Lecciones de sexo

La historia de cómo acabé pasando una semana en la casa de mis vecinos y todo lo que ellos me enseñaron.

La historia que quiero compartir con vosotros me sucedió hace ya 12 años. Yo tenía 18 años por entonces y estaba acabando el instituto, sé que era atractivo y lo sigo siendo porque siempre me ha gustado cuidarme, hacer deporte y pasar tiempo al aire libre llevando una vida sana. Vivo en una ciudad al sur de España, no muy grande pero lo suficiente como para que no todo el mundo te conozca.

Hacía un año que dos hombres habían comprado una casa frente a la de mi familia, en la misma urbanización. Mi padre desconfiaba de ellos porque nunca veía entrar una mujer en la casa pero mi madre, desde el primer momento, tomó mucho contacto con los nuevos vecinos. Jaime tenía 29 años, era diseñador informático, y Alex, el otro chico, tenía 28 años y trabajaba de delineante en un estudio de arquitectura. Yo sabía todo esto por mi madre, que estaba entusiasmada de tener dos vecinos tan agradables y formales. La verdad es que me habían llamado la atención desde el primer día, cuando llegaron y los vi desde mi ventana descargando cajas con unos vaqueros cortos muy ajustados y con unas finas camisetas blancas. Se veía que no tenían mal cuerpo y, pese a que aquel día pasé un buen rato mirándolos por la ventana, no volví a pensar en ellos más que como los nuevos vecinos y amigos de mamá.

Una noche, después de los exámenes de acceso a la universidad, al principio del verano, salí de fiesta con unos amigos. Mi amigo Juan me había presentado a un conocido suyo, del que no recuerdo el nombre, pero que acabó acercándome a mi casa en su moto. Llevaba toda la noche intentando liarse conmigo y, como yo iba algo bebido y muy caliente, aproveché durante todo el camino para ir abrazado a él, metiéndole la mano por debajo del pantalón y haciéndole una torpe paja. Cuando llegamos, paró su moto justo frente a mi casa, al lado de un coche que había aparcado.

Mira cómo me has puesto –dijo señalando a la gran erección que había provocado. – No pretenderás dejarme así, ¿verdad?*

* No creas que vamos a hacer nada en la puerta de casa de mis padres .

Acercándose un poco más a mí, me empezó a besar en el cuello y se agachó poco a poco.

* Este coche me tapa, tus padres no van a ver cómo te como la polla .

No pude objetar; antes de darme cuenta ya me había abierto el vaquero de un solo y experto impulso, había sacado mi polla que le golpeó la cara de lo dura que estaba y se la había metido en la boca. La situación era de lo más excitante pero la verdad es que estaba acojonado. En cualquier momento podía pasar alguien, pese a que a esas horas no solía haber nadie por aquella calle.

Yo estaba a punto de correrme y el chico lo notó, se la sacó de la boca y me dijo que me corriera en su cara. Yo, algo flipado, estaba tan caliente y borracho que no lo pensé. Empecé a pajearme rápidamente, intentando no hacer ruido. Justo cuando descargaba a trallazos sobre su cara vi a uno de mis vecinos acercarse. Había aparecido de la nada, estaba paseando al perro y, pese a que no estaba muy cerca, seguro que había visto toda la escena. Sin limpiarme siquiera ni despedirme del muchacho, me subí el pantalón y eché a correr hacia la casa de mis padres. Al cerrar la puerta, escuché la moto arrancar y alejarse en la noche.

Esa noche no pude dormir. Me temía lo peor pero cuando pasó una semana y vi que mi madre estaba como siempre conmigo, me dije a mí mismo que el vecino no le había dicho nada y que probablemente tampoco vio nada.

Más o menos a mitad del verano, mis padres tenían planeado un viaje a Canarias, con otra pareja, durante una semana. Habían organizado todo para que yo me quedara a cargo de mi abuelo, que se vendría a vivir durante esos días a casa, pero la cosa se torció porque a última hora mi abuelo no se encontraba muy bien. Estuvieron a punto de cancelar el viaje pese a que yo insistía en que podía quedarme solo, que ya tenía 18 años y no era necesario tener canguro.

Tras pensarlo, llegaron a un acuerdo conmigo. Iban a darme un voto de confianza dejándome estar solo en la casa durante esta semana con la condición de dejarles una llave a los vecinos amigos de mamá para que me visitaran y me vigilaran y que durmiera en la casa de éstos. Me estropeaba todas las noches y lo sabía, pero accedí sin pensarlo. Era mejor eso que nada.

Antes de irse, mamá invitó a los vecinos a la casa y me dio la brasa con las típicas recomendaciones delante de los dos muchachos, que me miraban sonrientes.

* No te preocupes, mujer, seguro que no va a hacer falta que le cuidemos. Tienes un hijo muy responsable, se nota .

Jaime, desde luego, era el más simpático y me vino bien que dijera eso porque así mi madre se calló y por fin se fue. Cuando salió, Jaime me dijo que les tenía para lo que quisiera y que me invitaban a cenar. Yo, por compromiso, accedí.

A las nueve estaba tocando al timbre. Me abrió Alex. Parecían tan nerviosos como yo por tener un invitado. Se habían tomado muchas molestias en preparar una rica cena y en decorar la mesa para la ocasión. Me sentí como en casa y la conversación estuvo muy animada. Después estuvimos viendo un película y, cuando acabó, me enseñaron la habitación que me habían preparado.

* Nosotros dormiremos en aquella, por si necesitas algo.

  • Supongo que no te extrañará –añadió Alex. - Ya habrás notado que somos pareja . No sabemos si tu madre se ha dado cuenta, la verdad.

  • Sí –acerté a decir. – Vamos, que no me sorprende que seáis pareja… Ehm

Notaron que me estaba liando y se rieron. Jaime me despeinó un poco con la mano antes de desearme buenas noches. Me quedé solo en la habitación pensando que yo era un estúpido por lo que acababa de pasar.

Había preparado un libro por si no me podía dormir y, con lo nervioso que estaba, estuve leyendo hasta las tantas.

Era ya bastante tarde cuando escuché una cisterna de baño. Alguno de mis anfitriones tendría que estar dando el paseíllo nocturno y caí en la cuenta de que también necesitaba salir a mear. Esperé un poco, para que no pareciera que buscaba cruzarme con ellos, y abrí la puerta de la habitación con el mayor sigilo. Ni siquiera encendí la luz y caminaba de puntillas y muy despacio. Al llegar a la puerta del baño escuché murmullos y paré en seco. Parecía más un ladrón que un huésped, pensé. Los murmullos continuaban pero no podía descifrar si estaban hablando o quizá alguno tenía una pesadilla. Entonces caí en el hecho de que la puerta de la habitación de Jaime y Alex estaba levemente entornada. Me pudo la curiosidad y con mayor sigilo, pese a que el corazón me latía con fuerza, me acerqué a la puerta.

Me asomé y por la estrecha franja de la abertura vi que los murmullos eran gemidos de placer. Una tenue luz entraba por el ventanal e iluminaba el cuerpo de uno de ellos con silenciosos espasmos por el placer de una mamada magistral. Podía intuir el culo perfecto y las piernas del que hacía la mamada, así como el pecho y la cabeza del que la recibía. Era una visión muy excitante que hizo que mi polla reaccionara con una tremenda erección. Mi corazón latía cada vez más fuerte y temía que me descubrieran. La cabeza del que realizaba la mamada seguía su ritmo arriba y abajo y los gemidos al compás del otro iban haciéndose más sonoros hasta que llegó a eyacular y dejó salir un breve gemido más potente. Instintivamente me aparté de la puerta ante aquel ruido para volver de nuevo a asomarme. El otro seguía mamando, esta vez más despacio, tragándose todo el semen y limpiándole la polla a lametones.

Encendieron la luz un momento y pude ver que el culo perfecto que había ante mí era el de Jaime. En ese momento me pareció que Alex miraba hacia donde estaba yo, así que de dos saltos, me metí en el baño y cerré la puerta en silencio. Ni siquiera podría mear, por la erección tan enorme que tenía. Decidí que la única solución era una paja pero cuando empezaba a pajearme escuché pasos y que alguien abría la puerta del baño… La noche no había terminado.

Pronto continuará

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