Legionaria de Cristo

Narra tres encuentros casuales con una fanatica religiosa de los legionarios de Cristo,con tendencias a la sumision y algo trastornada por la represion sexual.

Volvia a Madrid en el Ave, me toco en uno de los asientos dobles que están enfrentados con una mesa que separa el espacio físico de los viajeros. Yo era por el momento el único ocupante.

No se si os pasara también a vosotros pero cuando me subo en un transporte publico siempre tengo la inquietud de que el asiento de al lado sea ocupado por una chica atractiva o alguien interesante, no se trata de ligar, que tampoco esta mal, sino de ir con una grata compañía o al menos especular con la vida de la persona de al lado. Lo normal es que el asiento lo ocupe alguien que no sea de tu agrado y te pases el viaje esquivando su contacto.

Pocos minutos antes de la salida una pareja ocupó los dos asientos libres situados frente al mío, el que había al lado continuó libre todo el viaje. Debían andar ambos por la treintena, su forma de vestir era rancia y antigua, conservadora, ella vestía una camisa blanca bajo un jersey Lacoste azul marino de cuello de pico y una falda plisada a cuadros por debajo de la rodilla. El  un jersey idéntico, solo que de color verde oscuro, sobre una camisa a cuadros y un horroroso pantalón de pinzas y unos zapatos clásicos con flecos mas horribles y anticuados todavía, la moda no debía de ser lo suyo, ambos exhibían una cruz de madera colgando de un cordón de cuero que rodeaba su cuello. Catolicones pensé con desagrado, detesto a los hipócritas.

Cuando al salir de la estación los rayos de sol asomaron por la ventana del tren me coloqué las gafas de sol, solo era una excusa, la claridad no me resultaba molesta, solo que es mas cómodo observar a la gente con gafas de sol, así no tienes que disimular que los observas. El no solo tenia pinta de jilipollas, se portaba como un jilipollas, gafapasta, con un tono de voz monocorde, cada vez que ella proponía algún plan próximo para pasarlo bien, el hacia un mohín de disgusto como si pasarlo bien fuera algo pecaminoso, el principio del fin, las puertas del infierno, al final resolvía la cuestión con la misma frase:

-Lo consultaremos con Don Facundo –que supuse debía de ser su cura de cabecera o el guía espiritual de la secta a la que pertenecieran (el Opus Dei o alguna mafia corrupta similar).

Ella dibujaba un rictus de asco bastante despectivo ante este tipo de respuesta con un gracioso movimiento de sus labios, forma bastante practica de decirle al tipo que la acompañaba que era un julis y que se le daba cojonudo cortar el rollo.

Yo estaba en el asiento de ventanilla, la chica estaba frente a mi y su acompañante al lado, a pesar de que su vestuario no ayudaba a resaltar sus encantos los tenia, era guapa a pesar de su peinado cursi y anticuando recogido en un moño y sus pechos sin ser grandes si que parecían bien colocados y proporcionados.

Apenas se puso el tren en marcha la pierna de la chica me tocó, no fue nada sexual no seáis mal pensados, sencillamente y de forma creo que mal educada y al menos poco considerada hacia mi persona la chica había decidido ponerse cómoda y había decidido que la posición de mi pierna le molestaba por lo que sin contemplaciones decidió desplazarla con la suya, al darme cuenta del gesto decidí demostrarle quien mandaba allí, desplace mi pierna, desplazando la suya, al lugar donde estaba y allí la plante con fuerza, este pulso, al que su acompañante era ajeno, también enfrento nuestras miradas y sorprendentemente su aire desafiante desapareció para ser sustituido por otro aire, también retador pero expectante.

Nuestras piernas estaban en contacto, la presión de la suya sobre la mía había desaparecido, ya no intentaba desplazarla del sitio que ocupaba, sin embargo el roce proseguía.

La chica era guapa, de fino cutis y labios también finos y con unos preciosos ojos azules, comencé a mover la pierna al ritmo de una música imaginaria, mi objetivo era ver como la chica reaccionaba ante el roce de esta parte de nuestros cuerpos, me miró ligeramente sorprendida pero no aparto su pierna, me empecé a calentar y el roce sin ser descarado continuó, mas sensual, con su complicidad.

Mi móvil sonó y salí a la plataforma a contestar con tranquilidad, unos segundos después ella se levantó para ir al baño, mirándome cuando pasaba a mi lado, sin cortarme un pelo me quede mirándola y le saque la lengua de forma descarada simulado el movimiento de una lamida de coño, ella respondió con un mohín de desprecio pero a la vuelta, mientras yo seguía hablando por fono, me sonrío de forma bastante cómplice y pasó ante mi altiva y hermosa.

Cuando regresé a mi asiento el roce continuó y la complicidad, sin palabras, entre la chica y yo se hizo mas intenso, a veces disfruto una situación morbosa de estas características tanto o mas que un buen polvo o una sesión de sexo completa, pasada Ciudad Real puse mi maletín entre mis piernas y con el pretexto de buscar un documento le acaricie las piernas, primero a la altura de la rodilla, dio un pequeño brinco de sorpresa que reprimió rápidamente para que su acompañante no descubriera la situación comprometida, en sucesivas consultas a los documentos de mi maletín pude acariciar la parte interior de sus muslos, no pude llegar mas allá, la megafonía del Ave anunciaba la llegada a la estación de Atocha en Madrid, un servidor con un calentón de campeonato. Allí entre furtivas miradas de deseo por mi parte la vi desaparecer entre la gente y también se fugaban mis escasas opciones de haberla follado.

En los días siguientes le dediqué a la chica religiosa algunas pajas hasta que la aparque en el rincón de los intentos frustrados de mi cerebro. En mi caso, hay que ser sinceros, ocupan un departamento mucho mas grande que los intentos consumados y celebrados y mas en aquellos días donde además de estar casado me consideraba fiel en general, sin extremismos.

II

Sobre tres meses despues de lo narrado hasta el momento, me encontraba en un centro comercial, había ido a comprar unos slips C&K y mi mujer me había encargado que de paso comprara algunos filtros para la cafetera, en el departamento de pequeños electrodomesticos la encontré, le hacia una consulta a una de las dependientas, al principio no la reconocí, fuel el cambio de la expresión de su cara al verme lo que me llamo la atención lo suficiente como para después de asumir la familiaridad de su rostro reconocerla.

Me entretuve mirando unas tostadoras mientras ella continuaba su chachara con la dependienta, vestía una falda lisa, siempre bajo la rodilla, y una chaqueta, de marca pero de corte tan tradicional que resultaba un pelin rancia, zapatos planos por supuesto, la seguí por los distintos departamentos de los grandes almacenes, no se porque lo hice, tampoco tenia nada mas interesante que hacer, seguí mi instinto, mas nervioso que excitado la verdad, llegamos a la sección de muebles que estaba prácticamente vacía y allí cuando me acerqué a ella con la intención de saludarla y comenzar el abordaje si la cosa prometía para mi sorpresa fue ella la que me abordó:

-¿Qué es lo que quiere usted de mi? –me preguntó con una mirada firme pero que no conseguía disimular su inquietud y nerviosismo. Parece que no era yo el único para el que esta situación era absolutamente nueva y por tanto estabamos sujetos a los nervios y avatares que lo imprevisto nos deparan.

-Disculpe señorita, no pretendo importunarle, solo que he recordado la interesante situación que vivimos y me encantaría poder conocerla un poco mejor.

Ella se mantenía firme, incomoda, con la mirada altiva de quienes consideran inferiores y bichos raros a los que no pertenecen a su clase, a su circulo, a su grupo:

-No paso nada ni tampoco va a pasar nada.

-No pretendo que pase nada señorita solo invitarla a un café y charlar un poco, por cierto me llamo Carlos.

-Yo me llamo Jimena –sorprendentemente relajó su rictus de desprecio y me tendió la mano -y no creo conveniente que nos vean tomando un café juntos aquí.

La imaginación, yo no soy especialmente imaginativo, parece que, en ocasiones, ayuda a los intrépidos así que sin pensarlo mucho le dije.

-El parque X esta cerca, tiene un hermoso kiosko donde podemos tomar tranquilos un cafecito, a estas horas apenas hay nadie, no te preocupes Jimena soy un caballero –aceptó, nos dirigimos al ascensor y cuando llegamos al parking optamos por usar su coche, un Volvo S40 con algunos años.

Su mirada era una incógnita, la expresión de sus hermosos ojos azules variaba constantemente, al menos eso me parecía a mi, de la preocupación a la excitación, del desprecio al morbo. Cuando salimos del parking me la jugué y salí airoso, mi mano se posó a la altura de su rodilla como de forma ocasional pero de allí no se movió a pesar del brinco de sorpresa de Jimena, ella no me dijo, ni en sus actos ni en sus palabras, que quitara mi mano del lugar que ocupaba, así que tras frotarla con delicadeza y suavidad me arme de valor y empece a acariciarla sobre la piel directamente, sorteando la falda, estaba seria, aferrada tensa al volante, mirando al frente no se si ausente o concentrada en la conducción pero no oponía la mas mínima oposición a mis caricias, la suavidad del interior de sus muslos me producía adicción, no quería parar de sentirla, de tocarla, mientras mi mano, sinuosa, lentamente, pero sin pausa, avanzaba por el interior de sus muslos en dirección a su entrepierna, la temperatura subía por cada centímetro de avance, al llegar a sus bragas el calor que se desprendía de aquella zona me pareció tremendo, así, sobándole el coño sobre las bragas mientras ella conducía mirando al frente imperturbable pasamos por un polígono industrial que estaba justo al lado del parque al que nos dirigíamos, pasamos por una calle sin transito ni gente y le dije que tirara por ella, sin preguntar, sin oponer ninguna excusa pues aquella no era la dirección hacia la que nos dirigíamos Jimena obedeció mi indicación, mas adelante, entre dos coches aparcados junto a la puerta cerrada de una nave industrial le pedí que aparcara, ella seguía mirando al frente con la vista perdida, con las manos caídas mientras mi mano ya había superado el obstáculo de sus bragas y hurgaba con los dedos en su raja mojada, dejándose hacer, me saque la polla tome su mano y la puse sobre mi polla, ella comenzó, sin desviar del frente su mirada, a pajearme con cierto aire automático pero con bastante efectividad mientras yo le correspondía, pasaba la yema del dedo por su clítoris, lo frotaba y la penetraba con tres y cuatro dedos.

Le pedí que se quitara las bragas y sin dejar de mirar al frente, con esa sorprendente forma automática de hacer las cosas, como si lo hiciera otra, como hipnotizada, se las quitó. La hice ponerse sobre mi, sentada, con las piernas abiertas mirándome y así la deje caer y se metió mi polla en su coño encharcado, lo de la temperatura que de el emanaba no era fruto de mi imaginación, era real, el coño mas caliente donde mi polla ha entrado. Le quite el sujetador y me empeñe en sus tetas, pequeñas, redonditas, con un, también pequeño pezón sonrosado enhiesto por la excitación, ella botaba mecánicamente sobre mi polla, el crucifijo de madera rebotaba entre sus tetitas, rehuía a mis besos pero aceptaba la chupada de las tetas, cuando me di cuenta que los gemidos arreciaban cuando el trato de sus hermosos pechos era mas rudo en ello me empeñé, mordisqueándole y pellizcándole los pezones, chupándoselos con fuerza, ella miraba al frente, teóricamente me miraba a mi pero me daba la impresión de que no me veía, de que estaba en otro mundo, como dejando que otra personalidad opuesta a su rollo religioso tomara el control, su trote sobre mi polla aumento la intensidad cuando las caricias en sus pechos se intensificaron, cuando creía que me estaba pasando con el mordisqueo de sus pezones era ella la que apretando su teta contra mi boca demandaba mas dureza.

Sus gemidos tornaron en una inusual liturgia gutural, ronca e inconexa que se rompió cuando comenzó a insultarme a la vez que subía sobre mi polla para dejarse caer con todo el peso sobre ella después y empalarse hasta la raíz:

-¡Cabron! ¡Hijo puta! ¡rojo¡ ¡comunista! –me lo decía con la mirada perdida y una cara de mala leche impresionante pero la mojada que me empapaba la polla y las pelotas dejaban claro que la chica se estaba corriendo, su mirada perdida torno en ojos en blanco, un suspiro casi gruñido y dos corridas, la suya en mis pelotas y la mía en su  coño.

Ella volvió al asiento del conductor, con la cabeza agachada, respete su silencio y su arrepentimiento pero cometí un grave error, tras limpiarme la polla con un kleenex tuve ganas de orinar y salí del coche para hacerlo, estaba en el esplendor de mi chorro saliendo de mi polla cuando ella arrancó el coche y se largo dejándome tirado.

III

Había pasado casi un año de nuestro encuentro en los grandes almacenes y la fuga espectacular de la catequista Jimena. Salía de un conocido bufete de abogados que gestionaban algunos contratos de la empresa para la que trabajaba y me la encontré, nuevamente fue la expresión de sorpresa de su cara a pocos metros la que me alertó de su presencia, acompañaba a una anciana de pelo blanco, encorvada, perfumada de mas, con un traje chaqueta oscura y una gran cruz de oro y brillantes sobre el cuello, Jimena en su línea, una falda larga  y un jersey de cuello alto y su crucifijo de madera al cuello, una novedad, una prominente barriguita de preñada,  discretamente las seguí, Jimena aprecia una fugitiva, miraba nerviosa atrás para ver donde estaba yo, se metieron en uno de los clásicos portalones del barrio de Salamanca. Camine hasta el bar mas próximo y allí me tomé un café mirando al portón, nada, opte por irme pero con la firme convicción de volver a pasar por allí a ver si conseguía verla, aquella debía de ser su residencia o la de alguien cercano, no quería acosarla ni nada por el estilo pero el morbo de nuestros encuentros ocasionales y la sensación de tener una asignatura pendiente causaron mi determinación. Tomé mi café y salí del bar dos esquinas mas adelante, en un callejón que daba a un gran patio interior Jimena me esperaba, nuevamente esgrimía su ya familiar cara de desprecio, casi odio.

Nos introducimos en un discreto portal done me interpeló

-¿Por qué me sigues? –pregunto con todo inquisitorial pero también inseguro

-No fabules Jimena, me he cruzado contigo y me ha llamado la atención saber que hacías por aquí, te recuerdo que la ultima vez llevabas la leche de mi polla en tu coño pero no te despedisteis.

Jimena hizo escandalizada la señal de la cruz, es muy posible que Jimena padeciera algún tipo de desequilibrio, muy habitual por cierto entre los fanáticos religiosos de distinto pelaje, sus labios dibujaban una mueca extraña, tornaba de la repulsión a la sonrisa complaciente.

-¿Me vas a hacer chantaje? –me preguntó.

Siempre he sido partidario de las relaciones consensuales y enemigo del abuso en cualquiera de sus manifestaciones por eso me sorprendí a mi mismo contestándole

-Si

-¿Qué quieres de mi? –podía ver su respiración agitada y nerviosa, su tensión

-Mañana te recogeré aquí. Dime a que hora te viene bien y que sepas que al menos estaremos un par de horas ocupados, busca una buena excusa con tu suegra.

-¿Pero como sabes que es mi suegra? Yo no puedo estar fuera tanto tiempo.

Yo no sabia que era su suegra, solo era una suposición pero mi acierto acrecentó el convencimiento de Jimena de que había sido vigilada y localizada y que el encuentro en la calle no había sido tan casual.

-No creo que a esa pía anciana le haga maldita gracia saber que la pía esposa de su hijo se derrite de gusto cuando otro hombre mordisquea sus tetitas

-Solo ha sido una vez, no se lo que me pasa contigo, yo no soy así.

¿A que hora? –le dije en tono firme para dar por zanjado el encuentro alguien bajaba por las escaleras, salimos del rellano, cuando ya nos separamos en la esquina ella contestó:

-A las cinco de la tarde.

De vuelta a la oficina maquinaba sobre mis posibilidades, difícilmente Jimena aceptaría entrar en un hotel conmigo de pronto me acorde de Jorge, un administrativo al que detestaba por rastrero y pelota al que había oído varias veces ofrecer su apartamento a sus superiores para cuando fueran a echar una cana al aire.

Lo llamé al despacho y con el debido misterio le pregunte si podía cederme su apartamento al otro día por la tarde. Mi reputación en la empresa era de hombre serio y poco dado a las aventuras así que tras la sorpresa inicial Jorge, encantado de hacerle un favor a un jefe, me dijo que no habría ningún problema, al terminar fuimos a verlo, era coqueto, céntrico y su ubicación era discreta, sin portero, perfecto para un encuentro clandestino.

A las cinco daba vueltas con mi coche por el barrio de Salamanca, Jimena estaba donde debía estar, en la esquina donde habíamos quedado, inquieta, le abrí la puerta del coche y entro sin decir palabra, seria, circunspecta, mirando hacia abajo, no dijo ni hola, en silencio nos dirigimos al apartamento de Jorge, cuando aparque el coche le di la opción de seguirme unos metros atrás si no quería que la vieran conmigo en la calle, no me contestó, siguió caminando a mi lado. Su preñado me dijo contaba ya seis meses, estaba hermosa, era una chica hermosa, sensual y de temperamento caliente a quien la frustración y la represión sexual le estaba pasando factura, no soy psicólogo pero estoy convencido de ello.

Jorge había hecho limpieza en el apartamento, flores en la mesa, sabanas nuevas en la cama, acariciaba a Jimena, la fina piel de su rostro y le hice que levantara la mirada tomándola de la barbilla y la obligue a mirarme a los ojos, los suyos brillaban, juraría que no solo por las lagrimas y pucheritos, acerque mis labios a los suyos y nos besamos, no me evito, correspondió al beso y comencé a acariciarla mientras lo hacia, el pelo, el cuello, la espalda, correspondía a mis caricias con caricias torpes y nerviosas, la fui desnudando sin la mas mínima oposición, su barriguda era preciosa, la preñez de Jimena era hermosa, una espléndida hembra en cinta a la que me iba a follar bien follada, esta vez no tenia escapatoria.

La senté en la cama, levante su barbilla para que dejara de mirar al suelo y le pase la polla y los huevos por la cara y la boca, para dejarle claro que estaba a mi merced, a mi disposicion, se dejaba hacer con los labios entreabiertos, le meti la polla, ya dura en la boca y la mamó torpemente, mas tarde me confesaría que era la primera vez, pero se empeñaba en el intento, su expresión triste y llorosa cambio al ritmo en que la mamada, me imagino, le fue calentando, ahora estaba como ida, creo que era una especie de defensa, como si quisiera creer que lo que ella denominaba actos impuros los cometiera otra persona, otra personalidad, que solo se le manifestaba en las ocasiones en que alguien, yo, en este caso, se empeñaba en ello.

Mamaba con ansiedad, con la mirada ida que ya me resultaba tan familiar, esa que mira a ninguna parte, mas por el morbo que por su habilidad estaba próximo a correrme, a pesar que la tentación de hacerlo y hacerlo en su boca y hacerla tomar la leche de mi  polla era tremenda le saque de su boca y la tumbé en la cama, parecía inerte, solo una profunda respiración pausada, la mire hermosa, con el pelo suelto cayéndole en la cara, con sus tetitas lindas pequeñas pero proporcionadas, su prominente barriguita y un poblado pubis de pelo castaño tirando a rubio, las sutilezas depilatorias no son contempladas por los fanáticos sectarios. Acerqué mi rostro a su poblado pubis, aspire y me embriague de calentura con su fragancia, abrí sus labios sonrosados y froté con la yema del dedo un pequeño clítoris que coronaba los labios de su coño, le pase la lengua por la raja, Jimena gimió con un sonido gutural ronco, muy poco femenino la verdad, casi animal, muy excitante, comencé a comerle el coño, a penetrarle con la lengua y chuparle el clítoris, le penetraba con los dedos, dos, tres y hasta cuatro mientras le daba apretones a su botoncito con los labios, las manos de Jimena que habían estado a lo largo de su cuerpo hasta el momento comenzaron a acariciar mi cabeza, mi pelo, el placer de comer aquel católico coño me enervaba, no era, nunca he sido (con contadas excepciones, esta una de ellas) un aventurero sexual y allí estaba con aquella hermosa joven transgrediendo todos los tabúes religiosos posibles, saboreando un coño excelso, exquisito al paladar, las caricias en mi pelo se transformaron en un empujón a mi nuca para aumentar la presión de mis labios y mi lengua sobre su coño, Jimena estaba derramando su corrida en mis labios, cuando apenas reaccionaba al reciente orgasmo ya le había colocado un par de cojines sobre los riñones para levantar su coño y no tener que hacer presión sobre su barriguita y la estaba follando, suave, le ordene que abriera los ojos, que me mirara mientras la follaba, le di un par de suaves guantadas en la cara cuando vi que no atendía mi pedido, abrió sus ojos y me miraba con una mueca que debía parecer una sonrisa tirando a malvada y morbosa, colaboraba Jimena en la follada pero su barriga impedía un polvo mas intenso así que la puse de lado y así la penetré, pude así sopesar sus tetitas, que ahora preñada estaban mas gordas y llenas, también su pezón erecto por la calentura parecía que había crecido, tome la mano de Jimena y la lleve a su coño, con un susurro que sonaba a orden le pedí que se masturbara mientras la follaba, cuando Jimena empezó a soltar su mojada su coño parecía que aspiraba mi polla, una sensación fantástica cuando la sacaba para volverla a meter, el extraño ronroneo de placer de Jimena, suspiros, sonidos guturales y algún Dios Mio cesaron por un segundo, Jimena se estiro como si le hubiera dado un calambre y comenzó a soltar palabras sucias inconexas.

-¡Puta! ¡coño! ¡cabron! ¡me follas! ¡me follas! –decía, se estaba corriendo, fue una corrida larga, Jimena apretaba su coño en mi polla cuando la clavaba hasta la raíz de mi polla.

La puse a cuatro patas en la cama follandomela con mas intensidad y mas dureza, eso parecía gustarle mas, también que apretara y pellizcara suavemente sus pezones, yo era cuidadoso para no hacerle daño pero Jimena, sin decirlo, con el lenguaje del amor, gemidos y gestos, me indicaba que le era tremendamente placentero y pedía que aumentara la fuerza de mis apretones y pellizcos en sus pezones que se humedecieron con calostro por mis manipulaciones, probé a darla una sonora palmada en la nalga, dejándole los cinco dedos de la mano señalados y Jimena expreso su placer y su gusto meneando sus nalgas de forma incitadora, pedía mas sin decirlo, estas chicas de la buena sociedad, buenas cristianas, saben conseguir lo que quieren.

Las palmadas en las nalgas, los pellizcos y apretones en los pezones, que le tirara del pelo como si fuera la brida de la yegua a la que montaba, le gustaba, no lo decía pero lo dejaba claro, su respiración, sus gemidos, los ronquidos pausados cuando lo hacia, la buena cristiana le iba la caña, empece a decirle, presa de la calentura, todo tipo de guarradas.

-Eres mi puta! Mi zorra del Opus!!

-Yo no soy del Opus –mi dijo de forma casi inteligible –del Opus es mi marido.

La tenia a cuatro, follandola, tomándola del pelo, a veces apretaba su cuello y ella demostraba la satisfacción que ello le producía, me empece a asustar, por mucho que diga que soy inocente no creo que un jurado creyera que había estrangulado a una joven preñada católica mientras me la follaba víctima de la calentura pero el caso es que la excitación animal de Jimena se descontrolaba con las caricias mas extremas, con las mas rudas, llevaba unos minutos follandola y apretando su cuello y soltándolo y mirando el cerrado agujero de su culo, comencé a meterle un dedo previamente lubricado con sus jugos pasándolo por los alrededores de su coño y Jimena lo apretaba con su esfínter, con brío intentaba que entrara, como si le gustara el dolor, el sometimiento, la humillación, como si le gustara no, le gustaba.

Le saque la polla y la puse en la entrada de su culo, Jimena con la cara pegada a las sabanas y el culo bien levantado no solo no rehuyo al contacto de mi polla con su ojete movía su trasero hacia atrás para que la presión aumentara, empuje y le metí la cabeza, dio un grito ronco pero no fue de queja, bueno era de queja, si, de dolor, pero también de reto y de excitación, de dos empujones mas le metí toda la polla en el culo, apretadisimo, sentí el calor de su interior, un calor humedo, algo se había roto y su sangre caliente enardecía la cabeza de mi polla, mi ardor, comencé a follarla sin precaución por su dolor, con ímpetu y energía y el motivo por el que lo hacia es porque ella cada vez demostraba mas placer y disposición a ser maltratada sexualmente y a  mi me estaba saliendo una inédita, y desconocida en mi, vena de dominante que goza con el sometimiento de su pareja sexual.

Cuando empecé a follarle el culo los sonidos guturales de placer de Jimena, expuesta preñada a cuatro patas y follada por su hasta hace unos minutos virginal trasero católico se convirtieron en gruñidos animales de placer que alentaban a que la follara mas duro, mas profundo, a que la follara mas y mas, se la deje ir hasta el fondo y me deje ir en la corrida.

-¡Toma leche zorra! –le dije mientras le soltaba la corrida el culo y le apretaba el cuello, ella tensa aguantaba la metida con todo su cuerpo apretado, sentía como estaba de mojada, mis pelotas empapadas, su humedad llegaba a mis rodillas

Tras salir de su estado y volver a ser la Jimena mojigata y religiosa, a la par que mi polla salía de su culo con restos de caca, leche y sangre empezó a gimotear, la consolé y la tome de la mano para llevarla al baño y lavarle el culete, tenia una crema cicatrizante en el maletín  que creí que le vendría bien, estaba un poco arrepentido de haber sido un poco sádico con ella, solo un poco arrepentido, la verdad, no mucho, ya que había sido ella, si bien no con palabras, si con su lenguaje corporal, la que había demandado y gozado con un tratamiento mas rudo y autoritario. En el baño la hice lavarse el culo en el bidé y le aplique la crema en su irritado conducto que aun goteaba algo de sangre, me miro, otra vez su mirada era la de la sumisa tragona y la Jimena católica y pacata parecía haberse ido de vacaciones y me dijo:

-Quiero pedirte una cosa.

-Dime

-¡Quiero que me mees! –me quedé a cuadros, tremendamente sorprendido, callado unos segundos, pensando, pero quien soy yo para denegarle el gozo a alguien que aunque de forma extraña y bizarra tanto me estaba haciendo gozar.

La metí en la bañera, tumbada, me concentré y un chorro de orines bien amarillo y caliente salió de la punta de mi polla, apunté bien, en su ombligo caía la meada, ella en ese momento tenia una cara de placer mezclada, daba casi un poco de miedo, con locura, con absoluta ida de cabeza pero que coño, loca o no, rara y extraña, era una tremenda folladora que estaba satisfaciendo mis caprichos y sacando una faceta de mi comportamiento sexual que yo mismo desconocía, seguí meando en dirección a su pubis, estaba meando y aunque me parecía un poco guarro y repugnante lo que estaba haciendo mi polla se había recuperado inesperadamente y estaba a tope, termine la meada con la polla tiesa y apuntando a la dirección que ella pedía con su dedo, su boca y su cara, abrió su boca y tomo mi liquido, le dieron una especie de convulsiones pero esta vez no me preocupe, la muy guarra se corría de forma verdaderamente extraña.

Allí mismo, en el baño, apoyada en el lavabo la folle desde atrás, se la metí por el coño, cualquier caricia transgresora o que le hiciera daño le excitaba, calentaba y aproximaba a otra a sus extraños rogamos de ida, palmadas en las nalgas bien enérgicas, el rudo amase de sus pechos, el pellizco de los pezones, tirones de pelo y, especialmente,  los apretones en el cuello todo parecía satisfacerle y así lo percibía y cuando la calentura aprecia que quería mas se la saque del coño y sin contemplaciones se la metí en su condolido culo recién follado y mancillado, cada vez que se la metía por el culo, del tirón, sin contemplaciones, Jimena bramaba con su guturales sonidos roncos, no aguanté mucho, con una enérgica penetración anal me corrí de nuevo en el católico trasero de Jimena, ella medio mareada por las intensas emociones se sentó en la taza del water, y me acerque a ella, de pie con animo de abrazarla y hacerle algún mimo pero esta chica solo interpretaba lo mas retorcido, con toda la naturalidad tomo mi polla con restos de leche, sangre y algún sospechoso puntito amarronado y la metió en su boca, otra cosa que a priori me parecía repugnante, repugnante por los cojones, aun recién corrido, saber la guarrada que me estaba haciendo Jimena me mantuvo una erección de caballo a pesar de estar recién eyaculado.

Jimena miró su reloj preocupada por la hora pero sin decirme nada, empezaba a conocerla, era de pocas palabras, ese tipo de chica acostumbrada a que le sirvan y a que los que le sirven interpreten sus deseos, a mi la hora me daba lo mismo pero el estado de mi verga no, estaba enrojecida e irritada por el roce, mancillar un joven culo católico a pelo no es moco de pavo, la fricción había irritado notablemente mi polla así que traslavarme en el bidé la deje duchándose y me tumbé en la cama rumiando la experiencia limite, la mas extrema en lo que llevaba de vida, que había gozado.

Jimena apareció envuelta en una toalla como único vestuario, parecía otra, no era la loca, no era la fanática religiosa, actuaba con naturalidad, como si fuera mi pareja, le dije que nuestros encuentros serian semanales, a ella le pareció bien, había desaparecido su mohín de indiferente superioridad, actuaba con una naturalidad que no le había conocido hasta el momento. Se vistió y mientras lo hacia charlamos, me aclaro que el opusdeista era su marido, que ella era afiliada a los legionarios de Cristo, mas por nada por importunar a su marido y no estar en la misma secta.

-Ya le aguanto bastante para rezar mas tiempo juntos. Es un cretino.

Que bonito es el amor conyugal pensé, ya en el coche la lleve hasta su barrio de Salamanca, como despedida me dijo:

-No es necesario que vengas a por mi, así evitamos sospechas, iré al apartamento en metro que me viene bien y hay línea directa. Nos vemos el martes cariño.

No parecía haber hecho nada contra su voluntad, justo lo contrario, si acaso alguien había hecho algo contra su voluntad o contra su costumbre y rutina sexual ese era yo y lo había gozado como un venado en celo.

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