Le ofrezco mi coño y mi culo a un lector

Decidí premiar a un lector de los muchos que me han enviado mensajes, fotos y vídeos. Elegí uno entre cientos, le exigí sumisión, le até, le hice ver cómo seducía a un chico jovencito y luego me lo follé en un parque de Madrid. Me encanta el sexo. No lo puedo resistir.

Me encantan las situaciones morbosas, ya os lo he dicho. Por eso me gustó mucho descubrir que mis relatos os ponen cachondos. He recibido cientos de mensajes en mi correo en los que me proponían todo tipo de situaciones, me han mandado fotos  sugerentes, link de vídeos morbosos, propuestas para follar. Durante un mes estuve masturbándome con lo que me enviabais. Al final decidí premiar a un lector. Tenía que ser de mi país, España. Hice una preselección de veinte, a los que contesté. Todos me respondieron. Entre los aspirantes me quedé con el que me parecía más interesante. No quería un follador nato, prefería un hombre tímido, capaz de seguir mis instrucciones. El elegido tenía 45 años, me envió una foto, moreno, bien plantado, una polla normalita, me decía que estaba casado pero que no le iba bien con su mujer. Eso lo dicen todos. A mí me daba igual.

—¿Y estarías dispuesto a ser pasivo? –le pregunté.

—Sí, totalmente.

—¿Y sumiso?

—Sí, sí.

—¿Y me dejarías que te atase?

—¿Qué piensas hacerme?

—Ya lo verás.

—Haré lo que tu quieras, Anita.

—Si no cumples mis condiciones la aventura se acabaría en ese mismo instante la aventura. Yo soy quien decide.

—Te obedeceré. No fallaré.

Le cité en un parque que conozco bien a las once de la noche, en una zona solitaria. Le pedí que llegase con pantalones cortos. Estuvo allí a la hora señalada. Yo llevaba una faldita blanca muy corta y unas esposas. Le expliqué  (vamos a llamarle Iker, que no quiero señalar) una parte de mi plan. Quería que me viese seducir a un jovencito con el que también me había citado a esa misma hora muy cerca de donde estábamos, en la zona de los aparatos de hacer gimnasia.

—¿Te gustan mis piernas, Iker? –le pregunté.

—Sí, sí, me encantan.

—¿Y mi chochito?

Me levante la falda y me bajé las braguitas, me metí el dedo en la rajita, me acaricié el clítoris, di un suspiro.

—Sí, sí, quiero tocártelo.

Hizo un intento de acercarse a mí y lo frené en seco.

—Sólo lo tocarás cuando yo te diga, quiero excitarte y excitarte, que lo desees cómo nunca.

—Haré todo lo que me digas, Anita.

—¿Ya estás cachondo?

Le toqué entre las piernas. Tenía la polla dura como una piedra. Le desabroché la bragueta y se la saqué. Ya os he dicho que me encantan las pollas. Me arrodillé, me subí la camiseta, no llevaba sostén y puse su polla entre mis tetas. Me golpeé con ella mis pezones, que se pusieron duros. Me levanté, cogí de la mano a Iker y le llevé hacia un árbol que estaba justo delante de un banco y desde el que se divisaba la zona de los aparatos gimnásticos. Le situé contra  el árbol, le puse las manos en la espalda y le coloqué unas esposas.

—¿Quiero que veas como seduzco y me follo sólo para ti a ese chico que acaba de llegar?

—¿No le conoces? –me preguntó Iker.

—Ayer hablé con él por primera vez, pero estaba seguro de que no faltaría a esta cita.

Le acaricié la polla a Iker, me arrodillé, se la chupé.

—Sigue, sigue, Anita.

Me gustaba sentir mi poder. Podía hacer con aquel tío lo que quisiera. Daba igual que tuviera una esposa en casa con la que podía follar y follar. Prefería estar allí, atado a un árbol, excitándose, esperando a que yo decidiera follármelo. Me marché hacia la zona donde me esperaba el chico. Se llamaba Iván. Era un larguirucho que mediría 1,90, alto y fuerte, jovencito, muy jovencito. Ya sabéis que me gustan mucho los parques y este en el que estábamos en particular. Ahí elegí a Iván. Le había visto varios días haciendo footing y gimnasia por aquella zona. Siempre iba solo y me miraba mucho. La tarde anterior a la cita con Iker coincidimos (yo sabía a la hora que aparecía por allí y estaba esperándole) en el círculo de los aparatos. Él se puso en una de las máquinas y yo me senté frente a él en un banco. Yo llevaba la misma falda blanca y cortita. Me coloqué de forma que pudiera ver bien mis muslos. A los cinco minutos de estar allí sólo tenía ojos para mí. Estaba en mis manos. Me acaricié el muslo muy sensualmente, me levanté más la faldita para que pudiera ver bien mis braguitas rojas. Puse la mano encima de mis braguitas y me acaricié el chocho. Él chico no perdía detalle. Me levanté, me acerqué al aparato en el que intentaba hacer ejercicios (en realidad sólo estaba pendiente de mí). Había una barra larga. Me apoyé en ella. La puse entre mis piernas y restregué mi chochete en ella. Iván no decía nada.

—¿Tienes novia? –le pregunté.

—No.

—¿Cuántos años tienes?

—18.

—¡Qué jovencito!

—¿Me enseñarías la polla?

—¿Cómo dices?

—Qué quiero verte la polla.

No se atrevía. Me acerqué más a él, que había dejado de hacer gimnasia. Puse la mano sobre sus pantalones. Estaba ardiendo. Le acaricié, le bajé los pantalones y los calzoncillos. Agarré su pollón con mi mano. Él chico estaba bien armado. Cogí su mano y la metí en mis braguitas. Puse sus dedazos sobre mi rajita. Él chico temblaba.

—¿Te gusta?

—Sí, sí. Mucho.

—¿Tienes muy poca experiencia?

—Sí, sí, muy poca.

—Yo te enseñaré.

—Si quieres que lo hagamos bien, te espero aquí mañana a las once de la noche, en este mismo sitio.

—Seguro que vengo.

Y allí estaba, nervioso y expectante. Me acerqué. Venía con una camiseta y unos pantaloncitos de deportes.

—Esos pantaloncitos no te van a servir para nada. Quítatelos.

—Si viene alguien…

—Quién va a venir.

Se los quito, llevaba un bóxer azul oscuros con rayitas blancas. Su polla estaba a punto de reventar. Se la acaricié.

—Ven –le dije.

Le llevé de la mano al banco que estaba situado frente a Iker, que miraba y miraba. Iván se dio cuenta de que aquel hombre con la polla al aire estaba atado al árbol.

—¿Qué es esto?

—Olvidate de eso, cariño.  A él le gusta. Vamos a disfrutar todos.

Le había hecho sentarse y tenía su polla agarrada de mi mano. Le besé. Metí mi lengua en su boca. Estaba caliente como una plancha. Su polla temblaba de excitación. Yo me había quitado las bragas. Me senté a horcajadas encima de él, pero no me la metí. ´Me restregué  contra su polla. Me acaricié toda la raja con ella. Me encantaba aquella situación.

—Chúpame las tetitas, Iván.

Se lo dije para que Iker pudiera oírlo. Iván era inexperto pero me chupaba las tetas con ansia, me arañaba un poquito con sus dedos.

—Te voy a follar un poquito, cariño –le dije.

Pero en cuanto me metí la polla se corrió desesperadamente.

—No importa, cariño, le dije, lo que tienes que hacer ahora es chuparme muy bien el chocho. Tienes que hacer todo lo que yo te diga.

—Sí, sí, haré lo que me digas –repetía Iván.

Yo me levanté. Me tumbé con las piernas muy abiertas en la hierba delante de donde estaba Iker. Le pedí a Iván que se pusiera a cuatro patas como un perrillo y que viniera a lamerme. Lo hizo. Aquel grandullón con la lengua fuera, babeando, estaba en mi poder, seducido por mi coño.

—Ahora, Iván, tienes que empezar a chuparme lentamente desde el cuello hasta el chocho, sin prisas, como seguro que has visto en muchas películas porno.

La lengua de Iván empezó a recorrerme desde el cuello, se detuvo en mis tetas, una me las masajeaba con su mano y la otra la recorría con su lengua y sus labios.

—Aráñame un poquito con los dientes, cariño, sólo un poquito, sin hacerme daño. Así, así, sigue, sigue. Y tócame el chochito con la mano. Muy bien. Sigue bajando.

El  chico o aprendía deprisa o había visto muchas películas porno. Le lengua llegó hasta mi ombligo. Quiso detenerse ahí.

—Más abajo, sigue bajando, sigue bajando.

Su lengua me empezaba a poner loca, sobre todo cuando llegó a mi rajita.

—Ábreme un poquito los labios vaginales y chúpamelos, así, así. Y ahora agarra mi clítoris con tus labios. Así, así, no te pares, por favor. Y méteme los deditos en la vagina. Así, así, dentro y fuera, como si me follases con los dedos.

Me comió el coño con frenesí. Quizá no se lo había hecho nunca a una chica. Yo me corría le gusto.

—Sí, sí, el culo también, acaríciamelo, méteme el dedito un poco, sí, sí, cariño, te estás portando.

Me estaba corriendo como una loca. Entonces me fijé en Iker. Estaba a punto de estallar. Pero Iván había vuelto a empalmarse. Y yo quería meterme esa polla hasta el fondo. Decidí que Iker participase en la fiesta. Me levanté, le solté las esposas y le dije al oído: “Estás deseando follarme”. “Sí, sí, voy a follarte y a follarte como no lo ha hecho nadie”. “Espera, espera”, le dije cuando intentó meterme la polla allí mismo de pie.

Me tumbé otra vez al lado de Iván, de perfil para que Iker pudiera acariciarme por detrás.

—Fóllame tú, cariño –le dije a Iván.

Iván me puso la polla en la entrada de la vagina, la metió un poquito. Yo la quería toda.

—Méteme todo ese pollón que tienes, todo, todo.

Iván empujó con fuerza, empezó a moverse frenéticamente. Yo cerré los ojos y sentí que mil estrellitas bailaban en mi cabeza. Iker se había puesto detrás de mí y sus dedos acariciaban mi culito, entraban en mi ano. Yo me sentía morir.

—Sí, sí, Iker, cómeme el culo mientras Iván me folla.

Iker me acariciaba la espalda, trataba de agarrarme la tetas. Después noté que su lengua entraba y salía de mi ano. Me comía el culo mientras la polla de Iván llegaba hasta mis entrañas. El chico galopaba como un purasangre y yo me deshacía, gemía, notaba que Iker había puesto la polla en mi culete, la movía en mi ano, intentaba metérmela.

—Ay, ay, me corro y me corro, sois dos animales.

Iván volvió a correrse e Iker estaba encendido como nunca había visto yo así a un hombre.

—Voy a follarte y follarte—me dijo-. Te la voy a meter por todas partes.

Su polla era más pequeña que la de Iván pero su ansiedad volvió a ponerme a mil. Me comía las tetas con pasión, me metía el dedo en el culo, me arañaba. Yo también me movía para sentir más esa polla dentro de mí, para que aquello no se acabara nunca. Iker estaba como poseído por el deseo. Y yo subí al cielo de los orgasmos. Fue una noche brutal, tremenda.

Los tres nos quedamos tumbados en la hierba, extenuados, como sin fuerzas. Aquella noche comprendí que me encanta follar y follar, que no lo puedo resistir, que me pueden las fuerzas oscuras del sexo. Me gusta follar y cambiar de hombre, sentir su excitación, tener experiencias distintas, nuevas. Por eso no he vuelto a hacerlo con Iker, aunque me sigue mandando mensajes. Con Iván, el jovencito, sí volví a follar, estuvimos un mes enrollados, creo que le enseñé todo lo que sabe. Lo habrán aprovechado otras. Yo sigo pensando en nuevas aventuras. El sexo no se me va de la cabeza. Veo porno, me masturbo, follo con extraños. Eso me vuelve loca. No lo puedo evitar.

Gracias a los que me habéis enviado mensajes. Me he masturbado muchas veces a vuestra salud. Besitos a todos.