Lecciones de oficina (3)
La perrita falló en obedecer una orden. Deberá pagar las consecuencias de su torpeza; asímismo, su cruel amo estenará su panochita virgen y seguirá la tortura por el fin de semana.
Ella perdió la noción del tiempo. No podía saber cuántas horas llevaba en esa incomodísima posición. Tenía hambre, frío, pero sobre todo, miedo. Se percató de que ya era noche cerrada por la oscuridad que reinaba a su alrededor. Ya no quería llorar por temor a asfixiarse con sus propias lágrimas, ni siquiera podía permitirse gritar por la mordaza, aunque nadie la escuchase, pero hubiera sido capaz de gritar a todo pulmón su frustración, su cólera, su impotencia.
Se había quedado dormida y cuando despertó, con terror se percató de que su cuerpo se había ladeado todo lo que el burdo amarre de su cuello se lo permitió y uno de los lápices se había caído de su culo.
Con la angustia de saber que sería castigada de nuevo, comenzó a forcejear tratando de liberarse inútilmente de la cinta aislante, cuál sería su pánico y cuán irracional que en su mente se había grabado más el hecho de "no soltar los lápices" que el de permanecer quieta y atada tal y como la dejaron. Para Ella, el haber fallado en sostener los 3 lápices con su esfínter anal, era lo peor que le pudo haber ocurrido aquella tarde.
Con tanto movimiento brusco, terminó perdiendo los otros dos lápices y justo entonces, casi al mismo tiempo que escuchó el sonido hueco del último intruso anal al caer al piso, exagerado en su desesperación, escuchó a lo lejos los pasos de Él. Ya había llegado y le pediría cuentas de su comportamiento.
Ella sólo atinó a encogerse aún más en su sitio, quedando en posición fetal, temblando de pavor y esperando lo peor. Solamente cerró los ojos y rogó a Dios que este martirio terminara o que perdiera el conocimiento, abandonándose a su suerte, por aciaga que esta fuera.
Ya llegué, perra maldita, me extrañaste? Caminó hacia Ella y encendió la luz. Se agachó para examinarla mejor, encontrando los tres lápices fuera de donde los dejó.
Mmmmmmmmh, muy mal, perra, pésimamente mal. Por esta falta, tendré que castigarte, vuelve a tu posición original! Y diciendo eso, la empujaba despectivamente con el pié, rozando sus grandes tetas, Ella no coordinó a tiempo y recibió un fuerte puntapié en el costado que la hizo emitir un gemido ahogado, sus labios estaban lastimados por las dos vueltas de cinta que su amo le había puesto. Finalmente, rodó como parodia de sí misma y quedó como él la había dejado, boca arriba, con el culo y la panocha bien expuestos.
Él enrolló un periódico y comenzó a azotarla fuertemente, sin compasión alguna le golpeaba las nalgas, las tetas, el estómago e incluso llegó a pegarle en la pucha, esto último hacía que Ella se encogiera aún más, tratando de proteger su tierna panochita.
No te gusta la tinta en las verijas? Haberlo dicho antes! Gritó Él. Con unas tijeras que tomó del escritorio, cortó de un solo tajo la cinta que unía sus tobillos y sádicamente la obligó a abrir las piernas al máximo, levantándoselas por la parte superior de los muslos. Entiéndelo bien, animal, ERES MÍA y si quiero, te despellejo, oíste bien, pendeja? Y siguió golpeando la entrada de su vagina con el periódico enrollado. Ella ya no se movió y solamente agitaba la cabeza de un lado hacia el otro, como negando su realidad y el cruel trato que le estaban propinando. Habría algo más humillante que ser maniatada, insultada, mojada y para colmo, golpeada en la panocha? Bueno, la noche era joven aún. Este último pensamiento la golpeó aún más fuerte que los azotes que estaba recibiendo en su virginal panochita. Pero sintió que algo cambiaba y enderezó la cabeza para descubrir que su amo trataba de introducirle la punta del periódico enrollado en la vagina.
Olvidando su buen juicio, comenzó a retorcerse para evitar que el asqueroso papel le escociera la vagina, ya tenía una sensación de molestia en esa parte de su anatomía y no quería llegar a más.
Él, riéndose, arrancó un pedazo de periódico, lo hizo bolita y se lo introdujo en la vagina, sellando con sus dedos los labios vaginales de Ella, se la estaba pasando de lo mejor con su mascota!
Ella seguía revolviéndose como pececito en una red, indefensa y decidió cerrar las piernas cruzando sus tobillos, sin querer, lo golpeó con una rodilla, Él cayó hacia atrás, sorprendido, tomando aquello como una agresión. Con furia, se incorporó de inmediato y jaloneó los escasos vellos púbicos de Ella, como no obtuvo la reacción esperada, decidió liberar aquella boquita tan contestona y que tan pronto educó para mamar verga como las mejores.
Aaaaaaaaay, gritó Ella, pues los jalones que le propinó Él para quitarle la cinta aislante de la boca, no fueron para nada gentiles, sintió que le despellejaba los labios pero aún así, era un alivio poder expresarse aunque fuese tan primitivamente. Ahora sí ya me vas a dar lo que ansío, pendeja, grita, estúpida! Y volvió a jalar sus vellos púbicos arrancándole varios gritos de dolor a su perrita.
Qué perrita tan lampiña, pero aún así, tienes pelitos, pendeja, se me ocurre algo! Y corrió a la oficina de Ella, tomó su bolso y lo abrió; hurgó en su interior hasta que encontró lo que esperaba: una pinza para sacar cejas. Regresó con su mascota a grandes zancadas y le mostró el instrumento, Ella forcejeó de nueva cuenta, pues ya sabía lo que le esperaba.
Ponte derecha y abre bien la panocha, le ordenó Él, ella titubeó pero a fin de cuentas, era mejor obedecer. Con mucho trabajo, se recargó en la pared apoyándose únicamente con sus nalgas y sus piernas, ya que seguía atada de las muñecas y tenía puesto aún el cordel que la unía a la pata del escritorio alrededor del cuello. Lentamente, abrió los muslos de par en par, sollozando.
A ver, dijo, Él, intentemos de uno en uno, y tomó un vellito de su pubis, por la raíz, arrancándolo de tajo, ella se mordió los labios. Bueno, eso fue soportable, no, putita? A ver, vamos por más, quiero acabar ya! Y Tomó un montoncito de varios vellitos con la pinza, antes de propinar el jalón definitivo, saboreándose, con los dedos índice y pulgar de su otra mano, pinchó su clítoris, zarandeándolo; de por sí su botoncito ya estaba bastante inflamado por las constantes sobadas y mamadas, que le había propinado Él en el transcurso del día, Ella no pudo evitar gemir de placer, muy a su pesar.
Al ver que Ella entrecerraba los ojos, arrancó de golpe el conjunto de vellitos que tenía en la pinza, Ella aulló de dolor. La entrada de su panocha estaba roja, irritada, su vulva le ardía y sin embargo, esa panocha ya estaba lista para ser entrenada, tenía que recibir verga y todo lo que a su amo se le ocurriera meterle. Tal vez hasta le permitiría correrse, pero para eso, tendría que demostrar ser una excelente perrita, obediente y sumisa, sólo entonces esta putita sabría lo que era desfallecer de placer a manos de un hombre.
Y Él no era cualquier hombre, no señor. Alto, atractivo y varonil, tez blanca y ojos verdes, manos grandes, cuerpo bien cuidado para sus cuarenta y tantos años, solamente su displicencia y dejadez compulsiva ante las responsabilidades lo afeaba, pero como hombre, era un magnífico ejemplar de verga grande y gruesa, totalmente rasurada hasta los huevos, qué más quería la puta esta? Nada, excepto que jamás lo había visto como hombre, era tanta su arrogancia que ni siquiera consideró hasta la fecha aceptarle sus invitaciones al cine, ni siquiera accedía a comer con Él cuando coincidían a esas horas en la oficina. Era toda una perra, pero voluptuosa y como él lo veía, ansiosa de verga, porqué estaba tan mojada su pepa, si no de excitación? Pero era labor de Él mostrarle lo que era ser poseída por un macho, sería envergada por todos sus orificios y la muy puerca pediría más, de eso se encargaría Él. Tenía tanto por enseñarle a su perrita y todo el tiempo del mundo por delante. En casa de Ella, nadie la extrañaría, pues estaba sola de momento, ya que sus papás andaban de viaje, visitando a su hermano menor, ya casado y volverían en un par de semanas más.
Eso lo supo Él por una conversación que captó esa misma semana, cuando apenas consideraba la idea de tirarse a la puta asistente de su hermano, que tanto lo despreciaba y osaba mirarlo con desdén. Sin duda la estaba haciendo pagar por cada gota de semen que había derramado provocado por sus chichotas, su culo parado y su andar cadencioso, pero faltaba todavía más, mucho más.
Esos pensamientos tenía Él mientras "desinfectaba" la vagina de ella, ayudado con una bolita de algodón que había empapado con alcohol del botiquín. Ella se quejaba quedito, no queriendo exacerbarlo más. Pobre de mi putita, si te arden las verijas es tu culpa, pendeja, no vuelvas a intentar escaparte o ya te dije, te dejaré encadenada afuera, en la cochera, ofreciendo el culo y la panocha a quien los quiera, oíste? Y la jaloneó de las orejas como había hecho más temprano.
No me parece que estés a punto, puta, a ver, abre bien esa panocha y prepárate, que el agua está helada, donde la compré la acababan de sacar del congelador y sin mediar más palabras, le vació medio litro de agua casi congelada directa a su panochita, pero fue bien recibida, porque eso la ayudó con el escozor, casi se lo agradeció.
Verte así me ha dado sed, con tu permiso, beberé otra vez de tu panocha, la mezcla con tus jugos de perra en celo es muy buena, la podremos envasar? Ja,ja, ja! Él se puso a gatas, frente a su panochita y lengüeteó todo el líquido que encontró, Ella se retorcía de placer, culpa, asco, toda una maraña de sensaciones y sentimientos que la embargaban; qué era ella si estaba disfrutando de semejante abuso? En qué se estaba convirtiendo si en el interior de su vagina ya la quemaba un extraño fuego que no entendía de debates morales? Su clítoris estaba tan inflamado que le dolía, prácticamente sentía que con tanto lengüetazo tarde o temprano se le desprendería. Al percatarse de que Ella lo observaba atentamente, movió la lengua obscenamente, chapoteando con ella de arriba hacia abajo y aún a los lados, abarcando toda su panocha, pegándose a sus labios menores y luego a los mayores y después comenzó a chupar su clítoris, como si de un caramelo se tratase.
Ella se abandonó al mundo de placer que Él le estaba mostrando, pero al mismo tiempo, lo odiaba cada vez más, porque ese gozo tan intenso se lo infringía en contra de su voluntad y no le quedaba más remedio que dejarse hacer. Pobre putita, estaba siendo gozada, su panocha escurría de excitación y lo que más quería en el mundo era salir corriendo, escapar y no volver nunca más.
Él estaba en la gloria, mamando la pepa de su puta recién domada y con sus manos alcanzó los abandonados pezones de Ella, retorciéndolos a diferente velocidad, primero lentamente y después, parecía que quería arrancárselos a tirones. Los apretaba y jalaba deleitándose de lo duros que estaban, rojos, bien erectos, cómo le fascinaban esas soberbias tetas grandes que tantas veces lo obligaron a jalarse la verga ahí mismo en uno de los baños de la empresa de su hermano.
Sentía la verga dura de nuevo, le rozaba el pantalón otra vez y la puta estaba lista para ser penetrada, no es que le preocupara que Ella no estuviera lo suficientemente lubricada, pero lo que quería era hacerla gemir, retacarle su leche pero sin dejarla terminar. Esa sería su venganza, por eso, tenía que seguir hasta el punto de cogérsela, de estrenar su panocha, llenarla de mecos y arrojarla al olvido, como se arroja un pañuelo desechable, justo eso hacía cuando se limpiaba la verga, pero ahora, ella sería el pañuelo.
Retiró su cara de la panochita de Ella pero siguió estimulándola con sus dedos expertos, frotando lentamente la entrada de su vulva mientras que con la otra mano se desabrochaba el pantalón. Ella lo notó y poniendo fin a su silencio, le suplicó: No, por favor, eso no! Haré lo que tú quieras, pero por favor, no me violes!
Él, olvidando que las perras no hablan, sonrió y le contestó, violada estás desde que caíste en mis manos, puta, solamente me falta desvirgarte, para que hagas lo que hagas, siempre te acuerdes que fui yo quien te la metió por primera vez y quién sabe? Hasta tengas un hijo mío, pendeja, no te da gusto? Sería un honor para ti, maldita perra y la abofeteó un par de veces en el rostro.
Literalmente reptó encima de su cuerpo, metió la cabeza entre sus brazos, unidos por las muñecas con la cinta, sus pantalones ya estaban tirados a un lado de su cuerpo, al igual que sus bóxers, la camisa había volado instantes atrás, estaba completamente desnudo y palpitante, encima de Ella.
Con una de sus manos, guió su pulsante verga a la entrada de la vagina de Ella, Él lamía su cuello y seguía bajando su lengua pero como Ella no paraba de moverse, le propinó un fuerte mordisco en una teta que la hizo gritar. No te muevas tanto, puta, ya te moverás al son de la cogida que te voy a dar, prepárate, mmmmmmmh.
Enfiló la verga hasta la cueva empapada de su putita y la taladró sin piedad ni miramientos, Ella sintió que la partían en dos. Aaaaaaaaaaaaaay, aullaba Ella, me duele! No, por favor! Sácala! Me estás matando! Y se retorcía como una anguila, queriendo escapar de su violador, quería expulsar de su panocha aquel gran pedazo de carne que parecía tener vida propia y estaba perforando su intimidad.
Él sintió que había alcanzado su propósito, pues percibió la familiar sensación pegajosa de la sangre en los huevos, esa no era la primer puchita que estrenaba.
Así, así, qué delicia, siénteme, puta, siénteme, qué rico me aprietas la verga! Te voy a inundar la pucha, pero todavía no, decía Él, vamos, vamos, oooh!
Ella bramaba que le quemaba, que la estaba destrozando, pero todo era en vano. De pronto, él se zafó de su forzado abrazo y se incorporó en el suelo alzándola en vilo aún con su verga bien metida en Ella. La obligó a montarlo, pero Ella no se movía. Ah, no quieres cabalgar? Toma! Y la azotaba fuerte en las nalgas, como las tenía mojadas de la bañada de agua helada que le dió, cada manotazo la hacía cimbrar entera. Sonoros Plaaaaaaaaaaas! reverberaban en la soledad de la penumbra que los rodeaba. Finalmente, Él la asió con fuerza de las nalgas y la obligaba a brincar encima de su verga, enterrándosela más profundamente cada vez. Aah, ahhh, ahh! Gemía ella y Él le ordenó que alzara los brazos, álzalos bien, puta, muéstrame las tetas, así, así!
Ella alzó los brazos por encima de su cabeza y sus hermosas chichis se bamboleaban muy cerca de la cara de Él; puta, puta, ya me vengo, ya me vengo, ahhhhhhhhhh! Gritó él, jadeando, sudando y balbuceando, descargó grandes cantidades de semen caliente en sus entrañas mientras tenía media teta de Ella en la boca, mordisqueándola. Ella chillaba de dolor, pero como por obra del destino, también llegó a un doloroso orgasmo. Todo su cuerpo se contorsionó y la mueca de placer en su rostro terminó por delatarla.
No pasó desapercibido para Él, por lo que la arrojó hacia el duro suelo y se levantó en seguida, mirándola con desprecio, le espetó: Puta desgraciada, con qué derecho disfrutaste? Eres mi perra, decía pateándola en el estómago, Ella estaba echa un ovillo, adolorida pero aún disfrutando su orgasmo; para mí eres un culo y un par de tetas, escuchas? Malnacida. Ya verás.
Desnudo, enojado y con la verga goteando de leche, caminó hasta el cuarto de herramientas, tomó una pesada cadena que utilizaban para fijar cajas pesadas en los diablitos y la llevó hasta donde tenía a su putita.
Ves esto, perra? Le dijo mientras la obligaba a voltear con la punta del pié, Ella quedó sentada, con la espalda pegada a la fría pared. Te acuerdas de lo que te dije? Ella retrocedió y pegó las rodillas en sus hermosos y amoratados melones.
Pero, empezó Ella, hice todo lo que me pediste! No hiciste nada, pendeja, gritó Él azotando un extremo de la cadena en el piso, para atemorizarla aún más. De pronto, extrañamente se tranquilizó y tomándola por la barbilla le dijo: Mañana domingo terminará tu lección. Por ahora, debes descansar, a ver, muéstrame las manos. Ella extendió las manos hacia Él que cortó la cinta, Ella frotó sus muñecas, casi no las sentía, estaban entumecidas. Subió la mirada hacia Él y estuvo a punto de morderse la lengua, porque la muy idiota quiso agradecerle ese gesto. Bonito gesto para quien acababa de violarla, Ella era una contradicción andante.
Dónde quiere dormir mi perrita? Yo regresaré mañana, pero no creas que me olvidé que no has comido nada más que mi leche, mira! Y colocó en el suelo un par de platos para perro, en uno vertió una botella de coca cola y en el otro, algo que Ella rogaba que fuera ensalada de atún, ese aspecto tenía.
Adelante, traga! Dijo Él, empujándola nuevamente con el pie. Ella estaba hambrienta, pero no tanto como para comer en esa posición tan humillante. Qué pasaría esta vez? Ella se limitó a gatear hasta ponerse frente a los platos y alzó la mirada hacia Él. Miles de pensamientos le cruzaban por la mente. Él esperaba ansioso su reacción. Ella, que no soportaba el polvo de la bodega, que jamás la había visto con un cabello fuera de su lugar, ahora se había trocado en un ser sin voluntad, hambriento, adolorido, sucio, tenía las rodillas peladas, le escurría por las piernas un líquido viscoso, mezcla de sus jugos vaginales, sangre y semen. Se sentía tan desamparada, tan rota. Y todavía le faltaba el domingo, no tenía idea de lo que pensaba hacer Él con Ella. Y qué pasaría el lunes? El lunes todos regresaban a trabajar. Eso le dio una esperanza. Qué equivocada estaba. Pobre perrita ilusa.