselo brutalmente.
Aunque Yolanda no aflojaba en la paja arriba y abajo, abajo y arriba, no parecía que el cincuentón fuera a correrse pronto, mientras las nalgas y los muslos de Yolanda empezaban a estar rojos de tanto apasionado magreo, los dedos de Ramón eran puro fuego.
- Huuuuummm….oooohhh…. muaack..muuaack…muuuaaack…….si cariñooo..siiii
Exclamaba de placer Yolanda sintiendo como aquellos abrasadores dedos jugaban primero con sus labios vaginales por encima de su tanga granate transparente, para luego hundir el dedo índice y el corazón en su húmeda y ardiente raja.
El cincuentón era un maestro, combinación de la experiencia y de su condición de médico, movía los dos dedos de forma rítmica y acompasada, ni muy lenta, ni muy rápida, frotando hacia arriba encendiendo su clítoris.
- Siiii…Ramoooonnn…siiiiiii……..tu si que sabes tratar a una mujeeerr…. muaack..muuaack…muuuaaack….no como el mierdaaa de Vicente…..siiiiiii
Gemía de placer Yolanda dentro del botiquín del vestuario de mujeres, controlando la voz, cerrando los ojos y entregándose al placer que le producía, Ramón, sin dejar de masturbarlo y de enroscarse con su boca y lengua en un beso francés, al tiempo que agitaba sus caderas balanceándolas en suave carencia adelante y atrás facilitando la maniobra de Ramón sobre su clítoris.
Ramón dirigió su boca y su lengua locas de deseo a las mejillas, al mentón, al cuello de Yolanda que retorcía su cuello apartando su preciosa melena oscura, mostrando y dejando que el cincuentón la lamiese toda, disfrutando de su bronceada y suave piel de tacto de porcelana, cerrando los ojos y entregándose a la sensación tan placentera de sentirse bestialmente deseada por un hombre capaz.
En un momento dado Ramón tomo las finas y femeninas manos de Yolanda, apartándolas de su polla, con su mano libre, para chuparlas lentamente, las suaves y cuidadas palmas y cada uno de sus dedos, dedo por dedo.
- Oooooohhhh cariñooooooo……..como me pone…que te ponga asiiii…ooooohhh
Gemía y exclamaba Yolanda, con voz dulce y aniñada, con cara de zorra en celo, al tiempo que el cincuentón calvo y desgarbado aumentaba en ritmo de la fricción de sus dedos en su clítoris.
Cuando acabo con las manos de Yolanda, bajo sus labios y su lengua concentrándose en su tronco, en su firme y suave abdomen jugueteando con el ombligo y los orificios de su piercing, lanzando lengüetazos y chupetones por toda su superficie y sobre sus divinas caderas, a la sombra de sus enormes y perfectas tetazas esféricas en forma de gota de lluvia, que se desbordaban hacia arriba desafiando a la gravedad, embutidas en el wonderbra granate de encaje y semi arco, sin dejar de frotar con sus dedos en la ardiente raja de Yolanda, que estaba en la gloria.
- ¿Pu…pu…puedo?
Pregunto temeroso Ramón, señalando con su mano libre a las mamazas divinas de talla de copa E de Yolanda. La cual sonriendo abrió completamente la palma de sus femeninas manos, dirigiéndolas a sus enormes globos, metiéndolas entre la tela del wonderbra granate y su carne, para sacar por encima primero la derecha y después la izquierda con mucha parsimonia y sin dejar de sonreír.
- Oooooohh Dioooosss….son extraordinariaaaasss…y que pezones son inmensooos, increíbles y anómalos en un cuerpo tan escultural y esbelto como el tuyo….los había visto a través de la tela del sujetador del bikini…pero al natural son, son, son…únicos tan oscurooss y puntiagudos.
A Ramón los ojos se le escapaban de las orbitas de tanto deseo contenido, sin dejar de pajear con fruición el clítoris de Yoli, al tiempo que esta se inclinaba y le ofrecía sus enormes mamazas esféricas recorridas seximente por algunas venas, con sus enormes areolas morenas y sus inmensos pezones oscuros y puntiagudos, sostenidos extraerectos por encima del wonderbra sin abrir.
- Sluuuurrrrppp….sluuuurrppp…sluuuurrrppp…siiiiiii….siiiii…..Sluuuurrrrppp….sluuuurrpp…sluuuurrrppp
Devoraba ansioso y sediento el cincuentón calvo la superficie de las mamazas y los pezones de Yolanda, que con su mano izquierda sostenía y ofrecía su tetaza izquierda, mientras Ramón con su mano derecha se aferraba a la tetaza derecha de Yolanda, sin dejar con su mano izquierda de frotar su clitoris aumentando el ritmo poseído por el deseo salvaje y el morbo.
- Oooooohhhh…. Si cariñooooo siiiii….
Gemía Yolanda conteniendo los gritos de placer, pajeando a Ramón de forma discontinua con su mano derecha.
- Sluuuurrrrppp….sluuuurrppp…sluuuurrrppp…..Sluuuurrrrppp….sluuuurrpp…sluuuurrrp
El calvo cincuentón estaba loco de deseo por Yolanda y era un experto, cuando se canso de lanzar lengüetazos y chupetones a la superficie perfecta y circular de las tetazas de Yolanda, empezó a succionar sus enormes y preciosos pezones, con una fuerza e intensidad brutales, alternando uno y otro, duros y suaves a la vez, ardiendo, clavando las garras de su mano izquierda en aquella esfericidad perfecta, apretándolos con las yemas de sus dedos como si quisiera ordeñarlos.
- Oooooohhhh…. Si cariñooooo siiiii…siiiiiiii ……Ramóooon.
Se retorcía de placer Yolanda, tirando la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y abriendo las piernas, sintiendo como los latigazos de placer llevaban hasta sus pezones su volcánica lactancia.
- Ooooooohhhh….Ramooooonnnn…siiiii…siiii…tu eres un hooombreeee me corrooooooo…me corrrroooo…..
Se retiró un poco entre espasmos y temblores Yolanda, chorreando por su clítoris entre el hueco del tanga de hilo arrinconado, al tiempo que el calvo cincuentón aferraba ambas manos, ahora liberadas, a cada teta y recibía de cada uno de los pezones una ráfaga de leche ardiente de Yolanda, para su sorpresa y satisfacción.
- Oooohhhh….maravillosoooo…maravillosoooo
Exclamaba lleno de morbo Ramón, aferrándose aún más fuerte a las tetazas de Yolanda y exprimiéndolas para recibir en su boca más ráfagas de leche de aquella diosa mediterránea, que cerrando los ojos con la cabeza hacía atrás y mordiéndose los labios inferiores tenía los últimos espasmos del orgasmo que chorreaba de su raja.
- Ohhhh…. Si cariño siiiii…siiiiiiii ……Ramóooon…bébete mi lecheee… tú si eres un hombre…un hombre de verdad….y no el mierda picha floja de Vicente…
Exclamo Yolanda en una mezcla de deseo, satisfacción y desprecio, alcanzando la boca de Ramón llena con su leche y enroscándose en un apasionado morreo.
- Ahora yo quiero beberme tu leche…Ramón ….quieres que me beba tu leche…Ramoooon
Pregunto Yolanda llena de vicio, con rostro de zorra en celo, aquel precioso rostro de diosa mediterránea pidiendo sexo a gritos, rompiendo todos los techos del morbo.
- Si, si, si …..por favor…..siiiiiiiiiiiiiiiiiii
Yolanda con sus tetas en ristre aun goteando leche, se apartó el pelo femeninamente a un lado y se arrodillo frente al médico calvo cincuentón, que seguía sentado en la silla, cogiendo su verga, abriendo la boca y sacando la lengua hizo el amago de colocarse la gorda y gruesa polla sobre la misma, antes de decir:
- Follame la boca…follate la boca de la mujer de Vicente…el objeto más valioso de Vicente, del que presume prepotentemente y que considera solo para él y que nadie más debe no mirarla…disfruta de lo más sagrado de Vicente, follame la bocaaaa…
Dijo provocativa y violentamente Yolanda, esperando despertar el rencor de Ramón y que le follase la boca brutalmente, le encantaba que la follasen por todos sus agujeros violentamente, poseyéndola con deseo salvaje, eso la volvía loca de excitación.
- Si, si…hijo de puta, ¡Vicente…cornudo cabrón!
Reacciono Ramón con un susurro lleno de ira y desprecio, irguiéndose y poniéndose en pie, agarro con firmeza por ambos lados, pero sin apretar la preciosa cabeza de Yolanda y empezó a bombear dentro de ella, adentro y afuera, afuera y adentro, mientras Yolanda apoyaba sus delicadas manos en sus cuádriceps.
- Gluuuub, gluuub, gluuub, gluuub, gluuub…..
Tragaba entre arcadas Yolanda, moviendo su lengua como la experta que era, para masajear el glande de Ramón, produciendo mucha saliva y bañando en ella su polla, sintiendo como aquella gruesa verga le ensanchaba la boca, disfrutando de aquella dolorosa y placentera sensación, mientras los testículos colgando del cincuentón rebotaban en su barbilla, y su tronco se balanceaba al ritmo del bombeo que imponía el cincuentón, agitando sus mamazas adelante y atrás, atrás y adelante, a derecha y a izquierda, a izquierda y derecha, arriba y abajo, abajo y arriba, con aquella turgencia de perfecta, suave y sólida gelatina, dibujando círculos perfectos en el aire.
- Si, si…hijo de puta, ¡Vicente…cornudo cabrón, pedazo de cabrón, le estoy follando la boca a tu perfecta mujer, que solo es tuyaaaa…!
Exclamaba como si gritase Ramón, aumentando su propia excitación y satisfacción, así como el ritmo de la mamada-follada de boca de Yolanda, que se regocijaba de las palabras de Ramón.
- Gluuuub, gluuub, gluuub, gluuub, gluuub…..
Tragaba y tragaba, adelante y atrás, atrás y adelante, clavando sus dedos en los muslos del médico cincuentón, pensando con satisfacción en como también estaban haciendo cornuda a su esposa, la asquerosa prima de Vicente, al tiempo que empezó a sentir como palpitaba caliente y endemoniadamente la verga de Ramón dentro de su boca
- Me corrooooo…me cooorroooo….bebetelooo todooo…bebeteloooo todo siiiiii….
Se arqueaba Ramón, acoplando y fijando su polla en la boca de Yolanda, que sentía como ráfaga tras ráfaga de abundante y cremosa leche de Ramón, inundaban su garganta y su boca, ella con maestría lograba retener algo en la misma y dejaba que el resto cayera libremente a su estómago.
Yolanda se sacó la polla de Ramón de la boca, al tiempo que este se dejaba caer en la silla, y poniendo cara de niña mala, lanzo unos últimos lengüetazos a la punta de su verga, limpiándola y recogiendo los últimos restos, sin dejar de mirar fijamente a los ojos al alucinado cincuentón, que estaba gozando de aquella experiencia sexual como nunca antes en su vida.
Cuando Yolanda hubo recogido los últimos restos, esbozando su maravillosa sonrisa, abrió la boca enseñándole a Ramón los restos de su espeso semen, jugueteando por su boca con la semilla del cincuentón, moviéndola por los carrillos, por la lengua, haciendo gárgaras muy femeninamente, para deleite morboso de Ramón, antes de elevar la cara para mostrar bien su cuello y tragarse hasta la última gota.
- Aaaaahhhhh….jajajaja
Exclamo Yolanda tras tragárselo todo abriendo mucho la boca y mostrándola limpia del semen del cincuentón, estallando en una risa jovial e infantil.
Para acercarse a un felicísimo Ramón e inclinándose sobre él, apoyando sus manos en los brazos de la silla, lanzarle un apasionado morreo.
- Esto ha de ser nuestro secreto, Ramón cariño.
Dijo incorporándose y colocándose las tetazas dentro del wonderbra de encaje granate, para a continuación coger una toalla que había sobre la camilla y proceder a secarse un poco la empapada entre pierna.
- Si, si… claro…si Victoria se entera estoy muerto, estamos casados en separación de bienes, y todas las propiedades están a nombre de ella o de las niñas…
Respondió Ramón risueño y satisfecho con una gran sonrisa en la cara, mientras acababa de vestirse.
- Gracias Yolanda, ha sido un sueño hecho realidad.
Dijo a modo de despedida Ramón, mientras Yolanda se daba la vuelta y le mostraba la espalda para que le ayudase a subirse la cremallera.
- De nada tesoro, yo también tenía ganas de disfrutar de un verdadero hombre y de darle una lección a ese par de primos mierdosos. Venga ves tu primero y luego saldré yo.
Contesto Yolanda guiñándole un ojo a Ramón.
Que humildemente se puso la americana y sin dejar de mirarla con adoración, abandono el botiquín del vestuario.
Yolanda conto hasta treinta y salió tras él.
Cuando llego a la sala, la mitad de la gente se había ido ya, Ramón había vuelto a adoptar ese aire suyo de sumisión y estaba junto a Victoria, mientras Vicente completamente borracho, rojo como una bombilla daba un discurso sobre lo buen empresario que era a los pocos pelotas, que quedaban.
Yolanda se acercó al grupo, y con su atlética fuerza giro al pelele zafio de su marido, lanzándole un morreo inesperado, solo el morbo de que Ramón viera como la lengua, los labios y la boca que le habían comido la polla y se habían bebido su leche, ahora morreaban a Vicente la motivaban.
- Vamos a casa Vicente, que ya ha habido bastante fiesta por hoy, conduzco yo.
Dijo Yolanda cogiendo por las solapas a Vicente y llevándoselo de allí, al tiempo que lanzaba una mirada de complicidad a Ramón, que sonreía irónicamente, deshaciéndose de gustó al ver cómo había humillado al cerdo de Vicente sin que él lo supusiese.