Leticia la Peluquera (y 3)
Mi historia.
Por fin me dejan presentarme.
Soy Leticia, "la peluquera", tengo hoy treinta y tres años bien llevados.
Me confieso amante del sexo, sin importarme el género de mi pareja, sólo deseo de él que tenga ternura y sensibilidad y sepa disfrutarme y hacerme disfrutar.
No estoy casada, ni comprometida, por el momento. Mi ideal de vida es gozar cada momento lo máximo posible.
Nunca destaqué en los estudios y de adolescente era un poco díscola y rebelde, pero siempre he sido habilidosa con las manualidades y con más o menos dificultades fui terminando mis estudios aprobando todo en junio.
Mi padre era suboficial del ejército del aire y trató de darnos la mejor educación y vida posible desde su óptica disciplinada.
Era especialmente estricto con mis hermanos, tres vagos y golfos redomados.
Yo era la mayor y la chica y como nunca suspendía, ni me dejaba coger en un renuncio, tuve una infancia y adolescencia felices.
Mi madre, Herminia, era peluquera y tenía una pequeña peluquería de barrio cerca de casa, con tres sillones, siempre concurrida.
Me pasé gran parte de mi infancia y adolescencia sentada en la peluquería haciendo los deberes en una pequeña mesa camilla, y observando a mi madre y a las dos jóvenes oficialas que tenía contratadas, cómo atendían a sus clientas.
Desde entonces me llamaba poderosamente la atención y me excitaba el verles cortar el pelo.
Ir a la peluquería es, para la mujer, algo especial.
Todas tratamos de vernos bien, de agradar/seducir a los demás, exteriorizamos, o tratamos de exteriorizar nuestra personalidad con nuestra imagen y el pelo es una parte esencial de esa imagen.
Nos vemos todos los días en el espejo y nos acostumbramos a la forma de nuestro peinado, al color de nuestro pelo, por eso a la hora de ir a la "pelu", sobre todo si vamos a cortarnos el pelo, siempre se produce un debate entre el ser conservador que todas tenemos dentro y el ser imaginativo que quiere cambiar.
He de decir que mi experiencia me dice que la mayor parte de las veces triunfa el conservadurismo, por ello casi siempre el dilema termina en un "córtame las puntas y corta poco".
Cuando era joven me cortaba el pelo mi madre o Pili, la oficiala de siempre, cuando mi madre estaba ocupada.
Me gustaba mucho, al punto de que tuve muchas discusiones con mi madre porque me empeñaba en que me cortaran el pelo más de una vez al mes.
Cuando estaba la peluquería vacía siempre le he oído a mi madre comentar con las niñas que hasta la mujer más flamenca se torna humilde cuando se sienta en el sillón, se ve con el pelo mojado y se le rodea el cuello con la capa.
Siempre me he fijado en esto y he llegado a la conclusión de que es entonces cuando desaparecen sus manos y se queda inerme en manos de un tercero.
Las más bravas dan el último coletazo cuando sacan sus manos por los lados de la capa y tratan de dibujar con ellas en el aire alrededor de su cabeza la idea de corte que tienen pensada, o muestran tímidamente a la peluquera una foto o un recorte de una revista con un corte que creen que le favorece.
Ese momento de debilidad de la cliente es el que me ha excitado siempre, al punto de que hoy en día noto cómo se me ponen duros los pezones y caliente la entrepierna.
A ese momento de bravura le sigue uno nuevo de sumisión de la cliente cuando la peluquera estira bien la capa para taparle las manos; uno de vértigo, cuando la peluquera comienza a peinar y alisar el pelo; uno de miedo, cuando la peluquera coge las tijeras; uno de humillación, cuando empuja la cabeza de la cliente hacia delante y; uno de resignación y escalofrío cuando la cliente siente el filo de las tijeras cortando el primer mechón de pelo.
Creo que éste es el morbo del corte de pelo, lo que me excita más y más cada día, cuando soy cliente, las menos veces, y que me hace hoy seguir siendo peluquera.
Volviendo a mi infancia cuando llegaba el día del pelado de mis hermanos, mi madre y cada una de las oficialas se encargaba del pelar a uno y se afanaban con la maquinilla eléctrica en dejarles la cabeza como la de un quinto.
Era todo un espectáculo el sonido de los motorcillos eléctricos y cómo en segundos el pelo pasaba desde la cabeza al blanco suelo de la peluquería.
Terminada la faena, la oficiala nueva barría con un cepillo de goma y llenaba un cogedor de pelo.
Recuerdo que un año, cuando yo tenía diecisiete años, Pili le dijo a mi madre que por qué no me dejaba a mi pelar a uno de mis hermanos y que mi madre aceptó y me ofreció la maquinilla.
Esa fue mi primera experiencia y he de reconocer que me resultó muy excitante empuñar la máquina, encenderla notar su vibración y aplicarla sobre la nuca de mi hermano viendo cómo iba saltando el pelo cortado y haciéndose un camino raso entre el pelo.
Durante años fui adquiriendo experiencia y aprendiendo el oficio, ayudando a mi madre y a Pili en la peluquería cuando se marchaba la oficial más joven.
Con el paso del tiempo fui adquiriendo confianza con Pili a la que consideraba como una tía joven. Tal fue la confianza que adquirimos que ella me confesó que le excitaba sexualmente su profesión.
Nos fuimos haciendo grandes amigas y cómplices y durante mis años de Universidad, algunos sábados, aprovechando que mi madre estaba de fin de semana en la sierra le llevaba a Pili a alguna de mis compañeras de clase para que les cortase el pelo, fingiendo ante ellas ser una cliente más de la peluquería.
Pili y yo disfrutábamos de lo lindo.
Solíamos convenir el llevar a la incauta a última hora de la mañana, cuando ya no se coge más gente para que Pili colgara el cartel de cerrado y quedarnos a solas en la peluquería, de paso Pili dejaba ir a la Oficiala y el cuadro estaba servido.
Para que la cosa no acabara en un cortame las puntas, siempre me tocaba a mi primero y comenzaba dándome unas mechas o unos reflejos nuevos para cortar el pelo de mi amiga mientras que éstas cogían.
Entre Pili y yo íbamos animando a la víctima con nuestra conversación, con revistas y fotos de nuevos cortes etc., haciéndole ver lo mono que le quedaría, etc.
Generalmente el lavado de cerebro era tan efectivo como el lavado de pelo y el masaje de cuero cabelludo de Pili, de forma que siempre la incauta compañera acababa dejándole hacer a Pili y así disfrutábamos las dos.
Cuando terminé la carrera empecé a trabajar en una empresa pública, en horario era de ocho a tres de lunes a viernes, no pagaban muy bien pero tenía las tardes libres para ayudar y disfrutar en la peluquería.
Mi madre se iba desentendiendo cada día más de la peluquería y Pili y yo nos fuimos haciendo cargo de la misma.
Cuando mi madre se retiró definitivamente y mi padre se jubiló se fueron a vivir a la costa, y Pili y yo decidimos darle un nuevo enfoque a lo que hoy es nuestra peluquería.
Pedí excedencia en el trabajo, reformamos la peluquería y montamos una sala privada en la trastienda, generalmente dedicada a servicios de belleza (depilaciones, masajes, limpiezas de cutis, etc.), pero realmente dedicada a "Servicios Especiales".
Recuerdo que muy al principio conseguí convencer a una antigua compañera mía de trabajo que se llama Laura para que fuera a que Pili le diera un Servicio completo.
Yo le esperé en la peluquería, fingiendo, como siempre había hecho, que era una buena cliente de Pili.
Laura llegó a primera hora de la tarde, justo después de la salida del trabajo.
Venía vestida con una falda corta escocesa y una blusa blanca. Mide un metro setenta y tantos, es delgada y tiene el pelo castaño claro a media espalda y recogido generalmente en una especie de moño sujeto por una pinza de carey.
Pili nos invitó a pasar a desnudarnos y a ponernos cómodas con la bata que nos entregó.
Laura me preguntó que en qué consistía el servicio completo y que por qué insistía Pili en que nos desnudáramos.
Le explique que el servicio incluía corte de pelo, masaje y depilación íntima y que nos habían pasado a este salón porque es una sección de la peluquería especial reservada a clientes especiales que tienen interés especial en sentir y hacer sentir placer a la peluquera y a otras amigas o amigos con el ritual del corte de pelo y el tratamiento integral de belleza.
En otras palabras, me dijo, aquí me has traído para a sentir placer sólo por cortarme depilarme y ver como te cortas el pelo y te depilan o hay algo más.
Laura me dejó de piedra, creía que se lo había explicado bien, pero supe reaccionar; le contesté que se trata de que des rienda suelta a tus sensaciones, de gozar todo lo que puedas y quieras, de que te encuentres cómoda y a gusto, no tienes que hacer nada más ni nada que no quieras. Añadí que a mí personalmente me da un placer intenso sentir cómo me cortan el pelo y ver cómo le cortan el pelo a mis conocidos y me da un morbo adicional sentir que mis conocidos me observan y sienten placer mientras ven cómo me cortan el pelo.
Me pone mucho venir aquí, incluso sóla, porque sé que Pili también se pone a cien cortando el pelo, añadí; pero si crees que no merece la pena o no te aporta nada lo dejamos y Pili, que además es una gran peluquera, te puede atender fuera, en el salón convencional.
Verás, es que todo esto me pilla de sorpresa, repuso Laura; ya hemos comentado que siento un placer especial cuando me cortan el pelo, por eso voy a cortarme las puntas casi dos veces al mes; hasta ahora creí que era cosa mía pero ya veo que no soy rarita, y eso me consuela. Claro, que nunca había estado en un sitio como este y por eso me he sorprendido/asustado un poco, pero en fin un día es un día y gozar siempre es saludable.
Y dicho lo cual se desabrochó la blusa y se despojó de su ropa interior. En ese instante pude contemplar un pecho firme y semibronceado espectacular, un cuerpo cuidado en todo menos en su pubis que lucía una poblada mata de pelo espeso.
Yo hice lo propio y al cabo de un rato tocamos el timbre y entró Pili con una bata ligera que permitía apreciar que debajo de ella estaba desnuda completamente.
Si os parece empezamos por Laura, propuso, mientras le invitaba con su mano a pasar al lavabo. Mientras pongo en marcha el aparato de la cera.
Antes de que Laura replicara algo, me adelanté a decir que mejor empezábamos conmigo.
Y me senté en el lavabo. Era la primera vez que Pili me atendía en el reservado.
Cuando Pili terminó me dirigí al sillón y me despojé de la bata. No os molesta le dije a ambas.
No, no me importa dijo Laura desde la silla del fondo.
Está bien Leticia, me dijo Pili, creo que yo también me quitaré la bata.
Me senté y pude ver en el espejo a Laura sentada con las piernas cruzadas, el codo apoyado en la rodilla y la barbilla apoyada en la mano, aturdida sin saber qué hacer.
Vente para aquí si quieres, le dijo Pili que también observó la cara de Laura.
Está bien respondió Laura al tiempo que se acercaba a nosotras.
Pili mientras me peinó y estiró el pelo mojado secando el exceso de humedad con una toalla.
Haz lo que quieras Pili, le dije, pero no me cortes mucho, por favor, e tengo cierto aprecio a esta melenita rubia que me ha acompañado tantos años.
Vale Leticia, ya verás cómo te gusta y no vas a echar de menos la facha monjil que llevas. Te voy a hacer gozar como nunca.
No había capa de por medio, pero sentí cada uno de los procesos que he descrito. Ahí estaba yo, a merced de Pili, con lo que sé que disfruta cortando, desnuda, con los pezones enhiestos, esperando a ver por donde daba el primer tijeretaza.
Pili se puso frente a mi y echó adelante la mitad anterior de mi pelo sobre mi cara y, apoyando una mano en mi frente, lo peinó repetidamente. Sólo veía mi pelo húmedo y las púas del peine pasando de arriba abajo repetidamente, hasta que aparecieron sus dedos entre el pelo, cogiendo el mechón central entre sus dedos a la altura de mis cejas. Alcé la vista y vi el filo de las tijeras doradas de Pili que entraban por el lado izquierdo de mi cara y comenzaban a cortar.
El pelo cortado y húmedo caía sobre mi pecho y se deslizaba hacia mi entrepierna. Instintivamente separé las piernas y permanecí inmóvil. Un escalofrío de placer recorrió mi espalda y me hizo temblar.
Me pareció que Pili tenía los pezones erectos y las aureolas empezaban a dilatarse. Su respiración era más rápida. En un movimiento presuntamente meditado colocó mi pierna izquierda entre las suyas, de suerte que mi rodilla rozaba con sus labios.
Lentamente fui subiendo la rodilla hasta que Pili comenzó u suave frote de su vagina contra mi pierna, al tiempo que continuaba desfilando toda la parte delantera izquierda de mi antigua melena.
Se pasó a la otra parte y sin sutilezas comenzó a frotar sus genitales húmedos contra mi pierna a la par que cortaba y cortaba pelo.
Yo levanté un poco mi pierna para que el contacto fuera mejor y continué disfrutando con el smip, snip de las tijeras de Pili.
Que ganas tenía yo de pelarte en condiciones, dijo Pili al tiempo que se dirigía a la parte de atrás.
Cuando se retiró Pili pude ver la cara de Laura por el espejo, su mano izquierda estaba en su entrepierna y tenía la mirada perdida de la que está gozando.
¿Te gusta como la estoy dejando? Preguntó Pili.
Sí, dijo Laura con voz entrecortada.
Pues verás ahora lo bien que le va a quedar esto.
Pili empezó a separar y a cortar sin piedad a capas mi melena rubia.
Cuando terminó de bajar las capas, Pili le preguntó a Laura que qué le parecía y ella dijo córtale más, no sabes lo que disfruto viéndolo.
Dicho y hecho, Pili continuó levantando y cortando largos mechones de mi pelo, que comenzaron a tapizar mis hombros, mi espalda y el suelo de la salita. Por un momento creí recordar la época en que Pili rapaba a mis hermanos.
Estaba al borde del orgasmo. Mi mano frotaba una y otra vez mi clítoris al compás del sonido de las tijeras de Pili.
Finalmente terminó y pude levantarme para quitarme todos los pelos de encima de mi cuerpo. Con ayuda de un pequeño espejo de mano que me alcanzó Pili pude ver la rapada que me había hecho y en ese instante me vino el primer orgasmo.
Pili no dejaba de mirar mi pubis limpio de pelos y me dijo que qué es lo que quería que me depilara si o tenía perfectamente depilado.
Sólo pásame la navaja de afeitar para retocarlo si no te importa, le respondí mientras me encaramaba a la camilla.
Me acerqué al borde mientras Pili me mojaba el pubis para quitar los pelos caídos de la cabeza con una regadera pequeña y recogía el agua con un pequeño balde colocado debajo.
Seguidamente me puso un pegote de gel de afeitar y lo extendió con sus manos suaves hasta llenar todo de espuma, masajeando con dominio mi vulva y mi clítoris.
Luego tomó la navaja de barbero y comenzó a pasarla por mi fina piel retirando a su paso la pelusilla y la espuma.
Me hizo abrirme de piernas y me afeitó con cuidado la entrepierna toqueteando con maestría mi sexo.
Más tarde me puso de rodillas sobre la camilla haciéndome poner en postura de mahometano en pleno rezo, me untó el ano y el perineo de espuma y rasurándolo con primor.
Una palmadita en el trasero me devolvió a la realidad. Dúchate al lado y luego te unto de aceite balsámico, dijo Pili. Mientras, Laura, es hora de que pases por el lavabo.
Cuando volví de la ducha Laura estaba sentada en la silla de cortar, totalmente desnuda y Pili estaba alisándole la melena.
Dispuesta a todo le dijo Pili.
Sí dijo Laura, quiero un corte a lo chico, estoy dispuesta a gozar como nunca.
Quieres que te rape el cogote o prefieres una melenita más femenina, replicó Laura.
Mientras pelabas a Leticia había pensado que me iría bien un corte a lo garçon con la nuca rapada al uno, dijo Laura, espero que eso te haga disfrutar de verdad.
Pili tomó sus tijeras hizo levantar a Laura de la silla y comenzó a cortar su melena a la altura del final cuello.
Los mechones caían resbalando por la espalda de laura. Luego cortó los laterales en línea desde delante y fueron sus pechos los que recibían el primer impacto del pelo de Laura antes de caer al suelo.
Más tarde le indicó que se sentara de nuevo y Pili sacó una vieja amiga nuestra, la maquinilla eléctrica. Empujó con energía la cabeza de Laura hacia delante y comenzó a raparle el cogote, dándole la forma del cráneo de Laura.
El sonido de la maquina me hizo recordar de nuevo mi primer pelado y comencé a excitarme nuevamente.
Laura comenzó a acariciarse la melena de su pubis y entre el bosque de pelos rizados comenzaron a entreverse unos labios rojos como el carmín.
Pili seguía a lo suyo descargando la cabeza de Laura y yo disfrutaba del espectáculo.
A la parte trasera le siguió los laterales y el flequillo, bueno al no flequillo para ser más exactos.
Finalmente con la navaja Pili rasuró cuidadosamente el cuello y patillas de Laura.
Ya está dijo Pili, el corte más fresquito que has tenido nunca, ahora vamos a depilarte que a ti si te hace falta.
¿No te has depilado nunca verdad?, preguntó Pili.
No, sólo me depilo las ingles en verano y me recorto el resto a tijera, respondió Laura.
¿Quieres que te haga la cera o que te rasure?. Por el dolor no te apures que tengo unas ampollas de anestésico tópico y no vas a enterarte de os tirones.
En ese caso depílame a la cera que durará más.
Sí claro, dijo Pili que tomó unas tijeras pequeñas en su mano. Primero vamos a despoblar este bosque, dijo al tiempo que comenzaba a cortar mechones de pelo que arrojaba al suelo.
Seguidamente le pasó una maquinilla pequeña por todo el pubis.
Laura abría cada vez más sus piernas y su vientre estaba tenso.
Pili rapó con la maquinilla la entrepierna y pudimos observar fascinadas la belleza de los labios colorados de Laura, brillantes por la humedad de su sexo.
Cesó el ruido de la maquinilla y Pili se puso un guante de Latex, tomó en su mano un frasco de cristal color caramelo y vertió unas gotas por el pubis de Laura, extendiéndolo por entre los pelos con la mano enguantada.
Espera aquí unos minutos y luego vete a la ducha si quieres mientras peino a Leticia, para que te haga efecto el anestésico y luego sigo, dijo Pili.
Casi estaba a punto de terminar de peinarme cuando entró de nuevo Laura secándose con una toalla amarilla. Es increíble me pellizco y no siento nada, dijo.
Pili terminó y me había dejado de fábula.
Vamos a ver dijo mientras se volvía, ponte al borde y separa las piernas.
Quieres que te deje algo de pelo o quieres que te lo quite todo, añadió Pili.
Mejor será todo, dijo Laura.
Pili no había esperado a oír completa la respuesta de laura porque ya estaba untándole todo el pubis con cera de caramelo tibia.
Dos tirones dejaron el pubis de Laura limpio como una patena. Dos untadas más y dos nuevos tirones lo dejaron suave.
Luego vino la entrepierna. Aquí te va a doler un poco porque no se puede usar anestésico junto a la vulva, le dijo Pili, pero descuida que no es mucho dolor.
Untó ambos lados metiendo su dedo en la vagina de Laura para que no se pringada de cera.
Sujetando la piel con su mano Pili dio un fuerte tirón y luego otro en el otro lado.
Dios, que bonita vulva tienes Laura, creeme que he visto algunas, pero esta es de las más bonitas, con estos labios rojos. Ahora peladita está para comérsela, no crees, me preguntó Pili.
Dos pasaditas más de retoque y quedará lista.
Si no te importa te das la vuelta y te pones como se puso Leticia le dijo Pili, para que te pele el culito.
El culo de Laura era bonito, pero su ano lleno de pelos no era muy erótico, sin embargo las manos de Pili remediaron este defecto rápidamente y sin pelo resultaba mucho más atractivo.
Pili tomó un bote de aceite y vertió generosamente una cantidad por el canal interglutear y le dio un masaje por la zona recién depilada, Laura comenzó a suspirara y Pili aprovechó la lubricación para introducirle un dedo por el ano. Laura dio un gemido profundo y pidió a Pili que no se parara.
Aproveché para sacar un pequeño consolador que guardaba Pili, lo unté de aceite y se lo di a Pili que se lo metió a Laura por el culo lentamente mientras yo me apresté a acariciar su sexo.
Laura gemía más y más de placer al tiempo que Pili puso en marcha el vibrador y Laura se corrió irremisiblemente en mi mano, dejándose caer rendida boca abajo sobre la camilla.
Pili le extrajo el consolador y le pidió que se diera la vuelta para darle aceite por el pubis.
Terminada la operación Laura se sentó en la silla para que le terminaran de peinar y Pili me masturbó mientras me untaba con aceite mi sexo rasurado.
Acabó el peinado de Laura, estaba fascinante, ese cuerpo desnudo y sin pelo lucía mucho más que antes.
He gozado como nunca, volveré y traeré a más gente dijo.
Nos vestimos, pagamos y nos fuimos.
Al cabo de las semanas Laura volvió por la peluquería con una amiga y se percató de que yo también trabajaba allí, ni le sorprendió ni le importó, es más ese día nos pusimos manos a la obra las cuatro y lo pasamos de vicio.
Laura es una de nuestras mejores clientes.
Así es cómo empezamos Pili y yo a disfrutar a tope de nuestra verdadera pasión fetichista y como hemos venido haciendo fortuna mientras disfrutamos y hacemos disfrutar a nuestros clientes.