Liado con las peregrinas
El peregrino negro, se lia con una peregrina y termina como semental lechero para los desayunos
Las Peregrinas y sus escarceos
No hace mucho, realizaba una ruta peregrina entre San Senxo y Finisterre, una ruta que en principio era solo de ida, pero acabó siendo de ida y vuelta con una breve estancia en un albergue de unos buenos amigos
Caminaba a mi aire con ese placer de encontrame a los diversos/as peregrinos/as y darme al placer del charloteo, lo que era muy común pus un negro peregrino de esa cosa que se vea todos los días, ni en todos los caminos del Señor, salvo en la tierra de los infieles allí sí que se ven.
Hacía ya horas que no veía a nadie, hasta que al llegar a la iglesia de San Bras, me encontré a dos peregrinas novatas, como ellas mismas se calificaron, con las cuales entretuve unos minutos que se convirtieron en algunos más interesadas por mi historia.
Una de ellas, la más entrada en años y fea como Picio, (Encarna) pero muy pizpireta se quejaba de los pies, que, por cierto, presentaban bastante mal aspecto, el derecho una buena hinchazón.
La otra peregrina más joven y maciza, o sea más buenorra (Angela) pasaba de todo, salvo de tomar notas para su diario, en el cual iba anotando mis consejos y atajos para la ruta, y aquellas cosas del condumio y los frotes y demás a su querida amiga.
Me acerqué a la feota a Encarna y le tomé el pie con mis grandes manos y tras un breve examen le aconsejé que se viniera conmigo al arroyo cercano, y veríamos la forma de bajar la inflamación dado como estaba el pie, a lo cual accedió, eso sí llevamos de carabina a su amiga Angela que no nos quitaba ojo.
Antes de llegar a la orilla, apenas sin darme cuenta Encarna se puso en cuclillas y echando la braga a un lado fue soltado una buena meada, la miraba estupefacto a ella y a su perlado coño rodeado de pelambrera, algo le iba a decir cuando me soltó ¡Es que con los ríos siempre me dan ganas de mear ¡
Tras ello coloqué a Encarna en la orilla del pequeño arroyo en el cual me metí yo también para ir limpiando los maltratados pies, a la vez que le quitaba la roña caminera, luego pasé a frotarlos bajo el agua, y excitarle las partes de la planta el pie, haciendo círculos con los pulgares en cada dedo, así como la línea que va por debajo del nacimiento de los dedos, buscando los puntos más sensibles.
Encarna veía un poco las estrellas, pero se deja hacer pues encontraba placer tanto por el agua fría que la calmaba horrores, como por el suave sobeo de los pies que le venía genial, por lo cual se entregaba y se deja hacer, tirándose para atrás, no le importa enseñarme sus bragas blancas y un abultado monte de venus bajo ellas, pues su faldita desde mi posición deja ver y adivinar lo que ya había visto en durante la meada.
Proseguí con mis masajes por sus gemelos para que el Talón de Aquiles se relajase, pues parecía que estuviese de trotar por caminos y trochas, y de tanto retorcerse para evitar los sufrimientos de las ampollas, las piernas se le habían puesto duras como tablones y llenas de puntos de inflamación.
Subí con el masaje de los gemelos a las rodillas, Encarna no decía nada. y el placer era intenso y se dejaba hacer emboscada en placer del masajeo… mientras mordía su labio inferior.
Llegue con mis masajes como a la mitad de los muslos a la vez que me iba poniendo berraco con la escena de su faldita y las bragas y el montículo de venus…. Angela, su amiga, se empezaba a mover inquieta al ver donde tenía las manos, por lo cual bajé de nuevo los pulgares hacia los hinchados tolillos de Encarna, para volver a frotarle las plantas de ambos pies dejándola de reposo con los pies en al agua, a la vez que me sentaba en una piedra en mitad del cauce con todo el pantalón medio mojado, dejando mostrar protuberancia...
Les indiqué que había un albergue más adelante y que llevan unos amigos, y que allí podían descansar, y a la vuelta de mi etapa, si estaban por allí les podía dar un cierto masaje más intenso ya que llevaría un poco de aceite y un gel frio aceite de argán.
Y así quedamos, como buenos romeros del Camino en ayudarnos, de camino al río hasta sus mochilas, Encarna hecho mano atrás buscando a escondidas mi vergón, que apretó con ansia y alevosía.
Llegados a sus mochilas siguieron su ruta y yo la mía, llegado al pueblo compré el gel y el aceite, y me volví sobre mis pasos con la idea de hacer una parada en el albergue, dejar el aceite y el gel, y seguir mi camino no sin antes cata ala peregrina si llegaba el caso.
Cuando llegué ambas peregrinas ya estaban de mejor humor, muy cambiadas y repuestas, les entregué lo comprado a cambio de una cerveza, a la cual siguió otra, y entremedio empezó la Encarna a darse ella misma el aceite y el gel, no sabiendo muy bien cómo hacerlo, ni orden de los productos, por lo cual me sugirió que podía dárselo yo, buscando la complicidad de forma un poco infantil, a la vez que dejaba ver sus perlados peños del coño, asomar por entre los pliegues de la braga.
Mis conocidos, viendo lo que iba cociendo, y que la tal Encarna se iba medio despechugando debido a la sofoquina, nos ofrecieron que subiéramos a la habitación del primer piso en la cual había unas camas viejas y unas colchonetas, y que allí estaríamos más tranquilos para el tema de los masajes…
Y así fue como Encarna salió rauda hacia la habitación en cuestión, mientras Angela se entretenía con otras chicas extranjeras.
Ya en la habitación puse panza abajo a Encarna, y procedí a darle con el aceite de romero y argán en los pies y tobillos, realizando una serie de masajes, y rotaciones, en las cuales su braga ahora azul, ya marcaba raja y nalgada, la estiré en el suelo tan grande como era a la tal Encana, algo mayor que yo, y me subí a su espalda pisando esta con los pies desnudos, pronto su espalda empezó a crujir de los desentumecimientos, pero a Encarna todo aquello le iba gustando más y más , y se abría y abría, me indicó que ya puestos porque no le daba un fregoteo a su nuca y omoplatos y más abajo.
Dicho hecho, me puse encima de su culamen, lo cual no le importó, sino que se colocó un poco mejor y empecé a darle un pequeño masaje por la nuca y el nacimiento de la espalda, se arremangó la camiseta y así fue como se quedó con, la faldita y las bragas y la camiseta arremangada que dejaba medio al aire unas generosas tetas sin sujetador que fue tomando bajo su cuerpo para que el masaje fuese completo.
Cuando le indiqué se dio la vuelta, pero no se bajó la camiseta dejando ver en primer plano sus estupendas tetas, estaba medio berraco y con un pollón que ya salía por la goma del pantalón ella se
agachó y me dio una auténtica lamida en la cabezota del capullo poniéndome como el arco y la flecha, me estrujó los huevos por encima del pantalón y empezó a dudar de que el cacho polla que me gastaba le cupiera. Le dije que no se preocupara que yo hacía maravillas.
Le fui subiendo el masaje con el gel frío, pero al revés del efecto buscado, por lo general eso la ponía más ardiente, pues no paraba de decir que calor tenía, subí aún más las manos por los muslos acercándolos peligrosamente a las ingles, viendo cómo su braga se iba haciendo cada vez una mayor mancha lo cual denotaba como se iba poniendo de jabata.
No debía gustarle lo frontal, pues de nuevo se puso panza abajo se quitó la camiseta y las falditas y se quedó en bragas, indicando eso tan peligroso de ¡Soy toda tuya, dame aceite y calor que me quedo fría ¡
Verla así fue apoteósico, por tanto volví a masajear sus doloridas piernas y luego mofleteé sobre sus nalgas, abrió las piernas con lo cual metí debajo de sus bragas un par de dedos de cada mano, bordeando el canalillo del nalgatorio, eso la puso tensa, subía el culamen y buscaba más contacto, tal y como ella comentaba, llevaba sin catar macho casi hacia 1 año, desde cuando su marido la había dejado por otra más joven y guapa, por su parte como venganza ella se había entregado a lo lésbico.
Metí de lleno las manos bajo sus bragas y pronto mi pulgares entraron de lleno entre el pelamen buscando la raja del chocho que estaba encharcado de lefa se haberse corrido, o al menos de haberse puesto a tono, la puse a cuatro patas y me puse debajo de ella para chuparle las tetas y el chocho desde abajo , luego me puse de rodillas detrás de ellas y aunque la braga dificultaba la penetración le fui metiendo el nabo centímetro a centímetro, boqueaba por no berrear, a la vez que su ojete se abría como una madreselva cada vez que le pasaba los dedos por la zona mientras le daba unos cuantos zurriagazos.
Pero ya cuando el vergón ya estaba a la mitad Encarna echó las manos atrás abrió sus nalgas e hizo que la polla se enterrara en la cueva de susodicha como una exhalación, encontrando una cueva caliente y húmeda, y como no, estrecha, había tenido hijos, pero tenía era un cocho estrechito, al que le dí una serie de fuertes y buenos empellones, a los que no resistía pidiendo ¡dame , dame caña negro cabrón, dejame llena y preñada¡
Lo cierto es que me fui dentro de ella en un santiamén, también ella tras magrearle las tetas, y unos cuantos empellones con la polla ya casi polla morcillona nos volvimos a correr ambos, aunque ella pronto perdió ilusión en el polvo, y allí nos quedamos sintiendo como las lefas se iban pantorrillas abajo y el vergón como una larga y gorda lombriz buscaba respiro.
Me hubiera gustado chuparle la almeja y luego dale otro buen achuchón, pero ya sentíamos abajo a su amiga reclamarla voz en grito, por lo cual allí acabó nuestro idilio amoroso sexual, bajamos ufanos de nuestra trastada, y la Encarna ni corta ni perezosa le metió mano a su amiga bajo su faldita y allí jugueteó con ella, mientras con la otra mano se frotaba su propio chocho y le daba a chupar a su amiga Angela su mano con mi lefa y la suya entremezcladas ¡ Noe veas lo que esconde el cabrón del negro¡
Al otro día desperté en la litera con unos suaves sorbeteos en mi polla, creí que era la Encarna que venia por el desayuno, y es que dado los ardores con los cuales me quedé y viendo la dificultad de follar en el albergue, me tomé una pastilla para el sueño, y no debí de enterarme de nada, de ahí que una joven americana culona se estaba tomando el desayuno de mi polla, tal y como había dejado escrito la bella Angela en un cartel ¡Chicas si queréis leche de la buena el negro cabrón de la litera 69 tiene entre las piernas una buena cañería¡ O sea que viendo como tenía la verga y la dificultad que tenía la yanqui. A buen seguro que otras usuarias ya se habían tomado el consiguiente desayuno, y algo más, pues alguna luego vi que me dejó debajo de la almohada los itinerarios y albergues en los que iba a estar, y me dejaba todo lujo de detalles dirección, teléfono y foto, prendido en unas rosas y amplias bragas, que invitaban a seguir su rastro.
Además tenía que vengarme de Angela de alguna manera… ya iría pensando en ello.
De momento ayudé a la mamona a saciarse magreando sus tetas golosas, y palpando su bajo vientre, por si había manera de encañonarla… pero solo quería leche.
Gervasio de Silos