Leticia la Peluquera (2)
La sorpresa de mi chica.
La sorpresa de mi chica.
Es bueno reconocer sus debilidades y pasiones de cada uno, a mí me apasiona y me excita ir a la peluquería con mi chica.
Llevamos ya cuatro años de relaciones y casi tres viviendo juntos y no sin dificultad logre hace casi tres años convencerla para que fuéramos juntos a cortarnos el pelo o me dejara acompañarla cuando ella se lo cortase.
Habíamos encontrado una pequeña peluquería de barrio en la que nos conocían ya bien y nos atendían perfectamente.
El día que tocaba peluquería, además, solía terminar con sesión de peluquería íntima en casa seguido de un buen polvo.
Estábamos a las puertas de acabar el mes de mayo y hacía ya unos meses más de seis, que no habíamos pasado por la peluquería y no nos habíamos retocado los bajos.
En alguna ocasión le había insinuado algo a Verónica, mi novia pero, ella no se había dado por aludida.
Sucede además que ella venía insinuando con cierta frecuencia que le gustaría ir a una peluquería diferente, moderna, para cambiar de estilo, que la nuestra no estaba mal para las puntas y eso pero que no se atrevía a pedirles algo nuevo.
Sé por ella que había hecho algunas indagaciones entre las compañeras de trabajo.
Era la víspera de nuestro aniversario que caía en viernes, habíamos quedado con unos amigos para cenar y tomar algo y Vero me llamó al trabajo después de comer y me dijo que me pasaría a buscar a la salida del trabajo, que anulara la cita con la gente y que no quedara con nadie.
Durante toda la tarde estuve inquieta, dándole vueltas a la cuestión y no alcanzaba a comprender qué era aquello tan importante como para que tuviera que cancelar citas y estar a la puerta del trabajo esperando a Vero.
Cuando llegó la hora de salir, cerré el ordenador y bajé como un tiro a la puerta. Allí estaba Vero esperando.
Ella termina a las tres de trabajar y se había pasado por casa a cambiarse. Llevaba una mini vaquera espectacular, unas medias finas color carne, una blusa que le había regalado yo el año anterior y una blasier fina.
Mide cerca del metro setenta y cinco tiene el pelo castaño, largo un tipo estupendo, buenos pechos y un culito respingón que me vuelve loco.
Llevaba el pelo recogido en una coleta sujeta con una goma y las gafas de sol a modo de diadema.
Subí en el coche y le pregunté qué pasaba.
Ella arrancó y me dijo que ya vería que era una sorpresa de aniversario.
Nos dirigimos a la zona comercial y aparcamos en un parking subterráneo.
Por fin Vero se decidió a hablar.
Verás, te acuerdas que llevo tiempo diciendo que quiero un cambio de imagen.
Sí le respondí.
Pues verás, una compañera mía que se lama Laura me ha recomendado una peluquería especial, que había ido ya con otra amiga común y que estaba encantada, así es que he llamado esta mañana y Leticia, la peluquera de Laura nos ha reservado hora para esta tarde, una sesión completa especial para los dos cuando termine con la última cliente y por eso me he decidido a darte esta sorpresa de aniversario. Espero que te apetezca, añadió.
A mí me había empezado a latir con fuerza el corazón y por supuesto acepté.
Llegamos al local y nos recibió una chica rubia con el pelo suelto, que nos hizo entrar.
Nos acomodó en unos sillones que había justo detrás de los sillones de peluquero, nos dijo que iba a empezar con la última cliente y que cuando terminara nos atendía, nos dijo que podíamos esperar o volver en unos 45 minutos.
Vero dijo que no tenía nada que hacer y que esperábamos.
Leticia se fue a la parte trasera del salón, a la parte donde estaban los lavabos.
Al poco tiempo vino acompañado de una chica de veintitantos años con el pelo envuelto en una toalla.
Acomodó a la cliente en el primer sillón, tomo una capa verde clara y se la puso a la chica alrededor del cuello fijándola en la parte de atrás con un cierre velero.
Quitó la toalla y secó levemente la humedad del pelo oscuro de la chica y lo dejo caer sobre sus hombros. Tenía una buena melena a media espalda.
Leticia dejó la toalla y cogió un peine de púas gruesas con el que peinó y desenredó la melena de la chica, al tiempo que le preguntaba acerca de qué era lo que quería que le hiciera.
La chica le dijo que deseaba algo diferente pero que no tenía ninguna idea preconcebida que estaba allí para que le aconsejara.
Vero, al oír esto puso atención y me dio un pequeño codazo para que me fijara.
Tienes una buena melena, le dijo Leticia, está bastante estropeada y el corte es muy clásico. Si no te importa que te la descargue bastante y me das carta libre te puedo hacer algo distinto, algo cómodo y más a la moda.
La chica miró a Leticia con ojos algo asustados pero con voz entrecortada le dijo que adelante.
Tranquilizate, verás como no te arrepientes le dijo Leticia, al tiempo que cambiaba el peine de púas por uno recto y fino, por unas tijeras y unas pinzas de colores.
Con gran velocidad separó el pelo de la chica transversalmente en dos mitades echando la parte de delante sobre la cara de ésta y la parte trasera la fue dividiendo el pelo en capas que iba recogiendo en pequeños moñetes que sujetaba a la altura de la coronilla con las pinzas de colores.
Levantó con su mano la capa de pelo más inferior al tiempo que ajustó de nuevo el cuello de la capa. Peinó repetidamente el pelo para estirarlo, empujó suavemente hacia delante por la coronilla la cabeza de la chica y metió el peine entre el pelo con las púas hacia arriba apoyándolo contra el cuello de la chica a la altura de la nuca.
Tomó las tijeras y fue cortándolo a ras del peine.
Comenzaron a caer sobre el blanco suelo de la peluquería los largos mechones mojados del pelo de la chica.
Igualó la capa y fue bajando y cortando uno a uno el pelo de los moñetes igualándolos en recto con el primer corte.
Los mechones eran cada vez más largos y con más pelo. En poco tiempo había una pequeña montaña de pelo mojado detrás de la silla que Leticia iba pisando y esparciendo.
Cuando hubo bajado todos los moñetes, separó nuevamente una capa superior y la cogió entre sus dedos índice y corazón, bajó la mano hasta ponerla a la altura de las oreas, la volvió a subir y cortó sobre la cabeza de al chica el pelo que sobraba.
Seguidamente dejó las tijeras y cogió una cortapelos; dividío longitudinalmente la cabeza desde la coronilla hasta la nuca y fue cogiendo capas longitudinales de pelo entre sus dedos, cortando con el cortapelos el pelo que sobraba.
Así repitió la operación una y otra vez hasta que dejó cortado a capas toda la parte de atrás de la chica.
Era excitante ver a Leticia trabajar, se percibía claramente que le gustaba lo que estaba haciendo y que disfrutaba con su trabajo.
Vero estaba ligeramente sonrosada a mi lado, había cogido mi mano y se la notaba algo ansiosa por ver en qué paraba todo.
Mientras Leticia había vuelto a cambiar las tijeras por la máquina eléctrica. Y se había puesto frente a la chica y a nosotros.
Cogió todo el pelo en una coleta y la cortó a un palmo de la frente de la chica tiró con cierto desprecio el pelo sobre la capa y por fin pudimos ver en el espejo la cara de ansiedad de la chica.
Tomando de nuevo la maquinilla eléctrica, Leticia igualó longitudinalmente los mechones delanteros con las capas traseras.
Apagó la maquinilla, la dejó y retiró la capa del cuello de la chica.
Ésta volvió la cara para ver la montaña de pelo que tapizaba el suelo detrás de la silla e instintivamente con cara de horror se tocó la cabeza por la parte de atrás.
Le había quedado una melenita corta a la altura de la nuca con capas desde la parte alta de las orejas.
Leticia sacudió la capa y se la volvió a colocar al cuello.
Repasó concienzudamente con la maquinilla eléctrica el cogote de la chica y luego lo afeitó con una navaja de barbero.
Seguidamente lo secó.
La excitación que me produjo ver a Leticia cortando el pelo de la chica fue intensa pero no es comparable con la que experimento habitualmente cuando la que se corta el pelo es Vero.
Cuando terminó la chica estaba guapa. Ella se sintió bien y así se lo hizo saber a Leticia mientras le cobraba en la puerta y se despedía.
Leticia cerró la puerta echó el cierre, barrió la mata de pelo que había en el suelo y nos invitó a pasar a la trastienda.
Allí tenía un cuarto perfectamente equipado con su peinador, lavabo, todo tipo de utensilios y con una camilla para masaje y belleza, así como dos sillas. La estancia estaba bien iluminada y con espejos en todas las partes.
Supongo que empezaremos por ti le dijo Leticia a Vero.
Si claro, respondió Vero mientras que cogía la bata transparente que le estaba ofreciendo Leticia.
Como es servicio completo para ambos, os sugiero que os desnudéis y s pongáis esta bata mientras yo termino de recoger y arreglar la peluquería.
Eché una mirada a Vero que me, enseguida me miró y me dijo, cala y haz lo que te dice, mientras se estaba quitando las bragas.
Enseguida llegó Leticia y sentó a Vero delante del lavabo, retiró la goma de la coleta, a acomodó con una toalla por los hombros y empezó a lavarle el pelo.
Ya sabéis que yo soy una peluquera vocacional que disfruto y me excito cortando el pelo y que cuando más me excito es cuando alguna cliente se deja hacer lo que quiero, como la chica de antes dijo mientras lavaba la cabeza de Vero.
Hay que reconocer que el corte que le hiciste le favorecía y te confieso que me ha excitado bastante ver como le cortabas, hay que ver a mata de pelo que le has quitado, dijo Vero.
No sé si os lo ha explicado Laura, pero esta sala la reservo para gente que siente placer y se excita con el corte de su cabello o del de su pareja y que se trata de que todos disfrutemos con ello por eso os ruego que os relajéis y os pongáis cómodos, sin tabúes.
Bueno ya está dijo al cabo del rato, pasa a la silla.
Vero obediente se levanto del lavabo y se sentó en la silla de cortar.
Si quieres te lo corto desnuda hay gente que lo prefiere, le dijo Leticia a Vero, por los pelitos cortados no te apures porque ahí tienes una ducha para cuando terminemos.
Tu que opinas cariño, me dijo Vero volviéndose, te apetece verme desnuda mientras me cortan el pelo, ¿puede ser más excitante, no?.
Vale, dije,
Dicho y hecho Vero se levantó y se quitó la bata.
Esta bien Vero, dijo Leticia mientras desenredaba y alisaba la melena de Vero, cómo te corto.
Como te parezca, siempre que me rapes bien la parte de atrás, me pone a cien el sonido y la vibración de la maquinilla eléctrica, dijo Vero, y sé que a él le excita más.
Ven aquí cerca me dijo Leticia, no te quedes cortado hombre, así lo sentirás más de cerca.
Si os excita la maquinilla procuraré usarla lo más posible.
Cogió el peine fino y la maquinilla, hizo una coleta como la que llevaba Vero. Encendió la maquilla y cortó por detrás de la goma.
Puso un peine gordo a la maquinilla, empujó la cabeza de Vero hacia delante y empezó a pasar la maquinilla despacio de abajo arriba por el cogote de Vero, poco a poco la espalda de Vero se llenó de pelo corto.
Para la parte alta del cogote Leticia quitó el peine guía y, ayudándose con el peine cortó el pelo con un largo mayor.
Luego fue cambiando de peines guías sucesivamente rapando en disminución el cogote de Vero.
La cara de Vero era un poema; los pezones parecían dos trres de ajedrez, las aureolas estaban completamente dilatadas; se estaba muriendo de placer, sus manos se habían dirigido solas a su entrepierna, estaba totalmente abierta de patas y acariciándose el clítoris.
Que gusto, sigue Leticia no te pares, balbuceó entre suspiros Vero, justo antes de que Leticia parara la máquina.
Ahora te voy a afeitar la nuca, te parece que lo haga hasta esta altura, dijo Leticia al tiempo que señalaba a la altura de la mitad de las orejas.
Sí claro lo que tu digas; te parece bien cariño, te gusta verme así, me preguntó Vero.
Leticia encendió de nuevo la maquinilla y la pasó sin peine por la nuca de Vero, le estaba quedando el cuello igual que cuando yo le rapo el pubis, lo cual me excitó al punto de que casi me corro.
Leticia cogió entonces una brocha de afeitar la mojó en el lavabo y la pasó por el cuello de Vero. Luego comenzó a afeitarle con lentitud.
El cri cri cri de la navaja me provocó una erección descomunal y el pene se salió por la raja de la bata.
Vero tenía la mano empapada, se había corrido como una perra.
Leticia guardó la navaja y cogió las tijeras. Comenzó a rapar las sienes y las patillas de Vero ayudándose del peine, el pelo caía sobre los pechos de Vero y sobre su vientre, confundiéndose con su poblado pubis.
Finalmente le hizo un flequillo corto y recortó el pelo de la parte superior proporcionalmente al resto del pelo.
Había rapado a Vero como un chico de los setenta con la nuca rapada, me encantaba así.
Años de dejarse crecer la melena, de "cortame sólo las puntas Pili, no te pases", yacían sobre el cuerpo desnudo de Vero y sobre el blanco suelo de la sala de Leticia, pero no importaba, el placer vivido mereció la pena.
Que gusto cariño, me dejaría rapar poco a poco la cabeza al cero. ¿Te gusta así de corto?.
Cariño yo ya me he corrido, le respondí.
Guarda fuerzas para tu turno respondió Leticia. Pasa a la ducha le dijo a Vero, mientras veré lo que puedo hacer con el escroto y entrepierna de tu chico que es lo menos excitante.
Me desnudé y me tendí en la camilla, siguiendo las indicaciones de Leticia.
Separé las piernas colocándolas sobre los brazos articulados de la camilla mientras que Leticia los separaba colocándose en medio y me puse con el culo al borde.
Leticia cogió una maquinilla eléctrica más pequeña de la que había usado con Vero y me la pasó por los huevos mientras me estiraba la piel con la otra mano y continuó rapando hacia el ano.
Seguidamente acercó un carrito con cera tibia y me extendió polvos talco y untó toda la zona con cera. De un certero tirón me arrancó todo los pelos de los huevos y de la entrepierna, el tirón dolió muy intensamente pero enseguida se pasó. Repasó con dos tiras más, en esta ocasión como no había pelo no dolió. Con sus dedos finos acarició una y otra vez la zona para ver si quedaba algo más que quitar.
Me hizo darme la vuelta y ponerme de rodillas sobre la camilla, separándome con las manos los cachetes del culo. Me lo untó de cera y dio un tirón seco. Luego repitió la operación dos veces más. También palpó con sus dedos la zona en busca del pelo perdido y me hizo tocar para ver lo suave que había quedado.
Con aceite me dio un masaje en la zona para que no se irritase. Comencé a empalmarme.
Baja el periscopio no vaya a ser que Vero vuelva y piense que se ha perdido algo excitante, me dijo Leticia antes de ordenarme tumbarme boca arriba.
Al poco regresó Vero secándose con una toalla amarilla.
Mira Vero, le he pelado los huevos y el culete a tu chico, ahora dime si le quito todo el pubis o si prefieres que le haga algo de fantasía.
Me gusta todo pelado, dijo Vero pero él no me deja raparlo del todo.
Hoy, después de lo que has hecho por él, éste no opina dijo Leticia.
Nuevamente me dejó al rape con la maquinilla, ayudada por Vero que estiraba la piel y me cogía el pene apretando con fuerza hacia delante contra mi erección para que Leticia pelara bien de pelos la zona de la base.
Seguidamente me quitaron el pelo cortado con un secador de pelo y me roció el pubis de talco, untó unas tiras anchas de cera y me arrancó todo.
Tomó unas pinzas y me arrancó los siete pelos que tenía en el pene.
Cuando terminó parecía que había crecido unos centímetros.
Vero se metió el pene entero en la boca y dijo, cariño ahora si te vas a enterar de lo que es una buena mamada, luego me pasó la lengua por los huevos y por la entrepierna.
Listo, dijo Leticia, ahora la Señorita se puede tumbar si me hace el favor.
Vero se subió a la camilla, Leticia comenzó a acariciar su poblado pubis. Que curioso dijo tienes el pelo del mismo color prácticamente arriba y abajo.
Pues no es tinte porque no me he teñido ni arriba ni abajo nunca en mi vida replicó Vero.
Al tajo, dijo Leticia, mientras comenzaba a coger mechones de pelo del pubis de Vero entre sus dedos y a cortarlos con una tijera pequeña. Tan largos no se pueden cortar con la maquinilla. Seguidamente rapó todo igual el pubis de Vero y suavemente separó sus piernas, con la maquinilla fue rapando la entrepierna metiendo suavemente sus dedos entre los labios. Vero empezó a mojarse de nuevo, sus labios estaban duros y brillantes, sin quererlo su vientre se arqueaba cuando Leticia acercaba la maquinilla a su clítoris.
Sigue Leticia, no te pares dijo Vero.
Pero a Leticia ya no le quedaba pelo que rapar, así que le secó la entrepierna con un paño, roció todo con polvos de talco y lo untó de cera.
No te he preguntado pero creo que querrás que te quite todo, preguntó Leticia.
Sí, sí claro respondimos Vero y yo al tiempo.
En un suspiro el pubis y la vagina de Vero estaban pelados como el culo de un niño, ahora de rodillas sobre la camilla con las manos separando los cachetes del culo Vero se veía fastuosa. Leticia untó cera y tiró dos o tres veces hasta que se veía un ano sonrosado y unos labios abiertos como una flor.
De nuevo boca a arriba Vero recibió un masaje con aceite de Leticia que duró cuatro o cinco minutos, hasta que Vero se corrió.
Mientras Vero se recuperaba Leticia, incansable, ya estaba afanada en el lavado de mi cabeza, masaje incluido.
Cuando me senté en la silla Vero ya se había incorporado y estaba de pie junto a Leticia detrás de mí.
Qué hacemos con tu chico, le preguntó Leticia.
Rápalo al uno dijo Vero, yo te ayudo.
Está bien, yo no opino, repuse.
Nooo, me contestaron las dos a coro.
Leticia puso el peine guía más gordo a la maquinilla y se la dio a Vero, indicándole que debía pasarla a contrapelo y sin apretar.
Ya tengo alguna experiencia con su pubis respondió Vero.
Leticia se puso delante de mi y se abrió la bata y la dejó caer detrás suyo.
Mientras Vero se afanaba en raparme el cogote Leticia me cogió la mano y se la puso sobre su pubis. Estaba como el de Vero, totalmente pelado y suave, era sonrosado y estaba caliente y húmero. Empecé a acariciarle el clítoris y se dio la vuelta enseñándome su trasero pelado y su vagina abierta.
Sacó un consolador a pilas de un cajón del peinador y me hizo metérselo por la vagina, encenderlo y meterlo y sacarlo, así lo hice, por el espejo se la veía gemir de gusto.
De repente se puso tensa y salió un manantial de flujo vaginal que me caló la mano. Saqué el consolador y se lo di a Leticia.
Seguidamente se fue para detrás con Vero y continuó el trabajo con mi cabeza.
Vero se puso de rodillas delante de mí cogió mi pene entre sus manos y comenzó la mejor mamada que me han hecho nunca. El zumbido y la vibración de la maquinilla de Leticia; la sensación del pelo frío cayendo sobre mi piel desnuda; la imagen de Leticia en el espejo rapándome desnuda; el recuerdo del corte de pelo de Vero y de a chica de antes y; la lengua de Vero trabajándose como nunca mis huevos, mi entrepierna y mi pene fue algo que jamás olvidaré.
Me corrí en la boca de Vero y esta se tragó todo, ya estaba pelado como un quinto.
Me duché y en la ducha no pude resistirlo y me hice una nueva paja.
Me vestí; cuando entré de nuevo en la habitación Leticia acababa de terminar de peinar a Vero con el secador y ésta se estaba terminando de vestir.
Unos días más tarde supe que Leticia le había hecho un cunnilingus a Vero, como nunca antes se lo habían hecho.
Pagamos y nos despedimos de Leticia.
Espero verles pronto, nos dijo.
Eran las diez de la noche, fuimos a cenar y hicimos el amor toda la noche.
Fue la mejor sorpresa de aniversario que he tenido nunca.