Leo y yo

Tanto tiempo esperando un polvo puede dar lugar a mucho juego, que aunque corto, a veces es mas intenso de lo que cabe esperar.

Lo que más me gusta de estar alejada de ti, es que tengo mucho tiempo, mientras te echo de menos, para pensar en lo que te haré cuando te vea.

No me considero como una persona que piense mucho en el sexo, sin embargo tengo mucha imaginación y eso me ha dado ciertas ventajas y cierto morbo bastante útiles

Todo empezó cuando un domingo por la mañana cuando recibí una gran noticia; Mi novio Leo vendría en 3 días.

Tiempo suficiente como para organizarlo todo, lo que me iba a poner, donde íbamos a ir y lo mas importante, que íbamos a hacer.

Esperé su llegada en ese avión con ansia, como deseaba verlo.

A veces creo que es mucho más excitante la espera del encuentro, que el mismo encuentro. A parte de besos y palabras de amor, todo fue muy tranquilo hasta nuestra llegada a mi apartamento.

Mi piso es bastante sencillo, aunque lo intento llevar lo mejor posible.

Decoración moderna, pocos muebles, suelo de parquet, etc.

Desde su llegada en el aeropuerto había podido observar como mi presencia excitaba a Leo. Un bulto sospechoso se mantenía e incluso palpitaba durante todo el trayecto en coche. Y la verdad es que yo también estaba muy excitada, me habría gustado acabarlo ahí mismo, en cualquier parte, pero soy una persona a la que le gusta hacerse de rogar y además, se por experiencia que cuanto mas se espera mejor resulta.

Tenía grandes planes para él.

Ese día no llevaba el usual tanga y además llevaba una falda, no excesivamente corta ni ceñida.

Confieso que me encanta el contacto piel con piel, nada me resulta más excitante que eso. Leo y yo usamos condón, seguramente lo que me da morbo es lo prohibido y por eso siempre, cuando pierdo la razón, intento que me toque sin él.

Me encanta notarle caliente, palpitante, ansioso de entrar. Y no dejarle hacerlo, marear a la perdiz una y otra vez, solo dejándole entrever la puerta para que, a cualquier despiste mió, entre con furia y me haga estremecer.

Él conoce mi secreto, sabe que me gusta, pero nunca habría imaginado semejante sorpresa.

Dado que él llegó al mediodía, cuando llegamos a mi casa empecé a preparar la comida. Nada complicado, ensalada y salmón a la plancha, con semejante calor en pleno Julio, no podía comerse nada más.

Por mi casa siempre voy descalza, y en verano sin camiseta, a no ser que deba llevarla por visitas formales, aunque no era ese caso. Noté como a mi novio no le era indiferente ese gesto.

No tengo un cuerpo de infarto, pero por suerte a él le encanta y para que negarlo, no esta nada mal. Rubia natural, unos ojos verdes enormes, unas buenas tetas y unas piernas largas y firmes.

La comida fue tranquila y feliz, pero lo mejor estaba aun por llegar.

Leo y yo tenemos un pequeño ritual de sexo basado en, para ir calentando motores, primero jugamos con la ropa puesta, hasta que la excitación ya no lo soporta mas.

El plan seguía según lo planeado y para postres, me senté encima suyo, que ya se había relajado, y empecé a menear el trasero para despertarlo. Mientras le retiraba la camiseta y le lamía la oreja y le daba mordisquitos en el cuello, que le encantan.

Su reacción no se hizo esperar mucho y su pene empezó a asomar por el pantalón. No tiene un pollon impresionante, pero cuando esta tan cachondo, es suficientemente grande como para asomarse por encima del pantalón.

Ante este grato saludo me levanté, le desabroche el botón lentamente, le bajé la cremallera y le invité a quitarse algo de ropa, que resultaba molesta.

Para mi agrado, Leo se había depilado en su totalidad.

Me incliné y le lamí su pene erecto desde la base, lentamente y acabando en el glande, suspirando por no comérmela. Y amasando sus cojones en mi boca con pequeños pellizquitos.

No estoy segura si de mi boca surgieron algunos gemidos, pero ya había gotas de libido resbalando por mis piernas.

Me puse una mano en el coño y le esparcí mi libido por su pecho; Ahora eres mío cariño y me vas a follar como nunca.

Mientras le comía la boca me puse sobre él y el pobre ingenuo desconocía mi falta de ropa interior. Evidentemente mi coño estaba debidamente rasurado y listo, para no diferenciarse de una prenda de ropa, metido en su papel debido al hecho de que ya le había retirado el libido sospechoso.

Leo se deleitaba retirándome el sostén y mamándome los pezones mientras mi picardía rozaba su ser y mis piernas temblaban al estremecerse.

Como me gusta… dios

Nena si que estas excitada hoy

No lo sabes tu bien… déjame hacer a mi por favor, necesito hacerte mío

Claro, sabes que sí

Nos besábamos con intensidad y abajo se libraba una batalla de líquidos, el vaivén era pausado, había que esperar el momento idóneo.

Mi coño se dilataba cada vez más, pero necesitaba más, necesitaba una entrada segura.

Leo ya me mordía los pechos con fiereza, estaba esperando demasiado y perdería la dureza que tanto deseaba.

Tras conseguir que su glande se introdujese entre mis labios y su cara de sorpresa mi embestida fue tan violenta que se quedó paralizado y el nuevo ritmo me hizo deshacerme en gemidos estridentes. Entre dientes solo podía susurrar; más, más, más.

Rápido recuperó el sentido y se unió a mi balanceo.

Nuestros cuerpos se movían como uno solo tan rápidos y acompasados que perdí la noción del tiempo y de los orgasmos, hasta que él acabó conmigo con gemidos que me superaban.

Su cara de preocupación fue ipsofacta:

Lo siento cariño, no debíamos

No te preocupes, ahora ya esta hecho. Te puedo pedir algo Leo?

Dime preciosa

No te despegues de mí, quédate dentro todo el día y follame cuando te apetezca, no quiero que te vayas. Ahora eres mío hasta que yo te diga.

Estas segura?

Completamente

Desplazarse hasta la cama fue un poco aparatoso, pero nunca olvidare esa sensación, esa textura, ese olor a sexo por toda la casa y esos gritos que tanto placer me dieron ese día.