Leyendas urbanas
Damos voz a los protagonistas de esas historias que no se sabe de dónde salen ni cómo van creciendo.
Para el pequeño redondel, por las risas y los goles, y para Jonathan, por existir.
No me llamo Clara, pero es como vosotros vais a creer que me llamo. No lo escojo al azar, lo escojo porque es el nombre de la puta que sale en las tiras de El Jueves, y como todo el mundo piensa que soy una puta, pues qué más me da llamarme como una de ellas, ¿no?
En realidad, no es que todo el mundo piense que yo soy un putón, porque nadie sabe que la del video soy yo. Puff, temo estarme liando. Muchos os estaréis preguntando: "¿de qué video habla esta tía?". Pues del video, hablo del video que me ha hecho anónimamente popular. Algún desgraciado lo grabó con su teléfono móvil y lo colgó en su página web, "lamadrequetehaparido.com" o "esperoqueterevientesenlaproximacurva.net". Como suponéis, ésa no es su dirección, pero tampoco voy a darle al video más publicidad de la que lleva. "Triple mamada" lo tituló, el muy capullo. Se partió los sesos hasta dar con el nombre, prodigio de originalidad.
Creo que con el párrafo anterior no aclaro mucho, ¿verdad? Yo tampoco entendí demasiado al principio. Oía rumores por la Facultad, luego fueron rumores por todo el campus. Pero hasta que no me lo contó mi amiga Gabriela no me di cuenta de que no hacía falta que me contara nada, que ya me sabía la historia.
-Joder, ¿no has visto el video de la triple mamada? Pero si lo ha visto todo el mundo.
-No, yo no lo he visto.
-Pues es alucinante. Bueno, la calidad de la imagen no es muy buena. Pero se ve.
-¿Qué coño se ve?
-Una tía de rodillas que se la está mamando a tres tíos- y enfatizó el tres indicando el número con los dedos. Abrió los ojos de forma desmesurada, como si mamársela a un solo tío ya le pareciera demasiado.- Fue grabado la noche de la fiesta de comienzo de curso, la que organizaron los de Derecho y acabó siendo un desmadre, ¿te acuerdas? Ay, niña, qué si me acuerdo, dice.
Caí en la cuenta de toda la movida en una décima de segundo, pero aquí una servidora sabe mentir como nadie y no se me notó. Así que seguí indagando.
-¿Se ve quién es ella?
-No, está de espaldas, está oscuro y ella lleva un gorro negro o algo así. Lo único que se ve de ella es cómo mueve la cabeza sin parar.
Hubiera suspirado de alivio, porque mi boina francesa había ocultado mi llamativo pelo rubio, pero me contuve. Desde entonces estuve al tanto de lo que era la comidilla universitaria, y no sólo en mi Facultad de Relaciones Laborales. Empecé a tener la sensación de que absolutamente todos y cada uno de los estudiantes de aquella maldita Universidad habían estado en la fiesta o habían visto aquellos cochinos treinta segundos de sexo oral.
He llegado a oír que la "tía de la mamada" (mi nuevo sobrenombre) iba pasadísima de coca, o que uno de ellos era un profesor, e incluso que lo hacía por dinero porque no le alcanzaba para pagar la matrícula. Por eso escribo esto ahora, porque soy la protagonista del video de marras y quiero que quien desee cascársela con eso tenga también mi versión de la historia. No tomo drogas, no necesito comérsela al profesorado y con mi beca me da para pagarme la matrícula. Se la mamé a tres tíos porque me apeteció, así de sencillo. Prefiero que se piense que soy una guarra, o una ninfómana, a una drogadicta o una alumna sin escrúpulos. No creí nunca que tuviera que justificarme por algo así, pero siento que esta vez debo hacerlo. Aunque sea en la cobardía de mi anonimato.
Los de Derecho atesoran una larga tradición de mega-fiestas de apertura de curso. Montan unos jolgorios que cada año pasan a los anales de la historia académica. Salen bastante bien de precio porque se apunta muchísima gente de casi todas las Facultades. Este año aún hacía buen tiempo a primeros de octubre, de forma que alquilaron varias carpas en un descampado, equipos de sonido y compraron bebidas a mansalva. La explanada estaba lo bastante lejos como para no molestar a vecino alguno, y contaba con una superficie suficiente para hacer de parking y de picadero, llegada la ocasión. A más de uno le llegó la ocasión.
Yo había llegado con Gabriela y unas amigas más, sobre las doce de la noche de autos orales. Hicimos lo que es normal en una fiesta así: bebimos un poco, saludamos a todo el mundo y dimos una vuelta de reconocimiento. Gabriela y las otras chicas se toman la ronda de reconocimiento como un juego inocente, como una simple clasificación entre quién está follable y quién no, que nunca va a ser llevada a la práctica. Yo soy más pragmática, y considero las rondas una manera muy útil de ver a los nuevos estudiantes, y comprobar los efectos del verano sobre los tíos que ya conocía, con vistas a futuras relaciones. Supongo que es mi mentalidad: de qué vale la pena hacer algo si no vas a sacarle partido. Sinceramente, yo odiaba la forma adolescente y pueril en que las chicas con las que iba se dedicaban a darse codazos e intercambiar risitas cuando pasábamos cerca de algún yogurcito.
No me molestaba en fingir ser como ellas. Si nos acercábamos a algún tío que estuviera mínimamente bueno, le miraba hasta que me mirase, le sonreía, me mordía el labio o fingía decirle algo, por supuesto inaudible, para que me llevara fuera de la carpa y hablásemos lejos del ruido y el ambiente opresivo de aquella discoteca improvisada. Qué queréis que os diga, para suspirar como una idiota por un tío bueno me compro una revista. Estoy segura de que Gabriela, que para otras cosas es un encanto de persona, piensa que soy una salida, pero no me preocupa. Cuanto mayor sea su mojigatería, más destaca mi desparpajo (que por otra parte, es lo más destacable de mí, ya que soy, salvando mi melena rubia, una tía de lo más normalito). Y, creedme, mi desparpajo me ha dado más de una alegría al cuerpo, Macarena.
Sergio fue el primero en caer aquella noche. Estudiaba Biología, o algo que acababa en logía, y ya llevaba dos copas cuando me lo tropecé. No presto demasiada atención a lo que me dicen cuando están tan potentes como lo estaba Sergio, que además lucía una de esas camisetas ajustadas y sin manga que tanto me gustan. Tenía unos labios maravillosos, y no tardé mucho en catarlos. Suaves y carnosos a la vez que viriles. Me moría de ganas por echarle un polvo, y me imagino que él a mí. Una hora después de habernos conocido, nos encaminamos hacia el aparcamiento, enganchados por la cintura (él más bien por mi trasero) y comiéndonos la boca cada tres pasos. Me lo estaba pasando genial con él cuando una voz surgió a nuestras espaldas. Según supe después, la voz pertenecía al colega con el que Sergio había llegado a la fiesta. Fui presentada, pero olvidé el nombre del chico en cuestión, así que vamos a llamarlo Manu. Como podríamos llamarle Ramón José Luis de Todos los Santos. Para no liarnos en la narración, básicamente. El caso es que Manu venía muy enfadado, porque había ido con Sergio y ahora se encontraba con que su colega lo dejaba tirado. La indignación era bastante lógica.
-Joder, Sergio, vete a tomar por el puto culo. Que en cuanto ves un par de tetas no te acuerdas ni de la madre que te parió.
Sergio me soltó y fue a abrazarse a Manu.
-Tíiiio- dijo, con el tono característico de los achispados que van felices de su melopea y arrastran algunas vocales-, que aquí mi amiga es una tía de puta madre. Más puta que madre, la verdad-, y se echó a reír, descojonado de su propio ingenio lingüístico.
-Sergio- repliqué yo-, un respetito antes que nada, ¿ok?
-¡Aaaanda ya! Qué respetito ni qué leches. No digas que no, que un poco guarrilla sí que eres.
No discuto con borrachos. Y menos cuando tienen razón.
-Seguro que si te echo un polvo mientras él mira, a ti te da igual- prosiguió Sergio, hipando de una forma lamentable.
Cualquier otra tía se hubiera marchado airada y haciéndose la digna en menos que canta un gallo, pero, vamos a ser francos, Sergio y yo nos estábamos metiendo mano a los diez minutos de conocernos, así que delante de quién y con qué sentido iba a interpretar yo ahora el papel de señorita remilgada. Además, aún aspiraba a tirarme a Sergio en cuanto el aire le diera un poco más y se le pasaran un poco las copas.
-Vale, Sergio, lo que tú digas. ¿Podemos seguir nuestro camino?
-Claaaaro que síiii, nena, claaro que siiii.
Echamos a andar de nuevo hasta el coche de Sergio, un cuatrolatas que parecía haber sido tuneado por Stevie Wonder. Intuía que Sergio no podría conducir en ese estado, así que supuse que se echaría un rato a dormir la mona y que luego nos iríamos a algún sitio mejor. Pero no fue así. No, no, no. Sergio me acorraló contra el capó del coche y empezó a meterme mano con cuanto pudo, chupándome el cuello y moviendo las manos dentro de mi blusa con un brío asombroso para alguien en su estado. La zona donde estaba el coche era relativamente discreta; me dejé llevar y no le detuve, porque ciertamente estaba obteniendo lo que andaba buscando y una no es de piedra.
Al rato, Sergio abrió la puerta del copiloto, se bajó los pantalones y dejó a la vista una polla más que aceptable que apuntaba directamente a mí. Fue curioso que lo primero que me viniera a la cabeza fuese que quien había llegado a la conclusión de que el alcohol causa impotencia tenía un grave problema. Cogí su chaqueta y la tiré al suelo para no herirme las rodillas, y empecé a masturbarle. Me gusta hacerlo antes de chupar, es mi forma de testar las reacciones del tío con el que estoy. Sergio se mostraba realmente receptivo; me acerqué el capullo a la boca y le eché el aliento suavemente y despacio, mientras formaba un anillo con los dedos alrededor del tronco y masajeaba apretando un poco. Él suspiró, y después le oí gemir en cuanto sintió el contacto húmedo de mi boca abrigando su polla. La lengua empezó a moverse de forma anárquica, intentando abarcar todo el miembro. Alternaba estas lamidas con succiones crueles, que se interrumpían de repente para volver a los lametones. Soy consciente de que con esa actitud se hace sufrir a un tío, pero hasta el momento ninguno se ha quejado de mi método. El momento cumbre de mi forma particular de mamar llega cuando empiezo a chupar y planto las manos en el pecho del chico, como el niño que va en bicicleta y de repente grita "mira, sin manoooos".
De lo anterior se deduce que disfruto mamando pollas. Lejos de opiniones como las que implícita o explícitamente emite gente como Gabriela, que califica el sexo oral de acto sucio y poco menos que vejatorio, creo que es una forma maravillosa de disfrutar haciendo disfrutar. Claro que también me gusta que me lo coman a mí, o el coito en sí mismo, pero me complace chuparla y saber que controlo el placer de otra persona además del mío propio. En cierta forma, me convierte en un ser poderoso.
Si se piensa en lo que acabé haciendo esa noche, esta declaración puede parecer irónica. Pero no lo es. Tuve la oportunidad de mamársela a tres tíos, y la aproveché. Pero esto es adelantarse a los hechos. El caso es que yo estaba allí, entretenida con lo mío, cuando Manu se plantó a mi izquierda, con las manos ocupadas en desabrocharse el cinturón. Sergio tardó en verle mucho más que yo, porque sólo abrió los ojos cuando se dio cuenta de que yo había parado.
-Joder, tía, no pares ahora...- empezó a decir, hasta que vio a Manu allí parado-. ¡Coño tío! Pero ¿qué leches haces?
-Me traes a una fiesta en la que no conozco a nadie y desapareces a los cinco minutos, ¿qué quieres que haga? Vengo a que tu amiga se porte como una tía de puta madre conmigo también.
Yo estaba atónita, aunque dispuesto a satisfacer a Manu en lo que demandaba. Sergio no pudo reaccionar antes de que su amigo se hubiera bajado los calzoncillos, y yo me imagino que tampoco habría hecho una defensa encendida de mi honorabilidad. Mi sospecha la confirmó el que Sergio se limitase a echar la cabeza hacia atrás y sujetarme por la nuca para indicarme que podía seguir con lo que había dejado a medias.
Manu flipaba, no me cabe duda. Había hecho una apuesta arriesgada y le había salido bien. Seguí mamándosela a Sergio mientras pajeaba a Manu para ponerlo a tono, y en cuanto lo hube conseguido cambié de polla y empecé que chupársela a él como se lo estaba haciendo a su amigo. Cada poco iba cambiando de polla; no obstante confieso que me era más grato comérsela a Sergio, ya que estaba sentado y no podía arrearme los caderazos que Manu me estaba regalando.
-¿Me la chupas a mí también, por favor?
La voz había salido, literalmente, de la nada. Paré en seco (y era la segunda vez que le hacía eso a Sergio, una forma de tortura nada sofisticada) para girarme a mi derecha y ver la figura de un chico más joven que nosotros, rondando los veinte recién cumplidos, que se sujetaba una polla erectísima. Le pregunté qué estaba haciendo allí, y nos refirió que se había pasado una hora espiando a las parejitas en los coches y que (cito textualmente) "me he quedado con un calentón horrible".
-¡Lárgate de aquí!¿Es que no ves que sólo tiene una boca? Márchate, imbécil- Sergio, improvisado defensor de su territorio como macho (esa zona privilegiada a la que sólo tienen acceso los colegas, por lo visto), intentaba espantar al muchacho, pero no le dejé.
-Cierra la puta boca, ¿quieres? Tú no me vas a decir a quién se la chupo y a quién no, y más te vale seguir calladito si quieres correrte con mi ayuda.
Hice una señal al chico nuevo (al que no me voy a molestar ni en ponerme nombre) y éste se acercó a mí, colocando su polla entre mis labios. Este "más difícil todavía" del sexo oral exigió de mí concentración, ritmo y habilidad, y puedo decir con orgullo que lo conseguí. Dos manos y una boca para tres tíos, sólo hay que querer hacerlo bien para poder hacerlo bien. El primero que se corrió fue el último que había llegado. Tuvo la consideración de no hacerlo sobre mí; la tuvo al calor de mi boca hasta el último segundo, pero finalmente desvió el chorro al suelo y su semen se esparció al lado mío. Me dio las gracias y se marchó sin hacer ruido. Da gusto comerle el nardo a gente tan educada, la verdad.
Manu fue el siguiente en derramarse, lo que era lógico teniendo en cuenta el ritmo regular con el que le había tratado. Se corrió de una forma escandalosa, pidiéndome que me lo tragara en voz más alta de lo que a mí me habría gustado. Tuve la suerte de atrapar todas las gotas antes de que alguna me cayera en la ropa (el semen, para quien no lo sepa, sale fatal de la tela). Después de quedarse a gusto, todavía pretendió que le dejara el capullo como los chorros del oro, pero yo aún tenía una polla de la que ocuparme y no estaba para rematar la jugada. Manu se sentó en el suelo, como para descansar las piernas, que le flojeaban, y yo regresé a la maltratada polla inicial, la de Sergio.
Llevaba tanto rato chupándosela de aquella forma irregular que si hubiera sido un dedo del pie ya lo habría tenido arrugado. Quise resarcirle, a pesar de que me daba cuenta de que era un idiota con el que no valdría la pena tener nada más. Le imprimí velocidad a la mamada, y succioné cada vez con más fuerza, como si quisiera exprimirle la polla. Y al final saqué zumo, o sea, que no debí hacerlo mal. Le sentí temblar en mi boca, pero cuando quise apartarme de él ya era tarde. Se estaba corriendo dentro de mi boca, y su líquido espeso y caliente se estaba deslizando directamente por mi garganta. Pensé que se desmayaría, porque se dejó caer hacia atrás, reposando la cabeza en el asiento del conductor. Dos minutos después estaba roncando. Manu ni siquiera se despidió de mí. Se metió en la parte de atrás del coche y, al igual que su amigo, se echó a dormir. Yo me recompuse un poco la ropa y me fui hasta la carretera, para buscar un taxi que me llevara a casa.
Eso fue lo que pasó aquella noche, de la que treinta segundos andan pululando por Internet. No he vuelto a ver a Sergio ni al que llamamos Manu, y no creo que ellos puedan dar conmigo. No tuve tiempo de explicarles qué estudiaba ni cómo localizarme, y la semana que viene, sólo por precaución, decidiré dar un giro inesperado a mi look cortándome el pelo y tiñéndomelo. Así, podré seguir yendo a las fiestas que organizan los de Derecho sin tener que preocuparme de si me reconocen o no.
Si alguno tiene oportunidad de ver el video "triple mamada" en la web de ese idiota con cámara, que sepa que ésta es la historia verídica. Que no os engañen con fraudulentas leyendas urbanas. La realidad es mucho más simple que lo que la gente se inventa, ¿no creéis?