Lecciones sexuales

Qué cuadro tan morboso: Él, jadeante como un toro en celo y yo como una gatita caliente. El maestro de preparatoria, guapo y sensual, seducido por la sexy-tierna alumna sedienta de sexo.

LECCIONES SEXUALES

Qué cuadro tan morboso: Él, jadeante como un toro en celo y yo como una gatita caliente. El maestro de preparatoria, guapo y sensual, seducido por la sexy-tierna alumna sedienta de sexo.

Desde muy adolescente comencé a interesarme en el tema del sexo, y afortunadamente un día en que fantaseaba sobre esas cosas se presentó la oportunidad para que uno de mis maestros me diera las primeras lecciones.

En esos días acaloraditos de mi adolescencia, mis amores platónicos no eran artistas famosos, sino mis profesores. Quizá por la admiración que sentía ante su sapiencia y virilidad. De mis profes , adoraba su figura masculina, la voz de timbre agudo, y su fragancia natural o de loción –tengo un olfato muy sensible, un perfume delicioso me puede excitar mucho-. Todo eso me provocaba unas sacudidas corporales tremendas en los albores de mi despertar a la sexualidad.

Muchísimas fantasías pasaron por mi cabecita en esa época. Pero nada real, sólo noviecillos de mano sudada. Yo tenía 17 años y estaba de novia de un compañero de clase. Fue hasta la preparatoria cuando al fin tuve mi primera vez, en un encuentro maravilloso con mi maestro de literatura. Ese hombre era el más guapo y sexy de todos los que yo había conocido hasta ese momento, su sex appeal me fascinaba, ya que era la combinación de carisma, mirada expresiva, cuerpo bien formado, pero, sobre todo, la sensualidad deliciosa que da la experiencia sexual (esa experiencia la intuía yo).

Recuerdo claramente cómo fantaseaba con la idea de hacer el amor: de sentirme deseada, provocar erecciones, ser penetrada por un hombre. Pensamientos que tomarían forma real en cuestión de días.

Las clases transcurrían tranquilamente, nada extraordinario sucedía. Yo asistía con mayor interés a la clase de literatura (podrán imaginar el por qué). Ahora mismo traigo a mi mente y cuerpo las sensaciones nunca antes experimentadas que me causaba ese sensual y angelical maestro. Seguía con atención el movimiento de sus manos, su ir y venir por el salón de clases, y por consiguiente me producía un deleite enorme ver su trasero, y la parte de enfrente (jejeje).

Todo ello provocaba en mi mente una proyección de imágenes cachondas: él desnudo con su miembro excitado y masturbándose, hummmm! Haciéndome el amor, seduciéndome…. ¡Qué morbo sentía!

Tengo muy presente aún –y muy gratamente- el día que inicié una amistad más profunda con él, y más adelante, mis primeras lecciones sobre sexo.

Sucedió un buen día, en el que mi grupo de preparatoria realizaría un paseo a Cuernavaca, "la ciudad de la eterna primavera", con la finalidad de visitar varios lugares históricos, ir a nadar a un balneario, y por la noche acampar en alguna zona boscosa.

Ya a bordo, en el camión que nos llevaría a ese fantástico destino, me percaté de que no había tantos pasajeros debido a que el grupo se había dividido. Así que el camión iba medio vacío, además de que era un día entre semana, en el que pocos suelen planear un paseo fuera de la ciudad. Recuerdo que vi al profe encaminarse hacia los asientos traseros que iban vacíos. Mi novio y yo nos sentamos en la parte media del camión.

El autobús partió de la estación de Taxqueña y de la misma forma arrancó esta excitante aventura

Después de varios kilómetros, mi novio se quedó dormido y mientras que yo estaba ansiosa por ir al baño, que era más bien un pretexto para saber qué hacía mi amado maestro. Una vez que mi chico cayó en brazos de morfeo , me levanté del asiento y encaminé mis pasos hacia el sanitario. Iba nerviosa, excitada más bien dicho.

Él estaba leyendo un libro, pero al pasar yo cerca, interrumpió la lectura y me miró. Le sonreí y aproveché para preguntarle sobre su lectura. Me senté a su lado por un momento mientras me explicaba el contenido del texto.

Pero yo decidí no moverme de ahí, a menos que él me lo pidiera, y para mi fortuna, no mencionó nada (noté cierto nerviosismo en él y eso me motivó más a quedarme a su lado). Conversando sobre las clases y libros, pasó un buen rato, hasta que el suave movimiento del autobús y lo lineal de la carretera que nos llevaba a nuestro destino hizo que "dormitara" un poco –sólo fingí dormitar-. En realidad simulaba hacerlo para seguir ahí postrada a su lado.

Transcurrieron varios minutos así… luego entreabrí mis ojos y vi que él dormía (o al igual que yo, simulaba). Me encantó su expresión de placidez y ternura, algo fascinante…. Más de pronto bajé la mirada y observé algo que me sacudió: su bragueta parecía una casa de campaña. ¡Lo tenía duro!, ¿Y cómo había pasado eso? Quizá había percibido mis feromonas alborotadas a causa de su cercanía. Uppsss!

Lo cierto era que un volcancito –yo- iba a hacer erupción.

Ya calientita, opté por moverme para acomodarme en el asiento –con la intención de que mi faldita se corriera hacia arriba y dejara al descubierto mis muslos- y que notara que yo no dormía. Y claro que lo notó. En unos instantes más, sentí su mano caliente sobre una de mis piernas, oohhh! Era más de lo que esperaba. Esos dedos suaves me producían un cosquilleo bárbaro, una sensación de agitación y placer…uff!

La respiración agitada y cálida de ese macho maravilloso estaba a unos cuantos centímetros de mí, casi en mi orejita. Eso me ponía a mil, ya que mis orejas y piernas son mis zonas más erógenas… Uff!! Qué calorcito me recorrió la entrepierna y mi bajo vientre, provocando de manera inmediata una rica humedad en mi sexo.

Mi naturaleza femenina me llevó a abrir más las piernas y ofrecerle el lugarcito más recóndito y caliente de mí cuerpo: una conchita mojada y ardiente que deseaba ser penetrada por él. Sentí su mano cálida y suave encaminarse a mi túnel húmedo… mmmm. Percibí el contacto de unos dedos suaves, expertos y decididos a explorar esa zona que parece un botón de entrada al éxtasis. Eso me embriagaba, enloquecía y perdía (esas cositas sentía cuando me tocaba yo misma).

El espacio se llenó de rumores, caricias y humores

Antes tantas sensaciones placenteras, ya no pude disimular nada. Abrí mis ojos y lo miré con una cara de vicio que (hummmm) me excitó más. Lo besé como desquiciada, mordí sus labios, lamí su lengua, mordisqueé sus labios. Ya sin prejuicio alguno, bajé mi mano y palpé su miembro por encima de la tela del pantalón (la excitante casita de campaña). Desesperada por sentirlo bajé el zipper y metí mi mano de manera urgente, ahhhhh!, pude sentirlo tan suave y caliente, durísimooo… y lo acaricié… lo acaricié… me mojaba más y más al sentir cómo crecía en mi mano. ¡¡Y cómo palpitaba!! Sentí unas gotas calientes en mi mano. Era embriagador. Pensé que ahí mismo me iba a correr. Pero sólo era el principio.

"Qué maravilloso es ser mujer pensé al sentir esas sensaciones exquisitas y ricas en mi cuerpo".

Además me ponía muy caliente el saber que mi novio o cualquier otra persona podrían ir al baño (me excita mucho hacerlo en lugares públicos), que siempre está ubicado al final, a un costado de donde nosotros yacíamos en esa desenfrenada lucha sexual.

Él estaba extasiado, y gemía y gemía, tanto como yo. Recuerdo que tomó mi cabeza y la empujó hacia su prominente y caliente miembro, estaba tan duro como una roca, era plomo candente. Lo introdujo tan fuerte en mi boca que casi me ahoga. Poco a poco apliqué un ritmo suave y frenético que lo hacía jadear sin parar. Lo liberé de mi boca para continuar con mi lengua, lamiéndolo lentamente como un helado, sintiendo lo duro y suave que estaba. Era el helado más delicioso que había chupado en mi existencia.

Minutos después, uffff, sentí un líquido caliente en mi boca… era enloquecedor el sentir ese chorro lechoso en mi boca y cara, mismo que tragué con muchas ganas. Luego alcé mi rostro, lo tuve de frente, y observé su mirada perdida en el infinito. (Ahora soy consciente de lo que se dice respecto a los orgasmos, de que son pequeñas muertes).

Ver su rostro vicioso al oler mi tanga y lamerla me prendió mucho más.

Estaba excitadísimo. Su rostro se veía muy ruborizado (tanto como el mío). Me pidió que me quitara la tanguita mojada y se la diera. Sin pudor alguno me la bajé lentamente, irguiéndome un poco, la deslicé por mis piernas y al fin las tuve en mis manos. Se la di, y así se percató de que estaba muy muy mojada con una mancha blanca y viscosa en el centro, que contrastaba con el color negro de mi tanga de encaje, misma que fue a parar a su cara. Se la llevó a la nariz y aspiró mi aroma de mujer a través de la prenda. Luego la lamió con vehemencia. Posteriormente, atinó a pegar su rostro en mis senos, su boca sobre mi blusa –sin sostén- buscando mis pezones duros y oscuros como chocolates, que succionó con fuerza, mordisqueándolos y lamiéndolos hasta dejármelos adoloridos.

Rápidamente eché un vistazo hacia el resto del autobús, y todo como si nada. Parecía que nadie se había percatado de lo que pasaba en esa área. Así que nuevamente volví mi mirada hacia su pene y quise sentirlo, montarme en él, tenerlo muy dentro de mí (tal y como lo había imaginado en mis locas fantasías). Le pregunté si podía sentarme en sus piernas, y claro que asintió. Alcé mi faldita –ya sin bragas- y me coloqué encima de él

Qué rico sentí al toparme con su polla durísima, restregué mi culito en su miembro exquisito… ahhhh! Él dejó escapar un gemido fuerte… después de varios minutos me di la vuelta y lo tuve cara a cara. Él me tomó por la cadera y me empujó hacia abajo sin penetrarme (creo que no tenía la idea de terminar el acto amoroso por el temor de ser descubiertos) temiendo que un grito mío despertara a todos los pasajeros. Sólo restregó su polla en mi conchita. Pero yo no me iba a conformar sólo con eso. Así que

Con susurros le supliqué que me penetrara: "por favoooor, méeetelo, lo necesitooo, lo deseo, no aguantaré más, sólo una vez y ya, por favor".

Me dijo: "Sí, pero no vayas a gritar, mira ponte la tanga en la boca para que no se te vaya a escapar algún grito". Asentí. Enrollé la tanda y me la metí en la boca. Entonces acomodó su miembro justo en mi rajita y de un empellón me lo metió todo. Sentí que me moría… Ahhhhh! (grito apagado, ahogado) ¡Qué rico!! Era una mezcla de placer y dolor desconocidos para mí! Una sensación indescriptible: todo se me nubló, sentí como ese hierro candente me perforaba el coñito. Alguna lágrima de placer apareció en mis ojos.

Qué cuadro tan morboso: Él, jadeante como un toro en celo y yo como una gatita caliente. El maestro de preparatoria, guapo y sensual, seducido por la sexy-tierna alumna sedienta de sexo.

Por fortuna nadie se dio cuenta, y luego de que ambos terminamos esa sesión excitante, me metí al baño a arreglarme un poco. Después fui a sentarme nuevamente al lado de mi novio, quien continuaba sumergido en un plácido sueño. Si se hubiera dado cuenta de que no llevaba mi tanguita, seguro ocurría otra sesión de juegos sexuales en ese autobús. Segurísimo.

Finalmente llegamos a Cuernavaca y ese maravilloso hombre y yo buscamos un momento para otro encuentro sexual. Se presentó la oportunidad de escaparnos del grupo y nos metimos en un hotel.

De esa manera mi sensual guía en las cuestiones sexuales me inició en el delicioso mundo del sexo. Sus lecciones y el leer cosas sobre erotismo hicieron que yo reaccionara como toda una amante desinhibida y experta. ¡Cómo gocé esa alocada aventura!, ¡Tan sólo de recordarla me mojo toda!