Le toqué la polla a mi amigo mientras dormía

Unos amigos se quedaron a dormir a mi casa. Mientras dormían, probé suerte y acabé tocándole la polla a uno de ellos.

¡Buenas! Sé que llevo tiempo sin publicar. Llevo una vida de locos, no tengo tiempo para nada y, sinceramente, el poco tiempo que tengo no me apetece ponerme a escribir, y más después de todo lo que ocurrió con los últimos relatos. Pero es que el otro día sucedió algo que necesito contaros. Veréis que este relato es totalmente diferente a todo lo que suelo escribir. Es una experiencia personal, real y, por tanto, no está adornada con florituras ni exagerada. Todo lo que pasa en el relato es cierto, a excepción del nombre de mi amigo que, por motivos obvios, he decidido ocultar. Dicho esto, ¡espero que disfrutéis del relato tanto como yo lo hice aquella noche!

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Hace unos días, me sucedió lo que llevaba años deseando. Tuve a mi amigo Pedro durmiendo a mi lado y, tras pensarlo varias veces, me atreví a tocarle la polla.

Conozco a Pedro desde que nació, prácticamente. Yo tenía unos 6 años por aquel entonces, por lo que siempre ha sido como un hermano pequeño para mí. Lo he cuidado como a un tesoro y he intentado ayudarle en todo lo que he podido. Lo que no sabía yo es que determinados eventos de mi vida me iban a hacer coger gusto por los rabos. Y claro, tener a un chaval como él, guapete y con buen cuerpo, todo el día pegado a mí, hizo que me entrara curiosidad por su miembro.

Pedro es un chico alto. Siempre lo ha sido, de hecho. Incluso cuando era niño, parecía tener 2 o 3 años más solo por su estatura, aunque su cara aniñada le delataba. Según fue creciendo, sus músculos fueron desarrollándose. Los brazos y piernas se tonificaron pronto debido al baloncesto que practica. Y, claro, los abdominales fueron detrás, de cabeza.

Pero, volviendo a lo realmente interesante. ¿Cómo sucedió esto? Pues resulta que hace poco fue mi cumpleaños y, como cada año, lo celebré con mis amigos. Entre ellos estaba Pedro, que a pesar de ser más joven que yo, no tiene problema en este sentido. Yo ya había dejado caer que, debido a la excepcionalidad, podían quedarse a dormir si querían, esperando que dijeran que sí. Sin embargo, no las tenía todas conmigo, ya que viven cerca y suponía que les iba a dar pereza. Aún así, finalmente optaron por quedarse a pasar la noche. Reunimos varios colchones y, a eso de las 4 de la madrugada, nos dispusimos a dormir. Me aseguré, por supuesto, de tumbarme junto a Pedro, y lo conseguí.

Recordé entonces que ya había intentado este acercamiento un par de años antes, también en mi cumpleaños, en el que se habían quedado a dormir. Sin embargo, en aquel momento me dio miedo despertarle y, si bien intenté pegar mi culo a su rabo, no lo hice del todo. Pero no iba a dejar que esta vez ocurriera lo mismo. Un par de semanas antes, Pedro me había confirmado que él duerme profundamente. Había habido una gran tormenta en nuestro barrio, con truenos muy sonoros, y él aseguraba no haberse despertado en toda la noche. Por lo tanto, esta vez sabía que podía jugármela.

Como iba diciendo, sobre las 4 de la madrugada nos tumbamos en los colchones, dispuestos a dormir. Al menos, ellos. Claro que mis intenciones eran otras. Resistí el sueño que tenía y esperé bastante, unos 20 minutos, hasta asegurarme de que todos dormían. Realmente solo me preocupé por Pedro, ya que estando a oscuras, nadie se iba a dar cuenta de lo que hiciera bajo el edredón. Y es que, efectivamente, estábamos cubiertos por un edredón, ya que hacía frío. Total, que cuando noté que la respiración de Pedro se había enlentecido y que dormía plácidamente, decidí pasar a la acción.

Tardé un par de minutos en empezar, ya que estaba de espaldas a mí. Pero, cuando por fin se dio la vuelta, comencé con mi manoseo. Pedro permanecía algo de lado, aunque más boca arriba que boca abajo, y mirando hacia mí. Tenía los brazos unidos y pegados al pecho y las piernas algo flexionadas, aunque no del todo. Lo sé porque, a pesar de ser de noche, las ventanas de la habitación no tenían persianas, por lo que se filtraba la tenue luz de la luna, de modo que veía con claridad su postura.

Me di cuenta de que mi pecho latía sin cesar. Parecía que el corazón se me iba a salir. Intenté tranquilizarme y relajar la respiración. No quería cagarla antes de empezar. Cuando me sentí seguro, acerque mi mano, lentamente hacia mi amigo. Me topé con su pierna, que palpé torpemente hasta descubrir que tenía que subir la mano para aproximarme a su miembro. Poco a poco, acariciando su muslo por encima de la tela del chándal que llevaba, llegué hasta un bulto que reconocí rápidamente: había alcanzado su paquete, que parecía flácido. Simplemente ese hecho hizo que mi corazón volviera a latir con fuerza. Llevaba años soñando con sentir en mis manos la polla de Pedro y, aunque por fuera del pantalón, lo había conseguido.

Me deleité en el toqueteo. Palpé bien toda la zona, buscando su principio y su final, que no pude encontrar. No sé si por tamaño o, lo que me pareció a mí, porque tenía medio pene enterrado entre su cadera y el colchón. El caso es que apreté con sutileza mis dedos alrededor de su paquete y, oh, Dios, qué jodido gustazo. Sentía que me iba a correr cada vez que sentía mis dedos rodeando su paquete. No sé cuántos minutos estuve así, quizá 5, hasta que me atreví a dar el siguiente paso.

Con mi otra mano, levanté con cuidado la tela de su pantalón y calzoncillo. Primero metí un dedo, acariciando su piel. Pedro emitió un ruido parecido a un ronquido, pero no se movió. Tras unos segundos de pausa, continué mi camino. introduje el segundo dedo, pero no conseguía llegar hasta su rabo. De forma que, en un intento desesperado por alcanzar el manjar, decidí moverme con cuidado y aproximarme más a mi amigo, estirando el brazo todo lo que pude. Cuando lo hice, volví a meter los dos dedos bajo sus calzconcillos, mientras con la otra mano sujetaba la tela para que no se cerrase sobre mi mano. Al fin, llegué a tocar algo: sus pelos púbicos. Parecía algo absurdo, pero para mí, tocarle los pelos de la polla a Pedro suponía un placer inmenso. No eran demasiado abundantes, aunque quizá era porque no tenía la mano meitda hasta dentro.

Me detuve unos segundos. Pedro se movió brevemente. Temí durante un segundo que se diera la vuelta y se acabara mi momento de gloria, pero no fue eso lo que ocurrió. De hecho, lo mejor aún estaba por llegar. Enterré más la mano bajo sus calzoncillos, buscando un ápice de su miembro. Y, buscando, encontré lo que hallaba. Con mi dedo índice, palpé por fin la piel de su polla. Era lisa, suave y caliente, muy caliente. Me pareció muy fina, aunque quizá fue percepción mía. Estaba dura; sin duda, mi manoseo había surtido efecto. La acaricié mientras sentía que mi corazón iba a estallar. No recuerdo el tiempo que estuve así, con mi dedo palpando su piel, pero se me hizo efímero. Traté de buscar el final de aquel cipote, intentando hallar bien sus huevos, o bien su glande, pero no lo logré. Después, probé a agarrarle la polla, pero al estar medio aplastada por su cuerpo, me dio miedo hacer demasiada fuerza y despertarle. De modo que me conformé con poder sentir la piel de su polla en mi mano derecha mientras con la izquierda le manoseaba el paquete por fuera del pantalón.

Deseé que el tiempo se detuviera y aquel momento se alargara infinitamente, pero aquello terminó pronto. Pedro se movió de pronto. Aparté mis manos rápidamente y, antes de darme cuenta, ya se había dado la vuelta por completo. Temía haberle despertado y que se hubiera dado cuenta, por lo que no volví a intentarlo. Sin embargo, sí que me llevé los dedos a la nariz y aspiré ese olor que tanto me gustaba; el de una buena polla. Unas horas después, ya por la mañana, antes de que nos despertáramos volví a probar suerte. Sin embargo, Pedro se despertaba constantemente; estaba incómodo en su postura y cambiaba de lado cada dos por tres, por lo que, aunque intenté volver a tocarle el rabo aunque fuera por encima del pantalón, no lo logré.

Y hoy, menos de una semana después, pienso en esa noche y se me empalma la polla. En parte, creo que podría habérmela jugado más, o haberme quedado despierto hasta volver a encontrar la oportunidad de nuevo, pero el miedo y el sueño pudieron conmigo. Me gusta pensar que Pedro se dio cuenta de la situación y dejó que le tocara la polla, pero, honestamente, no es ese tipo de persona. Si lo hubiera notado, se habría apartado y me lo habría dicho al momento. Por lo que ese momento tan solo vive en mis recuerdos, y ahora, también en los vuestros.