Leche materna

Dos hijos que deben cuidar y satisfacer a su madre en todo...

LECHE MATERNA

La leche manaba de manera frugal y casi violenta. Los chupeteos se asomaban en el lugar y hacían estremecer los cuerpos. Las enormes tetazas de aquella hembra en celo eran grandes  y estaban al parecer llenas de miel y leche, que los jovencitos prendidos se encargaban de succionar y apretar y chupetear.

La cara de la mujer era de tremendo placer, con la boca semi abierta, profiriendo gemidos y grititos, mientras era comida por aquellos voraces animalitos que eran sus hijos.

__¡Ahhh tremendos mamones, ahhh, me vuelven loca, ohhh, siii, chupen, chupen!!!__ la desquiciada mujer bramaba mientras se retorcía desnuda en medio de los jovencitos de veintitantos años, ella se encontraba , con su vagina al aire toralmente depilada y de brillante y húmeda prestancia.

Los hijos de esta mujer lechosa, también estaban desnudos y con sus vergas alzadas, por la excitación, en tanto el bebe nacido hacía algunos meses, dormía plácidamente en la cuna sin tener la mas mínima idea de que su comida era compartida con aquellos animalitos que eran sus hermanos.

Los salvajes muchachos con sus mejillas chorreando bebían de los pezones duros y bien parados de la bella mujer que era su madre. Con las manos fuertes y jóvenes, los hijos le acariciaban la almeja a la madre que se retorcía de felicidad, placer, y gusto. La calentura la abrumaba.

Los dedos se perdían dentro de la cueva totalmente abierta y lista. La penetraban y también acariciaban el botón que hacía que la brava y joven  mujer gozara de un orgasmo tras otro.

__¡Ohh queridos hagan gozar a su madre…ohhhh…asíii!!!__ gemía la mujer en otro de sus orgasmos salvajes.

Con sus dedos la mujer llegaba ahora, a tocar las barras de carne duras y preparadas para ella.. las apretaba de vez en cuando. Las masajeaba. Corriendo la piel de estas, frotándolas como lámparas de Aladino, prestas a darle más placer.

Los chicos no dejaban a la presa. Las tetas de la madre se estiraban, las sábanas estaban regadas del precioso líquido que de ellas salían. Herejes del placer, de la locura, del desquicio.

Su padre de viaje, les había dejado en claro que atendieran a la madre, en todo lo que ella necesitara. Y bueno aquella noche casi rogando la mujer no aguantó más la soledad y quiso tener compañía, y fue por partida doble. Tal vez inesperadamente, porque uno de los hijos no iba a estar en la casa hasta el otro día, pero un contratiempo cambio los planes y volvió al hogar como siempre y allí se encontró con su madre, dándole de comer a su hermano, pero no al bebé, que ya dormía plácidamente sino al otro, mucho más grande y con su pija alzada al techo, como en cuestión de segundos se le puso a el mismo.

Entonces aquella madre comprensiva y buena, tuvo que darle el alimento de su cuerpo a él también y  por eso estaban en esta situación ahora mismo.

Uno de los hijos bajo prestamente hasta donde estaba la almeja abierta y frugal de la madre. Metió su lengua largamente, sorbiendo los jugos, unas gotas cristalinas y muy ricas, para él, así es que metió y libo más y más, haciendo que la mujer aullara de gusto y le suplicara que no se detuviera.

Esa lengua se metía en los rincones más eróticos y placenteros para la mujer, así es que se perdía en el anillo rosado y limpio, la penetraba, abriendo de a poco, chorreando saliva.

La mujer moviendo las caderas, el otro hijo sin soltar la teta que alimentaba, regando, haciendo charcos de leche.  Confundiendo saliva, con jugos y con leche materna. Las manos de la mujer seguían jugando con la pija de este que se endurecía cada vez un poco más.

Mojaba con su saliva la mano y acariciaba la verga del hijo rocosa, imponente, sabrosa.

__¡Ohhh mama no dejes de tocarme!__ gemía el chico

__¿Quieres que siga?__ preguntaba la mujer

__¡Ohhh siii claro, agárrala fuerte…no voy a terminar…puedo aguantar….ahhh…siii…primero te voy a coger el culito…ya verás!

__¡Atrevido!__ dijo la mujer apretando la poronga del hijo muy dura, muy parada, lista para esos juegos. En tanto la lengua del otro hijo ocupada en el anillo abierto pleno de la mujer, ya preparado para recibir un dedo, y luego dos, que es lo que él hace sin ningún problema, hunde los dedos y la mujer gime y se retuerce, buscando ponerse horizontal. El hijo le sigue los movimientos para no dejar la teta que chupa que succiona obsesivamente.

__¡Ohhh siii, méteme los dedos, ahhh, ay, ay, que caliente estoy!!!__ gime la madre

__¡Se nota en tu culito mama, esta hirviendo!

__¡Eres tan puta mamá!__ interviene el hijo que chupa la teta

__¡Pero esta puta te gusta…y no hay nadie que te coja como está putita!__ dice la madre, ya abriendo la boca para comer la verga del hijo que ha dejado unos momentos la teta que aún así sigue chorreando leche, bajando por el vientre de la mujer hasta perderse en un hilo por la almeja húmeda y placentera.

Los dedos del otro no dejan de profundizar y meterse en el ojete. La boca traga la pija dura. El joven hijo gruñe, acaricia los cabellos de la mujer. La saliva se confunde con el liquido pre seminal, la boca es eximia chupadora. Los ojitos del chico se ponen en blanco de gozo , todo es sumamente fogoso.

El hijo que tiene los dedos en el culito de la madre, los saca, los chupa y los vuelve a meter, haciendo que la mujer, se corra una y otra vez. Es completamente multiorgasmica y eso los hijos lo saben.

Acaba una y otra vez y la leche sigue cayendo de sus pechos, de manera incontrolable. Le pasa siempre que está muy caliente. Qué esta ardiente como en esos momentos. La boca de la madre explora el duro pedazo de carne. Lo babosea. Lo lame y lo chupa con ganas y ardor, con fruición, siempre es como la primera vez en aquella noche de verano no muy lejana, hace apenas un año.

En que ella daba vueltas en la cama, sin saber que le pasaba, se sentía caliente, su marido no estaba, por supuesto estaba de viaje. Salió semi desnuda de la cama, paso por la habitación de sus chicos. Escuchó voces, susurros y gemidos, no pudo con su genio, no aguantó y entró, y lo que vio la encendió mucho más. Sus dos hijos con los palos al aire, duros como postes de cemento se masturbaban como en una competencia.

Se sorprendieron, pero fue solo un momento, luego empezó todo.

Por eso ahora, ella traga el fierro de uno de ellos, en tanto el otro le mete los dedos y ya no aguanta y mete su pene rígido, gordo, duro. La empuja adentro del culito de la madre. La pija parece que va a reventarle el culo a la mujer que se sacude, por unos instantes cree que va a desfallecer, pero en el va y viene, parece revivir con el pedazo aquel dentro de su ojete caliente.

__¡Ohhh si, dame tu verga por el culo, ohhh, así, ay, ay, me revientas la cola, ahhhhh me encanta!!!__ la madre delira con el pedazo dentro. Rabiosa chupa salvajemente el pedazo de su otro hijo, que gime y gruñe despiadado.

Con las manos acaricia las bolas de este, y este hijo pide por más, y más placer. Ella es una máquina de largar leche y saliva, todos los jugos ese entremezclan de manera desquiciada y voraz. Increíble temperatura. Los gemidos avanzan en el lugar. La madre goza con la poronga del hijo que se clava en su ojete divino. Va y viene dentro del túnel haciendo que la mujer lloré de lujuria. Convertida en la puta de sus hijos. Goza como perra, animal de la selva.

No pierde la oportunidad de lamer las bolas, de chuparlas, de tragar los vellos finos del pubis de su hijito. Lo come como amazona hambrienta que es. De un movimiento a otro se saca la verga que la taladra por el ojete y dando unas piruetas expertas la mujer tiene a las dos vergotas adentro.

Una por su almeja y otra por el abierto y dilatado culo. Las come a las dos. Las goza a las dos. Los gemidos y susurros se hacen cada vez más evidentes.

Sus caderas se mueven de manera espectacular, digna de una diosa del sexo. Es una leona en el reino africano. Los dos machitos la serruchan y la penetran hondamente. Están prontos a largar su leche dentro de la mujer que es su madre. Se apuran, se agitan, se retuercen como animalitos perdidos del bosque.

Van en busca de su final, que no será un final, solo un pasaje, solo un pequeño páramo en aquella noche de sexo salvaje y descontrol. Su madre los arropa y los necesita y ellos llenarán sus agujeros una y otra vez, en aquella noche, mientras tengan un poco de vida corriéndoles por la sangre, ella los regará y los alimentara con su sabrosa leche materna como buena madre que es.-