Lecciones sobre ataduras (fragmento)
Traducción de un fragmento ofrecido libremente por PF. La sorpresa que se llevan dos estudiantes dispuestas a vengarse de las humillaciones de su profesor.
Lecciones sobre ataduras (fragmento)
Título original: Lessons In Bondage
Autor: A V Escher
Traducido por GGG, enero de 2004
El vecindario de las afueras estaba sorprendentemente silencioso... Marcia susurró mientras se aproximaban, "No te detengas, limítate a seguirme."
Se colocaron en las sombras sus medias máscaras negras. Ahora aparecían como las vengadoras que eran, y se sonrieron mutuamente al ver el aspecto que tenían.
La cortina estaba echada en la puerta del patio de Brenner, pero podían ver una rendija de luz del interior. Cuando se deslizaron silenciosamente y echaron un vistazo, Penny pegó un respingo. Marcia se limitó a levantar una ceja bajo su máscara.
A través de la abertura podían ver a Brenner en pie dentro de la casa, a unos quince pies (unos cinco metros), el costado hacia ellas con una máscara de dormir puesta sobre los ojos. Sus manos y piernas se mantenían separadas por cadenas sujetas a ganchos bien separados en el suelo y el techo. Estaba iluminado por haces luminosos como pequeños reflectores mientras estaba allí en pie, en pelotas.
Penny dijo, "Dios mío, ¿qué está haciendo?" Sus ojos estaban clavados en el hombre de mediana edad que le había causado tanto dolor las últimas ocho semanas. Verle así exhibido, hizo que de repente le tuviera menos miedo.
Podían ver algo colgando de cada uno de sus pezones. Los objetos, obviamente pesados, tiraban hacia debajo de la carne de su pecho, distorsionando su figura en una curvatura absurda. Había varios ovillos de cuerda enrollados apretadamente a su cintura. Su vientre sobresalía por encima de este prieto cinturón de cuerda. Y, más sorprendente, sus genitales estaban también envueltos en cuerdas. Las chicas podían ver que sus órganos estaban separados de forma forzada de su cuerpo por los ovillos de cuerda que rodeaban la base de su polla y huevos.
Marcia se adelantó sigilosamente hasta poner la mano en el tirador de la puerta corredera y apretó. La puerta se deslizó fácil y silenciosamente sobre su raíl. Penny le agarró la mano a Marcia, presa del pánico.
"¿Qué estás haciendo?" murmuró nerviosa.
Marcia levantó con suavidad su mano temblorosa y dijo, "Solo aprovechando la ventaja de una oportunidad de oro." Deslizó por completo la puerta y entró al vestíbulo. Penny la siguió con precaución, secretamente ansiosa por examinar a este macho indefenso.
Hubo un ligero cambio en su postura cuando se dio cuenta de su presencia. Se lamió los labios pero siguió en silencio. Marcia se dirigió con audacia hacia su indefenso profesor de historia del arte, colgando y con los ojos vendados en su sala de estar, para examinar su forma fuertemente estirada e
indefensa. Los tobillos, muy separados, llevaban correas enganchadas a anillos firmemente sujetos al suelo. Las manos embutidas en mitones con anillos en sus extremos, enganchados a las cadenas del techo. Marcia nunca había participado en este tipo de cosas pero la fantasía no le resultaba nueva. En más de una ocasión le había imaginado en un estado similar, solo que entonces él sufría bajo sus torturas. Pero sus fantasías nunca habían sido tan vívidas como la realidad que tenía delante.
Marcia dio una vuelta a su alrededor mirándole. Estaba absolutamente rapado del cuello para abajo. Le habían quitado todo el vello púbico, además de los pelos del pecho, brazos, axilas y piernas. Estaba liso como una mujer, solo que no tenía tan buen tipo. No era exactamente gordo, solo un poco fofo. Su polla estaba totalmente erecta, apuntando rígidamente hacia delante.
Claramente le excitaba esta situación, y ciertamente no se había venido abajo desde que las chicas habían invadido su sacrosanta interioridad y sus dudosos placeres.
Penny se colocó directamente delante de él, mirando con los ojos muy abiertos sus testículos atados muy prietos. Se preguntaba cómo podía nadie soportar un castigo tan horroroso. Parecían dolorosamente deformados. Varios lazos le oprimían la polla, haciendo que el glande se separara del cuerpo.
Luego un par de tiras pasaban por el centro forzando a los testículos a separarse de forma que cada huevo estaba aislado en el saco escrotal.
Estaban tan apretados que resultaban muy brillantes. Todas las arrugas habían desaparecido de su piel. Su polla palpitaba mientras se levantaba atentamente ante las dos jóvenes que le miraban. Movió la cabeza alrededor con pequeños movimientos de sacudida intentando seguir su rastro mediante el sonido.
Mientras Marcia le observaba, notó que había grandes áreas enrojecidas en sus nalgas y la parte trasera de sus muslos. Parpadeó, luego miró a Penny. Se le acababa de ocurrir que alguien le había colgado aquí y le había dejado de esta forma y le susurró esta idea a su compañera. Marcia miró rápidamente alrededor de la habitación oscura, intentado ver más allá del círculo iluminado desde el techo.
Penny dio un leve chillido cuando un encendedor apareció en la oscuridad, iluminando un rostro imponente mientras aplicaba el fuego a un cigarrillo.
La mujer tragó humo, luego se limitó a extender la mano y hacer un gesto circular hacia el prisionero, como diciendo, 'adelante; no quiero interferir'.
Las dos estudiantes se quedaron atónitas ante su aparición. Estaba sentada en el sofá, llevaba una falda corta de cuero rojo y una blusa oscura sin mangas. Los brazos cubiertos hasta los codos con largos guantes negros, y los pies embutidos en suaves botas de tacón alto, entrelazadas hasta las rodillas. Una pierna estaba cruzada informalmente sobre la otra por el tobillo, como se sientan los hombres, sin ningún interés por presentarse a la manera de una señora.
Se observaron mutuamente durante varios minutos. Las dos jóvenes con las máscaras negras vieron como la mujer vestida de cuero levantaba despreocupadamente un vaso y tomaba un sorbo de vino.
"Acababa de tomar un descanso," explicó con voz seductora. "¿Os apetece un poco de paté o langosta?" Se lo ofreció como si fueran invitados conocidos y esperados. Cuando no recibió respuesta la mujer se encogió de hombros y se levantó con elegancia y se acercó al hombre suspendido.
Las dos muchachas retrocedieron. Estaban temerosas, pero no sentían que esta mujer estuviera enfadada por su intrusión. Se acercó más al desnudo Brenner y alargó la mano pasando las uñas de sus dedos por la tierna piel de su vientre mientras daba una vuelta a su alrededor. Un rastro de marcas rojas emergió de su piel al momento. Las muchachas pudieron ver que la mujer de rojo oscuro llevaba un pequeño látigo, una fusta como la que llevaría un jinete de exhibición. Sin ningún aviso la mujer echó el brazo atrás y estrelló con rudeza el látigo contra la parte delantera de sus muslos.
"Aaaaaaaahh..." emitió en voz alta.
Se aplicó a trazar una cortina de marcas alrededor de sus piernas desde las rodillas a las caderas. Brenner lloriqueaba y gemía continuamente a causa de los dolorosos moratones, mientras se agitaba y tiraba de sus ligaduras.
Finalmente ella se detuvo y tocó las marcas que había provocado con las puntas de los dedos, haciéndole agitarse y retorcerse de nuevo debido a la irritación añadida. Luego ella se volvió hacia las muchachas. Hizo girar hábilmente el látigo de manera que la empuñadura quedara por delante y se lo ofreció a Penny.
"Tienes aspecto de ser buena con esto. ¿Eh?" La mirada de Penny iba del látigo a la cara de la mujer y a Brenner colgando indefenso en el centro de la sala.
Penny extendió la mano con cautela y tomó el látigo ofrecido. Dio un par de golpes al aire para sentir su peso y para hacerle sonar, mientras se colocaba detrás de Brenner. Marcia se quedó sorprendida de la ferocidad y velocidad con la que Penny estrellaba el látigo contras sus nalgas forcejeantes. En cuestión de instantes estuvo chillando y sollozando bajo sus golpes. Luego se dedicó a sus piernas como había hecho la otra mujer pero haciendo las marcas en diagonal. Las piernas de Brenner tiraban de sus sujeciones al suelo cuando intentaba escapar de su furia. Cuando Penny paró estaba jadeante. Las marcas eran tan pronunciadas que parecía que Brenner llevara medias rojas de malla en las piernas. Se retorcía de dolor.
Penny estaba jadeando cuando le devolvió el mango a la mujer de cuero. Ella aprobó silenciosamente su tarea de castigo, dedicándole una sonrisa de asentimiento. La mujer entonces se volvió y le ofreció el mango a Marcia levantando una ceja.
Marcia se dio cuenta de que no había pensado realmente en hacer esto, pero de repente era lo que más deseaba. Se adelantó lentamente hacia el arma ofrecida y la tomó en sus manos. Era más pesado de lo que imaginaba. Se volvió hacia el hombre desnudo con grilletes que tenían delante, y recordó la vergüenza cruel y las penosas horas de ridículo y humillación que él había repartido durante el trimestre pasado. Todo ello dirigido contra mujeres. Ignoraba a los chicos, excepto para invitarles sutilmente a imitar su actitud, insinuándoles mejores resultados si lo hacían.
Marcia le rodeó hasta colocarse directamente delante del tembloroso cerdo 'macho' (N. del T.: en español en el original). 'Aparentemente le gusta esta cosa de las ataduras,' pensó mientras golpeaba con la punta del látigo el lateral de su palpitante erección, 'pero apostaría a que puedo hacerle lamentar que ella me haya pasado el látigo.'
Colocó una franja cruzando su culo, con tal fiereza que se sorprendió a sí misma.
"¡Ahh!" gritó, ahogado por la sorpresa.
Luego bajó la mano enguantada y tomó en el puño los testículos atados. Él empezó a jadear con leves maullidos de preocupación, mientras ella tiraba de ellos, y los amasaba con los dedos, todo el tiempo golpeando con el látigo su pene tieso. Intentó retroceder cuando le retorció los brillantes globos. Ella se limitó a seguirle con la mano hasta que sacó el culo hacia atrás todo lo que podía. Entonces le dio un golpe seco y duro en la parte delantera de los testículos con el látigo. Rugió de dolor, y se agitó contra sus ligaduras.
"¡Nooooo! ¡No! ¡No! ¡Por favor! ¡Más no!" A Marcia casi se le escapaba la risa. ¿Más no? ¡Ja, ja! Si acababa de empezar. Volvió el látigo a su palpitante erección y reanudó el tatuaje, levantando en su puño los testículos atados. El macho adelantó las caderas
para aliviar la tensión hasta que llegó al límite, y ella siguió tirando aún más. Sus gritos eran irregulares mientras luchaba por conseguir aliento para expulsar su angustia. Marcia retorcía con regularidad sus huevos como si fueran salchichas, mientras hacía que se entumeciera su polla tiesa debido a los rápidos golpes del látigo. No había sitio al que pudiera moverse o escapar.
¡Todo lo que podía hacer era aguantar el tormento y suplicar que parara!