Liberación de Cuerpo y Mente

He aquí la historia de hasta qué punto tuvo que llegar un chico para convencer a su novia de que se masturbase tras años de castidad e irracionalidad.

Capítulo 1.

Llaman a casa, ¿Quién podrá ser hoy, con el mal día que hace? Eso es lo que pasó por tu cabecita, inmediatamente después recordaste una cita muy concreta: "Desde hoy, en cuánto llueva te llevaré ahí." No hubo más datos; ella se encogió de hombros, acercándose para abrir la puerta y encontrarlo ahí, trajeado y empapado, hizo amago de decir algo aunque su voz fue acallada por el estruendo de la tormenta, sin más aferró tu mano para cerrar la puerta tras de ti. - El coche está al otro lado de la calle. - Corrieron hacia el coche, una vez entraron fue cuando se aventuró a preguntar. - ¿Pero no deberías de estar trab...? - No pudo continuar la frase pues la acalló con un beso. Recostándose como buenamente pudo en el sillón y tomando su mentón entre los dedos pulgar e índice besó con suavidad y dulzura sus labios. - Dudo mucho que en un día como hoy acudan muchos clientes, además, creo recordar que te prometí llevarte a cierto sitio en cuanto lloviese, ¿Recuerdas? - Ella asintió sonriente, contemplando como él quedaba ensimismado, observando la lluvia golpear las lunas del vehículo, recreándose en la belleza de esa gris ciudad recubierta por el mágico manto de la lluvia, acompañada de esa purificación del aire tan necesaria. - En marcha. - Arrancó el coche, pero antes de instarla a colocarse el cinturón sacó de la guantera una fina tira de terciopelo con la cuál vendó sus ojos. Tras eso, volvió a besarla y puso el coche en marcha. - Vamos... No seas malo, dime donde me llevas... - Esa vocecita de niña buena en muchas ocasiones me había podido, pero este no era el caso. - Ah no, hoy no colará, cariño. - Dijo metiendo primera y emprendiendo su marcha, marcha la cuál no duraría más de tres cuartos de hora, los cuáles a ella se le hicieron eternos. - Ya puedes quitarte la venda, cariño. - Ella giró la cabeza hacia la misma dirección de la cual provenía esa voz la cuál la embelesaba y tanto le agradaba oír. Pronto los baches que plagaban el semiasfaltado camino hicieron del que hasta ahora era un agradable viaje se convirtiese en uno mas bien tedioso, más aún cuando el único material que recubría el camino era tierra. - Qué bonito... - Ella quedó absorta en el paisaje, una enorme explanada sembrada de trigo o cebada, a lo lejos se alcanzaba a distinguir un molino abandonado. - Hmm... Dime, ¿Iremos allí como la otra vez...? - Recordó divertida la última experiencia vivida entre montones de heno. - No, esta vez no...

Capítulo 2.

De igual forma ella ya había desechado esa idea al ver como se adentraban en la espesura del bosque. Aunque el día hubiese sido soleado dudaba que el follaje permitiese filtrar una cantidad de luz lo suficientemente alta como para ver sin ayuda de una linterna o similar, ahí dentro apenas caía agua si bien es cierto que a lo lejos se oía con furia el tronar proveniente de la tormenta. - Creo que por aquí había una ciénaga o algo por el estilo oí, ¿Es eso...? - Ella lo miró, tumbando la cabeza hacia un lado, el sin embargo se limitó a negar lentamente. Pronto el coche se detuvo. - De ahora en adelante tendremos que ir a pie, vamos. - Ambos bajaron del coche y se encaminaron hacia las profundidades del bosque, éste no tardo en rodear la cintura de su novia con la diestra. - Basicamente, cariño, te he traído aquí para disfrutar de un día en libertad, para liberarte de ti misma y que disfrutes en libertad. - Ella no entendió nada, supondría que sería algún picnic o algo por el estilo, lo que no sabía era cuán descaminaba iba si pensaba en eso... Lo cierto es que hasta ese día, y a pesar de llevar juntos un tiempo relativamente más que suficiente, no habían indagado mucho dentro de la sexualidad, no por falta de confianza sino... Por una serie de prejuicios arraigados a la mente de la muchacha los cuáles no le hacían disfrutar del día a día todo lo que le gustaría, y hoy, era el día de dejarle todo claro y mostrarle cuán equivocada estaba al respecto. Finalmente llegaron a un claro entre toda esa masa de hojas y ramas, seguía lloviendo. - Huh... Tal vez deberíamos de darnos la vuelta o seguir adelante, pero no quedarnos aquí, está lloviendo y me pondré empapada... - Él sonrió ante ese comentario. - Oh descuida, acabarás más que empapada. - Ella se sonrojó al instante y lo empujó con aire infantil. - ¡Tonto! - Sin embargo, éste "cayó desafortunadamente" sobre la hierba, la cuál amortigüó el golpe. No se le ocurrió otra cosa más que el coger su tobillo y tirar con fuerza, haciéndola caer para una vez en el suelo avalanzarse sobre ella, sonriente, sin darla tiempo a mediar palabra, besándola. - Shh... - La silenció con el dedo índice al ver como hacía amago de revolverse, no por cualquier cosa, sino porque sentía como la diestra de el joven se deslizaba por su ya empapada camiseta, quedando estática una vez llegó a la cintura. - ¿No eras tú quién pedía un día en libertad y naturaleza...? - Bueno... Tampoco... - Otro beso volvió a silenciarla, esta vez arqueó un poco la espalda y abrió los ojos de una forma un tanto repentina, sintiendo como la zurda era esta vez la cuál la acariciaba, como se introducía bajo su camiseta, y como acariciaba con el dorso de la mano y de forma lenta su pecho. - Hoy he decidido explicarte la solución a todos tus prejuicios, hoy he decidido comentarte el por qué sigues unos estereotipos marcados, hoy he decidido exponerte cuál es la libertad que crees estás viviendo... Hoy, he venido aquí contigo para liberarte.

Capítulo 3.

  • Pero... Yo no... - Un nuevo beso la volvió a silenciar, esta vez más apasionado, más ardiente... Finalmente ella cerró los ojos, sintiendo todo el calor que desprendían ambos cuerpos, sintiendo así mismo la excitación del joven al rozar la ingle de su pareja, para él todo ello era excitante, verla ahí tumbada, sentir su entrecortada respiración, notar como su pulso aumentaba hasta límites los cuáles sólo conocían los deportes más exigentes. Ella no sólo sentía la excitación de él, sino también la suya propia, nunca había estado en una situación así, y el olor a tierra mojada, esa sensación de libertad por una parte y sumisión por otra era algo lo cuál resultaba más afrodisíaco aún.
  • No... No puedo... Ya sabes qué... ¡Ahhhh...! - Un repentino grito ahogado por el placer anunció el gesto tan anhelado por el joven; había introducido la diestra bajo no sólo su pantalón, sino su ropa interior, comenzando a acariciar de forma suave su sexo, superficialmente, deteniendo un par de dedos y utilizándolos para estimular su clítoris. - Ahora vamos a dejar las cosas claras, cariño... - Ella tragó saliba de forma un tanto precipitada, totalmente roja por la situación la cuál se le planteaba, realmente... No es que no quisiese, sino que no... "Debía".
  • Empecemos, cosita... - Dijo ejerciendo un poco de presión sobre su clítoris, algo lo cuál la hizo echar la testa hacia atrás. - ¿Por qué reprimirte...? Sé que han sido incontables las ocasiones en las cuáles por una cosa u otra, te has sentido... "Alterada", y es eso algo lo cuál no vas a negarme, ¿Verdad...? - Ella negó rapidamente, emitiendo pequeños gemidos ante esas caricias. - Bien, así me gusta... Al igual que es cierto que en algunas ocasiones, leyendo ciertas cosas o... Escuchándome narrártelas también has sentido... Ciertos impulsos... Y te restaban dos opciones, una, hacer caso al cuerpo e instinto... O dos, pensar en todos esos estereotipos y mantenerte quieta e impasible... - Tras reflexionar momentáneamente sus palabras, se dispuso a protestar. - Pero yo no deb... - Un nuevo grito de placer volvió a mermar su réplica, dejándola en una placentera muestra de lo mucho que le agradaba escoger la primera opción, la de liberar por completo su cuerpo para así dejarse deleitar por los placeres que la naturaleza le brindaba y que esta maldita sociedad le privaba. El observó complacido como el introducir lentamente los dedos corazón y anular habían dado el resultado esperado, más aún cuándo comenzó a moverlos en círculos, acariciando lentamente sus paredes, comprobando sonriente como su sexo no hacía más que segregar aquellos deliciosos flujos con los cuáles tantas veces había soñado. - Hoy, pequeña, voy a despejar esos tabúes que nublaban tu mente y te hacían meditar si estaba bien o estaba mal... - Él fue aumentando el ritmo, ella reaccionó haciendo que esos gemidos cargados de inocencia y placer fuesen resonando y mezclándose con el de la lluvia al morir sobre la húmeda tierra.
  • Entonces qué, pequeña... ¿Volverás a reprimirte cada vez que te llame... Cada vez que lea algo lo cuál te incite a hacer algo...? - Ella negaba, sentía que estaba cerca, cómo ese enorme placer se acercaba, le daba igual el orgullo, le daban igual todos los prejuicios, al fin había aprendido a liberarse realmente, aprender a disfrutar de la libertad... - En ese caso, si tanto has aprendido...
  • Dijo el cogiendo la manita de su novia, extendiéndola hasta llegar a su sexo.
  • Termínalo tú pues. - Ella abrió la boca, hizo amago de decir algo, en cierto modo quería que siguiese él, quería a su vez darle placer, lo veía notablemente excitado, pronto lo sintió sobre ella besandola el cuello, apretando con fuerza su pecho mientras sin más, se limitaba a masturbarse, gimiendo en alto, a su oído, haciéndole saber así, que al fin, había ganado la batalla y la guerra contra el que hasta ahora era su peor rival: La irracionalidad.