Lección Aprendida
A todo se aprende en la vida, cuando se desea, más si se tiene el estimulo adecuado. Relato sensual sobre como aprendí a hacer el sexo oral...
Llevaba un par de meses de relación con Antonio. Nos teníamos muchas ganitas y aprovechábamos de encontrarnos a solas, a la menor oportunidad. Mi inexperiencia en materia sexual, era algo que lo ponía. Se comportaba conmigo como un profesor. Mostrándome poco a poco las delicias del sexo y el placer de los sentidos.
Una de las cosas que deseaba Toño, era que le diera tanto placer como él me daba a mí en el sexo oral. Con la sutileza y buen humor que le caracterizaba y valiéndose de mi adoración por los libros, Antonio me regaló el libro de la Mujer Sensual, lo leí y mientras lo hacia me excitaba, no solo pensando lo que haríamos la próxima vez, sino en lo que hasta ahora habíamos hecho.
Me sorprendió que muchas de las cosas que decía la narradora del libro, yo las hacía por instinto, por ejemplo cuando comenzaba a besar a Toño, mis caderas se movían rítmicamente, como una sirena, entre sus brazos, imitando los movimientos del coito.
Sin embargo, el punto que a él le interesaba que yo leyera y que pusiera en práctica estaba marcado: cómo hacer una felatio. Cosa que a mí no se me daba. La autora recomendaba ensayar con un cono de helado, jugar con la lengua en él, haciendo círculos y otras figuras con la lengua. Abrir grande la boca para introducir el cono de helado completo y luego sacarlo mientras lo chupaba para que no derramara nada. Lentamente.
Sin perder tiempo me fui a ejercitar la lengua, siempre fui buena estudiante y no hay nada como la práctica y la paciencia para alcanzar un objetivo.
Compre una barquilla o cono de sirope de chocolate por encima y me deleite mamando aquel helado, como el primero de mi vida. En la punta del helado hacia círculos con la lengua, mientras mis labios se pegaban a ella, lo introducía completo dentro de mi boca y lo sacaba, aguantando el cuerpo del helado dentro y dejándolo resbalar por mi lengua, hasta que se acabó el helado.
El segundo ejercicio era aun más cómico, se trataba de inhibir el reflejo de arcada para facilitar la felatio profunda, para eso debía una introducir el cepillo dental hasta atrás en la boca mientras uno se cepillaba, trabajar con una banana, introduciéndola hasta tocar la campanilla y contener las ganas lo más posible. Yo practicaba estos ejercicios lo más posible y contenía el reflejo, con la banana la introducía toda, colocando mis labios en O, la sacaba succionando, para luego volverla a introducir. Practique también con objetos más gruesos ya que la polla de Antonio era más gruesa. Cuando logré contener el reflejo de arcada con un pepino, supe que era el momento.
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Toño y yo no éramos exactamente lo que se pudiera llamar novios, éramos amantes, no había promesas a futuro, sólo aquí y ahora. Yo lo consideraba como un maestro en una asignatura que había pospuesto hasta conseguir un buen profesor. Me sentía libre con él de practicar cualquier cosa y en nuestros momentos libres éramos amigos, nada de manitas sudadas, ni de besitos. De modo que la siguiente oportunidad en que nos vimos quise regalarle una buena sesión de sexo oral, como las que él me regalaba generosamente.
Nos vimos a la salida de una reunión de trabajo con el personal de apoyo, llevamos a su tío al aeropuerto y nos fuimos a un motel a las afueras de la ciudad. Fuimos directo a la habitación, nos desvestimos entre caricias y besos y nos dimos un baño, para prepararnos y aprovechar de enjabonarnos uno al otro. Lo hicimos deslizando el jabón por nuestros cuerpos y mientras él enjabonaba mis pechos, yo enjabonaba su pene, que ya presentaba una buena erección. Fuimos a la cama, pero esta vez le pedí que se sentara al borde y me arrodille entre sus piernas, nos besamos en la boca, mientras yo le acariciaba la cara, los hombros, la espalda, pegándome a su cuerpo y sintiendo en mi vientre su pene ansioso por ser objeto de mis caricias.
Mientras él me acariciaba los senos, que lo enloquecían, yo hice un camino de besos hacia su ingle. Desde su boca, baje por su barbilla que tenia un hoyuelo que me extasiaba. Luego su cuello, su pecho amplio y su vientre fuerte, casi lampiño, hasta llegar a su verga, quien me saludo como a una buena amiga.
Pase la lengua por su glande, humedeciéndolo con mi saliva, estaba caliente, recorrí el borde del glande con la lengua y voltee hacia la cara de Toño, tenía los ojos cerrados, con la cara ligeramente hacia arriba y una expresión de gusto supremo, completamente entregado al placer que le daba. Eso me excito aun más. No lo hice esperar por más, lentamente pero sin pausa introduje su glande en mi boca y jugué con él en mi boca, con mi lengua, haciendo caminitos y círculos pequeños y lengüetazos que se hundían en su orificio, ese pequeño ojo del que manaban lagrimitas de líquido preseminal.
Mis manos masajeaban sus testículos, su saco estaba tenso, yo pasaba mis dedos hacia el perineo, sin llegar a su ano. Lo sentía estremecer, casi temblar.
No tenia prisa engullí su verga un poco más hondo, tenia dentro casi todo el tronco, el cual acariciaba con mi lengua sin cesar. Comencé a sacar y meter su pene en mi boca, chupándolo a veces suave y otras más fuerte y mirando de tanto en tanto a Toño, para volver a cerrar mis ojos y concentrarme en lo que hacia. Él respiraba con dificultad, me miraba tragar su pene de vez en cuando, pero su placer era tal, que le impedía concentrarse en otra cosa que no fueran sus propias sensaciones.
Aumentaba el ritmo de mis acometidas y me detenía de tanto en tanto, sólo para chuparlo con fuerza breves momentos, ya que estaba muy sensible y luego reanudaba el mete saca en mi boca. Me dolía la boca y entonces aceleré la marcha, masajeando sus bolas. Él llevo sus manos a mi cabeza, como anuncio de que terminaba, sentí que sus venas se tensaban y no me detuve, aunque no me sabia capaz de tragar todo.
El primer chorro lo recibí en la garganta, sin darme tiempo a nada trague para no ahogarme, haciendo esfuerzos el segundo y el tercer chorro llegaron y los recibí en la boca, pude paladear una leche espesa y tibia, de sabor algo amargo que dejaba una sensación pastosa en mi boca y el paladar.
Se corrió en mi boca por completo y traté de impedir que se derramara, lamiendo con suavidad todo su pene, mirando su carita de gozo y satisfacción. Sus mejillas enrojecidas. Sus labios, humedecidos de vez en cado por su lengua.
Sorbí todo, aunque algo se salía por las comisuras de mis labios, hasta mis senos. Él cayó exhausto de espaldas en la cama, mientras yo terminaba de limpiar los restos de leche de su pene con mi lengua.
Me levante con la intención de ir al baño a asearme, pero Toño me retuvo, me abrazó por la cintura, atrayéndome hacia él y me beso en la boca, que aun tenía esa sensación pastosa de su eyaculación. Apretado a mi cuerpo, aun con la respiración agitada, mi pecho, pegado a su pecho, todo mi cuerpo estampado contra su cuerpo sudoroso, comenzó a hablarme, entre risas y bromas.
Me miro y me dijo riendo pícaramente:
¿Te salpiqué?
Sólo un poquito respondí, le dije. Mientras llevaba mi brazo a la cara haciendo ademán de limpiarme con el reverso de la mano. Los dos nos reímos y me dio uno de los caramelitos de menta que colocan en las habitaciones. Me miraba con picardía y mucha complicidad.
Nos besamos largo rato, cada vez con más pasión y cuando él se recuperó para la próxima, se dio la vuelta y se colocó sobre mí, yo abrí las piernas. Toño fue posando besos sobre todo mi cuerpo, mi cuello, mis hombros, mis pezones, los cuales estaban a reventar, y luego en mi vientre, que se erizaba anticipando los besos en el pubis. Toño tomó una respiración profunda y se sumergió en mi sexo.
Su manera de comerme el coño era increíble, separaba mis labios exteriores con los dedos de una mano, masajeaba mi clítoris mientras metía su lengua en mi vagina, la cual es muy sensible, me rozaba con sus dedos el ano, y luego subía su lengua hacia mi clítoris, ya hinchado por los masajes previos y comenzaba a masajearlo y chuparlo con la lengua, mientras metía sus dedos en mi vagina, me penetraba con sus dedos con ritmo cada vez más acelerado, hasta sentir la tensión de mis músculos, de mi espalda y no se detenía hasta que yo derramaba mi néctar en su boca y yo ascendía a la gloria. Presa de un placer exquisito.
Deleite en mi boca en nuestros sexos. Baile de caderas, sudores compartidos y mezclados, hasta lograr un nuevo éxtasis, en esas horas hurtadas al reloj.
Mi relación con Toño, un día llegó a su fin. Dejamos de ser amantes, de la misma forma natural y sencilla que comenzamos a explorarnos. Conservamos sin embargo una excelente relación, al punto que me invitó a su matrimonio pero esa es otra historia.