Ley Nude 3: Mi primera vez
Han pasado algunos meses. Es San Valentín y ha llegado el momento de que un macho que me quite la virginidad. Tras unos preparativos, alguien que no me espero me robará la virginidad.
Había llegado el día. Después de meses encerrada en castidad, viendo videos de Sissy Hypno, porno gay, y de jugar con juguetes (y muchos sueños húmedos), había llegado el día. Ese día era catorce de febrero. Y eso solo podía significar una cosa: ese día, perdería mi virginidad.
La identidad del caballero que me haría florecer era toda una intriga, pero mami e Isa estaba extasiadas. Ambas me miraban, sonrientes y divertidas. Yo notaba todo mi cuerpito tembloroso. Me había levantado hacía poco, y era día de preparativos. Esa tarde, mi hombre aparecería.
— Tendrás una cita con él, primero — dijo mamá.
— Os conoceréis un poco y luego…
Isa dejó en el aire el resto. No hacía falta que siguiera. Yo estaba nerviosa. Nunca había tenido sexo. Y yo quería que mi primera vez fuera con una mujer. Pero iba a ser un hombre. Porque mami e Isa habían decidido que yo era gay. Así que solo podía coger con hombres. Y ese día, cogería con uno.
Me habían hecho la depilación láser, de modo que ya no hacía falta depilarme. Toda yo era suave, sin pelos. Ni siquiera mi pitito. Toda yo estaba impoluta. Una niña. Tenía puesta una peluca rubia y mami me estaba haciendo dos coletas, para que pareciera más pequeña. Además, tenía puesto en la boca un chupete, pues era “la bebita de la casa”. Eso, unido a mi jaulita rosa, me hacía más femenina y humillante. Pero faltaban algunos “ingredientes” por así decirlo, para poder estar del todo lista para mi hombre.
— Hoy saldremos a una tienda “especial” — dijo Isa.
Isa conocía al dueño de dicha tienda, por lo que me dijeron.
— No será necesaria ropita — dijo mami —. Lo recibirás totalmente desnuda.
Tragué saliva, todavía más nerviosa.
— Tampoco te vestiremos para ir a la tienda — decidió mami —. Desnudita estás mejor.
Isa rio.
Bajamos a la cocina para que yo pudiera desayunar. Me senté en el regazo de mami y esta me dio un biberón que contenía leche (de verdad, no semen). Empecé a chupar de la tetina. Isa reía. Cuando me terminé el biberón, mami me abrazó y me dio varias palmadas en la espalda hasta que eructé.
— Que buena bebita — dijo mami, orgullosa.
Hecho eso, salimos al patio, donde nos esperaba el coche. Isa se subió atrás conmigo. Yo iba desnuda, aunque al menos me dejaron orinar. Mis piernas estaban bien abiertas.
Mamá se puso en marcha. Era domingo por la mañana, así que no había mucha gente en la calle. El día no les había podido ir mejor: hacía nublado, lo que provocaba que menos personas salieran, y domingo. Y encima San Valentín. Todo iba genial para ellas. La tienda a la que me llevaban estaría cerrada al público, así que podrían seguir sus actividades sin causar un escándalo.
Llegamos a una calle sin salida y pequeña. Mamá aparcó en la misma puerta y allí pude ver el rótulo. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal: era una tienda de tatuajes. Se llamaba:
TATTO’S RODRI
Rodrigo era el dueño de la tienda. Aunque yo no lo conocía personalmente, solo sabía su nombre. Pronto sabría cómo era. Salí del vehículo. No había nadie en la calle, por fortuna. La persiana de la tienda estaba bajada. Isa llamó con insistencia varias veces y la persiana subió con lentitud. Cuando estuvo totalmente subida, pude ver a un chico alto, de metro ochenta y cabello rubio. Vestía camiseta azul y vaqueros. Llevaba en el brazo derecho el tatuaje de un rayo. Según me contaron, tenía ese tatuaje porque un rayo casi lo alcanzó una vez. Al sobrevivir, valoró más la vida y decidió tatuárselo para recordarlo siempre. En cuanto me vio, sonrió. No parecía una sonrisa burlona. Aunque claro, no lo conocía.
— Hola Rodrigo — saludó Isa —. Esta es la nenita de la que te hablaba.
— Hola preciosa — me saludó.
— Hola — respondí, azorada.
— Pasad — invitó Rodrigo.
Todas pasamos y Rodrigo bajó la persiana, cosa que agradecí.
Dentro, la estancia era muy grande. Estábamos en un pasillo de azulejos blancos. Enfrente había una escalera blanca que conducía a una estancia con varias camillas negras y mesas con utensilios para tatuar.
— Eres muy linda — me piropeó Rodrigo, acariciándome la mejilla.
Sentí mis mejillas más encendidas que antes. Rodrigo era muy guapo. Olía bien, aunque no sabía que perfume usaría. No sabía si pensaba con claridad o era la calentura. Llevaba sin un orgasmo desde que empezó todo. Arruinados, como mucho. Y todos anales, con juguetes.
— ¿Qué se dice, lindura? — me susurró mami, pellizcándome el culito.
— Gracias, señor — dije avergonzada.
Satisfecha, mami dejó de pellizcarme. Isa soltó una risita. Rodrigo me examinó ampliamente. Me tocó los brazos, y con un dedo, recorrió desde mi clavícula hasta el abdomen. Luego, se agachó y agarró con firmeza mi pitito enjaulado. Lo manoseó. De no haber estado enjaulada, habría tenido una erección allí mismo.
— ¿Cuánto lleva sin orgasmo? — quiso saber él.
Fue Isa quien contestó:
— El último arruinado fue hace dos semanas.
— Bien.
Rodrigo parecía satisfecho con eso.
— María — me dijo —, túmbate en esta camilla.
Me señaló una cercana. Obedecí. Me tumbé boca arriba. Entonces, Rodrigo procedió a coger una toalla y a taparme la cara con ella.
— Lo lamento — dijo y parecía sincero —. Pero no puedes ver tu tatuaje hasta que termine.
Dicho eso, sentí las manos de mami quitarme la jaulita. ¡iban a quitarme la jaula para el tatuaje! Así que el tatuaje iba ahí… mis piernas temblaban de frío, aunque no tenía. Solo esperaba que no doliera el tatuaje. Me pregunté qué me querrían tatuar.
Sentía mi colita libre y erecta, pero no podía verla. La toalla me lo impedía.
— Que pequeña está — se burló Isa.
— ¿Cada cuánto se la liberáis? — quiso saber Rodrigo.
— Una vez a la semana — confesó mamá —. Se la limpiamos y vuelta a la jaula.
Noté unas manos diferentes, más ásperas, tocarme mi cosita y supe que Rodrigo me la estaba manoseando. Me gustó. Notaba líquido seminal salir de mi cosita y una calentura como nunca antes. Estaba “on fire” y loca por eyacular, aunque fuera, la mitad de lo que tenía dentro.
— Muy bien, empecemos — dijo él.
Tragué saliva, esperando un dolor intenso.
Escuché algo como un taladro. Supuse que era la máquina para tatuar. Le escuché ponerse los guantes. No vi nada del proceso, así que ni idea de cómo lo hizo. Solo sé que me entraron ganas de orinar y que Rodrigo tocaba mucho mi cosita. Estaba durita, pero no mediría más de cinco centímetros, o seis, tras tanto tiempo en castidad. No supe cuánto rato estuve, pero al menos pasó una hora hasta que él acabó. Noté que me pasaba un trapito por mi pitulín y dijo:
— Pues ya está, princesa. Ya hemos acabado.
Me retiró la toalla. Parpadeé. Tras un rato sin ver nada, me costó acostumbrarme a la luz blanca de la sala. Miré hacia abajo y quedé muda de la impresión. En el tronco, habían tatuado en inglés:
I’M GAY. I LOVE COCKS
Además de un dibujo de corazón al final. Todo en letras mayúsculas, negras y pequeñas. Isa y mamá rieron.
— Que tierno — dijo Isa, burlona.
— A tu pretendiente le encantará — dijo mami.
— Disfruta de tu cita, princesa — Rodrigo me guiñó el ojo y añadió: — un día de estos espero disfrutarte yo también.
Me ruboricé.
— ¿Cuánto Rodrigo? — quiso saber Isa, echando mano de su cartera.
Pero Rodrigo negó con la cabeza y dijo:
— Os lo doy gratis si a cambio, yo tengo una cita con esa nenita tan linda — dijo mirándome con una sonrisa.
Tragué saliva.
— Hecho — dijeron mamá e Isa al unísono.
Salimos de la tienda y nos montamos en el coche. Aún no me ponían la jaula.
— Más tarde te la pondremos — dijo mamá —. Antes de que llegue tu chico.
— Rodrigo es gay — me confesó Isa —. Le has encantado en cuanto te ha visto. Estoy deseando que folles con él.
Avergonzada, no dije nada mientras volvíamos a casa.
Una vez llegamos, almorzamos. Mamá e Isa me dieron de comer dos bananas con leche (de verdad) y un yogur. Luego, me bañaron, pero no me colocaron todavía la jaulita. Querían esperar a que mi chico la viera. Luego aprovechamos para cocinar la cena: espaguetis. Yo la preparé bajo la supervisión de mamá e Isa, que me habían enseñado a ser una buena mucama. Y esa tarde, a las ocho, sonó el timbre. Nos encontrábamos en el salón. Mamá e Isa veían la tele mientras me contaban lo apuesto que era mi chico y lo bien que lo iba a pasar con él.
— Ya ha llegado — dijo mami, sonriendo.
Salió solamente ella y yo me quedé con Isa esperando mientras mamá iba hacia la puerta. Isa me miraba picarona.
— Ábrete de piernas, princesa.
Lo hice.
Así, mi colita quedaba expuesta. Me quedé muda cuando vi con quien entraba mami. Lo cogía de la mano con cariño. Iba vestido con camisa blanca y vaqueros. Sin pelo, pero sí con bigote. Ojos azules.
Era mi papá.
— Hola, princesa — me dijo él.
Mami e Isa rieron:
— ¡Sorpresa! — chillaron ellas como si de una fiesta de cumpleaños se tratara.
Mami explicó entonces:
— Como sabes, papi estaba de viaje. Le conté la historia y decidió volver cuanto antes, para castigarte como mereces.
— Sabíamos que tenías que perder tu virginidad con un hombre. Porque, claro, eres gay — rio Isa.
Mami continuó:
— Pero claro ¿quién era el indicado? No nos atrevíamos a alguien que no conociéramos. Y queríamos que tu primera vez fuese muy humillante. Y pensamos. Yo pensé: ¿quién mejor que papá? Si ya te da vergüenza coger con un desconocido imagínate a papi… toda niña tienes que aprender a hacer el amor. ¿Y quién mejor que papá? Eres la niña de sus ojos. Él te ama bebé.
Yo temblaba. Mi virginidad la iba a tomar ¿papá? Si ya era vergonzoso lo de ahora…
— Y nosotras queremos disfrutar el espectáculo — dijo Isa sonriente.
— Sino follas con papá — advirtió mami — siempre te podemos castrar, dejándote los huevos y obligándote a ver porno toda tu vida. Verás que bien lo pasas.
Aterrada por eso, decidí obedecer.
Papi se acercó a mí y me acarició le mejilla. Al ver lo que había escrito en mi cosita, dijo:
— Siempre sospeché algo, pero nunca imaginé que fuera hasta este punto.
Estaba totalmente roja de vergüenza. Papi añadió:
— ¿Sabes? Siempre quise tener un hijo viril, como yo. Pero, me alegro de que hayas salido así.
No dije nada. Entonces, papi dijo:
— Levanta.
Su tono era suave, pero no admitía réplica. Obedecí. No tenía ningún motivo para hacer lo contrario. Me tendió la mano y yo, sumisamente, se la agarré. Mi manita pequeña fue ocultada por su gran y masculina mano. Olí su perfume. Ahora entendía por qué usaban su perfume para los plátanos. Me estaban preparando para él. seguramente, a mami se le ocurrió justo poco después de verme como Sissy.
— Demos un paseo.
Salimos de casa bajo las risitas de mamá e Isa y sus atentas miradas.
Salimos al patio. Allí, de la mano de papi, fuimos dando un lento paseo. Él totalmente vestido, yo, absolutamente desnudita, con mi pitulín ondeando cada paso que dábamos. Dimos la vuelta entera a la casa. En el patio trasero (sino recuerdan, teníamos piscina y jardín) se podían ver las casas de los vecinos. Solo esperaba que no nos vieran a nosotros. Estaba nerviosa por ese motivo, pero papi parecía muy calmado. Me miraba y sonreía. Nos detuvimos en el jardín. Allí, el me cogió de las caderas y me pegó a él. Notaba mi colita pegada a su bulto, que no estaba duro en ese momento. Papi me levantó la barbilla, se me quedó mirando, acercó sus labios a los míos, me quitó el chupete y me dio un tierno beso. Nuestros labios se juntaron y, poco después, nuestras lenguas. Suave y pequeñita la mía, áspera y gruesa la suya. Juguetearon unos minutos. Sentí la mano derecha de papi agarrarme las nalgas y la izquierda el cabello; estrechándome más contra sí. Gemí. Papi entonces me agarró con su mano derecha mi pitito. Agarró con firmeza mis huevitos y mi colita y los empezó a masajear mientras seguía besándome. Fue entonces que me percaté.
Aquel era mi primer beso. Y me lo estaba dando mi propio papi.
Mis mejillas estaban rojas como tomates y temblaba de frío, aunque no hacía frío. Finalmente nos separamos y exhalé. Necesitaba recuperar el aire. Papi, sin embargo, parecía estar bien. Me miraba con seriedad, al tiempo que soltaba mi pito y me acariciaba el cabello.
— ¿Te ha gustado, bebé?
Asentí. Y era cierto.
Fue entonces cuando vimos cómo mami e Isa aparecían y ponían la mesa en el jardín, junto a algunos platos. Sacaron los espaguetis, una botella de agua, cerveza y dos vasos. Por orden de mami, serví a mi papi la cerveza y yo me serví un biberón de agua. Noté que, en la mesa, solo había una silla.
— Te sentarás en mi regazo — sentenció papá.
Y eso hice. Absolutamente desnuda, me senté en la entrepierna de papi. Ahora sí lo notaba duro. Mamá e Isa se retiraron para dejarnos intimidad. Papi me dio de comer a mí, y no consintió que yo me diera de comer a mí misma bajo la excusa:
— Eres mi bebita. Y las bebitas necesitan ayuda para comer.
Así que él me dio de comer, en ocasiones haciendo el “avioncito”. De vez en cuando, masajeaba mi colita y me daba tiernos besos en los labios. Nerviosa, miraba a los vecinos. Algunos tenían las luces encendidas, pero si nos estaban viendo, no tenía idea. Sino fuera porque yo estaba totalmente desnuda y expuesta, no me habría preocupado. A fin de cuentas, cenar fuera no tiene nada de raro (aunque sí estar en el regazo de tu papi y besuqueándote con él).
— No te preocupes por los vecinos — dijo papi, que se dio cuenta —. Que miren si quieren. Si te da vergüenza te aguantas. Tienes que estar humillada. Pasar la mayor vergüenza posible.
— Si papi — susurré, sumisa.
La cena terminó, mami se llevó los platos y luego vi que traía una manta que colocaba en el jardín.
— Hoy pasaremos la noche aquí — dijo papá.
— Ven aquí, zorrita — me dijo mamá.
La seguí y, en la cocina, volvió a ponerme la jaula.
— Ya es hora de que esta “cosa”, este encerrada de nuevo.
Desnudita, en castidad, mami me llevó primero al baño, donde me aplicó perfume femenino en el pelo y cuello. Me puso en pompa y aplicó el perfume en mi ano. Escoció un poco. Luego puso otro poco en la colita enjaulada. Perfume de Hello Kitty.
— Así hueles bien para él — rio mamá.
Volvimos a salir afuera. Allí esperaba papá, que me dijo:
— Bueno, bebé. Hoy es san Valentín. Me han dicho que nunca has consumado con ningún hombre. Va siendo hora de arreglar eso ¿no?
Tragué saliva. Sabía lo que venía a continuación. Y una parte de mí lo deseaba con locura (la calentura) y, por otro lado, no. Me daba cierta repulsión. Pero sabía que no tenía opción.
— Quítame la ropa, puta.
Me ordenó papá, todo él dominante.
Me acerqué a él y le quité la camisa. Le desabroché uno a uno todos los botones hasta que sus pectorales y su barriguita salieron a la luz. Mami se llevó la camisa. Isa también apareció, para observar el espectáculo. Oía sus risitas mal disimuladas, pero papi me miraba fijamente, serio. Le desabroché el botón del cinturón y le bajé los vaqueros. Estaba totalmente desnudo, salvo por el bóxer, que presentaba un bulto muy grande.
— Dale un poco de amor antes de quitarme el bóxer — dijo papi —. Demuéstrame cuan gay eres y cuanto amas la polla de papá.
Avergonzada, me puse de rodillas y empecé a dar suaves besos a la polla de papá por encima de su bóxer. No sabía si algún vecino miraba, pero desde luego, con mamá e Isa, teníamos público asegurado. Seguí besando su polla, y luego di una lamida. De abajo, hacia arriba.
— Es suficiente — dijo papá —. Veo que te han enseñado bien. ahora, quítame el bóxer.
Le bajé el bóxer y su gran polla dio un respingo hacia mí, rozándome. Mediría, erecta, al menos veinte centímetros.
— Esa es la polla de un hombre real — oí decir a mamá.
— Exacto — corroboró papá — no tu cosita.
Me quería morir del bochorno.
— ¡Que follen, que follen! — dijo Isa.
Mamá la secundó.
— Hora de coger, bebé.
Dijo papi y se tumbó, totalmente desnudo, en la manta.
Así que mi primera vez iba a ser con papá, en el patio trasero. En público. Tragué saliva. Estaba muerta de vergüenza. Me había acostumbrado, todos esos meses, a ver simple porno gay, y ser humillado por Isa y mami. Pero eso… era algo nuevo. Algo que quería pensar, no llegaría jamás.
Fui a la manta y me arrastré hasta quedar tumbada junto a él. Pegué mi cuerpo al suyo. Mi colita enjaulada se pegó a su enorme miembro. Acerqué mis labios a los suyos, casi tocándonos. Sin besarnos.
Papi acercó sus labios a mí. Sin verlas, podía notar como Isa y mami sonreían divertidas. Les encantaba el espectáculo gay que les estaba ofreciendo. Sin aviso previo, papi me dio un beso. Noté como metía su lengua en mi boquita. Jugaba con la mía. Besaba bien, me dije. Aunque claro, solo me había besado él hasta ahora. Siguió besándome. Olí su perfume. El mismo que puso mamá en el plátano. Me puso muy cachonda. Era un perfume muy varonil. En contraste con el mío.
Terminado el beso, papi me ordenó ponerme de rodillas en el suelo. Lo hice. Entonces, puso su hermosa verga a la altura de mi boca y dijo:
— Ya va siendo hora de que te enseñe a chupar una buena verga, nenita.
No quería hacerlo, pero sabía que tenía. Sino, el castigo sería horrible. Así que, haciendo acopio de voluntad, fui a meter la polla en mi boca, pero papi dijo:
— Antes, quiero que le des un poco de amor.
Mamá e Isa reían. No las miraba. Solo veía la enorme verga que tenía delante de mí. Papi me excitaba, tenía que reconocer. Olía tan bien que me ponía muy juguetona. Y estaba tan caliente… supongo que por eso me era más fácil obedecer. Lamí desde los testículos, pasando por el tronco hasta llegar al glande. Di suaves besos. Continué con algunas lamidas. Besé con dulzura su tronco. Tres besos di. Dos en sus testículos y siete en su glande, el cual lamí en círculos. Entonces, pude meter su hermosa verga en la boca. Me sorprendí, porque sabía francamente bien. fui metiendo la polla en mi boca centímetro a centímetro. Hasta que llegué al fondo. Papi ordenó que me quedara así un rato. Isa y mamá no desperdiciaron para hacer varias fotos en mi pose: de rodillas con una polla en mi boca. Papi también hizo otra desde su posición. Las risas burlonas me encendían la cara. Estaba haciendo una mamada. Mi primera vez. Era con papá.
Empezó la mamada de verdad. Metía y sacaba. Lentamente primero, luego cada vez más deprisa. Notaba el sabor de su esperma, o, mejor dicho, líquido seminal. Seguía mamando. Mirándolo a los ojos. Él me acariciaba el pelo y me decía:
— Qué bien la mamas, mariconcita. Este es tu papel.
Avergonzada, pero inspirada en sus palabras, seguí mamando su verga. En un momento dado, mamá se ausentó mientras la seguía chupando. Reapareció al minuto, y papá me ordenó sacar mi boquita de su polla.
Lo hice. La sentía salada, llena de líquido masculino. Entonces, vi que mamá le daba a papá su bote de perfume. No sabía que haría con él. Pero lo descubrí pronto: se puso más en el cuello, en sus pectorales y, guiñándome el ojo, en su polla. Más concretamente, el tronco. Por los dos lados. Veía el líquido del perfume chorrear su polla.
— Sigue la mamada putita — ordenó papá, muy dominante.
— Que bien te va a oler la boquita, cielo — añadió mami riendo.
Isa rio también.
Empezó mi nueva mamada. Metí mi boquita hasta el fondo. El sabor de su perfume se coló en mis papilas gustativas. Me gustó. Era raro, pero me excitó chupar la polla perfumada de papá. Seguí la mamada. Arriba, abajo. Lamía toda su hermosa polla. Ya notaba en mi lengua el sabor del perfume. Yo estaba muy caliente. Seguí mamando. Papá cambió de pose entonces. Con sus brazos, me agarró en brazos y, teniendo yo apoyada mis brazos en su cuello, nos besamos. Con lengua. Y al tiempo que jugaba con mi lengua, noté su pene rozar con la raja de mi culo. Estuvo rozando en ella, jugueteando hasta que al final, se decidió. Metió la punta en mi culo. Yo seguía besándole y notaba rico su verga en mi culo. Olía su aroma.
— ¿Quién es tu novio, zorra? — preguntó papi, mientras metía más su polla en mi culo.
— Tu mi amor — respondí. Ya no era yo. Estaba completamente cachonda.
No hubo risas.
Papi finalmente metió toda su polla en mi culo, salvo los huevos. Siguió besándome. Se sentía tan rico…
Me tumbó boca arriba en la manta, me abrió de piernas y, al tiempo que las sostenía, siguió penetrándome. Adentro, afuera. Sin parar. rápidas embestidas. Las de todo un macho. Yo empecé a gemir como toda una zorra.
— Yes daddy, que rico.
Gemí. Mamá e Isa rieron. Cuando me di cuenta de lo que había dicho, me puse roja. Pero era ya tarde. Aquello pareció animar más a mi novio, porque siguió embistiendo mucho más deprisa. Sacó la polla, me dio la vuelta y volvió a embestir, esta vez, poniéndose encima de mí. Podía oler su perfume otra vez y su sudor. Escuchaba su respiración acelerada. Lo estaba dando todo. Por el rabillo del ojo vi que mami e Isa se reían en silencio y hacían fotos.
Papi seguía embistiendo. Escuchaba sus huevos entrechocar con mi jaula de castidad. Mi cosita estaba loca por romper la jaula y dolía. Pero el sexo con papá era tan placentero que no le estaba prestando atención. Además, me estaba empezando a acostumbrar.
Papá, sin sacar la verga de mi culo, me ordenó adoptar el estilo perrito.
— Venga perra — me dijo.
Me puse a cuatro patas. Papi volvió a embestir. De nuevo el sonido de la polla masculina contra mi cosita afeminada. Sin cambiar de posición, papi me sacó la polla del culo y se puso delante mí. Ya sabía que venía a continuación. Por orden suya, abrí la boca y él metió toda su verga en mi boca. En aquella posición, más que hacerle una mamada, empezó a follarme la boca. Su líquido seminal se quedaba en mi cara y el sonido de sus huevos al chocar en mi barbilla me ponía aún más caliente. Estuvo unos minutos embistiendo, mientras oía las risas de mamá e Isa.
— Túmbate — ordenó papá.
Sacó la polla de mi boca. Salió de la manta al tiempo que yo me tumbaba boca arriba. Papá empezó a masturbarse. Veía su mano frotar su polla. Mami se acercó.
— Ya te ayudo yo, corazón — le dijo amable.
Papá la dejó hacer.
Mami masturbó a papi con la mano derecha. Me miraba sonriente.
— Prepárate princesa — me dijo.
Ella frotaba con dulzura la polla de papá. Arriba, abajo. Cada vez aumentaba más la velocidad.
Sucedió lo inevitable. Papá gimió y un violento chorro de esperma caliente y masculino salió a borbotones de la punta de su viril polla.
Chorreó mi rostro, mi estómago e incluso mi colita enjaulada. Chorreó un buen rato. Por orden de mamá, abrí la boca y parte de esa leche acabó en mi boca. Tragué el semen de mi boca. Cuando terminó de eyacular, Isa hizo muchas fotos. Mami se inclinó a mí y me dijo:
— ¿Ves? Por eso los hombres pueden correrse y tu no. Puta. Limpia la polla de papá. YA.
Me apresuré a obedecer. Me puse de rodillas y empecé a lamer su preciosa polla. Lentamente, recorrí testículos, tronco y glande. Limpiando toda su leche. Terminé haciéndole una pequeña mamada más. Arriba, y abajo. Terminé con un dulce beso en su glande. Papi sonrió satisfecho.
— A partir de ahora, somos novios — me dijo papá — Bienvenida a tu nueva vida, putita.
Mami e Isa rieron a carcajadas.
Sin que yo lo supiera (pero Isa y mami sí), un vecino nos había visto. Y eso tendría consecuencias para mí.
Esa noche dormí con papi totalmente desnuda, en el patio. Su polla metida en mi culito y usando el cuerpo de papá como cama. Me dormí mientras él me acariciaba el pelo. Todavía repleta de su esperma.
— Buenas noches, nenita.
— Buenas noches, daddy.