Lectura en el metro
De como un desconocido me regaló un delicioso orgasmo en el metro de la CDMX
Hola a todos, antes de pasar a presentarme como se debe quiero comentarles que soy una asidua lectora de Todo Relatos, sé muy bien que esta es una confesión muy recurrente al momento de presentarse como nuevo colaborador de esta página; pero para mí es una oportunidad de agradecer a todos aquellos que con sus escritos, anécdotas o experiencias han sido partícipes de mis múltiples orgasmos.
Mi nombre es Valeria, soy mexicana tengo 25 años, mido 1.62 de estatura, morena, talla de bra 34C, delgada pero con mucho busto y nalgona. Desde pequeña el sexo me ha atraído como un imán, tal vez porque a muy temprana edad los tocamientos impúdicos de uno de mis tíos encendieron en mí las ganas de ser cogida; sin duda les contaré cada una de esas experiencias.
Vivo en la Ciudad de México; mi apariencia es muy normal, no se trata de un falso recato, pero al momento de vestirme lo hago muy a mi gusto, simple, nada muy llamativo, ropa cómoda que me permita trasladarme a mi trabajo sin mayores complicaciones. A pesar de ello nunca he logrado pasar desapercibida.
Para trasladarme de mi casa al trabajo utilizo el metro, pero como el trayecto es muy largo aprovecho para leer, después de un día lleno de números nada como un buen libro. Un día de tantos, mientras yo iba concentrada en la lectura, sosteniendo el libro como podía, de pie y recargada en uno de los tubos, debido a que el vagón estaba a reventar, ocurrió que se cumplió una de mis fantasías más recurrentes.
Ese día yo llevaba una maxi falda de licra rosa. Mientras leía, entre concentrada en la historia y entre buscando como acomodar el libro, sentí el típico rozón por detrás, no le di importancia, pensé que tal vez sería accidental. La presión iba cada vez más en aumento, y yo sostenía el libro ya sin prestar atención a las letras, era obvio que no era accidental y lo que estaba sintiendo era una verga cada vez más erecta, me mordí los labios y cerré los ojos.
Aquel hombre, cuya apariencia me era desconocida, al notar que no hacía nada por evitar la intrusión, posó su mano en una de mis nalgas. Pude sentir como, con la palma abierta, recorría cada centímetro de mi trasero; enseguida la mano de aquel hombre rodeó mi cintura y por debajo de la blusa acarició mi vientre y mis pechos; yo solo atiné a levantar mi trasero quería sentir su verga. El magreo duró un buen rato.
Llegando a una estación, la verdad no supe cuánto tiempo había pasado, muchas personas salieron, por lo que la parte en la que íbamos se despejó por unos segundos, puesto que entró el doble de gente. Aquel desconocido aprovecho para acomodarse, y acomodarme, en el rincón del tren.
Yo solo estaba abrazada al libro, completamente recargada en aquel hombre y entregada a sus caricias. Sentí como, abandonando mis pechos, fue bajando el resorte de mi falda, llevó su mano al frente, acariciando cada parte y comenzó a dedearme, era imposible que con lo mojada que yo estaba no se llenara la mano con mis fluidos.
Pude sentir como liberaba su falo, y con él comenzó a puntear mis nalgas, piel con piel, lo sentí muy lubricado. Él besó mi cuello, me mordió la oreja y muy bajito me susurró:
-Prepárate putita, te voy a meter el pito.
Yo levanté más el culo, arqueando mi espalda y abriendo ligeramente las piernas. De pronto sentí como un miembro largo y grueso se introducía en mi cuevita, sin ninguna dificultad pues ya estaba muy mojada.
Tal vez fue la excitación del momento, pero casi de inmediato sentí mi cuerpo convulsionarse, experimentando un delicioso orgasmo, apreté mi libro al pecho y me mordí los labios para ahogar mis gemidos. Inmediatamente sentí como aquella rica verga explotaba en mi interior, dejando mi vagina llena de semen.
Aquel hombre sacó su miembro y me abrazó apretando mis pechos, sentí como con su legua me recorría el cuello. Y me dijo:
-Eres una zorra mamita, pero estás bien rica.
Llegamos a la última estación, la gente comenzó a salir y yo avancé mientras él me abrazaba de la cintura. Al salir del vagón, sentí como apretaba mis nalgas y se separaba de mí. Yo avancé sin conocer el rostro que quien me acababa de regalar un delicioso orgasmo.