Leo, mi amante canino

Soy Carla, actualmente tengo 30 años, cuando me casé, era muy jovencita, con muy poca experiencia en el sexo, con el cual mi esposo con 10 años mayor, me fue llevando por una serie de prácticas que fui asimilando en el transcurso de mi vida matrimonial. Eso me fue convirtiendo en una adicta a una serie de relaciones poco ortodoxas.

LEO MI AMANTE CANINO

Soy Carla, actualmente tengo 30 años, cuando me casé, era muy jovencita, con muy poca experiencia en el sexo, con el cual mi esposo con 10 años mayor, me fue llevando por una serie de prácticas que fui asimilando en el transcurso de mi vida matrimonial. Eso me fue convirtiendo en una adicta a una serie de relaciones poco ortodoxas.

Sé que a mi esposo le encanta verme gozar del sexo, la prueba la tuve en unas vacaciones que tuvimos en el Caribe, fueron inolvidables, por lo menos para mí, sin ir demasiado al  detalle, les comento que fue una práctica inigualable. Un nativo del lugar, que no creo que tuviese 17 años, muy bien formado, fue invitado por mi esposo a pasar la noche en nuestra cabaña. A pesar de no estar demasiada convencida, lo acepte, el lugar, el calor, algo de alcohol, hizo que le diese rienda suelta a mis aspiraciones. Recuerdo que lo miré a  Joaquín, algo incrédula en lo que me proponía, cuando me saca el vestido, quedando en solo mis bragas, el chico, Joan era su nombre, me miraba alucinado por mis tetas algo grandes, mi marido lo acerco para que me las tocase, al pasarla por mis pezones, me excito, metí mi mano entre sus bermudas para localizar su verga, los bajé, cuando vi su aparato pronta a entrar en acción.

En escasos minutos la tenia introducida en mi sexo, debo reconocer (a mi esposo no se lo he dicho), que nunca me habían follado con tanta intensidad, y semejante aparato. La vitalidad de ese chico era fantástica, esa noche no hubo hueco de mi cuerpo que no fuese penetrada, hasta más de dos veces, eran las dos de la tarde y seguíamos. Hasta mi esposo se la mamó, que cuando los vi, me excito de sobremanera, al punto que lo invite al chico que lo hiciese anal con mi marido, pero Joaquín no quiso, así que me sacrifiqué  y le volví a dar el mío.

Está de más decir que después de estas prácticas, me quedaron mis aberturas súper  inflamadas. Si bien esa fue la primera, vez cada tanto incursionábamos en esos tríos, en lo que mi esposo era más bien un observador. Me sentía muy bien al hacer estos encuentros, el año pasado estuvimos en otro lugar en el Caribe, donde esta vez le propuse a mi esposo que quería con dos jovencitos. No hubo demasiados problemas en conseguirlos, y hasta podías ver su verga, antes de contratarlos. Así que disfrute con los mejores armados del lugar.

Tengo que confesar, que si bien al principio tuve un poco de rechazo, no sé si por temor, pudor o probablemente por desconocer, empecé a gozarlo y apreciarlo desde el momento que comencé a practicarlo.

El hecho de poder acceder a dos cuerpos distintos, sumado a que varias bocas y manos te tocan, acarician, besan tu cuerpo y penetran simultáneamente tus cavidades, es algo indescriptible. Fue una noche intensa, con tres hombres, mi cuerpo fue copulado varias veces, casi ni dormí pero lo mejor fue la doble penetración mientras se la mamaba a mi esposo.

También hemos tenido sexo con otra chica, pero prefiero los varones en los tríos.

Diría que esos condimentos que se agregan a la relación de la pareja, es importante, se termina la rutina clásica, para surgir una serie de variables y cambios que te estimulan, no hace falta tener un amante a escondidas, ya que tu marido lo permite y lo ve, no hay mentiras, ni se esconden situaciones. De recordar todo esto, me ha llevado a mojarme, perdón pero me fui del relato.

Hará hace más de un año que Joaquín quería implementar algo nuevo, no tenía idea que me vendría a proponer. Un día estábamos los dos en casa, conmemorando no recuerdo que, habíamos tomado un poco más, de lo habitual, en ese momento Joaquín me dice que había alquilado un video porno, si estaba interesada en verlo.

Le dije que si

Al ponerlo, aparecieron las primeras imágenes de un perro, inmediatamente me imagine de que se trataba. Lo vi., no hice ningún tipo de comentario, pero tengo que reconocer que si al principio me produzco un poco de rechazo, a medida que lo veía me empezaba a excitar, fundamentalmente cuando la formidable verga del perro, penetra a la pobre chica. (Lo de pobre es un decir), y empieza a gemir como "perra".

Realmente eso me calentó mucho. Mi esposo esperaba algún comentario, a lo que permanecí callada. Apenas llegamos a la cama, tuvimos sexo. Creo que si no lo hacíamos me masturbaba delante de él, cosa que le fascinaba. A la mañana siguiente en el desayuno, me pregunto qué opinaba del video, le comente que estaba interesante, pero que ni se le pasara por la cabeza que yo haría eso.

Apenas se fue al trabajo, no pude más y puse el video nuevamente, cuando finalizo, mi conchita estaba toda mojada. Me desnude por completo y lo empecé a ver nuevamente, mientras me tocaba mis pezones y metía mis dedos en mi raja, tuve dos orgasmos. Me da un poco de vergüenza relatarlo, pero estaba excitadísima.

No me hacía a la idea de ser cogida por un perro, era demasiado promiscuo podría contraer una enfermedad o alguna otra cosa, no sé si eran excusas que me ponía, porque pensar en eso, me hacia terminar mojada.

Me fui interiorizando en el tema, hasta el momento no le había comentado nada a mi esposo, de decidirle me gustaría darle la sorpresa, aunque más era el deseo de probar esa nueva herramienta.

Después de unas semanas, tome la decisión, lo llame a la oficina que cuando llegara le comentaría algo que le iba a gustar.

Apenas llego, le comente que había estado informándome sobre la zoofilia y que si él no se oponía (sabía que no), podíamos adquirir un perro y practicarlo. Creo que mejor noticia no le podría haber dado.

Ese fin de semana decidimos viajar hasta la ciudad, (por que vivíamos en las afueras), para buscar una veterinaria, a fin de tener la seguridad de ser un animal sano y tuviese todas las vacunas correspondientes. Después de recorrer varios establecimientos, dimos con uno, que podía cumplir con nuestras expectativas. Se trataba de un gran danés, el veterinario nos recomendó que fuera un cachorro, por que se iría adaptando mejor a nosotros. Aceptando el consejo del veterinario, optamos por ese animal. Admito que sentía algo de vergüenza, al pensar que el veterinario se imaginaria para cual sería la finalidad de esa adquisición.

Pasaron unos meses, y el animal (lo bautizamos, Leo), estaba adquiriendo un lindo porte. Decidimos un día empezar a practicar, que el perro participara con nosotros. Cosa que fue bastante frustrante, estábamos un poco desilusionados por que después de varios intentos no pudimos hacer nada. Aparte que siempre me arañaba con sus uñas.

Realmente, me estaba cansando, me sentía hasta ridícula ponerme en cuatro patas, y el estúpido, nada. Uno ve los videos o lee los relatos que se la mete enseguida. Pero con este no pasaba nada (pensé si no sería puto)

Un día que mi esposo no estaba, me coloque unos guantes de látex, llame a Leo, que acudió rápidamente meneando la cola, lo empecé a acariciar, enseguida se tiro al piso. Comencé por su pecho y fui bajando hasta su polla, de a poco empezó a salir del capullo una cosa rosada, Que ante mi contacto iba en aumento. Bueno, pensé por lo menos le gusta. Creí, que ya podía estar en condiciones de hacerlo, pero prefería que estuviera mi marido, para ayudarme, y disfrutarlo la primera vez juntos con Leo.

Realmente me había excitado bastante de ver su verga crecida (aunque no lo estaba totalmente) Ya mi vagina emanaba los jugos, cosa que apenas me estimulaba, se me humedecía.

Opté por sacarme mis bragas, levantarme la falda y me senté en el sillón, abierta de piernas, llame al perro y acerque su cabeza a mi húmedo sexo. La olfateo un momento metió un poco el hocico y empezó lamer, no sé si él se excitaba, lo que es a mí, sentir esa lengua áspera en contacto con mi vagina, intentando introducirse y a una velocidad no habitual, me hizo correr rápidamente, era una sensación distinta a la que me producía mi esposo, sin querer menospreciarlo. (La mujer que lo haya experimentado, entenderá lo que se siente)

Lamentablemente este gozo, duro muy poco, porque el estúpido del perro, al rato pego una vuelta y se acostó, me daban ganas de matarlo. No le conté a mi esposo lo que había hecho, sentí la necesidad de mantenerlo en secreto, como si fuese algo intimo.

Pasaron un par de semanas, en ese periodo volví a intentarlo, pero el resultado era similar. Una mañana, tuve una idea, untarme con dulce, que sabía que le encantaba. Me desnude, traje un pote, y me embardune los pechos, y la vagina, era un pegote total.

Llamé al perro, vino enseguida, me tiré sobre el sillón, y empezó a lamer los pechos, los pezones se me irguieron enseguida, pasaba de uno a otro, me ponía loca .Cuando ya no quedaba más dulce, se bajo, pero antes se me ocurrió ponerme en 4 patas, para ver que hacía, la lengua, eran como azotes en mi vagina, yendo de mi ano a mi raja, la sensación que me producía era indescriptible. Era tanto su ímpetu que me fue tirando contra el sillón, donde me recosté y sostenía para amortiguar sus topetazos. No se las veces que me corrí, estaba un poco exhausta, por mis venidas y por tratar de contener las embestidas de la bestia.

Realmente estaba satisfecha, hubiera querido que me penetrara, pero como dije antes, prefería que mi esposo estuviera presente, además de tener un poco de temor a lo que podría suceder.

De cualquier manera, se debió de comer todo el dulce porque al rato se tiro en el suelo y se durmió. Observe su verga y apenas asomaba algo colorado, creo que habría que incitarlo bastante más. Tampoco le comenté lo que había hecho, había algo que me impedía contárselo, sentía la necesidad de mantener esa intimidad sola con el perro. Una mañana apenas se fue mi esposo, traje al animal, me desnude y empecé a revolcarme con él, ese contacto de su pelaje con mi piel me excitaba, ya se había acostumbrado a mi vagina que la buscaba rápidamente, para iniciar una serie de lengüetazos, que me hacían estremecer todo mi cuerpo.

Fue una mañana intensa, aunque a pesar de mis convulsiones, necesita algo más, me coloque en cuatro y el perro no tardo en montarme, buscando desesperadamente introducirme  su aparato. Deseaba ser poseída por el animal, aunque me resistía a hacerlo por el compromiso con mi esposo. El perro estaba muy excitado, porque persistía en copularme, no digo que me asuste, pero temí que se pusiese bravo, así que pretendí aplacarlo. Logre acostarlo en el piso, y apoyando mi cabeza sobre su cuerpo pasé mi mano sobre su panza, acercándola cada vez  más a su sexo, el perro apacible parecía disfrutar de mis caricias. Finalmente mi mano llego a su bulto, que suavemente fui friccionando, hasta comenzar a surgir su rojo miembro.

No puedo negar que me excite al verlo surgir, seguí frotando, mientras mi otra mano tocaba mi clítoris, al cabo de escasos minutos, su verga se exhibía ante mis ojos. Era de tamaño mayor que la de mi esposo, con esas venas y ese rojo, algo lubricada, me turbo, mi respiración se agito acelerándose los latidos de mi corazón.

La toqué con mi mano, pero pareció que lo irritaba, así que instintivamente con algo de recelo lleve mi boca ante esa “herramienta”, tan sugestiva. Pase mi lengua sobre su verga, hasta que lo hice parar a Leo, que lo efectuó enseguida, coloqué una almohada en el piso para apoyar mi  cabeza y estar mi rostro cerca de su verga, ya tirada bajo el animal, empecé a besar su miembro, me alucinaba hacerlo, esperaba que el perro me lamiese. Aunque lo hizo varias veces, acelerando mi corazón y  a su vez iniciar una chupada más intensa. Llegue a un punto que su verga me fascinó, comenzando a deglutirla con más intensidad, la introducía todo lo que podía hasta que llegar provocarme arcadas. Me masturbaba mientras le proporcionaba una intensa felación, seguí como desquiciada haciéndoselo, hasta que mi masturbación alcanzo el clímax, cuando ante mi sorpresa el perro eyaculo en mi boca. Nunca pensé la cantidad de semen que podría evacuar, sorpresivamente, se giro para lamer sus fluidos que estaban en mi cara y tetas.

Por supuesto que nada de esto le conté a mi esposo, así que esa noche le propuse de hacerlo.

Cenamos temprano, con la intensión de hacerlo, estaba algo nerviosa, a pesar que ya algo de sexo habíamos compartido con Leo, pero trate de mantenerme como expectante a esa nueva experiencia. Llevamos al animal a la habitación, dejé que mi esposo me desnudase, el perro se acerco, para olerme entre las piernas, traté de hacerme la sorprendida, aunque las abrí para darle a probar mis jugos, que no tardaron en brotar.

Me tiré sobre la alfombra ofreciéndole el sexo, que no esperó para friccionar con su lengua, tanto mi vagina como mi ano. Mis pezones se endurecieron cosa que no tardo mi esposo en morderlos y succionarlos, mientras el perro disfrutaba con mi sexo. El sentir lenguas y bocas en mis puntos más sensibles, mi calentura estaba al máximo.

No sé quien estaba más deseoso de ver al animal en acción, si mi esposo o yo. Porque me levanto y me hizo colocar en la posición de perrita. Leo apenas me vio en estado de recibirlo, me monto y en bombeo alocado, buscaba sin encontrar mis aberturas, trataba de acomodarme para darle la posibilidad de que me penetrase.

Hasta que después de un rato, y percibir su verga pegar en mis nalgas, sentí que su aparato rozaba las paredes de mi útero, sus patas se aferraron a mi cintura, aprisionándome sin dejar de agitarse contra mis nalgas

Percibía como su miembro crecía en mi intimidad, y a partir de ese instante me deje llevar por mi instinto, comencé a gemir mientras su aparato entraba y salía de manera alocada, sentía como sus uñas arañaban mis piernas, mientras seguía creciendo en mi interior, hasta notar su bola obstruirse en la salida de mi sexo. Sentí su penetración, empujando para llegar a lo más profundo de mi seno, él empujaba para obtener lo más insondable posible, frotándome fuertemente, para apropiarse de mi interior y lo más rápido posible. Su agudeza era  fuerte y vigorosamente, su líquido pre seminal se mezclaba con mi lubricación natural haciendo la introducción más rápida y  fluida. Esta vez, su pene completo está dentro de mi cérvix, abriéndolo para el inevitable clímax de su unión.

Sus empellones me zarandeaban, agitando mis tetas al ritmo de sus movimientos.  Su fricción me hacía sentir cada vez más, descubriendo como se sentía cómodo en mi interior. Me sentí abochornada en ese momento, en donde un perro me estaba copulando, realmente era algo morboso y promiscuo, aunque consideraba que me convertía en su hembra. Me olvide de la presencia de mi esposo y me compenetre a lo que ese animal me estaba causando. Sus uñas dañaban mi piel, sentía como se incrustaban al tenerme abrazada con sus extremidades delanteras, produciéndome un poco de dolor que se fusionaban con el placer que me provocaba y sus patas traseras apoyadas en mis pantorrillas, actitud totalmente posesiva.

Mi cuerpo ya era de su propiedad, y yo se lo había entregado, los roles se habían cambiado yo no era su ama, el era mi amo.

Avivadamente su pene comenzó a crecer dentro de mí, concibiendo como se dilataba en mi intimidad vaginal.. Estaba muy estimulada sintiendo su nudo frotar constantemente mi punto G.

El animal trataba de acomodarse haciéndose dueño y señor de mi cuerpo y fundamentalmente en mi abertura, sus jadeos me estimulaban excesivamente, era su perra. Estaba totalmente poseída mientras el perro se  sujetaba a mi cuerpo, introduciéndome la totalidad de su tronco, que me hacia  transportar.

Mi esposo se acerco, para que le mamase su verga, intensión que me sacó la enajenación en que estaba sumergida. Admito que me molesto, pero algo se la mamé, cuando sentí un fluido cálido que regaba mi vulva, simultáneamente con la eyaculación de mi esposo. Fue una situación extraña y llena de morbosidad, creo que me atraía ese tipo de servilismo. Al haber concluido con su tarea Leo de una manera brusca quito su verga, sentí inflamada mi vagina, ante semejante aparato si bien soy de contextura chica,  pude contenerla en su totalidad.

Estaba tentada de mamársela, pero preferí contenerme, y no exponer ante mi esposo el punto de excitación que me había producido ese encuentro. En cuanto mi esposo se recupero, tuve sexo con él, a pesar que interiormente hubiese repetido con  Leo, pero no quería herir el ego de mi esposo, a pesar que él fue el instigador. Cuando me pregunto cómo había sido por supuesto que le dije que bien, pero no como él lo hace. Mis encuentros con Leo se repitieron de manera muy intensa y continua, lo sentía mi amante, y ante cualquier sensación de excitación por su lado mi cuerpo estaba a su disposición.