Les contaré un secreto: tengo un amante maduro 2

La historia de mi relación con mi amante maduro desde hace 3 años

Nos recuperamos un poco y arreglamos nuestras vestiduras. Él saludó con la mano a alguien detrás y yo volteé a ver, era el dueño de la tasca que nos había estado observando desde el ventanal y que ahora había salido a la puerta del local. Nos despedimos y nuevamente me abrió la puerta de su inmensa camioneta negra. Una vez dentro nos besamos. Yo no entendía por qué éste viejo me ponía tan cachonda, solo me besaba y ya mi coño empezaba a palpitar. Entonces él me preguntó: "¿Quieres pasar la noche con éste viejo al que no se le para o te llevo a tu casa?". Por toda respuesta lo tomé por su robusto y vigoroso cuello y lo besé, metiendo nuevamente mi lengua hasta su garganta. Él me agarró de las caderas y me levantó, sentándome en sus piernas. Estaba un poco incómoda por el volante pero como pude me acomodé para que él tuviera acceso libre a mi concha. No perdió tiempo y sin dejar de besarnos apasionadamente me introdujo dos dedos en el coño y empezó a follarme. Dejó de besarme y sacó mis senos del vestido y los lamió, los chupaba y los mordía de tal manera que, entre sus dedos follándome el coño y su boca chupando mis pechos, me corrí rápidamente con un alarido de placer orgásmico. Él volvió a besarme y me dijo: "¡Mi niña tú eres un volcán! Me tienes sintiendo una erección permanente con ésas corridas tuyas tan abundantes" Me sonreí y me senté en mi asiento y le dije: "Vamos a ver si te compongo ése problema que dices que tienes". Él se sonrió maliciosamente y arrancó.

Llegamos al hotel y el recepcionista se quedó mirándonos, cosa que me incomodó. Ya había olvidado la sensación de andar con un hombre que podría ser mi padre por lo viejo, pero la mirada algo burlona del recepcionista me trajo de vuelta ésa sensación extraña y desagradable. Él tomó la llave y nos dirigimos a la habitación. Entramos, él cerró la puerta e inmediatamente me dijo: "No te vayas a quitar nada, todo lo quiero hacer yo". Por lo visto, la muñeca en la cama tendría que ser yo pero no me importó, así que lo dejé hacer. Primero me apartó un poco y me miró de arriba a abajo y de abajo a arriba con una mirada devoradora, me comió con los ojos. Luego me tomó por la cintura y me pegó a él, besándome suavemente, como saboreándome, mientras acariciaba mi rostro y mi cabello. Yo me empinaba para besarlo, y recorría su espalda tomada de su cuello. Tiene un cuello grueso y fuerte éste vejuco, pensé mientras me sujetaba de él. Dejó de besarme y volvió a separarme de él para observarme, entonces soltó uno a uno los tirantes del vestido anudados a mis hombros, pero creo que no contaba con que el vestido de seda negra, se deslizaría pesadamente, directo al suelo, dejándome solo con el pequeño tanga negro cubriendo mi sexo.

Se quedó boquiabierto, mirándome, casi totalmente desnuda. Mis senos estaban a reventar, los pezones totalmente erectos por la caricia del vestido al caer y por la excitación que me causaba la mirada profunda de éste hombre. Se acercó a mí y, sin dejar de admirarme me dijo "eres demasiado hermosa". Le puse los brazos alrededor del cuello y nos besamos nuevamente. Él no perdió tiempo y me bajó la tanguita. Entonces le dije yo: "ahora es tu turno" y le quité su boina y la arrojé lejos. Yo sí que quería desnudarlo rápido; sea como fuere, quería tratar de revivir al muertito y aquello se me estaba convirtiendo en obsesión. Le abrí rápidamente la camisa y se la quité, saqué su cinturón y desabroché su pantalón ansiosamente. Le hice sentar en la cama y le saqué los zapatos y las medias y terminé de quitarle los pantalones y me senté a horcajadas sobre sus piernas y lo besé. Sus dedos son muy largos y gruesos, con su mano abarca toda mi cara y esos dedos en mi concha hacen maravillas. Tomó mi clítoris entre ellos y empezó a masajearlo deliciosamente pero de repente se levantó de la cama, alzándome en vilo, y me colocó boca arriba sobre ésta.

Realmente me levantaba y me movía como a una muñeca, sin ningún esfuerzo. Abrí totalmente mis piernas y él se acomodó entre ellas. "Éste coño huele riquísimo pero tengo que probarlo para comprobar si sabe tan bien como huele" dijo y pasó de plano su lengua aplastada por toda mi raja, desde casi la entrada de mi culo hasta mi clítoris. Casi me corrí sólo con ésa sensación por lo que supe que de esa comida de coño saldrían muchos orgasmos. Luego lamió mi clítoris como si de un helado se tratase y restregó su nariz, su barba y sus mejillas en mi coño. Me corrí nuevamente. La visión de ése viejo tan atractivo y sexy restregando su cara en mi coño y las cosquillas que me hacían su barba y su nariz me hicieron explotar otra vez. Se dedicó a beberse todos los jugos de mis múltiples corridas y me decía que mi coño es su fuente de la juventud. Me chupaba y lamía los labios, me penetraba con su lengua mientras frotaba mi clítoris con su nariz. Me dió la mejor comida de coño de toda mi vida. Restregaba su barba arriba y abajo por toda mi raja y chupaba y lamía todo mi coño como un poseso. En pocos minutos me había hecho estallar en 6 orgasmos brutales que le dejaron la cara entera empapada, la barba y la nariz chorreantes de mis jugos.

Tuve que pedirle que parara, que me dejara recuperar el aliento y él se retiró sonriente y empapado, de entre mis piernas, recogiendo restos de humedad de su rostro y lamiéndose los dedos. "Eres un manjar. Sabes deliciosamente. En mis 66 años nunca había comido un manjar tan exquisito como tu coñito" Decía ésto mientras se restregaba las manos por el rostro y la barba y las olía y se chupaba los dedos. Aquello me excitaba, en realidad todo ése hombre me excitaba. Me incorporé y le pedí que se levantara. Le quité el bóxer y quedé frente a frente con su miembro dormido. Sí, totalmente flácido pero no era pequeñito como él había dicho. Tenía buen tamaño para estar dormido. Puse sus bolas en la palma de mi mano y él se estremeció. Saqué mi lengua y la pasé lentamente por sus grandes y oscuras pelotas depiladas y él me puso una mano en mi cabeza y me dijo: "Mi niña, quedé muy sensible allí" No entendí muy bien a qué se refería, si le gustaba lo que le estaba haciendo o no entonces preferí dirigirme hacia su miembro. Es un miembro muy bonito. Aunque el viejo es blanco, sus bolas y su pene son morenos y pues en realidad nunca había visto algo así. Todos los hombres blancos que he conocido, que no son pocos, tienen sus penes rosados. Ignoro si habrá sido por las 35 sesiones de radioterapia que recibió o si siempre ha sido así. Me dediqué por un momento a observar a aquél que ahora consideraba mi paciente en rehabilitación. Le retraje el prepucio y apareció una bonita, brillante y gran cabeza. Un magnífico y apetitoso glande que instintivamente lamí golosa. Él no decía nada, no hacía ningún ruido, lo que me indicó que quizás no estaba disfrutando, entonces me retiré y le pregunté si quería que siguiera o si prefería que parara. Tardó un momento en contestar. "Siento una erección y siento el placer de tu mamada pero no veo que eso funcione" Entendí entonces que estaba ansioso, quizá preocupado por no poder tener su miembro duro.

Entonces le dije que yo quería hacerlo acabar con mi boca a lo que él me dijo: "Te confieso mi niña que yo quiero acabar en tu coño" Dicho ésto me levantó del suelo y nos acostamos en la cama, cada uno con el sexo del otro en la cara. Las maravillas que hace ése señor con su boca en mi coño son indescriptibles y en cuestión de minutos me había corrido tres veces en su cara. Mientras, yo lamía y chupaba aquel miembro, esperando lograr algo, no por mí pues yo estaba disfrutando muy bien del sexo oral que él me daba pero quería que él también disfrutara. Recordaba el principio de la bomba de vacío que es parte del tratamiento de rehabilitación que le habían recetado y, basada en ello, metía completo su pene en mi boca y succionaba con todas mis fuerzas. De repente sentí un sabor conocido en mi boca junto a cierto engrosamiento y me retiré para observar. Su miembro estaba segregando abundante líquido preseminal y se apreciaba más gordo. Entonces me di la vuelta y, con mi boca llena de líquido preseminal, lo besé. Él tardó un poco en notar el sabor pero cuando lo notó me preguntó: "¿Eso lo sacaste de ahí?" señalando con su boca hacia su sexo. Yo le afirmé con la cabeza y sonreí y le dije: "Ahora te pones boca arriba porque yo te voy a coger"

Dicho ésto él se volteó y yo me puse sobre él. Me abrí todo lo que pude, soy muy elástica y flexible y no se me hace difícil. Tomé su miembro y empujé con mis dedos su cabeza dentro de mi vagina, una vez dentro y con mis músculos vaginales terminé de succionar ese pedazo flácido de carne. Él me miraba entre asombrado y excitado. Me dijo: "Mi niña, me siento adentro de ti, siento tu carne y tu calor ¿cómo es eso posible?". Emocionado de sentirse en mi interior, trató de bombearme y el amigo se salió. De nuevo tuve que repetir toda la operación para lograr introducirme su miembro y una vez adentro de nuevo le dije: "Quédate tranquilo y déjame hacer mi trabajo" y acto seguido comencé a apretar y aflojar rítmicamente los músculos de mi vagina. Aquello me excitaba mucho y no sé por qué pero ese trozo de carne me transmitía los mismos corrientazos que sus dedos en mi coño, lo que hizo que me corriera muy rápidamente y con mis contracciones del orgasmo y los jugos abundantes de la corrida, su pene salió de mi interior. Él estaba desesperado, me repetía a cada instante "Quiero acabar". Entonces me tomó y me puso boca arriba en la cama y se puso sobre mí. Me besaba desesperadamente, su saliva me ahogaba y escurría por las comisuras de mi boca. Estaba demasiado excitado y se estaba poniendo violento. Me mordió la boca, me lamía la cara y me mordió las mejillas y el cuello mientras restregaba frenéticamente su sexo flácido contra mi coño. Me apretaba muy fuerte los pechos hasta que le tuve que decir que me estaba haciendo daño. De repente se separó de mí y me dijo: "Quiero penetrarte. Ayúdame". Yo le pregunté que cómo y él me dijo que no sabía, que sólo tratara de succionarle el pene con mi vagina como cuando yo lo estaba montando. Entonces se agarró el miembro y, tal como lo había hecho yo antes, me metió el glande con los dedos y unió fuertemente su pubis al mío. Yo succioné con mis músculos vaginales hasta que sentí todo su pene adentro de mí. Él también se sintió adentro pues me dijo: "¡Parece increíble que después de tanto tiempo esté cogiendo! ¡Lo tienes todo adentro!" Pero antes de que se emocionara y quisiera ponerse a bombearme le dije: "Ahora quédate quieto y sólo concéntrate en las sensaciones que intentaré darte" Hizo un gesto afirmativo con la cabeza y se echó sobre mí, besándome e inundándome nuevamente con su saliva. El peso de su cuerpo me aplastaba pero yo estaba decidida a darle placer así que elevé lo más que pude las caderas para que su miembro entrara lo más que se pudiera y comencé a tensar y aflojar rítmicamente mis músculos vaginales. Hacer ésto siempre me genera un orgasmo inmediato, por ello tuve que hacer un esfuerzo casi sobrehumano para concentrarme y no correrme y poder hacer que él se corriera. De repente se levantó pero sin separar su pubis del mío. Agarró una almohada y la puso bajo mis caderas y subió una a una mis piernas a sus hombros y se pegaba más y más, si es que eso era posible, a mi pubis. Yo seguía con la contracciones vaginales y frenando mentalmente un tremendo orgasmo. Sólo pude decirle "Cuándo sientas que te vas a correr me avisas por favor, para yo también irme". Apenas había dicho yo esto cuando él cae sobre mí y me abraza muy fuerte, pegando aún más su pubis a mi y temblando y resoplando me dice: "Estoy acabando dentro de ti, mi niña hermosa" y empiezo a sentir en mi interior las contracciones orgásmicas de su miembro y entonces yo me dejé ir en un orgasmo bestial que puso a convulsionar todo mi cuerpo sin dejar escapar de mi interior a mi paciente en rehabilitación. Por un momento me fui, me olvidé de todo; su peso sobre mi no me molestaba, ni su edad, ni su miembro flacido aún dentro de mi. Podría jurar que fue el mejor sexo que he tenido en años, si no es que en toda la vida.

Él fue el primero en reaccionar. Se bajó de mi y se puso a mi lado, me atrajo a sí y me abrazó, haciéndome acostar sobre su pecho. No habló, no dijo nada. Sólo me tuvo allí recostada sobre su pecho mientras me abrazaba y me acariciaba, mirando al techo. Yo me adormecía a ratos. Estaba super relajada y feliz de tan excelsa sesión. Al rato él se movió como para levantarse pero no dijo nada, yo me retiré y él se sentó y se fue al baño. Busqué ver la hora pero mi teléfono se había quedado sin batería. Supuse que era ya bastante tarde y me dispuse a dormir un poco.

CONTINUARÁ