Lecciones de castellano
Quería entrar al colegio y ella me enseñó castellano y otras cosas de mi vida.
Lecciones de castellano
Las insólitas lecciones de Castellano. En mi niñez, yo era un chico muy mal aplicado en cuanto a la composición del idioma castellano y lo referente a su escritura, en muchas oportunidades fue el motivo para que mi madre al iniciar los cursos regulares, me mandase por adelantado a estudiar la materia. Les contaré una historia que empezó al inicio de mí ultimo curso en la primaria y el inicio a la secundaria, con una mujer que me enseñó el ingrediente halado de mi vida y básico en mi futuro sexual, enmarcándola o dibujándolo en la materia de Castellano.
A unos meses de iniciar yo mi nivel secundario como siempre acudí a una maestra de apoyo pero en éste caso por decisión propia ya que debía rendir esa materia de ingreso, en un colegio muy riguroso de la zona de Belgrano, que insólitamente era bilingüe de idioma, castellano e inglés. Inés C. así se llamaba ella era una profesora muy buena para el aprendizaje y hacía dos años atrás me había sacado de un apuro grande.
A la sazón tendría ya unos treinta y seis años no obstante admitiéndolo que fuesen o no reales, ello no dejaba duda porque aún era bella tanto en lo físico, como en lo espiritual. Había y por ello dudó, en tomarme como alumno pues ese verano había roto una relación de amor de casi dos años con un hombre que yo conocía a través de mis padres y que era un próspero comerciante de buena familia pero eternamente enamoradizo de cuantas mujeres se le presentaran o se le cruzaran en el barrio de Coghlan.
La primera vez que me atendió en su casa, Inés se extraño de que yo ya no fuese ese jovencito de apenas dos años atrás, alabándome mi cuerpo ya en camino de adolescente dejando una pubertad esmirriada, convirtiendo mi cuerpo en atlético por la gimnasia que realizaba en el parque Saavedra. Fueron pasando así las tardes; aprendíamos junto versos y composiciones, a la sombra de una pérgola en el fondo de su casa y yo empecé a sentir algo mas que cariño por esa mujer que en esos días llenaba mis fantasías sexuales.
A decir lo cierto con los días y la confianza adquirida, ella apenas se cubría el cuerpo con un vestido muy holgado que en muchas veces al agacharse a corregirme un texto, veía su corpiño armado que contenían a unos senos vivaces y nada caídos. En otras oportunidades ella misma se reclinaba en el parque levantaba mas de lo común sus faldas para que el sol broncease su piel y yo podía imaginarme el contorno de sus nalgas y su cola bien formada, ella al tiempo como leyéndome los pensamientos me decía: Hay, Gus no pierdas el tiempo en fantasía y se reía mirándome a los ojos.
Estábamos solos ya que su hermana melliza, también soltera había viajado a la casa de su prima en la ciudad de Salta y no vendría hasta entrado el mes de marzo, porque también era docente. Inés con el tiempo fue prolongando la hora de estudio del idioma, matizándolo con vivencias propias y no dejaba de recalcar lo bien que " la trataba " su antiguo novio Ese " trataba" ciertamente me intrigaba pero nunca me animé a preguntarle que era eso o de que modo lo hacía pues yo era muy atento con ella. Así nuestros comentarios o más bien los de ella, se fueron acomodando cada vez mas a lo emocional y al poco tiempo apareció, lo sexual Fue en una tarde que llovía y ella estaba envuelta en la nostalgia extrema. Me preguntó sin darme tiempo a inventar nada si yo había ya había tenido relación con una mujer. Con evasivas propias de un estúpido terminé confiándole que no, que aun no conocía lo que era una mujer desnuda y lo que es penetrarla a ella.
Era por 65 y en la Argentina, las cosas simples en materia sexual eran muy reprimidas por una sociedad hipócrita. Se quedó turbada por mi respuesta mirándome y como estábamos muy cerca pues la lluvia que caía del alero nos había hecho acomodar casi juntos y no enfrentados como de costumbre, obedeciendo a un impulso mágico, impensado le tomé de la mano y le di mi primer beso en su boca, esperando una reacción de parte de ella contraria. Pero pude comprobar que ella apoyándose en la pared me recibió de buen modo por cuanto su respiración se aceleró y me envolvió tan dulcemente con su lengua que me parecía estar en el paraíso. Al tiempo para mi un siglo, con mí otra mano libre le usurpé por sobre el vestido, la primera caricia en sus senos.
Allí pretendió separarse pero atendiendo a su propia excitación, me apretó con más fuerza sobre su cuerpo besándome con desesperación. No sabiendo que hacer, ella me paró. Y tomándome de la mano me llevó a su pieza No hablábamos y no nos mirábamos, la tarde se había ennegrecido y llovía aun más, pero adentro de la pieza, era una semioscuridad cómplice. Deteniéndose enfrente de su cama ella se bajó los dos breteles de su vestido y mirándome a la cara me dijo: Lástima, Gus que no sea más acorde a tu edad. Te mereces un cuerpo joven pero ardo por tenerte, seguramente enloquecí pero ahora no me detendré. Así se dejó caer el vestido como si se acabase el tiempo de ese día, se sacó apurada su corpiño mas después su braga tirandolos torpemente al suelo. Quedó ante mi una mujer, la primera de mi vida, desnuda. Apenas concebía lo que ocurría y lo que pasaría.
Yo no atinaba a decir ni hacer nada sosamente estaba parado frente a ella duro y miedosos pero ella como sabiendo que tenía que hacer se acercó y lentamente me sacó mi camisa. Luego bajó mi pantalón que era sostenido solo por un elástico como se usaba en esa época, y luego de besarme simplemente, tomó mi canzocillo y bajándolo hasta el suelo Yo al no levantar los pies míos para sacármelo por mi turbación ella misma levantó los pies besando dulcemente. Al tomarle suavemente su cabeza con mis manos, ella se levantó apoyándose todo su cuerpo sobre el mío. Y allí y ese día aprendí, a conocer ese delicioso calor del cuerpo y su fuerza en una mujer enloquecida de deseo. Nuevamente ella pero mucho más despacio me acostó sobre su cama, ahora tomándome mi miembro con su mano, acariciándolo tan despacio como ella seguramente se lo proponía.
Luego jugó con sus labios sobre él, concediéndome el placer más intenso de mi vida en ese momento. Al tiempo no mucho, me corrí. Era lo más lógico: mi edad, mi primera vez y ella que me indujo a ello, todo eclosionó mas luego riéndose y notándome turbado sencillamente me dijo: Gus, hubiese sospechado que no te gusto si ello no hubiese ocurrido. Y con su mano dejándose caer en la cama, me indujo a hacer lo mismo pero ahora en su sexo. Así yo, como respondiendo a un impulso mecánico mas que experto logré, no después de algo de tiempo arrancarle su primer orgasmo, de una serie ininterrumpida que acontecieron mientras yo estaba envuelto en sus piernas. Levanté mi cara de ella cuando abatida se dormitaba y así me acurruque en el hueco de sus senos tomándolos con la boca, besándoselos y mordiéndoselos suavemente rodeándoos sus pezones con mis labios aspirándolo fuertemente hasta que ella reaccionó.
¿Gus, seguro que soy tu primera mujer?, Sabes no me parece. Pero yo obedecía a un impulso nada ordenado sino instintivo y muy propio de mis meollos, sumado a mi pasión que por ella se había desatado en esa cama y en ese día de verano y lluvioso, pero solo lo justifiqué ante ella a un tiempo después. Se acomodó mejor y yo como sabiendo lo que hacer, tomé mi sexo pero dejándoselo justo ahí para que ella, en un beso profundo y prolongado fuese quien me penetrara. Lo comprendió solo después de fenecer de amarnos el porque lo hubiese hecho así dejándola a ella actuar.
Dulcemente me lo transmitió entre la fatiga y la ansiedad, a un tiempo después. ¿Cómo sabias que quería yo penétrate Gustavo?. ¡Eres tan intuitivo y a la vez tan dulce!. Pasó el verano, nuestros encuentros se hicieron a diario, y no solo ocupaban los días de la semana, sino con cualquier excusa estaba junto a ella Mi padre pensó en un ataque de cultura de parte mía y los últimos días al acercarse la fecha solo estudiamos a fondo la materia. Ingresé al colegio con excelente puntaje pero aprendía conocer el primer desamor de mi juventud pues mis padres se mudaron por razones laborales algo lejos de ella y del colegio.
Con el tiempo, solo de ella me quedó su dulce recuerdo y jamás sopéese su figura, ni su conducta ya que ella justificó de buena parte mi diligencia como hombre y profesional de las letras... Gustavo Gabriel Camisasca Contemporáneo. " De recuerdos de mi juventud en el barrio de Coghlan". Buenos Aires. Argentina.