Lety

Ella es la esposa de mi mejor amigo. Jamás podré tenerla, pero escribí esta historia para encontrar concuelo en la fantasía.

La primera vez que vi a Leticia había decidido no bajarme del coche en que íbamos mis dos mejores amigos y yo. No pude verle el rostro, pero lo que vi bastó para obsesionarme con ella desde el principio. Desde dentro del coche, lo que alcancé a ver fue la cintura y caderas más contrastantes que había visto. Cintura de avispa, le dicen. Caderas infartantes, metidas en unos jeans de esos que se estiran. Rafael y yo solo podíamos comentar lo buena que estaba la nueva novia de René. Cuando éste volvió al coche, hubo un silencio extraño. Ese silencio que hay cuando dos de nosotros queremos decirle al tercero que su novia está buenísima, sin ofenderlo.

Lety, honestamente, no era muy bonita de cara. Sí era muy simpática, nada fea, pero tampoco súper preciosa. Lo que siempre me encantó de ella fueron dos cosas: Su manera de ser y su cuerpo. Es muy delgada, tiene unos pechos pequeños, pero se notan firmes y en su lugar. De su cintura ya les conté, más de una vez he tenido que esforzarme para no abrazarla y sentir su delgadez. Estrecharla entre mis brazos. Y a pesar de que sus nalgas han perdido volumen, aún forman una silueta en verdad súper antojable.

Las buenas amistades duran, y tienes la oportunidad de ver cómo tus amigos se establecen con las personas que aman (o embarazan, jaja). En el caso de René y Lety, se casaron esperando un hijo, pero también muy enamorados. Y me hicieron testigo en la boda civil. Ese día Lety no podía verse más hermosa. Llevaba puesto un vestido muy delgado, algo pegado a su figura, no demasiado por el embarazo que les comento, pero aún así, presumía un cuerpazo, con los hombros descubiertos a pesar del frío, y un escote muy elegante, y a la vez interesante. Fue la primera vez que la abracé. No pude hacerlo demasiado tiempo, porque estaban todos presentes.

A los pocos meses, yo me separé de mi pareja. Me sentía sumamente aliviado, tranquilo. Y René me invitó a una reunión en su casa. Estuvimos Rafa, René, Lety, dos hermanos de ella y yo. Nos pasamos la velada más divertida y llena de carcajadas como no la había tenido en meses. Lety y yo hicimos pareja en un juego de mesa en dos ocasiones, en las cuales arrasamos con nuestros contrincantes. Cuando el juego de mesa terminó, sin planearlo, Lety y yo nos quedamos sentados en la mesa, mientras los demás platicaban no sé de qué. Nos estábamos empezando a aburrir, entonces agarré una hoja de papel y una pluma y empecé a jugar con ella los juegos que uno jugaba en la primaria. Recordamos cómo se jugaba Timbiriche, navecitas, gato, basta, y otros juegos más. Me acerqué mucho con Lety esa noche, pues a pesar de mi amistad con René, a ella no había podido tratarla mucho, pero aquella vez bromeé mucho con ella, nos reímos mucho juntos.

Finalmente llegó la hora de dormir. René y Lety, lógicamente dormirían en su recámara, con su bebé, Rafa y uno de los hermanos se fueron a sus casas, y el otro hermano y yo nos quedamos a dormir allí. Como no tenían mucho espacio, nos tocó dormir en la sala. Antes de alcanzar a su esposa, René se quedó un rato platicando conmigo en la sala, hasta que le dio sueño y se fue a dormir, para mi envidia, al lado de la lindura de Lety. Tenía demasiadas cosas en la cabeza: mi reciente relación rota, mis hijos, Lety, dormida, o posiblemente haciendo el amor con René, justo en el cuarto de al lado. Y yo sin haber tenido sexo en semanas. No recuerdo si tardé mucho en dormirme o no, lo que sí recuerdo, es que me dormí pensando en Leticia.

La esposa de mi mejor amigo.

Después de, digamos, 2 horas, me desperté. Por un momento no supe dónde estaba, pero no duró mucho tiempo. Me incorporé en el sillón y me quedé sentado unos segundos antes de darme cuenta de que me urgía ir al baño. Entonces me levanté, pasé sobre el tipo que estaba acostado en el piso y caminé entre muebles y oscuridad, medio dormido. Abrí la puerta del baño y frente a mí encontré a Lety acomodándose el pantalón de su pijama, frente al lavabo. Los dos saltamos del susto y yo sentí como el color se me subía a la cara. Inmediatamente cerré la puerta, traté de ofrecer disculpas pero ningún sonido salió de mi boca. Me quedé recargado junto a la puerta, pensando en que, de no haberme quedado sentado ese par de segundos en el sillón, bien podría haberla visto sin nada puesto de la cintura para abajo. Mi parte favorita de ella. Esperé y esperé a que ella saliera. Me urgía entrar al baño, pero también ver bien cómo se veía en ropa de dormir. No sé qué demonios hacía o si se había avergonzado, pero tardó unos minutos en salir. Escuché cómo se lavaba las manos, y cómo cerró la llave. Cuando salió, me apresuré a hablarle:

  • Oye…- traté de comenzar. Nos vimos a los ojos y ella sonrió apenada por un instante. Solo un instante. Me dejó mudo. Pasó frente a mí hacia su recámara, el sonido de sus pies descalzos me hizo bajar la vista para vérselos. Perfectos. Su aroma natural, sin perfume, me hizo levantar la vista de nuevo. Conforme fui recorriendo su cuerpo de abajo para arriba, mi erección iba subiendo también. El pantalón estaba holgado de las piernas, pero algo más pegado arriba. Y se transparentaba. Me dejaba ver un bikini blanco, impecablemente recién acomodado, pasando justo por encima de la mitad de sus pompas. Llevaba una blusita sin tirantes que, sin estar muy justa, sí revelaba su diminuta cintura, su delicada espalda… sin sostén. Caramba, cómo no me fijé en eso cuando la vi de frente. Entró a su cuarto y cerró la puerta sin voltear.

Después de respirar profundo un par de veces, entré al baño. Tenía que masturbarme. Ver a Lety vestida de esa forma me estaba volviendo loco. Busqué algo, un sostén o panty, algo, cualquier cosa, pero no encontré nada, finalmente entré en la regadera y ahí dentro me masturbé. Me imaginé que ella estaba allí conmigo, cerré los ojos y exploté, dejando el piso de la regadera con gotas de semen.

Cuando hube terminado, solo me sentía un poco aliviado, aún ardía mi cuerpo por tenerla. Me lavé las manos y me mojé el cabello y la cara, para aplacar un poco el calor. Decidí ayudarme con un poco de agua, así que, al salir, me dirigí a la cocina, mientras me quitaba la playera. Como si la vez anterior no hubiera sido suficiente, el destino me la puso en frente otra vez, pero en esta ocasión casi me voy de espaldas. La luz que entraba por la ventanita de la cocina hacía su pantalón totalmente traslúcido, pude apreciar completamente su silueta desde sus pantorrillas, sus muslos, hasta su entrepierna, como si estuviera desnuda. La erección que había empezado a bajar, empezó a querer cobrar vida de nuevo con aquella vista. Ella estaba dándome la espalda, y cuando volteó, me sorprendió con mi cara de idiota, comiéndomela con la mirada. Yo me cubrí el pecho con la playera. Me asusté, pensé que se incomodaría, pero siguió como si nada sirviéndose agua. Fue entonces cuando pude hablarle.

  • Disculpa por lo de hace rato, no sabía que estabas adentro. – le dije.

  • No hay bronca, lo bueno es que no me viste nada. – respondió.

  • ¿Lo bueno? – le dije sin pensar, pero inmediatamente deseé no haberlo hecho.

  • ¿Cómo? – me dijo confundida. ¿Mencioné que no capta las indirectas fácilmente?

  • Tengo mucha sed, ¿me regalas tantita agua? – le dije, cambiando el tema.

  • Sí claro, sobró tantito refresco, si quieres – me ofreció.

  • Ah, mejor. Gracias.

  • Se nota que tienes calor, hasta estás sudando. – Mencionó.

  • No es sudor, me mojé la cara y el cabello.

  • No inventes, y yo tengo frío. – me dijo.

  • Es que no viste lo que yo vi – de nuevo hablé sin pensar, pero esta vez me entendió.

  • ¿Qué viste? ¿Me viste algo verdad? – exclamó.

  • No… bueno… - fue entonces cuando decidí animarme y decirle algo con toda intención – No tuve tanta suerte.

Supongo que no se lo esperaba, solo se quedó viéndome a los ojos. Yo esquivé su mirada, y fue a parar de nuevo a su casi transparente pantalón, tenía las piernas ligeramente abiertas, dejándome ver en medio de sus piernas. Los nervios y la excitación me estaban matando. Iba a decirle algo cuando ella me ganó:

  • Ya me voy a dormir. – Y se dirigió a la salida, donde yo estaba.

  • No espérate, no te vayas. – Le dije, más por impulso que otra cosa. La había detenido tomándola por la muñeca. Ella me miró confundida, con cara de "¿Qué pasa?". – Es que…- tartamudeé.

  • ¿Es que qué? – Presionó ella. Entonces yo decidí aventarme al ruedo.

  • Es que… - suspiré profundamente para tomar valor. – Es que quiero estar contigo… un ratito.

  • ¿Por qué? – Preguntó. Yo sonreí.

  • ¿Acaso no es obvio? – Le dije.

  • ¿Qué?

  • Lety

  • ¿Qué?

  • Me encantas

  • ¿Perdón? – Me dijo, sorprendida.

  • Que me fascinas, Lety. – Le dije, casi ahogándome. Ella bajó la mirada, yo con ella y pasé saliva. Estábamos tremendamente cerca, yo recargado en el marco de la puerta. Todo estaba en silencio, lo único que se escuchaba era el motor del refri. Entonces noté algo que naturalmente ella también notó. Mi erección. Ella levantó la vista con expresión de no entender por qué estaba yo así. Se notaba confundida y hasta algo asustada.

  • Rei… - Me dijo, casi con un suspiro. Yo me sentí apenado por el hecho de que me viera así.

  • Discúlpame, Lety… Es que… Por favor no te ofendas, no te enojes… No lo pude evitar… Ya te dije, me gustas muchísimo, y al verte así… - dejé la frase incompleta, supuse que comprendería. Aún la tenía asida por su muñeca, notaba que estaba temblando. O tal vez era yo.

  • ¿Así cómo, Rei? Estoy toda en fachas…- me dijo, con una sonrisa nerviosa.

  • Pues así me gustas – le dije decididamente.

Ella se sonrojó un poco, y bajó la vista de nuevo. Noté que respiraba profundamente. Yo me hipnoticé unos instantes observando su pecho al respirar. Mi pene palpitó al notar, claramente, cómo se empezaban a notar sus pequeños pezones. Pasé saliva de nuevo y apreté su mano, fuerte. Al parecer, mi gesto la despertó de sus pensamientos.

  • Rei, no te quiero lastimar, pero ya sabes que no podemos… - Me dijo pausada y casi imperceptiblemente, sin levantar la vista.

  • Lety

  • ¿Qué? – Levantó la vista.

  • No me importa

Solo tuve que acercarme un poco, ya estábamos muy cerca. Cuando toqué sus labios con los míos, tuve la sensación más divina. El tiempo pareció detenerse, a pesar de que debió haber durado no más de 2 segundos. Ella se apartó.

  • Rei, no

Apreté de nuevo su mano y la acerqué aún más a mí. Ella puso una mano en mi pecho, para detenerse, pero antes de que pudiera hacer algo, la besé de nuevo. Sus labios estaban frescos y húmedos por el agua que había tomado. Nos besábamos tiernamente, con algo de miedo, pero mientras pasaban los segundos, ella se iba soltando más, recargó su mano y todo su brazo en mi pecho e inclinó su cabeza un poco. Abrió su boca. Se iba entregando poco a poco. Yo solté la playera y su muñeca y la tomé por la cintura. Era increíble. La acerqué hacia mí para sentir su cuerpo, me olvidé de su boca un momento, y le besé la mejilla, el cuello. Ella respiraba agitada, arqueando la espalda. Noté que me empujaba levemente, queriéndose resistir aún. Entonces subí mis manos a su espalda y la abracé firme pero delicadamente. Acariciaba su espalda por encima de su blusita como queriéndosela quemar con las manos. Ella me abrazó también. Yo estaba en el cielo, le acariciaba la espalda, la cintura, cerca del vientre, el cabello… yo ya no podía más.

  • Lety…- Le dije entre besos.

Ella me contestó con un pequeñísimo gemido que me detuvo el corazón por un instante.

  • ¿Te puedo confesar algo y no te enojas? – Le pregunté.

  • Mmhmmh…- Asintió con un murmuro. Yo hice una pequeña pausa.

  • Me masturbé en tu baño pensando en ti. – Le dije, al tiempo que bajaba una mano hasta sus pompas, apretándolas apasionadamente.

Ella reaccionó con un gemido ahogado, exhalando todo el aire que tenía en los pulmones, aferrándose a mi cuello. Empezó a frotar su diminuto cuerpo contra el mío, y a mí me faltaban brazos para envolverla, manos para acariciarla. Deslicé mi mano por debajo de su blusa. Así la acaricié unos segundos antes de empezarle a subir la prenda.

  • Rei…- suspiró en tono de advertencia. Yo hice caso omiso, aunque me encantaba escuchar mi nombre en su temblorosa voz.

Ella tampoco pudo (o quiso) detenerse, y cuando levanté su blusita por encima de sus pechos, ella levantó los brazos para facilitarme el trabajo. Eran hermosos; pequeños, pero simplemente hermosos. Antes de atreverme a tocarlos, la abracé. Cuando sentí sus pechos en el mío, un escalofrío me recorrió la espalda. Me separé de su boca un instante para tomar aire.

  • Estás hermosa, niña. – Le dije, bajando la mirada para admirarla. Sus pechos eran tan blancos y suaves como dos perfectas rosas. Los acaricié. Sentí sus pezones en la palma de mis manos.

Ella deslizó su mano entre nosotros, y se posó sobre mi pene.

  • Ay, oye…- me dijo, con gesto de pícara. A mí se me escapó una risita. Separó su cadera un poco, parando las pompas, metió sus dos manos y me empezó a desabrochar el pantalón, el cinturón ya me lo había yo quitado antes de acostarme.

Cuando me lo desabrochó completamente, la tomé de los hombros y la giré, para recargarla de espaldas a mí, y me acomodé entre sus nalgas. Siempre había deseado hacer eso, soñaba con sus nalgas todo el tiempo. Puse una mano en su vientre y la otra en sus pechos. La acaricié completa, las piernas, el vientre, los pechos, el rostro. En el movimiento, su pantalón terminó en sus tobillos. Comencé a jugar con su bikini. Yo quería arrancárselo en ese momento, y no es que tuviéramos el tiempo del mundo, pero no quería apresurarme demasiado. Pero lo que hizo ella encendió avivó el fuego aún más. En el momento en que yo bajé mi mano a su entrepierna y comencé a acariciarla, ella movió la cadera de arriba abajo y de vuelta. A los pocos segundos yo no pude contenerme más y le bajé el bikini a la mitad de los muslos. Pero yo quería más, por supuesto que quería más.

La tomé de la mano y nos metimos completamente en la cocina mientras yo me quitaba lo que me quedaba de ropa. Lety se detuvo un poco, casi tropezándose al bajarse el bikini. El piso de la cocina era ya un muestrario de ropa. Por un instante ella pareció despertar de su trance.

  • Rei, ¿qué estamos…? – Pero no la dejé terminar. Ella me veía asustada pero expectante. Calculé que no debía costarme mucho trabajo levantarla, y no me equivoqué. Aunque no soy muy fuerte, con facilidad la cargué y la senté en una mesita que tenían para preparar la comida. Y ya no tuvimos que esperar más.

Dentro de ella, me sentía al mismo tiempo en el cielo y en el infierno. Sencillamente estaba en otro mundo. Dejé de escuchar, ver, oler o sentir otra cosa que no fuera Lety. Sentía sus paredes contraerse, sus piernas abrazarme por la cintura, sus uñas clavarse en mi espalda. Cada vez que entraba en ella, sentía que se me escapaba un poco de vida. En los siguientes minutos no dijimos nada, no hacía falta. Con el pulgar le acariciaba el clítoris mientras ella movía la cadera siguiendo mi ritmo. Ella escondió su rostro en mi cuello. La escuché decir mi nombre con un intenso suspiro. Entonces se aferró a mí, me aprisionó con todo lo que pudo; sus brazos, sus uñas, sus piernas, su boca en mi cuello. La presión en mi miembro aumentó considerablemente con pausados espasmos, mientras a ella se le iba la vida en gemidos que tenía que callar, que convirtió en suspiros largos, dolorosos.

Medio minuto después, se tranquilizó. Pero seguía moviéndose y disfrutando. Después de unos segundos, su voz me sorprendió.

  • ¿Te falta mucho? – Me preguntó con dulzura.

  • No sé, - contesté entre suspiros. Si hay algo que no tengo es eyaculación precoz, pero a veces me tardo demasiado cuando tengo relaciones. – Quisiera no acabar nunca para quedarme así.

Ella sonrió y cerró los ojos, dejando caer su cabeza hacia atrás. Después de un momento la levantó de nuevo.

  • Nos va a cachar, Rei. Mejor ven. – Me dijo.

  • ¿Dónde? – Pregunté. Ella me empujó suavemente, hasta hacerme salir de ella.

  • Quiero que tú también te vengas. – Me dijo. Tomó mi pene entre sus manos y empezó a acariciarlo.

Estaba totalmente lubricado con su reciente orgasmo, así que sus manos resbalaban con facilidad. Poco a poco aumentó el ritmo, variando la velocidad y la presión. En poco tiempo sentí mi orgasmo venir. Empecé a sentir ese cosquilleo, ese calorcito.

  • Me avisas. – me dijo.

  • Pues ya…ya

Entonces llevó mi pene a la entrada entre sus labios nuevamente. Ella misma lo introdujo un poco, soltando un pequeño gemidito. Después de estar un rato fuera de ella, volver adentro casi me quema el alma. Lety estaba ardiendo por dentro. Volvió a hacer presión con sus paredes. No tuve que moverme mucho ya, en menos de 10 segundos me transporté a otro mundo, y me tomó por sorpresa. Ella tuvo que callarme con sus besos. Me abrazó con mucha fuerza.

  • Lety…- repetí una y otra vez, con cada espasmo que hacía vaciarme dentro de ella. Fue mi turno de esconder mi cara en su cuello.

  • Así…así, Rei. Disfrútalo…Ahh- Me dijo al oído. También disfrutando de sentirme terminar en su interior.

Y terminó. Maldición, terminó.

Nos quedamos abrazados un par de segundos. Dándonos besos, moviéndonos un poco más.

  • Me tengo que ir a acostar – anunció.

  • No. Quédate. – le dije, aunque sabía que tenía razón. Ella me sonrió. – Gracias, Lety. Jamás voy a olvidar esto.

  • ¿Y tú crees que yo sí? – Hizo una pausa. – Estoy tomando pastillas, y de todas formas mañana me tomo unas de emergencia.

La cordura volvió a mi cabeza en ese momento. Ella sabía que no podía embarazarse, y a mí eso dejó de importarme cuando la subí a la mesita. La miré con alivio, ella solo torció suavemente la boca, sonriendo levemente.

Me separé de ella lentamente, para disfrutar incluso el salirme de ella. Con prisa, y sin embargo con tranquilidad, nos vestimos. La abracé por última vez.

  • Gracias a ti. – Me dijo, y me dio un último beso en la boca.

  • Descansa. – le contesté, viendo maravillado sus ojos. Tenían un brillo especial.

  • Tú también. Buenas noches.

  • Buenas noches, Lety.

Ella tomó el vaso con agua que se había servido, acercándose de nuevo a mí. Se quedó un momento pensando.

  • ¿Te confieso algo? – Me dijo, con una mirada de complicidad y también apenada, yo la miré a los ojos, esperando. – Después de que cerraste la puerta del baño…no sé, sentí que estaba loca, pero me metí en la regadera para que no me escucharas

Yo sonreí de oreja a oreja, comprendí lo que había hecho. Las cosas del destino. Ella había entrado en la regadera a tocarse, antes de que yo lo hiciera.

Regalándome la sonrisa más celestial salió de la cocina y se fue a su recámara. Yo me quedé recargado largo rato en la mesita donde Lety y yo hicimos el amor. Tomé la botella de refresco que Lety había sacado y salí también.

Yo ya no pude dormirme. No podía dejar de revivir cada segundo de lo que había pasado. Había sido mágico, extraordinario. Hice durar el poco líquido que quedaba en la botella lo más que pude. Recordaba las palabras, las sensaciones. Todo. Me pregunté si me estaba enamorando de Lety. Tuve suficiente tiempo para pensarlo.

Así me amaneció. Tenía mucho tiempo de no ver un amanecer, y el gran ventanal del departamento me regaló uno muy hermoso.

Llegó la hora de irme, pero tenía que esperar a que René o Lety salieran para abrirme la puerta. Al poco rato salió ella. La saludé con un tímido "hola". Se veía hermosa así como estaba, con un pijama que ocultaba por completo lo linda que era, el cabello desarreglado y con una cara de adormilada que hasta me dio ternura. Entró al baño, no se tardó. Salió y fue a la cocina, donde preparó un biberón. Salió de la cocina, de regreso a la recámara.

  • Lety, ¿puedes decirle a René que ya me tengo que ir, por favor?

  • ¿Te vas ya tan temprano? – Me dijo.

  • Sí, es que tengo que hacer unas cosas.

  • Bueno, ahorita sale a abrirte. Te cuidas.

  • Gracias, tú también.

  • Bye.

  • Bye.

Nota del autor: Considero que explicar lo siguiente le quita el chiste al texto, pero lo haré, por si alguien no entendió. La parte en cursiva es lo que me habría gustado que pasara. Lo demás en realidad pasó. Los nombres han sido cambiados.