Liberada - guiando a la perdición I
Jadeaba y gemía, agarrando con su mano libre como podía sus enormes tetazas y acercando sus extra grandes pezones a su boca, como deseaba que aquel par de enanos cachondos que estaban afuera con las chicas, estuvieran ahora sobre ella con sus jóvenes y potentes pollas, vibrando por ella.
- Ja, ja, ja, ja, ja….
Estallo Yolanda en una carcajada ante la última animalada de su amiga Verónica, la pequeña pepona de mejillas sonrojadas, piel blanca y cabello castaño rizado que siempre la hacía reír desde que estudiaron juntas ADE.
- Venga nena no me digas que no es cierto.
Insistía Verónica en su comentario.
- Ja, ja, ja, tal vez, tal vez, nena, tal vez, ja, ja, ja, ja.
Contestaba Yolanda sin dejar de reírse estentóreamente.
- Te repito que lo que lleva Mercedes en la cabeza es pelo del pubis de su marido, que me lo ha dicho su peluquera, que tan negro y rizado, no puede ser de otra parte.
Repetía divertida Veró cuchicheando en la terraza de aquel bar.
- Ja, ja, ja, ja…para, para nena…que me matas de la risa….ja, ja, ja.
Contestaba Yolanda entre risas que la ahogaban.
- Bueno, bueno, tienes razón parecen pelo del pubis, pero no lo digas tanto, que te la va a liar cuando te encuentre, ja, ja,ja.
Respondía Yolanda risueña como siempre.
Yolanda tenía un carácter alegre y jovial, siempre que podía te regalaba una sonrisa, era muy difícil pillarla de mal humor o con estado de ánimo decaído, y su sonrisa era uno de sus mejores atractivos. Una sonrisa perfecta de dientes blancos y brillantes, perfectamente alineados, amplia y preciosa, una sonrisa entre de picarona y de mujer inteligente muy consciente de su belleza.
Porque Yolanda era una mujer de bandera, una macizorra, una mujer alta de 1,71 de altura, había jugado al voleibol en la adolescencia, pero su cuerpo era más bien voluptuoso, con curvas firmes donde derrapaban desde los padres hasta los árbitros.
Era guapa a rabiar, pero fuera de los cánones de las modelos con caritas de ángel y ojos azules, era una morena mediterránea de belleza perfecta, que en un país mediterráneo podía pasar desapercibida, especialmente si no iba maquillada y no te parabas a mirarla, con un rostro ligeramente ovalado, acabado en una barbilla redondeada y afilada con un mentón delicioso, unos labios de fresa perfectos y apetitosos, con esa sonrisa de picara preciosa, dos pómulos perfectos, una nariz armónica, estrecha en los lados, redondeada, respingona y pequeñita en la punta, unos ojos marrón muy oscuros, vivos y brillantes, muy expresivos, unas cejas negras delgadas y finas, unas pestañas largas y finísimas.
Tenía una melena castaña oscura, que a veces se teñía de negro intenso, sedosa, suave, brillante, larga, cuyas puntas superaban la mitad de la espalda, que le salían de una raya al medio en la cabeza y le caían sobre los hombros y la espalda después de haber hecho una leve curva sobre la frente, lo tenía liso, brillante y sedoso, pero si no se lo alisa de forma extra, el cabello era liso en el 80%, pero se tendía a ondular en las puntas.
Alta y espigada, con unos preciosos pies griegos, perfectamente cuidados, y encremados, con unas piernas largas de gemelos y muslos llenos y prietos, un culo natural divino, respingón y redondo como una diana, que solo con la mano abierta completamente de un hombre se podía sostener cada nalga, cada turgente, suave y carnosa nalga, que Yolanda mantenía sin un milímetro de celulitis o piel de naranja, machacándolo diariamente durante dos horas en la elíptica, que tenía en casa, cada día hacia quinientas abdominales y los fines de semana mil, lo que le daba un vientre firme y definido, cuyo ombligo adornaba de vez en cuando con un piercing.
Unas maravillosas caderas redondas, perfiladas en una cintura estrecha, un cuerpo equilibrado, con los brazos bien definidos, acabados en unas manos delicadas, de dedos finos y preciosos, con unas uñas más bien cortas, pintadas a juego con su ropa y maquillaje o con manicura francesa. Y unas perfectas y maravillosas tetas naturales de talla de copa E, como dos melones de Galia, que caían en forma de lágrima hacía los lados, dejando en el centro un gran canalillo, redondas con dos grandes y rugosas areolas oscuras en su centro y dos enormes pezones morenos, enormes, más grandes de lo normal, en el izquierdo junto al mismo una minúscula verruguita muy sexy, unos pezones difícilmente disimulables, incluso con sujetadores y wonderbras.
Su piel era blanca, pero con un maravilloso tono moreno cetrino, y en cuanto se ponía a tomar el sol, se bronceaba intensamente, como buena diosa mediterránea, cuando quería, sabía moverse de una forma grácil, como una gacela, extremadamente femenina y sexy.
- ¿Y qué tal, ya dormís separados como un matrimonio de jubilados, Vicente y tú?
Pregunto Vero con retintín.
- Pues si, ya te conté que la apnea del sueño, la maquina esa infernal, es imposible dormir juntos, así que él en su cuarto y yo en el mío.
Respondió serena y sonriente Yolanda.
- Hija, ¿y cuando queréis follar, que? como los antiguos reyes, el señor visita tu alcoba…jajaja.
Cuestiono burlona Verónica.
- Pues sí, uno de cada cuatro días, viene me babea las tetas y se corre en menos de un minuto, jadeando como un pez fuera del agua, y luego yo me corro con un vibrador en la ducha.
Contesto Yolanda, sin dejar de sonreír entre sarcástica y divertida.
- Joder hija y yo pensaba que estaba mal.
Respondió Verónica escéptica.
- Bueno no esta tan mal, podría ser peor, vivo en una gran casa, con piscina, llevo un cochazo, tengo un plan de pensiones acojonante, una visa oro, no hay capricho que no pueda darme, por ejemplo, mi gusto por coleccionar lencería o bisutería cara. Qué más puedo pedir, además quien ha follado más que yo.
Devolvió por respuesta Yolanda, sonriendo con su maravillosa y seductora sonrisa.
- Si, si, que me vas a contar, si yo estaba siempre contigo, a comerme tus migajas…jajaja.
Respondió burlona Verónica.
- Pero justamente por eso, porque eras la reina de la noche, jajaja, aun sueño en ocasiones con la cantidad de veces, que lograba encontrar el coche en el que follabas, por los alaridos que pegabas, zorra chillona, ja, ja, ja…
Exclamo a continuación entre risas Veró.
- Ja, ja, ja…que cabrona, como te gusta echármelo en cara mala pécora…jajajaja.
Respondió divertida entre risas Yolanda, aunque un tono de melancolía se dibujaba en sus ojos.
La verdad es que Yolanda, había sido una perra cachonda y promiscua sin control, hasta que se casó con Vicente hacía ya unos 3 años.
Después de pillar a su novio de toda la vida poniéndole los cuernos una noche, un año después de acabar la carrera, Yolanda había renegado del amor romántico, pamplinas se dijo. De familia trabajadora, en una ciudad de provincias de la costa mediterránea, al acabar la carrera había empezado a trabajar para una compañía de seguros como vendedora, un trabajo duro, tanto vendes, tanto ganas.
Así que siempre procuraba tener novios, con buen bolsillo, no le costaba mucho, era experta en mostrar sus atributos seductoramente, lo que unido a su simpatía y carácter extrovertido y abierto, la hacían irresistible. Sus ricos novios complementaban su sueldo y le permitían pagar sus caprichos.
Pero en cuanto podía, salía con Verónica, su amiga de siempre de la universidad, sin novio y de moral distraidísima, se bebía un par de cubatas, y le daba la oportunidad a cualquiera de follar con ella, tenía un listón bajísimo, solo pedía que le hiciesen reír y que no tuviesen prejuicios, aunque fuesen los hombres más feos del mundo, así saliendo con ella descubrió su afición a los tríos, y si podía follar con cuatro tíos a la vez mejor.
Era una maestra moviendo las caderas durante las penetraciones, dilatando su culo, le encantaba someter a los hombres a su placer con sus felaciones largas y detalladas, y con su carácter extrovertido, divertido y simpático, hacía que los hombres perdieran timidez y se la follasen sin piedad, devorándole sus tetazas, con su clítoris el punto más sensible de su cuerpo, no había tío que se resistiese a amasárselas y mamárselas y hacerse una buena cubana con ellas.
Además, tenía una anomalía física, única y supersexy, si lograbas excitarle y estimularle las mamazas con labios y manos, se hinchaban levemente y daban leche dulce y cálida, solo duraba unas veinticuatro horas y no tenía efectos secundarios o dañinos, pero a Yolanda le daba un placer espectacular que la ordeñasen y mamasen su leche, y sus amantes se volvían locos de morbo.
De esta manera, cuando un novio la dejaba porque estaba harto de sus excusas, o le pillaba poniéndole los cuernos, buscaba a otro niño rico y a seguir con el ritmo hedonista.
Pero el tiempo pasaba, y hasta Verónica se había echado un novio formal, y dejaba de follar como una loca, estaba cerca de la treintena y aunque estaba más buena y maciza que cuando tenía veinte años, los niños ricos solteros empezaban a ser demasiado jóvenes y no picaban.
A ella no le iba mal como agente de seguros, jamás mezclaba el sexo con el trabajo, algo que lamentaban compañeros y clientes, porque vestida de traje chaqueta, con faldas de tubo, blusas ajustadas, camisas de seda, faldas con raja, medias de seda transparentes con ligeros, y zapatos de tacón, era un espectáculo, si a esto le unías su sonrisa y su talante simpático, abierto positivo y extrovertido, todos andaban locos por follarsela. Pero para ella aquello era una frontera inviolable.
Así estaban las cosas cuando conoció a Vicente, el dueño de una empresa de motores, con una patente alemana exclusiva para España, se lo presento uno de sus clientes, y el tal Vicente que le sacaba más de veinte años, empezó a babear por ella de forma escandalosa, estaba aún casado, pero Yolanda valoro fría la situación y se lo follo un mediodía en el lavabo de un restaurante, donde habían quedado para una comida de trabajo, le hizo la mejor mamada de su vida, pero no le dejo correrse donde él quiso, ni metérsela.
El tal Vicente, calvo, desgarbado, y picha estándar, quedo todo loco, pero Yolanda no le cogió el teléfono en una semana, y cuando se lo cogió entre lágrimas, le pidió que no volviese a llamarla, que ella se había enamorado y él estaba casado. Menuda mentirosa, la muy zorra, simpática y risueña.
El tío siguió insistiendo, que él también estaba enamorado, pero Yolanda sin dejar de hacer el teatro lo vio una vez más, vestida espectacular resaltando todas las curvas de su figura, pero no dejo que le tocase ni un pelo, la única manera de tenerla era divorciándose y casándose con ella.
Dicho y hecho, divorcio exprés de su mujer arrugada y a final de los cuarenta, y se plantó a casarse con Yolanda, la cual ya se frotaba las manos, cuando el día de la boda en el juzgado, el abogado de Vicente, la obligo a aceptar el régimen de separación de bienes con un montón de capitulaciones matrimoniales, total si estaba tan enamorada, eso sería un detalle sin importancia, de esa manera se ganó un marido que la mantuviese, pero exponiéndose a un divorcio con una mano atrás y otra adelante, si se divorciaban por una infidelidad de ella.
Había sido un costoso seguro de vida, sobre todo para el estilo de vida de Yolanda, y para su desbordado y alegre apetito sexual.
De ello ya habían pasado más de tres años, desde luego el ridículo picha floja de Vicente, apenas podía satisfacer a aquella diosa mediterránea lozana y de curvas imponentes, y eso que al principio se la follaba día si, día no, porque la tenía loco de deseo, pero nunca había sido un portento, ahora con más de cincuenta años y con apnea y otros problemas no aguantaba ni medio asalto.
Yolanda recién había cumplido los treinta y tres, y estaba más buena que nunca, la naturaleza había sido generosa con ella, a lo que añadía su gusto por el deporte, así que su cuerpo se mantenía bien, pero tal vez al rebajar su actividad sexual y al ver pasar las hojas del calendario, Yoli, empezó a plantearse cuidarse aún más, había logrado que Vicente renunciase a tener hijos con ella, a ella, no le interesaba lo más mínimo, y además él ya tenía una hija de su segunda mujer.
El asunto era, que se había comprado una elíptica que había metido en su casa con piscina y jardín, y cada día hacia dos horas religiosamente, además se apuntaba a todas las clases que podía con Vero, pilates, spinning, zumba, a lo que añadía sus sesiones de abdominales diarias y después de tonificar su cuerpo, lo cubría de los mejores aceites y cremas del mercado, de forma que su piel era suave y firme como la porcelana, sin un solo pelo en su piernas y un precioso depilado brasileño en forma de triángulo encima de su raja.
- Bueno, ya es hora de que vuelvas con tus mellizos, que Luis seguro que se está volviendo loco. Y yo que vuelva a casa, que hoy viene la tontita de Belén a pasar esta semana con nosotros.
Dijo con voz neutra Yolanda, haciendo un gesto con sus finos y delicados dedos al camarero de aquel bar terraza cercano a su casa al que iba habitualmente con amigas o Vicente.
- Joder nena, después de más de tres años, aún sigue así contigo, como se puede ser tan insoportable como esa niña. La verdad es que eres una santa, te has tragado toda la adolescencia de la niña, que telitaaaa….y ahora con diecisiete años sigue siendo un grano en el culo.
Contesto Vero, resoplando molesta por la vida de su amiga.
- No pasa nada, cari. Es normal que la niña me eche la culpa de la ruptura de sus padres, además en su tontería tiene a quien parecerse, si a eso le sumas, lo niña de papa, que es y lo mimada y mal criada, no puede ser de otra manera. De cualquiera manera, ahora tiene novio y aunque sigue siendo igual de insoportable que siempre, al menos esta menos tiempo con nosotros y más con su novio.
Respondió Yolanda sin dejar de sonreír.
- Así que el cachorro de arpía, se ha echado un novio, pobre desgraciado en manos de esa niña….jajaja.
Exclamo con burla Verónica.
- Dos cafés y una tónica, tres con setenta y cinco.
Dijo un joven camarero con hoyuelos y el cabello pajizo, acercando la cuenta.
- Venga a esta vez, pago yo que te lo debo. Ten un billete de cinco, quédate con las vueltas, gracias.
Respondió Yolanda echándose su precioso pelo por detrás de la oreja hacía atrás sensualmente de forma femenina y delicada, sonriéndole al camarero y alargando con su delicada mano un billete de cinco.
El chico estaba como congelado, sonriendo como un bobalicón, sin mover un dedo con los ojos fijos en el canalillo de las tetazas de Yolanda, intentando poder ver más de aquel suculento manjar.
Yolanda iba vestida de forma poco provocativa, pues era a ella a quien le gustaba elegir en que momentos y de qué manera mostrar sus atractivos, llevaba un pantalón vaquero normal, no ajustado, unas zapatillas casual de medio tacón, que realzaban su perfecto y turgente culazo dibujando sus formas de forma espectacular en los jeans, en la parte de arriba una camiseta azul añil de algodón, con un escote redondo que solo dejaba ver la parte de arriba de su canalillo, sus precioso globazos de talla de copa E estaban realzados en un wonderbra de lycra azul añil, evitando que sus extraordinariamente grandes pezones se marcasen en la camiseta, ni siquiera iba maquillada, pero su perfecta sonrisa y aquel cuerpazo, seducirían al mismísimo Zeus.
- ¡Eh guapito! …. Cógeme el billete o me iré haciendo un “sinpa”, jajaja….
Respondió risueña y simpática Yolanda como siempre, sin dejar de sonreír mostrando sus dientes, al tiempo que movía sus hombros levemente, para provocar al chico con el bamboleo de sus magníficos melones naturales.
- Oooohhh…ehhhh.si, si, si…perdón, perdón.
Respondió el chico abriendo los ojos como platos, al tiempo que cogía el billete y se colocaba tras la mesa con cara de tonto.
- Jajajaja…
Se reía del chico Verónica.
Mientras Yolanda se levantaba lentamente y caminaba un pie delante del otro, sensualmente como solo ella sabía, exhibiendo su magnífico culo redondo al chico.
- Jajaja…quien tuvo, retuvo…jajaja…esta noche serás el sueño de las pajas de ese chico…
Se retorcía de risa maléfica, Vero, acompañando a Yolanda al coche.
- Jajajaja…genio y figura hasta la sepultura…jajajaja
Respondía risueña y alegre Yolanda tirando la cabeza hacia a atrás, agitando en el aire su preciosa y sensual melena.
Estar con la cría era insoportable. Al principio había sido realmente terrible, la niña con la patria potestad dividida entre el padre y la madre, con una semana en cada casa, era una furia, el vaso comunicante del odio y el rencor de la madre traicionada.
Yolanda lo entendía y su comprensión era extrema, debido a su carga de conciencia y sentimiento de culpa, pero a esta furia, se unía la estupidez y mal crianza de la niña, que era el ojito derecho de Vicente, que le consentía todo.
Así que aquellos años, Yolanda había consentido que la llamase, “cazafortunas”, “muerta de hambre y hasta “puta”, cuando las cosas salían de madre y solo tenía trece años.
Pero, aunque había moderado el lenguaje, no así el trato y la falta de respeto, y hacía tiempo que Yolanda había perdido el sentimiento de culpa.
- Esta comida es una mierda, como todo lo que siempre cocinas, para ser de una familia de criados, cocinas fatal.
Decía la criaja pija sentada a la mesa de su madrastra.
- Belén cariño, esta comida, no la he cocinado yo, la hemos encargado por deliveroo, y todas las profesiones son igual de dignas.
Contestaba sin dejar de mostrar su más encantadora sonrisa Yolanda, colmada de paciencia.
- Eso no es cierto, como dice mi papa, los pobres son pobres porque se lo merecen, son una escoria que no merece nada, como la comida que tu cocinas, es escoria.
Respondía la niña altiva y prepotentemente, llena de odio de clase, mamado de sus padres conservadores derechones, como no podía ser de otra manera.
Yolanda prefería no continuar la conversación reía y miraba para otro lado, mientras Vicente su marido, calvo, feo, viejo y desgarbado, sonreía embobado a su niña y dejaba que insultara y faltase el respeto a su mujer, una vez más.
- Verdad papa.
Preguntaba la niñita pija y caprichosa.
- Si hija mía, esos rojos de mierda, ensucian España, a pocos se cargo Franco, debería haber limpiado este país de esa escoria y ahora estaríamos sin problemas.
Respondía con el mismo odio, el derechón adinerado.
Yolanda nunca perdía su compostura, ni su sonrisa seductora y preciosa, hacía ya muchos años que había decidido evitar que las mierdas de los demás, le amargasen lo más mínimo la vida. Pero soportar aquella montaña de mierda se le hacía cada vez más insoportable.
Había logrado que ella y Vicente durmiesen en habitaciones separadas, entre los ronquidos y una piel grasa y apestosa, la convivencia en el dormitorio había sido un suplicio para Yolanda, que había sobrellevado con su buen humor, pero todo tiene un límite, además de la falta de satisfacción sexual, convivir con Vicente era repugnante, todo por el cochino estatus.
Eso era lo mejor de aquel matrimonio de conveniencia, tenía una habitación completa, que hacia servir de ropero. Tenía dos cómodas de seis cajones cada una, uno de ellos totalmente lleno de bisutería cara y preciosa, le encantaba llevar pendientes en forma de aro, llamativos y sexys, anillos, pulseras varias, collares y cadenitas todo a juego, anillos para los dedos de los pies y cadenitas para los tobillos. La otra cómoda era completa de lencería sus seis cajones, era una compradora compulsiva de lencería, solo usaba tangas y braguitas brasileñas de todos los colores y estampados y arriba sus wonderbras a juego de talla de copa E , corsés de todo tipo, medias transparentes, ligueros espectaculares, medias de rejilla, trajes de lencería erótica, saltos de cama transparentes, un auténtico sueño, que por desgracia solo podía lucir para el mierda de su marido, Vicente.
Otro armario era solo de estanterías repletas de zapatos, cuñas veraniegas, zapatos de tacón verano y de invierno, botas, botines, sandalias, zapatillas de deporte, zapatos de medio tacón.
En otro armario guardaba sus trajes chaqueta perfectos, sus blusas y camisas de seda de diferentes colores, elegante y sexy a la vez.
El clima en la costa mediterráneo era muy favorable a vestir ligero, pero Yolanda era particularmente elegante, solo hasta que llegaba el extremo calor llevaba medias y ligeros, y en casa, cuando esperaba visita o pensaba salir, los días de buen tiempo solía ir con preciosos vestidos de una pieza con la parte de la falda llegándole por encima de las rodillas de sus preciosas y esculturales largas piernas, vestidos con preciosos estampados o de un solo color, en el mayor de los casos de tirantes o de mangas cortas, con escotes redondos, o en pico, pero siempre conteniendo y realzando sus extraordinarias y turgentes mamazas de grandes pezones.
Para los días más fríos o para vestir más casual, vaqueros, sueltos o ajustados, leggings y mallas, bonitas camisetas, e incluso camisas holgadas y sudaderas.
A Yolanda le gustaba mucho controlar donde y a quien le insinuaba o mostraba parte de su espectacular y macizo cuerpo de firmes curvas. Por lo que si quería podía ir vestida de manera que su cuerpo no insinuase ni provocase en absoluto, disimulando sus espectaculares, definidas y firmes curvas, en ropas holgadas.
Su ropa, su cochazo, su cuenta corriente, su piscina climatizada y su jardín al principio habían parecido suficiente, al principio. Ahora cada día le costaba más soportar a su marido y a su malcriada hija, a pesar de que jamás se la veía malhumorada y siempre lucía una preciosa sonrisa y una palabra amable para todo el mundo, lo que multiplicaba por cien el deseo que aquella diosa mediterránea despertaba.
Siempre que podía evitaba a Belén, incluso hablar con ella, algo muy difícil sobretodo viviendo con ella semana si, semana no.
Como dos animales que marcan territorio, Belén le había prohibido a los gritos que entrase en su cuarto o tocase algo de ella, Yolanda había exigido tal reciprocidad. Llevaba más de tres años esperando que Vicente, llamase la atención a aquella criaja, pero al revés siempre era ella la que se llevaba la reprimenda, el asunto era fácil para Vicente, ella era su única hija, y Yolanda nunca había querido tener hijos con él, y de hecho Yoli tomaba todos los anticonceptivos preceptivos. Y con aquel argumento veía su dignidad sistemáticamente arrastrada por el lodo, por aquella criaja adolescente.
Para el talante alegre, simpático, risueño y positivo de Yolanda, odiar le era casi imposible, pero a la niña la detestaba, y a Vicente su marido solo lo soportaba.
Con la llegada de aquel “novio”, Yolanda había creído que las cosas se relajarían, o que al menos Belén pasaría más tiempo con el chico, o que maduraría o vete tú a saber.
Pero seguía insultando y faltando el respeto a Yolanda en cualquier circunstancia o lugar, incluso delante del chico, el cual siempre intentaba conciliar, sonriendo como un bobalicón y tratando de quitar importancia a los comentarios de la repulsiva criaja.
El chico tenía diecinueve años para veinte, a Yolanda no le importaba, ni como, ni donde, ni cuando su hijastra, lo había conocido. Se llamaba Sergio, era un niño pijo, que se las quería dar de malo, con un pendiente y un tatuaje, cursaba primero de derecho, aunque presumía de no haber aprobado ninguna, y también presumía de tener mucha experiencia sexual.
Todas estas bravatas no las hacía delante del marido de Yolanda. Vicente se había puesto de muy mal humor cuando había conocido al chico, hasta que supo que su familia tenía alguna clase de negocio, a pesar de ello, había puesto unas reglas muy severas para la relación. Belén tenía que estar en casa a las doce de la noche, nada de alcohol para Belén y siempre localizables, Vicente prefería que, si tenían que pasar rato juntos, que lo hicieran en su casa o en casa de su madre, cuando Belén estaba allí, con la habitación de Belén siempre abierta, eso por supuesto... (En eso su ex estaba de acuerdo con Vicente).
En realidad, a Vicente le parecía que Sergio era mayor, para Belén, Yolanda confiando que el novio, la haría madurar, había defendido la relación desde el principio, luego al ver que pasaban los meses y Belén seguía igual de detestable, no había hecho el más mínimo esfuerzo a favor de la misma, pero Vicente ya parecía conformado.
Así que el chico pasaba muchos ratos de ocio con ellos, sobre todo el fin de semana.
Como era algo que tenía que ver con Belén, había evitado relacionarse con el chico lo más mínimo, el chico no despertaba en ella interés alguno, todo eran bravatas de adolescente, aquel chico de rostro vulgar, piernas esmirriadas y cuerpo fofisano, sin habilidades sociales aparentes era de todo menos atractivo, pero no podía evitar compartir con ellos algunos espacios de la casa, la cocina, los livings con sofá y televisión, la piscina con la terraza y el jardín.
Por lo que, a las pocas semanas, de que su insoportable hijastra lo trajera a casa, Yoli se dio cuenta de que el chico la miraba, de forma hambrienta.
Ella claro al principio no se había percatado. Llegaba a casa enfundada en sus trajes de trabajo, con sus faldas de tubo con raja al borde de las rodillas, sus minifaldas ajustadas de ejecutiva dejando la mitad de sus firmes y esculturales muslos a la vista, ajustadas dibujando su perfecto culo respingón, alta muy alta, culo realzado por sus perfectos tacones a juego, las medias de seda transparentes vistiendo sus larguísimas y perfectas piernas, sus wonderbras realzando sus redondas tetazas , a través de los escotes redondos o en pico de sus camisas de tirantes de seda, sus blusas blancas y sus chaquetitas cortas de tres botones, y perfecta e irresistiblemente maquillada, con preciosos pendientes, pulseras , anillos, cadenitas, y su sonrisa maravillosa siempre en su boca, y el chico creía que estaba delante de una aparición, una diosa mediterránea del playboy, una superstar porno.
Después ella se ponía sus elegantes vestidos de una pieza para estar por casa, con medios tacones cómodos que seguían realzando sus magníficos y turgentes glúteos, juntando sus melonazos y exaltándolos, como ofreciéndolos. Era tan coqueta, que nunca se desmaquillaba hasta que se duchaba antes de acostarse (solía ducharse antes de dormir y cuando se levantaba por la mañana) si había que salir o recibir a alguien quería estar siempre estupenda, colorete en las mejillas, pestañas rizadas y perfectas, rectas y largas de rímel, la raya de los ojos sin un defecto, sombras oscuras difuminadas en los ojos y un húmedo y brillante pintalabios rojo o rosa magenta. Una aparición sexy y descomunal a la vista de cualquier macho sano y con el apetito sexual activo
Desde el primer día que el chaval la había visto así y le lanzaba esquivas miradas de deseo cuando su joven novia no le veía hacerlo, observando con deseo las curvas de Yolanda e intentando descubrir con ansiedad más de aquel cuerpazo que insinuaba la madrastra de su novia.
Debido a sus extraordinariamente grandes y erectos pezones, Yolanda solía llevar algodón u otro tipo de arreglo con el fin de disimularlos, pues ni los wonderbras lo lograban y eran visibles para todo el mundo, algo que Yolanda era muy escrupulosa controlándolo.
Aquel día había un cielo gris, húmedo y algo frio, no había previsto recibir a nadie, ni salir a ningún sitio, así que Yolanda se puso cómoda, se recogió su preciosa, brillante y larga melena castaño oscura doblándola y cogiéndosela con una pinza del pelo, se puso unas sandalias havaianas rojas en sus delicados pies de uñas pintadas de rojo, con un sexy anillo de plata en cada uno de los segundos dedos de los mismos , unas mallas rojas ajustadas a juego y una camiseta ajustada gris de rizo de mangas cortas, sin pensarlo mucho se quitó su wonderbra, dejando sus grandes, esféricos, turgentes y erectos pechos naturales que caían hacia los lados en forma de lágrima entallados en su camiseta, con sus extra grandes pezones apuntando hacia adelante como dos puntas de flecha.
En un momento dado de la tarde fue al salón con una revista, los dos chicos estaban sobre unos pufs en un lado del salón mirando la televisión, Yolanda los saludo brevemente, y se sentó en el sofá a su derecha, sentándose con sus piernas dobladas encima del sofá, endiabladamente sexy, estirando y contrayendo sus largas y esculturales piernas, colocándose su pelo de forma arrebatadoramente sensual, con sus finos y delicados dedos de uñas cortas, cuidadas y pintadas de rojo, y con sus enormes y maravillosos globazos, erectos dibujando de forma insinuante y clara sus enormes pezones extra grandes.
El chico era bueno disimulando, a Yolanda le costó más de diez minutos darse cuenta, de la ansiedad que le provocaba y como este esgrimía todo tipo de excusas, para levantarse, dejar a su novia adolescente, pequeñaja, pecho plano y piel rosada, y moverse por el salón, con los ojos fijos en los pezones de Yolanda, unos ojos que parecían se le iban a salir de la cara.
Yolanda se sonrió y constato las sospechas que tenía al respecto, había pillado al chico alguna que otra vez mirándole, sobre todo, cuando ella se giraba de espaldas, le miraba el culo y las piernas claro, pero las tetas lo hacía con más disimulo, el chico era bueno, pues la tonta de la niña malcriada y estúpida de Belén, no sé había percatado.
A Yolanda le satisfizo mucho, no tenía forma de neutralizar la influencia de Belén en su marido Vicente, ni de castigarla por su insolencia y los ataques a su dignidad, por lo que poder juguetear con aquel mocoso de dieciocho años, pijo bravucón, que iba de malote, ponerlo ansioso y robarle la atención de su novia adolescente, convirtiéndose en el eje del deseo sexual del chaval, le encantaba, le entusiasmaba, era una forma de castigar a aquella niñata.
Pero tenía que ser prudente, el chaval sabía mirarla de forma disimulada, pero ella también tenía que exhibirse ante él sin que se notase.
Para empezar, la semana que la niñata estaba en su casa, se maquillaba de forma perfectamente sexy y elegante, se vestía con los trajes chaquetas más sexys que tenía, siempre con medias de seda y ligeros, tacones perfectos, que elevaban su altura y su cuerpazo de mujer de bandera. Minifaldas y faldas de tubo con raja en el medio ajustadísimas resaltando su perfecto y turgente culo y dibujando sus caderas, americanas y chaquetitas cortitas, primando las camisas de tirantes ajustadas tanto de seda, como de encaje, cuando no chaquetitas cruzadas tipo blazer que se cerraban por arriba dejando un triángulo por donde ver la parte alta del canalillo, sin nada más debajo, que sus exuberantes wonderbras de talla de copa E, se ponía aquellos, que los fabricantes hacían más ajustados, que realzaban sus mamazas como si fueran a explotar dentro de su ropa y marcaban la redondez de sus tetazas.
En la oficina intentaba disimular mostrándose comedida y no mostrando demasiado, tan simpática como siempre, pero sin otorgar confianzas.
Pero al llegar a casa, si detectaba la presencia de los chicos se desabrochaba la americana o chaquetilla, si eran del tipo blazers se abría un par de botones de manera, que se le veía tres cuartas partes del canalillo y toda la redondez de sus globazos turgentes y erectos. Y se movía por la casa haciendo sonar sus tacones, como una señal de aviso de su presencia, después disimuladamente se dejaba caer por donde estaban ellos.
Si se tropezaba casualmente con Sergio, le esbozaba su mejor y más arrebatadora sonrisa, la que derretía a todos los hombres, aquella belleza morena, con ojos oscuros y brillantes, aquel pelo sedoso negro como la noche, aquellos dientes, aquellos labios, aquellos pómulos, una diosa que te sonreía diciéndote, devórame. El chico se quedaba loco.
Si iban juntos saludaba neutramente a la niñata malcriada, y diciendo su nombre lanzaba una sonrisa pícara y lasciva a Sergio, en el justo momento en que la niñata apartaba la vista con desagrado, el chico tragaba saliva, pero solo hacía que buscar la ocasión de encontrarse con Yolanda.
Ella de forma muy disimulaba los merodeaba, vestida de ejecutiva sexy, estaba un rato en una parte de la casa, y luego se aproximaba dónde estaban los chicos, si estaban sentados, se sentaba cerca, ojeando una revista o mirando su móvil como si estuviese en otra cosa, y como cruzaba las piernas, largas y vestidas con medias de seda, acabadas en preciosos tacones de aguja, mostrándole al chico sus firmes muslos, así como la goma de las medias y el principio del ligero.
O de forma muy calculada movía los brazos y los hombros de forma insistente pero disimulada, realzando el ajuste de sus tetazas de talla de copa E, que dibujan curvas lascivas en el aire, y que el muchacho devoraba hambriento de más, fijando sus ojos en ellas y explorando sus escotes.
O cuando llevaba las chaquetitas blazers cruzadas con solo ropa interior, y se las desabrochaba dos botones, sin dejar de sonreír preciosamente y recogiéndose la preciosa melena de forma femenina y sensual, dejaba caer cosas a propósito y a la vista de la parejita, para arrodillarse después como si ellos no estuvieran, mostrando con este gesto por instantes sus redondas y turgentes mamazas contenidas en sus maravillosos wonderbras.
A Sergio cada vez le costaba más disimular, sobre todo cuando se quedaba congelado como un bobo con la boca abierta y la mirada fija en ella, cuando la excitación llegaba a esos límites, Yoli, solía desaparecer por un rato.
Después aparecía enfundada en sus vestidos casual de una pieza, casi siempre de tirantes o con los hombros libres, ajustados en la parte de arriba realzando sus apetitosos melones, y cortos por la falda, se acomodaba cerca de ellos en sofás, sillones, pufs, recogiendo las piernas de forma tan sexy como podía, moviéndose de forma que el chico pudiera verle por momentos hasta el color de los tangas o las bragas brasileñas que usaba, sin dejar de recogerse el pelo, o acomodárselo con pinzas, o coletas muy femeninas.
Y los días de peor tiempo, los leggings más ajustados que tenía, negros, rojos y azules, con camisetas de punto o ajustadas de lycra, moviéndose de un lado hacia otro alrededor de los chicos, como quien no quiere la cosa, siempre con zapatillas de deporte de medio tacón, midiendo los momentos pero mostrándole al chico sus magníficas nalgas, moviéndose sensualmente, sin exagerar, pero una nalga arriba, una nalga abajo, una nalga abajo, una nalga arriba, su vientre plano, natural y relajado con el piercing marcado y sus tetas embutidas como si fueran a explotar.
Cuando veía que el chico ya no podía disimular y solo tenía ojos para ella, desaparecía de la escena, dejando al chico como una moto. Mordiéndose el labio y sonriendo de placer, como le encantaba calentar al novio de su detestable hijastra.
Y como estallaba esa euforia dentro de ella, cuando el chico en algunas ocasiones con excusas muy peregrinas, dejaba a su novia para atender una urgencia en el baño. Yolanda traviesa se acercaba sigilosa a la puerta del baño que había ocupado el chico, para regocijarse con una enorme sonrisa de satisfacción, cuando al poner la oreja en la puerta lo oía jadear, masturbándose pensando en ella.
A las pocas semanas, no tenía que molestarse en mostrarse mucho, el chico la buscaba por la casa, disimulando esa búsqueda, y ella seguía calentándolo.
Al observar que muchos días Yolanda hacia ejercicios con la elíptica o yoga o pilates, en el cuarto gimnasio que había habilitado junto a la piscina. Sergio acabo por convencer a Belén con aprovechar aquel espacio para hacer algo de ejercicio a la vaga niñata.
El único objetivo del chico era ver a Yolanda, examinar ansioso su perfecto y esférico culo ajustado en los short y mallas deportivas que gastaba para hacer ejercicio, devorar con los ojos sus esculturales y largas piernas de porcelana bronceada, analizar el movimiento de sus firmes caderas, aguardar el momento y el movimiento preciso para observar más de sus redondas y turgentes mamazas, agitándose en el aire como dos esféricas y perfectas montañas de firme gelatina y sobretodo grabar en su retina aquellos pezones enormes, que se marcaban erectos en los tops elásticos deportivos de tirantes que usaba Yolanda, pues no los ocultaba cuando hacia deporte, la cual al empezar a ver aparecer a los chicos y sabiendo el motivo, se refrescaba los extra grandes pezones con hielo, para que erectos como dos puntas de lanza, provocasen lujuria salvaje en el joven novio de su repugnante hijastra.
El chico no albergaba ninguna esperanza de ser objeto de una seducción, Yolanda era una experta calienta pollas, sin que se le notase absolutamente nada, y como sus miradas lujuriosas y sus sonrisas picaras y preciosas no pasaban del saludo inicial, consideraba todo lo que estaba pasando una casualidad que le permitía observar de cerca una diosa morena, mediterránea con un cuerpo de pornostar y una cara preciosa.
Y esa ansiedad y deseo salvaje de llamar la atención de tan tremenda hembra, le llevo a mantener conversaciones con Yolanda, algo que podía explotarles a los dos en las manos, sobre todo con la niñata malcriada, por allí.
Pero el chico sabía escoger los momentos en los que Belén estaba ocupada, mientras estaba en el baño, mientras se cambiaba, si le decía a una hora llegaba un poco antes para tener que esperar que ella acabase lo que estuviese haciendo y aprovechar para conversar con Yolanda, intentando flirtear con ella como un pobre novato, ridículo.
- Hola Yolanda, ¿Qué tal?
Preguntaba Sergio, esbozando media sonrisa chulesca de pobre novato.
- Jajaja…muy bien Sergio.
Respondía Yolanda riendo dulce y femeninamente, mirándolo fijamente con sus brillantes ojos negros, echándose atrás su preciosa melena morena con sus finos y delicados dedos, irradiando su irresistible simpatía.
- No hace falta que lo digas, ya lo sé.
Contestaba el chico, esbozando una torpe sonrisa retraída de inexperimentado jovenzuelo.
- Ja, ja, ja,…Muchas gracias Sergio…pero yo soy una mujer…digamos que mayor para ti…seguro que estas todo el día rodeado de jóvenes bellezas, como Belén, ¿Verdad? No hace falta que te burles de una mujer que ya no es una jovencita.
Le vacilaba Yolanda sin dejar de sonreír picaronamente, con su bello rostro, cruzándose las piernas, acariciándose los muslos como si cualquier cosa, o moviéndose grácil pero disimuladamente, mientras exhibía ante el chico sus majestuosas caderas, su firme y respingón culo perfecto o sus enormes globazos a través del escote.
El chico tragaba saliva, con los ojos dándole vueltas, sin saber donde posarse, casi mudo incapaz de responder a aquella superhembra, aquella diosa morena con cuerpo de playmate.
- No pasa nada Sergio, de verdad es muy zalamero y muy amable por tu parte, pero seguro que, entre las jóvenes chicas de tu edad, hay bellezas mucho mejores que yo, vamos seguro, ¿verdad?
Volvía a interrogar sonriendo cordial y conciliadoramente Yolanda, adoptando una cálida postura, con la que conseguía dar seguridad siempre a los hombres a los que tenía embobados.
- Pues, pues, pues…la verdad, es que yo nunca he visto una mujer más guapa que tú, Yolanda. Eres más alta que la media de las mujeres, especialmente las morenas, sabías.
Cambiaba de tema dubitativo el fiasco de Don Juan.
- ¿Si, eso crees? ¿Cuánto crees que mido, venga dime algo?
Decía Yolanda poniéndose de pie en toda su longitud y estirándose, sin dejar de mostrar su sonrisa al chico, en actitud amistosa de niña traviesa, relajando el ambiente y generando un ambiente de juego.
- Pues, pues no sé. ¿Uno sesenta y ocho, uno sesenta y nueve?
Contestaba el chico más relajado, contagiándose del ambiente lúdico y amistoso que transmitía Yolanda.
- Meeeccc…casi, casi, uno setenta y uno, pero gracias por jugar caballero. Ja, ja,ja.
Decía graciosa, risueña y simpática Yolanda, tocando al chico con complicidad, enfundada en sus sexys vestidos de ejecutiva, en sus vestidos casual de estar por casa, en sus mallas y tops ajustados, frotándose con el chico casualmente como si fueran amigos de toda la vida, como si cualquier cosa. Ante lo que Sergio quedaba petrificado, y Yolanda se excusaba con su preciosa y amistosa sonrisa y se marchaba a ocuparse de alguna tarea que le esperaba, dejando al chico caliente como un volcán.
Se daban en muchas ocasiones estos jueguecitos zalameros y torpes por parte de Sergio y llevados de esta manera magistral por Yolanda, su actitud amistosa y cercana, sus tocamientos y sonrisas, volvían loco al chico, que creía que había atraído en algo a aquella preciosa y maravillosa hembra, aunque luego desechaba la idea.
En otras ocasiones las conversaciones giraban en torno a cosas más rutinarias, pero Yolanda no dejaba de darle confianza y de mostrarse amistosa, risueña y simpática con el muchacho, alimentando sus fantasías, y distrayéndolo en su relación con su hijastra.
- ¿Ah, entonces estudias derecho, Sergio?
Preguntaba Yolanda, con las piernas dobladas encima del sofá y el tronco erguido en una postura muy sexy y femenina, enseñando la mitad de los muslos, inclinándose levemente como quien no quiere la cosa, para mostrar por el escote redondo de su vestido de tirantes, la esfericidad turgente y grandiosa de sus tetazas turgentes en forma de inmensa gota de lluvia que se desborda por los lados. Preguntando como si estuviera sinceramente interesada, consiguiendo que el pobre estúpido del chico, se hinchara como un pavo y muy seguro de sí mismo, conversara con ella.
- Si, si, si estudio derecho, pero no apruebo muchas, je, je, je, me va demasiado la fiesta…tú ya me entiendes. Tengo entendido que tú también has estudiado ¿No?
Respondía Sergio, esperando la respuesta a la vez que ponía los ojos locos, recorriendo las curvas del cuerpazo macizo y suave de Yolanda, al tiempo que sin dejar de mirarla, abría la boca como un estúpido.
- Si, estudie ADE.
Respondía Yolanda, sin dejar de sonreír cordial y amistosamente y en ocasiones alargando, alguno de sus brazos, para tocar con sus perfectos y delicados dedos el brazo o los hombros del chico, haciendo como que no se percataba de como el chico la devoraba con los ojos.
- Y, y,y, y…el, el, el padre de Belén.
Se trababa con la lengua mientras tragaba saliva y abría mucho la boca, al tiempo que Yolanda no paraba de moverse con disimulo, mostrándole más de sus voluptuosas curvas, y acercaba su deseado cuerpo, al niñato bravucón y torpe.
- Vicente, compro un título en una universidad privada, así que no sé si decir, que estudio o no…decídelo tú…jajaja
Contestaba Yolanda, bromista y desvergonzadamente entre risas cómplices, que encandilaban e hipnotizaban, a aquel Casanova de pacotilla.
Se oía la voz de Belén o unos pasos, y Yolanda se separaba del chico, que estaba duro y embobado y se iba de la habitación sin dejar de sonreír a Sergio, excusando que tenía que ir a hacer algo.
Yolanda sabía que jugaba con fuego, y notaba que el chico cada vez le costaba disimular más, se ponía con Belén a hacer ejercicios en la sala gimnasio y siempre encontraba la forma de ver como las perfectas y redondas nalgas de Yolanda subían y bajaban, bajaban y subían, mientras hacía elíptica, y cuando Belén no miraba, Yolanda le lanzaba su más sinuosa y atractiva sonrisa, aumentando el ritmo de la elíptica moviendo los hombros, para que además de sus nalgas, sus tetas se balancearan visiblemente arriba y abajo, abajo y arriba.
Si Belén los pillase en alguna de aquellas ocasiones, sin pasar nada se podría montar la de San Quintín, sobre todo con el carácter malcriado de aquella niñata.
Pero la actitud de Belén, no disminuía, en público o en privado, desplantaba a Yolanda, la denigraba, sin control o recriminación alguna paterna, Vicente besaba por donde pisaba su niña.
Todo esto hacía que el deseo, de volver loco al novio cretino, criajo y bravucón de Belén, no aflojase en Yolanda.
La actitud del chico, cada vez más deseoso de ver a Yolanda, e intentar interactuar con ella, para llamar su atención y flirtear torpemente, ayudaba mucho a Yolanda.
Una mañana de fin de semana, muy temprano, Sergio apareció en la casa. Estaban los tres en la cocina, cuando estaba Vicente delante, el niñato pijo, se quedaba petrificado de miedo.
Pero quien fue a abrir la puerta principal cuando llamo, fue Yolanda. La preciosidad morena le abrió, y le regalo su más hermosa y seductora sonrisa, con su oscura y brillante melena suelta haciendo una leve curva desde la raya del medio, para caer hasta la mitad de su espalda.
Calzaba unas sandalias havaianas, que dejaban a la vista sus preciosos y cuidados pies, de uñas pintadas, con un dedo en cada pie ensortijado y una pulserita de plata alrededor del tobillo derecho y arriba llevaba un precioso batín de seda rosado, que le llegaba cuatro dedos por encima de las rodillas , cruzado y atado por un nudo, donde sus maravillosas tetazas naturales en forma de gota de lluvia separadas como si cayesen por los lados se dibujaban a través del batín, marcando sus formas en él, y en el centro de ellos sus extra grandes pezones, apretados apuntando hacia adelante.
- Hola Sergio, cariño, que pronto vienes, ¿No?. Estamos desayunando, acompáñame a la cocina.
Hacía algunos días que cuando estaba a solas con él, le decía cosas como cariño, querido, tesoro, nene. Sabiendo que eso aumentaba la confianza, del chico en estar haciendo progresos sobre ella.
- Si, si, si….
Contesto el chico con los ojos como platos, siguiéndola como un perrito faldero, mientras Yolanda caminaba a través de la casa contoneando sus caderas femenina y sensualmente mostrando el final de la curva de sus glúteos por la parte inferior de la bata, al tiempo que se aflojaba un poco el nudo del batín de seda rosa.
- Sergio, tesoro, en la cocina esta Vicente. Te lo digo para que no te muestres muy “cómodo” ya sabes que, a él, no acaba de gustarle, que te sientas como en casa.
Dijo esto Yolanda, mirando con sus oscuros ojos con su precioso rostro de diosa mediterránea morena al chico, al tiempo que le mostraba con el escote abierto, todo el lateral redondo de sus enormes tetazas, que escapaban del body que llevaba puesto, que bajaba con un escote de pico hasta el ombligo, y que al estar tan abierto dejo a la vista del chico el principio del monte de Venus de la pornostar morena, permitiéndole ver su cuidada línea de pelo púbico que escoltaba su raja.
El chico se puso blanco, y ojiplático, siguió a Yolanda hasta la cocina como hipnotizado, mientras esta volvía a ajustarse el batín de seda rosa, esbozando una enorme y preciosa sonrisa de victoria.
Más tarde aquella mañana, cuando Vicente estaba fuera, de forma inocente el chico saco el tema de dormir con pijama, estaba como chuleando con la niñata pija y repugnante, pero detrás estaba sentada con las piernas dobladas encima del sofá muy sexy, Yolanda, enfundada en uno de sus vestidos de tirantes.
En un momento dado, Belén se levantó y se fue al baño, entonces como si hablase sola, Yolanda dijo:
- Pues, yo siempre duermo con bodys de lencería sexy y saltos de cama, tanto en invierno como en verano.
Y diciendo esto bajo del sofá, y dirigiéndole una sonrisa seductora y lasciva al chico se fue de la habitación.
No paso mucho tiempo antes de que Belén le pidió permiso a su padre para que Sergio pasase alguna noche en la casa, durmiendo en una habitación de invitados y ella encerrada en la suya, claro, pero Sergio y ella se despertarían juntos. Claro Yolanda solo pudo estar a favor de Belén, quitándole hierro ante su padre, que cedió.
Yolanda sabía muy bien, que él chico se moría de ganas de poder tener la oportunidad de verla con aquella lencería de noche, y se regocijaba en su interior.
Con la llegada de los días largos, la cosa subió de temperatura, porque a pesar de no ser verano, el sol lucia lo suficiente para poder broncearse y uno podía bañarse, a pesar del momento del año, ya que la piscina era climatizada.
Yoli, como siempre había hecho cuando llegaba este tiempo, después de llegar a casa y ponerse cómoda, hacia sus ejercicios si no los había hecho antes en el gimnasio y salía al jardín terraza enfundada en uno de sus preciosos bikinis, para tomar el sol, apenas un par de días y su piel adquiría un precioso y brillante tono cetrino, como si fuera una diosa de bronce.
No podía haber motivación mayor para Sergio, que fingiéndose muy enamorado de la niñata repugnante, no salía de casa de su novia, y claro, había que aprovechar la piscina.
Así que allí estaba Sergio con Belén jugueteando en el agua, Yoli, picarona esperaba que los chicos estuvieran en el agua, y hacia su entrada, solía llevar chanclas o sandalias planas, pero la semana que Belén estaba en la casa y con ella Sergio, aparecía en la piscina sobre cuñas de esparto, enfundada en su mini albornoz blanco que apenas cubría la parte superior de sus muslos, dejando la mitad de sus nalgas al aire, sus gafas de sol redondas y grandes, su sonrisa arrolladora y sus aceites bronceadores, se paseaba por delante de los chicos saludándolos de pasada, mostrando muy bien sus preciosas, largas y esculturales piernas y sus gloriosos muslos.
Llegando hasta una hamaca de jardín y muy lentamente se quitaba el mini albornoz, como si fuera un ritual, se acomodaba sensualmente su preciosa melena negra como el azabache, y de pie empezaba a extenderse el aceite bronceador, delicadamente sobre su suave piel de porcelana, bronceada, en cada pie un anillo de plata adornaba el segundo dedo, de sus preciosos pies griegos, y en la pierna izquierda una pulserita decoraba su precioso tobillo. Después se tumbaba y seguía extendiéndose el aceite sobre su vientre plano y definido, sus piernas llenas y firmes, sus nalgas esféricas perfectas, sus delicados pies su canalillo, sus hombros, etc…
El chico hacía lo que podía para poder ver parte de aquel espectáculo, además los pezones extra grandes de Yolanda estaban erectos, marcándose fieramente en la parte de arriba del bikini que siempre cogía de una talla menor copa D, para que recogidas y prietas, pareciese que sus tetazas, embutidas y realzadas (de forma que Yolanda parecía un número nueve con cabeza) fueran a explotar dentro del bikini.
La parte de debajo de sus bikinis no eran tangas, había tenido sesudas discusiones con Vicente, pero no había habido manera, así que escogía aquellas partes inferiores que sin ser tanga más mostrasen de sus circulares y perfectas nalgas, de manera que se podía ver casi el ochenta por ciento de un gran tatuaje que llevaba en el centro de su turgente y firme nalga izquierda, un tatuaje de color, un gran sol de rayos cortos y curvos atravesado por una raíz verde y coronado por una cornamenta curva, una alegoría medieval de la infidelidad, que una noche cachonda, borracha e influida por Vero, se hizo tatuar, pagándole al tatuador, con la mejor mamada- cubana que iba a recibir en su vida.
Aquella diosa morena, que cuando el novio pijo bravucón patético de su repugnante hijastra estaba en la piscina, se tostaba al sol sin desmaquillarse, aquellos ojos negros brillantes, de diosa mora de la belleza, con sombras de ojos oscuras, el colorete liviano en su mejillas, el carmín húmedo rojo o rosa en sus labios carnosos, su sonrisa preciosa y su piel sedosa y bronceada, moviéndose sobre sus cuñas que realzaban sus curvas de aquí para allá, como si los chicos no estuvieran, agitando su respingón culo perfecto, sin un milímetro de celulitis, nalga arriba, nalga abajo, nalga arriba, nalga abajo, moviendo sus hombros sibilinamente, de manera que sus globos prietos y juntos se balanceaban arriba y abajo, abajo y arriba, de un lado a otro.
Se agachaba a coger el aceite o algo que había dejado en el suelo, una revista o una bebida, o simplemente a ajustarse las cuñas y allí estaban colgando dentro del bikini, sus enormes melones naturales, turgentes y erectos embutidos en sus bikinis de talla inferior, con sus pezones extra grandes marcándose en la tela como si quisieran romperla, exponiéndolas completamente al novio niñato de su hijastra.
O se ponía a cuatro patas con su magnífico culo mirando hacia la piscina, moviéndose lentamente, permaneciendo así para que el chico se diera un buen banquete de su divino culo. O se extendía el aceite bronceador por todo su cuerpo, muyyyy lentamente, dedicándole mucho tiempo a sus muslos, sus gemelos, sus pies, sus tobillos, empeine y cada uno de sus dedos, y en especial sus nalgas.
No había ni un solo día de piscina en la que Sergio no tuviera que ir dos o tres veces al baño, tardando ostensiblemente. Yolanda se regocijaba en su interior.
Todo parecía bajo control. Desde que había empezado la temporada de piscina, las conversaciones entre Yolanda y Sergio, donde el probaba de impresionarle torpemente, se habían reducido bastante, Yolanda se había dado cuenta que Belén empezaba a darse cuenta que su maravilloso novio, por el que bebía los vientos, blancucho, pecoso, y niñato fofisano que iba de malo, no paraba de mirar a su odiada madrastra. Así que ella intentaba mostrar total indiferencia en todo lo que hacía ante ellos, como si no estuvieran.
Pero claro llevaba al chico loco de ansias y de deseo. Cuando Yoli acababa de hacer ejercicios en la sala de gimnasia, solía masajearse sus muslos, nalgas y gemelos con body milk, esta sala tenía un ventanal de cara a la piscina, allí mirándola desde la piscina, pillo Belén a Sergio un día que Yolanda ni siquiera se había percatado de la presencia del chico.
Lo que sí pudo oír fueron los gritos de loca histérica de la niñata de su hijastra, mientras el chico la perseguía pidiendo perdón.
Yolanda se calzo rápidamente e intento alcanzar a los chicos sin ser vista, ella conocía muy bien su casa.
- Hijo de puta, estabas viendo a esa zorra de Yolanda, con lo que tú sabes que la detesto.
Decía Belén llena de furia y odio.
- Nena, nena, nena…te equivocas de verdad, te equivocas, ha sido una casualidad estaba solamente mirando las máquinas.
Contestaba Sergio como un pardillo.
- Venga no me jodas, que ya te veo en la piscina como le lanzas miradas a su culo y sus tetas, a la muy zorra
Respondía llena de ira y rencor Belén.
- Ja, ja, ja, pero como se te puede ocurrir, por favor nena, a mí me gustan las castañas claro como tú, y de piel blanca, y ella tiene el pelo negro y la piel morena. ¿Además cuantos años tiene, a ver?
Preguntaba con voz de incrédulo sorprendido el niñato bravucón.
- Treinta y tres años, la vieja zorra, el putón verbenero, y además esta gorda, no has visto el culazo y las tetazas que se gasta, la puta gorda.
Respondía algo menos rabiosa la niñata mal criada.
Joder si los había visto, pensaba Sergio, los había visto y se moría por comérselos.
- Pues claro, cariño, si es una vieja gorda, como voy a pensar ni por un segundo en ella, teniéndote a ti.
Contesto el chico, abrazándola y fundiéndose en un beso, con la niñata adolescente, de piel rosada, metro sesenta y cuatro, con culo carpeta y más plana que un tablón de madera.
La niñata le correspondió tranquilizada, el chico había salvado un punto de partido.
Yolanda que lo había escuchado todo, se marchó entre tranquilizada y molesta, el chico la había negado, eso le picaba en su orgullo, pero ahora debería reducir mucho el calor con él, antes de volver a subirlo.
Así que las siguientes semanas, evito estar en la piscina cuando estuvieran los chicos, o pasearse en bata por la casa cuando se quedaba a dormir Sergio, o compartir la sala de gimnasia con ellos. Sergio también se distancio un poco, aunque Yolanda aún podía percibir como los ojos del chico la perseguían por toda la casa cuando Belén no podía verlo.
Pero una tarde oyó mucho jaleo, mientras acababa de hacer yoga en la sala de ejercicios, viendo aparecer a Belén y Sergio, con otra parejita en la piscina. Al lado del payasín de Sergio con su tatuaje y su pendiente, había otro chico, con los dos brazos y la espalda algo musculados, un peinado de cepillo y un tatuaje de un dragón en un brazo, era aún más bajo que Sergio, el cual era tan alto como Yolanda, su chica parecía una amiga de Belén del colegio, otra niñata pija, que se había colgado de otro pijo estúpido que va de malote.
Al haber otro invitado a la fiesta, Yolanda creyó que era un buen momento para volver a escena y fijar la atención de aquellos dos jóvenes machos en su voluptuoso cuerpo, de manera que fuera más disimulable al ser dos.
Las dos parejas chapoteaban jugando cuando apareció Yoli, abriendo la puerta de la casa que daba a la terraza.
Un batín de satén de seda negro cruzado sobre el pecho, que le caía hasta mitad de los muslos cubría su cuerpo. Su voluptuoso cuerpo de firmes y sinuosas curvas estaba realzado sobre dos sandalias de tacón doradas, que sostenía sus perfectos y cuidados pies griegos de uñas color rojo pasión con unas leves cintas doradas que le pasaban por encima y se ataban a su larga y esculpida pierna por unas cintas doradas que se le enroscaban por encima del tobillo, el derecho de los cuales llevaba una sexy cadenita de oro. Unos anillos de plata en cada uno de los segundos dedos de sus pies los adornaban.
Camino hacía su hamaca favorita sin dejar de esbozar su maravillosa sonrisa mirando al frente, tranquilamente con carencia, adelantando primero una pierna, y después la otra, dibujando los círculos de sus caderas en el aire, al tiempo que marcaba el bamboleo de sus nalgas a través de su bata de seda negra. Los dos chicos empezaron a dejar de chapotear para sin dejar de hablar con sus parejas, acercarse a la orilla opuesta y poder deleitarse observando el avance de Yolanda por la terraza hasta su hamaca favorita.
Cuando Yolanda llego hasta ella, se puso de espaldas a la piscina y con precisión experta, se quitó el batín de forma lenta, pero no demasiado, dejando ver el esplendor de su suave espalda sedosa y bronceada y sobretodo de su perfecto y esférico culo con su sexy tatuaje.
Llevaba un bikini negro resplandeciente de lycra, que unía la parte delantera con la trasera de su pieza inferior con dos aros dorados, la parte superior que sostenía y recogía sus grandes y perfectas tetazas esféricas también se unía por el canalillo por un aro dorado, a juego en sus preciosas orejitas llevaba dos aros dorados.
Dejo a un lado el batín de seda y después de mostrar en dirección a la piscina sus respingonas y realzadas por los tacones, nalgas perfectas, inclinándose para deleite de los chicos, haciendo como que acomodaba la toalla en la hamaca, se dio la vuelta. Sus pezones extra grandes se marcaban con fiereza en a través del bikini. Se inclinó para desatarse las sandalias, echándose para atrás lenta y sensualmente su negra y preciosa melena brillante, con total despreocupación dejando a la vista de los chicos, todo el esplendor de su dos globazos colgando, balanceándose dentro de su bikini negro.
Los dos chicos seguían hablando con sus parejas, con los ojos clavados en el cuerpazo de aquella diosa mediterránea. El amigo de Sergio se relamió y trago saliva. La diosa morena levanto la vista a ambos muchachos y les sonrió deliciosa y seductoramente, a lo que los dos chicos respondieron sonriendo como dos bobalicones, momento en que las chicas se dieron la vuelta. Yolanda ya se había sentado en la hamaca y dirigía su mirada hacia otro lado, ajena a las miradas de envidia de las chicas.
La novia del amigo de Sergio le arrojo agua a los ojos y los chicos salieron de su ensimismamiento, devolviendo la refriega a las chicas, persiguiéndolas, haciéndoles aguadillas, hasta que las dos niñatas quedaron agotadas, y salieron de la piscina a tomar el sol, gritándoles niñerías a sus novios.
Yolanda tumbada boca arriba en la hamaca aguardaba como una depredadora el momento, y cuando los chicos se quedaron solos en la piscina y sus flacas, pequeñajas y blancuchas novias se tumbaron boca abajo en sus hamacas, Sergio le dio un codazo cómplice a su amigo, y ambos desde el agua miraron en dirección a la diosa morena de playboy.
Yolanda sin quitarse sus grandes gafas de sol, saco el aceite bronceador y de forma muy lenta lo fue extendiendo por todos y cada uno de los dedos de sus perfectos pies inclinándose hacia delante de forma que sus mamazas firmes, redondas, turgentes y perfectas se balanceasen a la vista de los chicos, para luego subir lentamente por sus tobillos, primero el derecho, luego el izquierdo, los muslos elevando sensualmente una pierna y luego la otra, observando a través de sus gafas de sol con una sonrisa pícara, como los chicos con el cuerpo metido en el agua hasta el cuello, no le quitaban ojo de encima, comentando entre susurros, mirándola fijamente grabando en su iris cada centímetro del cuerpo de Yolanda. La cual prosiguió poniéndose aceite sobre su definido y perfecto vientre las manos los brazos, los hombros, la cara quitándose las gafas de sol, el cuello, dejando para el final la parte superior del pecho, y el trozo de sus esplendidas mamazas, que quedaban al descubierto, levantándolas en un gesto muy lujurioso para extender aceite bronceador por debajo de estas.
Acabado el espectáculo, se relajó y se tumbó, oyendo como los chicos entre risitas salían del agua, para primero tumbarse junto a sus novias criajas, diciéndoles y haciéndoles cualquier estupidez adolescente, para al poco rato ir uno por uno al baño por turnos, tardando lo suyo en volver, Yoli se regocijaba como una gata en celo.
Llevarían así unos cuarenta minutos, cuando las chicas dijeron de entrar para ir al baño y preparar algo para beber y comer, los chicos en plan machista faltón asistieron. Apenas las chicas entraron en la casa, los dos muchachos de forma disimulada entraron en la piscina y se acercaron atravesándola a donde estaba Yolanda, la cual sonreía como una zorra relamiéndose de gusto.
- ¿Qué tal Yolanda cómo va?
Dijo tímido y tragando saliva Sergio
- Maravillosamente, mejor imposible, sol, piscina, relax…jajajaja….no piensas presentarme a tu amigo.
Respondió Yolanda, esbozando su más cautivadora sonrisa, risueña y simpática como siempre incorporándose en la hamaca y recogiendo las piernas entre sus brazos.
- Si, si, si…este es mi mejor amigo se llama Cesar.
Contesto Sergio, al tiempo que el otro chico con una sonrisa de bobo llena de satisfacción salía del agua a pulso, tensando sus músculos y se dirigía a Yolanda, para asombro de Sergio
- Muacc…muacc.
Le estampo dos besos en las mejillas a Yolanda, aprovechando para tocar su maravillosa y bronceada piel, mientras ella se reía divertida, ante el desparpajo y la sinvergüencería del chico, que se daba la vuelta muy orgulloso de su hazaña y saltaba de nuevo al agua.
- Encantada, encantada…jajaja…y tú que haces Cesar además de ser tan echado para adelante, jajaja…
Respondía entre carcajadas de aprobación Yolanda.
- A mí siempre me han enseñado que hay que saludarse con dos besos.
Dijo con su sonrisa bobalicona el enano castaño claro con perilla y músculos definidos de Cesar.
Cesar también tenía diecinueve años para veinte, y era repetidor de último año de bachillerato, menudos lumbreras ha pescado la criaja de Belén, pensó Yolanda. Lo habían adoptado una familia rica que no podía tener hijos, cuando tenía tres años, no se acordaba de sus padres biológicos, pero sus padres adoptivos estaban podridos en pasta y rondando los sesenta, eran más sus abuelos, que sus padres, aunque la amenaza de obligarle a trabajar si no superaba aquel curso era muy seria para Cesar, que quería gozar de una vida universitaria, para la que se veía que no tenía capacidad mental.
Después empezó la aburrida bravata de dos machos adolescentes ante aquella diosa voluptuosa como una pornostar. Que quien había perdido la virginidad antes, que si el que iba peor era porque estaba siempre de fiesta, ligándose unas pavas, y toda clase de fanfarronadas huecas y patéticas que se veían falsas a años luz…. Sobre todo, de dos criajos más bien nada atractivos.
- ¿Y si tan ligones sois, que hacéis con Belén y Ángela?
Les interrogo Yolanda, con una aviesa sonrisa.
- Bueno ahora nos interesa, verdad Sergio, pero si no dan la talla, iremos a por otras hay muchos peces en el mar.
Contesto Cesar…mientras Yolanda sonreía juntando mucho sus labios pensando, que estos dos no eran capaz de pescar ni en un barril.
Los chicos no habían dejado de tener la mirada fija en su cuerpo y en especial en su canalillo mientras hablaban, parecía que las chicas estaban entretenidas, y Yolanda quería aumentar aún más el calor y el deseo del tonto de Sergio, que Belén le supiese a nada, estaba picada en su orgullo al haberle oído decir eso de vieja y gorda, ella que estaba maciza y escultural.
Así que Yolanda se dio la vuelta sobre la hamaca muy lentamente, mientras los chicos se callaban de golpe y abrían mucho la boca y los ojos.
- La verdad es que me viene muy bien que estéis aquí. ¿Podríais extenderme aceite bronceador por la espalda y las piernas? Normalmente las piernas no es problema, pero la espalda me es bastante complicado.
Dijo Yolanda de forma despreocupada, sin darle la menor importancia, al tiempo que se agitaba hacia atrás muy sensualmente, su preciosa y sedosa melena morena, tumbándose boca abajo.
- Huuuuhh…siii, siii,…
Contestaron los chicos al unísono con voz sorda como dos estúpidos.
Por respuesta Yolanda nada más señalo la botella de bronceador, al tiempo que los muchachos salían goteando del agua y como dos tontos autómatas se acercaban cada uno, por un lado, como escoltando al objeto de su desenfrenado deseo, que hacía que sus pollas se retorciesen en sus bermudas como dos culebras.
Yolanda se llevó sus delicadas, femeninas y cuidadas manos hacia atrás y se soltó la parte de arriba el bikini, mientras sonreía lentamente de satisfacción.
Sergio que había cogido la botella del aceite lanzo un chorro sobre su morena espalda con la mano temblorosa. Pero el primero que se atrevió a extendérselo de forma insegura fue Cesar, después Sergio lanzo otro chorro y se unió a Cesar.
Cuatro manos extendían el aceite bronceador sobre su espalda con mucha inseguridad.
- Huuuuummmmm… lo hacéis muy bien…huuuumm
Gemio levemente Yolanda cerrando los ojos, intentando darles seguridad a los chicos.
- Si, ¿de verdad?
Pregunto asombrado y dubitativo Cesar.
- Huuuuummmmmm…si de verdad…huuuummm
Respondió con voz de deleite Yolanda. Consiguiendo el efecto querido, los chicos cargados de deseo acariciaban y masajeaban su suave piel de porcelana morena.
- Huuuummmm…sabéis una cosa… huuuuummm
Interrogo Yolanda cerrando los ojos y gimiendo con fingido deleite.
- Queeee…queee…
Contesto temblorosamente con la respiración cargada Sergio.
- Huuuuuummmm…pues que me habéis fastidiado el moreno…si no estuvieseis aquí con las chicas, habría podido hacer topless…que es como siempre tomo el sol….huuuummm
Dijo Yolanda sin dejar de fingir deleite.
- Po, po, por nosotros no te corteeess…hazlo, hazlo….
Respondió trabucándose Cesar.
- Jajajaja…que granujilla y “echao palante” estas tu hecho…a mi marido no le gusta que lo haga delante de otras personas…..además que dirían las chicas, podían quedar en evidencia…..huuuummmm….. a ver si adivináis que talla de copa de sujetador gasto…huuuummmm
Contesto desafiante Yolanda.
Los dos chicos se miraron sin saber que decir.
- No sabemos mucho de tallas de sujetador.
Contesto sincera e inocentemente Sergio.
- ¿Cómo es eso posible en dos triunfadores como vosotros, que no paráis de tener relaciones con chicas?
Dijo burlonamente Yolanda, los dos chicos pusieron la mirada en blanco, poniéndose algo rojos.
- Huuuuummm …No os preocupéis, la mayoría de los hombres no tienen ni idea de tallas de copa, a ellos solo les dicen un número por encima de noventa y creen que es una mujer con mucho pecho. Huuuuuummm…. La talla de la copa indica el tamaño de la circunferencia del pecho de una mujer, su verdadero volumen, y se mire por letras, “A” la más pequeña y en adelante en el abecedario cuanto más grande es, aunque es muy difícil encontrar tallas por encima de la G o la H. Huuuuuummm… ¿Cual imagináis que es mi talla, si no es de estas últimas tan grandes?
Expuso Yolanda explicativamente sin dejar de fingir deleite.
Los chicos muy calientes fijaron sus ojos en los laterales del bikini y en la parte que sobresalía de las tetazas aplastadas sobre la hamaca de Yolanda.
- No lo sé son, son, son, inmensas……una D.
Dijo Cesar con voz bobalicona de asombro.
- No, no, son más grandes seguro que una F.
Replico Sergio, con voz nerviosa.
- Y naturales chicos, totalmente naturales. Que lastima son talla E…huuuuummm….si hubieras acertado…..a lo mejor os las hubiera enseñado….
Dijo con voz dulce y provocativa Yolanda.
- Ahora se las enseñare a los pájaros la próxima vez que este sola en la piscina…jajajaja…
Continuo risueña y burlona Yolanda.
Los chicos estaban ojipláticos.
- Si, si, siii…nos las habrías enseñado….
Dijo Sergio boqueando con un pez, con la boca abierta acercando sus manos a las costillas de Yolanda y rozando con estas la carne que sobresalía de sus tetazas, al tiempo que Cesar le imitaba y acariciaba la teta de su lado
- Huuuuummmm……se me queman las piernas nenes.
Se quejó Yolanda, moviendo sus piernas muy seximente.
Sergio con la polla tiesa lanzo un chorro de aceite bronceador a la pierna más cercana a él y otra a la más distante. Los chicos respirando temblorosamente empezaron a extender el aceite sobre los gemelos de Yolanda, pero rápidamente empezaron a sobarle los muslos, con violencia y deseo. Yolanda empezó a calentarse, aquellas cuatro manos masculinas desprendiendo deseo tan cerca de su culo y raja, era demasiado estimulante.
- Huuuuummm….que bien lo hacéis nenes…….os gusta mi tatuaje…..huuuummm…..
Cuestiono con la voz más sexy y lujuriosa que pudo, ella se estaba poniendo cachonda pero los dos chicos estaban como motos.
- Si, si me encanta…me encanta.
Dijo Sergio al tiempo que lanzaba un chorro de aceite bronceador sobre el tatuaje de la nalga, y empezaba a extenderlo amasando la parte inferior del perfecto y turgente glúteo de Yolanda.
Entonces se acordó ella de las chicas, cuando sintió como Cesar empezaba a amasar su otra nalga fibrosa.
Lanzo una mirada y vio como las chicas entre risas se dirigían a la piscina con una bandeja.
- Ya está bien chicos…os estoy muy agradecida, ahí vienen vuestras novias.
Dijo Yolanda retorciéndose en la hamaca, apartando así su cuerpo de las manos de los chicos, su oscuro objeto del deseo, que movieron la cabeza como si salieran de una ensoñación y blancos de miedo por la impresión de oír a las risas de las chicas, corrieron rápidamente saltando al agua para llegar hasta la otra orilla donde estaban las toallas.
Cuando las chicas salieron por la puerta corrediza de la casa, los dos chicos sacaban la cabeza del agua y hacían ver que hablaban entre ellos. Belén lanzo una mirada sospechosa de odio hacia Yolanda que seguía tumbada boca abajo, pero pudo sentir aquella maligna mirada de la criaja.
Durante quince minutos Yolanda oyó, fingiendo indiferencia, las risas y el jaleo de los chicos, las chicas habían puesto música discotequera, y querían que sus novios bailasen con ellas, bebiendo los Martinis y snacks que habían preparado, tirándose de vez en cuando a la piscina a seguir bailando. Pero ellos ya no querían más que morrearse, abrazar y restregar sus pollas en sus novias.
- ¡Pero qué pegajosos estáis!
Se quejaba Ángela intentando sacarse de encima a Cesar.
Yolanda fingía autocontrol, como nunca, que cachonda se había puesto, y que locura había cometido, si llega a pillarla la odiosa criaja de Belén, más allá de la escena, a saber que le habría contado al derechón celoso de su marido, con mucho gusto la niñata pija y malcriada se habría ofrecido como testigo de infidelidad aunque no hubiese pasado nada, y Yolanda a la calle con una mano atrás y otra adelante, se había arriesgado muchísimo, eso no tenía que volver a pasar.
Pero ahora estaba cachondisima, tan caliente como hacía años, consecuencia de sus enormes necesidades sin cubrir, sus pezones duros como piedras clavados contra la hamaca le dolían terriblemente. Tragando saliva se abrocho la parte de atrás del bikini, se puso sus enormes gafas de sol, se calzo sus sandalias de tacón y salió de la piscina entrando en la casa con un forzado rostro de indiferencia.
Con el corazón agitado, se dirigió a su dormitorio, rebusco en los cajones hasta encontrar uno de su dildos, uno de silicona con vibración extra para el clítoris, de fondo se oía el jaleo de la piscina, antes de cerrar la puerta, su cuarto estaba aislado y las ventanas eran de climalit.
Se arrancó la parte de abajo del bikini, y se tumbó con las piernas bien abiertas sobre su cama, su raja era un mar de fluidos, encendió el dildo vibrador y empezó a introducírselo lentamente adentro y afuera, afuera y adentro.
- Oooooohhh…..aaaahhhh….oooohhh
Gemía mientras cerraba los ojos, el recuerdo del tacto de las ansiosas y deseosas manos masculinas de los chicos estaban tan fresco, que aún podía sentirlas.
- Oooooohhh…..aaaahhhh….oooohhh
Jadeaba y gemía sin dejar de meterse y remover el dildo vibrador, agarrando con su mano libre como podía sus enormes tetazas y acercando sus extra grandes pezones a su boca para chuparlos y morderlos, como deseaba que aquel par de enanos cachondos que estaban afuera con las chicas, estuvieran ahora sobre ella con sus jóvenes y potentes pollas, vibrando por ella, mientras le devoraban los enormes pezones y le comían sus enormes melones de talla de copa E. ¡Dios como lo deseaba!, Pensaba retorciéndose y penetrándose bestialmente con su dildo vibrador.
- Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhh……aaaaaaaaaaaaahhhhhh.
Estallo en un grito de placer chorreando por todas partes por el orgasmo, hacía mucho tiempo que no tenía uno igual.
Se levantó totalmente desencajada, se recompuso en el baño, se puso la parte de abajo del bañador y abrió la puerta del dormitorio. Un extraño silencio invadía la casa.
Moviéndose como un gato se acercó hasta el cuarto de Belén, poniéndose donde ella sabía que no sería descubierta y podría oír si sucedía algo.
- Por favor vamos a follar, estoy muy cachondo.
Se oía la voz de Sergio.
- No, ahora y aquí, con Yolanda no…ya lo hablamos, si lo hacemos ha de ser una noche especial y romántica, espera al viaje del fin del curso…
Contestaba molesta Belén.
- Joder Belén estoy muy cachondo, hazme una mamada aunque sea.
Respondía quejumbroso Sergio.
- Sabes que eres el amor de mi vida, pero eso me da mucho asco, Sergio.
Decía con voz lamentosa Belén.
- Joder seguro que Ángela, le está haciendo una mamada a Cesar en el baño de invitados.
Replicaba Sergio.
- Ángela que haga lo que quiera…..joooo…yo quiero que todo sea más romántico, como en las películas.
Contestaba con voz de niñata repipi y malcriada Belén.
- Que pasa que estas tan cachondo, te ha puesto cachondo ver a Yolanda, a esa zorra, vieja y gorda ¡Eh!
Recrimino a Sergio con la voz cargada de odio la criaja, haciendo que el disgusto le subiera a Yolanda hasta la coronilla.
- Pero que dices, ni me he fijado en ella, estábamos hablando de deportes y de jugarretas a los profes y esas cosas, Cesar y yo… y ella ni nos ha dirigido la palabra…además como iba a excitarme esa vieja gorda, cariño.
Respondió lleno de seguridad Sergio.
- Bueno te creo
Dijo con voz suspicaz Belén
- Hazte una paja mientras nos enrollamos, y te corres en mis pechos, eso es todo.
Propuso Belén con voz conformista.
- Bien, bien…..
Contesto Sergio. Yolanda estaba negra, no le hacía falta escuchar nada más, con que vieja y gorda, y si le hubiese dejado le habría devorado el culo, el mierdecilla bajito y fofisano, esta se la guardaba con mucho rencor.
- Ooooohhh…..si que bien la chupaaaasss…..
Se oían los gritos de Cesar desde el cuarto de invitados, sin ningún disimulo.
Yolanda ya tenía bastante, todos se iban a ser satisfechos por otros menos ella, se dijo importantemente cabreada y dirigiéndose a la piscina.
Celebraban con una comida en un restaurante de lujo la renovación de los contratos de seguro de la empresa de Vicente, como cada año. Yolanda, Vicente y el jefe de ella, Arturo un hombre de unos sesenta años, serio respetable conservador y familiar.
- Menuda es tu mujer. Pues dormir completamente tranquilo, jamás he visto a una mujer pararle los pies a un hombre con la rotundidad con que ella lo hace. No hay nadie más profesional que ella, es una experta en transmitir simpatía y atención con total indiferencia y menos un millón de coquetería.
Explicaba durante los aperitivos Arturo al celoso, derechón, viejo y deteriorado marido de Yoli.
Hasta dos años después de casarse no había consentido en traspasar todos los seguros de su empresa a la compañía de Yolanda, con lo que eso contaba para ella.
La explicación venía a cuento de un comentario y una mirada de rayos X de esas que desnudan, que le había lanzado a Yolanda al entrar en el restaurante un comensal que se iba, algo pasado de vino. Un comentario sobre lo buenísima que estaba Yolanda, ante lo que ella había mostrado indiferencia absoluta como si estuviera sorda y ciega.
Pero entre Arturo y ella habían tenido que convencer a Vicente para no montar un espectáculo, con una superhembra de bandera como Yolanda, aquellas situaciones se daban de vez en cuando. Vicente soportaba iracundo las miradas de deseo que provocaba su mujer, sobre todo porque ella sabía obviarlas, pero que le dijesen algo, lo sacaba de sus casillas.
Daba igual como se vistiese Yolanda, siempre destacaba, su rostro precioso de diosa morena, de pómulos perfectos, ojos brillantes y vivos, labios jugosos y apetitosos, con esa sonrisa brillante de embrujo moro, alta por encima de la media, con esas piernas laaargaaas y perfectamente esculpidas, de muslos macizos y prietos, que acababan en un culo grande, de esfericidad perfecta y respingona, esas caderas gloriosas y esa cintura estrecha con ese tronco firme de abdomen bien definido, para la ocasión llevaba una falda de tubo negra hasta la rodilla, unos tacones de aguja de ejecutiva azules de suela roja que realzaban su perfecto trasero extra respingón, una blusa lisa y sedosa azul a juego con los tacones con volandas en las mangas y el escote, sus pezones perfectamente disimulados con un protector dentro de su wonderbra, como siempre que se vestía para trabajar, unas medias transparentes de seda que se ajustaban a su muslo vestían sus preciosas piernas, llevaba su sedosa y perfecta melena morena que caía desde la raya central hacia los lados suelta, con las puntas que le llegaban a la mitad de la espalda naturalmente onduladas.
En la sala había muchas mujeres atractivas, rubias, castañas, todas muy atractivas y entre ellas destacaba Yolanda con su arrebatadora belleza morena y su bronceado cetrino. Mostrándose risueña y alegra como siempre sin dar importancia a las miradas de admiración y deseo de los machos cuando pasaban por su lado, tanto clientes como empleados del restaurante.
- Muy profesional, super profesional y toda una señora con mucha clase y elegancia, pero nada de confianzas y ay del que intente propasarse con ella. ¿Cómo se llamaba aquel tío que denunciaste tu segundo año en la compañía?
Seguía Arturo con su apología de Yolanda ante los ojos inexpresivos del inútil desecho físico de su marido, el celoso calvorota de Vicente, tendiendo sus brazos y sus piernas escuálidas, mientras se agolpaba sobre la mesa con su panza oronda y redonda.
Las imágenes de la semana pasada con los chicos se agolpaban en la mente de Yoli, durante el día le daban sudores frio y le provocaba pánico pensar todo lo que se había jugado, y que hubiera pasado si la pilla así la criaja de la hija de su marido, para más inri, arriesgarse a perderlo todo sin que hubiera pasado nada. Pero esos recuerdos alimentaban sus fantasías y deseos por la noche mientras se masturbaba con sus juguetitos, dos noches aquella semana, había ido el fofo e impotente de Vicente a babearla y meterle su churro flácido, ella había cerrado los ojos intentando imaginar que era uno de los bajitos y vigorosos chicos, pero la rapidez y la falta de consistencia de la pollita de Vicente, le había hecho imposible alcanzar el tan deseado orgasmo.
Mientras esperaban los postres Yolanda se levantó y excusándose fue al lavabo, se paró un segundo a ver una cristalera del aparador del restaurante donde había ciertos objetos y fotos de famosos, después prosiguió hacia el baño sobre sus tacones, un pie delante y otro detrás moviendo sus perfectas nalgas fibrosas, turgentes y respingonas, arriba y abajo, abajo y arriba.
- Hola preciosa.
Le dijo un tipo que parecía que salía o entraba del lavabo, como de uno ochenta de unos cuarenta y muchos y pelo muy engominado, ancho de espaldas y nariz puntiaguda, vistiendo un traje gris.
Estaba unas tres mesas más allá de la de Yolanda, comiendo con una mujer rubia y alta, y con dos niñas, se comportaban como lo que eran una familia, pero Yolanda por el rabillo del ojo había visto, como siempre que podía le lanzaba unas terribles y lujuriosas miradas que ella ignoraba.
- Hola Padre de familia con dos niñas.
Respondió Yolanda burlona esbozando su mejor y más seductora sonrisa.
- Si verdad, has visto las cosas tan bonitas que yo hago.
Contesto el tipo con socarronería y caradura.
- Por si no te das cuenta, estoy casada, este es mi anillo y aquel es mi esposo.
Dijo Yolanda mirando fijamente y muy seria al tipo mientras alzaba su mano y mostraba su alianza de casada.
- ¡Esa piltrafa humana! No creo que pueda satisfacer a una superhembra maciza como tú, estas demasiado buena, buenísima, como para no ir pegando polvos por ahí.
Siguió el tipo en su tono más chulesco y provocador, mientras Yolanda abría la puerta del baño de mujeres disponiéndose a entrar, con una cara de total indiferencia fría como el hielo.
- Espera, topmodel, ten mi teléfono piénsalo y me llamas, algún día nos podríamos dar un homenaje sin compromiso, solo puro disfrute.
Dijo el tipo en un tono prepotente y sobrado, acostumbrado como estaría a las infidelidades con mujeres de bandera como Yolanda.
Yolanda para no darle más coba, cogió el teléfono sin mirarle a la cara y entro en el baño de mujeres, cerrando la puerta tras de sí, arrugando el papel con el teléfono y el nombre del tipo y arrojándolo a la papelera, todas las semanas le pasaba una o dos veces, en multitud de lugares, y siempre hacia lo mismo, la tentación era muy grande y era mucho lo que estaba en juego, todo el dinero del cretino de su marido.
Por fin aquel sábado iba a poder disfrutar de la piscina sin la criaja y sus niñatas amistades. Se despertó sobre las nueve y media, desayuno con Vicente en la cocina de la casa, llevando uno de sus batines de seda que le caían hasta mitad del muslo, mientras este como era su costumbre leía periódicos de derechas y despotricaba contra los rojos, para acabar su charla mañanera de sábado auto alabando su swing que iba a mostrar en el club de golf a sus amigotes de polo Ralph Lauren y pin del partido de derechas.
Vicente se despidió con dos besos de Yoli, mientras esta iba a la habitación a cambiarse y prepararse para unos baños de sol en su magnífica piscina. Rímel, algo de colorete y los labios perfilados con carmín rosado húmedo, escogió un bikini naranja claro, donde se trasparentaba casi todo, que tenía escondido, de otras épocas antes de casarse con Vicente, de tanga de hilo para abajo y de triángulos sujetatetas arriba, con ellos había hecho estragos en las playas, sus enormes mamazas esféricas y perfectas, desbordaban en perfecta redondez los laterales del bikini y su tanga de hilos mostraba totalmente sus nalgas de ensueño, convirtiéndola en la miel que atraía todas las miradas en las playas y piscinas. Además, iba a estar ella sola, y pensaba hacer toples.
Mientras se arreglaba en su dormitorio un extraño y breve resplandor que procedía del otro lado de la valla de su propiedad le lanzo un par de destellos, al primero no le dio importancia, pero cuando el tercero le alcanzo los ojos, se mosqueo.
Fue al despacho de Vicente, donde ella sabía que tenía un telescopio lleno de polvo, regalo de su hija cuando tenía ocho años, que solo sacaba a determinadas visitas para fardar, y que sabía manejar mejor Yolanda que Vicente, porque Vicente despreciaba cualquier clase de conocimiento o intelectualidad por inútil, así que cada vez que tenían una visita académica Yoli, le volvía a explicar al zote de su marido cómo funcionaba el telescopio.
Yolanda lo llevo a su dormitorio, y lo apoyo en la ventana, enfocándolo para escudriñar el punto del que provenían los reflejos. Una sonrisa maligna se dibujó en su rostro al descubrir la causa de esos reflejos.
Desde luego no eran ningunas lumbreras, desde luego que no, el par de novios enanos y niñatos de la criaja y su amiga, estaban encaramados en el techo de una furgoneta, que a saber de dónde habían sacado sus padres, pasta tenía de sobra.
Estaban allí con dos prismáticos, porque la parte de atrás de la casa de Yolanda con jardín después de la piscina y la valla de 4 metros quedaba muy lejos de una calle, en principio protegida de todo tipo de miradas, con una propiedad contigua donde residían una pareja de ancianos antes de la calle trasera, que hacia subida, por lo que el techo de una furgoneta estándar en lo más alto de la curva, permitía ver en la más absoluta lejanía la piscina de la casa de Yolanda, sin unos prismáticos era casi imposible distinguir a la personas en la casa de Yolanda, solo se veían individuos sin mucho detalle de sus cuerpos moverse de aquí, para allá, pero con unos potentes prismáticos la visión era inmejorable, casi como si estuviesen al borde de la piscina contemplándola.
Al principio Yoli, pensó en castigarlos dejándolos allí arriba en la cuesta, por donde casi nunca pasaba nadie, allí asándose como pollos al sol, aunque solo era primavera a las horas más fuertes de sol, pegaba duro, pero claro si hacia eso, era ella la que se fastidiaba renunciando a tomar el sol.
Volvió a ojear y vio a los dos pánfilos, que habían desplegado un toldo por encima de sus cabezas, y con un cojín acomodaban los prismáticos probablemente enfocándolos a la terraza junto a la piscina de Yolanda.
Le fastidiaba sobre manera, aquel par de mocosos mequetrefes, zafios niñatos que no valían ni medio polvo, y sobre todo el cobarde rastrero de Sergio que después de babear y temblar al tacto de su piel, la había llamado gorda y vieja, cuando ni había estado, ni estaría nunca, ni a un milímetro de una tía tan buena como ella.
Pero si no salía a tomar el sol, también ganaban ellos. Así que decidió salir y darles un buen espectáculo, iban a ver todo lo que nunca iba a ser suyo, y que nunca más iban a poder ni rozar.
Se recogió el pelo en un moño sujetándoselo con un palito, se puso un batín negro, se calzo dos cuñas y poniéndose sus grandes gafas de sol se dirigió a la terraza con el aceite bronceador, enfundada en su espectacular bikini transparente color naranja.
Abrió la puerta de la terraza y paso sobre sus cuñas, lentamente dejando el aceite bronceador junto a una de las hamacas expuestas al sol junto a la piscina, alzo la vista como mirando al horizonte a través de las gafas de sol, pudo ver a los dos chicos como un borrón a lo lejos tumbados bajo el toldo y preparados, los destellos de los lentes de los prismáticos delataban su posición y que estaban enfocando hacia ella.
Yolanda con mucha parsimonia se desanudo el batín negro satén, abriendo primero un lado y luego el otro, descubriendo su despampanante cuerpo solo cubierto por el minúsculo bikini transparente de color naranja, solo un triángulo en la parte de abajo cubría su pubis y a través de él se podía ver claramente la oscuridad del triángulo de su depilado brasileño, arriba un escaso triangulo en cada lado sostenían sus enormes tetazas naturales de redondez y turgencia perfecta e imposible de talla de copa E, que se desparramaban en una perfecta gota de lluvia hacia los lados erguidas en su inmensidad desafiando la gravedad, su pezón extraordinariamente grande se clavaba en la tela pareciendo que iba a agujerearla.
Yolanda dejo el batín en la hamaca junto a la que iba a tumbarse y donde ya estaba el aceite bronceador, echo la vista al frente, y andando con mucha clase y decidida como si estuviese desfilando en una pasarela de modelos, bajo las escaleras y moviéndose de forma decidida, empezó a andar rodeando la piscina, primero un pie luego el otro, con energía pero con clase, sus enormes melones se balanceaban arriba y abajo, abajo y arriba, con los enormes pezones erguidos y erectos como dos puntas de lanza apuntando hacia delante, cuando dio la vuelta a la piscina su enorme y perfecto culazo ocupo toda la escena de la vista de los chicos, aquel bikini tanga de hilo, sus turgentes y perfectos glúteos redondos subiendo y bajando, bajando y subiendo, a cada paso, sus muslos agitándose fibrosos y prietos, que espectáculo bestial para los dos chicos aquel divino y voluptuoso cuerpo moreno exhibiéndose para ellos.
Yolanda llego hasta las hamacas tomo el aceite bronceador y se lo dejo caer por los hombros y la espalda, extendiéndoselo muy sexy y sensualmente, de forma lenta por la espalda y la parte trasera de los muslos, poniéndose de perfil y masajeándose las perfectas nalgas de forma detenida, como si las amasase, para acabar palmeándoselas y agitando levemente las caderas como si se tonificase los perfectos glúteos, que vibraban en toda la perfección de su curva como vibra un macizo postre de gelatina al que has agitado, mientras pensaba “ contemplar, contemplar lo que un día tocasteis y nunca más volveréis ni a rozar”, después se acercó a la hamaca como una gata se deshizo de las cuñas y entro en ella muy lentamente a gatas, poniéndose a cuatro patas y mostrando su perfecto y divino culazo sin rastro de celulitis, ni piel de naranja, deteniéndose como si arreglase la toalla en forma de almohada, de rodillas alzando el culo al máximo para hacerlo, los chicos debían estar dándose un festín y muriéndose de deseo cachondos como dos demonios en celo.
Finalmente Yolanda se tumbó con el culo en pompa y las piernas abiertas, dirigiendo sus delicadas y femeninas manos a la parte trasera se desato el nudo del bikini y se quedó tomando el sol.
Sus firmes y perfectas nalgas expuestas a los niñatos salidos y al sol, a ver cuánto aguantaban los niñatos asándose al sol ella podía mucho, les iba a hacer sufrir antes de enseñarles sus enormes y perfectas mamazas de pezones extragrandes.
Después de cuarenta minutos al sol, en su espalda y sus piernas no quedaba ni rastro del aceite bronceador, de vez en cuando volteaba la cabeza como oteando el horizonte a través de sus gafas de sol, para comprobar el destello inconfundible de los prismáticos de los criajos. La verdad es que a pesar del toldo, se estarían abrasando allá arriba en lo alto de la cuesta, y todo por verle las magníficas tetazas naturales, redondas que caían erguidos en perfecta gota de lluvia, con sus erectos y puntiagudos pezones extra grandes.
La verdad es que aquella insistencia y resistencia le resultaba halagadora a Yolanda. Si, los niñatos se lo habían ganado, hasta Sergio, les daría un espectáculo, que no olvidarían en la vida, iban a estar pajeandose pensando en ella por los restos.
Yolanda se volvió a atar la parte de atrás del biniki, giró lentamente sobre la hamaca volviendo palmearse como si se sacudiese polvo de cada uno de sus circulares y perfectos cachetes respinones del culo al aire en su tanga bikini de hilo naranja, y se levantó calzándose sus cuñas, se quitó sus gafas de sol, dejándolas en la hamaca de al lado y se dirigió al borde de la escalera que desde la terraza bajaba a la piscina, como colocándose en el centro del escenario.
Mirando al frente con gesto desafiante volvió a dejarse caer aceite bronceador por los hombros y la espalda probando de extenderlo nuevamente por ella, luego hizo lo mismos con los muslos, las nalgas, los gemelos, parte a parte de forma muy suave y femenina, extendiéndolo con sus finos y delicados dedos, doblándose y dejando una perfecta visión de sus divinos pechos de talla de copa E colgando dentro del bikini que claramente desbordaban, una visión que su melena no impedía al estar recogida en un moño con un palito en la nuca, después se puso más aceite bronceador sobre su vientre plano y definido, jugando con su ombligo, sobre sus caderas curvas y divinas, llegando debajo de su tetazas, chorreando más sobre el canalillo.
Entornaba los ojos porque aquellos idiotas estaban enfocándola tanto que del destello a veces la cegaba. Siguió extendiéndose el aceite por los hombros y la parte superior del pecho, la frente sus perfectos pómulos, su cuello, probando que los chicos perdieran la calma, desesperados esperando el momento en que se sacase el triangular y escaso bikini que cubría sus enormes y turgentes melones.
Con mucha parsimonia dirigió sus delicados manos a la parte de atrás y se desanudo el bikini. Sus mamazas en forma de gota de lluvia se desprendieron naturalmente del trozo triangular de tela que aún las cubría, cayendo y subiendo erectas y turgentes a la vez, con la misma parsimonia, se llevó las femeninas manos de uñas perfectamente pintadas de rojo detrás de la nuca y se desanudo el último nudo del bikini, dejando que este cayera al suelo muy teatralmente.
Dejo caer sobre sus erectos, redondos e inmensos pechos de pezones extragrandes un buen chorro de aceite bronceador, y sosteniéndolos a duras manos con sus manos delicadas desde abajo, empezó a extenderlo primero hacia el centro de sus mamazas, cubriendo su gran y oscura areola y pellizcando sus pezones erectos como flechas, en el medio de sus dedos índice y corazón, cada vez que subía para extender el aceite en toda la circunferencia de sus gloriosas tetazas, subiendo y bajando, bajando y subiendo , sin parar de sostenerlos y llevando las manos hacia el centro como si quisiera ordeñarlos, apretando y haciendo que la oscura areola y el moreno y duro pezón sobresaliesen y se escapasen de su mano, sin dejar de cerrar los ojos y pasarse lenta y sensualmente la lengua por los labios, mordiéndose de vez en cuando el labio inferior, convirtiendo su precioso rostro de diosa morena en la cara de una perra viciosa y cachonda.
Cuando se hubo amasado suficientemente las mamazas, estiro al cielo sus perfectos y definidos brazos, tensando todo su cuerpo, haciendo que sus tetazas se irguieran hacia delante desafiando con su perfecta exuberante redondez la ley de la gravedad, parsimoniosamente se llevó las manos al palito del pelo, tensando aún más su tronco donde se dibujaban sus costillas y su largo abdomen se dibujaba, y mientras se quitaba el palito de forma magistral y casi imperceptible movía su hombros a la vez que su cabeza, para desmadejar su preciosa melena castaño oscuro casi negra, haciendo que sus enormes y maravillosas tetazas se agitase lentamente de derecha a izquierda y de izquierda a derecha.
Los niñatos no podrían masturbarse allí arriba, de vez en cuando pasaba una moto o un coche, y ya era muy sospechoso que estuvieran allí subidos al borde de la acera, si se sacaban las pollas y empezaban a machacárselas algún vecino que pasase podría llamar a la poli, ellos eran tontos, pero no tanto. Yoli sabía todo esto y por eso esbozaba una amplia sonrisa de satisfacción, pues los estaba poniendo calientes como un volcán en erupción sin poder aliviar su calentura.
Y el espectáculo no había acabado, con su cuerpo brillando y chorreando aceite por cada milímetro, Yolanda se dio la vuelta, volviendo a la hamaca agitando sus perfectas nalgas a cada paso, arriba y abajo, abajo y arriba. Se sentó en la hamaca y subió la parte delantera del respaldo, para después estirarse boca arriba al sol con sus piernas estiradas, con sus firmes y redondeados muslos, con sus enormes tetazas al aire cubiertas de aceite, aún estuvo unos veinte minutos así con los ojos cerrados y las manos en el lateral, luego abrió los ojos, el destello de los prismáticos volvieron a deslumbrarle, así que empezó a humedecerse los labios lenta y sensualmente, sus manos se deslizaron por su vientre subiendo hasta sus tetazas, agarrándolas de nuevo desde abajo, masajeándolas y apretándolas como si quisiera ordeñarlas, sus pezones se pusieron duros como piedras. La verdad es que Yoli estaba cachonda como una perra en celo, que morbo le daba todo aquello, su entrepierna ardía, se convulsionaba lentamente por la calentura retorciéndose en la hamaca, cerrando los ojos y mordiéndose fuertemente los labios, no tardo en llevarse las mamazas a la boca y bajar la cabeza para chupar y morder sus enormes pezones, con el rostro desencajado de una zorra lujuriosa, durante varios minutos, después su delicada y femenina mano de uñas rojas se deslizo debajo de su tanga naranja transparente, y empezó a jugar con el mar de su raja y su clítoris, frotando cada vez más, con más fuerzas, mientras ella se retorcía de placer y con la otra mano no dejaba de llevarse alternativamente una teta y luego la otra a la boca, chupando y mordiendo sus pezones.
- AAAAAAHHHH……..AAAAAAAHHHH…..AAAAAAAHHHH…….
Estallo gritando a viva voz, algo que no podía evitar siempre que se corría, al tiempo que convulsionaba por el orgasmo como una poseída, un enorme chorro de su clítoris había empapado su tanga bikini naranja.
Dejo que las pulsaciones le bajaran antes de abrir los ojos y volver a ser deslumbrada por los destellos de los prismáticos, esbozando por ello su más maliciosa y preciosa sonrisa perfecta, aquellos dos criajos (que seguramente eran vírgenes) estarían flipando extasiados con las pollas como mástiles de barco sin poder saciarse.
Vamos a por el último bocado se dijo Yoli, se incorporó, se volvió a recoger el pelo en un moño en la nuca con el palito, y bajo de la hamaca al llegar a las escaleras, se quitó muy grácil y femeninamente el tanga de hilo y de forma decidida, completamente desnuda mostrando su raja y su depilado triangular brasileño, se dirigió con una enorme sonrisa de satisfacción a una de las duchas de la piscina.
La piscina tenía dos duchas una en una esquina , la típica ducha de paredes de ladrillos huecos con senefas de obra y una ducha junto a la piscina sin muros ni nada que la protegiera, y allí, completamente desnuda se ducho de cabeza para abajo, dejando caer el jabón por todo su cuerpo desde los hombros, cubriendo con su espuma, su culo grande de nalgas perfectas, fibrosas y respingonas, masajeando su vientre plano y definido, la piel suave y firme de sus muslos cubierta de espuma, agachándose de espalda a los chicos para darle el mejor plano de sus glúteos y labios vaginales, deteniéndose encarecidamente en sus mamazas cubiertas de espuma jabonosa, pellizcando de nuevo con sus dedos corazón e índice sus pezones.
Después de enjuagarse entro en la piscina desnuda, sin desarmar su moño, fue y volvió, salió del agua, se dirigió a la hamaca recogiendo su bikini, dándole siempre la espalda o el perfil de su majestuoso y voluptuoso cuerpo a los niñatos, mientras se secaba con su toalla, se calzo sus cuñas de esparto y se puso su batín satén negro que le llegaba a mitad del muslo, y volvió a entrar en la casa, esbozando una enorme sonrisa de satisfacción, el espectáculo había terminado por hoy, ya podéis iros a matar a pajas a gusto pensó, caminando por el pasillo de la casa a carcajada limpia. … CONTINUA