Lecciones de oficina
Él está cansado de recibir tantas humillaciones y quiere enseñarle a Ella cómo debe comportarse una buena mascota. Apenas es el comienzo del entrenamiento de esta rica perrita.
Cómo que te están reclamando un pago efectuado desde el 1ro. de noviembre del 2008? Gritó Ella por la bocina del teléfono. Es tu problema, no el mío y que ni siquiera se te ocurra volvérmelo a mencionar, escuchaste? Siempre es lo mismo, suspiró mientras colgaba bruscamente el aparato. Del otro lado de la línea, Él se había quedado mudo, estático, eso le ocurría cada vez que Ella le hablaba en ese tono y eso era cosa de todos los días Ella era una empleada al igual que él, pero su posición de asistente del director le exigía estar al pendiente de todos los asuntos que por su naturaleza fastidiosa, su jefe simplemente le endilgaba, solamente que todo lo que tuviese que ver con Él en particular, la enervaba.
Él, a diferencia de su hermano menor, el jefe de Ella, se tomaba las cosas con calma y prácticamente nada lo alteraba, prefería llevar la fiesta en paz con todo y con todos, ella en cambio, era una persona bastante dominante y perfeccionista, en ocasiones rayando en lo déspota y gozaba humillando a los demás; pero era sexy, sin lugar a dudas era una perra bastante apetecible. De estatura pequeña, menos de 1.65 mts. de estatura, morena clara, cabello largo y sedoso, tetas grandes, erectas y un culo de excelente tamaño, tan insolente como ella por su soberbia arquitectura, no era la primera vez que la verga se le paraba a la par que trinaba de rabia al recordar a semejante criatura que tanto lo regañaba. Luchaba contra el deseo incontrolable de ir a su oficina a buscarla y estrecharla fuertemente en sus brazos, el saber que estaba tan cerca de ella hacía que le doliera la verga, necesitaba sacársela del pantalón y liberar tensiones. Cómo luciría Ella bañada en su semen? La visión de su preciosa carita chorreando de sus mecos, lo volvía loco.
En qué tanto piensas? Ya levantaste el pedido que te dije? Tronó la voz de Ella a sus espaldas, cierto que aún con sus tacones tan altos apenas le llegaba a Él un poco más debajo de los hombros, pero su actitud la hacía parecer una verdadera amazona, no paraba de imaginarla a gatas, con su ropa destrozada y bombeándole verga por todos sus orificios. Eso sin duda le enseñaría modales.
De pronto, Él recordó que era sábado, casi al mediodía, de ahí el malestar de Ella, había tenido que venir para supervisar los últimos pedidos de la temporada, claro, por culpa de Él; además, la oficina estaba semivacía, puesto que solamente estaban los empleados de la bodega y se retirarían en una hora más, ahora es cuándo, pensó Él. Hora de amaestrar a mi perrita.
Sí, contestó Él, solamente que tengo una duda, ay no, por favor, bramó Ella, qué no ves lo tarde que es? Ya me quiero ir a mi casa! Porqué demonios no haces las cosas cuando te digo? Él sonreía para sus adentros y contestó, no te enojes, solamente es una simple pregunta que tengo qué hacerte, anda, vamos a la oficina de mi hermano, ahí está lo que necesito que revises. Bueno, pero muévete ya, repeló Ella y furiosa, se adelantó hacia la oficina de su jefe seguida por Él que apenas se contenía las ganas de tomar a dos manos aquél culo tan paradito que tenía a su alcance. Ya verás, perrita, pensaba con vehemencia. Te enseñaré a amar a Dios en tierra de indios, moverás ese culo al son de la cogida que te voy a meter.
Entraron ambos al despacho de su jefe y apenas cruzó el umbral, Él recordó que tenía que recoger algo de la bodega, Ella puso los ojos en blanco, miró su reloj de pulsera con impaciencia y se dejó caer en el sillón de invitados, pero muévete ya! Qué no entiendes que no tengo porqué estar aquí hoy? Parece mentira, pero ya! No me mires así! Haz lo que sea que tienes que hacer y regresa! O.k. Ok., ya regreso, dijo Él, quieres algo de la máquina de dulces? No! No quiero nada! Gritó ella, exasperada. Él se encaminó a grandes zancadas a la bodega, les dijo a sus empleados que se retiraran y que cerraran bien todo, que él estaba esperando una llamada y se quedaría hasta tarde. Nadie sospechó nada y se fueron, felices por salir temprano.
Cuando se aseguró de que todos salieron, puso los candados interiores y regresó como bólido al despacho de su hermano. Cerró la puerta tras de sí, se quitó el saco del traje, lentamente lo colocó en el respaldo del sillón ejecutivo de su hermano y sin mediar palabra, se colocó frente a Ella, que seguía sentada en el sillón de invitados del despacho, recorrió todo su cuerpo con su mirada, Ella se estremeció y poniéndose de pié ágilmente le espetó, Qué diablos te pasa eh? Yo me largo de aquí, pero Él ya la tenía sujeta del brazo, Suéltame, imbécil, qué te crees? Ni siquiera voy a gritar, yo misma te daré una lección, no me gustan los jueguitos, apenas terminó su frase cuando sintió un fuerte bofetón que la hizo estremecer de pies a cabeza.
Primera lección, perrita, no me volverás a alzar la voz o te reviento la cara a golpes, entendido? Y alzó la mano para reafirmar su punto, Ella solamente asintió con la cabeza pero quiso zafarse de su poderosa garra, sin éxito, en el forcejeo, los botones de su blusa blanca cedieron ante la rotundidad de sus hermosas tetas. Él los manoseó, diciendo, qué delicia de chichis, perrita, mmmh, a ver, déjame apreciarlas bien, dicho lo cual, la levantó en vilo y la sentó con fuerza en el escritorio de su hermano, de cara a Él.
Con sus manazas, destrozó su blusa por el frente ante un chillido de sorpresa por parte de Ella, que quiso cubrir con sus manitas sus pechos aún protegidos escasamente por su brassiere de media copa, color blanco de encaje. Esto estorba, no crees, perrita? Decía Él, mientras cortaba su sostén por el medio con las tijeras del escritorio. Los pechos de Ella quedaron justo en su cara, con sus pezones color café oscuro desafiándolo, erectos, tan altivos como Ella misma.
Segunda lección, putita y apréndela bien porque no pienso repetírtela, me entiendes? La increpó mientras presionaba con fuerza los pezones de ella con sus dedotes. Aaaaaaaay, gritó Ella, me lastimas, animal! Te lo advertí! Gritó Él a su vez y jaló hacia adelante sus ya doloridos pezones, provocándole un intenso dolor a Ella, me dejarás terminar o tendré que arrancarte tus bomboncitos? Tú decides, puta. Ella solamente gemía y asentía con la cabeza. Bien, la segunda lección es que me vas a enseñar tu cuerpo de la manera que yo te lo pida, está claro? Y no paraba de jalar sus pezones, tal pareciera que estaba ordeñando a una vaquita que no podía dar leche.
Bueno, antes de pasar a la tercera lección de buenas maneras, te dejaré que te sobes las chichis, anda, lámelas, ante la cara que puso Ella, la amenazó con la engrapadora cerca de sus lastimados pezones. Ella lentamente tomó sus grandes tetas y procedió a lamerlas para deleite morboso de Él. Ooooooooh, qué bien lo haces, eres toda una putita, lo sabía, mientras sobaba descaradamente su verga inflamada por encima del pantalón.
La tercera lección es que te voy a violar aquí mismo, me has oído? Vas a recibir verga por todos tus agujeros y puede que hasta lo disfrutes, eso no me interesa, qué opinas de esto, perrita?
Ella supo que estaba perdida y comenzó a sollozar, gruesas lágrimas surcaban su carita, lo peor, que era virgen a sus 18 años; alguna vez había tocado una verga y la habían hecho gemir sobándole el clítoris y mamándole sus hermosas tetas, completamente vestida, pero hasta ahí. No sabía si decírselo a Él o no. Prefirió callar y soportar estoicamente lo que se le venía.
Sin perder tiempo, Él se abalanzó sobre su cuerpo, recostándola de golpe en el escritorio, sus manotas recorrían su cuerpo de arriba abajo con ansias y toda la lujuria contenida por tanto tiempo de soportar malos tratos, gritos y humillaciones delante de todos los empleados, por ser él mismo uno de ellos.
Ella se revolvía y trataba de proteger su intimidad; su falda voló al fondo de la oficina al igual que sus calzoncitos de color blanco y encajes también. Estaba completamente desnuda y adolorida, Él no quería ser delicado en sus maneras, por el contrario, Ella tenía qué ser humillada.
Ya te encueré completamente, zorra, ahora viene lo mejor, dijo obligándola a incorporarse en el escritorio, abre bien las piernas, muéstrame la panocha, pero ya! Y de un manotazo, le separó más las piernas a su antojo, dejando a la vista una vagina con muy poco vello, lustrosa, deliciosa a la vista, invitaba a ser devorada, dedeada y por supuesto, envergada.
La tomó por sorpresa alzándole las piernas y colocándolas sobre sus hombros, enterró su rostro en aquella incipiente humedad, disfrutando su fragancia y su exquisito sabor. Mamaba de aquella panochita tierna y virginal como un cerdo en su comedero, atrapó su delicado botoncito de amor con los dientes y le arrancó varios grititos de placer, porque Ella estaba excitadísima, aún con el maltrato recibido, su cuerpo respondía de la manera más natural. Pero no iba a hacerla gozar, ese no era parte del trato.
Despegó su rostro de la empapada panocha y se apartó con desprecio. Con mirada burlona le dijo, así que la perrita estaba disfrutando? Pues ya no te lo permito y dicho eso, prensó su inflamado clítoris con unas pinzas de clip haciéndola gritar nuevamente de dolor, Ella quiso arrancarse la pinza pero él le sostuvo ambas manos con una sola de sus manazas. No te lo permitiré hasta que tú me des algo, escuchaste, putita? Pobre de ti si te arrancas a tu amiguito.
Dicho eso, se quitó los pantalones y su ropa interior, liberando una verga no demasiado larga pero sí bastante gruesa, igual para Ella iba a ser una verdadera tortura recibir ese vergón en su tierna puchita sin estrenar. A ver, a mamar! La jaló de los cabellos, obligándola a bajar del escritorio y la situó hincada frente a su imponente verga. Ella era bastante inexperta y eso la delató.
Chupa bien, pendeja! Acaso nunca has mamado verga? No lo creo! Y le golpeaba la cara con la verga, refregándosela por todo su hermoso rostro, Ella se negaba a contestar y hacía lo que podía, introduciéndose torpemente el pene erecto en la boca, ahogándose con él, ni siquiera atinaba a lamer o chupar, solamente lo humedecía con su saliva, lo que le ganó un par de bofetadas por parte de Él.
Habrase visto una puta más inútil! Mámame bien el pito o te tiro todos los dientes, oíste, estúpida? No te hagas la tonta, habrás mamado más de una a la vez, estoy seguro. Ella se empeñaba en no contestar y la jaló fuertemente de sus cabellos, contesta, puta! A cuántos les has mamado la verga? A ninguno! Respondió Ella de súbito, y soy virgen, animal! Qué no te das cuenta? Te voy a demandar hijo de puta.
Lo dijo sin pensar e instintivamente se cubrió el rostro con ambas manos, esperando el golpe, pero él estaba fascinado. Así que mi perrita es virgen? Mejor aún, eso me lo vas a tener qué demostrar, pendeja, pero me ha dado sed. Sé buena perrita y tráeme agua, mueve ese culo y tráeme un vaso con agua, ándale.
Ella, aturdida se encaminó hasta el fondo de la oficina y tomó una botella de agua del refrigerador; al querer entregársela, él se la tumbó de un manotazo. Dije que quiero beber, estúpida, pero no de la botella, beberé el agua de tu panocha, échate al piso, abre bien las piernas y vierte ahí el agua, pero ya! Ah, no me obedeces? Dijo Él jalando brutalmente la pinza incrustada en su clítoris, hasta arrancarla de golpe, ella se dobló de dolor. Mira qué bonito quedó tu clítoris, pendeja, quieres que lo engrape? Dijo, mostrándole la engrapadora, acercándola a su panochita.
No! Espera, dijo Ella. Y obedientemente, se echó en el piso con la botella de agua en la mano, la abrió y procedió a servírsela en el envase que Él quería. Ella abrió las piernas al máximo, pero Él le quitó la botella y le ordenó que alzara bien el culo, Ella obedeció y apoyándose en las plantas de los pies le ofreció su tierna panochita, Él saboreándose, vertió el agua helada en su pequeña puchita, empapándola cual cascada que corría hasta el piso. Así quiero beberte toda, puta maldita, dijo mientras se hincaba para lengüetear como perro toda el agua de su panocha que extrañamente no hirvió a su contacto, ya que Ella estaba que explotaba de placer. Te voy a secar la panocha, perra y te voy a ensartar mi verga, pero antes, prueba esto! Y con saña, le hurgó la panocha con sus dedos, como esperando encontrar algo perdido en su interior, lastimándola, rebajándola hasta convertirla en un único boquete abierto de par en par para su sádica diversión.
Mmm, qué delicia de panocha, pendeja, pero quiero probar tu otro agujero, a ver, date la vuelta y párame bien el culo! Ella se incorporó y vaciló unos instantes, suficientes para que Él perdiera la paciencia una vez más. Qué te dije? Ahora tendrás que comportarte como la verdadera perra que eres, la pateó con fuerza y le ordenó que caminara en cuatro patas por toda la oficina, alzando bien el culo. Ella ya no veía del caudal de lágrimas que brotaban de sus ojos, pero obedeció, doliéndose de semejante patada en su cadera. Era excitante contemplarla, avanzando a cuatro patas, con sus chichotas colgando y sobre todo, con el culo al aire, a su entera disposición. Avanzaba despacito, bamboleando sus nalgas a cada paso, mostrando su deliciosa panochita, era toda una visión lujuriosa que invitaba al goce malsano, a la humillación final.
Estás buenísima, pendeja, decía, mientras caminaba a su lado y de vez en cuando se inclinaba para acariciar sus nalgas y sus tetas. A ver, perrita, ven aquí, dijo, sentándose en el sillón ejecutivo de su hermano, su verga estaba imponente, dura, sus huevos, cargados de leche acumulada de tantas cogidas que no le había puesto a su perrita. Huele esto, lo ves? Decía, mientras jaloneaba su verga y se la acercaba a la cara, a ver, sé una buena perra y olfatea la verga de tu amo, anda o te patearé de nuevo y esta vez será en tus chichotas, dejo, mientras tocaba con la punta de su pie la hermosa teta derecha de su perrita. Le refregó con deleite la verga erecta por todo el rostro, Ella quiso sujetarla, pero le apartó las manos de un manotazo, las perras no actúan así, pendeja, le sujetó la quijada con ambas manos y la zarandeó, abofeteándola nuevamente un par de veces. Decidió levantarse del sillón y se acomodó la ropa nuevamente.
A ver, espera, dijo, y se encaminó al mueble de la papelería, tomó una bola de hilaza, de la que se utiliza para las cajas pequeñas y haciendo un lazo de varias vueltas con ella, se la puso de correa a su nueva mascota; no quiero estrangularte, perra, pero si me obligas a ver, te pasearé por toda la bodega, camina rápido, no te rezagues, inútil! Decía, mientras jaloneaba su correa improvisada; sin lugar a dudas, Ella era una mascota exuberante, nalgona, chichona, preciosa de verdad.
Ella sentía que sus rodillas comenzaban a pelarse por el roce con el duro y sucio suelo de la bodega, ya se sentía sucia físicamente pero también su espíritu se estaba mancillando. Ciertamente ya no sería la misma nunca más.
Quiero que sepas, perrita que voy a cuidarte mucho, siempre y cuando obedezcas y seas educada, porque de lo contrario tiró fuertemente de la correa hacia un lado, haciéndola perder el equilibrio y quedó recostada de lado, sus chichotas se bambolearon y su pucha se abrió de par en par al doblar las rodillas en esa posición. Pero mira nada más cómo te has puesto, tendré que bañarte, no puedo pasearte en ese estado! A ver, camina, chucha.
La llevó hasta el fondo de la bodega y tomó la manguera más grande que encontró, Ella estaba aterrorizada porque Él se colocó el extremo de la misma entre las piernas y lo acariciaba lúdicamente, como si de su verga se tratara. Quédate quietecita pendeja, o esta manguera será la primer verga que te taladre la panocha, entendiste? Ella abrió la boca y la golpeó con la manguera en pleno rostro, las perras no hablan, idiota! Pero eres una perrita muy lista, así que con movimientos de cabeza me vas a responder, oíste? Ella asintió con la cabeza, no le quedaba más que obedecer a su amo. Su cruel amo que la martirizaba tanto y quién sabe qué cosas tenía en mente para humillarla más.
Se acercó a Ella y cubrió sus chichotas a dos manos, sus pezones parecían puntas de lanza, erectos, listos para ser mamados, mordidos, saboreados. Tengo muchas ganas de enseñarte trucos, perrita chichona, ya verás, decía, mientras retorcía sus duras astas sin piedad. Ella estaba pálida, como la pared y Él se relamía los labios y la observaba como solamente se puede observar a una presa. Ni siquiera había caído la tarde y estaban completamente solos en la propiedad.