Leonor y Raimundo

Como empecé a follarme a Leonor de mi amigo intimo

He decidido contar mi experiencia al ver que muchos otros hacen lo mismo, resguardados por el anonimato. Y para mí eso es importante y ya verán por qué.

Con Raimundo tenemos una amistad de hace muchos años. Ha sido un buen amigo y siempre fue muy leal conmigo, especialmente cuando trabajábamos juntos y se produjo en la empresa un problema que yo quise solucionar, echándome encima a casi todos los demás. Él fue el único que estuvo conmigo y me ayudó y defendió de los ataques malintencionados. Después de esa situación yo decidí renunciar a pesar de que mis jefes habían reconocido que mi intervención había sido la correcta y me pidieron que me quedara, pero con el resto de mis compañeros la mayoría unos mediocres cretinos, la relación se había vuelto espesa. Y cuando me separé de mi mujer él fue una gran ayuda para pasar aquel amargo momento. Para un hombre cerca de los cuarenta, fracasar en un matrimonio de diez años es algo terrible. Ahora veía a los niños sólo los fines de semana y a mi ex mujer ni eso, pues me aborrecía por haberle sido infiel. Yo tenía la culpa, lo sé. Pero creo que las mujeres dramatizan demasiado el asunto.

Con Raimundo seguimos juntándonos en ocasiones para beber una cerveza y contar chistes. Él me invitaba mucho a su casa, pero como vivía muy lejos yo no me animaba a ir, hasta que un día acepté. Entonces conocí a Leonor, su mujer, de la cual siempre mi amigo hablaba con mucho respeto y cariño.

No era una modelo. Sin duda que tenía su poco de sobrepeso. Pero tenía una forma de mirar, hablar, moverse, que me encantó desde el primer momento. Tenía ese aire sensual profundo que convierte a la más fea en la cosa más deseable. Y mis pensamientos volaban en aquella dirección, aunque mi conciencia me decía que, por amistad, no podía ni pensar en hacerle algo así a mi amigo.

Pero, la naturaleza le juega a uno pasadas perversas de pronto. Empecé a ir más seguido y nos poníamos a ver el fútbol en la tele, leer revistas, contar anécdotas divertidas, y jugar a las cartas. En estas ocasiones Raimundo hacía pareja con su mujer y yo, a veces con su hija pequeña, una niña muy risueña y simpática pero un desastre como compañera de juegos. A veces sentí que Leonor pegaba su pierna a la mía cuando estábamos jugando, y la dejaba allí. Yo pensaba que era un acto involuntario, debido a la familiaridad que ya existía entre nosotros. Pero en ocasiones los movimientos que hacía me hacían sospechar otra intención que, cuando la miraba, se desbarataba, ya que seguía concentrada en el juego y, como siempre, llevando la delantera.

En una ocasión sentí que su intención era clara. Estábamos navegando en Internet con mi amigo y decidimos, aprovechando que los niños dormían, entrar a una página de mujeres desnudas. Comenzamos a ver las fotos y a reírnos. En eso, apareció Leonor y se colocó detrás de mí en la silla.

Yo quiero ver, dijo entusiasmada, pero hizo un gesto de frustración cuando vio que nuestro interés estaba en las lesbianas-. ¡No sean aburridos! -dijo-. Yo quiero ver sexo.

Mi amigo buscó la sección orgías y aparecieron las imágenes. Leonor se inclinó sobre mío. Su mejilla estaba muy cerca de la mía y podía sentir la presión de sus grandes tetas en mi espalda, mientras ella ponía sus manos en mis hombros. Los minutos que estuvimos mirando las fotos fue para mí una verdadera tortura. Por último, me levanté y, explicando que era muy tarde, me despedí.

Decidí no volver a esa casa. No quería hacer una locura. No me lo perdonaría. Pasaron varias semanas en que se hizo notar mi ausencia. Raimundo se llegó a enfadar conmigo por ser tan ingrato. Y yo tenía que callarme la boca.

Pero, llegó el día en que no pude evitar ir de visita. Iban a celebrar el cumpleaños de Raimundo y en esa ocasión no podía estar ausente. Para mayor problema, fue Leonor la que me llamó y me dijo que necesitaba mi ayuda para prepararle una sorpresa, pues como conocía mi habilidad para cocinar, quería que le ayudara a preparar una cena especial. No pude negarme y fui.

La cocina era estrecha, así que, a cada momento, Leo pasaba detrás de mí y sentía su cuerpo pegado al mío. Empecé a sudar y no por el calor del horno, precisamente. Durante media hora fue un refregar de cuerpos que me parecía absolutamente involuntario, pero yo estaba ya empalmado como toro y pensé, con toda seriedad, ir al baño y darme una buena masturbada para quitarme las ganas. Pero, las cosas fueron diferentes. Leo empezó a hablar de su vida íntima, de cómo “lo hacían” con Raimundo y cosas por el estilo.

Ella me daba la espalda. Yo no pude aguantarme. Sabía que, si todo eran ideas mías, me llevaría una gran bofetada y la enemistad de mi amigo, pero el instinto fue más fuerte. La abracé desde atrás, pegué mi cuerpo al suyo y la agarré por las tetas.

¿Te costó decidirte? Me dijo ella.

En ese momento perdí absolutamente la razón. Le levanté la falta y, mientras ella se quitaba el pantalón, saqué mi polla. Le palpé su coño, lo tenía muy mojado. Puse mi polla en la entrada de su coño y se la metí ahí mismo. No quise darla vuelta porque si le veía la cara me iba a sentir mal.

No duré mucho. Con la calentura y la forma maravillosa en que movía su culo, me corrí a los pocos minutos. Pero fue una corrida de competencia. ¡Hubiera ganado el primer premio! Casi se me doblan las piernas de puro gusto. Extrañamente, a pesar de lo corto del coito, noté que ella sufría las convulsiones propias de su corrida. Se inclinó y colocó la cabeza sobre la mesa.

-¡Oooooh! -exclamó en un suspiro-. ¡Eso estuvo muy bien!

Y dándose vuelta, me zampó un mojado beso en la boca.

Inmediatamente volvimos a lo nuestro como si nada hubiera pasado. La fiesta resultó un éxito, el plato que preparara yo fue muy elogiado y todo de maravillas. Raimundo estaba feliz. Yo era el único que me sentía como la mierda. ¡Había traicionado a mi amigo!

Leonor notó mi desánimo. En un momento me pidió que le ayudara a llevar los platos a la cocina. Cuando estuvimos allí se me acercó y sonriendo pícaramente, me dijo:

Eres un tontainas.

Y guiñándome un ojo, luego de acariciarme la entrepierna, se fue a la sala.

Pasaron varios días en que no quería saber de Raimundo y su mujer. Estaba realmente triste por lo que había hecho. Me sentí culpable, canalla y todo lo que puede sentirse un hombre que traiciona a su mejor amigo. Me llamó en varias ocasiones invitándome, pero yo siempre tenía las excusas.

Nuevamente se planteó una ocasión inevitable: su pequeña hija cumplía quince años y, como quería mucho a su tío, esperaba que yo fuera. Y lo hice. Le compré un regalo y ella me correspondió con uno de sus más baboseados besos.

La niña y su hermano exigían ir al cine, así que mi amigo Raimundo decidió llevarlos. Yo me ofrecí acompañarlo, pero Leonor me pidió que me quedara a ayudarla, que no fuera “malo”…

Me dijo Raimundo, ayúdala mientras tanto.

Y se fueron. En cuanto salieron, Leonor se me tiró encima y empezó a besarme y acariciarme. Yo traté de detenerla, pera estaba sorda, estimulada hasta lo increíble. Y entonces conocí la otra faceta de la mujer, siempre tan señora y compuesta. Se convirtió en una mujer ardiente, sin ningún recato y expresándose de una forma que yo nunca imaginé. Y ¡Dios que me calentó! Me empujó hasta el dormitorio.

Vamos, tontito vamos, quiero follar contigo en pelotas.

Y empezó a sacarme la ropa. Me bajó los pantalones y se tragó mi polla de un golpe, chupándola  como jamás nadie me lo había hecho. Mientras me daba la mamada del milenio se quitaba su ropa. Cuando estuvo desnuda se arrojó en la cama y se abrió de piernas.

Ven, machote, me dijo con la voz gruesa y entrecortada por la excitación, cómeme el coño.

Y me hundí en aquel chocho peludo y oloroso que se me ofrecía con tanto deseo. Conté  lo menos dos corridas mientras mi lengua recorría los labios de su chocho y jugaba con su pipa. Chorreaba jugos como condenada. Me hizo acostar en la cama, boca arriba y se colocó encima de mí.

Méteme esa polla, Métemelo entero.

Y se lo metió ella misma. Empezó a saltar sobre mí, gozando como una puta y expresándose como ella.

-¡Ooooh! Así… machote… follame, follame entera… Mira que caliente me tienes… Métemela hasta el fondo… ¡Aaaaah! Qué ganas te tenía…

Y tuvo un par de corridas más. Entonces la arrojé boca arriba. Ella abrió las piernas de par en par y las encogió, luego las estiró y las puso sobre mis hombros.

-Así… Dame una buena follada ¡Qué rica polla tienes….!Y se corrió en cuanto se la metí.

Yo pensaba que mi amigo Raimundo debía verse en apuros para satisfacer a aquella hembra insaciable. Bajó sus piernas y me abrazó con ellas por la cintura y empezó a moverse con un arte que me puso a punto.

¿Te vas a correr? me preguntó. ¡Ooooh! -dije yo- Siiiiii….

Entonces de un salto se separó de mí y se metió mi polla en la boca en el preciso momento que estallaba con borbotones de leche. Tragaba, chupaba, se relamía, todo mientras con una mano se  tocaba el coño.

Cuando me miró, vi que sus ojos brillaban con un placer delicioso. Caí rendido. Ella se recortó a mi lado.

¿Te sientes bien? dijo. No -contesté yo.

Eres muy tonto.

Yo empecé a enfadarme con tanto decirme tonto.

Esto no está bien que me llames tonto no me gusta le dije intentado incorporarme, pero ella se puso encima y no me dejó.

Eres un bruto, me dijo riendo. Sí. Estoy de acuerdo le dije.

¿Tú crees que Raimundo no lo sabe? Yo me puse pálido y ella se puso a reír como loca

Pero que me estás contado.

Eres un ingenuo, Raimundo lo sabe. Él te recomendó. Yo me puse pálido y ella se puso a reír como loca .No entiendo dije con cara de gilipollas.

Eres un tontito. Con Raimundo tenemos un acuerdo. Tú sabes que a él le gusta follar fuera de casa. ¿Yo?

No te hagas el tonto. Él mismo me lo cuenta. Vosotros habéis salido junto con otras  mujeres y han armado sus propias fiestas.

¿Te estás vengando?

No, dijo ella. Lo que pasa es que llegamos a un acuerdo. Si a él le gusta jugar con otras, yo debo tener el mismo derecho, ¿no crees? ¡Es lo justo!.

Está bien, pero ¿por qué yo?

Cuando convinimos esto él me dijo que estaba de acuerdo siempre que no fuera con cualquiera. Y yo te elegí a ti. Y él se puso muy contento.

La sola idea del acuerdo y el pensar que contaba con la conformidad de mi amigo me puso la polla de nuevo tiesa. Y ella lo notó de inmediato, así que se encargó de dar alojamiento a mi polla apetito en su coño y estuve dándole polla otro buen rato. Era una fiera aquella hembra. Y se movía como las diosas. Por fin me corrí otra vez mientras ella se estaba corriendo a la vez mía.

Apenas terminábamos de vestirnos cuando mi amigo volvió con los niños. Yo me despedí lo más rápido posible y me fui. Aún estaba avergonzado, acuerdo o no.

Era como la medianoche cuando sonó mi teléfono. Era Raimundo.

¿Estabas durmiendo? , preguntó.

No, dije. Viendo televisión.

Apágala. Alguien quiere hablar contigo, dijo.

Hola, machote dijo Leonor.

Yo sentí que me venía una bajada de tensión. No pude hablar.

Leo me dijo que te habías portado muy bien, dijo Raimundo. ¿Yo?

No seas modesto, dijo ella-. ¿Sabes, Raimundo? , continuó. Tu amigo folla de maravilla. Me hizo gozar como una diosa además tiene la polla más grande que la tuya.

Yo no podía creer lo que decía.

Espero que tú también lo hayas disfrutado, dijo él. Debo darte las gracias, ya que esta hembra me tiene hecho un trapo, está todos los días queriendo que me la folle y encima tú la tienes más grande pues mejor. Yo, balbuceé

¡Ooooh! escuché a Leo.

Entonces me di cuenta que, mientras hablaban conmigo, estaban ellos follando..

Me puse tan caliente con lo que me contó  Leo dijo Raimundo, que le estoy dando una follada buena pareo no como tú se las das.

Yo no pude dejar de soltar una risita.

Métemela así… ¡Aaaaah! Me gusta tu polla gorda ,escuchaba decir a Leo.

¡Si vieras como se la traga! A propósito . Ooooh. Me dijo que se tragó toda tu leche A esta cochina la gusta la leche…

Yo no aguanté más y me saqué la polla y empecé a hacerme una paja..

-¿Te estás haciendo la paja machote? -dijo Leo -Siii…

-¡Eso me calienta! -dijo ella-. ¡Ooooooh! Como quisiera que estuvieras aquí… Que los dos me estuvieran follando como locos.

¿Te gustaría? -preguntó Raimundo.

Siiii… Aaaaaahhh -dije yo disparando mi leche sobre la cama.

Ya se corrió, cariño, dijo ella-. Ahora te toca a ti…

Y escuché los quejidos de mi amigo que se aguantaba de gritar para no asustar a los niños. Ella le hacía coro. Al momento quedó el silencio.

Mañana hablamos, dijo Raimundo. Ahora ya no tengo fuerzas. Escuché la risita de Leo antes de colgar.

“¡Qué mierda!” me dije. “Si así son las cosas, así las asumimos.”

Y entre sueños empecé a pensar en la próxima oportunidad con Leonor, dónde seguramente participaría Raimundo. Pensé, también, en lo hermoso que sería que María, mi ex esposa, pensara como Leonor. No me importaría compartirla con otros hombres si con eso podía conservarla porque, a pesar de serle infiel con el cuerpo, nunca le fallé en espíritu, cariño y dedicación. Pero, lamentablemente, las mujeres dan una importancia extrema al control de los apetitos que no tienen gran importancia para los hombres y no valoran aquellos, aspecto que son los que realmente importan.

Continuará.