Le lecherita
La lecherita, así la conocían en el barrio...
Durante un instante me pregunté mentalmente que hacía yo allí sentado en una semifinal regional de fútbol que no me interesaba. Miré la fila de abajo de la grada, la vi y me acordé. Allí estaba Marta, con sus morritos prominentes, sus pantalones extra cortos y su top más provocativo de "Amour Amour" marcando pezones. Estaba sola, provocando, comiendo una piruleta y desde mi fila, arriba, tenía una buena visión del escote de "la lecherita", que así es como era conocida Martita en el barrio.
Su apodo de la lecherita se lo ganó cuando apenas tenía diecisiete años y en un camping de varios días, acabó metiéndose una noche en una de las tiendas, ella sola, con cuatro chicos. Ninguno la folló pero ella le sacó la leche a todos con la boca. Ese fue su despertar y ahí empezó su fama y su pasión por las mamadas.
Hubo un tumulto, todos se levantaban gritando, la gente estaba indignada con el árbitro y cuando todos se sentaron vi que un madurito de ojos claros y bigote espeso se había sentado a su lado. Hablaban animádamente y reían. Estaba claro, ahí tenía ella su siguiente presa, su siguiente polla por mamar. Seguro que la conversación no había tardado en ponerse sexual. Le habría dicho que estaba sola, que él era atractivo, que a ella, el fútbol, la ponía caliente con tantos hombres en pantalón corto... ella era directa, a veces bruta pero era así y le funcionaba.
El hombre le tocó las dos tetas por encima del top, a petición de ella, como el que comprueba algo. Tan excitado y caliente lo tenía al pobre que no tardó en intentar colar su mano, por debajo, para sentirlas al natural, si es que quedaba algo natural en ellas. Seguramente es lo que ella quería, que se calentara tanto, pero lo detuvo y sin soltarle la mano se lo llevó a la salida de las gradas.
Yo les seguí discretamente. Fueron hasta la parte trasera del estadio que conectaba el complejo deportivo, la piscina y las pistas de tenis. Todo vacío, solo estaba abierto el estadio. Cerca de la piscina, había unos accesos no oficiales con una reja, bastantes árboles y vegetación suficiente como para ocultarse. Era uno de los rincones favoritos de la lecherita y donde me había dicho que estaría.
Martita de espaldas a la reja y con el top subido, era víctima de un magreo intenso de sus tetas. Pronto cambió la posición, lo puso a él de espaldas a la reja y rápidamente le bajó los pantalones hasta el suelo. El hombre, que miraba hacia todos los lados como preocupado, mostraba su pene con una erección importante. La lecherita, que se había comido cosas más grandes no tuvo dificultad en tragárselo hasta tocar su nariz en el bajo vientre del tipo. El hombre soltó un gran "¡uf!", casi orgásmico, e intentó mirar pero ella alargó su brazo apartándole la cara, haciéndole sufrir, sin dejar de mamar y él solo pudo gemir más.
Esto iba muy deprisa, así que yo di la vuelta rápidamente, saltando un pequeño muro, para llegar silenciosamente por el otro lado de la reja y escarbar con cuidado en los bolsillos del pantalón caído. Hubo presas más difíciles pero aquel tipo estaba inmerso en la lujuria con nombre propio y luchando por no dar leche tan rápido. Quiso parar y follarla, la cogió fuerte del cabello pero la lecherita reaccionó con fuerza, pudo zafarse de él y lo dejó allí sin terminar.
-Eres un hijo puta primo -dijo indignada cuando me vio en las afueras del estadio- casi me folla -añadió.
-En primer lugar no soy tu primo -respondí nervioso y cuidando que no nos vieran- y en segundo lugar, esta es la última vez que hago esta mierda contigo -añadí ofreciéndole parte del dinero "recaudado".