Lefado en la entrada del garaje

Era la primera vez que quedaba con un desconocido, a altas horas de la noche. La misión estaba clara: tragar polla.

Muy buenas a todos, relateros.

La gente de mi entorno, amantes y follamigos siempre me han aconsejado que escriba un libro con mis correrías sexuales por todos los sitios en los que he vivido (que no son pocos). La calidad del morbo, muchas de las veces rozando el peligro, y la variedad de situaciones vividas me llevan, de momento, a abrir esta pequeña ventana para compartir con vosotros lo bien que me lo he pasado, que me lo sigo pasando y seguiré...

A partir de ahora, y para proteger tanto a los protagonistas de las historias como a mí, utilizaré otros nombres y evitaré citar lugares concretos, pero el 100% de lo que plasmen mis relatos es real y literal.

Podéis llamadme Califa, tengo 31 años, soy del centro de Andalucía y tengo un acento bastante marcado. Físicamente me considero guapo, los ojos bastante llamativos, color miel claro, que contrastan con una piel avellanada-morena, barbita de dos días y pelo ondulado castaño oscuro, normalmente rapado al 1 por los lados. Físicamente me encuentro en forma, hago muchísimo Spinning y algo de musculación, aunque sin llegar a tener el cuerpo musculoso. Las piernas y los pectorales sí los tengo trabajados, y mi culo no deja indiferente a nadie. Soy masculino, sin pluma, versátil con tendencia a pasivo, y tengo el doctorado en mamadas.

CAP 1. LEFADO EN LA ENTRADA DEL GARAJE

En este momento tenía 19 años. Ya me gustaba hacer deporte, estaba delgado pero algo marcado y totalmente depilado. También me afeitaba la despoblada barba que me salía. Acababa de entrar en la Universidad y me instalé en otra ciudad, y concretamente en otro pueblo, totalmente diferente a mi lugar natal, aunque también en Andalucía. Esa noche estaba muy caliente. De la televisión no me entretenía nada, al día siguiente tenía clases por la tarde y no tenía prisa en acostarme. Me dio por curiosear por un chat de internet donde el sexo con desconocidos era el protagonista. Mi polla detectó que ese día la leche no me la echaba en mi abdomen, sino que posiblemente era esparcido en alguna cara ajena.

Vivía solo pero me daba pánico pensar que un desconocido entrase en mi casa, sin embargo, el nickname escogido era ese, acompañado de mi edad para atraer a los más mayores. Era un niñato al que, desde ese día, el vicio y el guarreo iban a ser mi sello de presentación.

Me abrieron decenas de usuarios pero, tras horas, solo uno de ellos llamó mi atención. Me citó en un lugar concreto del pueblo y confirmé. Mi miedo era tal que dejé escrito a mi mejor amiga en un mensaje el lugar en el que me encontraba y a la hora que iba, por si pasaba algo. Siempre he sido muy precavido y desconfiado.

  • Ey, ¿eres Califa? - Preguntó el tipo con voz varonil mientras tiraba el cigarro, y con chulería, expulsaba el humo por la boca.

  • Sí tío, perdona el retraso, me costó dar con él... - Respondí con nervios y haciéndole una radiografía de abajo a arriba.

  • Sígueme. - Él también me miró, con bastante descaro, y me puso la mano en el culo soltando un "puff" nítido.

El tipo tenía unos 40 años. Alto, una cara muy masculina, con barba, que junto a su voz grave y ronca dibujaban el rostro de un macho alfa que me calentaba por segundos. Llevaba un pantalón de chándal que poco más adelante pude confirmar que, efectivamente, no llevaba ropa interior por el monumental bulto que arqueaba su entrepierna. Una sudadera de gran grosor empañaba lo que parecía un tren superior asiduo a las máquinas de gym. Sus andares decididos y masculinos me terminaron de empalmar.

  • Tío, ¿no nos estamos alejando mucho? - Interrumpí la caminata por aquellas oscuras calles a las 3 de la madrugada.

  • Tranquilo que soy de aquí. Busco un lugar discreto para que me saques la lefa, pero no encuentro el sitio oportuno... - Respondió con un susurro y clavando sus negrísimos ojos en los míos.

  • Pero aquí hay muchas casas y balcones, nos pueden ver. - Añadí yo sin recibir respuesta.

  • Esto tiene buena pinta. Creo que aquí molará. - Sentenció mientras se aproximaba al lugar escogido por él.

Por fin llegamos al que iba a ser el escenario de mi primera lefada callejera, la primera de tantísimas que os quedan por saber, y por supuesto no la mejor. Era la entrada en rampa de un garaje de un edificio. El aire de la noche azotaba y estaba muy oscuro, la visibilidad hacia el exterior era camuflada por el techo del propio edificio, por lo que era absolutamente discreto. Seguramente no era casualidad y ese macho ya había dado polla aquí a más de uno...

  • Ponte de rodillas y sácame el cipote. - Me ordenó señalando al suelo y encendiéndose un cigarrillo con la chulería que le caracteriza.

  • Pero... ¿Seguro que no nos verán? ¿Y si sale un coche? ¿Y si...? - Pregunté empapado en nervios pero con un calentón que iba en aumento y que ya se reflejaba en el pantaloncito apretado de chándal que me puse para ponerlo bien cerdo, ya que, además, me dibujaba bien el culo sin prendas interiores.

  • ¡Qué te arrodilles y tragues, perra! ¿No querías polla? ¡Pues empieza! - Me gritó entre susurros mientras me empujaba hacia abajo con su manaza de macho en mi cabeza cubierta con una gorra hacia atrás.

  • Puff... ¡Qué pollón! - Reaccioné al ver aquel trozo de carne morcillón y con un grosor considerable que se tambaleaba a modo de péndulo enorme.

Mi boca se abrió por instinto y me metí aquel mástil hasta donde me abarcaba la lengua. Aquello tenía sospechas de aumentar hasta los 20 cm, pensaba yo mientras sus caderas empezaban a cabecear para acomodar su pollón en mi cavidad bucal. Una mezcla de nervios, morbo y calentura recorrían mis entrañas. Mis manos toqueteaban el cuerpo de aquel tipo que tan solo dejó al aire por el lugar de su pene.

  • Hasta el fondo, niñato. ¡Mírame mientras tragas!

  • Arggs.... Arrgsss.... Arrrggs - Eran los sonidos que transmitía mi boca atragantándome con ese pedazo de rabo, que encima olía a macho.

  • Joder como tragas, maricón. Sigue chupando. Sabía yo que ibas a ser un buen comepollas - Me ordenó mientras me atrapaba entre su abdomen, con la polla tocándome la campanilla, y la vicera de mi gorra tocando la pared del edificio.

  • ¡Vaya pollón, colega! Puff... ¡Quiero leche! - Reaccioné mientras las babas conseguían la libertad por las comisuras de los labios, mis ojos reflejaban puro vicio, y mi respiración iba a descompás por el tremendo calentón que me estaba provocando tragarme semejante pollón, el primero en la vía pública.

  • ¿Te gustan las pollas, eh maricón? Ya se te ve con esa cara de guarra. - El tiazo no dejaba de embestirme la boca mientras levantaba la cabeza jadeando.

  • Mmmm... - No podía dejar de mamar aquel trozo de carne.

  • ¡Que me respondas, maricón! ¿Te gusta mi pollón o qué?

  • Puff, me flipa, tío. Vaya tranca.

  • ¡Pues pide! ¡Pide rabazo, niñato! - Me exigía mientras me retiraba esa enorme berenjena de mi boca.

  • ¡Quiero polla! ¡Dame rabo de macho! ¡Quiero que me atragantes!

  • Pues toma rabo, puto niñato. ¡Mírame! Así... Mmmm, toma polla, puta. - Jadeaba el macho.

  • Argggss... Argggss.... - Pronunciaba yo con el pollón rellenando mi boca mientras me la follaba a saco hasta provocarme las lágrimas.

El tiazo me puso en pie tirando de mis brazos con fuerza y empezó a comerme la boca en segundos. Sus manos me masajeaban mi culazo mientras las mías intentaban descubrir lo que ocultaba aquella sudadera. Una de las veces, me apretó tanto las nalgas, que nos juntamos cuerpo con cuerpo, y mi polla, totalmente dura, hizo una lucha con su pollón cuyo tacto era similar al cemento armado de lo firme que estaba.

  • Quiero tu pollón en mi boca. - Le supliqué entre susurros y con carita de niño bueno mientras lo miraba con deseo

  • Pufff, que perra. ¡Toma rabo! - Me apartó, acompañado de un lapo en la boca, mientras me volvía a tirar al suelo de un empujón.

  • Mmm... arrrgss... Mmm... Argggss - Mi mamazo iba cada vez con más fuerza y sus 20 cm de polla estaban completamente empotrados en mi boca. Lo cogí de su prieto culo y me aprisioné mi nariz con los pelos de su polla mientras me atragantaba aguantando las dos arcadas que me vinieron, pero que lo pusieron cachondísimo.

  • Ufff... Como sigas tragando así te vas a tragar mi lefa, zorra. - Me advirtió mientras tiraba un lapo al robusto tronco que salía y entraba de mi boca.

Mis ojos, clavados a los suyos como una auténtica perra en celo, suplicaban lefa sin avisar. Y así fue, tres fugaces trallazos de semen golpearon mi campanilla sin darme opción a no tragármelos enteros. Los tres siguientes, con una fuerza inhumana, dos entraron en mis orificios nasales y otro me peinó los labios. El resto de lefa me salpicó por la cara mientras el macho, pollón en mano, me abofeteaba con él con una cara de orgullo alfa indescriptible.

  • Vaya corridón me has sacado, niñato de mierda. Hacía tiempo que no me corría tanto. ¡Vaya boca de cerda! - Me decía con voz chulesca andaluza mientras me limpiaba los restos de su leche con una revista comercial que había allí en el suelo, y con la otra mano pajeaba mi rabo de 18 cm a toda máquina. Todo ello sin quitar mis ojos de su masculina mirada.

  • Me corro, tío. Me corro.

  • Dámelo en mi lengua, quiero leche de niñato. - Me suplicó mientras se arrodillaba y yo me ponía en pie buscando su boca en plena oscuridad.

  • Ahhhhhh... Joderrrrrrrrr

  • ¡Hijo de puta, me has lefado el ojo, cabronazo! ¡Vaya disparo! Te he puesto bien perro, eh. - Se quejaba él tras recibir tres trallazos titánicos de lefa en su lagrimal derecho.

  • Lo siento, tío, jajaja. Suelo disparar, sí. Es que no se ve apenas... Y cerré además los ojos... - Me excusé mientras terminaba de soltar lefa, de manera descomunal, como siempre me pasa, al suelo de aquella entrada de garaje.

  • Bueno, tío, me piro que es tardísimo. A mí no me conoces, eh...;) - Manifestó de forma dictatorial mientras se terminaba de limpiar los restos de mi lefa en el ojo y se daba media vuelta para irse cuesta arriba sacándose la cajetilla de tabaco con la otra mano.

No me dio tiempo a despedirme. Me sacudí el rabo y me subí el pantalón, lleno de su lefa y de la mía. Cuando llegué a casa mi amiga estaba preocupada por el mensaje de alerta, pero le resumí lo ocurrido (en versión MUUUUY light) y se quedó tranquila. Empezaba a conocer mi faceta de zorra tragona. Me metí en la cama, con la polla en asta recordando el tremendo pollón que me había taladrado la boca en plena calle, y me dormí poco después.

El siguiente rabo me lo comí sin miedo, una semana después. También hetero, también pollón... Pero siendo por primera vez humillado y pringado en leche....

Continuará...