Leyendo a mi vecina III: 4 pañuelos de seda...

... y un antifaz. Tercera parte de la serie.

Este es el tercer relato de la serie leyendo a mi vecina.

Leyendo a mi vecina I: http://www.todorelatos.com/relato/104999/

Leyendo a mi vecina II: El pacto http://www.todorelatos.com/relato/105381/

Quiero pedir disculpas por tardar tanto en continuar la serie, pero no tengo tanto tiempo como me gustaría. Espero que os guste y releed los primeros para refrescar la memoria :)

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Al cabo de unos días de estar con Marta, mis padres volvieron del pueblo y se nos acabó eso de estar follando todo el día. Tampoco es que estuviéramos siempre dale que te pego, pero era principios de Junio, yo había acabado las clases y exámenes (un añito más y con suerte terminaría lo de administrativo) y Marta… Marta había entrado en modo verano: estaba acabando el curso, los chavales ya no tenían exámenes y sin esa espada de Damocles sobre su cabeza los profesores ya no tenían casi ningún poder sobre ellos. Marta lo prefería así. Al haber terminado el temario, podía dedicar esas dos últimas semanas de curso a enseñarles algo fuera del currículo. Lo que en su caso se traducía en intentar montar un teatro con los alumnos. Elegían un texto que les gustara a todos y se encargaban de montar la obra a lo largo del año. Y esas dos últimas semanas le daban el empujón que faltaba.

Era una forma distinta de lograr que leyesen algo, se interesasen por la literatura y, quien sabe, igual alguno descubría que le gustaba actuar. El año pasado montaron Adulterios , de Woody Allen, y lo hicieron bastante bien (Marta nos invitó a mis padres y a mi a ir). Este año nos dijo Marta que estaba intentando que interpretaran Luces de Bohemia , pero con un guión modernizado que le habían pasado.

¿Que por qué os cuento todo esto? Pues porque por mucho que esto sea erótico, es un relato y el marco importa. Además, ya veréis después que el teatro da para mucho. Aunque en esos días yo pensaba que el teatro lo único que hacía era robarme a Marta. Más que nada porque ya no nos pasábamos las tardes enredados en las sábanas. Pero cuando volvieron mis padres, coincidimos en que no me podía pegar medio día pasando a casa de la vecina… porque al final algo se acabarían oliendo. Que tontos no son, yo he salido a ellos.

Por eso me extrañó cuando el móvil me vibró a eso de las cinco de la tarde y Marta me sorprendió con un escueto “Pasa cuando puedas, quiero probar algo.” Me faltó tiempo para coger la puerta, decir a mis padres que me iba a cualquier lado con mis amigos y pasar a casa de la vecina.

Se abrió la puerta, una mano salió disparada para agarrarme de la camiseta y meterme dentro. Unos labios se encontraron con los míos y unas manos empezaron a recorrer mi cuerpo. Podía notar unos pechos presionando contra mis pectorales. Una mano se metió en el pantalón, agarrando mi miembro, que se puso inmediatamente erecto. Detrás de tanta prisa estaba Marta, que cuando terminó de toquetear todo lo que quiso y más, abrió una de mis manos y dejó algo en ella que no pude ver qué era. No podía ver qué era porque ahora mismo el cuerpo de Marta captaba toda mi atención. Estaba completamente desnuda salvo por unas braguitas negras short , que contrastaban con su piel blanca. Comprenderéis que ni siquiera mirase lo que Marta había dejado en mi mano. Se sentía suave, se perdía entre mis dedos. Bajé la vista y era un pañuelo rojo, alargado.

Marta me miraba sonriente, disfrutando con mi desconcierto.

- He estado con Laura. Sólo cuatro palabras y mi mente unió cabos.

Laura era una amiga suya que trabajaba montando tuppersex. Se conocían desde la carrera y era una de las mejores amigas de Marta. Lo que empezó como un trabajo de vendedora durante el fin de semana en un sex-shop para poder pagarse los estudios se acabó convirtiendo en un trabajo estable. No le iba nada mal a Laura, y más desde que habían empezado a vender por Internet y a organizar tuppersex a domicilio. De vez en cuando le pasaba cosas a Marta, para que las probase  y le contase qué tal iba.

- Me ha dicho que me lo daba para que enredásemos un rato .

- Espera, espera… ¿le has contado que estamos liados?

-Claro. Me ha dicho que se unirá algún día que tenga libre.Si no te importa claro. Nos conocemos desde hace más de 5 años y sigo sin saber cuándo está de broma o en serio. Verás Miguel, me gusta la idea de que me aten pero las cuerdas siempre me han dado reparo… Por el tema de las marcas que dejan. Así que hoy vamos a probar con estos pañuelos a ver qué tal. Y si me gustan, seguramente le compre el kit completo a Laura.

Cogió el extremo del pañuelo que colgaba de mi mano y tirando de él me condujo hasta la habitación. Tres pañuelos más colgaban de la parte de atrás de las braguitas, llegaban hasta mitad de sus piernas, dejando que se transparentasen a través de la fina tela. Me tumbé en la cama y Marta se colocó a horcajadas encima de mí. Mi erección presionaba contra sus braguitas a través de mis vaqueros, sus manos cogieron las mías para llevarlas por encima de mi cabeza, dejando sus pechos a la altura de mi boca. Mientras sus manos se ocupaban en atar las mías al cabecero de la cama con el pañuelo de seda, podía notar sus pezones endureciéndose en el interior de mi boca, bajo la caricia de mi lengua. Hay que reconocer la habilidad de Marta: casi podía notar la humedad en sus braguitas a través del pantalón y ella ahí estaba, concentrada en hacer el nudo. Lo suficientemente apretado como para que no me moviera mucho ni me pudiese liberar, pero no tanto como para que doliera.

Cuando terminó, se levantó de la cama y se quedó mirando con una sonrisa aprobadora.

- Sólo falta un pequeño detalle … diciendo esto, desabrochó el pantalón y tiró de él y los calzoncillos hasta dejarme totalmente desnudo. Estaba tan excitado que mi erección hizo un ruido sordo al golpear contra mi torso cuando me quitó el pantalón.

- ¿Te gusta lo que ves? Porque con la mirada que tienes parece que me vayas a comer. Le dije a Marta.

- Me encanta. Pero ver, lo que se dice ver… tú no vas a ver mucho. Abrió un cajón y sacó un antifaz. Me lo colocó y mi mundo se cubrió de oscuridad. De húmeda oscuridad. Estaba encima de mí y notaba su humedad a través de la tela de sus braguitas. Nunca la había notado tan mojada. De repente se levantó, y dejé de sentir su cuerpo encima de mí. Podía sentir mi erección palpitante, que pedía a gritos una caricia de sus manos, la envoltura de su boca… pero nada.

-Si me prometes que te vas a dejar hacer, seguimos adelante… si no, te quito el antifaz y te dejo atado mientras ves cómo me masturbo a dos centímetros de tu cara y tú te quedas con el calentón, ¿estamos?

- Estamos… pero cuando me sueltes las cuerdas ya verás. Lo que no le dije es que su segunda opción me seducía también mucho: ver masturbarse a una mujer en directo, delante de tus ojos, mientras clava tu mirada en la tuya…

-Eso es precisamente lo que quiero, que cuando te suelte no tengas piedad . Me lo susurró en la oreja, y el aire de sus palabras rozando mis oídos me produjo un escalofrío por todo el cuerpo.Incluso con el antifaz puesto podía notar la media sonrisa que se le ponía automáticamente en la cara.

Medio minuto, un minuto de silencio… Marta seguía sin moverse, no se oía el más leve susurro en la habitación y este silencio era cortado solo por el aire que exhalaban mis pulmones, presos de lo excitado que estaba en ese momento por los juegos de Marta.

Al final le supliqué:

- Marta, por favor

- No va a ser corto, pero te aseguro que te va a encantar .

Noté cómo volvía a la cama, una de sus manos se apoyó en mi muslo y noté su lengua recorriendo mi pezón derecho. Empezó a arañarlo con los dientes mientras su mano subía por mi pierna, hasta que finalmente su mano agarró mi polla, totalmente erecta y empezó a subir y bajar, rodeando toda mi erección con su mano, apretando ligeramente. Empezó lentamente, muy lentamente. Su lengua seguía acariciando mi pezón, jugando con sus dientes, ahora ya mordiendo un poco más fuerte, llegando a esa línea en la que se mezclan dolor y placer.

Al cabo de un rato pude notar el roce de su pelo bajando por mi torso, hasta que llegó a mi entrepierna y noté como su lengua lamía el frenillo. Su mano seguía masturbándome lentamente. Muy lentamente. Me estaba poniendo a cien con tanta lentitud, por una parte deseaba que aumentara el ritmo, pero por otra quería que siguiera ese ritmo, tan desesperadamente pausado, hasta correrme en su boca. Pero yo no tenía nada que hacer: Marta me había dejado atado y estaba a su completa disposición y disfrute.

Podía notar mi glande dentro de su boca, los labios succionando, mientras su lengua jugaba con el líquido preseminal que ya debía de estar apareciendo en la punta. De repente se metió toda mi polla en la boca. Podía notar como mi erección presionaba en su paladar, palpitando, mientras su lengua lamía mis huevos. Al sacársela de la boca, me dejó la polla envuelta en saliva, que sentía cómo iba resbalando a lo largo de mi erección, llegando a mis huevos.

Aprovechando la humedad, escuché cómo Marta escupió a mi erección, para añadir aún más lubricación. Empezó de nuevo a masturbarme con su mano, que ahora resbalaba con su saliva, mientras su boca lamía mis huevos. Cuando le pareció que había tenido suficiente, volvió a engullir mi erección hasta el fondo. La saliva escapaba de su boca bajando por mi erección y, si no hubiera llevado el antifaz, estoy seguro que hubiera podido ver un hilo de saliva uniendo mi glande con su boca cuando se la sacó y pude oír su respiración agitada. De nuevo volvió a masturbarme, aumentando el ritmo, lamiéndome los huevos. Estaba a punto de correrme y Marta debió de notarlo, porque presionó con su dedo en la base del perineo diciéndome: aquí no te corres hasta que te deje hacerlo yo . Mi polla empezó a palpitar frenéticamente pero no me corrí, me quedé a un pelo de hacerlo.

Noté cómo la lengua de Marta recorría mi perineo hasta llegar a mi ano… así que eso era lo que buscaba. Mientras una mano seguía masturbándome, la otra mano separó ligeramente mis nalgas, y su lengua empezó a acariciar desde mi perineo hasta mi ano. No lo voy a negar, estaba un poco tenso. Pero era muy excitante notar su lengua pasar por la zona, presionando ligeramente. Escupió de nuevo, pero esta vez directamente entre mis nalgas, y deslizó uno de los dedos de la mano que no me estaba masturbando hasta la entrada de mi ano. Su lengua seguía lamiendo mi perineo. Creo que es la mejor paja que me habían hecho hasta entonces. Su dedo empezó a trazar círculos, presionando ligeramente, haciendo amago de entrar… Yo seguía queriendo correrme, derramarme en su boca. Mi polla empezó a temblar de nuevo, anticipando la llegada de mi orgasmo, y Marta se metió mi glande en su boca. En el momento en el que el primer chorro de semen salió disparado, pude notar como su dedo, que había estado jugueteando en la entrada de mi ano todo este rato, se perdía en mi interior, multiplicando el placer del orgasmo. Fue un orgasmo liberador después de tanta excitación acumulada. Sacó el dedo lentamente, con cuidado de no hacerme daño, y me besó apasionadamente, con mi semen todavía en su boca.

Me quitó el antifaz… después del fogonazo de luz que eso me supuso, una vez que mis ojos se adaptaron de nuevo a la luz, pude ver la cara triunfante de Marta, que estaba sentada a horcajadas sobre mi. Un resto de mi semen se veía en la comisura de sus labios.

- ¿Te ha gustado?- Me preguntó.

- Mucho.

- Estaba convencida de que eras tan depravado como yo.

- ¿Seguro? Pues suéltame de estas cuerdas y verás.

Marta empezó a soltar el nudo que ataba mis manos al cabecero. En cuanto lo soltó, me faltó tiempo para agarrarla, darnos la vuelta y tenerla debajo de mi cuerpo. Ella seguía con las braguitas puestas, pero a estas alturas estaban completamente encharcadas. La besé mientras la sujetaba de las muñecas, bajé mi boca hasta su cuello, besándola apasionadamente, devorando su cuello, ascendiendo hasta el lóbulo de su oreja… Mientras mi mano izquierda sujetaba sus muñecas, la derecha se deslizó entre sus piernas, acariciando su rajita a través de la tela. Estaba tan mojada que sus labios se marcaban en las bragas.

Cogí uno de los pañuelos que todavía llevaba agarrados en la parte de atrás de sus braguitas y até sus muñecas con ella. Pasé el otro pañuelo entre sus brazos atados y lo até al cabecero de la cama… de esta manera, Marta podría darse la vuelta sin retorcer los brazos. Le coloqué el antifaz. Estaba preciosa, totalmente ofrecida con sus piernas abiertas mostrando sus braguitas húmedas. La piel de sus ingles relucía bajo la luz, reflejando los flujos que se deslizaban. Tomé la costura de las bragas con mis dientes y fui tironeando hasta quitárselas enteramente.

El antifaz reposaba tirado a sus pies. Marta estiró su pierna derecha, lo atrapó hábilmente entre sus deditos y me dijo desafiante: No quiero verlas venir… quiero que me hagas todo lo que te apetezca, y sentirlo de verdad.

“A sus órdenes, mi ama” pensé para mis adentros. Marta reposó su pie con el antifaz aún agarrado en mi pecho, jugueteando con sus dedos. Tomé el antifaz con mis manos, y me fui acercando a ella, mientras su pie ascendía por mi pecho, hasta que nos quedamos cara a cara y su pierna estaba entre nosotros dos. Le coloqué como pude el antifaz y nos besamos. Podía notar el contacto de su pierna en mi pecho, y mi erección reposaba sobre su entrada.

Separando nuestros cuerpos un poco, Marta subió su otra pierna a mi hombro. Me acerqué de nuevo, hasta que nuestros labios se tocaron. Agarrando con una mano mi erección, empecé a acariciarla con mi glande, bajando desde su clítoris, deslizándolo entre sus labios menores, presionando en la entrada, donde podía notar las contracciones de su vagina. Un ligero empujón y se la hubiera metido hasta el fondo, arrancándole el aire de sus pulmones. Pero yo no había llegado hasta ahí para quedarme sin jugar un poco.

Y de nuevo… me volví a quedar corto. Cuando estaba a punto de penetrarla, Marta hizo fuerza con sus brazos y subió ligeramente la cadera, dejando su ano rozando contra mi glande. Me apoyé en ella y noté como la penetraba lentamente. Vi como abría la boca y fui a parar pero… ni se te ocurra parar ahora cabronazo. Poco a poco, milímetro a milímetro, podía notar como me hundía en ella. La cara de Marta era un desfile de expresiones y suspiros. Cuando faltaba poco para empalarla del todo, puse sus pies en mi pecho, de forma que sus rodillas tocaban sus pechos y llevé mi mano a su clítoris, masajeándola poco a poco. Marta se iba a correr, sus gemidos lo avecinaban. Así que cuando noté que estaba a punto, la penetré hasta el fondo, aprovechando para penetrarla con mi pulgar en su vagina. Fue bestial. Podía notar las contracciones de su vagina en mi pulgar y su ano cerrándose alrededor de mi tronco. Con tanto movimiento, no pude aguantarlo. Me corrí dentro de ella.

Se la saqué poco a poco, para no hacerle daño. Una vez fuera, tomé los dos pañuelos que quedaba sin usar  los uní con un nudo, de forma que ahora tenía unas especie de pañuelo largo, listo para seguir con las travesuras. Hice que Marta juntara sus piernas, atándolas juntas de forma que no pudiera separarlas.

¿Qué haces? Me preguntó.

Date la vuelta, ponte bocabajo y dobla las piernas, como si estuvieras adorando a algún dios.

Marta me obedeció, y mientras tanto abrí un cajón de su mesilla, donde sabía que guardaba uno de varios de los vibradores que tenía. Lo cogí y me volví a subir a la cama. El espectáculo era digno de ver: Marta totalmente ofrecida, sus piernas juntas que dejaban sus nalgas abiertas. Una gota de semen resbalaba entre ellas, escapando de su ano hasta sus labios mayores.

¿A qué esperaaaaaaaaaaaahhhh? Su pregunta se transformó en gemido cuando recogí la gota de semen que resbalaba entre sus nalgas con el vibrador y se lo metí despacio en su culo. Cuando me pareció que estaba lista, me coloqué detrás suyo y sujetando mi erección con una mano, la empecé a penetrar, mientras que con la otra accionaba el potenciómetro en la base del vibrador.

Podía notar su húmeda calidez. Alargué mi mano, rodeando su cintura para llegar a su clítoris, sin disminuir el ritmo. Era la leche: podía notar la vibración del consolador cuando la penetraba hasta el fondo. La habitación era un mar de gemidos mezclados, hasta que se desbordó el tsunami cuando me di cuenta de una cosa: su armario estaba abierto, y el interior de la puerta del armario estaba espejada. Le quité el antifaz a Marta, nos torcimos un poco de forma que ahora clavaba su mirada en mí a través  del espejo. Cuando noté que nos íbamos a correr, atrapé su melena en mi mano y aceleré el ritmo. Podía ver la cara de Marta, con la boca abierta en búsqueda del aire que le faltaba. Finalmente, me corrí por última vez cuando noté sus contracciones… y caímos desparramados en las sábanas.

Liberé a Marta de las ataduras de sus muñecas y de sus piernas, y poco a poco saqué el vibrador.

- Tengo trabajo para ti … me dijo Marta.

Continuará.