Lecciones de masaje - Capítulo 2

Los tres amigos continúan su exploración en el masaje sensual para finalizar en un sesión de sexo con una espectadora privada.

Mientras se dirigía al apartamento de sus amigos, Alicia no paraba de especular sobre lo que le depararía la tarde. Aparentemente iba a recibir una nueva lección sobre cómo dar un buen masaje, nada más, pero no podía apartar de su mente los acontecimientos de la semana anterior.

En primer lugar, el masaje a su amiga había ido un tanto más allá de lo que se supone es un masaje relajante, luego cada uno había desnudado su alma contando sus más íntimos secretos, de hecho Diego había desnudado algo más que su alma,  y para terminar, su exhibición final. Jamás pensó que le podría haber excitado tanto ver a un hombre masturbándose. La imagen de Diego agitando su polla con su mano hasta correrse había quedado fija en su cabeza, y no había pasado ningún día de la semana en el que no se hubiese masturbado pensando en la caliente escena.

Esa misma mañana, como todos los días, había hablado con Ana, que le había recordado que la esperaban para una nueva lección, pero ninguna había sacado a relucir el viernes anterior, lo que le llevó a la conclusión, provocándole una mezcla de alivio y decepción, de que todo había sido la locura de un día.

No podía estar más confundida.

Ana le abrió la puerta y se dirigieron al salón, donde ya estaba todo preparado, incluso con más detalle que el viernes anterior. Las persianas estaban prácticamente bajadas dejando la habitación tenuemente iluminada por la luz de unas velas, y una música chill-out en tono bajo, apenas perceptible, contribuía a crear un ambiente relajado.

-          Diego opina que es mejor evitar los estímulos visuales para así poder concentrar nuestra atención en el sentido del tacto. – aclaró Ana.

En ese momento hizo Diego su aparición, y a pesar de la escasa iluminación, su entrada no le pudo pasar inadvertida a Alicia, pues iba como Dios lo trajo al mundo, lo que no impidió que se acercase con toda la naturalidad del mundo a darle dos besos.

-          Espero que no sea necesario que nos desnudemos los masajistas. No lo había previsto -  bromeó Alicia.

-          Realmente hoy Diego no es el masajista, es el cliente – le explicó Ana – Ha pensado que te convendría conocer las diferencias entre dar un masaje a un hombre y a una mujer, aunque yo creo que lo que le conviene es a él dejarse sobar por dos mujeres. Yo no soy tan buena profesora como él, pero hago mis pinitos.

-          Siento haber irrumpido así -  se excusó Diego mientras se tumbaba boca abajo en la camilla – Espero no haberte asustado, pero al fin y al cabo, después de lo del otro día, me queda poco por ocultar.

-          No, si no me has asustado – dijo Alicia – Es que no me lo esperaba, pero no hace falta que te disculpes. Con el tiempo que llevo sin regalarme nada a la vista no voy a hacerle ascos a ver a un tío bueno en pelotas, aunque sea el marido de mi mejor amiga.

-          Tu mejor amiga está encantada de que te guste – afirmó Ana – así que, para continuar dándonos una alegría, aunque sea con esta poca luz, hoy vamos a pasar de la toalla.

Mientras Alicia frotaba sus manos para calentarlas con el aceite de masaje se deleitaba con la visión del cuerpo desnudo de Diego de espaldas. Como amante del deporte que era, exhibía un admirable cuerpo atlético, no excesivamente musculado, sino más bien fibroso, con anchas espaldas, fuertes piernas y un culito bien moldeado, redondo y bien duro como ya había tenido ocasión de comprobar.

Se pusieron manos a la obra siguiendo la rutina aprendida, aunque ejerciendo una presión superior a la que emplearon con Ana. Primero las piernas, desde los pies hasta el culo, parándose descaradamente en sus nalgas en cada movimiento, luego la cara exterior de las piernas para continuar con el costado interno de sus muslos. Diego abrió ambas piernas en un claro movimiento de invitación, que ambas masajistas no rechazaron, subiendo hasta su entrepierna rozándole los testículos. El masaje pareció tener efecto, ya que Diego incorporó el torso ligeramente para acomodarse su polla, más que probablemente en estado de crecimiento.

Continuaron con la espalda, pero en ningún momento dejaban de acariciarle el trasero, de hecho prácticamente mantenían en todo momento una mano en el mismo, hasta que decidieron concentrar toda su atención en la zona. Alicia no era capaz de recordar alguna ocasión en su vida en la que le hubiese sobado tanto tiempo y con tanta intensidad el culo a un hombre, y la sensación le resultaba deliciosa y estimulante, como podía comprobar en su cada vez más húmeda vagina.

Llegó el momento de darse la vuelta, obteniendo la confirmación de sus sospechas al ver la considerable erección que lucía Diego, lo que provocó el comentario de su mujer.

-          Parece que el cliente está disfrutando con el masaje. No debemos estar haciéndolo mal.

-          No sé qué decirte, porque se le ve más tenso que relajado – bromeó Alicia.

-          Bueno para eso estamos nosotras – continuó Ana, confirmando las sospechas de su amiga que ya se estaba dando cuenta de que no iba a ser un masaje corriente – para que se relaje y aliviarle las tensiones, especialmente donde veamos una mayor rigidez.

Mientras decía esto envolvió con su mano el órgano de su marido, no queriendo dejar duda alguna de a que se estaba refiriendo.

Volvieron con las piernas aunque sin dedicarles demasiado tiempo, para continuar con los hombros, pecho y abdomen. En todo momento evitaban el contacto con su miembro, que de vez en cuando palpitaba como si tuviera vida propia.

-          Ahora, si yo fuera rencorosa – dijo Ana – daríamos el masaje por terminado, tal y como hicisteis conmigo el otro día. Pero como soy buena persona y además quiero contribuir a tu formación como masajista, te voy a dar unas nociones básicas de masaje tántrico. ¿Conoces en qué consiste?

-          Muy básicamente – respondió su amiga.

-          A grandes rasgos, y sin entrar en detalles, es un masaje que busca estimular la energía sexual de la persona que lo recibe, para ello dedicaremos una especial atención a sus testículos, a la zona perineal y te enseñaré a dar un masaje prostático anal. Y no te preocupes por la higiene, que está bien limpito por fuera y por dentro. ¿Te atreves?

Y Alicia a quien no le salían las palabras, movió ligeramente la cabeza asintiendo.

Ana envolvió con su pulgar e índice formando un círculo, la polla de Diego, mientras le acariciaba con la punta de sus dedos uno de sus huevos. Con un gesto en la mirada invitó a Alicia a hacer lo mismo, y al poco en un movimiento sincronizado y muy lento deslizaban los dedos enlazados en forma de anillo por el pene de su marido.

Sin dejar de recorrer con sus manos alternativamente su polla, fueron deslizando las yemas de sus dedos hasta el perineo, modificando la intensidad de la presión. Los gemidos de Diego empezaron a hacerse audibles cuando su mujer comenzó a trazar círculos en torno a su ano impregnándolo bien con el aceite de masaje. Alicia seguía los pasos de su maestra como una alumna entusiasta, y sin esperar sus indicaciones comenzó a introducir la punta de su dedo índice, entrando y saliendo en movimientos circulares rítmicos.

-          Ahora lo que hay que hacer es estimular la próstata, que es como el punto G de los hombres – anunció Ana – Tienes que meter todo el dedo profundamente, con mucho cuidado, hasta que notes un pequeño abultamiento, cuando lo encuentre debes masajearlo con la yema del dedo mientras continúas masturbándolo. Obsérvame a mí primero.

Alicia vio como desaparecía el dedo índice de su amiga dentro del culo de Diego y como al alcanzar su objetivo le arrancó un sollozo de placer. Cuando lo extrajo tomo el relevo, y con mucha delicadeza, tal y como no paraba de recordarle su amiga, iba avanzado mientras comprobaba como su esfínter dilatado apenas oponía resistencia a la invasión de su dedo hasta que notó un bultito y lo apretó de forma casi imperceptible. El grito de gozo de Diego le confirmó que estaba en el buen camino, por lo que insistió una y otra vez mientras con su otra mano seguía masturbando al marido de su mejor amiga.

Los gemidos de placer se fueron convirtiendo en jadeos en el momento en que sintió que la próstata se endurecía, a la vez que su ano se contraía apretando su dedo, y el cuerpo de Diego se convulsionaba al comenzar a expulsar su semen de forma incontrolada. No recordaba haber visto jamás a un hombre correrse de esa manera, y era ella quien lo había conducido a ese violento orgasmo tan solo con sus manos.

Cuando Diego se recuperó, la satisfacción era evidente en su rostro, y no pudo por menos que agradecer a su alumna el esfuerzo realizado.

-          Realmente aprendes rápido.

-          Muchas gracias – contestó Alicia – aunque tengo mis dudas de que pueda poner estas lecciones en práctica. No sé si encontraré muchos hombres dispuestos a experimentar este tipo de masaje.

-          Es posible que no, aunque quién sabe – respondió Diego – En cualquier caso, ellos se lo pierden

-          En fin – concluyó Alicia – Supongo que con esto terminan mis lecciones de masaje. Ha sido una experiencia maravillosa, aunque un tanto extraña, pero en cualquier caso he disfrutado muchísimo. Los dos sois maravillosos, no sé cómo podría agradecéroslo.

-          No hay nada que agradecer – concluyó Diego – Nosotros también hemos disfrutado muchísimo, aunque todavía queda una última lección, así que te esperamos el viernes próximo.

-          ¡Una última lección! – exclamó Alicia sorprendida – No sé qué me estaréis preparando, pero aquí estaré.

Con esa conversación parecía haber concluido la lección del día, y Alicia, un tanto decepcionada, pensó que la tarde no depararía más sorpresas. Hasta que su amiga habló.

-          Verás – dijo Ana con voz entrecortada – Sí que hay una forma en que podrías agradecérnoslo, pero es un poco embarazoso, no pensé que me fuera a costar tanto pedírtelo.

-          Venga dispara – contestó Alicia, sin dudar – No creo que sea tan difícil. Lo que queráis. De verdad.

-          Está bien. – dijo Ana, tras tomar aire – Queremos que nos mires mientras hacemos el amor, y que nos grabes también.

Alicia se quedó paralizada. En absoluto había previsto algo así. Observó en los ojos de su amiga una mirada de súplica y lujuria y ni pudo ni quiso resistirse.

-          De acuerdo, lo haré – pronunció de forma casi inaudible – Vamos allá.

Ana se desvistió en un santiamén dejando al descubierto su voluptuoso cuerpo. No era un cuerpo de modelo, sus anchas caderas y su culo respingón excedían los malditos ideales impuestos por la sociedad, pero sus curvas pronunciadas y sus formidables tetas hacían de ella una mujer más que deseable, la típica mujer que despierta miradas en los hombres, pensando “tiene que ser una máquina follando”, y realmente lo era.

Tomó de una mano a su amiga mientras su marido las seguía obedientemente, dirigiéndose a su habitación, dominada por su inmensa cama japonesa, ideal para hacer el amor. Encendió todas las luces. Sin duda quería que su amiga no perdiera detalle. Abrió un cajón y sacó su videocámara, que entregó a Alicia. Mientras Diego le explicaba su manejo se tendió de espalda en la cama y comenzó a acariciarse su sexo con la mirada clavada en los ojos de su mejor amiga.

Alicia comenzó a grabar a Ana, que masajeaba su clítoris lubricado con sus propios jugos que tomaba de la entrada de su vagina. Mientras tanto, Diego, sólo parcialmente recuperado de su reciente descarga, recorría su cuerpo llenándole de besos, su cuello, sus pechos, su tripa para ir descendiendo por el ombligo hasta su pubis, dejando de largo el objeto de su deseo para bajar por sus piernas hasta los pies y nuevamente subir muy despacio colmando de caricias con sus labios sus muslos hasta alcanzar finalmente la entrepierna de su mujer.

Posó la lengua en el clítoris de su mujer y comenzó a trazar círculos en torno a él. La respuesta de Ana, tan caliente como estaba, no se hizo esperar y sus gemidos se hicieron oír más y más fuerte conforme Diego iba incrementando el ritmo. Normalmente no le costaba mucho llevarle al orgasmo con su lengua, pero en el estado abrasador en que se encontraba necesitó muy poco tiempo para hacer que su cuerpo se convulsionara al llegar el momento de máximo goce.

Tras el momento de placer, Ana abrió los ojos para encontrarse con los de Alicia, quien no cesaba de contemplar atentamente la escena. En breves segundos se recuperó de la explosión erótica que había disfrutado y volvió a la carga.

Tumbó de espaldas a Diego, ya prácticamente empalmado, y acercó sus labios a su polla para comenzar a lamer el tronco de abajo a arriba una y otra vez hasta que recuperó la completa erección. Rodeó el glande con la lengua, sin dejar de mirar a la cámara de forma retadora, y se introdujo el inmenso rabo en la boca hasta el fondo, metiéndolo y sacándolo de su boca una y otra vez. Pero no quería que Diego terminase allí, tenía otros planes.

Cogió el pene con su mano, se sentó a horcajadas sobre su marido y se lo introdujo en la vagina. Alicia observaba el movimiento de su culo ascendiendo y descendiendo sobre la polla de Diego y no pudo evitar meter una mano en su pantalón para palpar por debajo de la braguita su propio coño chorreando, movimiento que no le pasó desapercibido a Ana al girar la cabeza hacia la cámara, esbozando una sonrisa de aprobación.

Manteniendo la mirada en su amiga, Ana comenzó a girar su cuerpo muy despacio para evitar sacar ni un solo segundo la polla de su coño hasta quedar cabalgando a Diego, ahora dándole la espalda, mientras este le cogía de sus anchas caderas. Poco a poco fue inclinando su cuerpo hacía delante, a la vez que desplazaba sus piernas rectas hacía atrás mientras su marido se iba incorporando y poniéndole de rodillas para tomarla por detrás, y todo ello manteniendo en todo momento las penetración. Alicia no dudó ni un segundo que esto lo habían practicado mil veces, y no podía evitar la sensación de que estaban dando lo mejor de cada uno, no sólo para su propio disfrute, sino brindándole a ella misma su sesión de amor, y sólo podía agradecérselo de una forma, con su propio placer, así que comenzó a frotarse el clítoris con fruición.

Los cuerpos de Diego y Ana se separaron por vez primera y esta última se tumbó de espaldas sobre la cama levantando ligeramente su pierna izquierda, dejando que su marido apoyase la suya para penetrarla nuevamente en la posición de tijera, lo que permitía a Ana acariciar el trasero de Diego mientras éste le atacaba salvajemente.

A continuación, Diego separó sus piernas para follarla en la postura del misionero, lo que permitió que sus bocas se fundieran en un beso intenso para no separarse nuevamente hasta el momento del orgasmo que no tardó en llegar.

Diego, ahora al mando, fue elevando el ritmo y la profundidad de sus embestidas provocando los jadeos indisimulados de Ana. Alicia también incrementaba el ritmo de su propio goce y sabía que no tardaría en llegar al punto de no retorno, que evitaba alcanzar para que su deleite no se apagara.

Alicia elevó sus piernas y colocó sus pantorrillas en los hombros de su marido, a la vez que se asía fuertemente a su espalda, permitiendo una penetración aún más profunda. Ahora los sonidos de la agitada respiración de Diego se unían a los de su mujer y ambas mujeres comprendieron que se acercaba el momento de la explosión de placer y decidieron dejarse llevar.

Los tres alcanzaron el orgasmo prácticamente al unísono y fue de una intensidad tal que hizo que quedaran exhaustos tumbados en la cama con Ana tendida entre el desnudo cuerpo de Diego y el de su amiga. Permanecieron mudos un largo tiempo hasta que recuperaron el aliento y las fuerzas.

Ana se incorporó levemente, acarició el pelo de Alicia y acercando su rostro al suyo se fundió con ella en un apasionado beso en los labios.

-          Eres maravillosa – pronunció – No sabes cuánto te queremos.

-          Y yo a vosotros – respondió – Jamás olvidaré el momento de intimidad y pasión que me habéis regalado. Siento que hemos credo un lazo que jamás se romperá. Os quiero.

Y así era, su relación parecía estrecharse más y más. Únicamente tendrían que esperar otra semana para saber adónde les llevaría.