Leire en la playa (I)
Una pareja que se conoce por internet pasa juntos unos días en una ciudad costera. Aprovecharán para disfrutar y poner en práctica sus fantasías...
Leire en la playa
- Por fin se iban a conocer. Tras varias semanas de relación mediante correos y mensajes, llegó el día de su primera cita en una localidad costera catalana. Las instrucciones de Luis eran claras y mientras veía cómo se acercaba –la conocía de las eróticas fotos que ella le había enviado-, sentado en una terraza junto al mar, no se molestó en levantarse. Leire, así se llamaba la morena y deliciosa muchacha vasca que había conocido mediante internet, también le reconoció por las fotos y empezó a sonreírle mientras se acercaba. Su diminuta minifalda apenas cubría sus largas piernas morenas y un ajustado top se ceñía a sus pechos elegantes, tanto se ceñía que marcaba unos pezones entonces puntiagudos. Luis no era el único que la miraba.
-Veo que vistes tal como te dije
-Sí
-Vamos a comprobar si es cierto
Luis deslizó su mano bajo la minifalda y comprobó que no llevaba nada debajo, que venía completamente desnuda. Con un suave movimiento, acercó los dedos a su coñito y, ansioso, notó que estaba ligeramente húmedo. Fue entonces cuando se levantó, y la besó en los labios
-Por fin nos vemos
Se sentaron frente a frente, y entablaron una conversación fluida, reconociendo sus temores ante el encuentro. En un momento dado, Luis le pidió a Leire que abriera sus piernas. Ella le sonrió con mirada pícara y los abrió lentamente mostrando su coñito depilado. El se inclinó hacia ella, la besó de nuevo y le dijo que iba a follarse ese coñito de todas las maneras posibles esos tres días que iban a pasar juntos. El verano era espléndido esa semana y nada le iba a impedir disfrutar de esa muchacha obediente y deliciosa.
A los pocos minutos, decidieron marchar hacia el hotel. Leire tenía que ir al baño situado en el piso de arriba de la cafetería. “Espera –le dijo Luis –Esos dos chavales también van al baño y quiero que te puedan mirar mientras subes las escaleras”.
-Me lo van a ver todo –dijo Leire un poco sonrojada.
-Eso es lo que quiero. Que te vean incluso la humedad del coño
Ella empezó entonces a subir las escaleras. Luis podía ver su culo moreno y oscilante, y la rajita de su coño mojado desde abajo, y al momento los dos chicos se dieron cuenta de que la chica no llevaba bragas, y tras una leve vacilación caminaron tras ella, mirándose atónicos. Luis sintió una calentura aún mayor viendo a esos chicos y estaba segura que Leire se estaba poniendo a mil. Así se lo confesó al regresar del baño.
-Uff, como me ha puesto eso. Tenía miedo de que entraran en el servicio mientras meaba y abusaran de mí.
-¿Miedo o ganas, Leire?
Se apresuraron para alcanzar la habitación de su hotel –elegante hotel junto al mar-. Tan pronto llegaron y acabaron las gestiones, Luis la arrojó sobre la cama y sin apenas contemplaciones, alzó la minifalda, le ordenó que se pusiera a cuatro patas y la penetró con su polla erecta y venosa. Ella gimió
-Que ganas tenía de follarte
Ella suspiró y asintió, mientras él le decía lo putita que era, sin bragas, enseñando su coñito y mojada
-Eso es lo que te gusta
-Sí, eso es lo que me encanta
Su coño estaba empapado, la polla entró sin dificultad y Luis la taladró furiosamente por detrás, agarrando sus pequeños y preciosos pechos, golpeando su culo con los huevos, cada vez más rápido, mientras ella retenía sus gritos de placer. En ese momento, Luis empezó a azotar el culo de Leire, y a cada azote, ella emitía un chillido.
-Sí, así, dame, dame
Luis luchaba por retener su corrida; le costaba, llevaba varios días cachondo esperando aquel encuentro, pero al ver que Leire estaba a punto de correrse, dejó de esforzarse y sintió que el esperma iba a surtir. Se lo anunció y mientras ella se tocaba el coño para acelerar su corrida, el se salió, apuntó a su agujero del culo, y lo regó de una corrida abundante que cayó en su ano y empezó a deslizarse en su coñito. Al sentirlo, Leire se corrió.
-Qué bien nos lo vamos a pasar, se dijeron mientras se besaban
- No fue el único polvo que echaron aquella noche. A la mañana siguiente, Luis se duchaba tranquilamente, retomando el aire, tras los esfuerzos en la cama. Se sentía a gusto y feliz. Empezó a afeitarse cuando escuchó un ruido en la habitación. Dos personas hablaban. Salió envuelto en su toalla. Allí vio una bandeja del servicio de habitaciones y Leire y a un muchacho buscando algo por el suelo
-Luis, he perdido un pendiente, y le he pedido al chico que me ayudara a encontrarla
Luis se sonrió. Leire llevaba una camiseta de asas holgada que permitía la visión de sus pechos al más leve movimiento. Debajo no más que un tanguita. Y así agachada a cuanto patas, el chico, un adolescente con granos y gafas, podía ver su desnudo culo a un metro de distancia.
-¿Y no podías haberte vestido un poco más?
-Si al chico no le molesta... ¿A qué no te molesta?
-No, no –farfulló el muchacho colorado.
-No le molesta, claro que no. Pero estás calentándolo al pobre y va a tener un dolor de huevos toda la mañana por tu culpa.
-¿Sí? –le preguntó Leire al chico
-Bueno…
-Perdona, no quería molestarte. No me daba cuenta de que se me pueden ver las tetas así.
Se agitó un poco como si lo estuviera comprobando, y una teta morena se escapó de la camiseta, mostrando un pezón puntiagudo
-Pues sí, me las has podido ver…
-Sí…
-Lo siento, no quería provocarte. Espero que no te haya molestado
-No, no, claro que no
Ella bajó la mirada y vio el enorme bulto bajo el pantalón blanco del chaval
-Veo que te he perturbado –dijo Leire con una sonrisa maliciosa en el rostro- ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
El calló. Leire miró a Luis y le preguntó:
-Oye, Luis ¿te importa si le enseño bien las tetas al pobre para que se haga una paja rápida?
-Claro que no. Es lo mínimo que puedes hacer por él.
Leire alzó su camiseta y, mientras mostraba orgullosa sus dulces pechos y sus pezones erectos, le pidió al chico que se sacara la polla y se tocara, que a ella no le importaba. El chaval, un tanto rojo, le respondió que le daba vergüenza. Leire le tranquilizó
-Deja, que ya te lo hago yo
Empujó al chaval sobre la cama, empezó a tocarle encima del uniforme, con una sonrisa en la boca. Bajó su bragueta y extrajo una polla gruesa y erecta. La miró unos momentos mientras la acariciaba casi inadvertidamente.
-¿Ves? No tienes que avergonzarte. La tienes muy bien. Y si no fuera porque está aquí mi chico –le dijo- te dejaría que me la metieras.
Al escuchar eso, el inexperto muchacho no pudo contenerse y empezó a correrse y a llenar de leche los pechos de Leire. Una ráfaga le cayó en el rostro.
-Lo, lo siento
-No pasa nada, chaval –respondió Luis- ella es así… Ahora vístete y estate calladito. No quiero miradas raras cuando baje a recepción. ¿Entendido? Mantente callado y cuando nos vayamos te daré una buena propina. O a lo mejor la putita de Leire te la chupa. Lo que tú prefieras.
El chaval no respondió y marchó rápidamente de la habitación
-Mira que eres puta, Leire –le dijo entre risas
-¡Como si eso no fuera lo que más te gusta de mí….¡ -respondió Leire mientras miraba el erecto bulto bajo la toalla…
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