Leo nos visita en nuestra casa

Su visita era para olvidar un poco un problema. Que mejor remedio que participar en un trío maravilloso.

LEO NOS VISITA EN NUESTRA CASA

El sábado pasado Horacio y yo estuvimos ayudando en el restorán de nuestros amigos. Nos sentimos orgullosos de haber podido ayudar, tuvimos que reemplazar a Olga, la chica que es la mano derecha de Emi, ella se encarga parte del bar y de la caja. Tuvimos que reemplazarla porque en la reunión que tuvimos en la casa de nuestros amigos, a ella se le pasaron las copas por culpa nuestra y la tuvimos que dejar acurrucada y cubierta en uno de los sofás.

Normalmente Emi me telefonea todos los días, ayer domingo brilló por su silencio, pero hoy lunes, como todos los días, pasando las 5 recibo su llamada, a las 6 ella tiene que iniciar su trabajo en el restorán y me corta. Y es que yo llego de la oficina a mi casa poco antes de las 5. Aviento a un lado mi uniforme y me pongo cómoda, una camiseta larga, vieja y solo calzones. Ya Horacio, que llega más tarde, me hace el favor o de quitarme la camiseta, o solo levantármela y dejarme sentir que me desea. La mayoría de las veces es a la hora en que platicamos y gozamos de las locuras que se nos vienen a la cabeza.

Con Gloria, que casi todos los días me comunico con ella, es a horas variables, pienso que las horas que escoge tienen que ver, si le interesa saber de Horacio, a la hora que ella calcula que ya está aquí, si lo que tiene que tratar es solo entre nosotras, llama antes de las 7.

Hoy lunes me llamó Emi, como siempre. Hablamos de varias cosas sin importancia, pero ella tenia varias curiosidades, la primera, que si yo pensaba que a Leo le gustaba Olga.

“¡Claro que sí, ella es bastante atractiva, está en sus años, y es muy simpática! Se me hace una buena cogelona que desea a Leo desde hace mucho tiempo, no se le entrega por respeto a ti, pero ya viste qué confesó el sábado, y eso fue antes de que se pasara de copas, estaba muy elocuente. Y Leo es hombre y no puede dejar pasar a una chica tan buena.”

“Sí, pero también se le antojó Horacio, ¿No lo notaste?”

“¡Sí, y lo dijo claramente, y a Horacio también le gusta ella!” le contesté.

“¿Qué pasaría si Horacio o Leo se acostaran con ella? ¿Qué dirías, o sentirías tú?”

“Yo me sentiría muy feliz, se me antoja que los dos se la echen, le den lo que ella espera, la harían feliz.”

“Tú siempre con respuestas positivas, pero ¿no crees que se rompería la barrera del respeto entre ella, empleada mía, para conmigo?”

“Hay varias formas de conservar esas barreras, es difícil, pero mi pensar es de que logras mantener tu lugar hablando con ella, antes de que suceda. Le dices: ¡Ándale, te lo presto, pero el trabajo es el trabajo, en privado haremos nuestras cosas personales!”

“¿Te gustó el rapidín con Kaiser?” le pregunté.

“¡Ay, sí! Me tiene pensando y soñando con él. ¿Qué tal si me hubiera dejado como tú, yo sin saber lo que me iba a pasar? Todavía me da miedo ahorita. No creo que algún día me vaya a dejar. ¡No sé por qué no! Sueño y pienso en que me la meten por mi cosita y a veces hasta siento que es por mi trasero. Hasta pienso que son Horacio y Leo los que me inducen a eso.”

“¿Qué, te gustaría que te lo metieran por atrás?” tuve que preguntarle.

“Ni soñarlo con Leo, imagínate ese tamaño entrándome.”

“¡Con otro! como ¿con Horacio?”

“¡Ay, amiga! Me estas tentando, pero no sé. Me pasa lo mismo que decidirme a hacer sexo con Kaiser.”

“¿Pero te llama ese deseo? ¡chamaca loca!”

“¡No sé! Pero con Leo no se puede.”

Estábamos en el teléfono Emi y yo, en ese momento Gloria me llamó por el celular, le contesté y le expliqué que tenía a Emi en la otra línea.

“Te espero, mientras me dejas oír los chismes de ustedes y solo me chateas por  escrito si no quieres que se dé cuenta.”

“¿A ver Emi, me decías que con Leo no se puede por el ano porque es demasiado grande?”

Gloria oía e hizo la observación de que nos faltó probar con Paul, a lo mejor hasta nos hubiera gustado más. “¿porque no le dices que te deje probar?”

“No sé, Emi, solo sé que las mujeres somos muy elásticas y podemos dejarnos entrar penes gordos, sin  peligro.”

“Recuerda que yo soy muy estrecha y me cuesta trabajo dejarme de Leo, que me la meta por delante.”

“Si te la mete por delante es porque tú cuerpo se abre a su tamaño para que te entre libremente. ¿Te llega a lastimar? ¿Y Kaiser te llegó a lastimar?”

“¡No me recuerdes a Kaiser, todavía me excito demasiado recordar lo poquito que me dio y pensar en lo que él me hubiera dado!”

“Bueno, nos hablamos después, tienes que prepararte para trabajar. ¡Me saludas a la colega!” Y recuerda que” Souviens-toi que nous sommes tous les trois des putes”

“¿Qué tanto le dijiste al final?” me preguntó Gloria, que estaba escuchando, calladita.

“Que recordara que las tres somos mujeres que requieren de hombres, me refería a ella, Emi; a Olga, que aún no ha llegado a probar ni a Horacio ni a Leo y a mí.”

“¿Tú ya lo probaste?” preguntó.

“¡Huy, cariño!, ¡si ya! Es un hombre fantástico. Él es el dueño del restorán, es el que entretiene a los clientes tocando su acordeón, pero lo que toca es tan sugestivo y romántico que derrite a cualquier mujer. Yo caí redondita, sin música ni nada. Fue un día en que esperaba a Horacio en la casa de ellos y, como Leo siempre se me había antojado me dejé conquistar. Los resultados han sido maravillosos. Hemos hecho una relación preciosa. Como siempre, te recomiendo leas en TODORELATOS/Intercambios/NUESTRA CASITA NOS ESPERA.

“Ahí verás como caí.”

“¿Sabe Horacio?”

“¡Claro¡, ya sabes cómo somos nosotros, pero creo que entre Leo y su mujer ya había algún acuerdo. Ella, Emi, conquistó a Horacio por su lado. ¡Estuvieron juntos y es así como hemos quedado de amigos íntimos!”

“¿Y yo? ¿Quedo fuera? Ahora si me van a dar celos y envidia. Además, mencionaste delicadamente, a tres putas, ¿Quiénes son?: Emi, probablemente tú, y la tercera?” me preguntó Gloria ya preocupada.

“La tercera me refería a Olga, una chica mexicana muy atractiva, que trabaja con ellos ya desde hace unos años y que confesó que se quería coger a Leo. La incluí para quitar los prejuicios de Emi y le diera oportunidad a ella y a Leo, sin poner obstáculos. ¡Pero tú y yo somos las únicas propietarias de Horacio, que a veces lo tenemos que prestar, no somos tan díscolas, dejamos que practique un poquito y que aprenda nuevas técnicas para que nos las traiga y pruebe con nosotras!”

Hoy martes, el restorán no abría. De su embajada citaron a Leo, así que asistió, pero cerca del medio día Horacio me llamó para avisarme de que iba a comer con Leo, en el centro, que quería hablar con él.

Como siempre, como a las 5 llegué a casa, me saqué la ropa, brasier y medias y quedé, como siempre, en esa camiseta larga y calzones.

Esperaba a Horacio, pero a la hora que llegó, oí que hablaba con alguien. ¡Oh, sorpresa! Llegaba con Leo. Venían preocupados y solo se me ocurrió ofrecerles algo de beber. El ambiente se relajó y Horacio dijo que Leo quería darnos una noticia.

“Me citan del gobierno para que me presente antes de 90 días ha concluir mi servicio militar. Ya estaba previsto esto, Emi y yo ya estábamos preparados. Estaré unos 12 a 15 meses obligado a cumplir, pero regresaremos después. Yo ya había tomado medidas de ésta eventualidad y no nos toma de sorpresa, lo único es que estaremos un tiempo fuera.”

“No se apenen, ni se preocupen. Vamos ha hacer todo lo que nos falto hacer aquí y haremos la mudanza. ¡Nunca los olvidaremos, fueron ustedes los que nos despertaron nuestra sexualidad! Ahora ya hasta decidimos tener familia, por lo menos era la idea, a ver qué opina Emi ahora después, cuando le diga que tenemos que regresar.”

Para aligerar el ambiente serví otra ronda, en este caso fue de tequila, y saqué del refrigerador algo que tenía para comer. Al ponerme de pie, primero tuve que abrir las piernas, mi entrepiernas estuvo a disposición de la vista de Leo, sentado enfrente. Me di cuenta, perfectamente, de la dirección de su mirada y en donde la fijó, tendré que sacarle provecho para que me admire más y se derrite, pensé. Me dirigí a la cocina, la camiseta se me pegaba al cuerpo, así que también se notaba mi figura. Además, estaba bastante escotada, al servir las rondas me movía provocando su placer, antes de entrar a la sala me jalone el escote de la camiseta para vencerlo más abajo y dejarlo verme los pechos, se me veían bien paraditas las copas, sobresaliéndole mis pezones. Me sentía hermosa, me revisé y me di cuenta de que mis aureolas sobresalían por el contraste del color un poco más oscuro. ¡Qué bueno que me quedé con esa camiseta!

“Mi vida, ¿puedes atender a Leo?, tengo que ir a cambiarme para ponerme algo decente que le guste a Leo.”

“¡No, no! ¡Así te queremos disfrutar!” dijo Leo

“Tiene razón, estas deliciosa, me encantas cuando te vistes así.” Dijo Horacio.

“Estas muy bien, te ves preciosa. Esa ropa que traes puesta es la mejor que yo te he visto y deseo guardar esa, tu imagen, en mi memoria por siempre.” Dijo Leo.

“Ni modo, ya no tendremos que comprarte más ropa. Ésta te la quitas, la lavamos y te la vuelves a poner.”

“¡Yo creo que hay que quitársela ahorita, lavarla y cuando seca se la vuelve a poner! ¡Sus pantis están mojados, también se tienen que lavar! ¿Qué más traes?”

“¡Ya nada, es todo!” les contesté dulcemente y con cariño, bajando la vista, como niña compungida.

Leo tomó del brazo a Horacio, lo forzó a que se levantara de su asiento y lo condujo hacia mí, yo había permanecido de pie frente a ellos.

“¡AMIGO, ES TODA NUESTRA!” dijo en voz alta Leo, jalando a Horacio para que iniciara tocarme mi trasero, y me bajara los pantis.

“¡Estas exquisita, como otras veces que he gozado con tu cuerpo!” me dijo Horacio a la vez que me mordisqueaba mis orejas y con las manos me acariciaba mi espalda, mientras tanto Leo terminaba de bajarme los pantis y, como desesperado, me comía mi pubis. Me metía su lengua lo más que podía dentro de mi vagina, masajeándome el clítoris. Me tallaba mis labios, me desesperaba, me tenían temblando de excitación.

Horacio seguía ocupado con mis pechos y mi espalda. Me lamía a lo largo de mi columna provocándome escalofríos, ricos. Llegó a mis nalgas, me las abrió y me

metía su lengua en el culito, que me lo dejaba sintiendo mojado con su saliva, que me depositaba a ratos.

Leo seguía entretenido en mi vagina, la sobaba, me metía dedos y masturbaba mi clítoris que no se podría ocultar de lo paradito que estaba. Me recostó sobre el respaldo de un sofá, como ya lo había hecho antes en su casa, pero esta vez sobre mi estómago, yo creí que me lo iba a meter. ¡No, me abrió de piernas expuso mi ano y empezó a comerme por ahí! Yo sentía muy rico, comencé a convulsionarme de la sensación.

Rápidamente se desvistieron mis machos y Leo comenzó a pasarme suavemente su pene a lo largo del interior  de mis muslos. Yo no podía ocultar el cosquilleo que sentía y me movía de un lado al otro. Le pedí a Horacio se acercara a mí para yo poder disfrutar de su hermoso pene, se lo mamaba, pero Leo me pidió se lo hiciera a él. Con mucho gusto me lo metí lo más adentro en la boca, jugué con él, pero tuve miedo se viniera.

Estando de pie, frente a mí, le pedí que me la metiera estando en esa posición, de panza contra el respaldo del sofá, con mi cola levantada, como quien dice invitándolo. Se acercó a mí por detrás, vio mi vagina y mi culito y me llenó de saliva. Se iba acercando a mí, le tomé su pene y me acaricié con su cabeza mi ano, que ya estaba inundado de las salivas de ambos. Me la puse directamente en el ano y le pedí a Leo que empujara, que me la metiera.

“¿De veras, la quieres por ahí? Me preguntó.

Leo todavía dudaba, no sabía quién soy yo. Si ya la había logrado meter por delante, no esperaba problema, y por detrás ya conocía lo que me esperaba, así que

“¡Síguele, empuja suave pero fuerte! ¡SI ME ENTRA, EMPUJA FUERTE, ¡ …! MÉTEMELA, SIN MIEDO, ¡YO TE AVISO! ¡YO SÉ QUE SÍ ME ENTRA!”

“¿Sientes bien, no te lastimo? Alcanzó a preguntarme

Leo seguía empujando, con mucho tacto, como con miedo, yo lo animaba. Definitivamente si estaba demasiado grueso, pero lo sentía como que al entrarme se ablandaba, como acariciándome.

¡YA TODO ADENTRO! ¡OH, QUE DELICIA!

Horacio también se veía con miedo, no creía que me lo fuera a meter toditito. Dolió bastante al pasar por el esfínter, pero cedió y lo demás fue placer.

“¡Ven, como en mi casa, nos vamos a pasar a otro asiento más cómodo! ¡Solo fíjate de que no se te salga! Me dijo. Pero después de tantas dificultades para llegarlo a meter todo no me iba a exponer a que se me saliera sin antes haberlo disfrutado. Me tomo de las caderas y Horacio me cargó de los hombros. Leo se sentó a la orilla del sofá largo, con las piernas colgando y yo sentada completamente sobre él, con su preciosidad totalmente dentro de mí, aprisionada y segura.

Yo abría mis piernas, sentía riquísimo tener esa tranca detenida dentro de mí. Horacio se arrodilló enfrente y empezó a chuparme mi cosita, pero ha de haber reflexionado y pensado que debería de aprovechar la oportunidad y probar si me podía entrar también su pene por mi cosita, mi hoyito estaba más que disponible.

Recordé París y me llenó de felicidad que Horacio me la metiera por delante a la vez, aun teniendo el enorme pene de Leo dentro de mí. Las sensaciones que uno tiene normalmente se me incrementaron. Volví a perder el razonamiento, me perdí entre esas nubes. No recuerdo en donde estaba, verdaderamente enloquecí de placer. No sabía si lo que estaba sintiendo era por el ano, por tener el pene de Leo dentro, o era el pene de Horacio, que se encontraba anidado dentro de mi vulva el que me complacía más. Estallé varias veces en orgasmos, abrazaba y apretaba a Horacio, porque era a él al que tenia enfrente y le gritaba ¡LEO, LEO, ¡MÁS! y sucumbí, ¡me perdí en esas nubes que me dejaron de recuerdo esas sensaciones que había gozado!

“¡Me ha gustado mucho, me causaron un gran placer! ¡Gracias, gracias mil! Y a ustedes, ¿Qué les pareció?” les pregunté.

Los dos contestaron lo mismo, “¡Estuviste maravillosa, no creí que soportaras todo mi pene dentro! ¡Que maravillosa eres!” contestó primero Leo.

“¡Verdaderamente estuviste maravillosa, no se como te sientes ahora! ¿Te duele? ¿Te lastimó?” Preguntó preocupado Horacio.

“¡En lo absoluto, me siento como nueva, solo un poco abierta, pero sé que eso se recupera poquito a poco! ¡Pero con muchas ganas de repetirlo!”

“¿Qué te gustaría ahora?” me preguntó Leo.

“Primero, que complazcas a Emi, si es posible igual que lo hiciste ahora conmigo, igualitito.” Le dije.

“¿Cómo, entre dos y yo por detrás?”

“¡Exactamente!” le contesté,

“Sino que ella te lo pida, probablemente tenga miedo, pero podrías empezar con Horacio por detrás y tu por delante. Va a sentir precioso, ¡te lo aseguro!”

“Otra cosa, que te cojas a Olga, dale un poquito de tu pene hermoso, ella sueña con él y solo se porta bien por respeto a ustedes, pero se muere por tenerte.”

“Ya lo sé y me doy cuenta. ¡No se imaginan cómo la deseo! Pero Emi no me perdonaría.”

“¿Quieres, deveras? Yo veo cómo arreglarte eso, si tú realmente lo deseas.” Le prometí, a lo mejor me estoy metiendo en enredos, pero es hermoso ver cómo lo desea Olga.

“¡Claro que lo quiero y te lo pido!”

“Veremos cuando es posible, te aviso.”

“¡Lo antes posible, ten en cuenta que ya mero nos vamos!”